Estoy demasiado enfadado por no haber tenido aún noticias sobre Patricia.
Ya han pasado varios días y el detective sigue sin tener claro su paradero.
Hasta el momento solo sé que tuvo un accidente pero no sabemos en qué hospital ha estado o sí le haya podido pasar algo malo.
Pensar en esa posibilidad hace que tenga más ganas de salir en su busca. Estoy tan angustiado y desesperado que no dejo de llamar al detective. Incluso Anne y yo estamos buscando por nuestra cuenta.
Hasta que pasadas cuarentena y ocho horas, al fin el detective me llamó y me pidió poder reunirse conmigo para decirme exactamente dónde se encuentra Patricia.
Una hora y media después, llegué al lugar acordado donde ya me estaba esperando el detective.
Con un folio marrón sujetándolo firmemente y con voz grave éste hombre me dice la dirección donde se encuentra Patricia y con quién está.
Sabino Arana. Ese nombre, donde lo he escuchado antes.
Me digo así mismo viendo algunas fotos donde se ve a Patricia con ese señor.
Esas imágenes son para mí cuchillos afilados.
¿Cómo me ha podido engañar Patricia de este modo?
¿Acaso ya no me ama?
No, imposible. Patricia me ama de eso estoy seguro.
Ella no es capaz de engañarme, me lo hubiera dicho antes.
Mientras conduzco junto a Anne la cual me ha dicho que ese tal Sabino es el mismo hombre que Patricia se enamoró y le hizo tanto daño.
Supuestamente aquel pringado vivía en Milán pero lleva años trabajando en Turín.
Maldito desgraciado, ¿Cómo ha podido dar con el paradero de Patricia?
No quiero pensar en que Patricia y ese miserable tengan algo que ver.
Notando como mi ira se carga lentamente hacia mi pecho espero sentando en el auto hasta que veo salir de un bloque de pisos a ese desgraciado.
Me bajo del auto caminando directo hacia él, Anne me sigue de cerca. Pero aunque ella trata de hablar conmigo yo hago oídos sordos. Solo tengo un propósito y es agarrar a ese mal nacido y darle un escarmiento.
Antes de que este individuo llegue a montarse en su auto, lo agarro por detrás de su hombro seguido de su pechera para apoyarlo contra la puerta de su auto.
La densidad de mi ira solo aumenta y ver de cerca a este hombre como su mirada se refleja el miedo y como tiembla ante mi estado tan exaltado. Hace que me entren más ganas de matarlo.
— Por favor no me haga nada malo. — Me súplica el muy bastardo.
— Dime donde está Patricia ahora mismo o te mato. — Furioso le golpeo más contra la puerta de su auto.
— Alexis por favor cálmate. — Me pide Anne que haga, algo que no estoy por la labor de hacer hasta que no vea a mi esposa.
— ¿Usted es su marido? —Vaya si está bien el informado el desgraciado este.
— Sí, soy marido y ahora mismo dígame dónde está Patricia si no quiere que te mate ahora mismo.
— Por favor señor déjeme que le explico porque no es lo que usted cree. — Lo suelto de mala gana mirándole fijamente dejando que me dé una explicación el desgracias éste.
— ¿Tú eres Sabino el que le destrozó el corazón a mi amiga? La conoce, díganos porqué están juntos. — Sujeto del brazo a Anne antes de que le dé por darle un bofetón.
— Sí, yo soy Sabino aquel hombre del cual me enamoré de ella pero no quería divorciarme de mi mujer por mis hijos. Y después cuando mi mujer se enteró de mi infidelidad acabó por divorciarse de mí y yo llevo años viviendo y trabajando en esta ciudad.
Debo decirle que yo no tengo nada que ver con Patricia, si ella está en mi casa es porque sufrió un accidente de tráfico, la llevaron al hospital donde trabajo y por su estado decidí ayudarla. De hecho, iba ha ir a la policía para poner una denuncia. Yo solo pretendía ayudarla.
— ¿Porqué está Patricia contigo cuando debe ser el mismo hospital quien se ponga en contacto con la policía en caso de accidente? — Le reprocho enfadado.
