Capítulo 28 | Confesiones del pasado
"𝑾𝒉𝒂𝒕 𝒊𝒇 𝒂𝒍𝒍 𝑰 𝒏𝒆𝒆𝒅 𝒊𝒔 𝒚𝒐𝒖?"
𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭
Tiffany sentía pánico ante la idea de estar a oscuras, y aunque usara un antifaz para dormir, no se dejaba llevar por el sueño sin antes corroborar que la luz del pasillo estuviera encendida por si se despertaba en medio de la noche.
Le aterraba tanto la oscuridad que ahora estaba gritando.
Lo último que esperaba Tyler luego de abrir su corazón era que su novia tuviera una reacción como la que estaba viendo, pero debió contenerse de no reír a carcajadas al verla como un perrito asustado. Así que la envolvió en sus brazos y la abrazó con fuerza, mientras ella intentaba calmarse y apretaba los párpados para mantener los ojos cerrados ante la posibilidad que un extraño monstruo aparezca de entre la oscuridad.
Era tan bizarra la escena que Tyler se replanteó su elección de vino, pensando que quizás habría sido demasiado alcohol para ella.
—Está bien, cariño. Solo es un apagón, la electricidad regresará en un momento —susurró.
Quizás... o quizás no lo haría, pensó Tiffany.
Sí, era una adulta de casi treinta años y le tenía miedo a la oscuridad como si tuviera seis.
Se presionó más contra su cuerpo incapaz de separarse de la seguridad que sus brazos le brindaban. La risa suave de Tyler le rozó el costado de su perfil y lo sintió sonreír sobre su piel.
—Está bien, amor —su tono de voz rozaba lo divertido.
—No, no lo está —objetó—. No hay electricidad y sabes que odio la oscuridad.
—Hay velas, ¿lo recuerdas?
Lo pensó un instante.
—Pero todo está oscuro —murmuró.
Inspiró profundamente como intentando no perder los nervios o, quizás, no romper a reír allí mismo por la reacción de ella ya que estaba aferrada a él como si fuera una pulga.
—Porque tus ojos están cerrados.
Tiffany se separó de inmediato, parpadeó varias veces intentando recuperar el aliento y se llevó varios mechones de su cabello hacia atrás, se aclaró la garganta antes de hablar.
—Solo te estaba poniendo a prueba.
—Ah ¿sí? —su voz irradiaba diversión mientras se cruzaba de brazos.
—Por supuesto. Quería ver si estabas dispuesto a protegerme en una crisis.
Asintió con una sonrisa, aunque todo estaba en penumbras y las velas irradiaban luz cálida ella pudo notar sus hoyuelos.
—Entonces, no te molestará que te deje sola ¿verdad? —los ojos de Tiffany se abrieron de par en par—. Solo un momento...
—¿¡Qué!? —gritó mientras volvía a pegarse a él como una pulga—. Ni sueñes con dejarme sola en medio de la oscuridad.
—Hay velas...
—¡No me interesa!
—Tiffany...
—¡Tyler!
En un rápido movimiento él la toma de la cintura y la deja frente a la isla de mármol, aprisionándola con ambas manos a su costado. Tiffany observa las velas a su alrededor y hace una mueca cuando siente como él se inclina sobre ella hasta susurrar en su oído.
—Concéntrate en esa vela ¿sí? Vuelvo en un momento y no te des la vuelta.
Luego de dejar un beso fugaz en su mejilla se aleja, Tiffany maldice por lo bajo, pero permanece inmóvil ya que no tiene intención alguna de adentrarse en la oscuridad de su piso.
Nada de esto era lo que él había planeado, pero de repente vio la oportunidad perfecta. Mientras esperaba que Tiffany llegara a su piso había preparado su balcón de tal forma que pudieran disfrutar de la vista de la ciudad mientras se acurrucaban, así que había preparado mantas y almohadones de todo tipo de tamaños, y los había organizado de tal forma que simularan un nido donde ambos podrían estar.
