Capítulo 14 | La entrevista
"𝑫𝒆𝒂𝒓 𝒓𝒆𝒂𝒅𝒆𝒓, 𝒘𝒉𝒆𝒏 𝒚𝒐𝒖 𝒂𝒊𝒎 𝒂𝒕 𝒕𝒉𝒆 𝒅𝒆𝒗𝒊𝒍
𝒎𝒂𝒌𝒆 𝒔𝒖𝒓𝒆 𝒚𝒐𝒖 𝒅𝒐𝒏'𝒕 𝒎𝒊𝒔𝒔"
𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭
Tiffany tenía seis años y estaba en el vestidor de su madre cuando vio la revista por primera vez, Olivia estaba probando los nuevos zapatos que Jacob le había obsequiado por su cumpleaños y a la niña le agradaba meterse en el vestidor con ella para robar sus vestidos y jugar.
Aún hoy, después de todo lo que ocurrió, conserva buenos recuerdos de cuando era niña, quizás todo había empezado a torcerse cuando ella cumplió catorce y ya no le apetecía dejarse manipular por su madre, pero no era lo suficientemente valiente para rebelarse así que le seguía el juego, pero su relación siempre fue algo tensa desde ese momento.
Pero cuando era una niña recordaba llevarse muy bien con su madre o, al menos, había momentos en que no era mala con ella y la regañaba por todo. Esa mañana, mientras Olivia observaba el reflejo que le devolvía el espejo, Tiffany bailaba sobre tacones que le quedaban el doble de grandes, pero la hacían sentir adulta, mientras giraba visualizó sobre una pequeña mesa ratona una revista, lo que más llamó su atención eran los colores: llamativos, rosas, corales, celestes, la caligrafía brillaba y en grande decía PRISMA.
Era imposible que no se fijara en ella. Pero lo que más tarde habría de marcar las decisiones que Tiffany tomó en el futuro fue la frase que leyó en una de las esquinas inferiores de la tapa:
"Diseño cosas para ayudar a las personas a expresar su personalidad".
Tiffany no sabía quién era Vivienne Westwood, pero fue amor a primera vista, no solo con la revista, sino con todo el mundo de la moda en general.
Cuando le dijo a su madre ella se emocionó y alentó su gusto, resultaría extraño que más tarde cuando ella le dijo a qué quería dedicar su vida Olivia se lo reclamara. Recordaba que incluso le dijo que mejor si se dedicaba al modelaje porque no podía concebir a una Hamilton trabajando como empleada de una revista en lugar de dirigir un bufete de abogados, pero quizás el modelaje la cansaría y cambiaría de opinión. Sus intentos no funcionaron. A Tiffany no le interesaba eso, a ella le gustaba el discurso detrás de la moda, lo que hay para decir de la ropa, por eso quería ser columnista.
Prisma la había fascinado desde el momento en que pisó sus oficinas, cuatro años atrás cuando realizó sus prácticas en la universidad y consiguió un puesto de pasantía por tres semanas, desde que obtuvo su diploma intentó con ahínco conseguir un puesto fijo, pero casi nunca abrían las vacantes. Hasta ahora.
Se encontraba en la segunda entrevista y todavía creía que estaba dentro de un sueño, recordaba lo bien que había salido la primera reunión, pero aun así no se creía del todo que esto estuviera pasando. La última media hora salió excelente, la mujer de Recursos Humanos le hacía preguntas que Tiffany respondía con facilidad, sorprendentemente estaba tranquila, en realidad eso aparentaba, aunque por dentro estaba hecha un manojo de nervios y sentía como le sudaban las manos.
Todo estaba yendo bien, pero ella no podía evitar sentirse insegura y que la entrevista terminaría con un "Gracias, pero no gracias, Tiffany", y se diera cuenta que todo había sido una pérdida de tiempo.
Que, tal como su madre le había dicho nueve años atrás, jamás podría lograr algo ella sola.
