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Capítulo 16 | El hermano mayor

"𝑫𝒐𝒏'𝒕 𝒌𝒏𝒐𝒘 𝒉𝒐𝒘 𝒍𝒐𝒏𝒈 𝒊𝒕'𝒔 𝒈𝒐𝒊𝒏𝒈 𝒕𝒐 𝒕𝒂𝒌𝒆 𝒕𝒐 𝒇𝒆𝒆𝒍 𝒐𝒌𝒂𝒚

𝑩𝒖𝒕 𝑰 𝒌𝒏𝒐𝒘 𝑰 𝒉𝒂𝒅 𝒕𝒉𝒆 𝒃𝒆𝒔𝒕 𝒅𝒂𝒚 𝒘𝒊𝒕𝒉 𝒚𝒐𝒖 𝒕𝒐𝒅𝒂𝒚"

𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭


Tiffany estaba ansiosa.

Muy ansiosa. Demasiado ansiosa.

Tan ansiosa que estaba a punto de explotar y se encontró pidiéndole ayuda a la última persona que había imaginado tiempo atrás.

Pero había vuelto a hablar con el ex que le rompió el corazón y estaba intentando perdonarlo, ¿por qué no podía pedirle ayuda a él?

—¿¡Le pediste ayuda a Oliver!?

Kelly estaba indignada. De todas las personas a las que su mejor amiga podía acudir en ayuda, incluyéndola, había optado por su hermano mayor. El mismo que le dio la espalda años atrás junto a sus propios padres, así que en su cabeza su elección no tenía sentido.

—Kelly, no hagas un drama de esto —murmuró la rubia sin apartar la vista de su ordenador portátil sobre la mesa.

Era sábado y la morena había llegado con pastelitos de frambuesa sin gluten para compartir, Tiffany la recibió con una sonrisa enorme y los brazos abiertos, lo único que funcionaba para calmar su ansiedad era comer cosas dulces sin parar. Así que se encontraban en la pequeña mesa de madera vieja que Tiffany usaba para todas las comidas del día, bebían té inglés mientras intentaban redactar una carta de renuncia.

—¿Por qué le pediste ayuda?

—Porque tengo que firmar un maldito contrato —dijo entre dientes mientras tecleaba y borraba lo que escribía.

—Podrías haberle pedido ayuda a Tyler —sugirió en voz baja mientras llevaba su taza a los labios.

Tiffany se sonrojó.

Solo un poco.

—Tyler no es abogado, Kelly. Mi hermano sí lo es.

—Tu hermano es el abogado de los idiotas —murmuró. Ganándose una mirada reprobatoria de su mejor amiga— ¿Qué? Ellos también necesitan quien los defienda de ser unos imbéciles...

—¡Kelly! —la interrumpió—. ¿Por qué lo odias tanto?

—No lo odio —respondió nerviosa, moviéndose en su silla algo inquieta—. Solo me parece un idiota.

—Sí, eso ya me quedó claro —dijo mientras suspiraba con pesadez, llevaba una hora frente al ordenador y no había avanzado nada—. Ni siquiera sé cómo escribir una carta de renuncia —hundió el rostro entre las manos.

—¿Para que estoy aquí? ¡Tu mejor amiga ha venido a salvarte!

Con las manos aun cubriendo su rostro, Tiffany separó dos dedos para verla con un solo ojo, alzó la ceja izquierda al ver cómo su amiga sonreía con expresión angelical.

—Te escucho —murmuró poco convencida.

—Tú escribe —acercó sus manos a las teclas y esperó que siguiera hablando —"Les agradezco la oportunidad que me brindaron todos estos años, ayudaron a mi crecimiento profesional y personal" —comenzó a escribir—. "Ha llegado el momento en que busque otros horizontes que me permitan un salario mucho mayor y mejor, así puedo ir de vacaciones con mi mejor amiga".

Le dedicó una mirada de enojo.

—¿En serio, Kelly? —ella batió las pestañas haciéndola enfurecer más—. Necesito que te tomes esto en serio.

—¡Lo hago! —se defendió—. Todos sabemos que tendrás un mejor salario y podremos vacacionar juntas...

