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Capítulo 27 | Plan de reconquista: Fase final

"𝑾𝒆 𝒘𝒆𝒓𝒆 𝒃𝒐𝒕𝒉 𝒚𝒐𝒖𝒏𝒈 𝒘𝒉𝒆𝒏 𝑰 𝒇𝒊𝒓𝒔𝒕 𝒔𝒂𝒘 𝒚𝒐𝒖

𝑰 𝒄𝒍𝒐𝒔𝒆 𝒎𝒚 𝒆𝒚𝒆𝒔 𝒂𝒏𝒅 𝒕𝒉𝒆 𝒇𝒍𝒂𝒔𝒉𝒃𝒂𝒄𝒌 𝒔𝒕𝒂𝒓𝒕𝒔"

𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭


Tyler había planeado cada cosa de la noche. No se trataba de una cena cualquiera, se trataba de una cita, de una cita real.

Y mientras dejaba listo cada detalle, no pudo evitar recordar la primera cita que tuvieron de adolescentes. La misma que él organizó de principio a fin.

Lo de ellos había sido el resultado de años de amistad y complicidad, diversión y secretos, su relación pasó de una preciosa amistad hacia algo mucho más romántico, y él solía creer que todo había salido como siempre pensó que sería. Conoció a Tiffany con cinco años, pero supo desde ese momento que no podría apartarla de su vida, de su cabeza, y mucho menos de su corazón.

Cuando Tyler la vio por primera vez supo que era su alma gemela. No necesitaba que nadie le explicara lo que sentía por ella, él en su interior siempre lo supo.

Y no solo de una manera romántica, sino que también en la amistad, porque ante todo ella era su mejor amiga. Era su cómplice de aventuras, quien guardaba sus secretos y la consolaba cuando sus padres no estaban ahí para ella. Fue algo que jamás pudo perdonarle a los Hamilton, Tiffany siempre fue especial y que sus padres no lo notaran lo molestaba mucho.

Empezar a salir fue como si su relación diera un paso más allá que, de hecho, ambos esperaban que ocurriera alguna vez, y ambos lo deseaban. Así que se abstuvieron de formalizar lo que tenían como una relación de pareja, simplemente sucedió, no necesitaban etiquetas y por eso no tenían citas, siempre pasaban tiempo juntos, y para Tyler era como vivir en una cita constante con su mejor amiga hasta que pudo besarla y comenzó a llamarla su novia.

Pero, un día cuando ambos salían del instituto él le dijo que quería tener una cita, una cita de verdad había dicho y en el estómago de Tiffany apareció un ejército de mariposas alborotadas. Fue la primera vez en que ella comenzó a ser consciente de lo que sentía por él, de la dimensión que tenían sus emociones.

Así que Tyler la invitó a salir. Estaban muy acostumbrados a las salidas ostentosas, los restaurantes de lujo y los viajes en avión, pero él no quería nada de eso. Para él, cualquier lugar se volvía lujoso si era con ella con quien compartía el momento, fue algo que a Tiffany siempre le gustó: la sencillez y la forma en que prestaba atención hasta en el mínimo detalle.

Los padres de Tyler estaban fuera de la ciudad así que la invitó a su casa, había decorado el borde de la piscina con pequeñas velas aromáticas y a un costado había una tienda de campaña.

Pequeñas luces cálidas colgaban de forma improvisada, había mantas y almohadas, el menú de la noche era lasaña y palomitas dulces para ver Breakfast at Tiffany's. Había azaleas en un pequeño jarrón de cristal, eran las favoritas de Tiffany y las únicas que no le causaban alergias. Dentro de la tienda también había velas y desprendían aroma a lavanda, también eran sus favoritas.

Todo estaba planeado.

Él lo había planeado todo para ella. Al igual que ahora, casi diez años más tarde.

A medida que Tiffany entraba a su piso sentía que estaba ingresando a otra dimensión, o, mejor dicho, a un agujero negro que la devolvía al pasado y le hacía repetir la primera cita que tuvieron.

Tyler la miraba ansioso, expectante, a la espera de ver la reacción que tanto había anhelado cuando tuvo la idea de preparar aquella cita. Los ojos de ella brillaban de emoción y notó que permanecía un segundo sin respirar al ver las azaleas que él había comprado esa misma tarde y las había dejado en un jarrón de cristal.

