Capítulo 15 | Plan de reconquista: fase dos
"𝑨𝒏𝒅 𝒚𝒐𝒖'𝒗𝒆 𝒈𝒐𝒕 𝒂 𝒔𝒎𝒊𝒍𝒆 𝒕𝒉𝒂𝒕 𝒄𝒐𝒖𝒍𝒅 𝒍𝒊𝒈𝒉𝒕 𝒖𝒑 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒘𝒉𝒐𝒍𝒆 𝒕𝒐𝒘𝒏"
𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭
—¿En serio tendrán una cita?
La voz de su mejor amiga salió del móvil que se encontraba en altavoz, era tal su sorpresa cuando le contó que habló por encima de la voz de Taylor Swift, mientras Tiffany intentaba terminar su maquillaje. Aún no había elegido qué ropa usar, pero estaba entre dos vestidos. Tyler pasaría por ella en veinte minutos, pero al menos ya traía los tacones puestos.
—Jamás dije que fuera una cita —murmuró mientras se aplicaba máscara de pestañas con cuidado.
—¿Llevas tacones de más de diez centímetros?
Bajó la vista hacia sus pies y se mordió el labio inferior.
—Quizás...
—¡Entonces es una cita!
Tiffany usaba tacones altos para las citas, dejaba los que eran cómodos y plataformas para trabajar, pero jamás usaba calzado deportivo. Ni siquiera para hacer las compras del mes.
Una cita, se repitió mentalmente. Saboreó las palabras en su boca y no le disgustaron.
Si alguien le hubiese dicho meses atrás que estaría a punto de ir a una cita con el ex que le había roto el corazón y que ella aseguraba odiar se le habría reído en la cara, pero allí se encontraba, preparándose mientras en los altavoces se reproducía folklore, el álbum favorito de su artista favorita.
En cuanto terminó de arreglar su maquillaje se dirigió a su habitación, sobre la cama había perfectamente distribuidos tres vestidos y aún no se decidía, miró la hora en su móvil y se dio cuenta que podría llegar en cualquier momento.
—No sé qué vestido usar —murmuró.
—Si no es una cita no deberías preocuparte tanto —se burló su mejor amiga del otro lado de la línea.
—No seas tonta, solo es una cena, pero quiero estar... presentable.
Tiffany no quería estar presentable, quería verse perfecta. Pararse frente a él con su mejor vestido y su pintalabios más sensual y hacerle ver lo idiota que fue hace nueve años cuando la dejó ir.
Pero no podía admitir eso en voz alta.
—¿Cuáles son las opciones?
—El vestido crema y el rojo... Quizás es demasiado, debería llevar el color crema, va bien con los tacones negros y...
—¡El rojo! Lleva el rojo, por Dios, todos sabemos que es el color favorito de Tyler.
Por supuesto que había elegido el vestido rojo, pero necesitaba la aprobación de su mejor amiga, sonrió victoriosa antes de deshacerse de la bata y ponérselo.
El escote no era profundo y llegaba a cubrir sus muslos, y aunque tenía un tajo que abarcaba parte de su pierna izquierda, optó por ese vestido porque no revelaba demasiado, pero era sexy a la vez.
Eligió sus pendientes de perlas favoritos y luego esparció por sus labios su lápiz favorito, de un color rojo borgoña que resaltaba en contraste con su piel pálida.
—¿Es normal que esté nerviosa? —preguntó mirándose al espejo.
—Por supuesto que sí —casi podía escuchar la risa en la voz de su amiga—. Tendrás una cita con un hombre que te insiste hace un mes.
—¡Él no me insiste...!
—Dime Tiffany, ¿qué intente conseguir tu número, busque verte en cualquier ocasión, aparezca cuando alguien está a punto de besarte y te compre el desayuno por una semana que significa para ti?
—Que es un acosador.
—¡Tiffany!
Una carcajada brotó de sus labios sin poder controlarlo.
—¿Qué? —dijo entre risas—. Tú eres la que acaba de describir a un acosador.
