Capítulo 5 | Código de amigas
"𝑨𝒏𝒅 𝑰'𝒎 𝒐𝒏𝒍𝒚 𝒎𝒆 𝒘𝒉𝒆𝒏 𝑰'𝒎 𝒘𝒊𝒕𝒉 𝒚𝒐𝒖"
𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭
—¿¡Cómo se te ocurre?!
La voz de Tiffany retumbó por toda la oficina y su mejor amiga la observó con una ceja alzada y los labios apretados en una fina línea, una muestra clara de que estaba a punto de cometer un asesinato. Tiffany, por su parte, se sintió extremadamente expuesta, si bien abrió la boca en cuanto la puerta de la oficina se cerró, había que considerar el detalle de que la puerta era de cristal trasparente, al igual que las paredes. Si una persona hablaba en un tono demasiado alto todo el personal presente se enteraría con facilidad.
Tal como todos ahora se enterarían de su maldita cita a ciegas si no controlaba su tono de voz.
Kelly trabajaba en una empresa importante del centro, estaba cerca de su trabajo, por lo que era muy habitual reunirse en la hora del almuerzo en algunos de sus tantos restaurantes favoritos, pero luego de no poder dormir en todo el fin de semana tras su "cita" Tiffany decidió que no podía esperar al medio día. Así que el lunes, tras una reunión improvisada de último minuto, apareció en su oficina.
Le regaló una sonrisa de angelito mientras la morena tomaba con fuerza un plumón negro sobre su escritorio.
—¿Cómo se te ocurre a ti gritar en mi trabajo? —murmuró mientras extendía el cuello para observar el resto del lugar, al parecer todos estaban muy concentrados en sus respectivos escritorios como para fijarse y si lo hicieron lo disimulaban muy bien— ¿Qué demonios te pasa?
—¿Qué me pasa a mí? —Tiffany volvió a alzar la voz y se ganó otra mirada de reproche—. Oh, no sé, quizás el hecho de que ¡mi mejor amiga me clavó un puñal por la espalda!
—¿Un puñal por la espalda? —repitió con tono irónico mientras volvía a acomodarse en su silla y relajaba la postura— ¿En serio?
Tiffany se cruzó de brazos y alzó la barbilla en un intento de mostrarse seria y enojada.
—Rompiste el código de amigas.
—¿Código...? Dios —inspiró y exhaló en un intento de calmarse mientras se masajeaba las sienes— ¿No crees que es muy temprano para iniciar un lunes con tus estupideces? ¿Por qué no me cuentas mejor qué tal fue tu cita? ¿Conseguí un hombre decente para ti?
—¿¡Decente!?
Definitivamente, hoy iré a la cárcel por asesinar a mi mejor amiga, pensó.
Antes de que su mejor amiga pudiera replicar se oyó una tercera voz que las sorprendió y compartieron una mirada.
—¿Está todo bien, Kelly? Me pareció oír un grito -giró sobre su cuerpo para encontrarse con el jefe de su mejor amiga y deseó darse una bofetada mental. Podía sentir los ojos negros de Kelly clavados en su nuca con una mirada asesina—. Oh, Tiffany. No sabía que estabas aquí.
La rubia reaccionó a tiempo para dominar la situación y regalar una de sus tantas sonrisas divertidas e inocentes que podrían convencer a cualquiera, por supuesto que él no dudó en regresar.
—Hola, Vincent ¿Cómo has estado?
—Bien, no te he visto por aquí últimamente —recostó medio cuerpo sobre el marco de la puerta mientras hacía una seña hacia su mejor amiga— ¿Problemas?
—No, claro...
—Claro que sí —la interrumpió Tiffany—. Me obligaste a ir a una cita a ciegas.
—Eso no es verdad, no te obligué.
Se dio la vuelta, dándole la espalda a Vincent, para encontrar a su amiga relajada sobre su asiento.
