Capítulo 24 | Una cálida Navidad
"𝑰'𝒍𝒍 𝒓𝒖𝒏 𝒎𝒚 𝒇𝒊𝒏𝒈𝒆𝒓𝒔 𝒕𝒉𝒓𝒐𝒖𝒈𝒉 𝒚𝒐𝒖𝒓 𝒉𝒂𝒊𝒓 𝒂𝒏𝒅 𝒘𝒂𝒕𝒄𝒉 𝒕𝒉𝒆 𝒍𝒊𝒈𝒉𝒕𝒔 𝒈𝒐 𝒘𝒊𝒍𝒅
𝑱𝒖𝒔𝒕 𝒌𝒆𝒆𝒑 𝒐𝒏 𝒌𝒆𝒆𝒑𝒊𝒏' 𝒚𝒐𝒖𝒓 𝒆𝒚𝒆𝒔 𝒐𝒏 𝒎𝒆"
𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭
Cuando Tiffany despertó, sintió que había dormido sobre una nube de algodón.
En realidad, se encontraba sobre el pecho de Tyler, pero para sus ojos era exactamente lo mismo. Desvió la mirada recorriendo todo su rostro hasta su pecho, acercó su mano para acariciar su abdomen y en cuanto las yemas de sus dedos rozaron esa piel desnuda y marcada él se removió, pero no abrió los ojos. Tiffany sonrió y se mordió el labio inferior mientras a su mente llegaban fragmentos de todo lo que había pasado la noche anterior.
Los rayos de sol se filtraban por las ventanas de la habitación, había amanecido ya hace un rato y las calles parecieron limpiarse por el clima, aunque aún había un poco de nieve que se aferraba al marco de la ventana y el frío podía sentirse. Pero nada de eso le afectaba, Tiffany se sentía cálida, envuelta entre los brazos de Tyler, sentía que por fin había arribado a un puerto seguro donde podía permanecer en calma, donde nadie le exigiera que debía ser suficiente.
Continuó acariciándolo despacio, sin querer despertarlo, pero sin poder apartar las manos de él. La noche anterior se dio cuenta que podía desprenderse del miedo que sentía, quizás no del todo porque siempre estaría allí, latente, como todas sus inseguridades, pero eso no debía condicionarla a la hora de sentir. De vivir.
El miedo había sido un factor determinante en su vida: por miedo permaneció en un trabajo que no la llenaba por completo y por ese mismo miedo se mantuvo alejada de personas a las que quería, como su hermano o Tyler incluso. Se dio cuenta que sentía mucho miedo, pero que este sería parte de su vida siempre.
En ocasiones, el miedo aparece en aquellos momentos que estamos a punto de arriesgarlo todo, Tiffany había pasado mucho tiempo creyendo que experimentar miedo era una mala señal, pero al final de cuentas, solo sintiéndolo es que se es consciente de que debemos hacer algo, de que debemos arriesgarnos. Es la señal que nos da el universo para que confiemos en nosotros.
Pasó mucho tiempo privándose de vivir por miedo e inseguridad, pero ahora junto a Tyler sentía que por fin ya no daba tumbos, sentía una especie de estabilidad que no sabía cuánto necesitaba. Tenerlo a su lado la hizo entender que está bien sentir miedo, pero no debe dejar que este la domine, mucho menos negarse a sentirlo.
—Despertar a tu lado es como un sueño —se mordió el labio inferior al escuchar su voz ronca y se inclinó hacia atrás para verlo—. Buenos días —murmuró él antes de besarla suavemente.
Tiffany posó sus manos sobre su pecho y dejó caer el mentón viéndolo atenta, con una sonrisa que no parecía querer desprenderse. Tyler acercó su mano para hundirla en su cabello mientras admiraba la vista que tenía esta mañana y supo en ese momento que no descansaría hasta que esa vista sea la primera de muchas, desde ahora hasta el fin de su vida. No importaba lo que tuviera que hacer, haría lo necesario y más para que ella permanezca en su vida por siempre.
—Buenos días —murmuró Tiffany con voz baja, mientras cerraba los ojos y se perdía en el placer que le generaba que Tyler tocara su cabello de esa forma.
—Fantaseé mucho con despertar a tu lado —confesó.
Ella le dedicó una sonrisa traviesa mientras trepaba por su cuerpo.
—Ah, ¿sí? Yo creí que tus fantasías eran muy diferentes.
Ambos seguían desnudos y el cuerpo de Tyler reaccionó cuando sintió la piel cálida de ella, Tiffany no se detuvo hasta sentarse sobre él y sin poder evitarlo sus manos viajaron a la cintura de ella, hundiendo los dedos con fuerza.
—Tiffany...