—Idiota —murmuró—. Lo que intento decir es que ha hecho muchas cosas para estar cerca de ti, para estar en tu vida. ¿No lo crees?
—Quizás —aceptó en voz baja.
—Es una cita, Tiffany. Está bastante claro para mí.
Pero para ella no lo estaba, aún sentía miedo y tenía muchas dudas, Tyler se comportaba como si la quisiera de regreso, pero luego de a momentos como si solo fuera una vieja amiga con la que quería reconectar.
En ese momento su mente recordó la noche del sábado, cuando lo provocó quedándose solo en ropa interior y las palabras que él le susurró al oído se hicieron presentes:
Si piensas que solo quiero besarte, estás muy equivocada. Porque de ti quiero más, contigo lo quiero todo.
—Tiffany —la voz de Kelly la trajo de nuevo al presente—. ¿Sigues ahí?
—Yo... sí, claro —tomó su móvil para quitar el altavoz y la música; en ese momento dos golpes la hicieron desviar la mirada y tragó saliva, sintiendo los nervios apoderarse de ella—. Ya está aquí, te llamo luego ¿de acuerdo? ¡Adiós!
No esperó a que su mejor amiga respondiera, finalizó la llamada y se echó una última mirada en el espejo de su habitación antes de tomar un abrigo y acercarse a la puerta.
Inhaló y retuvo el aire en sus pulmones por unos segundos mientras rodeaba el pomo de la puerta con la mano, intentando controlarse y calmar sus nervios, pero fue imposible.
Abrió la puerta y se encontró con un par de ojos azules que le cortaron la respiración.
Cuando Tyler la vio se sintió... duro. Completamente.
Estaba perdido por ella, y fue más evidente en ese momento, que con solo verla en ese vestido que se le ceñía a su cuerpo y abrazaba sus curvas de forma perfecta su ingle se puso dura al instante.
Quería arrodillarse frente a ella y clamarle, suplicarle que le dejara arrancarle el vestido con los dientes.
Pero recordó su plan y su idea de no asustarla, en lugar de eso se calmó y le dedicó una sonrisa tranquila.
—Hola —murmuró.
Un rubor subió por el cuello de Tiffany.
—Hola...
—Estás perfecta —dijo sin pensarlo, quizás no se había calmado del todo.
Ella le sonrió y se acercó para dejar un pequeño y fugaz beso en la comisura de sus labios. Fue un acto rápido e inesperado que lo dejó descolocado.
A Tiffany también le sorprendió su propio accionar, pero fue consciente de cómo él la veía y supo que logró lo que quería.
Sintió sus ojos azules clavados en ella con tal intensidad que un escalofrío la recorrió de pies a cabeza. Él sonrió satisfecho con su reacción y antes de dejar que se alejara tomó su mano con suavidad para salir del apartamento. La brisa fresca del invierno los recibió al salir del edificio y Tiffany agradeció haber cogido un abrigo.
Tyler no quiso decirle a donde la llevaba, se limitó a responder que se trataba de una sorpresa, pero no pudo esconder bien su entusiasmo, estaba emocionado porque había planeado cada detalle de la cena. Pese a invitarla esa misma tarde, llevaba queriendo pedirle una cita desde hacía tiempo, cuando volvieron a encontrarse, pero no estaba seguro.
Ahora, mientras estaban en su coche, la observaba de reojo sin poder sacarle los ojos de encima y todo se sentía tan natural para él que tuvo el impulso de tocar su pierna, o tomar su mano y besar sus nudillos. No hizo nada de ello, debió conformarse con la vista que le brindaba Tiffany de perfil.
Recorrió su piel con los ojos, pero quiso hacerlo con sus manos.
El restaurante que Tyler había elegido para la cena se trataba de uno de los más elegantes y costosos de Nueva York. Tiffany lo conocía solo de nombre porque jamás había ido allí. No porque no quisiera, sino porque debido a su bajo presupuesto era un gusto que no podría haberse dado.
