Capítulo 10 | Noche de fiesta y reencuentros
"𝑹𝒆𝒅 𝒍𝒊𝒑𝒔 𝒂𝒏𝒅 𝒓𝒐𝒔𝒚 𝒄𝒉𝒆𝒆𝒌𝒔"
𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭
Cuando tenía diecisiete años, Tiffany era el alma de la fiesta.
Todos en Virginia conocían muy bien las fiestas que se organizaban en la mansión Hamilton del barrio privado más costoso de la ciudad. Tiffany no se perdía ningún detalle, sabía a qué personas invitar y a quienes no, sabía a qué DJ contratar y qué entretenimiento brindar. Y sabía que cualquier cosa que ocurriera un sábado a la noche en su casa daría que hablar el lunes a primera hora en el instituto y por ser una Hamilton, a Tiffany le fascinaba dar qué hablar.
Hasta la graduación, cuando todo en su vida perfecta se torció y no le vio el sentido a lo que hacía.
Cuando la aceptaron en Yale, aunque como toda Hamilton debía estudiar en Princeton, se dio cuenta que lo último que necesitaba en la universidad era asistir a una fiesta y fue consciente de lo tontas que eran las que ella misma organizaba. Pero no porque no fueran divertidas, sino por lo superficial que resultaban, porque, aunque la casa de sus padres se encontraba atestada de personas todos los sábados, cuando terminaban Tiffany se sentía sola.
El vacío que experimentaba al estar rodeada de personas no lo llenaba su grupo de amigas, solo su novio podía hacerla sentir mejor y eso tampoco duró mucho.
Decidió concentrarse en sus estudios, aunque jamás admitiera que parte de esa intención era para demostrarle a su madre que sí era capaz de salir adelante sin su ayuda.
Por eso, mientras atravesaba la puerta de entrada de aquella mansión, que sin duda le pareció más grande que la casa de sus padres, no pudo evitar sentirse completamente alejada de aquellos jóvenes que se divertían sin pudor y se comportaban como si estuvieran en una fraternidad, pese a que compartieran la misma edad que ella.
Cuando fueron engullidas por completo hacia el interior del lugar, Tiffany chocó de lleno con un cuerpo sudoroso y le entraron ganas de vomitar, y Kelly por su parte se alejó sin mirar atrás hacia un grupo de amigos, suponiendo que su amiga la seguiría, pero Tiffany no tenía intención alguna de hacerlo.
En su lugar, se dirigió a la cocina y respiró tranquila cuando estuvo a solas.
Dejó caer medio cuerpo sobre la encimera y llevó la cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos.
Le parecía muy lejana su antigua vida en Virginia, donde todos en el instituto sabían quién era, donde se daba por sentado su vida perfecta porque tenía padres con dinero y un novio que tenía ojos sólo para ella. Antes no le importaba que su casa se llenara de extraños que bebían, bailaban y gritaban como locos producto del alcohol. Personas que no tenía idea de quienes eran, que tampoco sabía quién era ella.
Ahora, estar en una fiesta de alguien a quien no conocía la ponía incómoda.
Cuando abrió los ojos se topó con los de su amiga que la veía con una ceja alzada y los brazos cruzados a la altura del pecho. Visualizó por el rabillo del ojo un vaso descartable limpio y una botella, rápidamente se hizo con ambos y le regaló una sonrisa a Kelly.
—Vine por esto —fingió inocencia.
—Tiffany Hamilton, ¿te estás escondiendo de una fiesta?
Puso los ojos en blanco mientras suspiraba, se giró para llenar el vaso de lo que sea que fuera el líquido transparente dentro de la botella sin etiquetas mientras suspiraba.
—Solo necesitaba un respiro...
—Acabamos de llegar —la interrumpió—. Sabes que no puedes permanecer toda la noche aquí ¿verdad?
—Y no lo haré, ni siquiera había considerado eso —mintió.
—No le mientas con ese descaro a tu mejor amiga —puso una mano en su pecho fingiendo dolor y Tiffany la dio un ligero empujón—. Mira, sé que puede ser abrumador y si estás incomoda podemos irnos...
—Estoy bien, de verdad —le regaló una sonrisa tranquilizadora—. Solo necesito alcohol, cuando tenga alcohol en mi sistema volveré a ser la Tiffany divertida.