—Bien, Tiffany —Lily, la mujer de Recursos Humanos que la entrevistaba hojeo nuevamente su Currículo antes de posar sus ojos cálidos sobre ella—. Creo que sé suficiente sobre ti, tu formación académica y experiencia como para tomar la decisión. Pero necesito escuchar tus opiniones —tragó saliva con el pánico haciendo ebullición dentro de ella—, el puesto para que aplicas es de columnista, y si bien, Prisma tiene una ideología detrás como medio de comunicación, buscamos profesionales que les guste opinar sin miedo. Así que te escucho, quiero saber porque es importante la moda para ti.
Tiffany pensó en su mejor amiga y recordó lo que solía decir en momentos como este: antes de dar una respuesta, aunque tengamos en claro qué decir, nos tomemos unos segundos para respirar. No pensar, respirar.
Porque la situación puede ser abrumadora, aunque sepamos que decir de forma automática, y que muchas veces, con una suave respiración de cinco segundos todo parece más claro. Todo parece más sencillo.
Inhaló y contuvo el aire por unos segundos en los pulmones antes de dejarlo salir con suavidad.
—Cuando se habla de moda, muchas veces se suele pensar en la ropa. En una falda, en un saco, en una camisa, pocas veces se toman en cuenta los accesorios o aquellas pequeñas cosas que también marcan el estilo de cada persona —dijo despacio—. Es muy normal que, al hablar de moda, de la importancia de esta, las personas lo vean como algo frívolo y superficial. Algo que sólo tiene valor de consumo.
Lily sonrió.
—¿Y no lo es?
—Claro que no, hay un discurso detrás de la moda. Detrás de cada prenda que elegimos usar, a veces nos gusta creer que la elección es inconsciente, pero pienso que no, es otra forma de expresarse y al elegir usar una falda en lugar de otra, validamos el discurso social que la prenda trae consigo —Tiffany sintió que podía hablar con más tranquilidad y se relajó—. Podemos pensar fácilmente en el uso del brasier, o en el corsé que empezó a usarse en el siglo XVI, ambas prendas guardan detrás un discurso claramente social con un sesgo opresor.
—Pero, entonces ¿por qué vuelve a resurgir el uso del corsé después de tanto tiempo? Digo, si entonces es algo opresor.
—Porque ahora es diferente, ahora es un discurso apropiado y repensado desde nosotras mismas. Es hoy cuando podemos elegir no usarlo, y en el caso de usarlo, también tenemos la posibilidad de elegir el cómo —suspiré tranquila—. La moda no es solo usar una falda en lugar de otra, la moda es el discurso que elegimos usar para expresarnos a nosotros mismos.
Lily la escuchó atenta y Tiffany podía ver, por como asentía a cada cosa que decía cómo procesaba sus palabras. Asintió aún más convencida cuando terminó de escucharme, intentó no emocionarse al ver la expresión de ella, pero no lo logró, estaba esperanzada y escuchaba la vocecita de Kelly en su mente que se repetía "vas a lograrlo" y no necesitó mucho más para convencerse de que así sería.
—Creo que ya tienes lista tu primera publicación, ¿no crees?
Todo el aire en sus pulmones se desvaneció de repente.
—¿Qué?
La pelinegra le regaló una sonrisa dejando al descubierto su perfecta dentadura blanca y se incorporó frente a una Tiffany sorprendida y confundida, extendió su mano hacia ella con decisión.
—Me alegra darte la bienvenida a Prisma.
Le habría gustado reaccionar mejor pero su mente se encontraba en blanco, como si de repente se hubiera olvidado las palabras y no tuviera ni idea de para que servían sus manos.
Cuando la vio ladear la cabeza hacia un costado con un deje de diversión, Tiffany reaccionó.
—No imaginas lo mucho que significa esto para mí —le dio un ligero apretón que se transformó en un movimiento de arriba hacia abajo demasiado intenso—. Lo siento, lo siento.
Contrario a verla mal, Lily seguía sonriendo tranquila.
Pero Tiffany no podía dejar de moverse de la emoción, de hecho, todo su cuerpo temblaba como una hoja.
—Bien, Tiffany. Te enseñaré tu oficina, el equipo con quien trabajarás y luego veremos lo del contrato, ¿te parece? —asintió efusivamente mientras la seguía hacia el pasillo—. Oh, por cierto, ¿te queda cómodo empezar el lunes?