Tiffany observaba todo con atención, el restaurante era elegante y sofisticado, la última vez que había estado en un lugar así había sido con sus padres, mucho tiempo atrás.
—¿En serio jamás te trajeron aquí para una cita?
Captó su atención mientras ocupaban los asientos de la mesa que él había reservado y por la cual debió dejar una gran suma de dinero.
—Jamás —murmuró algo cohibida—. ¿Cómo conseguiste una reservación en tan poco tiempo? Sé que tienen una lista de espera enorme.
—Conozco a alguien —dijo encogiéndose de hombros mientras servía un poco de vino en ambas copas.
Tyler no conocía a alguien, sólo había firmado un cheque de una suma importante.
Pero lo valía, supo que valía cada centavo cuando notaba como ella miraba extasiada todo el lugar. Tiffany Hamilton le estaba dando su atención y estaba feliz porque él la había traído aquí, se sintió de nuevo un niño que hacía lo imposible para que ella le diera atención.
—Entonces, ¿este es el restaurante donde traes a tus citas? —preguntó antes de llevarse la copa a sus labios y beber un trago— ¿Traes a las chicas aquí en la primera o segunda cita? ¿O no eres de los que tienen segunda cita?
La última cita de Tyler databa de un año atrás y había sido un desastre, pero jamás había traído a alguien a ese lugar, en cuanto descubrió el restaurante supo que debía venir con ella. Era refinado, elegante, costoso y de los pocos lugares en Nueva York donde la comida era sin gluten.
No quería traer a nadie más y arruinar lo que podría ser el lugar especial de ambos, pero no podía decir eso sin espantarla.
—¿Parezco de los que no tienen segunda cita? Me conoces, dame más crédito.
Tiffany lo miró por encima de su copa y fue consciente de que no lo conocía, no de verdad. Ahora se encontraba frente a una versión muy diferente del Tyler que conocía de niña y para él debía sentirse exactamente así verla a ella.
Eran diferentes, eso estaba más que claro.
—En realidad no —admitió—. Pasaron años y en nuestra cita a ciegas, también conocida como la emboscada de Tyler Jones a Tiffany Hamilton —puso los ojos en blanco con diversión—, me aseguraste que ya no eras el mismo.
Un mesero se acercó con la cena, Tiffany aprovechó ese momento para beber un poco más y evitar la mirada intensa de él. El sabor del vino acariciando su garganta la estremeció, volvió a concentrarse en sus ojos azules cuando habló.
—Es verdad, que sepamos cosas del otro no quiere decir que nos conozcamos. Pero es algo que me gustaría —tragó saliva mientras lo escuchaba—. Ambos cambiamos, ya no somos los adolescentes que alguna vez fuimos y estoy interesado en conocerte.
—Quieres empezar de cero —murmuró.
—No, quiero que me dejes conocer la Tiffany que eres ahora —su voz suave y ronca la atravesó—. Y deseo que le des una oportunidad a este nuevo Tyler.
Bebió otro trago de vino en un intento de coger el coraje suficiente para responderle, aunque sentía las palabras atascadas en la garganta.
—Se que esto es pedirte mucho, sé que te lastimé y también que de seguro llego años tarde pero no daré marcha atrás a menos que sea lo que de verdad quieras —la seguridad con la que hablaba la hizo temblar—. Si tú no quieres esto, cenaremos, te llevaré a tu piso y no volverás a saber de mí. Porque quiero estar en tu vida siempre y cuando tú lo quieras.
Sentía que la cabeza le daba vueltas, no supo si por el vino o por sus palabras, no esperaba escuchar algo así antes de cenar. Aunque lo cierto era que no supo qué esperar de él con esta cena, ¿estaba bien llamarla cita?
No le dijo que la quería de vuelta, solo dijo que quería estar en su vida, era algo diferente a regresar. Parecía querer llevar todo con calma, pero, aunque debió estar tranquila, no pudo sino sentir pánico.
