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Capítulo 4

La cabeza ya no sé si es mía o del vecino.
Llevo horas debatiendo encerrado entre cuatro paredes con varios diseñadores y empleados de cómo será el próximo desfile y aún no terminamos de llegar a ningún acuerdo, lo que hace que comience a desesperarme.

Después de la comida bajo para ver cómo van los ensayos con las modelos.
Al parecer todo marcha bien, aunque el decorado no me termina de gustar.
En ese momento llega Dantesco, se para al lado mío mirando hacia las modelos como desfilan en la pasarela.
Me volteo intrigado por su silencio, por lo que no tardo en comenzar a lincharlo a preguntas.

— Estoy algo preocupado Alexis, diríamos que no me termina de convencer este decorado.
Necesita un toque que no consigo llegar adivinar cual es.

— Dantesco no me puedes decir eso ahora. Tenemos poco tiempo para hacer la presentación. Debes de pensar en algo, necesitamos un milagro o vamos a quedar en muy mala posición ante nuestros clientes.

— Entiendo que estés irritado, pero ya estoy en ello. — En ese instante somos interrumpidos por mí secretaria anunciando la visita de Patricia y Anne.
Por favor, yo espero un milagro no una catástrofe.

La primera en pasar y pararse donde nos encontramos nosotros es Anne, la verdad me cae muy bien.
Pero al ver a Patricia y esa manera tan grosera y vacilante que derrocha me saca de mis casillas.

— Gracias por haber venido muchachas. — No si encima les voy a tener que servir de traductor.

— Gracias por habernos dado una oportunidad de poder realizar nuestro trabajo con usted señor Leone. — Que educada es Anne, no como la amiga.

— Bueno, para mí es agradable poder servirle de ayuda. Ahora vayamos a debatir sobre los materiales que van a tener que necesitar para la decoración de la iglesia.

Anne y Dantesco se marchan, pero Patricia sigue parada mirando intrigada la pasarela.

— Patricia, Dantesco y Anne ya se han marchado, ¿Necesita algo más?

— No, estoy bien. Sólo...que...estaba mirando la pasarela y no me gusta la decoración. ¿De quién ha sido la idea de poner esas plantas ahí? Se habrá quedado tranquilo el que lo hizo.
Por no hablar del fondo.

— ¿Y cómo lo mejoraría? A ver dime.

— Simple. El desfile trata sobre el verano, porque van a salir prendas de verano. Pues yo pondría un fondo de una apuesta de sol, y en la pasarela quitaría esas plantas y pondría papel haciendo olas dibujando arena en el suelo. Las luces serían las encargadas de terminar de dar el toque creando un ambiente cálido.
Ah, y la pasarela debería ser un poco más grande y ancha. Porque sino cuando pasan tres, se chocan. Mejor que se vea con más espacio.

En ese momento la llaman.

Al irse, me quedo pensativo pensando en su sugerencia.
Inmediatamente la pongo en práctica, y me encanta como va quedando.
Dantesco también le gusta y varios empleados más confirman lo bien que se ve ahora la pasarela.
Miro a Dantesco el cual termina de dar su última opinión. Mañana por la noche se hará la presentación de la nueva temporada y todo debe salir perfecto.
Me juego mucho en este desfile, y no solo por la firma de mi empresa, también porque he invertido mucho dinero en los nuevos diseños.

— Dantesco si ve a Patricia y Anne, por favor invítelas para que vengan a la presentación.

— De acuerdo, en un momento tengo que verlas, se lo diré.

Asiento con mi cabeza y me marcho nuevamente hacia mi oficina donde me espera una tarde de papeleo.
Nada más terminar el trabajo, me voy hacia mi casa para descansar, mañana me espera un día largo con el desfile de presentación.

Al llegar a mi casa, hablo con mi madre un rato hasta que me retiro para darme un baño.
En la bañera siento que me relajo, aunque no sé porque al cerrar los ojos la imagen de Patricia aparece.
Sus ojos castaños risueños están mirándome fijamente de manera sensual, sus labios se entre abren ligeramente haciendo una clara invitación.
De golpe abro los ojos, no puede ser, qué hago pensando en Patricia y lo peor de todo es que me siento excitado.
Mierda, necesito con urgencia con revolcón, llevo días sin hacer nada y al parecer comienzo a delirar.
Salgo de la bañera, me cambio de ropa y me voy directo hacia el local.