—Anda, háblame de tus fantasías —dijo mientras apoyaba las palmas de sus manos sobre el pecho de él y se inclinaba hasta sus labios para hablar—. Quizás podamos recrear alguna...
Tyler dejó escapar una sonrisa antes de moverse de tal forma que su cuerpo ahora estaba encima de ella, Tiffany se mordió el labio inferior y abrió las piernas frente a él invitándolo. Él se acercó, rozó sus labios de forma imperceptible y contra todo pronóstico se alejó, ella dejó escapa un bufido que se transformó en una risa cuando Tyler la sacó de la cama.
—Tenemos un viaje por delante, cariño —dijo mientras la cargaba para llevarla al baño, Tiffany no dejaba de reír y patalear—. No querrás llegar tarde ¿verdad?
—Podemos hacerlo rápido —dijo con voz agitada. Tyler la dejó en el piso del baño y con sus manos sacó unos mechones de cabello que tapaban sus ojos antes de besarla dejándola con ganas de más—. Prometo ser rápida —susurro haciendo un puchero con sus labios.
Él sonrío de forma lobuna.
—Entonces, entra y abre las piernas Tiffany —ordenó con voz ronca—. No prometo ser cuidadoso.
Ya habían hecho el amor la noche anterior, ahora Tyler estaba desesperado por empotrarla contra la pared.
Hizo que colocara las palmas sobre los azulejos del baño y mientras el agua tibia caía sobre ellos la embistió con fuerza, enredó una mano en su cabello manteniéndola firme y con la otra tocó sus pechos de la forma que a ella más le gustaba.
Tendrían tiempo para hacerlo lento, para demostrarle cuanto la amaba con caricias suaves, pero ahora estaba desesperado por hacerle saber que era suya, ahora quería introducirse en ella sin reparos y escucharla gritar de forma salvaje.
Tres horas más tarde, aparcaba el coche frente a la casa de Margaret. En realidad, solo se tardaba una hora en llegar a Virginia desde Charlottesville, pero se distrajeron en la ducha y fuera de ella.
Cuando Tiffany bajó del coche sus pies no tocaban el piso; de hecho, flotaba, como si de su espalda salieran alas y ella estuviera volando a centímetros del suelo, o como si una nube de algodón la estuviera llevando al interior de la casa. Se podría decir que era tal su estado que parecía dentro de una burbuja rosa alejada de la realidad, se negaba a salir de ésta, no quería ver el mundo real en el que quizás existía el mínimo problema o detalle que la hiciera dudar de todo lo que había sentido.
Su sonrisa abarcaba toda su cara y le dolían las mejillas, estaba sonrojada, lo sabía, sentía su piel caliente porque Tyler no podía apartar las manos de ella y ambos parecían un par de adolescentes de nuevo. Cuando Tiffany entró a la casa, el semblante serio de su abuela la recibió y se puso en alerta de forma automática.
Margaret estaba de brazos cruzados sobre el sofá amplio que había en la entrada, la televisión estaba encendida, pero ella tenía los ojos verdes clavados en Tiffany, con una ceja alzada y una mueca en sus labios.
—¿Dónde estabas? —era muy temprano y aunque ella era una persona madrugadora, algunas neuronas estaban adormiladas producto de todo lo que había pasado—. Y no intentes usar a Kelly como excusa, me llamó temprano hoy preocupada porque no regresas sus mensajes.
Se mordió el labio inferior con nerviosismo, era cierto. Tenía cientos de mensajes de su mejor amiga y alguna que otra llamada, pero estaba demasiado emocionada para pensar en responderle. Además ¿qué le diría? No habían hablado con Tyler, es decir, lo habían hecho, pero no habían puesto en palabras lo que sea que tuviera con ellos ahora y no le parecía mal, para ella era mucho mejor si se lo tomaban con calma. Entonces ¿qué le diría a su mejor amiga?
—Debimos pasar la noche en Charlottesville por la tormenta, la carretera estaba llena de nieve.
Margaret arrugó más la frente confundida.
—¿Quiénes?
—Tyler y yo.
Su abuela permaneció quieta, con la mandíbula desencajada, los labios entreabiertos y los ojos a punto de salirse de sus cuencas. Tiffany presionó los labios en una fina línea al ver su reacción, pero lo que más la sorprendió fue ver como empezaba a sonreír de forma traviesa.
—¿Tyler y tú? —remarcó cada palabra con un deje de diversión y ella se lamentó de haberle sido honesta—. Entonces ¿Qué estás esperando para contarme?
Ignoró a su abuela luego de dedicarle una mirada de pocos amigos y se dirigió al interior, en dirección a la cocina.
—No es hora del chisme, nana. Tenemos una cena que preparar.
Escuchó pasos tras ella y supo que Margaret la estaba siguiendo, también escuchó como resoplaba claramente fastidiada y no pudo contener la sonrisa de diversión al verla gruñir y hacer berrinche.
