Capítulo 11 | Encaje rojo y mucho alcohol
"𝑶𝒏𝒍𝒚 𝒃𝒐𝒖𝒈𝒉𝒕 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒅𝒓𝒆𝒔𝒔 𝒔𝒐 𝒚𝒐𝒖 𝒄𝒐𝒖𝒍𝒅 𝒕𝒂𝒌𝒆 𝒊𝒕 𝒐𝒇𝒇"
𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭
Tiffany apartó los ojos de los de Zac e inclinó un poco su cuerpo para encontrarse con el semblante serio de Tyler, que tenía los ojos clavados en la nuca del pelirrojo. Quien, por supuesto, sonreía victorioso mientras cuadraba la espalda antes de girarse.
No se dio cuenta que había estado reteniendo el aire en sus pulmones hasta que exhaló con fuerza.
Algo en su interior comenzó a agitarse al ver a Tyler de esa forma tan seria.
—¡Tyler! Que sorpresa verte, ha pasado mucho tiempo ¿cierto?
—Sí.
Fue lo único que salió de sus labios y Tiffany empezó a temblar, pero no era pánico lo que sentía sino algo mucho más intenso. Cuando los ojos azules de Tyler se posicionaron sobre los de ella se le cortó la respiración, pareció olvidarse como se respiraba y en lo único que podía pensar era que él estaba ahí.
Sus músculos se relajaron de repente.
—¿Y qué haces aquí? —preguntó Zac con la diversión impregnando su voz.
—Vine por Tiffany —dijo antes de volver la vista hacia el pelirrojo solo un segundo—. Ahora, si nos permites, ella se va conmigo.
—No es necesario, yo puedo llevarla a su casa.
Un músculo en la mandíbula del rubio se tensó y Tiffany sintió que el ambiente la asfixiaba, como si de repente no se encontraran al aire libre sino entre cuatro paredes y no llegaba a comprender del todo lo que ocurría, ni porque se hablaban de aquella forma.
En un intento de contactar sus neuronas algo adormecidas por el alcohol habló:
—Yoooo, puedo llamar a un Uber ¿saben?
—No —dijeron ambos.
Bueno, quizás el Uber no era tan buena idea, pensó.
La idea de subir al coche de Zac no la atrajo tanto como al principio y con Tyler frente a ella sentía la urgencia de lanzarse a sus brazos y resguardarse en lo que de pronto parecía algo seguro.
Un nudo se formó en su garganta al pensar de esa forma. Y fue exactamente lo que hizo.
Se abalanzó sobre Tyler y tomó su mano mientras tiraba de él para alejarse en dirección a su coche. El rubio la miraba con una mezcla de fascinación y sorpresa. Y pensó que con Tiffany siempre se había sentido así: fascinado y sorprendido en partes iguales.
—Ahora que lo pienso —comenzó a decir de forma atropellada—. Tu apartamento y el mío están cerca, ¿verdad?
Tyler sonríe.
—Claro que sí.
—Perfecto —murmuró y se giró hacia Zac—. Gracias por ofrecerte, pero Tyler puede llevarme, ¡adiós!
Se alejaron de prisa hasta llegar al coche, de un salto subió al asiento del copiloto en cuanto las puertas se abrieron y hundió la espalda en el respaldar de cuero negro mientras intentaba regular su respiración. Tyler la observaba divertido.
Tiffany seguía ebria, o eso pensó mientras recordaba cómo todo el ambiente se había tornado denso, pesado y asfixiante.
—¿¡De donde carajos saliste!? —el rubio la observó sin comprender— ¿Cómo es que siempre te apareces dónde estoy? ¿Acaso me acosas o qué?
—¿No es mejor agradecerme en lugar de hablarme así?
Su paciencia se rompió como un cristal frágil, le regaló una mirada enojada y se cruzó de brazos.
—¿Agradecerte por qué? —negó con un movimiento de cabeza—. No, no intentes cambiar de tema ¿qué haces aquí?
El rubio la ignoró mientras observaba el camino frente a ellos.
—¡Tyler!
—Kelly publicó una fotografía en Instagram —dijo entre dientes.
Buscó su móvil y tras confirmar lo que decía volvió a verlo con los ojos entrecerrados y una sonrisa de diversión.
—Entonces... ¿apareciste aquí por celos?
La observó de reojo y murmuró algo por lo bajo que ella no llegó a escuchar, Tiffany se acercó un poco decidida a provocarlo y le dio un pequeño empujón en su hombro.
—Tyler —otro empujón—. Tyler, Tyler, Tyleeeeeer.
—¿¡Qué!?
El coche se detuvo y la observó con intensidad.