Una vez que llego al local, miro a través de los cristales tintados de mi pequeño refugio las mujeres que visitan el local.
Siempre he sido muy cauteloso en escoger a la dama con la mantendré relaciones sexuales.
Escucho la puerta abrirse. Se trata de Valentino mi socio y mejor amigo.

— Alexis creo que debes de bajar inmediatamente. Hay una clienta que quiere estar contigo, de hecho está dispuesta a pagar una gran cantidad de dinero por una hora de sexo contigo.

— Lo flipo de verdad. ¿Acaso no tiene dónde invertir el dinero? Me supera esa clase de personas que gastan de ese modo el dinero.
En fin, si quiere gastar su dinero que lo haga.

Valentino me comenta de quién se trata, ruedo mis ojos comenzando a enojarme. Si algo tengo claro, es que no me gusta repetir con la misma mujer.

Antes de nada me tapo mi rostro con una máscara, por nada del mundo quiero que me vean la cara. Necesito mantener mi anonimato y al mismo tiempo tener sexo con mujeres que no me interesan ni sus nombres.

Camino por el pasillo medio oscuro buscando a la pelirroja.
Al verla, me paro a pocos metros de ella clavando mi mirada en sus ojos azules con mirada lasciva.
La punta de su lengua roza ligeramente su labio mandándome señales de lo que busca y quiere que le haga.
En silencio, la llevo arriba a mi pequeño refugio, todas las habitaciones están ocupadas y no me queda de otra que llevarla allí.

Pongo música de fondo, la subo al columpio, no si antes haberla desnudado sintiendo el fuego inminente de su cuerpo quemarme mis manos.
Ya sentada en el columpio, comienzo a provocarla, con mis manos y mi boca logro enloquecerla, hacer que se revuelva de gusto y placer.
Continúo así durante un rato más, hasta que la bajo del columpio y ahora es ella quien me da placer a mí.
O la paro o me va hacer de correrme y  aún me queda algo de tiempo para continuar jugando antes de llegar al clímax.
Me pongo el preservativo, antes de tumbarme encima de ella cuidadosamente, me percato de que me resulta imposible dejar de mirarla a sus ojos azules como disfruta y se entrega a mí tan dócil y salvaje a la vez. Debo de reconocer que me encanta su manera de entregarse y dejarse llevar por mí.

Al terminar el asalto, en silencio ella comienza a vestirse y se marcha.
Yo me voy hacia el baño, donde debajo del agua limpio mi cuerpo.
Ha sido agradable volver a tener sexo con la pelirroja. Pero no puedo tener otro encuentro con ella, debo hablar con Valentino para que hable con la clienta haciéndole entender que hay más mujeres que desean estar conmigo.
Aunque sea mentira.

Yo siempre me he mantenido al margen de todo esto. Me gusta el sexo, disfrutar en compañía con una o dos mujeres pasando  un buen rato y después tratar de evitarlas.
Muchas mujeres llegan aquí buscando lo que sus parejas no le dan, otras por diversión...
En ocasiones se confunde el sexo con amor y eso me ha llegado a crear más de dos problemas.
La primera norma que impuse a mis chicos, fue: Nada de enamorarse y sobrepasarse con una mujer. Todo tiene que ser consentido y la clienta no puede estar bajo los efectos del alcohol y drogas.

Llevo años dirigiendo el negocio junto a mi socio.
Más bien lo hice porque no quería estar solo necesitaba ir saliendo poco a poco del pozo de la tristeza donde estaba sumergido por haber perdido a mi esposa.
Necesitaba un lugar donde pasarlo bien, a veces me siento en la barra y miro las mujeres intentando hallar a la adecuada.
Nunca lo consigo, incluso he llegado a pensar que jamás volveré a enamorarme de otra mujer, y eso me hace de ser un cobarde.
El problema no es de nadie, es tan sólo mío.
Mi amor hacia Clarisa fue tan fuerte, tan intenso que ya he llegado a perder todas las esperanzas de volver a sentir ese deseo en mi interior.

Termino de vestirme pensando en la desconocida.
Con ella es agradable y se entrega de una manera sensual y con tantos sentimientos haciendo de replantearme de no querer volverla a ver más. Es mejor que no siga creándose más ilusiones donde la llevarán al sufrimiento.
Jamás me perdonaría hacer sufrir a una mujer sin motivo.