—Ese no es el punto —suspiró.

—¿Y a qué hora llega el idiota?

Compartieron una mirada antes de que Kelly pusiera los ojos en blanco.

—Ni siquiera sé si vendrá —admitió en voz baja.

Tiffany le habría escrito temprano a su hermano, pero por lo general no se enviaban mensajes, tampoco le pedía ayuda, así que todo era raro y nuevo para ella. Le habría gustado poder decir que no le afectó no obtener respuesta, que el ver ambas tildes en el mensaje, aquellas que indicaban que él lo había recibido y leído, no la había hecho sentir mal.

Pero estaría mintiendo, porque por supuesto que la había afectado.

No esperaba que su hermano apareciera en su puerta por arte de magia, pero al menos se conformaba con un mensaje que indicara que no la estaba ignorando a propósito.

Al parecer, se había equivocado.

Volvió a concentrarse en su ordenador, frente a ella se extendía un archivo en Word completamente en blanco y todo lo que había escrito en la última hora acabó por borrarlo al darse cuenta que no lo estaba haciendo bien. Escuchó golpes en la puerta, pero no se inmutó, permaneció en la mesa y vio como su amiga abandonaba la silla para ver quién era.

—Gracias, pero no estamos interesadas en comprar nada —escuchó como su amiga hablaba con alguien y cuando intentó cerrar la puerta algo la detuvo con brusquedad.

Tiffany se dio la vuelta sorprendida, pero desde esa posición no tenía la vista total de quien había del otro lado, hasta que escuchó su voz.

—Un placer verte, rarita —la voz de Oliver la sorprendió—. Pero vine por mi hermana.

—No se encuentra —su amiga se cruzó de brazos y ella observaba todo con una mezcla de curiosidad y sorpresa, le sorprendía que su hermano haya aparecido, pero sobre todo le daba curiosidad la forma en la que ambos se trataban—. Ahora puedes irte, adiooooos...

—¡Kelly!

Tiffany se acercó con rapidez temiendo que su hermano pueda irse, cuando Oliver vio a su hermana cuadró los hombros y abrió ampliamente los ojos. Era la primera vez que se veían en años, y aunque ambos vivían en Nueva York sus caminos jamás se cruzaban, estaba claro que ni siquiera frecuentaban los mismos lugares.

Para Oliver también toda la situación era extraña y nueva; su hermanita pequeña le pedía ayuda y no podía negar que se emocionó cuando recibió el mensaje, pero por otro lado le dio pánico no poder ayudarla. Por eso prefirió ir a verla y así evitar una llamada incómoda.

No había previsto que un reencuentro pudiera ser igual de incómodo.

—Oliver —dijo Tiffany sin aliento.

Estaba igual que siempre, con sus dos metros de puro musculo extendiéndose frente a ambas, la sonrisa hacia un costado, el cabello rubio un poco más largo de lo que ella recordaba, pero el corte ideal para que pueda verse prolijo, una barba de unos días y los ojos color café que le recordaron a su madre.

—Hola hermanita.

Aún tenía la voz dulce pero autoritaria que recordaba, le dedicó una sonrisa y Tiffany se sintió de nuevo pequeña.

—Le decía al neandertal de tu hermano que puede irse —se giró para ver a Kelly, aún de brazos cruzados y dedicándole una mirada asesina a Oliver—. No te necesita, ya tiene quien la ayude.

—¿Tú la ayudaras? —preguntó con un deje de diversión.

—¡Por supuesto!

—Kelly tu querías que les dijera que mi renuncia es por dinero —murmuró Tiffany.

—Pero es la verdad, ¿no?

Oliver resopló con frustración, pero aún podía sentir un destello de diversión. Notó que no apartaba los ojos de su mejor amiga y entornó los ojos viéndolos a ambos sumirse en una batalla de miradas donde solo Kelly estaba seria y al borde de estallar.

—Solo quiero que revises un contrato, ¿harías eso?

Su hermano la miró y le dedicó una expresión confundida, como si la pregunta fuera innecesaria, eso a Tiffany le molestó.

—Claro que sí, ¿quieres ir por un café?