—¿Estás celoso? —le sonrío de forma inocente y provocadora—. Este es un lugar seguro, puedes sincerarte conmigo.
Vio como apretaba el volante con sus manos y supo que lo estaba llevando al límite de su paciencia, pero la idea de llevarlo al límite la atrajo de tal forma que se sorprendió.
—Estás ebria —dijo cortante.
—Sí, pero... —murmuró mientras se acercaba un poco más—. Una cosa no quita la otra.
—No iba a dejar que te fueras con Zac.
—¿Por celos?
—Porque estás tan ebria que no puedes hablar y el no planeaba traerte aquí.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque estaba a punto de besarte.
—¿Y qué te hace pensar que no quería besarlo?
No sabía por qué le había dicho eso, pero no pudo controlar su boca, las palabras simplemente brotaron como un girasol en primavera.
Tyler le sostuvo la mirada por unos segundos antes de romper a reír y Tiffany lo observó como si de repente hubiera perdido la cabeza, se quedó en silencio viendo como él seguía riéndose mientras salía del coche, y en menos de un minuto se encontraba frente a ella sosteniendo la puerta para dejarla salir.
Extendió una mano en su dirección cuando Tiffany abandonó el coche.
—Dame las llaves.
—¿Disculpa? Puedo entrar a mi apartamento sin ayuda —la voz seria y cortante de ella lo alertó, dándole a entender que no le causa gracia su risa de hacía unos segundos. Lo cierto era que Tiffany no comprendía que había sido tan gracioso, pero por un momento sintió que se reía de ella.
—Lo dudo —murmuró inclinándose hacia ella—. Anda caprichosa, no lo hagas tan difícil.
Ese estúpido apodo, pensó.
Hizo lo que le dijo a regañadientes y en silencio entraron al edificio, cuando llegaron a su piso Tiffany seguía dándole vueltas a la reacción de Tyler sintiéndose como una tonta y antes de poder reaccionar él estaba dentro de su apartamento con ella.
Lo enfrentó.
—¿Crees que no quería besarlo?
—No es algo que crea, Tiffany —dijo en voz baja—. Estoy muy seguro de ello.
Pasó por su lado en dirección a la cocina y ella lo siguió con la mirada aún más confundida.
—¿Y cómo estas tan seguro de ello? —se acercó y él apoyó la cintura en la encimera de mármol sin quitarle los ojos de encima.
Estaban a un par de centímetros, bastante cerca pero no lo suficiente para que sea alarmante. Pero si Tiffany acercaba su mano al pecho de él podía tocarlo, Tyler necesitó de todo su control para no atraerla cerca suyo y arrinconarla contra la encimera.
—Tiffany cualquier al verte se daría cuenta que no querías que te bese.
No pudo no poner los ojos en blanco.
—Claro, y tú me conoces tanto...
El control de él se hizo añicos.
De repente el cuerpo de ella quedó contra la encimera y Tyler la rodeaba con ambas manos sobre el frío mármol, y estaba levemente inclinado hacia su rostro. No supo en qué momento terminaron en esa posición, pero lo cierto era que no le desagradaba, aunque se repitiera en su mente que no debía jugar al gato y al ratón con el ex novio que le rompió el corazón.
Su sentido común se encontraba algo... nublado.
—Te conozco. Conozco cada una de tus reacciones ante la mínima cosa y se cómo te ves cuando quieres que te besen —murmuró con voz baja y autoritaria.
—¿Ah sí? —lo desafió.
Odió lo afectada que su voz salió, pero disimularlo era inútil; el alcohol y la cercanía de Tyler, junto a la forma en que la miraba y la intensidad con la que hablaba, todo eso formaba un coctel que parecía caer sobre su vientre bajo como lava hirviendo. El corazón le latió deprisa y los ojos de Tyler se encendieron al ver su pecho subir y bajar con rapidez.
—Sí, ¿sabes por qué? —se acercó un poco más, ella retrocedió por instinto, pero no había más lugar a donde ir, pudo sentir el frío mármol traspasando la tela de su vestido—. Porque te he besado, en una fiesta, en el instituto, en mi cama, en tu cama, con ropa o sin ella —Tiffany estaba a punto de explotar—. Así que sí, sé exactamente cómo te ves cuando quieres ser besada.
Tyler estaba cerca. Muy cerca. Tan cerca, pensó Tiffany, que el olor de su colonia varonil se colaba por sus fosas nasales y le nublaba el juicio.
Y no podía pensar. O sí podía, pero solo pensaba en él besándola. En su cama, en la cama de él, con ropa o sin ropa...
Y el ambiente estaba tan tenso que se podía cortar con un bisturí.
Y Tiffany jamás tuvo sentido común así que no se sorprendió cuando se escuchó decir:
—¿Y ahora como me veo?