Lo único que no había colocado eran velas, pero la oscuridad le había dado la excusa perfecta. Mientras se aseguraba que Tiffany permaneciera quieta sin ver otra cosa que no sea las velas encendidas frente a ella, se dedicó a buscar más que tenía guardadas y colocarlas por todo su balcón, aunque un poco lejos de las mantas para evitar un accidente. Encendió la calefacción central que llegaba hasta donde ellos estarían y luego se dirigió hacia donde ella lo esperaba, quieta, sin moverse.
Acarició sus brazos y notó como su piel se erizaba, sonrió al notar el efecto que provocaba en ella y volvió a inclinarse para susurrar en su oído.
—Ahora necesito que cierres lo ojos...
—Estás chiflado.
—Vamos, cariño —dijo despacio mientras tiraba del lóbulo de su oreja con los dientes, ella se estremeció e hizo lo que dijo—. Ahora yo te guiaré, pero debes permanecer con los ojos cerrados.
—Te odio —dijo entre dientes.
—No. No lo haces —dijo con diversión mientras la conducía hacia el balcón, sosteniendo sus brazos y notando su piel erizada—. Eso es... solo un poco más.
No necesitaba ver la expresión de Tiffany, sabía que estaba arrugando la nariz porque era lo que hacía cuando se confundía y molestaba al mismo tiempo. Cuando llegaron al lugar que él había preparado para ambos se inclinó sobre su oreja para susurrar despacio.
—Abre los ojos, cariño.
Tiffany se estremeció y no precisamente por el frío.
En cuanto abrió los ojos se quedó sin aliento, captó cada detalle que la rodeaba: los almohadones, las mantas, las velas, las azaleas. Todo organizado de tal forma que formara un perfecto nido cálido que la invita a acercarse, está tan pasmada observando todo que no notó la presencia de Tyler hasta que él se posicionó frente a ella. Solo así apartó los ojos de lo que tenía en frente para verlo a él.
Tenía muchas preguntas para hacerle, como por ejemplo ¿en qué momento había organizado todo eso? ¿Cuándo había planeado cada detalle de la cita? ¿Por qué parecía querer enamorarla cada vez más?
Todo le daba vueltas, los sentimientos impactaban en ella como las olas del mar impactan en la orilla, pero en medio de ese torbellino Tyler se alzaba frente a ella como el faro estable que podía guiarla. Él le sonrió despacio y ella pensó que le encantaría retratar esa sonrisa todo el tiempo, remarcarla con la yema de sus dedos para luego dibujarla en el aire.
Se moría por hacerle un millón de preguntas, pero lo único que salió de sus labios fue:
—¿Cómo supiste que estabas enamorado de mí?
A ambos les sorprendió la pregunta, aunque era algo que ella quería saber desde siempre, así que no pudo evitar estar ansiosa por la respuesta. Tyler presionó los labios intentando contener la sonrisa enorme que quería extenderse por su rostro, pero no lo logró, falló en aquel intento y tomó la mano de Tiffany para guiarla hacia el nido improvisado.
Existen preguntas que permanecen por mucho tiempo resguardadas en el interior, que a veces no se dicen en voz alta porque no es el momento o faltan las palabras adecuadas, por lo que cuando la oportunidad se presenta se vuelve inevitable hacerlo, y aunque nada nos asegura que la respuesta vaya a gustar, igual la ansiamos.
Preguntas que pueden llevar toda una vida dentro de nosotros y por miedo no las hacemos, para Tiffany esta era una de ellas.
—¿Recuerdas cómo supiste que eras alérgica a las nueces?
Asintió con una mueca mientras se dejaba caer sobre una manta gruesa y se tapaba con ella, Tyler la imitó aun sonriendo por la expresión de ella.
¿Cómo olvidar la primera vez que casi muere intoxicada?
Tenían once años y estaban ayudando a Alice, la madre de Tyler a preparar galletas. Hicieron con chispitas de chocolate y nueces, en cuanto Tiffany sintió el aroma de éstas cayó al suelo sin respirar.
