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Capítulo 6

Al fin la dichosa fiesta a terminado.
Me dejo caer en la primera silla que veo agotado y aterrado con la idea de cómo las cosas puedan cambiar entre Patricia y yo. 
Porque gracias a Berenice, una de las tantas amigas de mi círculo social y la cual ha estado toda la noche molestando a Patricia sin venir a cuento, habrá conseguido su propósito.
¡Dios mío! ¿Qué hago?

Intento de no entrar al trapo de los comentarios que se hacen sobre mí. Trato de mantener mi anonimato para hacer lo que quiera sin que se  llegue a enterar  nadie sobre mí vida privada, pero para mí desgracia siempre me salen amantes, mujeres interesadas en mí por conseguir fama o dinero.
Estoy harto de verme en boca de personas cotillas que nada tienen mejor que hacer más que estar pendiente de crear rumores.

— Vaya, al fin te encuentro solo. — Miro con desdén a Berenice poniéndome alerta sobre lo que pueda estar tramando.

— ¿A qué has venido Berenice? — Mirando a sus ojos llenos de rencor me preparo para la discusión.

— Ha asegurarme de que esa amante que te has hechado, le queden las cosas muy claras. — ¿Será posible de que le haya mal metido ideas equivocadas a Patricia? Si es así, se va enterar.

— ¿De qué tienes que asegurarte? ¿Acaso eres algo mío para tener que darte explicaciones sobre mi vida?
Intentaste meterte en mi cama, pero como no conseguiste tú propósito andas diciendo cosas que no son. Ya te dejé las cosas claras y si te se han olvidado te las vuelvo a repetir.
No quiero verte cerca de mí, nunca me fijaría en una mujer como tú que es capaz de hacer cualquier cosa por dinero. O tengo que refrescarte la memoria cuando vendiste a una revista la supuesta relación que manteníamos. Eres una mujer despechada, ambiciosa y mala persona.

— Ella si te interesa, esa extranjera francesa, ¿Verdad? Por eso le has regalado ese vestido tan costoso a una vulgar mujer que está por debajo de mí. — Intento no mostrar mis emociones con Berenice. Pero el que hable de ese modo de Patricia no hace más que enojarme más.

— Tú no eres mejor que nadie. De hecho, estás por debajo de cual persona. Y no quiero que vuelvas hablar de ese modo de ella o te costará muy caro. Y sabes que cumplo con lo que digo. — Me hago a un lado dejándola atrás sollozando pidiéndome perdón.

No, no pienso perdonar a una mujer que intentó emborracharme para meterse en mi cama y después publicar las fotos  a una revista asegurando de que había algo entre nosotros.
Ella solo busca mi dinero, su padre perdió gran cantidad de su fortuna por una mala gestión y ahora desea obtener sus caprichos que siempre ha tenido a costa mía.
Desde luego, para mí Berenice está de más. Ahora mismo, quién me preocupa es Patricia y lo que le haya podido decir Berenice.

Al día siguiente apenas salí de casa, quería descansar y al mismo tiempo poder localizar a Patricia.
Hablé con Corina pidiéndole por favor de poder hablar con ella. Hasta la tarde no fui capaz de hablar con Patricia.
Nada más escuchar su voz, temblé por dentro rezando interiormente por que ella no estuviera enfadada conmigo.

— Hola Montenelli, ¿Qué te pica para que tenga que despertarme a estas horas? — Pongo los ojos en blanco implorando paciencia con esta mujer.

— Patricia, son las seis de la tarde. Y quería saber cómo se encuentra después de lo ocurrido anoche.

— ¿Las seis de la tarde? Pues si duermo yo. Y encima no he comido nada, ¿tú crees que es buena esta vida tan ajetreada que llevo? — Me echo a reír al escuchar como me cuenta todo lo sucedido anoche entre ella y Berenice. Al parecer la supo poner en su lugar.
Aún así, me entristece cuando me dice  que me devolverá el vestido.
Por un lado no quiero que lo haga, pero si ella decide devolverme el vestido no me queda de otra que aceptarlo para seguir guardándolo por muchos años más.

— Patricia, puedes quedarte el vestido si te gusta. Tómalo como un regalo de mi parte.

— Álex. Muchas gracias pero no.

— Alexis por favor. No me gusta que me llamen Álex.

— Vale. Pero tú si puedes llamarme Paty si quieres.

— Me gusta más llamarte Patricia.

— Eres delicado hasta para eso. Escucha, gracias por el detalle que tuviste conmigo anoche. Pero no puedo aceptar ese vestido, es muy costoso y yo no sé qué haría después con él. Si cuando me lo quité no sabía ni dónde colocarlo.
No quiero que me mal interpretes, pero mañana mismo te lo devuelvo.