Su voz salió tan baja, como un murmullo jadeante y ansioso, pero con vergüenza, como si de verdad le avergonzara admitir que no podía evitar pensar en él besándola.
Tyler la observaba con el azul de sus ojos encendidos, con la mandíbula tensa y los músculos de sus brazos igual de tensos bajo su camisa, como si estuviera conteniéndose de tocarla. Negó con un movimiento lento de cabeza sin apartar los ojos de ella.
—No juegues conmigo, Tiffany.
Lo único que quería Tiffany era arrancarle la camisa con los dientes.
—Es cierto —dijo en un susurro acercándose un poco, y Tyler se incorporó alejándose unos centímetros, como si ahora ella fuera el gato que perseguía al ratón—. Me conoces tan bien como te conozco yo a ti, así que ¿quieres saber lo que creo? —Un poco más cerca y sus pechos se rozaban, los ojos de Tyler se perdieron en su escote por un segundo, antes de regresar a sus ojos. Fuego, había fuego en su mirada y a ella no le pasó desapercibido—. Estabas tan celoso que necesitaste impedir ese beso. Porque querías estar en el lugar de él, ¿verdad?
—Tiffany...
—Te mueres por besarme, ¿cierto?
Notó como apretaba la mandíbula y tragaba saliva, y eso le dio la confianza suficiente para seguir provocándolo.
Si él puede provocar pequeños infartos en mi pobre corazón cada vez que estamos cerca yo también podría hacerlo, pensó.
Acercó su mano a su pecho, empujándolo solo un poco y se acercó hasta que estaba demasiado cerca, muy cerca, de nuevo pudo sentir su aroma y el perfume de ambos pareció mezclarse. Algo denso y caliente se instaló entre ellos, el pecho de Tyler vibraba con cada latido que se aceleraba más y más, notó su piel caliente bajo la fina tela de su camiseta y de nuevo solo pensó en quitársela.
Gracias a que aun llevaba tacones la distancia entre la altura de ambos no era demasiada, así que si se acercaba un poco más podía rozar sus labios.
—Tiffany —advirtió él—. Estás ebria.
—No es lo que pregunté —murmuró mientras su mano descendía desde su pecho hacia la cinturilla de sus vaqueros, por supuesto que Tiffany no pensaba con claridad, pero no le importaba.
No pudo evitar sonreír cuando noto lo tenso y duro que estaba, un calor diferente la invadió, sonrojándola desde la punta de los pies hasta sus orejas y sentía como ardía.
Pero no era vergüenza porque con Tyler se sentía segura y cómoda, era reconfortante saber que, de pasar algo, se trataba de su antiguo novio y la conocía desde que era una niña.
Quizás por eso actúo de la forma en que lo hizo, aunque intentara convencerse de que era el alcohol aún en su sistema el responsable de que tomara las tiras de su vestido haciéndolas a un lado quedando solo en ropa interior.
Tenía que ser el alcohol, por supuesto.
—Tiffany, por favor —dijo su nombre como una súplica, sin aliento, jadeante.
Para ese momento de la noche Tyler no tenía ni un poco de autocontrol y aun así se estaba esforzando por no tomarla con fuerza y hacerla suya contra la nevera, sobre la mesa, el sofá, las paredes, cualquier cosa que funcionara bien.
Intentó no desviar la vista hacia su ropa interior pero la piel blanca y suave de Tiffany lo atraía más que cualquier cosa, sólo un segundo dejó que sus ojos la recorrieran y tensó más la mandíbula al verla así.
Se puso duro como una roca de forma instantánea.
Casi una década. Habían pasado nueve años, tres mil doscientos ochenta y cinco días desde la última vez que la vio, que la tocó, que la besó. Y no había dejado de pensar en ella nunca y ahora la veía así y todo lo que pasaba por su mente no eran cosas buenas precisamente.
—Recuerdo que te fascinaba el encaje rojo, ¿aún te gusta?
El azul de los ojos de Tyler se encendió al verla, levemente oscurecidos y sin apartar la vista, contrario a lo que Tiffany creyó al desnudarse frente a él, porque por un momento el pánico la invadió de pies a cabeza cuando él no se movía, no reaccionaba ni decía nada. Para ese momento comenzaba a arrepentirse y todo el coraje que parecía tener comenzó a desvanecerse.
¿Cómo podía pensar que a Tyler aún le gustaba? ¿Por qué tuvimos una cita? Soy una idiota, pensó.
Pero antes de poder dar un paso atrás la mano de Tyler sobre su cintura se lo impidió, hundió su otra mano en la melena rubia de ella y la atrajo con fuerza hacia cuerpo. A Tiffany no le quedó ninguna duda de lo que provocaba en él cuando sintió su entrepierna dura contra el cuerpo de ella y ahogó un jadeo por el repentino movimiento y la sensación.