—Te aprovechaste de la situación en la que me encontraba, es lo mismo.
—¿Fue una mala cita?
Se giró solo un poco y por un segundo permaneció observando los detalles del pelinegro: era alto y con un cuerpo muy atlético. Kelly siempre le decía que vivía en el gimnasio y estaba claro que era cierto, tenía una sonrisa muy llamativa, se curvaba solo hacia un lado provocando un aspecto travieso.
En resumen, era bastante atractivo, a decir verdad, pero le faltaba algo, no tenía el brillo en los ojos que cierto rubio en el que no había podido dejar de pensar en todo el fin de semana.
Estúpida, no es momento para pensar en Voldemort, se regañó.
Al pensarlo mejor, Tiffany se dio cuenta que Vincent sí entraba en la categoría de hombre decente y siempre entre ellos había una química divertida, para ella estaba claro que era mucha mejor idea tener una cita con él que con su ex.
—Fue pésima —aseguró y pudo escuchar como su mejor amiga resoplaba—. Solo tenías una tarea y era buscar un hombre decente.
—Tyler es decente.
—Tyler es un idiota, ¡Y mi ex!
Vincent silbó con diversión, lejos de molestarle la conversación que una de sus empleadas estuviera compartiendo con alguien que ni siquiera era del personal de la empresa parecía divertido. Y Tiffany fue consciente que no había apartado los ojos de los de ella.
—Te pasaste, Kelly —una risa suave brotó de sus labios y la rubia no se contuvo, posó los ojos nuevamente en los suyos, se encontraron en esa mirada y Tiffany pudo sentir como un calor le subía por el cuello. Vincent tenía una forma... intensa de mirar— ¿Sabes? Podría haber ayudado. Me fascinan las citas a ciegas.
¿Le estaba pidiendo una cita? Ahora sí, Tiffany estaba totalmente sonrojada. De pies a cabeza. Como un tomate. Tragó saliva obligándose a controlarse, repitiendo en su mente que no era una adolescente. Sino una mujer de casi treinta años, no podía sonrojarse por un simple comentario.
Jesús, necesito tener sexo, pensó.
—Bien... lo podría tener en cuenta —balbuceó como una tonta, como si todas las palabras se hubieran desvanecido de su mente.
La sonrisa del pelinegro se ensanchó y a Tiffany le pareció que le guiñó el ojo antes de salir.
Se apresuró a cerrar la puerta tras de él -no sin antes dirigirle una mirada-, para regresar la atención a su mejor amiga que tenía las cejas levemente alzadas.
—¿Eso fue lo que creo? —murmuró.
—¿Mi jefe te acaba de pedir una cita? —respondió Kelly en un murmullo.
Compartieron una mirada de duda hasta que Tiffany encogió los hombros.
—Tiene un buen trasero.
—¡Todo en él está bueno! ¿Sabes cuanto pasa en el gimnasio? Dos horas por día, ¿te lo imaginas?
Eso es mucho tiempo, pensó la rubia, y explicaba ese cuerpazo.
—¿Sabes si sale con alguien?
—No, salió un par de meses con la dueña de una tienda del centro.
—Recuérdame su edad.
—Treinta y cinco —asintió, como si enserio lo estuviera considerando, pero Kelly se apresuró a negar—. No, eso jamás ocurrirá.
—Vincent entra en la definición de hombre decente -murmuró.
—¡Tiffany!
—Claro, tú solo quieres que tenga citas con Voldemort, ¿verdad?
—¡Por Dios! —inhaló y exhaló profundamente— ¿En serio fue tan mala?
Tiffany apartó la vista nerviosa.
Por supuesto que no lo admitiría en voz alta pero la cita había salido incluso mejor de lo que esperaba. Fue divertida y cálida, y la hizo pensar que eso se sentía estar con él cuando eran un par de adolescentes sin muchas expectativas en el futuro. Pero ella no podía olvidar todo lo que había ocurrido así que, aunque la cita haya sido mejor de las que había tenido en los últimos años eso no significaba nada.