Kelly la observaba con la cabeza inclinada hacia un costado y tenía esa mirada de amabilidad, comprensión y lástima que muchas veces llegaba a irritarla.
—No hagas eso.
—¿Qué cosa?
—Mirarme de esa forma —murmuró—. Como si te pareciera una tonta y me tuvieras lastima.
Su amiga abrió ampliamente los ojos.
—No, yo...
—Mira, sé que puedo resultarte una tonta porque antes amaba este tipo de fiestas, pero...
Dejó de hablar en cuanto las manos de su mejor amiga tocaron sus hombros.
—¿Recuerdas cómo eran mis sábados en el instituto? Leía libros o veía comedias románticas de los ochenta sola en mi habitación y me enteraba de lo que ocurría en tus fiestas los lunes por la mañana —Tiffany formó una mueca de tristeza al recordarlo—. Lo último que quería era ir a una fiesta donde estaban los idiotas que me acosaban, ¿pero en la universidad? Nadie me conocía. ¿Aquí? Nadie sabe quién soy.
—¿Eso lo hace mejor...?
—¿No lo entiendes? —Kelly sonrío—. Nadie sabe quién es Kelly Sharm, la ñoña de gafas grandes y frenos en los dientes. Nadie sabe quién es Tiffany Hamilton, la hija perfecta de los padres perfectos con su grupo de amigas perfectas. A nadie la importa, y eso es libertad para mí.
Tiffany sonríe. Su mejor amiga siempre la hacía sonreír y comprendió que tenía un punto: estaba en un momento de su vida en el que no debía cumplir con ninguna presión ni expectativa. Eso había quedado atrás, y era hora de que ella dejara ese pasado atrás.
—Si estás incómoda podemos irnos, ¿de acuerdo? Solo quería que te divirtieras porque parece que estás en modo automático desde la universidad.
A Tiffany le avergonzó que su mejor amiga tuviera razón y sin pensarlo con claridad siguió su impulso: llenó el vaso hasta el ras y bebió de un trago todo el contenido. Kelly seguía sus movimientos con atención y los ojos bien abiertos.
—Si te emborrachas, no pienso cargarte —advirtió.
Encogió los hombros mientras dejaba el vaso y en su lugar tomaba la botella, que ahora estaba a la mitad, restándole importancia a la expresión de su mejor amiga y cuadró los hombros con orgullo.
Aunque estaba segura de que lo perdería al terminar la noche.
—Puedo conseguir a alguien —le guiñó el ojo mientras la rodeaba con su brazo libre y se dirigían a la marea de personas que no dejaban de bailar.
Se mezclaron con la multitud, y en un esfuerzo por hacerse de un lugar en medio de la pista de baile improvisada que era la sala de la casa llegaron hasta lo que supusieron era el centro y dejándose llevar por la música que salía demasiado alta de los altavoces y retumbaba en las paredes, comenzaron a bailar.
Y por primera vez, en veintiséis años, Tiffany se divirtió de verdad en una fiesta y el vacío en su pecho pareció cerrarse de a poco, vio a su mejor amiga bailar de forma tonta y le sonrió, agradeciéndole en silencio por aquellas heridas que ella no había causado, pero las sanaba de todas formas.
El lugar estaba repleto, había personas bailando sin sentido producto de los tragos que bebían, en una esquina había un barril de cerveza donde se turnaban para beber de ella boca abajo, y el sofá con forma de "L" tenía más personas arriba de las que podría soportar. Una escalera que llevaba a lo que suponía eran las habitaciones estaba invadida por parejas muy concentradas besándose.
No le hizo falta ver el patio trasero, por los gritos y la música no le sorprendería que también se encuentre repleto de personas demasiado alegres.
Le dedicó una mirada a Kelly mientras un cuerpo impactaba de lleno con su costado y reprimió las ganas de tirarle encima el resto de su bebida.
—Parece una maldita fraternidad —alzó la voz para que pudiera hacerse oír por encima del ruido.
—Quizás lo es —su amiga se encogió de hombros mientras observaba todo—. Una fraternidad algo... rara.
—No creo que estas personas tengan edad para estar en una fraternidad, Kelly.
—¡Eso es absurdo! —Tiffany alzó ambas cejas en su dirección y ella rodó los ojos—. Bueno, quizás están un poco... alegres.