—Eres una aguafiestas —murmuró.
Pero no dijeron nada más el resto de la tarde, se concentraron en preparar la cena, principalmente el pastel de su abuela que ella tanto amaba junto a la salsa de arándanos que era su especialidad. En realidad, Margaret era quien preparaba la cena, a Tiffany le agradaba más decorar la casa y el arbolito. También de a momentos revoloteaba a su alrededor como una mosca hambrienta y deseosa por probar la salsa de arándanos que esperaba impaciente todo el año. Cuando intentaba acercarse demasiado su abuela le lanzaba una mirada de advertencia y ella se apresuraba a huir de su mirada asesina.
Sabía que su mejor amiga se moría de ganas de probar la salsa de arándanos, ella amaba toda la comida que Margaret hacía así que le envío una fotografía cuando estuvo lista, ignorando todos los mensajes con emojis de enojo y esperando una respuesta que le envío a lo largo del día.
Una carcajada escaló por su garganta y no la pudo reprimir cuando vio larespuesta de su amiga:
Kelly: ¿Crees que puedes enviarme fotografías
de comida y hablaremos como si nada? 😤😤😤
Quizás me haya antojado 👀
¡Pero aún sigo enojada! 😑
Unos golpes en la puerta provocaron que desviara la vista de su móvil y caminó hacia la entrada para recibir a quien supuso era su hermano, mientras su abuela seguía ultimando detalles del pastel en la cocina. Cuando abrió la puerta un Oliver con una botella costosa de vino la recibió y lo siguiente que supo fue que su hermano la estaba abrazando. Aun no se acostumbraba a lo mucho que había cambiado la relación de ambos.
—Debes llamar a la rarita, de inmediato —pidió mientras se alejaba un poco.
—¿Qué? ¿Por qué...?
—Dice que no respondes sus mensajes.
Tiffany asintió mientras lo seguía al interior de la casa en dirección a la cocina.
—Espera ¿ustedes hablan? —lo detuvo antes de entrar al comedor, él alzó una ceja sin comprender el tono de su pregunta y como si fuera una tontería—. Oliver.
—Me escribe cuando se preocupa por ti —dijo despacio—. Y no hay nada de qué preocuparse, me resulta fastidiosa.
—De acuerdo —murmuró.
—Y habla mucho —ella asintió—. Mucho. Demasiado.
No pudo evitar sonreír.
—Si, suena como Kelly...
—Y es una rarita.
—¡Oliver! No la llames así, lo detesta.
—Lo sé —dijo con una sonrisa claramente divertido y Tiffany le dio un ligero empujón con su hombro antes de acomodar la mesa mientras esperaban a Margaret— ¿Has hablado con Jones?
—¿Hablar? ¡Pero si pasaron la noche juntos!
La voz de Margaret llegó desde su espalda y cerró los ojos con fuerza para evitar morir de la vergüenza.
—¡Abuela!
—¿No tenía permitido decirlo? Lo siento cariño —dijo con sarcasmo mientras pasaba por su lado con una bandeja repleta de comida.
Su hermano la miró entornando los ojos y antes de que pudiera decir algo habló.
—¡Hora de cenar!
La cena transcurrió sin sobresaltos; Tiffany ignoró las miradas tensas que le dedicaba su hermano y se dedicó a hablar de cualquier cosa que se diferenciara mucho de Tyler, o de ella. Así que habló del trabajo, de Kelly, de cualquier cosa y su hermano pareció aceptarlo porque se limitó a mirarla, pero no insistió.
Él también compartió cosas de su vida, Oliver era muy cerrado porque no le gustaba para nada socializar, la mayoría de las personas le caían muy mal y solo se dedicaba al trabajo, así que no tenía amigos. Los compañeros de la universidad con los que aún mantenía contacto eran muy pocos y solía verlos una o dos veces al año.
Cuando su hermana insistió en presentarle a alguien, aunque ella no tuviera muchos amigos, él se negó rotundamente y cuando propuso la idea de una aplicación de citas mencionó a Tyler para lograr que ella se callara. Lo logró, Tiffany al instante cerró la boca y le dedicó una mirada de pocos amigos, dándole a entender que su táctica no era justa.
Lo último que necesitaba Oliver era tener citas, no tenía tiempo ni siquiera para dormir y comer como una persona normal, y el trabajo lo abarcaba todo.
Luego de la cena los hermanos se encontraban en el jardín trasero. Su abuela tenía una casa cálida, con una pequeña hamaca colgante donde ellos solían pasar horas de niños. Ahora estaban ambos envueltos en mantas y mirando el cielo estrellado, ya eran más de las doce y ellos habían brindado, ahora estaban compartiendo una copa de vino mientras veían como cada tanto aparecía algún que otro fuego artificial de otras casas que estaban festejando.