En cuanto lo recuerda, hace una mueca de incomprensión.
—¿Necesitas que lo explique?
—¡Teníamos once años! —se defendió—. No estabas enamorado de mi a esa edad, por favor.
Pero si lo estaba. Y cuando vio que no se reía ni lo afirmaba dejo de sonreír, llevo la mano a sus labios con sorpresa sin poder dejar de verlo.
—Creo que fue inmediato, cuando te vi la primera vez mientras recolectabas insectos y tú me ignoraste —dijo son una sonrisa triste—. Pero no fui plenamente consciente hasta mucho después. Cuando te vi en esa camilla de hospital, no comprendía lo que ocurría. Tus padres estaban furiosos, mi madre lloraba y yo no entendía... —niega mientras suspira—. Fue la incertidumbre de no saber si volvería a verte lo que me hizo darme cuenta que estaba enamorado de ti, porque para mí el mundo no tendría ningún sentido si no estabas en él.
Las mariposas ya se habían hecho amigas de Tiffany para ese punto de su vida y no se incomodaba cuando las sentía, todo lo contrario, le daba alegría saber que revoloteaban dentro de ella producto de lo que sentía por Tyler. Pero ahora no solo sentía mariposas, ahora un calor intenso la embargó de pies a cabeza, como si no estuvieran en un balcón semi expuesto al frío de la noche, como si tres mantas gruesas estuvieran sobre ella cubriéndola por completo.
Lo que en realidad la cubría, otorgándole calidez, no era una manta, era amor.
Sintió la mano de Tyler sobre su pierna, acariciando a lo largo hasta su pantorrilla desnuda; el vestido que llevaba era de invierno, por eso había decidido no llevar medias. Él la siguió acariciando despacio esperando que ella terminase de asimilar por completo sus palabras, llegó hasta sus tacones y se los extrajo para luego masajear despacio sus talones.
Tiffany jadeo y él sonrió divertido.
—¿Cómo podías saber que eso era amor? —susurró ella.
Tyler encogió los hombros.
—No necesitaba una palabra, Tiffany. El amor es mucho más que eso y yo me enamoré de ti a cada momento. Cuando te vi la primera vez, cuando tuviste tu primera reacción alérgica, cuando compartíamos juegos, cuando veíamos una película... me enamoré de ti, fue así, simple. Lo hice cada vez que te veía sonreír —le dedica una sonrisa divertida al recordar aquel día hace mucho tiempo—. Esa noche, cuando regresamos a casa mi madre me habló de tu alergia, lo hizo con palabras simples y lo comprendí de inmediato, esa misma noche pedí un deseo.
—¿Qué deseaste?
—Que se extinguieran las nueces.
Tiffany dejó escapar una risa divertida sin poder creerlo.
—Tenía once años, las nueces representaban todo lo que odiaba si te lastimaban. ¿Por qué crees que dejé de comerlas?
Arrugó la frente mientras ladeaba la cabeza hacia un lado.
—¿No dejaste de comerlas cuando empezamos a salir?
Tyler niega de forma lenta sin dejar de acariciarla y darle suaves masajes.
—Claro que no, lo hice desde ese momento. Las odiaba. Aun lo hago.
—Tyler...
—Aborrezco todo lo que pueda dañarte, quizás por eso aún no termino de perdonarme por lo que te hice.
Tiffany traga saliva y aparta la mirada, parpadea varias veces intentando alejar las lágrimas que aparecen de repente y nublan su vista. No quiere hablar de eso, prefiere evitar recordar el pasado, pero a la vez siente mucha curiosidad. Así que cuando se recompone nuevamente, regresa a verlo.
—¿Por qué regresaste luego de todos estos años? —Él parpadeó despacio, sin esperarse aquella pregunta—. ¿Por qué ahora?
