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Capítulo 8 | Plan de reconquista: fase uno

"𝑾𝒉𝒚 𝒕𝒉𝒆 𝒘𝒐𝒖𝒏𝒅 𝒊𝒔 𝒔𝒕𝒊𝒍𝒍 𝒃𝒍𝒆𝒆𝒅𝒊𝒏𝒈?"

𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭


Lo que Tiffany creyó que sería solo un día se extendió a cinco.

Intentó restarle importancia al principio, incluso llegó a divertirle, pero al quinto día ya se estaba empezando a impacientar.

Cada mañana, al llegar al trabajo, lo primero que veía sobre su escritorio era un vaso descartable de café con la palabra "caprichosa", escrita en una perfecta caligrafía que se atrevía a pensar que era el mismo Tyler quien escribía, junto a un bollo de frambuesa. Trataba de no pensar en ello y disfrutar su desayuno, pero no podía simplemente olvidar que se trataba de su ex, el mismo ex que la engañó y la dejó con un corazón roto.

Siempre que entraba a su oficina podía ver del otro lado del cristal la sonrisa divertida de su amigo y eso la irritaba aún más, como si Tyler se hubiera complotado con su mejor amiga y con su único amigo para acercarse a ella con la única finalidad de molestarla. La mañana del viernes, cuando ya estaba harta de su desayuno y de la mirada socarrona de Marcel, lo enfrentó.

—¿Puedo saber que te resulta tan divertido? —espetó con muy poca paciencia.

—No dije nada —se defendió su compañero con inocencia.

—Marcel...

—Está bien —alzó ambas manos—. Pero está claro como el agua lo que el chico está haciendo.

Entornó los ojos cada vez más irritada.

—¿Y qué está haciendo? -remarcó cada palabra.

—Trazando un plan de reconquista y al parecer, esta es la fase uno.

Tenía que ser un chiste, pensó.

Quizás consideró la posibilidad de que solo pretendía acercarse, que quería provocarla un poco para que ella lo buscara y así poder verse de nuevo, pero el pensar que todo se trataba de un plan de reconquista la dejó con la mente en blanco. De repente, que esa fuera toda la intención de Tyler la hizo temblar, un hormigueo se extendió por su cuerpo desde la punta de sus dedos y no podía dejar de pensar una y otra vez en la cita, en su encuentro de improvisto, en el recuerdo que trajo al presente, en él, en sus ojos, en sus hoyuelos, en él...

Basta, se dijo.

No podía permitirse perder los nervios por algo que parecía una tontería, ¿Qué importa si Tyler pretende recuperarla? Ella no lo quería cerca y se encargaría de dejárselo en claro si eso necesitaba, no estaba dispuesta remover el pasado y volver el tiempo atrás, ni ella ni el eran un par de niños, eran adultos. Debía comportarse como tal.

Una rápida búsqueda en internet le indicó la dirección exacta del trabajo de Tyler, aunque en la cita él le haya dicho que trabajaba en el centro, jamás supo la ubicación exacta, así que decidió presentarse una vez que su jornada laboral finalizara. Sabía, también gracias a internet, que su horario de trabajo terminaba una hora más tarde que el de ella, lo cual agradeció.

Luego se dio cuenta de que no tenía idea si había posibilidad de encontrarlo porque o bien podría tener otro horario o bien podría estar en una reunión o incluso quizás ni siquiera haya ido a trabajar. No tenía la más remota idea de si estaría en su oficina, pero intentó pensar que la suerte estaba de su lado: el vaso medio lleno, como siempre.

Tiffany atravesó la entrada del edificio y se quedó estupefacta, bien sabía que era una empresa de alto prestigio al igual que donde trabajaba su mejor amiga, pero no se imaginó la magnitud ni las dimensiones de esta. Caminó a paso lento por el amplio y elegante lobby, admirando los sofás de cuero negro y las pinturas de muestra sobre las paredes, hasta llegar al elevador. Igual de espacioso y con espejos en lugar de paredes.

Cuando este abrió las puertas, Tiffany seguía un poco conmocionada por el lugar, llegó al último piso y tras preguntarle a una pasante que estaba tras un mostrador por la oficina de Tyler, la encontró al final del pasillo.

Su oficina era igual que todo el edificio, pero en una versión miniatura: amplio, bien iluminado, un sofá de cuero sintético negro, un amplio escritorio de cristal con una silla a juego estilo minimalista. Tyler no la había visto aún, estaba de espaldas hablando por teléfono frente a un ventanal que ocupaba toda la pared.

Tiffany perdió el aliento en cuanto notó el paisaje de la ciudad de Nueva York extenderse delante de ella, el atardecer se veía espléndido, como nunca antes visto y sintió envidia por el lugar donde él trabajaba.

Estaba tan ensimismada que por un momento se olvidó a que había ido.