Aun así, hicieron un pacto tácito en el que no se hablaba del pasado y pensaron en ponerse al día como si fueran viejos amigos y entre ellos jamás hubiera existido nada romántico.
De esa forma supo que ahora trabaja en Ingerber, una empresa de ingenieros que quedaba a unas calles de la oficina de su mejor amiga, o sea en el centro. Siempre supo que Tyler quería ser Ingeniero Civil, si bien sus padres eran íntimos amigos y ellos se conocían de niños, sus vidas eran totalmente diferentes. Ambos pertenecían a familias con dinero y un estatus económico y social que los hacía muy reconocidos, pero mientras los padres de Tyler eran comprensivos y se encargaban de que él siguiera sus propios sueños, los de Tiffany eran todo lo opuesto, eran partidarios de la idea de que se debía seguir con la tradición familiar. Por eso su hermano mayor, Oliver, era abogado.
Saber que pudo lograr lo que siempre quiso la puso muy feliz por él, no pudo evitarlo, pero al mismo tiempo un sentimiento de tristeza la invadió, uno muy parecido a la envidia. Pero no desde una posición negativa, sino que la hacía pensar que a ella también le habría gustado que sus padres entendieran su decisión y no decidieran darle la espalda siendo tan joven.
Así que Tyler había seguido su sueño de ser ingeniero y trabajaba en una empresa importante, mientras que Tiffany por hacer lo que en serio quería ahora casi no tenía contacto con sus padres. Tragó saliva cuando un nudo se formó en su garganta.
Seguir tus propios sueños no implica lo mismo cuando tu realidad es diferente.
—Podría decirse que fue... pasable.
Respondió tras un rato en silencio y a Kelly no le pasó desapercibida la lucha interna que se debatía en su interior. Los ojos de Tiffany eran demasiados expresivos para pasar algo por alto, pero aun así decidió no preguntar en que pensaba porque sabía que no era un terreno seguro, sabía que en esa ocasión era mejor dejarlo estar.
Con el correr de los años su amistad las había hecho compartir un vínculo que iba más allá de un título, se comprendían solo mirándose a los ojos, en el silencio de la otra podían hallar siempre respuestas.
—¿Pasable? —su mejor amiga sonreía— ¿Solo eso?
—Quizás un poco divertida, solo un poco.
—Tiffany...
—¡De acuerdo! Fue una buena cita, ¿feliz?
—Un poco, sí.
—Aún sigo enojada —se cruzó de brazos mientras se hundía en el sofá blanco de cuero sintético que abarcaba media pared de la oficina—. Rompiste una de las reglas de mejores amigas.
—Nada que una Red Velvet no pueda solucionar.
El estómago de Tiffany rugió al pensar en su pastel favorito.
—Estás loca si piensas que me conformaré solo con uno -murmuró-. Solo salió bien porque hicimos un acuerdo de no hablar de lo que ocurrió hace años.
—Podría decirse, entonces... que eres una mujer sin problemas de dinero y que tuvo una cita increíble.
—Agradable —corrigió—. Y cuando mi economía se estabilice te regresaré cada centavo.
—No seas exagerada, solo fue un mes de renta -asintió algo avergonzada—. Además, tengo mucho dinero.
Tiffany reprimió una carcajada.
Siempre bromeaban con eso, pero la realidad era que Kelly de verdad tenía mucho dinero. Era un genio, con un IQ por encima del promedio, incluso habría obtenido su diploma mucho antes que cualquier universitario, pero tras un pasado de ser acosada en el instituto había decidido que la universidad sería diferente. Era un genio sí, pero no tenía por qué demostrarlo ante el mundo, así que estudió como los demás y a veces obtenía calificaciones bajas para su promedio al propósito para sentirse parte del resto de estudiantes.