Tiffany estaba feliz, la cena había transcurrido tranquila entre anécdotas y recuerdos que a veces le causaban tristeza, pero ahora, con su hermano a su lado, ya no se sentía mal. Le habría gustado que sus padres pudieran estar con ellos en estos momentos, pero ya había aceptado que eso no sucedería, y la responsabilidad de eso no era de ella.
Se llevó la copa a los labios y saboreó el vino dulce mientras cerraba los ojos, luego dejó caer la cabeza en el hombro de Oliver y suspiró con una mezcla de calma y felicidad que la llenó de paz.
—Trabajas demasiado —murmuró.
Su hermano resopló.
—Pero si tú eres igual.
Asintió, porque tenía razón, ella lo sabía y se había dado cuenta en las últimas semanas que nada era más importante que su estabilidad emocional, ni siquiera su trabajo.
—Lo sé, ese es el problema, Oli.
—¿El problema?
—¿No lo ves? Nuestros padres eran así y crecimos pensando que ser adictos al trabajo era lo normal —murmuró con pesar mientras se incorporaba para verlo mejor—. Hay cosas más importantes que eso, personas más importantes.
Él negó con la vista fija en la copa media vacía, sin querer ver a su hermana porque en el fondo, Oliver sabía que tenía razón.
—Para ti es sencillo decirlo —dijo en voz baja—. Yo no tengo cosas más importantes que hacer, no hay personas más importantes en mi vida.
—¿Y qué hay de mí?
Oliver puso los ojos en blanco antes de verla y le dio un ligero empujón, Tiffany sonrió con diversión antes de volver a acurrucarse contra su cuerpo.
—Bien, te tengo a ti. ¿A quién más?
—La futura señora Hamilton está esperando por ti, Oliver —dijo divertida—. Esperando... en la oscuridad de Nueva York.
—Muy chistosa.
—¡Vamos! —dijo entre risas—. Si tan solo me dejaras organizar una cita, la señora Hamilton no se estaría congelando en las frías calles de la ciudad.
—¿Por qué no hablas del señor Jones? —Tiffany se puso roja al instante y su hermano alzó una ceja— ¿No me dirás lo que ocurrió entre ustedes?
—No te diré lo que ocurrió con Tyler —dijo en voz baja y llena de vergüenza.
Su hermano dejó escapar una risa.
—Es verdad, no quiero los detalles morbosos —ella puso los ojos en blanco— ¿No irás a verlo?
Tiffany se removió incomoda, había pensado en visitarlo, después de todo su casa no quedaba muy lejos y con suerte no se encontraría con sus padres en el camino ya que Oliver había mencionado que decidieron estar en Washington festejando con otros socios.
Pensó en los Jones, en todas las veces que le hicieron un hueco en su familia para que ella se sintiera parte, porque si bien eran los mejores amigos de sus padres, ellos se daban cuenta lo solitario que podía ser la vida que tuvo con su hermano. Oliver siempre se mostró indiferente ante eso, pero Tiffany no, así que siempre tenía un lugar en la mesa de los Jones, no importara la fecha, momento ni hora, ella siempre se sentía bienvenida.
Y ahora, con Tyler estaba todo bien, más que bien en realidad. Pero, aunque la idea no le pareciera descabellada algo en su interior la llenaba de duda.
Antes de abandonar su coche hoy se despidieron con un beso que a ambos los dejó con ganas de más, pero Tyler habló antes de dejarla ir, le dijo que, aunque él no tenía dudas de lo que sentía, no sería un problema si ella las tenía y que aceptaría ir despacio, darle su espacio si eso necesitaba. Hasta ese momento, Tiffany no se había planteado ninguna duda al respecto, así que descartó sus palabras al instante con una sonrisa y otro beso, y le aseguró que no necesitaba espacio, pero siendo honesta con ella misma seguía un tanto aturdida por todo lo que había pasado.
Ahora que había bajado de la nube de algodón, tenía en claro lo que sentía por él, pero no podía negar que sentía ciertas dudas con respecto a ella misma.
Se negó a darle cabida a esas dudas, ya estaba cansada de su propio miedo e inseguridad, así que decidió que iría a verlo. Pero antes de salir se dirigió escaleras arriba hacia su antigua habitación y buscó entre la ropa que guardaba de cuando vivía allí, una vez en la universidad se compró algo que pensó que una vez podría usar, jamás pasó. Y aún conservaba el paquete intacto y sin abrir.
Cuando encontró loque buscaba, se cambió y optó por un abrigo de piel sintética losuficientemente grueso y grande para cubrirla del frío. Luego abandonó la casade Margaret en dirección a la casa de los Jones con un nudo en su garganta ylas mariposas desatando una batalla en su interior.
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