—Tyler, no estoy segura de que esta nueva Tiffany pueda gustarte —admitió en voz baja.
Él parpadeó, un tanto confuso por sus palabras y sin poder dar crédito a lo que escuchaba.
¿No se daba cuenta que estaba loco por ella?
—Yo estoy muy seguro de que te equivocas.
La sinceridad detrás de sus palabras le dio un subidón de ansiedad que luego se desvaneció dejándola más liviana.
—Te propongo algo —dijo al ver que no respondía—, tengamos esta cena, si quieres no tenemos que llamarla cita, y me dices al final si algún día podremos tener una de verdad.
Tiffany le regaló su sonrisa más sincera antes de tomar nuevamente la copa.
La cena transcurrió entre anécdotas de la universidad. Al parecer ambos habían perdido el contacto con sus antiguos compañeros y amigos de la adolescencia, Tyler estudió en Princeton, solían bromear desde niños ya que siempre parecía que se seguían, el mismo instituto, el mismo grupo de amigos, las mismas vacaciones, la misma universidad... Hasta que Tiffany decidió que no era lo que quería, ambos perdieron contacto no solo entre ellos, sino con todos los que eran sus antiguos amigos.
Para él, alejarse de allí fue lo mejor que pudo pasarle ya que fue como empezar de cero, nadie lo conocía y no sabían quién era, así que eso le ayudó a forjar nuevas amistades sin estar condicionado por quienes eran sus padres, algo que siempre ocurría en pueblos pequeños como Virginia.
—Bueno, no para todos era un desconocido. Oliver estaba allí, aunque solíamos vernos para los entrenamientos y allí simulaba que no me conocía —hizo una mueca haciendo reír a Tiffany—. Supongo que estaba enojado conmigo por haberte lastimado.
Ella se limitó a poner los ojos en blanco.
—Oliver no estaba enojado por eso, Tyler.
—De verdad, Tiff —insistió—. Cada vez que me veía parecía que iba a partirme la cara.
Se mordió el labio inferior para evitar reír.
Princeton era la universidad donde estudiaron todos los Hamilton, lugar donde su hermano mayor la estaría esperando, ya que era donde ella también debía estudiar. Por supuesto que no fue así.
—Créeme, si Oliver estaba enojado era porque cambié mis planes a último minuto. Él pensaba encontrarme allí el siguiente año, preparándome al igual que él para ser una abogada digna de llevar el apellido Hamilton —bebió un poco más de vino—. No te imaginas su expresión cuando se enteró que cambié Leyes por Periodismo.
Tyler hizo un gesto de negación.
—Estoy seguro de que lo que ocurrió entre nosotros también tuvo que ver.
—Oliver jamás fue un hermano celoso y sobreprotector —la miró como si de su cuello saliera otra cabeza y Tiffany lo miró confundida, arrugando la frente— ¿Qué?
—¿Estamos hablando del mismo Oliver? Tu hermano Oliver, ¿verdad?
Asintió lentamente con la copa sobre sus labios.
—¿Recuerdas cuando luego de una práctica aparecí con el ojo morado?
—Sí, dijiste que habías discutido con Zac...
—Bueno, no fue exactamente así—Tiffany alzó una ceja expectante—. Tu hermano apareció en el campo interrumpiendo el juego y me dio una paliza.
Separó ampliamente los párpados sin dar crédito a lo que escuchaba.
—¿Qué? ¿Mi hermano?
—Lo que escuchas —asintió—. Me dijo que si volvía a verte el trasero mientras estabas en clases de gimnasia, y él me veía, la próxima vez me dejaría sin ojos.
De la garganta de Tiffany brotó una carcajada incontrolable y debió tapar sus labios con la mano, Tyler no pudo evitar reír también.
—Espera, espera —dijo entre risas—. ¿Tyler Jones me vio el trasero?
Su sonrisa se desvaneció y la fulminó con la mirada.
—¿En serio? ¿Con eso te quedas? —suspiró—. Y por supuesto, tenía dieciséis y estaba loco por ti.