— Bueno resulta que Patricia dentro lo sucedido, ella está bien y afortunadamente también su bebé. Solo que debido al golpe que recibió en la cabeza tiene amnesia temporal.
— Espera un momento. ¿El bebé? ¿Patricia está embarazada? — pregunto anonadado por lo que me acabo de enterar.
— Sí, su esposa tiene unas seis semanas de embarazo. Debido al impacto del accidente se pudo retener el feto y debe de estar en vigilancia en caso de que se pueda producir un aborto. Y sobre su amnesia solo déjeme recomendarle que no puede explicarle de momento quién es usted. Cualquier noticia que le llegue a impactar podría quedarse en shock y bloquear sus recuerdos, incluso podría afectar hasta el hijo que está esperando. En estos momentos, Patricia necesita tranquilidad, y dado que en cualquier momento podrá recuperar la memoria solo le digo que sea paciente y vaya contándole las cosas poco a poco aunque ella recibirá terapia.
Me quedo callado atónito con todo lo que me ha soltado este hombre. Al parecer él no quiere lastimar a Patricia, solo quería cuidar de ella mientras buscaba algún familiar.
Sabino se disculpa conmigo diciéndome que en ningún momento ha querido llegar a más con Patricia, tan solo quería auxiliarla.
Dejo que se vaya quedándome peor que al principio.
Anne habla conmigo, la situación con Patricia es complicada. Si supiera quien soy y con todos los problemas que hemos tenido últimamente, pienso que podría incluso interponerse en su recuperación. Si eso llegase a ocurrir o lo que es peor, llegar a perder mi hijo, jamás me lo perdonaría.
Me apoyo en el capó del auto mirando al suelo apretando mis manos formando un puño de impotencia por no poderle decir a mi esposa quien soy, y mucho menos abrazarla llenándola de cariño porque vamos a ser padres.
— ¿Qué tengo que hacer Anne? No puedo quedarme con los brazos cruzados sin hacer nada por Patricia. Ella me necesita, y yo no puedo hablarle diciéndole la verdad por miedo de que le llegue a ocurrir una desgracia a ella o al bebé.
— Escúchame Alexis. Si puedes hacer algo por ella. Ser su amigo. Intenta acercarte hasta ella y poco a poco verle hablando de lo que sientes y tienes aquí guardado y debiste de aclarar con ella y no lo hiciste. Ahora es el momento de expresarle lo que sientes y pedirle perdón. Pero como amigo.
— Creo que llevas razón. Seguiré tu consejo.
— Yo debo de seguir con el trabajo, pero estaré al pendiente. Verás como pronto Patricia será la de antes y celebraremos juntos la buena noticia.
Abrazo Anne agradeciéndole todo su apoyo y la preocupación que tiene por su amiga.
Siguiendo el consejo de Anne, rento un apartamento al lado de donde vive Patricia. Necesito estar al lado suyo, y poco a poco ganarme su confianza.
Trazo un plan para que nada salga mal, hasta el momento todo está saliendo como yo esperaba.
Y si no solo hace falta verla parada en la puerta como me observa devorándome con esos ojos castaños que tan hipnotizado me tiene.
— Hola Patricia, ¿Te se ofrece algo? ¿Necesitas algo de mí? — Lanzo la pregunta siendo testigo que aunque quiera disimular, su expresión y esa manera de cambiar de peso de un pie a otro nerviosa me dice que me desea.
Hubiera querido recibirla con ropa, pero tras haber pasado toda la noche en el hospital, me encontraba agotado. Afortunadamente los médicos hablaron conmigo comunicándome su estado y al parecer pronto volverá a recuperar su memoria. Solo debo de ser paciente y seguir haciendo las cosas de este modo para que ella se sienta cómoda y pueda ir recuperando sus recuerdos por sí misma.
— Pues yo...es que iba... hacer una tortilla, y no tengo ni idea de cocinar, digo...que no tengo sal...eso azúcar, no tengo vinagre y me preguntaba si podrías darme algo. — Me muerdo el labio evitando así reírme por su manera de hablar tan atropellada medio balbuceando sin saber que decir.