—¿Y por qué no? —susurró, como si fuera lo más obvio del mundo, luego suspiró con pesadez—. Me pasé la última década pensando en ti. En lo que habría pasado de haber hecho las cosas diferentes, de no haber sido tan cobarde para enfrentar lo que me pasaba en ese momento, de haber tenido las agallas para hablar contigo y no recurrir a un engaño... La vida es aquello que pasa mientras nosotros decidimos si arriesgarnos o no, mientras nos llenamos de dudas, certezas y miedo. Yo estaba harto de no hacer cosas por miedo. —Tiffany pensó que ella se sentía un tanto similar ahora con respecto al miedo, ya estaba harta de él—. Quizás... quizás lo nuestro fue una pausa necesaria, quizás aún tenía una oportunidad de recuperarte. O tal vez no, tal vez me odiarías para siempre —la miró con intensidad un momento—. El punto es que no lo sabía y me pasé todo este tiempo preguntándome qué pasaría si lo intentaba, cuando menos me di cuenta estaba en camino a verte.
—¿Algún día sabre la historia detrás de la cita a ciegas?
Él sonríe sin poder evitarlo mientras recuerda como sucedió todo.
—Por supuesto, tendremos mucho tiempo para que te cuente esa historia —ella se muerde el labio inferior y él acerca una mano para tomar un mechón de su cabello y llevarlo detrás de su oreja—. Pero ahora es tu turno de hablar.
Presionó los labios en una fina línea nerviosa. Hacía frío, pero la calefacción central llegaba hasta ellos y los envolvía en una nube de calidez con el cielo azul plagado de estrellas. Cerca de ellos, Tiffany miró el brillo natural que desprendían un momento sin decidirse a hablar para decir lo que él quería saber.
No necesitaba que le hiciera la pregunta, sabía de ante mano a lo que se refería.
—El club de debate —dijo por fin y Tyler alzó una ceja intrigada—. Detestaba ser animadora, me sacaba las energías hacerlo y me frustraba porque era buena, muy buena.
—Por supuesto, por eso eras capitana, cielo.
Asintió.
—Pero lo detestaba. Odiaba ir a los entrenamientos y cuando teníamos que presentarnos me ponía muy nerviosa. Las demás pensaban que era porque quería lucirme y estar perfecta, en realidad me daba ansiedad porque no me llenaba. Me sentía vacía haciendo algo que no me gustaba, no era yo misma —niega—. Era una versión miniatura de mi madre.
De solo recordarlo a Tiffany la envuelve un escalofrío, fue una etapa de su vida que ahora no podía concebir como suya propia. La adolescente siguiendo el camino que su madre había planeado toda su vida, esa adolescente estaba muy lejos de ser la que ahora era. No solo se trataba de pequeñas cosas, Tiffany había hecho cambios drásticos en su vida: ni si quiera llevaba el mismo peinado, no se maquillaba como en ese momento y la ropa no era la misma, amaba la ropa de diseñador, pero ya no parecía una versión en miniatura de Olivia.
Ahora era Tiffany, era un desastre, pero un desastre que manejaba ella y nadie más.
—Así que cuando anunciaron que estaban buscado personas para el club de debate no lo dudé. Me inscribí sin pensarlo. Estaba tan emocionada y ansiosa pero no quería decirle a nadie, por supuesto que no pude mantenerlo en secreto —hizo una mueca—. A mi madre no le hizo ninguna gracia, pero mientras no abandonase ser animadora ella no haría problema, mis amigas eran otra historia... no comprendían, creían que se trataba de tener más atención, de llevar mi popularidad a todas partes del instituto. Pero tú... tú si sabías porque lo hacía y ni siquiera debí decírtelo.
Tyler sonrió cohibido, lleno de emoción porque recordaba a la perfección esos años de instituto, ellos ya eran pareja cuando Tiffany se inscribió al club de debate, pero es verdad que ella no le hablaba de eso. No hacía falta, él la veía tan feliz que comprendía a la perfección que era su forma de escapar de la jaula que su madre había construido para ella.