Cuando los ojos de ambos se encontraron, él debió contener el impulso de correr hacia ella y envolverla en sus brazos, quería besarla y decirle lo mucho que la amaba, pero prefirió permanecer quieto dejando que todo lo demás hablase por él.

—¿Estás bien?

La voz cálida y dulce de Tyler le llegó desde la distancia haciendo que Tiffany regresara a la realidad, aunque estuviera viendo todo se sentía lejos. Lo miró con atención: llevaba una camisa gris plomo y sus clásicos pantalones vestir, Tiffany pensó que se veía hermoso y deseo tenerlo más cerca para besarlo.

—Sí, yo... recordaba nuestra primera cita —confesó.

La esquina de su boca se crispó en una leve sonrisa.

—Me alegra —se alegraba demasiado, en realidad, pero se contuvo de abrumarla.

Permanecieron con los ojos fijos en el otro por una larga pausa, sin dejar de sonreír como dos tontos. Las mejillas de Tiffany ardían, pero no era de vergüenza sino de nerviosismo. De aquello que se siente al estar en una primera cita cuando se es adolescente y, a decir verdad, ambos parecían un par de adolescentes a punto de conocerse por primera vez.

Era una idiotez.

Y a la vez, su corazón daba volteretas en el pecho.

Se observaron con una mezcla de diversión y nerviosismo hasta que un aroma dulce captó la atención de ella. Apartó la mirada de sus ojos azules brillantes para buscar de donde provenía aquel aroma que le resultaba tan conocido... hasta que dio con lo que buscaba.

Abrió los ojos ampliamente

—¿Eso es...?

—Si.

Ni siquiera la dejó terminar la pregunta, estaba muy emocionado.

Caminó en dirección a la encimera de mármol blanco donde había una caja blanca con detalles dorados que podría llamar la atención de cualquiera por lo elegante de la presentación. Pero lo que Tiffany reconoció fue el aroma al pastel que estaba dentro, acercó sus dedos a la tapa de blanca del mismo material y cuando lo hizo a un lado trago saliva.

Era un Red Velvet.

No era cualquier Red Velvet, era el que hacían en su pastelería favorita. La había probado de niña cuando sus padres la llevaron de viaje a Washington. El viaje era por negocios, pero ella insistió en ir cuando tenía doce años. Así su madre la había llevado a una pastelería muy reconocida donde hacían todo sin gluten, quedó enamorada del pastel en cuanto lo vio y luego al probarlo supo que nada sería tan exquisito como aquel.

Y ahora lo tenía frente a ella.

Se dio la vuelta para verlo, Tyler la veía con una sonrisa y los ojos entrecerrados de la emoción, y Tiffany sentía que un torbellino de emociones pasaba por su cuerpo y permanecía haciendo estragos en él.

—Tyler... esto es precioso —balbuceo y la sonrisa de él se acentúo más al ver su reacción— ¿Te enviaron un pastel desde Washington? ¿Cómo?

—Yo hice que no te vendieran café por una semana, ¿recuerdas? —bromeó mientras se acercaba y le encerraba entre sus brazos, se apoyó en el mármol frío y Tiffany se mordió el labio inferior mientras subía sus manos por su pecho hasta su cabello—. Soy un hombre ingenioso, cariño.

Se inclinó hacia ella para rozar sus labios.

—No tenías que hacer esto por mi —susurro.

—Yo haría cualquier cosa por ti. Y esto es un simple pastel.

Para Tiffany no era un simple pastel, era de su lugar favorito, que estaba a cuatro horas de distancia de donde ella vivía y que solo podía comerlo en momentos puntuales. Había pasado un año sin probarlo. La última vez fue cuando hizo un viaje con Kelly, la acompañó a un viaje de negocios y vio la oportunidad.

Era su pastel favorito, de su pastelería favorita y sin gluten para que ella pudiera comerlo.

Permanecieron un instante más viéndose en silencio. Ella masajeaba su nuca con los dedos hasta que Tyler no lo soportó más y acercó sus labios de nuevo, esta vez reclamando más acceso.

La lengua de él le acarició el labio inferior como si le pidiera permiso y en respuesta, Tiffany tiró de su cabello para atraerlo más hacia ella. Las manos de Tyler viajaron a su cintura y la pegaron más a su cuerpo, sus curvas se encontraron con los músculos tensos de él y no pudo evitar removerse y presionarse más.