—¿Un poco? —señaló con un movimiento de su cabeza a un tipo que bebía cerveza desde una manguera conectada al barril mientras todos a su alrededor gritaban emocionados— ¿Tú crees que solo un poco?
Su mejor amiga le robó la botella de vodka para dar un largo trago.
—¿Recuerdas cuando Zac se lanzó desde el techo de tu mansión hasta la piscina? Fue una estupidez y pudo haber muerto.
Asintió lentamente, era una de las tantas fiestas que organizaba y se salía de control tras la primera hora, cuando el alcohol hacía efecto. A veces no podía entender como sus propios padres le permitían hacer aquellas cosas.
Hasta que recordaba que jamás estaban en casa.
—Espera, ¿cómo sabes eso? Tú no ibas a mis fiestas.
Se encogió de hombros mientras le pasaba la botella de vuelta.
—En clases sólo se hablaba de eso.
Le dio un largo trago a la botella y fue consciente de cómo su cuerpo comenzaba a relajarse a medida que el alcohol hacía ebullición en su sistema. Kelly estaba un poco sonrojada y continuaban observando todo el lugar mientras se movían solo un poco al ritmo de la música.
—En defensa del imbécil de Zac, teníamos dieciséis, es normal hacer locuras a esa edad —volvió a señalar al tipo del barril de cerveza que ahora se encontraba en el piso—. Ese de ahí tiene como treinta.
—Sí, buen punto —volvió a tomar la botella, pero hizo una mueca cuando vio que estaba vacía—. Ya no hay —formó un puchero con los labios y Tiffany no pudo evitar dejar escapar una carcajada, ganando un empujón de su mejor amiga— ¡No te rías! ¡Ve por más!
Puso los ojos en blanco antes de darse la vuelta.
Intentar esquivar la masa de personas que no dejaba de moverse fue todo un reto; atravesar todo el lugar le pareció como pasar sobre un campo minado en el que no esquivaba explosivos sino vómitos. Le pareció que el camino de regreso a la cocina era más largo de lo que recordaba, pero de nuevo quizás el culpable de todo era el alcohol.
—Al fin —murmuró cuando llegó y se acercó rápidamente a la isla de mármol negro para buscar otra botella.
Cuando se hizo por fin de lo que supuso era vodka intentó darse la vuelta para regresar con su mejor amiga, pero una mano pesada se cernió sobre su brazo impidiendo que se alejara, provocando que se diera la vuelta con rapidez e impactara de lleno con un pecho duro que bien podría ser una pared de ladrillos revestida con una camiseta negra.
Alzó la vista y se encontró con una sonrisa arrogante y unos ojos ámbar que la observaban divertidos. Ella alzó una ceja y por un momento algo atravesó sus pensamientos, como un deja vu, pero se desvaneció de la misma forma.
—Esto me pertenece.
Alzó una ceja sin comprender.
—¿Disculpa? —señaló a un lado con un movimiento de cabeza, siguió sus ojos hacia donde se encontraba la mano de Tiffany bajo otra que fácilmente sería el doble de grande, y ella le sonrió de forma inocente— ¿Te refieres a tu mano? Sí, supongo que es tuya.
La sonrisa del pelirrojo se ensanchó más.
—Me refiero a la botella.
—Oh, eso —se encogió de hombros—. No veo tu nombre en ella así que...
Intentó alejar su mano sin soltar la botella, pero él ejerció un poco más de presión.
Permanecieron observándose en silencio sin dar el brazo a torcer, él no dejaba de sonreír divertido y con cada segundo que pasaba observando sus rasgos Tiffany sentía que experimentaba un deja vu.
Quizás era el alcohol, pero su sonrisa arrogante le parecía bastante familiar.
Inclinó la cabeza hacia un costado mientras lo miraba con los ojos entrecerrados, terminando de evaluar sus rasgos, de repente algo en su cabeza hizo "clic".
—No puede ser —murmuró— ¿Zac?
El pelirrojo ladeó la cabeza mientras entrecerraba los ojos y le dedicó una larga mirada; luego de un segundo se abalanzó sobre ella y lo siguiente que supo era que sus pies ya no tocaban sobre el suelo.
—¡Tiffany, no puedo creerlo! ¡Estás aquí!