—Fue en nuestro primer evento, había lugares reservados para los padres de todos los que participaban. Esa misma mañana les había dicho a Olivia y Jacob, dijeron que no sabía se tendrían tiempo de ir —la voz de Tiffany se vuelve más aguda, las lágrimas se agolpan detrás de sus parpados y debe respirar profundamente antes de continuar—. No tenía esperanzas de verlos allí, pero... cuando subí al escenario estabas tú. En primera fila. Y ni siquiera te había dicho.
—Todo el instituto sabía de aquel evento, era una actividad extracurricular —encoge los hombros como si pudiera restarle importancia.
—Pero no te invité, no te esperaba allí. Y fuiste lo primero que vi al estar en ese escenario. ¿Cómo no me iba a enamorar del chico que estaba ahí para mi sin que tuviera que pedirlo? —ahora era Tyler quien parecía a punto de llorar, jamás se esperó una confesión de aquel tipo—. Supe que estaba enamorada de ti porque no me dolió ver que mis padres no estaban porque pese a todo tu estabas allí y lo estuviste para mí siempre. No importaba si ellos no estarían para mí, porque tú lo harías y eso para mí era suficiente —suspiró—. Supongo que por eso me dolió tanto lo que ocurrió después, mis padres no hacían nada por mí e incluso así me decepcionaron, pero tú...
—Tiffany, yo...
—No, por favor no sigas disculpándote —los ojos de Tyler brillaban, se inclinó ligeramente hacia ella para estar más cerca—. Te hice responsable de una inseguridad que tú jamás provocaste, y tan solo te bastó equivocarte una vez para que echara sobre ti todo el enojo y resentimiento que guardé por años hacía mis padres. Y lo lamento tanto.
—Tiffany, tú no deberías disculparte. Yo fui el que te lastimó, el que prefirió un engaño a ser honesto, a decirte que estaba aterrado por todo lo que sucedía entre nosotros. Se qué crees que te engañé porque tú no eras suficiente pero la realidad es que eres más que suficiente, el que no se sentía a la altura para estar contigo era yo. Porque eres demasiado para mí, Tiffany, siempre lo has sido.
Cierran la distancia entre ambos y se besan, no saben quién besa a quien primero, el punto es que sucede. Sus labios se encuentran, sus lenguas se tocan y gimen en la boca del otro, en el placer del otro, respiran el aire del otro porque es lo único que necesitan. Y saben que quizás no vayan a necesitar nada más.
Con suavidad Tyler se inclina más hacia ella, la lleva con cuidado hacia atrás, hasta que la espada de Tiffany se encuentra con las mantas sobre el piso. Un cosquilleo delicioso se extiende por toda su piel cuando las manos de él acarician sus muslos provocando que sus piernas se abrieran y su vestido se eleve, dándole más acceso. Tyler se mueve de tal forma que su cuerpo toca el de ella creando una suave y arrolladora fricción, pero sin dejar caer todo su peso, se mantiene firme.
Tiffany se remueve inquieta bajo su cuerpo porque necesita sentirlo más cerca y su risa le hace cosquillas.
—Me vuelves loco —admitió en voz baja, la voz le salió áspera y ronca, provocando escalofríos desde el cuello hacia otras partes de su cuerpo que parecían reaccionar ante su tacto—. No tienes idea, Tiffany. —acarició la piel desnuda de su cuello y siguió hacia abajo, hacia el escote del vestido. Un gruñido gutural escapó de sus labios cuando rozó el nacimiento de los pechos y ella no pudo evitar jadear cuando sus manos se colaron por debajo, hacia la ropa interior—. Apuesto a que no eres consciente de todo lo que provocas, de cómo me haces perder la cabeza.
Tiffany lanza la cabeza hacia atrás perdiéndose en el placer de sus labios, de sus dedos, de su voz que la acaricia con dulzura.
Se incorpora de repente cuando Tyler hace a un lado su ropa interior. Se encuentra con la sonrisa traviesa de él y no aparta sus ojos azules mientras acaricia su centro, toca sus labios húmedos e hinchados para separarlos, Tiffany ahoga un gemido y vuelve a recostarse, dejándose llevar.