Tyler necesitó de todo su control para no subirla a la encimera y hacerle el amor ahí mismo, pero había hecho una cena que se echaría a perder, quería que la cita saliera tal cual él la había planeado así que se separó unos centímetros haciendo un gran esfuerzo.

—Te mereces mucho más que un maldito pastel, Tiffany —dijo sin aliento—. Te mereces todo lo que pueda darte y más.

El corazón de Tiffany se saltó un latido y debió obligarse a respirar ya que parecía que no lo había hecho por un tiempo.

Sin decir nada más Tyler la guío a la isla de la cocina, donde había preparado un par de copas de cristal junto a una botella costosa de vino. La cena los esperaba lista y el estómago de ella rugió ante tal imagen de la lasaña.

Se sentaron codo a codo y compartieron la cena entre risas y besos robados, era cierto que lucían como un par de adolescentes que no podían mantener las manos lejos del otro. No querían dejar de tocarse, dejar de besarse y buscaban las excusas más tontas para que sus pieles se rocen, lo que a ambos les causaba gracia porque no tenían que comportarse así.

Pero creían que era una forma de recuperar el tiempo perdido, por todas las veces que no pudieron besarse, tocarse, hablarse, ahora lo hacían sin miedo y sin pudor.

—¿Por qué discutiste con tu madre?

Ambos estaban frente al fregadero dejando los platos que habían usado, la cena había terminado hacia una hora, pero se distrajeron un poco entre besos. A Tyler no le agradaba que Tiffany quisiera limpiar todo, pero sabía que así era ella: necesitaba todo en orden sino, no podía continuar con otra cosa.

Ella aprovechó ese momento para hacerle la pregunta que venía rondando en su mente desde el fin de semana. Recordó que Tyler le dijo que debía llegar a Virginia cuanto antes para ver a su madre, quien no se encontraba bien de salud y que no se perdonaría de no haber llegado a tiempo luego de la discusión que tuvieron.

Resultó que Alice se encontraba bien, pero él no podía dejar de sentirse culpable por haberse molestado con su madre por una tontería, aunque ella le asegurara que estaba bien, él se sentía fatal aún hoy.

Tiffany se dio cuenta cuando su expresión cambio y la sonrisa que se mantuvo durante toda la velada flaqueo.

—Les hablé de ti, a mis padres —Tiffany sabía eso, lo tenía más que claro luego del reencuentro sorpresa—. Y el día de mi cumpleaños la llamé para decirle que me pediste que me alejara.

Lo recordaba. Malcolm, su padre, dijo que lo había llamado en un ataque de crisis cuando discutieron, pero ella le había restado importancia, no creía que fuera literalmente así. Al parecer se equivocaba.

—Hablé con mi madre, la llamé para decirle, porque... porque estaba destruido Tiffany. Había hecho todo mal contigo hace años y lo seguía haciendo ahora, confié demasiado en que lograría hacerte cambiar de opinión que cuando no lo logré, y me dijiste que no querías que esté en tu vida fue como si la realidad me golpeara de repente. —todo en su cuerpo se paralizó de pronto, lo miraba sin poder creer lo que escuchaba, pero Tyler tenía la vista baja, sobre un plato limpio—. La llamé y discutimos, dijo que no era lo suficientemente valiente para luchar por ti hace años y tampoco lo soy ahora. Y me enojó demasiado que tuviera razón.

—Tyler...

—Tenía razón. Me molestó tanto que no volví a hablarle y luego supe del preinfarto... —negó con un movimiento lento—. Discutimos por una tontería, porque soy demasiado orgulloso para admitir que no tengo razón ni lógica cuando se trata de ti.

El nudo que se formó en la garganta de Tiffany la dejó sin habla, fue tanta la presión que experimentaba que por poco deja de respirar. Sus pulmones parecían bloqueados y recordó que así se sintió una vez de niña, cuando la lanzaron a la piscina de forma sorpresiva y casi se ahoga por no saber nadar.

Ahora nadaba entre las emociones de Tyler, pero también entre sus propias emociones, que seguían desbordándola.

Se obligo a concentrarse y tragar saliva. Dejó los platos y utensilios que habían utilizado sobre el regadero, se dio la vuelta hacia él y lo rodeo con sus brazos mientras hundió la cara en su pecho.