Solo cuando Tyler se giró y posó los ojos sobre ella, Tiffany pareció volver a la realidad. De repente, se irguió sobre sí misma y le dedicó una mirada que intentaba ser de enojo, pero él le regaló una sonrisa radiante que le hacía resaltar sus hoyuelos, le sonrío como si verla le hubiera mejorado el día.

Intentó no poner los ojos en blanco, pero falló.

—Tiffany, no te esperaba...

—¿En serio? —se acercó hasta apoyar las manos en el cristal inclinándose un poco, notó la mirada de Tyler en cada movimiento—. ¿Eres idiota o qué?

—Lo siento, no comprendo —respondió divertido— ¿No te gustó el desayuno? Puedo cambiarlo, eres alérgica a las nueces, pero pueden ser bollos de canela sin gluten.

—Eres increíble, Jones —cruzó los brazos a la altura del pecho y alzó una ceja— ¿Qué es lo que pretendes?

—¿Por qué asumes que pretendo algo?

—¡Porque contigo siempre es así! —exclamó—. Pero déjame decirte que si pensabas que porque me hayas comprado el desayuno todos estos días yo querría acercarme a ti de alguna forma, estás equivocado.

—Ah, ¿sí?

—¡Si!

Su sonrisa no disminuyó, todo lo contrario, se ensanchó y para disimular una risa tuvo que morderse el labio inferior. La observaba divertido recostado en su silla pensando en lo bien que todo parecía haberle salido y Tiffany debió necesitar toda su fuerza de voluntad para no saltar sobre él y asesinarlo.

—Eres un idiota. Y no tengo tiempo para descifrar tus estúpidas y confusas señales.

—¿Mis señales?

—Sí, primero dices que "no te rindes fácilmente" —intentó imitar su voz y eso le causó gracia—. Y luego desapareces por una semana, ¿Quién hace eso?

—Oh. Ya veo —asintió— ¿Estás molesta porque te ignoré por una semana?

La sangré comenzó a burbujearle.

—Si crees eso eres un estúpido. Tu vida no podría interesarme menos —dijo entre dientes.

Se sostuvieron la mirada por tanto tiempo como fue posible. Se sumergieron en una batalla que ninguno parecía querer perder, hasta que Tiffany no resistió y explotó de rabia por su estúpida, arrogante y satisfactoria sonrisa.

—¡Mierda, Tyler! ¡Deja de sonreír así!

—¿Así cómo?

—Como si tu estúpido plan hubiera salido como esperabas.

Una carcajada brotó de su pecho.

—Créeme, cuando pensé en hacer todo esto no esperaba este resultado. Puedo afirmar que incluso esto es mejor —hizo una mueca dándole a entender que no comprendía de qué hablaba—. Porque el hecho de que te presentes en mi trabajo es mucho mejor que conseguir tu número. 

Tiffany entrecerró los ojos.

Maldito imbécil, pensó.

—Eres un idiota.

Decidida, Tiffany se dio la vuelta para poner fin a esa estúpida conversación y establecer la mayor distancia posible de él. Pero antes de poder llegar a la puerta sintió una mano cálida rodear la suya y por una fuerza externa su cuerpo fue impulsado hacia atrás, chocó con el pecho amplio de Tyler antes de reaccionar y girarse para dedicarle una mirada asesina.

Él seguía sonriendo.

—Espera, espera, por favor —había abandonado su silla para seguirla y evitar que saliera, había llegado muy lejos para que ella se acercara y no pensaba dejarla escapar tan rápido. Apoyó la cadera sobre su escritorio mientras la acercaba más, movió su cuerpo de tal forma que Tiffany quedó rodeada por sus largas piernas—. Por favor, no te vayas. ¿El desayuno no fue de tu agrado? Sé exactamente cómo te gusta.

Hablaba con voz dulce mientras acariciaba la cara externa de la mano de Tiffany con suavidad, sus dedos dibujaban patrones invisibles y le molestó que ese pequeño contacto hiciera estragos en su interior, como si un par de mariposas muertas estuvieran reviviendo de repente.

Su tono de voz era bajo, como si lo que hablaran fuera un secreto para ellos.

Y no le pasó desapercibido el juego de palabras.

Tiffany tragó saliva, de repente el ambiente se tornó pesado y caliente.

—Eres increíble —murmuró—. Y no es la gran cosa, cualquiera podría saberlo —él se limitó a asentir aún con una sonrisa— ¿La cafetera se averió siquiera?

Encogió los hombros con tranquilidad.

—Solo pedí que no te vendieran café.

—¿Y aceptaron? —asintió— ¿Así sin más?

—Bueno... quizás dejé una gran propina.

Tiffany alzó una ceja.

—Deja de hacer eso -pidió.

Tyler la miró sin comprender, ladeando un poco la cabeza hacia el costado.