—Tyler —jadea sin voz.
—¿Quieres que te lo demuestre, cariño? —introduce dos dedos en su interior, haciéndola gemir por más, pero no continua el movimiento, permanece así—. Te hice una pregunta, Tiffany.
La forma en que susurraba su nombre, exigente y demandante, con un tono autoritario la hizo jadear aún más de la excitación si es que eso era posible.
—Sí, quiero —logró decir aun con la mente nublada, él realizó movimientos suaves y circulares en el interior de ella. Curvo los dedos de tal forma que logró excitarla y humedecerla más.
Tyler sonríe sin lograr apartar la vista, aunque no lo intenta demasiado, no quiere perderse ninguna de sus reacciones. Se excita con solo verla retorcerse, sintiendo como su interior lo aprieta, como se contraen sus músculos internos y como se humedece, le excita pensar que está así por él. Y que es suya. Solo suya.
Con los ojos entrecerrados Tiffany logra ver como el azul de su iris brilla con intensidad, la miraba con un deseo ardiente, como si algo en su interior hiciera ebullición y estuviera a punto de explotar. Ella se sonroja de pies a cabeza sin ser consciente del todo y arquea la espalda del placer que genera, no solo sus dedos sino la forma que la mira.
Tyler la mira con amor. Con deseo.
—Demuéstralo —pide ella entre jadeos, porque no soporta el toque ínfimo de sus dedos, quiere más, quiere que él se hunda en su interior—, quiero saber lo mucho que te hago perder la cabeza. Hazme saber cuánto me has deseado todos estos años.
No hicieron falta más palabras, en sus ojos se desencadenó algo salvaje. Extrajo ambos dedos para introducir solo uno, hundiéndose con ligereza dentro de ella, abriéndose paso mediante movimientos suaves y circulares. Solo cuando ella se arquea para él y le da más acceso es que suma otro dedo, haciéndola temblar de pies a cabeza.
—Eres perfecta —había urgencia la voz de Tyler. Espasmos de placer la hacían temblar y en cuanto sintió su lengua rozar su clítoris no pudo evitar gemir con fuerza, de forma salvaje—. Tenías que ser perfecta para mí — susurró tan cerca de sus labios hinchados que la hizo estremecer aún más. Acaricio ese punto de placer con su lengua una vez más antes de gruñir como un animal.
Sintió la ausencia de los dedos de Tyler para tener su lengua dentro, ocupando ese lugar mientras sostenía con fuerza los muslos de ella, manteniéndola firma frente a él. Para él.
Tiffany hunde los dedos en la espesura de su cabello, tira de él para tenerlo más cerca y que no se alejase, quería sentirlo de todas las formas posibles y se avergonzó un poco por lo necesitada que se encontraba, pero no pudo evitarlo. Fue en ese momento que se dio cuenta que no había dejado de pensar en él, en sus labios, en todo lo que pudieron ser y no sucedió por miedo.
Tyler ansiaba fundirse en ella y devorarla por completo. Pensó que podría desayunarla todos los días de su vida, que ella fuera su almuerzo y su cena, que solo debiera necesitar de ella para vivir y no le desagradó la idea. Sabía que de no tener un poco de control ahora estaría de rodillas pidiéndole por favor que sea su esposa, que la deje convertirse en su compañera para siempre, porque era lo que más ansiaba. Pero se controló porque era demasiado intenso.
Pero le ellos sentían por el otro fue siempre así: intenso. Arrollador.
Un huracán que se lleva todo a su paso y que siempre les hizo perder un poco la cabeza. Quizás por eso su final, de adolescentes, fue arrollador para ambos.
—Tyler... —dijo su nombre entre gemidos—, se siente tan... perfecto. Tan real.
Él se aleja haciéndola gruñir de impaciencia, sonríe y se inclina nuevamente hacia su rostro, para encontrar su boca y besarla, ahogando los gemidos que aún salían de ella. Vuelve a introducir sus dedos sin dejar de darle besos y ella se arquea en respuesta, sus pechos se rozan y él siente sus pezones duros traspasar la tela del vestido.