Algo revoloteo en su pecho. No, algo no, mariposas. Un millar de mariposas que parecían despertarse tras un sueño profundo. Tiffany se aclaró la garganta antes de hablar.
—Pero en ese momento aún no salíamos.
—Exacto —murmuró—. Te miraba como un idiota y tu hermano se dio cuenta.
Le dio ternura la forma en la que apartaba la vista, tratando de evitar que ella notara lo sonrojado que estaba. Pero no mentía, Tyler estaba loco por ella desde que la conoció a los cinco años.
—¿Por eso después te ponías nervioso cuando ibas a casa y estaba él?
—¿¡Nervioso!? —exclamó—. Estaba aterrado, tu hermano mide dos metros y uno de sus brazos pesa una tonelada. No respiré tranquilo de nuevo hasta que se fue a la universidad.
Puso los ojos en blanco mientras sonreía divertida.
—Tú mides casi dos metros.
—Sí, pero a los dieciséis era un escuincle sin músculos y tu hermano era jugador de soccer.
Asintió mientras se mordía el labio inferior, tenía razón, recordaba al Tyler de dieciséis años y le daba mucha ternura.
—Eras un escuincle, es verdad.
Tyler le lanzó una mirada de odio y ella le sonrío con inocencia, provocando que su enojo se evaporara en el aire, no podía molestarse cuando ella lo veía de esa forma.
—¿Estás cansada?
Su pregunta la tomó por sorpresa, ya habían terminado de cenar y Tiffany estaba a punto de estallar. Cuando encontraba un lugar donde hacían comida sin gluten que ella pudiera comer sin problema, no se ponía límites, amaba comer. Y de haber podido, ahora estaría pensando en el postre que se pediría.
Pero se contuvo, le parecía demasiado.
—Aún no, ¿por qué?
—¿Damos un paseo?
Era un paseo, un simple paseo por la Quinta Avenida, que a Tiffany no la debería emocionar tanto, pero esa noche estaba tan feliz que aceptó sin esconder su emoción.
Abandonaron el lugar tras pagar la cuenta y la brisa fresca los envolvió, se acercaba el clima de los días húmedos e incontables nevadas, y la navidad le provocaba nostalgia. Cuando era niña, diciembre la emocionaba, implicaba vacaciones con sus padres, a quienes jamás veía, y Navidad era más que una simple noche, se trataba de una fecha en donde toda la familia estaba reunida.
Pero todos esos momentos se habían quedado atrás. Una punzada de dolor le llegó al pecho y se clavó allí provocando que un nudo se formara en su garganta.
A Tyler no le pasó desapercibido como la sonrisa se desvaneció de su rostro, no pasaba por alto ningún detalle y las veces que habían estado juntos de a momentos, cuando Tiffany recordaba algo, parecía abstraerse y cambiar su humor.
No le gustaba, se había acostumbrado a la Tiffany que de niña irradiaba brillo y felicidad, y a veces parecía una persona diferente.
—¿En qué piensas?
Los ojos de ambos se encontraron entre la noche estrellada, iluminados por la luna llena encima de ellos como su compañía. Tenían las manos dentro de sus respectivos abrigos y al caminar se rozaban, Tyler debía inclinar un poco la cabeza para verla bien y no perderse cada detalle: la forma en que su labio inferior temblaba un poco por el frío, sus mejillas sonrosadas por el vino y la nariz un poco roja.
Necesitó todo su autocontrol para no besarla.
Tiffany miró sus ojos azules resplandecientes en la oscuridad de la noche; el brillo de los escaparates de las tiendas, que ya se encontraban decoradas con estilo navideño, se reflejaba en ellos y tuvo el impulso de acercarse, hundir la cara en su pecho, aspirar su fragancia y pedirle un abrazo.
Negó en un intento de apartar esos pensamientos.
Siempre que estaban juntos, Tiffany experimentaba un sentimiento de seguridad que en ella generaba el impulso de dejarse consolar.