—No, debo terminar la carta de renuncia así que lo haremos aquí —se hizo a un lado para dejarlo entrar—. No creo que te tome más de media hora.

Le señaló la mesa de la cocina con un movimiento de cabeza y él asintió mientras avanzaba lentamente. Kelly no lo había dejado de ver, no le había quitado los ojos de encima como si estuviera dirigiendo proyectiles explosivos hacia la espalda de Oliver. Intentó seguirle, pero Tiffany la tomó del brazo haciendo que la viera.

—Tú te vas —murmuró.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Lo último que necesito un sábado es escucharlos discutir —le señaló la puerta—. Ve, si con suerte termino para la noche podremos cenar.

—Pero, ¿estás segura? —preguntó con duda—. Aunque te hagas la dura sé que te afectó que haya aparecido, es alguien más que no dudó en darte la espalda. No deberías aceptarlo por ser tu hermano, si quieres puedo hacerte compañía, seré la artillería pesada...

—Kelly —la interrumpió—. Estaré bien, no te preocupes.

—De acuerdo —murmuró poco convencida.

Tiffany tomó sus hombros y la llevo de regreso a la puerta para dejar que retrocediera.

—No te preocupes, en la noche te llamo ¿sí?

No le dio tiempo a responder, cerró la puerta en cuanto su amiga cruzó el umbral de ésta y notó de forma instantánea como empezaba a respirar nerviosa. Era la primera vez que se encontraba a solas con su hermano desde hacía mucho tiempo; algo que debería ser normal la llenaba de ansiedad porque su relación jamás volvió a ser la de antes.

Dudaba que él quisiera volver a verla. Para Tiffany, Oliver se enojó por no querer asistir a Princeton y no haber tenido la valentía de comunicárselo, por eso él se negó a hablarle los años siguientes. Solo sabía de él cuando la llamaba por su cumpleaños, pero las llamadas no duraban más de cinco minutos porque luego de los saludos no tenían mucho más que decirse, el silencio se volvía insoportable convirtiéndose en el protagonista de su conversación, así que uno de los dos se apresuraba a finalizar la llamada.

A veces, cuando Tiffany pasaba Navidad en casa de Margaret, Oliver solía aparecer la mañana siguiente para saludar, pero sus visitas también eran esporádicas. Los hermanos ya no tenían el vínculo que alguna vez los hacía sentir compañeros, ahora mientras ambos estaban en el pequeño apartamento se sentían como dos extraños.

Y de cierta forma, no se equivocaban.

—¿Aún bebes café negro?

Fue Tiffany quien rompió el silencio. Oliver la miró y asintió despacio con una sonrisa, para luego seguir leyendo el contrato que ella había dejado en la mesa.

Se dirigió a la cocina en silencio, puso a hervir agua en una pequeña tetera vintage rosa pastel que su abuela le había obsequiado cuando se mudó a Nueva York y preparó el ristretto amargo que su hermano acostumbraba a beber desde siempre. Intentó demorar la tarea todo el tiempo que le fue posible porque le aterraba sumirse en el silencio incómodo que se esparcía entre ambos ya que tampoco sabía cómo superarlo.

En su cabeza, Tiffany esperaba que fuera Oliver quien diera el primer paso y entablara una conversación de verdad, pero sabía que no llegaría.

Nueve años atrás, Tiffany aceptó sin dudar que nadie de su familia quisiera tener contacto con ella, pero eso no lo hacía más fácil y sencillo. Para ella, él siempre había sido su ejemplo, su hermano mayor, el pilar sólido en el cual se apoyaba cuando sentía que se ahogaba, así que tenerlo en su apartamento como si se tratara de un desconocido o un simple abogado al que llamó para una consulta le generaba un sentimiento que no le gustaba en lo absoluto.

Cuando terminó de preparar el café para él, y ella se hizo otra infusión de manzanilla regresó a la mesa con ambas tazas. Oliver siguió leyendo el contrato y realizando pequeñas observaciones a los costados. Ella intentó concentrarse de nuevo en la carta de renuncia, pero fue imposible, porque se encontraba muy afectada como para que su cabeza pudiera concentrarse.