Aunque para mí el mensaje está más que claro.
Pero aún no estoy preparado para tener relaciones sexuales con ella, o quizás si las tuviera podría pasarle algo al bebé.
Ganas no me faltan de cogerla y besar su dulce y apetecibles labios navegando por el mar de ese océano llamado cuerpo ofreciéndome todo e intercambiar nuestro calor demostrándole cuanto la amo y la deseo.
Debo de controlarme y con apariencia tranquila aunque llego a sentir como arde mi piel con esa mirada tan lasciva con la que me observa consigue que quiera atraparla entre mis brazos para desnudarla y hacerla mía.
— Bueno, ¿entonces que es lo que necesitas? Sal, vinagre, azúcar...
— Sal. Bueno es que tengo un antojo de comer chocolate. — Sonrío queriéndole decir lo feliz que me hace saber que vaya a darme un hijo y prometo hacer lo posible por querer estar cerca de ellos haciendo las cosas bien.
Sin embargo, aquí me encuentro cenando con ella hablando de nuestros sueños.
Aprovechando la conversión, añado lo arrepentido que estoy por haber dedicado más tiempo a mi trabajo que a mí esposa.
Egoísta por mí parte en pensar solo en querer tener riquezas para que nada le falte, he dejado a un lado lo que no se puede pagar con dinero y se obtiene de una manera tan natural como es la emoción de dar y recibir cariño.
— Alexis, no te conozco de nada, pero hay algo en tí que me hace de confiar y al mismo tiempo querer decirte que aunque hayas hecho algo incorrecto sin intención de lastimar a tu mujer, debes luchar por ella.
— Eso es lo que más deseo. Pedirle perdón por no haber sabido ver todo lo que ella ha debido de soportar en silencio mientras yo me dedico a mi trabajo evitando prestarle la atención que tanto necesitamos. Porque aunque no me creas, yo también anhelo que me traten con cariño.
— No termino de entender, porque amándola tanto a tú esposa, la has dejado de ir.
— Por imbécil. Por dejarme llevar por la presión de otros que solo saben hablar y yo por ser un idiota les he hecho caso en todo. Y es lógico, que ella se le agote la paciencia y me haya pedido tiempo para pensar en nuestro matrimonio. — Trato evitar encontrarme con su mirada, pues aunque ella no sepa de quién estoy hablando es de ella, necesito desesperadamente que crea en mí y vuelvan las cosas a ser como han sido hace un año atrás.
— ¿Dónde está el baño? — Sin darme tiempo a preguntar qué le ocurre, Patricia sale corriendo al baño donde vomita.
Le sujeto por su cabello apoyando mi mano en su espalda mientras vomita.
Ella me repite si no me da asco verla de vomitar.
Le respondo que no sonriendo para que vea que trato de ayudarla.
Y eso mismo hago, le ayudo a lavarse la cara sujetándola para que no termine en el suelo.
La cojo por debajo de sus piernas en volandas llevándola hasta mi habitación.
La observo con preocupación debido a que tiene muy mal aspecto. Con mucho cuidado la dejo en la cama ofreciéndole un vaso de agua.
Ella solo me da las gracias cerrando sus ojos.
Mientras Patricia duerme, yo la contemplo con detenimiento mortificándome yo solo luchando contra mis miedos.
Si ella recupera la memoria, y supiera quien soy, me sentiría totalmente perdido en mi abismo de culpa por haber sido un ciego en no ver todo lo que ella hacía por mí, un sordo por no haberla escuchado y no haber sido mudo por haber hablado con palabras hirientes.
En estos momentos, ella descansa en la cama, mientras yo percibo un dolor insostenible en mi pecho de tener que estar sujetando mi amargura y no poder decirle quién soy por el temor de que algo le pueda ocurrir a ella y el hijo que lleva en su vientre.