Así y todo, se graduó con honores y al mudarse a Nueva York consiguió un puesto administrativo en TechZoom. Una empresa de marketing digital reconocida a nivel internacional, y rápidamente escaló hasta ser directora SEO con tan solo veintiséis años, estaba de más decir que era la mano derecha de su jefe y que ganaba más de lo que Tiffany podría ganar en cinco años de trabajo duro, es decir, los gastos de la rubia se volvían insignificantes para su salario mensual que supera con creces lo que ella gana en un año.
—Aun así, lo haré —aseguró y a continuación hizo la pregunta que quería hacerle desde que se encontró a Tyler en la cita— ¿Por qué Tyler? ¿Ustedes siguen en contacto?
—Solo... se me ocurrió.
Su mejor amiga era muy expresiva con sus gestos así que cuando notó que se removía inquieta y rascaba su mano derecha supo que le ocultaba algo más.
—¿Y te pareció buena idea tener una cita con el ex que rompió mi corazón?
La morena puso los ojos en blanco, siempre que ella mencionaba lo que había sucedido en el pasado creía que era un pelín exagerada. Aunque la entendía, eran mejores amigas después de todo.
—No lo pensé de esa forma...
—¿De qué forma, entonces?
—Piénsalo como que tuviste una cita con un hombre de veintiséis años, decente, agradable y divertido.
—Permíteme discrepar —Tiffany se incorporó de golpe—. Tyler podrá ser muchas cosas, pero decente no es.
—¡Pasaron años!
—¿Y..?
—No puedes pensar que es el mismo adolescente idiota de hace nueve años.
—¿Por qué no?
—Porque las personas cambian —sentenció—. Tú lo hiciste.
Tiffany se mordió la lengua antes de responder, su mejor amiga la dejó sin palabras.
Tenía razón, ella era una persona totalmente opuesta a sus años de instituto y su amistad era la prueba de ello. Si un antiguo compañero de ambas las viera ahora les parecería una locura: Tiffany Hamilton, capitana de las animadoras y el alma de todas las fiestas importantes, era amiga de Kelly Sharm, la nerd del instituto a quien todos acosaban.
—Lo siento —murmuró.
—Lo que quiero decir es que...
—No, en serio, lo siento.
Sus ojos se conectaron por unos segundos y la morena hizo una mueca de confusión hasta que entendió a qué se refería, acto seguido rodó los ojos.
—¿Sabes? Una de las cosas que detesto de nuestra amistad es que aún te sigas disculpando por algo que ocurrió hace años.
—Siempre lo haré, no fue algo de una sola vez.
—¡Tú ni siquiera me molestabas!
—Pero me quedaba viendo como Vanesa hacía de tu vida un infierno.
Era cierto que ella no participaba de las bromas y el acoso escolar, incluso Tyler ni siquiera estaba involucrado, pero aun así no podía no sentirse un poco culpable. Su grupo de mejores amigas, principalmente la que era su mejor amiga en aquel momento, Vanesa, hacía la vida de Kelly un infierno y ella jamás dijo algo.
Tenía mucho miedo de no ser aceptada como para alzar la voz y siempre se acobardaba.
—Guardaba silencio mientras ella te molestaba y eso de alguna forma me hacía cómplice.
—Otra cosa que detesto es lo dramática que eres —suspiró—. El punto es que ya no eres así, cambiaste, eres una persona diferente. Porque de no ser así jamás podría ser tu amiga, y míranos ahora.
—Es verdad —reconoció con duda.
—Entonces, ¿tan malo es pensar que Tyler cambió?
Tiffany tomó una bocanada de aire y exhaló de forma profunda mientras procesaba lo que decía.
—Quizás lo pueda considerar -murmuró poco convencida, no le agradaba el rumbo que había tomado la conversación.
—¡Bien! Ahora solo debes darle otra oportunidad...
—¿Otra oportunidad? ¿Estás demente? ¡Esa cita no se repetirá! —sentenció totalmente convencida.