Hablaba emocionado mientras daba pequeños saltitos con ella a cuestas. En lugar de alejarse, lo que haría en cualquier otra situación, Tiffany rodeó su cuello con sus pequeñas manos mientras reía y se dejaba abrazar por el fortachón Zac, como solían decirle cuando eran adolescentes.
Ya por ese entonces medía un metro ochenta y su espalda era como el tronco de un roble.
—Zac no puedo respirar —intentó decir.
—¡Lo siento!
La dejó nuevamente en el piso y le dio un ligero apretón en los hombros antes de retirar las manos.
—No recordaba lo enorme que eras —su sonrisa se curvó hacia arriba—. Pero esa sonrisa arrogante es imposible de olvidar.
Inclinó la cabeza hacia atrás mientras reía.
—¿Qué haces aquí? ¡Dios! ¿Cuánto pasó?
—Casi una década —suspiró—. Parece una eternidad. Y estoy con una amiga, de hecho, no conozco a nadie de esta fiesta.
—Me conoces a mi —se encogió de hombros.
—Entonces... —Tiffany se acercó un poco y le dedicó su sonrisa más inocente— ¿Me regalas la botella de vodka?
La sonrisa de Zac pasó de tierna y arrogante a ser lobuna. Tiffany sostuvo la mirada de sus ojos ámbar brillosos y se fijó en que sus rasgos eran duros, la mandíbula cuadrada y marcada, con una sombra de barba de unos días.
Tragó saliva. Zac ya era atractivo en el instituto, pero ahora había dejado de ser un adolescente para ser un hombre demasiado guapo.
—¿Por qué no mejor la compartimos?
La rubia alzó una ceja sorprendida.
—¡Tiffanyyyyyy! —la voz ebria y pastosa de Kelly la hizo darse la vuelta hacia la puerta— ¿Cuánto puedes demorar en buscar una maldita botella? —frenó en seco cuando vio que no estaba sola— ¿El imbécil de Zac?
—¡Kelly! —la reprendió.
—¿Kelly? ¿Kelly Sharm? —el pelirrojo río con ganas— ¿Cómo es que ustedes dos son amigas?
Regresó a verlo y lo señaló con un dedo acusador.
—Es una larga historia y no cambies de tema —dijo con actitud tajante—. Quiero la botella de vodka.
—¡Eso! ¡Vodka! —Kelly se puso a su lado con los brazos cruzados a la altura del pecho— ¡Vooodkaaaa!
La miró de reojo, un tanto sorprendida por como actuaba.
¿En qué momento se emborrachó tan rápido?, pensó.
—Bien, les propongo algo —dijo Zac finalmente—. Si vienen conmigo podemos compartirlo, estoy con unos amigos.
Todo el cuerpo de Tiffany se tensó al considerar a que amigos se estaba refiriendo pero fue Kelly quien habló.
—¿Por qué iríamos con esos imbéciles?
—Por favor, ni siquiera los conoces —puso los ojos en blanco—. Si piensas que puedo estar con los del instituto te equivocas, he perdido el contacto con ellos —encogió los hombros.
Las amigas compartieron una mirada de soslayo considerando sus opciones, asimilando y procesando las palabas del pelirrojo. De nuevo, Kelly fue quien habló adelantandose.
—Bien, vamos. Pero si son imbéciles como tú les patearé su entrepierna.
Eso le sacó una carcajada a Zac antes de darse la vuelta y salir al patio trasero.
Kelly sostuvo a Tiffany del brazo antes de arrastrarle en dirección hacia afuera. Se encontraron con un grupo de amigos que jamás habían visto pero les resultaron simpáticos, su mejor amiga no dejaba de hablar y reír con todos, cuando bebía de más Kelly podía resultar simpática con cualquier persona.
Tiffany también entabló conversación con algunos de ellos y resultó que todos se conocían de la universidad, observó a Zac sonreír con un vaso descartable sobre sus labios y cuando los ojos de ambos se encontraron apartó la mirada nerviosa, se sintió como una chiquilla de nuevo y no pudo esconderse cuando este se acercó.
Sintió el aliento cálido de él golpear su mejilla cuando se inclinó para hablarle al oído.
— ¿Que fue de tu vida en estos años? Te he perdido de vista.
Tiffany se puso de puntillas mientras se sostenía del hombro de Zac para estabilizarse.