—Creo que no tiene nada de malo —dijo finalmente—. No hay ningún vacío legal o una cláusula que te condicione a algo malo en el futuro, incluso en el apartado de permisos tienes cierta ventaja —ella asintió y sus ojos se encontraron—. Hice algunas anotaciones para que lo puedas entender mejor, dale otra leída y si te parece ya podrías firmarlo.

—De acuerdo —tomó los papeles y observó las notas adhesivas de colores que Oliver había puesto para no escribir sobre el contrato—. Gracias.

—¿Necesitas ayuda en algo más?

Ya se encontraba allí y él se estaba ofreciendo. ¿Qué más daba si lo molestaba un poco más?, pensó.

—No tengo idea de cómo hacer una carta de renuncia —admitió en voz baja.

Oliver dejó escapar una suave risa.

—¿Has hablado con tu anterior jefa?

—Sí, ayer fue mi último día, me dijo que todo estaba bien, solo debía enviar un escrito con documentación y todo estaría listo —él asintió antes de rodear la mesa llevando la pequeña silla hasta sentarse a su lado, arrugó la frente al ver el documento en blanco—. Al menos escribí la fecha —señaló.

Hizo un gesto de negación claramente divertido e hizo a un lado el ordenador para empezar a escribir, ahora sus codos se rozaban.

—Bueno, solo quería ayuda, pero esto es mucho mejor —murmuró.

—Es simple, ¿sabes? —dijo sin dejar de teclear—. No debes dar muchas explicaciones, esto no es más que una formalidad.

Luego de unos minutos le hizo señas para que leyera, había escrito un párrafo de no más de cinco líneas especificando por qué y los datos personales de Tiffany. Algo simple y formal.

—Gracias, Oliver —murmuró.

—De nada, me alegra haber sido de ayuda.

Se miraron y Tiffany notó que lo decía de verdad, su hermano le sonreía de forma cálida y un millar de sentimientos hicieron ebullición dentro de ella. Decidió alejarse, recogió las tazas que habían usado y las llevó de vuelta a la cocina para lavarlas.

—¿Tienes planes para la noche?

Volvió a ver a su hermano con una ceja alzada, sorprendida por la pregunta.

—¿Qué?

—Pensaba que podríamos ir a cenar, aún te gusta la lasaña ¿cierto? Conozco un restaurante italiano que te va a encantar, de veras, incluso cocinan sin gluten...

—Espera, no —lo interrumpió presa del pánico—. No hagas eso, no es necesario Oliver.

Él la observó completamente confundido, como si ambos estuvieran manteniendo dos conversaciones totalmente diferentes.

—¿Hacer qué?

—Esto —murmuró nerviosa—, no tenemos que fingir que somos hermanos con una relación estrecha, sé que lo último que deseas es quedarte y...

—Somos hermanos —dijo con brusquedad.

—Oliver, sabes a lo que me refiero —siguió su camino hacia la cocina—. De seguro tienes planes mucho mejores que quedarte aquí.

—No deberías hablar por mí, Tiffany —le sorprendió el tono serio que uso y volvió a verlo—. Si te invito a cenar es porque quiero pasar tiempo contigo, porque... quiero que hablemos.

Ella parpadeó. Una. Dos. Tres veces.

—¿De qué quieres hablar?

Encogió los hombros.

—De cualquier cosa, de lo que sea —respondió con sinceridad mientras se acercaba—. Ya no quiero fingir que no somos hermanos, quiero saber que está pasando en tu vida... quiero que me dejes acercarme.

Tiffany negó, sin dar crédito a lo que escuchaba, aunque en los ojos café de su hermano pueda ver que estaba siendo sincero se negaba a aceptar que en serio era eso lo que quería.

—No hagas esto, Oliver. No podemos hacer de cuenta que todos estos años no pasaron y retomar una conexión que se perdió hace tiempo, no es tan sencillo.

—No fui yo quien alzó un muro entre ambos —dijo serio.

¿En serio estaba obviando el hecho de que me había dado la espalda sin dudar?, pensó.

—Vete, Oliver —pidió con el llanto a punto de brotar de sus ojos.

Se acercó un poco más a ella negándose a apartarse.

—No.

—Quiero que te vayas.