—Porque lo es —confirmó sobre sus labios—, tú y yo. Nosotros... es lo más real que he sentido en mi vida —atrapó su labio inferior entre sus dientes y tiró de ellos con suavidad mientras introducía un tercer dedo. Algo espeso se estaba formando en el vientre de Tiffany y se sintió a la deriva, al borde de un abismo a punto de caer—. Me tienes a tus pies, Tiffany. Siempre ha sido así.
En cuanto sus dedos tomaron un ritmo más rápido ella no pudo evitar gemir, jadeos y ruidos guturales salían de su garganta sin poder controlarlos. Tyler comenzó a penetrarla con brusquedad y aumentó la intensidad a medida que su interior se contraía por los movimientos, sintió sus dedos empaparse más por los fluidos de ella y su miembro pedía a gritos liberarse. Sabía que se correría sin problemas dentro de sus pantalones con solo verla disfrutar, pero se contuvo.
—Date la vuelta —gruñó.
Tiffany abrió los ojos por la sorpresa, pero no se movió, no sabía si lo había dicho en voz alta o ella lo había imaginado.
—¿Q-qué?
Pero Tyler no le dio tiempo a procesar sus palabras, extrajo sus dedos de su interior mientras ella protestaba y con un rápido movimiento la hizo girar sobre las mantas. Ella chilló por la sorpresa, en un segundo estaba boca abajo y el recorría el contorno de su cuerpo son sus manos, hasta llegar a su trasero.
—Tyler... ¡Ah! —casi gritó cuando escuchó el ruido de su ropa interior ser destrozada—. ¿Qué estás...?
—No las necesitas, cariño —susurró sobre su piel sensible del cuello mientras su dedo índice separaba nuevamente los labios. Los arrastra con fuerza por el valle de su trasero, se detienen en la entrada trasera y, aprovechando la humedad que ha reunido, introduce el meñique haciéndola gemir, con excitación y sorpresa—. ¿Te gusta esto, cielo? —muerde el lóbulo de su oreja y gruñe ante la necesidad de tenerla de todas las formas posibles—. Dime que pare si es lo que quieres, por favor.
Si Tiffany cerraba los ojos podía ver las estrellas, podía ver como la luz brillante se derretía para bañarlos a ellos dos, quizás todo era producto del vino o del placer que él generaba, lo que la hacía sentirse mareada. Niega y le pide entre jadeos que siga, que quiere compartir esa intimidad con él, que no se aparte.
—Arrodíllate y separa las piernas —ordena y Tiffany quiere hacer todo lo que él le diga, así que lo hace. Con esfuerzo y su ayuda se incorpora, se arrodilla y separa las piernas sintiendo la humedad entre sus muslos. Tyler rodea su cuerpo con un brazo hasta tomar su cuello de forma suave, provocando que se arqueara más contra él, lo primero que sintió fue su miembro duro rozar la espalda baja. No pudo evitar gemir ante esa imagen—. Así me pones, Tiffany —movió su cadera contra ella mientras presionaba los dedos en su cuello—. Y así te pongo a ti —dijo eso mientras volvía a introducir dos dedos en su centro palpitante. La mano de Tyler viajó a su mentón provocando que lo viera—. Soy tuyo y tú eres mía, eso no cambió con el tiempo.
Lo dijo como un hecho, como una promesa. Y Tiffany se sintió explotar, miró el cielo azul y bañado de estrellas, se mordió el labio inferior mientras los dedos de Tyler hacían estragos en su interior. Se movían creando una fricción exquisita, su miembro duro y erecto se presionaba contra el cuerpo de ella haciéndola sentir poderosa, la excitaba sentir como lo hacía perder la cabeza, como la necesitaba.
—Tyler —gimió—. Quiero más, necesito más.
—¿Qué es lo que quieres, cariño? —dijo con voz ronca mientras presionaba más— ¿Quieres que me hunda en ti? ¿Quieres que te penetre duro?