Kelly bufó.
—Eres imposible —apartó la vista hacia su reloj de pared y arqueó las cejas—. Faltan dos horas para el almuerzo.
—Sí, ¿y...? —respondió distraída mientras miraba sus uñas— ¿Por qué no estás en tu trabajo?
Tiffany mordió su labio inferior sin que ninguna excusa apareciera en su mente con rapidez.
—Yo... me enviaron a hacer unos recados.
Patética, pensó.
—Tiffany...
—Bueno, quizás tuve una entrevista de trabajo más temprano -murmuró.
Su mejor amiga abrió ampliamente los ojos y una sonrisa se dibujó en sus labios.
—¿Una entrevista? ¿Y me lo dices tan tranquila?
—No tenía intención de decirte, de hecho.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde?
—Tranquila ansiosa —murmuró—, no te diré nada.
La sonrisa fue reemplazada por una mueca de confusión.
—¿Y eso por qué?
—Para que mis planes no se arruinen —alzó una ceja—. Ya sabes, mi nana decía que no se festeja antes de tiempo, así que no diré nada hasta que sea algo más que una simple entrevista.
—Tú nana tiene vibras de bruja —Tiffany asintió dándole la razón—. Ya sabes, en el buen sentido.
Era la mejor forma de describir a mi abuela, pensó.
—Bien, ya hice lo que debía hacer ahora debo trabajar —la rubia se reincorporó mientras abandonaba el sofá.
—¿Qué tenías que hacer? ¿Molestarme en mi trabajo?
—Anda, sé que adoras mis visitas sin aviso.
Caminó hacia la salida y no le hizo falta ver a su amiga para saber que estaba rodando los ojos.
—¡Cierra la puerta al salir!
Tiffany abandonó la oficina de Kelly con una sonrisa de diversión en los labios. Tarareó una canción de Taylor Swift mientras ingresaba al elevador, no sin antes dirigirle una mirada a las demás oficinas para corroborar que nadie haya sido testigo de su exabrupto a las diez de la mañana. Como nadie le prestó atención siguió su camino feliz, una vez fuera la recibió la brisa fresca del otoño y caminó a paso lento por la Gran Avenida, observando como todos los escaparates de las tiendas tenían una decoración típica de la estación.
Su trabajo quedaba a un par de calles de la oficina de su mejor amiga, estaba ubicado más bien en el límite del centro de Manhattan ya que era un edificio antiguo que era a lo más que podía aspirar la revista.
El solo recordar que podría quedarse sin trabajo en cualquier momento hacía que un escalofrío la recorriera de pies a cabeza, sabía que el plan de Kelly no era una solución a largo plazo y no estaba bien depender de su mejor amiga, había una sola cosa por hacer: salir de su zona de confort.
Pero el solo pensarlo le aterraba.
En el camino se topó con su cafetería favorita y decidió darse un gusto de lunes por la mañana, porque no había nada mejor que empezar la semana gritándole a su mejor amiga y bebiendo su latte de caramelo favorito.
Cuando salió de Dreams Coffe su humor había cambiado rotundamente, Tiffany amaba la azúcar y creía que cualquier problema o estado de ánimo podía cambiar si esta intervenía un poco. Así que mientras caminaba en dirección a su oficina, se dedicó a saborear su bebida a medida que revisaba su agenda de trabajo en su móvil, iba tan concentrada en la pantalla de este que no notó la presencia frente a ella hasta que fue demasiado tarde y dio de lleno con lo que parecía una pared de músculos.
Su móvil se salvó, pero el café no tuvo la misma suerte y pudo ver un charco de espuma y liquido marrón que separaba sus zapatos rosas de unos negros, cuando alzó la vista se encontró con el último par de ojos azules que deseaba ver.
Y el escalofrío que le recorrió la espina dorsal no tenía nada que ver con pánico.
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