Cuando ya estoy listo bajo hacia la barra para tomarme una copa y hablar con los chicos sobre el espectáculo y algunas incidencias que ha sucedido con algunas clientas.

Al día siguiente debo de levantarme temprano, me sentía agotado, hasta la cabeza me duele demasiado.
Pero no podía faltar para ver cómo se ultiman los detalles para la fiesta de esta noche. A mi pesar mi presencia es necesaria.
Tras asegurarme de que todo esté en orden y no haya ningún contratiempo me marcho hacia mi casa, necesito descansar algo para poder atender a los invitados está noche.

— Monti, espera un momento. — Me volteo para observar a Patricia cómo viene corriendo hacia mí.
Y ahora que trae en el pico.

— Joder que carrera me pegado. Espera un momento hermoso a que se me coloquen los órganos en su sitio. — Al verla tan fatigada me voy hacia una máquina expendedora y le saco una botella de agua. Se la entrego observándola embelesado sus labios mojados percibiendo un leve escalofrío recorrer mi espalda.

— Gracias, tenía el gaznate seco. Oye, te quería agradecer el que nos hayas invitado a la fiesta. Y también me he dado cuenta el cambio que le has hecho a la pasarela. No lo niegues pero te gustó mi idea y te agradezco el detalle que has tenido.

— No tienes nada de que agradecerme. Soy yo el que  debe darte las gracias.

— ¡Bah! No fue nada.  Tuveras lo hice con mucho gusto. Oye por cierto, te puedo pedir un favorcito muy pequeño.

— Dime qué deseas.

— Chico pareces al genido de Aladín. Me da vergüenza pedirte esto...¿Puedes darme dos invitaciones con bebidas gratis para la fiesta de esta noche? — Trato de ponerme serio mientras me pierdo en su mirada tan bondadosa.

— Si es lo que quieres, tu deseo es concedido. Ven conmigo, creo que tengo guardadas un par de invitaciones que sobraron impresas.

Ella asiente con su cabeza esbozando una maravilla de sonrisa dándole un toque de brillo a esos luceros que me tienen hipnotizado.

Mientras camina a mi lado siento pequeños brotes de alegría y inquietud revolotear en mi interior, Patricia logra arrancarme varias sonrisas despejando así todas mis dudas sobre si podré o no volver a enamorarme nuevamente.

En mi oficina ella se sirve más agua de la máquina.
Seguido se sienta tan relajada y con tan poca vergüenza en el sofá que hasta me hace gracia su manera de comportarse tan natural y espontánea.

— ¿Cuántas invitaciones necesitas Patricia?

— Dos. Una para mí y otra Anne y si te sobra dame una para Corina.

— De acuerdo te daré cuatro si quieres traer algún acompañante. — ¿Porqué he tenido que decir eso? Si solo de pensar que podría tener alguien en su vida estaría acabando con todas mis esperanzas puestas en ella.

— ¿Acompañante? No sé quién. Yo  estoy más sola que la una, soy tan desagradable que no me soporto ni yo misma.

— No digas eso Patricia. Eres muy hermosa, y tú manera de ser te hace única, no pierdas tú esencia recuerda quien eres y no cambies.

— No cambiaré porque ya me pegado varias hostias contra un muro por ciega y ya está bien de que haya abierto los ojos. — De pronto me percato por su expresión tristeza.

Ganas de abrazarla no me faltan, lo único que puedo hacer es agarrarla por sus manos para que sienta mi apoyo y sin darme cuenta me quedo  observándola detenidamente mientras lucho para intentar controlar lo que me está sucediendo en estos momentos.
La flecha que me ha traspasado se ha quedado clavada en mi corazón haciendo que sienta más ganas de querer seguir conociendo a Patricia con la necesidad de querer cuidarla y protegerla para poder llegar quererla si ella me lo permite.

Al despedirse de mí, me quedo solo mirando la puerta sonriendo con timidez.
Patricia Zabat, pienso en ella, en su manera de ser, en lo cautivado que me tiene y en el modo que me hace de olvidarme de todo cuando estoy con ella.
¿Será que al fin mi corazón pueda volver amar otra mujer?

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