—Si, si, si, eso es lo que quiero —dijo con la voz cargada de urgencia y necesidad, ya sin un gramo de vergüenza. Deseosa que él hiciera lo que quisiera con ella, que la llevase al límite al igual que él.
Si ella estaba ansiosa, Tyler ya había traspasado el límite sin retorno en el que no podía pensar como un hombre normal y parecía poseído por un espíritu animal. Necesitado y deseoso, sin querer nada más que penetrarla, que estar sobre ella, detrás de ella, dentro de ella.
Saca sus dedos del interior palpitante de Tiffany, para bajar sus pantalones y dejar salir su miembro duro. Ella ahoga un gemido al ver la humedad perlándole la punta. Siente la ausencia de las manos de Tyler y luego escucha el envoltorio del condón. Él extiende el látex por todo su miembro antes de tomarla con fuerza de la cintura.
Ella se inclina de forma natural hacia adelante, pero él lo impide, la pega a su pecho y la alza un poco para que su centro se encuentre con él, y la sostiene así, pegada a él y aún sin embestirla. Tiffany se remueve inquieta, más ansiosa y él sonríe.
—No te alejes —murmura contra el cuello. Y Tiffany no sabe si lo dice en más de un sentido, pero lo único de lo que está segura es que no quiere hacerlo, no quiere alejarse de él.
Clava los dedos en su cintura y la obliga a deslizarse por su miembro de forma suave y lenta, tan lenta que ella debe lanzar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos por el placer enceguecedor. Tyler balancea sus caderas a medida que se abre paso en su interior, se mueven al mismo tiempo como invitándose a un juego de forma tímida hasta que sus movimientos adquieren otro ritmo, más ágil, más rápido, más intenso.
El balcón se llena de sus gemidos, del ruido de sus cuerpos encontrándose. Tyler la penetra sin parar, gruñe sobre su cuello. Está a punto de caer por el abismo y ella igual, ambos al límite, ambos a punto de explotar debido al placer y cuando el orgasmo los encuentra ellos gritan al mismo tiempo el nombre del otro.
Todo está en silencio a excepción de sus respiraciones agitadas. En un movimiento lento sale de su interior y la gira de tal forma que vuelve a recostarla sobre las mantas, se inclina sobre ella hasta que descansa la frente sobre la suya y la abraza.
Agitados, llenos de sudor y aun vestidos, todo a su alrededor está hecho un desastre por los movimientos, pero lo único importante para ellos es el momento en silencio que comparten, en el que parecen hablarse sin necesidad de palabras. Es pleno invierno y hace frío, pero ellos no sienten nada más que el calor del cuerpo del otro, el amor del otro les sirve de abrigo y suspiran de placer.
Abren los ojos al mismo tiempo y se encuentran en la noche. Tyler la mira con una intensidad que la hace estremecer y temblar, la mira con determinación y con un millar de promesas.
—Todo lo que siento por ti es tan real, Tiffany —susurra sobre sus labios antes de inclinarse y volver a hundirse en ella, abriéndose paso de forma lenta robándole un gemido profundo—. ¿Lo sientes? ¿Me sientes, cariño?
Se muerde el labio inferior conteniendo los gritos que desean escapar de su garganta y en esa posición envuelve la cintura de él con sus piernas, aprisionandolo contra ella, impidiendo que se aleje.
Arquea su espalda hacia él, Tyler gruñe al sentir sus pezones duros y clava sus ojos brillantes en ella sin dejar de embestirla.
Tiffany se entrega al placer, negándose a pensar en todas aquellas inseguridades que la embargan, en todo el miedo que empieza a experimentar. Decide dejarlas lejos, en un rincón oscuro de la mente porque en estos momentos, con él haciéndole el amor nuevamente, no puede pensar en nada más que no sea Tyler.
Mañana será otro día, piensa. Mañana podrá pensar con la mente clara.
Y mañana se daría cuenta que quizás era muy tarde para ellos.
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