—No lo haré, Tiffany —dijo serio—. No haremos lo de siempre.

—¿Lo de siempre?

—Evitar hablar de las cosas.

Separó los labios para hablar, pero las palabras se atascaron en su garganta y formó una mueca de incomprensión. La situación había dejado de ser incomoda a ser confusa, ya no comprendía que hablaban.

—¿De qué demonios hablas? Eres tú el que puso una distancia entre ambos.

—Porque tu decidiste desaparecer y alejarte. No dudaste antes de darme la espalda.

Pestañeó varias veces. Ahora sí, Tiffany creyó que se había despertado en una realidad alternativa donde los roles parecían haberse invertido de repente.

—¿Darte la espalda? —murmuró— ¿¡Que yo te di la espalda!? —su expresión flaqueo cuando notó que estaba llorando, pero le hizo una señal de advertencia antes de que pudiera acercarse— ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con nuestros padres?

Oliver arrugó la frente.

—¿Eso que tiene...?

No lo dejó continuar, pasó por su lado hacia el estante donde tenía algunas revistas y buscó las mismas postales que le había enseñado a Tyler, ahora las había guardado en una lata de galletas para que no tuviera que verlas constantemente, porque pese a no poder admitirlo, no podía deshacerse de ellas tan fácilmente. Regresó frente a su hermano, abrió el latón y dejó al descubierto todas las postales que había recibido a lo largo de los años.

—¿Sabes cómo sé de ellos? —agitó un poco sus manos para que él viera las postales, luego las dejó caer sobre la mesa con brusquedad—. Porque cada año, para Navidad puntualmente, me envían una desde donde sea que estén. ¿Tú? ¿Cuándo fue la última vez que almorzaron? Apuesto a que fue el domingo pasado. Apuesto a que cenas con ellos muy seguido, que nuestra madre te sorprende en el almuerzo e incluso vacacionan juntos ¿a que sí?

Sus ojos miraban las postales y luego regresaban hacia su hermana, la veía como si le estuviera hablando en un idioma desconocido, como si lo que le enseñaba no tuviera algún sentido para él.

—Madre dijo que tú...

—Oh, ¿madre habla de mí? —preguntó con sarcasmo—. Y yo que creía que fingía que vivía en una isla sin conexión —apretó los labios hasta formar una línea—. No necesitas fingir conmigo Oliver, dejaron muy en claro que no les importaba cuando decidieron alejarse de mí.

Jamás había visto a su hermana hablar de esa forma, con una ira brotando desde lo más profundo de su ser y todo pareció confundirlo más. Tiffany estaba enojada, llevaba guardando esas palabras dentro suyo por mucho tiempo, demasiado tiempo.

—¿¡De qué hablas!?

—¡Basta! Deja de fingir que no tienes idea —pidió con un hilo de voz—. Sabes muy bien que se enojaron conmigo por elegir otra cosa para mi vida y aunque estudié en Yale, después del primer año me dejaron en claro que no se harían cargo de alguien que no estaba dispuesta a honrar nuestro apellido —los párpados de su hermano se separaban cada vez más—. Incluso tú te enojaste porque elegí no ir a Princeton.

La miró horrorizado y se acercó un paso provocando que ella alzara la vista.

—¿Tú crees que me enojé porque decidiste dedicar tu vida a otra cosa?

La forma en que lo preguntó hizo que algo en ella se estremeciera, fue como si hubiera presionado el interruptor que manejaba su enojo y frustración, y su mente ahora estaba en blanco. Sus palabras, o mejor dicho la forma en la que habló, la descolocaron de tal forma que no respondió, permaneció en silencio y él lo aprovechó.

—Cuando regresé a casa y vi que todas tus cosas habían desaparecido no comprendí que ocurrió. Madre simplemente dijo que habías elegido irte, poner distancia entre nosotros porque ya no querías estar cerca —Tiffany lo miró horrorizada sin poder creer que su propia madre había hecho eso, aunque una parte de ella sabía que era muy capaz— ¿Sabes lo que fue para mi saber que de la noche a la mañana ya no querías saber de mí? Yo era tu hermano mayor, quien te cuidaba de todo y un día decidiste irte, me enteré por ella que elegiste estudiar Periodismo, que Tyler y tú terminaron, y ni siquiera respondías mis mensajes. De la nada creaste un muro entre ambos que fue imposible de atravesar y me rendí —dejó caer ambos brazos a su costado, como si dejara caer un peso completamente distinto—, lamento haberlo hecho, pero no digas que te di la espalda porque no fue así.