—Lo siento, lamento tanto haberte dicho esas cosas en tu cumpleaños.

Tyler la abrazó y acarició su espalda despacio.

—No te disculpes por eso, era lo que tu querías...

Dejó de hablar en cuanto los ojos de ella se posaron sobre los suyos.

—Estaba tan aterrada por lo que siento por ti, tan desbordada... que solo pensé en alejarte. Lo siento.

Presionó los labios con fuerza porque sabía lo que quería decir con eso, sabía que si ella aceptaba lo que estaba a punto de decirle debía hacerle caso y darle espacio.

—Cariño, si tu necesitas espacio solo dímelo. Podemos tomarnos esto con calma.

—No —se apresuró a decir ella mientras lo abrazaba más fuerte—, no necesito espacio. Estoy bien, de verdad.

Él asintió poco convencido.

Ella le sonrío con un deje de duda, pero que se evaporó luego de un rato. Estaba bien, necesitaba estarlo porque ya estaba cansada de estar mal.

Se acercó a sus labios y lo besó, prometiéndole en aquel beso que estaba bien, que era feliz, pidiéndole que no se preocupara, que ella solucionaría a su manera todos sus problemas, pero asegurando que nada de eso irrumpiría en su felicidad.

Tardaría un tiempo en darse cuenta que las promesas deben hacerse en voz alta y no basta solo con eso para que se cumplan.

Pero en aquel momento solo podía pensar en lo bien y correcto que se sentía al besarlo. Mientras que Tyler solo podía pensar en lo mucho que la había extrañado y temiendo que, si otra vez le pedía distancia, no sabría cómo podría soportarlo porque lo que sentía por ella le atravesaba cada poro de su piel. Tiffany le caló hondo, hasta los huesos, no era frío, era calidez pura, dulzura y amor.

Si ella otra vez le pedía que se alejase, él lo haría, si le pedía tiempo, lo respetaría. Pero no se quedaría sin decirle lo que sentía por ella. Ya no dejaría que sus sentimientos permanezcan ocultos.

Se alejó, acunó su rostro con sus manos y acarició sus mejillas con delicadeza.

—Te amo —susurró.

En ese momento el aire dentro de los pulmones de Tiffany se evaporó.

Quizás nunca se está preparado para oír ciertas palabras, quizás es común pensar que jamás las vayamos a escuchar, al menos no de la persona que se espera las pronuncie, que deseamos lo haga. Tiffany no sabía hasta qué punto deseaba que Tyler dijera esas dos palabras y ahora que las escuchaba, lo único que podía pensar era que lo sabía.

No, no lo sabía. Ella lo sentía.

Sabía lo que sentía por ella porque lo había demostrado en cada oportunidad, y no solo con velas aromáticas de lavanda, sus flores favoritas y una cena. No eran esas cosas las que a Tiffany la hacían saber lo que él sentía, porque esos eran detalles que no dejaban de ser materiales. Sabía lo que sentía por ella cada vez que estuvo allí para escucharla, para secar sus lágrimas, para salvarle la vida de una intoxicación.

No necesitaba que Tyler dijera que la amaba, porque con sus actos lo dejaba más que claro y, aunque fuera lindo oírlo, ella sabía que no era necesario.

Y aun así lo dijo, y su corazón parecía a punto de estallar.

—Y no es algo nuevo —continuó—, no es un descubrimiento repentino. No, nada de eso —su voz sonaba firme y se acercó un poco más, decidido—. Sé lo que siento por ti desde siempre y jamás traté de negarlo, traté de ocultarlo, de guardarlo en algún rincón de mi mente, pero no funciona así. Pasé años lejos de ti y deseando tenerte cerca, años sin decirte lo que sentía, lo que siento, lo que jamás deje de sentir en ningún momento de mi vida. Así que ya no me quedaré callado —su voz se volvió un susurro suave—. Te amo, Tiffany. Jamás dejé de hacerlo.

Su respiración se volvió pesada mientras ella asimilaba todo. Tyler recorrió su rostro con sus ojos, el azul de su iris se oscureció como el océano en la noche, hasta llegar a sus labios y detenerse allí, lo vio sonreír antes de acercarse.

De pronto se escuchó un apagón y el piso entero se redujo a oscuridad.


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