Como si necesitara consuelo desde hace mucho tiempo y ella no lo supiera.
—Pienso en el nuevo trabajo —mintió.
No quería arruinar lo que era una perfecta noche diciéndole que estaba mal porque recordaba las navidades con su familia.
Existen cosas peores, pensó.
Tyler asintió, poco convencido, porque la conocía demasiado como para entender sus expresiones y lo que podía ocupar su mente haciéndola sentir mal. Aun así, lo dejó estar, no estaba en posición de exigirle algo y de presionarla.
—¿Estás emocionada?
—Emocionada es una palabra que no llegaría a expresar todo lo que siento —suspiró—. Es el trabajo de mis sueños, es lo que siempre quise desde que decidí estudiar periodismo, pero ahora que lo tengo no puedo evitar sentirme con pánico. —miró el cielo estrellado antes de hablar— ¿Lo haré bien? ¿Seré lo suficientemente buena para el puesto? ¿Sabré que hacer en mi primer día? No lo sé, no puedo evitar sentir miedo.
—Sentir miedo es normal Tiffany, lo que no debes hacer es dejarte llevar por él —ella asintió aún con dudas—. Sé que decirlo es mucho más fácil, pero deberías creer más en ti —bajó la voz como si lo que fuera a decir sea un secreto, una especie de confesión que solo quería que ella escuchara—. El día que confíes en ti misma no te quedarán dudas de lo que eres capaz y mirarás hacia delante sin miedo. Créeme, sabrás qué hacer.
—¿Y si no lo sé?
—Sabrás como salir adelante.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque eres Tiffany —lo dijo como si fuera lo más obvio del mundo—. Un adolescente idiota te rompió el corazón y saliste adelante, tus padres te dieron la espalda y les demostraste que solo dependes de ti misma. Estoy seguro porque sé que así eres tú, eres Tiffany.
Una sonrisa enorme ocupó su lugar, le gustó como sonaba eso. No se trataba de que fuera una Hamilton, de su apellido, como su madre solía decir, sino porque era Tiffany, era ella.
No necesitaba del apellido de sus padres.
Se acercó y le dio un ligero empujón haciéndolo reír.
—¿Qué me dices tú? ¿Cómo fue conseguir tu trabajo de tus sueños?
—De mis sueños —murmuró con la vista baja—. Está bien, me gusta lo que hago.
Tiffany lo miró sorprendida por el tono de su voz.
—Estuve en tu oficina ¡el lugar es genial! ¿por qué lo dices como si fuera un pesar trabajar allí?
—No lo es —dudó—, solo que... no lo sé, ya no siento lo que sentía al inicio.
—¿A qué te refieres?
—Fue el primer trabajo que conseguí cuando obtuve mi diploma de ingeniero, recuerdo que en ese momento el trabajo era sumamente importante para mí. Me esforcé tanto que en mi primer año me ascendieron tres veces —Tiffany parpadeó sorprendida—. Me gusta lo que hago, pero no lo sé, me di cuenta que el trabajo no lo es todo.
Para Tiffany, que ponía su vida laboral por encima de todo, por encima de las citas e incluso su bienestar emocional, las palabras de Tyler no tenían sentido. Él era muy exitoso, ella lo sabía, entonces que dijera que el trabajo no lo era todo le extrañaba.
Vio como Tyler sonreía.
—No estás de acuerdo, ¿verdad?
Presionó los labios en una fina línea mientras seguía caminando con la vista al frente.
—¿Qué hay más importante que el trabajo?
—La vida, Tiffany.
Bajó la vista nerviosa.
—Pero tú eres muy exitoso —murmuró, negada a aceptar lo que él decía.
—¿De qué me sirve el éxito si todas las noches llego a un piso vacío? —alzó la vista y notó que se detuvo frente a una tienda que vendía obsequios de Navidad, se acercó un paso, él posó los ojos sobre ella—. ¿Sabes cómo pasé la noche de Navidad el año pasado? —ella negó—. Haciendo horas extras, no porque fueran necesarias, sino porque me aterraba llegar a mi apartamento y no tener a nadie con quien pasar esa noche.