Sostuvo la mirada de su hermano hasta que sus ojos se nublaron por las lágrimas y ya no pudo contenerlas. Sintió los brazos fuertes de Oliver rodear su cuerpo y atraerla a su pecho con fuerza. Por primera vez Tiffany lloró sin intentar controlarse porque algo dentro suyo le decía que estaba bien, que era hora de dejar ir el llanto que venía acumulando por años.

No supo con exactitud cuanto tiempo permanecieron así, si fueron horas o minutos, y su hermano no la soltó hasta que los sollozos se hicieron más suaves. Aun así, no se alejó; la observó con una mezcla de ternura y tristeza que la hizo sentir como cuando era niña y él siempre estaba para ella.

—Olivia dijo que no te molestara —murmuró—. Dijo que si mi decisión era tirar por la borda todo el esfuerzo que ellos hicieron por un capricho entonces mejor no regresara hasta ser alguien, y que dudaba mucho que lo lograría —lo sintió tensarse a su alrededor.

—¿Nuestra madre te dijo eso? —asintió sobre su camisa—. No tenía idea, Tiff. Incluso todos estos años ella decía que eras tu quien decidía estar lejos.

—Es verdad que con el tiempo me hice a la idea de que así eran las cosas y mantuve distancia —tomó aire para controlar la respiración—. Pero eso no lo hizo más fácil, los extraño, todo el tiempo.

—¿Por qué no me buscaste? Creía que estabas enojada conmigo, no tenía idea de porqué, pero de repente dejé de ser tu confidente para ser un extraño. —los dedos de su hermano rozaron su nuca transformándose en una caricia suave—. Cuando supe que te mudaste a Nueva York tras la graduación intenté buscarte, pero me pareció verte tan feliz que no quise...

—¿Feliz? —se apartó un poco para verlo—. Casi me desalojan, Kelly fue quien me ayudó, de no ser por ella...

—¿Casi te desalojan? —dijo entre dientes—. ¿Y ni siquiera así me buscaste?

—Pensé que estabas enojado —murmuró.

—¿Por qué no quisiste ir a Princeton? —se encogió de hombros en respuesta y él suspiró—. Tiffany, ¿cómo puedes creer que eso me molestaría?

—Madre dijo...

—¡No importa lo que haya dicho! —exclamó—. Tiffany, no me hubiera importado si decidías dejar todo y viajar por el mundo sin nada más que una mochila, mucho menos que hayas decidido estudiar periodismo —suspiró mientras la abrazaba con más fuerza—. Si seguir el plan de nuestros padres te hacía infeliz no veía porque debías estar obligada a ello.

—Es fácil decirlo para ti, ¿sabes lo que es enfrentarte al hecho de que tus padres no acepten que sólo quieras ser feliz? Porque si me dedicaba a las leyes iba a ser la persona más infeliz del mundo, ¿qué clase de padres prefieren verte miserable?

—Lo siento —la envolvió más fuerte con sus brazos, como si se tratara de un oso de felpa y ella necesitó esforzarse por respirar—. Debí haberte buscado, estar para ti, debí haber golpeado con más fuerza a Tyler.

Logró dejar un poco de distancia entre ambos para verlo, aunque aún seguía entre sus brazos.

—No hace falta que golpees a nadie —murmuró.

Oliver alzó una ceja.

—¿Quieres hablar?

Se removió incomoda.

—No es necesario, pasó hace mucho tiempo —él asintió y Tiffany notó que la sonrisa se borraba de su rostro para ser reemplazada por desilusión y se dio cuenta que, aunque no quisiera hablar del pasado, quería pasar tiempo con él, con su hermano mayor—. Pero, si la cena sigue en pie, no puedo negarme a un plato de lasaña.

Compartieron una sonrisa cómplice antes de fundirse en otro abrazo.



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