—Tyler —jadeo.
—¿Sabes que recuerdo yo? —murmuró sobre su oído y a Tiffany se le nublaron todos los sentidos—. Lo mucho que te gustaba provocarme —una de sus manos bajó por su cadera, delineando todo su cuerpo hasta llegar al muslo, la otra sostenía su espalda y en un rápido movimiento Tyler la alzó de tal forma que sus pies se separaron del suelo y envolvieron su cintura dándole un total acceso a su entrepierna, presionó contra ella mientras la dejaba sobre la encimera—. Sigues siendo igual, eres la misma Tiffany caprichosa que le fascina provocar a su antojo.
El mármol frío le acarició la piel desnuda como una suave caricia y un escalofrío se extendió por su cuerpo, la respiración de Tyler se agitó y cuando presionó un poco más su pelvis Tiffany lanzó la cabeza hacia atrás perdiéndose en el placer.
Le resultaba increíble que después de tanto tiempo, su cuerpo reaccionaba ante su cercanía como si recordara a la perfección todo lo que habían hecho juntos.
Todo lo que pudo haber sentido cuando Zac estaba a punto de besarla fue aplastado por el torbellino de emociones que Tyler la hacía sentir con un solo roce.
Cuando regresó a verlo, él tenía los ojos vidriosos, el azul pasó de oscuro a más claro como el agua cristalina de la playa, los labios entreabiertos y la respiración agitada, no le hizo falta verse en un espejo, de seguro estaba igual que él. Todo eso la confundió aún más, porque pese a como reaccionaba su cuerpo algo en su mente le recordaba que debía odiarlo, que todavía seguía enojada con él y que por favor recobrara la compostura, pero otra parte le gritaba que hiciera lo que en verdad quería.
Pero ¿qué es lo que quiero?, pensó.
—Te equivocas —murmuró Tyler mientras apoyaba su frente sobre la de ella y cerraba los ojos—. Si piensas que solo quiero besarte, estas muy equivocada. Porque de ti quiero más, contigo lo quiero todo.
De repente sintió la ausencia del cuerpo de Tyler, se alejó solo un poco para deshacerse de los botones de su camisa, sus ojos bajaron por su cuerpo perdiéndose en el abdomen perfecto que tenía.
Volvió a acercarse, pero contrario a lo que Tiffany pensó que sucedería, envolvió su cuerpo con la camisa y abrochó los botones con delicadeza, cuando terminó depositó un suave beso en su frente. Ella lo miró sin comprender.
—Aunque me muera por ti —murmuró—. Estás ebria y debes descansar.
Cuando sus pies tocaron nuevamente el suelo se encontraba hecha un manojo de nervios y emociones, estaba ansiosa, nerviosa y un poco excitada, pero sobre todo confundida por cómo se habían desarrollado los hechos.
Cuando llegó a su habitación recargó la espalda sobre la puerta intentando regular su respiración.
Como si su propia piel lo reconociera, no hizo falta que Tyler la besara para volver a sentir emociones que ella creía haber enterrado bajo tierra hacía muchos años atrás y que no habían vuelto a salir a la superficie por las citas o encuentros casuales que solía tener.
Se separó de la puerta mientras miraba su camisa y aspiró el aroma de su perfume, la fragancia mentolada y varonil que la envolvía le calentó las mejillas. Decidida buscó entre la ropa de su armario hasta dar con una vieja camiseta negra gastada que sabía que le iría bien, regresó a la cocina y lo encontró sentado en el pequeño sofá. Se sintió un poco mal al verlo allí, porque su cuerpo era tan grande que con suerte podía sentarse.
Le tendió la camiseta y él alzó una ceja entre sorprendido y divertido.
—No quiero que pesques un resfriado, no necesito cargo de conciencia —murmuró haciéndolo sonreír aún más.
—Dudo que pueda usar tu ropa.
Presionó los labios en una fina línea antes de susurrar.
—No es mía.
La tomó con desconfianza, pero al verla mejor dejó escapar una risa.
—No puedo creer que aún la conserves —Tiffany contempló como la misma camiseta de Jurassic Park, que le había robado cuando eran adolescentes y que a veces usaba para dormir, le quedaba igual de bien, aunque se ajustaba mucho más a sus brazos musculosos—. Gracias —murmuró él con una sonrisa.
Tiffany apartó la vista nerviosa mientras se aclaraba la garganta y sostenía el dobladillo de la camisa, como si pudiera cubrirse más con ella.
—Solo por educación —mintió—. Espero tengas muchas pesadillas.
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