Tragó saliva, Tiffany ocupaba su tiempo en el trabajo porque odiaba la idea de estar sola. La soledad le aterraba. Esas fechas prefería hacer cualquier cosa menos estar sola, porque eso la llevaría a recordar, a extrañar a sus padres y eso indudablemente la pondría mal.
—Me di cuenta que prefiero trabajar para poder vivir bien, y no vivir por y para el trabajo.
Sintió pánico y vergüenza, se sintió hipócrita de repente.
Sus padres pasaban la mayor parte del día trabajando sin darle atención a ella y a Oliver. Ella se negó a vender su alma a un trabajo como el de ellos, pero sin darse cuenta, se estaba comportando igual.
De repente se olvidó donde se encontraba y en lo único que podía pensar era en cómo había llevado su vida, todo lo que había hecho hasta llegar a donde estaba y al final, al terminar el día y llegar a su piso, estaba sola.
—Lo lamento —la caricia de Tyler fue suave, como una pluma, lo miró y tenía el brazo extendido hacia ella, con los dedos rozando su mejilla con lentitud—. ¿Arruiné la cita verdad? Me puse muy profundo...
—¡No! —le aseguró con una sonrisa que debió forzar, las lágrimas les pedían a gritos salir de detrás de sus parpados, pero se contuvo—. No te preocupes, estoy bien ¿sí? Todo está bien —se acercó y le acarició la mejilla fugazmente, pero se arrepintió e intentó alejarse. Tyler lo impidió tomando su cintura y acercándola a su cuerpo con un rápido movimiento que ella no se esperaba.
Tiffany tragó saliva, podía sentir los latidos de su corazón retumbar con fuerza, la sonrisa de él era cálida, suave, invitándola a acercarse, el azul de sus ojos se oscureció con la cercanía de ella como si le estuviera diciendo que se acercara. Y dioses, Tiffany quiso besarlo.
Ni siquiera estaban tan cerca, sus bocas ni siquiera se rozaban, sus alientos no se mezclaban, la distancia entre ellos era clara pero la presencia de Tyler lo invadía todo, la invadía a ella y algo cálido y denso se instaló en su vientre bajo.
Solo la estaba mirando, pero la forma que él tenía de verla hacía que toda su piel se erizara, como si de alguna forma se pusiera en alerta.
La mano sobre su cintura se mantuvo firme, pero sin hacer presión, y subió su mano libre hasta acariciar la mejilla de ella.
Tiffany estaba a punto de derretirse. Hacía frío, pero un calor la invadió de repente.
—Es tú turno —susurró, dejándola aún más confundida y descolocada.
—¿Q-qué? —le costó encontrar las palabras en su mente.
—Ya hablé mucho, ahora cuéntame sobre ti. Dijimos que íbamos a conocernos, ¿no? Soy un extraño y esta es nuestra primera cita —susurró.
Agua.
Tiffany necesitaba que le echaran encima un balde de agua helada porque su cuerpo parecía incendiarse.
—¿Qué quieres saber? —dijo en un murmullo, con la voz afectada por toda la situación.
—¿Cómo se hicieron amigas tú y Kelly después de todo?
Tragó saliva.
Era la conversación más ordinaria y menos erótica que había tenido alguna vez, pero la cercanía de él, sus ojos brillantes sobre su piel, sus dedos acariciando su mejilla y la mano sobre su cintura ejerciendo un poco de presión, hacían que todo se sintiera íntimo.
Estaban en medio de la acera, iluminados por el escaparate con decoración navideña. Las pequeñas luces cálidas formaban figuras en el rostro de Tyler y se detuvo a contemplarlas antes de hablar.