—Creo que todos nos hemos perdido de vista —murmuró con diversión—. Estudié periodismo y comunicación. Ahora trabajo en una revista —logró decir sobre el ruido— ¿Y tú? Recuerdo que querías fundar un grupo de rock.
Eso le sacó una risa baja.
—Estudié leyes —alzó una ceja incrédula, sin dar crédito a lo que escuchaba—. Trabajo en un bufete de abogados.
—¿Tú? ¿Abogado? —le dio un pequeño empujón—. No, claro que no.
El pelirrojo le lanzó una mirada de enojo fingido.
—¿Disculpa? ¿Crees que es tan imposible?
—El Zac que recuerdo no soltaba su guitarra y se de primera mano que pasaste unas horas en la comisaría —su expresión flaqueó y lanzó una risa al aire—. Eso lo sé porque fue mi padre quien te sacó de allí.
—Recuerdo que mis padres estaban furiosos —dijo entre risas—. Pero ahora cambié, juro que soy un ciudadano respetable.
—Oh, sí. Ya lo creo —respondió con sarcasmo.
Sin darse cuenta le dio un leve empujón provocando que Tiffany trastabillara gracias al piso desnivelado, el alcohol en su sistema y sus tacones de diez centímetros, pero antes de caer las manos de Zac rodearon su cintura y todo su cuerpo se tensó.
—Lo siento, lo siento —murmuró cerca de su oído.
Tiffany lo observó, estaba cerca. Muy cerca. Tan cerca que podía contar las pecas que adornaban parte de su nariz y notar que algunos mechones de su cabello eran más rojizos que otros.
Y le dio pánico, porque no había ningún cosquilleo agradable que la recorriera de pies a cabeza, pero la miraba como si quisiera devorarla.
O quizás estoy demasiado ebria, pensó.
—Debería irme —murmuró.
Los ojos de Zac abandonaron sus labios para verla a ella, le dedicó una sonrisa amable.
—¿Te llevo? No creo que estes en condiciones de irte sola.
Tiffany asintió, después de todo tenía razón.
Se giró para despedirse de su amiga, ella le dedicó una sonrisa alegre y le aseguró que la llamaría mañana antes de girarse hacia el apuesto pelinegro que la miraba interesado. Tiffany se mordió el labio inferior divertida antes de volverse hacia Zac y seguirlo afuera de la casa.
Tropezó en un intento de bajar a la calle en dirección al coche del pelirrojo, y este le dedicó una mirada divertida mientras negaba con la cabeza.
—¿Sabes? No deberías beber tanto licor.
—¿Licooor?
—Sí, licooor —imitó su voz haciéndola reír.
—Creía que era vodka —exclamó mientras caminaba a su lado—. Entonces me engañaste.
—Jamás dije que era vodka.
—Pero...
—Solo dije que la botella era mía —se detuvo al llegar al coche, se cruzó de brazos a la altura del pecho y él rodó los ojos—. ¿Ahora que ocurre?
—¿Cómo sé que ahora me llevarás a casa?
—Porque no soy un psicópata, Tiffany.
—Oh, pero eso diría un psicópata.
Bufó mientras se pasaba una mano por su cabello.
—Bien, intenta conseguir un Uber.
Tiffany se abalanzó sobre la puerta antes de que pudiera abrirla y él sonrió divertido.
—Espera, psicópata. No seas tan sensibleee.
Se acercó un paso más y se vio en la obligación de retroceder hasta chocar con la puerta, de pronto sintió como el calor invadía sus mejillas. Zac estaba demasiado cerca, tanto que si se enderezaba sus labios podrían rozarse.
De sólo pensarlo sintió ganas de salir corriendo y tragó saliva cuando comprendió la razón por la que se acercaba.
No recordaba la última vez que la habían besado, quizás unos meses atrás en una de las tantas citas desastrosas que había tenido, pero en lugar de sentir emoción, Tiffany sintió pánico.
Zac era atractivo, cualquier chica en su adolescencia fantaseaba con él, pero ahora estaba a centímetros de sus labios y en lo único que podía pensar era que no quería que él la besara. De eso estaba segura. Tiffany quería escapar como un perrito asustado.
—Zac.
El tiempo se detuvo cuando Tiffany escuchó la voz de Tyler.
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