—Claro que sí —respondió sin pensar.
La emoción que la embargaba era demasiado intensa que la hizo olvidarse de todo lo demás, como, por ejemplo, que tenía otro trabajo al que se había reportado enferma para poder asistir a esta entrevista y al que de la nada debería presentar una carta de renuncia sin un preaviso.
Ya habría tiempo para ello, se dijo mientras escuchaba como Lily hablaba sin parar del contrato, los horarios, la forma de trabajo, el manual que debía leer, sus futuros compañeros, el reglamento del lugar, etc. Su cabeza era un torbellino de datos nuevos que le costó procesar, pero estaba tan emocionada que no le importó saber que debía leer un manual de doscientas páginas sobre las reglas legales de Prisma.
Se sentía lista para un trabajo que deseaba desde hacía años.
Una hora más tarde, Tiffany abandonaba el edificio de la revista, el cual sería su nuevo trabajo, con una sonrisa enorme pegada en su rostro. Luego de conocer a sus futuros compañeros y una rápida presentación, habló un poco del contrato y ahora salía del lugar con documentos que leer y firmar, lo que la tendría muy ocupada el fin de semana.
Pero ahora en lo único que podía pensar era en llamar a su mejor amiga.
—¡Adivina quién es la nueva columnista de Prisma!
El grito de Kelly la dejó sin tímpano.
—¡Te lo dije! ¿Cierto que lo hice? ¡Claro que te contrarían! —su emoción la hizo reír— ¿Te das cuenta que todo este tiempo tuve razón? Ahora no descansaré hasta ver que lo admitas.
Puso los ojos en blanco como si ella pudiera verla mientras avanzaba por las calles transitadas de la Quinta Avenida.
—Estoy demasiado emocionada para discutir algo, la verdad —admitió—. Así que te daré la razón solo por esta vez.
—¡Siiiiii! —chilló emocionada.
—¡Solo esta vez!
—Es suficiente —suspiró—. Entonces, ahora ¿qué harás?
Ansiaba festejar, celebrar y tomarse unos días de descanso bien merecido, pero era jueves y empezaba el lunes, por lo que solo tenía un día para dejar todo listo en su antiguo trabajo.
Con mucho pesar tuvo que declinar la oferta de su mejor amiga de emborracharse con champaña.
—¿Sabes? Deberíamos celebrar el fin de semana, ahora debería ir a casa, escribir una carta de renuncia, arreglar todo...
—¡Ahora deberías estar celebrando!
—Lo sé, Kelly. Pero tengo muchas cosas que resolver.
—Está bien, estoy de acuerdo —dijo finalmente—. Pero hazlo con una copa de vino, al menos.
Finalizó la llamada tras asegurarle que se compraría una botella costosa de vino para beber sola mientras escribía la carta de renuncia y que la llamaría más tarde para festejar a la distancia.
Aunque intentaba restarle importancia, lo cierto era que se encontraba emocionada, porque finalmente, luego de años de trabajo, esfuerzo y dolor, porque había dolido, podía estar feliz ya que todo había dado sus frutos. Al menos, la vida parecía sonreírle, o por lo menos darle un respiro.
Había conseguido el trabajo con el que había soñado por años, pese a creer que jamás lo lograría. Tuvo el impulso de llamar a sus padres, pero lo descartó de inmediato, ellos habían puesto distancia y no se merecían compartir su felicidad.
Sonreía con alegría mientras presionaba el móvil en su pecho y daba pequeños saltitos en la acera, sin importarle quien estuviera viendo. Por primera vez en mucho tiempo su vida parecía estar saliendo bien y no pensaba reprimirse, aunque para el resto de personas pareciera una idiota.
—¿Por qué haces eso? —frenó en seco— ¿Tienes alguna especie de enfermedad que te hace bailar como desquiciada?
—¡Tyler!
La miró como un idiota embobado y dijo lo primero que se le vino a la mente para llamar su atención.