—En la universidad —se aclaró la garganta—, debíamos hacer juntas un taller para sumar puntos y ya sabes, ella es un genio así que era la mejor de la clase. Quise acercarme porque estaba sola y pensé... Pensé que sería buena idea —dejó escapar una suave risa y la sonrisa de Tyler se acentúo—. Por supuesto que no lo fue, Kelly me quería a metros de distancia.
—¿Y qué cambió?
—No lo sé —admitió aun con una sonrisa al recordar esos momentos—. Era pésima en el taller, nunca se me dieron bien los números, supongo que se apiado de mí —murmuró—. Lo más probable es que le haya dado lastima. Pero lo que sea fue suficiente para que olvidara su odio hacia mí y se acercara.
—Me alegra mucho —lo miró sorprendida—. Kelly sufrió mucho de adolescente y que pueda tener a alguien como tú en su vida es grandioso.
Un ejército de mariposas estaba librando una batalla en su interior y Tiffany ni siquiera intentó controlarlas.
Bésame, pensó. Bésame, bésame, bésame.
—Tyler...
—Ten otra cita conmigo —murmuró sin poder contenerse.
Había olvidado su plan de no asustarla, lo había dejado en un rincón oscuro de su mente y se había apoderado de él su lado impulsivo y pasional, ese lado que siempre despertaba cuando la tenía cerca. Y Tyler solo podía pensar en besarla, en empotrarla contra el escaparate de esa tienda y hundirse en su boca, sin importarle que estuvieran en un lugar público.
Pero se contuvo. Algo de autocontrol aún le quedaba, al parecer.
Y se había prometido hacer las cosas bien.
—Lo siento —Tiffany lo miró totalmente confundida, sin esperar aquellas palabras, ¿cómo había pasado de pedirle una cita a disculparse? ¿y por qué razón se disculpaba? —. Quiero que me des otra cita, quiero tener miles de citas contigo, pero debemos iniciar esto bien, te lo debo —murmuró separándose un poco de ella y Tiffany sintió el vacío como si la hubiera dejado sola, pero solo se había alejado unos centímetros—. Lamento lo que ocurrió hace años, lo que te hice...
—Tyler, no es necesario.
—Sí, sí lo es —la interrumpió con suavidad—. No me disculpé en ese entonces, no pude hacerlo y si quiero que esto funcione debe empezar así —de nuevo, acercó sus dedos para acariciar su mejilla con suavidad—. De seguro es tarde, pero necesito disculparme de la forma en la que no pude hacerlo hace años, tal como te lo merecías entonces. —De repente sintió la garganta seca y él dio un paso hacia ella, acercándose otra vez, sus ojos volvieron a encontrarse y Tiffany quiso permanecer en la seguridad de sus pupilas azules—. Las palabras no valen nada, por eso quiero demostrarte que puedes confiar en mí.
Ella no sabía qué decir, el corazón parecía galopar con fuerza en su pecho y su mente era ahora un torbellino de pensamientos. Ya tenía en claro la respuesta que iba a darle, pero con sus palabras parecía que otro de los muros que Tiffany había construido alrededor de su corazón se derrumbaba lentamente.
—Siento tanto haberte hecho lo que hice, haberte traicionado así y mentido de la forma en que lo hice. Sea que quieras que esté en tu vida o no, quería que supieras que de verdad lo siento. No pasa un día que no lo sienta y no me arrepienta de ello, es tarde para arrepentirme, pero... Necesito que sepas que lo siento.
Sus palabras cayeron como una roca en su pecho, que lejos de sentirse pesado ahora parecía más liviano. Como cuando lanzas una al agua y esta se desliza al interior con suavidad.
Tiffany se acercó hasta que las respiraciones de ambos se unieron debido al poco espacio que los separaba, subió la mano hasta rozar con suavidad la mejilla de Tyler. La yema de sus dedos hizo contacto con la piel de él que en respuesta dejó caer su cabeza hasta que toda la mano de ella la sostuvo.
Se sonrieron.
Dos almas solitariasvolviéndose a encontrar en la inmensidad del universo, como si estuvierandestinadas a encontrarse. Otra vez.
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