— Cómo quieras. Y ahora dime cómo van las cosas con la boda de Corina. — Sí, acabo de sentir una punzada de desilusión en mi interior.
Ese vestido tiene una historia y un valor sentimental para mí.
Anoche quise que ella lo luciera, necesitaba comprobar si realmente Patricia me interesa.
Nada más verla con el puesto lo bella que lucía, inmediatamente una bola de emociones comenzaron a formarse en mi pecho vagando por mis venas para devolverme la alegría de sentir que puedo amar de nuevo.

El tiempo se me pasa muy rápido cuando estoy con Patricia, hasta mi madre lo ha notado.
Ella es ciega, pero ve mejor las cosas que yo.
Con su mano puesta encima de la mía, mirándome con cariño, mi madre sonríe. Aunque trate de camuflar lo que siento, ella me conoce demasiado bien como para saber qué posiblemente el destino ha puesto ante mí una mujer distinta y bonita para hacerme entender que ya va siendo hora de ir saliendo del barranco del cual he ido construyendo a lo largo de todos estos años cuando tuve que despedirme de Clarisa para siempre.

Al caer la noche decido ir al local para tomarme algo con Valentino y algunas amistades.
Hoy no me apetece tener sexo y espero no encontrarme de nuevo a la pelirroja.
Esa mujer comienza a ponerme nervioso con sus insistencia de querer mantener sexo solo conmigo.

Al llegar al local, me reúno con Valentino, nos ponemos al corriente de cómo va el negocio.
Acto seguido nos vamos hacia el bar donde el espectáculo ha comenzado y las mujeres celebran sus despedidas de bodas, cumpleaños...
Me reúno con mis amistades con la intención de pasar una buena noche divirtiéndome hasta bien entrada la madrugada.

Como era de esperar, al día siguiente no tenía la cabeza como para escuchar a Dantesco reclamándome por haberle prestado el vestido a Patricia.
Pongo mi mano en mi frente apoyándome en el codo. Esto es demasiado, si hubiera llegado a saber que se iba a liar tanto por el dichoso vestido no lo hubiera sacado.

En ese momento somos interrumpidos por la presencia de Patricia, la cual carga el vestido. Ella, ajena a lo que sucede se disculpa conmigo y me devuelve el vestido.
Pero es Dantesco quien se lo arrebata de las manos rojo de la rabia.

— ¿Cómo te has atreves Alexis a prestar a nadie este vestido? —Grita fuera de sí.
Dantesco es tío de Clarisa, de hecho él fue quien nos presentó después de habernos conocido mientras estudiábamos en la misma universidad.

— Basta ya de repetirme lo mismo. Qué tiene de malo de que le haya prestado el vestido a Patricia,  ves ahora mismo ella me lo ha devuelto. ¿Dónde está el problema? — Estoy harto de tener que discutir con todo el mundo por mis decisiones.

— El problema está en para quién se cosió este vestido, y de que hay cien vestidos de muestras de los desfiles y tuviste que presentarle precisamente este.

— Disculpe Dantesco, pero si lo dice por lo caro es, yo puedo pagarlo y así evitaremos más conflictos. — Desvío mis ojos hacia Patricia, si ella supiera la verdad no sé estaría ofreciendo a pagarlo.

— ¿Tú vas a pagar este vestido? Por favor, no me hagas de reír. Además está tela no está hecha para ti. — Se acabó, golpeo la mesa con la mano levantándome molesto y enojado por la conversación que se está manteniendo por un vestido.

— No te permito Dantesco que te refieras así Patricia ni a nadie. También debo recordarte que yo fui quién pagó la tela, quién mandó a diseñarlo. Por lo tanto, hago lo quiero con algo que me pertenece.

— No puedo creer que hayas olvidado para quien se cosió esta pieza.

— Lo sé perfectamente.

— Parece que no, parece que ya nada te importa, salvo ir regalando vestidos ¿a cambio de qué?   — En el momento que voy a contestar a Dantesco es Patricia quién le da un bofetón.

— Espero que tenga los oídos bien lavados señor de Leone, porque no pienso repetirlo dos veces.
Yo soy una mujer libre, hago lo que me sale del chichi porque no tengo que darle explicaciones a nadie salvo a mis padres.
Si me apetece acostarme con un tío, no espero nada  a cambio. Salvo que me dé placer y me deje satisfecha. Escuche bien, yo no soy la querida de nadie, tampoco  pienso acostarme con Alexis para que me regale vestidos, yo trabajo para comprarme mis caprichos.
¿Te ha quedado claro tarado?

— Deja el vestido ahí Dantesco y discúlpate con Patricia. Espero que esto no se vuelva a repetir. — De mala gana Dantesco se disculpa y se marcha mirándome con antipatía.

— Lo siento mucho de verdad. — No sé ni qué decir siento que las cosas no van a funcionar bien entre ella y yo después de lo que acaba de suceder.

— La madre que lo parió al guiri éste. La que se está montando por el dichoso vestido. A ver Monti cuéntame el secreto del vestido si no quieres que termine por ponértelo de sombrero.