—¿Hacer qué?

—Confabularte con todas las personas a mi alrededor.

La sonrisa de él se ensanchó.

—¿Eso hice?

—Sí, primero mi mejor amiga con la cita a ciegas. Luego la dueña de mi cafetería favorita —Tyler intentó hablar, pero ella no se lo permitió—, y por último Marcel, mi compañero de trabajo. No puedes manipular a las personas a tu antojo.

Tiffany debió esforzarse por concentrarse en los ojos de él y no distraerse producto de sus dedos acariciando su piel con delicadeza. Él la escuchaba atento, con una mezcla de diversión y satisfacción en el rostro sin dejar de tocarla, conteniéndose para no ir más allá.

—Todo habría sido más sencillo de haberme dado tu número cuando te lo pedí.

—¿O sea que es mi culpa? —dijo fingiendo indignación intentando alejarse de nuevo, aunque Tiffany fue consciente de que no quería apartarse, que la naturalidad con la que se trataban le resultaba muy cómodo y quiso permanecer en esa especie de burbuja que los rodeaba y a la vez los alejaba de la realidad.

Tyler impidió que se alejara acercándola más a su cuerpo, había dejado el escritorio y sus casi dos metros se alzaban frente a ella de forma impotente. Tiffany debió inclinar la cabeza hacia atrás para verlo y notó lo serio que estaba ahora.

—Lo siento —murmuró.

—¿Y ahora por qué te disculpas? —intentó ignorar el cosquilleo que se extendía por su cuerpo al tenerlo tan cerca y el ambiente pesado que se había instalado entre ellos.

—Estuve ocupado la semana pasada, por eso desaparecí.

Fingió indiferencia mientras encogía los hombros.

—No tienes que darme explicaciones.

—Hace un momento parecías molesta.

¿Por qué el corazón le latía con esa violencia en su pecho?

—Para nada -mintió.

—Jamás te ignoraría.

—No me interesa.

Tyler suspiró con fuerza.

—No lo haces fácil, Tiff.

—¿Te gustaría que fuera sencillo?

—No. Me gustan los retos.

Se miraron por tanto tiempo que parecieron horas, Tiffany se obligó a recomponerse, no podía sentirse tan a gusto entre las piernas de su ex novio. Tenía que recordar que fue el mismo que le rompió el corazón de adolescente pero ahora todo eso parecía... frívolo. Sin sentido.

¿De verdad un solo beso podía ser motivo de el enojo que sentía? Cómo era posible?

Se obligó a apartar esas dudas y recordar quien era ella, y por sobre todo, quien era él.

—El problema es que no quiero ser tu reto, Tyler.

Sus ojos azules la atravesaron con intensidad, su tacto sobre su piel y la cercanía de su cuerpo hacía que una alarma de alerta sonara en su cabeza. .

Le parecía increíble y le molestaba que aún hoy le provocara cosas.

Todo se sentía bien, agradable, correcto. Y le daba pánico.

—¿Qué es lo que quieres, Tiffany?

No tengo la menor idea, pensó.

No supo qué responder, en ese momento solo sabía que desde que había vuelto a verlo su vida había cambiado. Hace dos semanas si alguien le hubiera dicho que ahora estaría en la oficina de su ex, entre sus piernas, con el corazón galopando, Tiffany se le hubiera reído en la cara.

Pero aquí estaba. Y su cuerpo no parecía querer alejarse, todo lo contrario, se sentía muy a gusto a su lado.

En un acto reflejo, pasó la lengua por su labio inferior y los ojos de Tyler siguieron el movimiento.

De repente, la burbuja se rompió de la misma forma en que se había formado para aislarlos de la realidad y Tiffany debió aceptar que no se trataba de una realidad alternativa, ni se había despertado en un bucle temporal, la realidad era muy sencilla: Tyler era su ex y le había roto el corazón, no se podía permitir sentir cosas como si tuviera las hormonas de una adolescente.

—Tyler, deberíamos revisar estos documentos antes de enviarlos... —una voz la sacó de sus pensamientos y giró la cabeza para encontrarse con un hombre algo mayor en la puerta—. Lo siento, no sabía que estabas ocupado.

—¿Podrías darme un minuto, Daniel?

Regresó a verlo y fue como si la realidad golpeara de lleno. Una vez más.

—No es necesario, ya me iba —sus ojos volvieron a los de ella sin querer dejarla ir, notó como una pequeña arruga se formaba en su frente mientras dejaba de sonreír. Sintió un pequeño apretón cuando intentó retirar suavemente su mano. Tiffany se acercó para hablarle solo a él—. Es mejor así.

Le sonrío a Daniel por cortesía antes de atravesar la puerta de la oficina sin girarse a verlo, abandonó el edificio mientras se repetía mentalmente sus palabras.

Era mejor así, tenía que serlo, pensó.



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