No sabía cómo iba a reaccionar y dudó mucho para acercarse, pero al verla tan feliz él no lo pudo evitar, necesitaba formar parte de su felicidad, saber lo que le ocurría, aunque no tuviera derecho. Después de cómo se fue hace un par de noches y la dejó sola, esperaba que no estuviera molesta. Lo deseaba. Necesitaba que no lo estuviera y que lo dejase acercarse nuevamente.
Y cuando Tiffany le sonrió tanto que sus ojos se achicaron, el corazón le latió en el pecho con demasiada fuerza.
—¿Estás bien?
—¡Muy bien! Puedes decir lo que quieras, estoy demasiado feliz como para molestarme.
Su sonrisa fue contagiosa y Tyler se sorprendió sonriendo también. La siguió mientras ella reanudaba su camino y no sintió necesidad de preguntarle a donde se dirigía, estaba seguro de que la seguiría a cualquier lugar.
—¿Tiffany Hamilton no discutirá? Ver para creer —murmuró sin apartar los ojos de su perfil—. ¿Y qué te trae tan feliz?
—Tuve una entrevista de trabajo y salió demasiado bien.
—¿Qué tan bien?
—Digamos que empiezo el lunes a trabajar en Prisma —se detuvo de golpe cuando Tyler se posicionó frente a ella y lo miró confundida—. ¿Qué haces?
—¿Prisma la revista de moda? ¿Esa revista?
—No hay dos con el mismo nombre Tyler —ladeó la cabeza y lo miró con curiosidad— ¿Cómo sabes de ella?
—Coleccionabas todos los números en el instituto.
Algo revoloteo en el pecho de Tiffany.
Parpadeó sorprendida.
—¿Lo recuerdas?
—Claro que sí —su sonrisa dejó al descubierto sus hoyuelos y se perdió en ellos por unos segundos sin poder evitarlo—. Es increíble Tiff, te felicito.
Lo recuerda, pensó.
—Lo dices de verdad —murmuró.
—Por supuesto —acercó su mano hasta rozar su mejilla con suavidad, un simpe toque hizo que su corazón se saltara un par de latidos—. Sé lo importante que es para ti y nadie más que tú se lo merece.
Contuvo el aliento por unos segundos.
¿Por qué tenía que provocar pequeños infartos a mi frágil corazón?, pensó.
—¿No estas molesto? —una arruga se formó en la frente de Tyler—. Por lo que pasó el domingo —murmuró.
La sonrisa que le regaló la tranquilizo de forma inmediata.
—Por supuesto que no, Tiffany —respondió tranquilo mientras acercaba una mano a su rostro para tomar un mechón de su cabello y dejarlo tras su oreja, provocando que todo su cuerpo se estremeciera ante el leve contacto—. ¿Tú estás molesta?
—En absoluto —trató de hablar sin que su voz sonara afectada pero no lo consiguió.
Malditas y estúpidas mariposas, siempre tan inoportunas, pensó.
Tyler no podía dejar de tocarla, aunque solo sea un simple roce de no más de dos segundos, no podía evitarlo, incluso quería tocarla más pero no quería asustarla, y luego del domingo se prometió hacer las cosas bien, no presionarla. Tenía que seguir así.
—Entonces... —dijo mientras daba otro paso hacia ella—. Si nadie está molesto, ¿puedo invitarte a cenar?
El mundo se detuvo.
Después de lo que había pasado... ¿él quería invitarla a cenar?
Las mariposas volaron con más fuerza y su corazón comenzó a latir a la par.
No dijo que fuera una cita, pero en el estómago de Tiffany se abrió un frasco repleto de mariposas y sentía que podía vomitarlas en cualquier momento.
—Tyler...
—Solo una cena —alzó ambas manos en señal de inocencia—. Prometo que me portaré bien.
Dioses, ahora quiero que se porte muy mal, pensó.
Parpadeó con rapidez en un intento de apartar esas ideas.
—De acuerdo...
Tyler sonrió con satisfacción incluso antes de que ella terminara de hablar, comenzó a caminar de espaldas sin quitarle los ojos de encima y, con una sonrisa radiante, parecía brillar con el sol.
—Paso por ti a las ocho, caprichosa.
Se mordió el labio inferior para impedir la sonrisa enorme que amenazaba con reclamar su lugar.
Pero no pudo reprimir las mariposas.
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