— Siéntate por favor. — Tomo asiento enfrente de ella. Ni me atrevo a mirarla a sus ojos, es un recuerdo muy personal el cual no me agrada demasiado compartir con nadie, pero es justo que Patricia sepa la verdad.

— Este vestido es tan costoso por la tela la cual la mandé a pedir a la India. Esta tela es única, de ahi es que se tarde tanto para fabricarla. — No lo puedo evitar de ponerme triste al recordar a Clarisa. — Ese vestido tiene un valor sentimental para mí, yo mismo diseñé el vestido, con ayuda por supuesto, pero llegué tarde. El vestido no llegó a utilizarse.

— Alexis, para ya. Todo esto te está afectando demasiado. Si es tan importante para ti que tenga yo el vestido, lo tendré. No me gusta verte tan afligido, entiendo que si pusiste mucho empeño en diseñar este vestido sería porque a la mujer que se lo ibas a entregar tuvo que ser muy importante para tí.

— Era para Clarisa, mi esposa. Ese vestido lo llevaría el día de nuestra boda. Pero no fue posible, la tela llegó tarde y Clarisa iba empeorando día a día. — Nunca antes había hablado con nadie sobre Clarisa, siempre he llevado sus recuerdos en mi corazón. Y ahora aquí estoy compartiendo este secreto con Patricia, la cual me abraza con cariño pidiéndome que me tranquilice.
Y eso hago. Cerrar los ojos, respirar su fragancia acariciando su larga melena morena. La aprieto un poco más hacia mí, sintiendo el calor de su cuerpo como me calma aliviando mis penas.

Nos separamos, sus ojos castaños me miran de una manera afable haciéndome sentir más tranquilo y prendado más por ella.

— ¿Estás mejor? — Me pregunta sin soltarme de la mano.

— Poco a poco voy superando la partida de Clarisa. A pesar de los años que vivo sin ella, pienso que no me acostumbro a su partida.

— Se ve que la tuviste que amar mucho. Siento mucho lo que sucedió. Debe ser duro tener que acostumbrarse a vivir sin la persona que tanto amas. Aún así, eres un joven y toda persona tenemos derecho a rehacer nuestra vida con la persona adecuada. No olvides nunca a Clarisa, tampoco debes enterrar aquel amor que llegaste a sentir hacia ella. También te aconsejo, que tú debes de volver a enamorarte, te mereces alguien que te ame.

— Gracias por tu consejo. Pero no es fácil.

— Lo entiendo que no es fácil volver a empezar desde cero. Pero es porque aún no has encontrado a esa mujer que te haga de bailar un tango. — Ahora soy yo quien busca su abrazo, poder sentir su respiración en mi pecho uniendo así nuestros latidos.
Dios mío, me siento tan cautivado por ella, que hasta pienso que me he vuelto un chalado por haberme encariñado tan pronto de Patricia.

Acto seguido vamos a comer juntos.
En el restaurante Patricia no deja de sorprenderme, su risa es contagiosa, la manera tan campechana de hablar y los sentimientos que pone a todo solo hace que mi interés vaya creciendo más por ella.

Una vez que hemos terminado el postre, nos despedimos quedando en vernos en otro momento. Según me cuenta sobre Donna no les pasa ni una, y al parecer les está costando mucho organizar la boda. Le doy algunos consejos y tras despedirme de ella cada cual tomamos caminos diferentes.

Ya es de noche, y en verdad ya no me apetece seguir encerrado más tiempo en la oficina. Prefiero irme a casa y pasar algo de tiempo con mi madre.

Nada más subirme al auto, Valentino me llama para que vaya al local.
Al parecer unas clientas están muy borrachas y hab acabado discutiendo una con la otra.

En media hora llego al local, los hombres de seguridad han puesto orden, las mujeres siguen discutiendo, al parecer no ha habido daños en el local. Solamente han montado alboroto. Decido que se vayan y les prohíbo la entrada hasta que no pase tres meses.
Las mujeres se marchan, hablo con el personal  los cuales me explican lo sucedido. Tomo constancia de todo preocupando como se encuentran los chicos. Al parecer no tienen nada grave, salvo unos cuantos arañazos.

Cuando creí que ya me podía ir a casa,  Valentino me avisa de que la pelirroja  quiere verme de nuevo.
Ah no, esto ya es demasiado.
Lo primero no me apetece tener sexo, lo segundo no quiero volver a repetir con ella.
Cada vez me deja más claro su obsesión por mí. Definitivamente me niego a verla.
Valentino intenta convencerme con argumentos sólidos y no creíbles. He dicho no, y no voy a pasar la noche con ella.
¿Cómo puede ser tan pesada esa mujer?

Estoy agotado, necesito irme a mi casa y descansar.
Pero cuando la vuelvo a ver cambio de planes.

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