Ya sé lo que es perder para siempre ha la persona que amas, y no deseo volver a pasar por lo mismo dos veces. Si esto es un castigo, deberá haber caído sobre mí y no sobre ella, porque si esto es una prueba pido al de arriba que me muestre el camino correcto para no desperdiciar cada momento con Patricia.
He entendido que la riqueza no te hace más feliz si no la tengo a ella a mi lado.
La quiero de vuelta, y haré todo lo que sea necesario por recuperarla.
Mientras tanto, permanezco en un segundo plano escondiendo mis sentimientos por mí esposa ocultando la verdad.
Esta tarde estamos dando un paseo después de haber estado comiendo juntos.
Patricia sigue siendo la misma, su esencia sigue intacta logrando acelerar mi corazón deseando volver a besarla y no tener que mantener las distancia con ella hablando sobre mí vida y las ganas que tengo de que todo esto acabe y rogarle que me perdone y empezar desde cero.
Sentados en el parque vemos como el sol se oculta, me percato de un vendedor ambulante, le hago una señal a Patricia para que me acompañe.
En el puesto hay bisutería, cuadros y estatuas hecha a mano.
Veo como sostiene una pulsera y cuando va pagar me adelanto diciéndole que es un regalo que quiero hacerle. Ella, se queda mirando una pulsera de cuero hecho a mano y me la entrega.
— Gracias por el detalle Alexis, toma. Acepta esta pulsera para cuando la mires te acuerdes de tu amiga. — Le pido ayuda para que me la ponga en mi muñeca.
Al rozar sus dedos mi piel siento nacer involuntariamente las ganas de abrazarla para pegarla a mi cuerpo expresándole mediante mis besos cuánta falta me hace comprendiendo que mi alma está ligada a ella y nuestros caminos están unidos y no pretendo soltarla de la mano.
Si no agarrarla más fuerte protegiéndola.
Al caer la noche me encuentro en la puerta a Sabino, mi semblante cambia al verlo cerca de ella, para no levantar sospechas me meto dentro de mí apartamento contando el tiempo que tarda ese miserable en salir.
Diez minutos ha tardado en salir.
— ¿Para qué has venido? — Gruño conforme me voy aproximando hasta él.
— Tranquilo, yo solo he venido a revisar a Patricia para ver cómo se encuentra. Ya me voy.
— Ya te avisé que no te quiero cerca de ella. Cualquier cosa que le suceda ya me encargo yo. — No puedo contenerme, ganas de atizarle no me faltan.
— Ya lo he entendido. Pero entienda que yo vengo como médico. Ya sé que mejor que usted no la va cuidar, pero déjeme hacer mi trabajo a mi. — Mi rabia está reflejada en mi rostro, no hace falta decirle más para que se meta en la cabeza lo que debe hacer.
Acto seguido toco la puerta del apartamento de Patricia. No sé exactamente qué voy a decirle.
Ella abre la puerta con semblante serio.
— Escúchame Alexis, el que seas mi amigo no te da ningún derecho a decirle nada a Sabino. Él también es mi amigo y como médico se preocupa por mí. Das tantas voces que te se escucha hasta en la china.
— No te molestes conmigo, yo solo quiero que estés bien.
— Eso a tí ni te va ni te viene. Además, tú eres un hombre casado. Ahora disculpame quiero irme a dormir.
— Patricia, sabes que cualquier cosa que necesites estaré ahí.
— No sé a qué viene tanto interés, al menos que busques algo de lo que no estoy dispuesta a darte. Yo no soy esa clase de mujeres.
— Espera un momento. Yo no busco en tí sexo. Te estás equivocando conmigo. Tan sólo pretendo ayudarte porque te he visto mal, y me caes muy bien. Simplemente somos amigos Patricia.
Yo ante todo quiero salvar mi matrimonio, no quiero volver a estropear las cosas con mi esposa.
— Vaya, al parecer estamos de acuerdo en algo. Ahora mismo necesito estar sola. Nos veremos otro día.
Ella cierra la puerta mientras yo me quedo apoyado con mi espalda echando mi cabeza hacia atrás luchando contra este mal estar que me asfixia por momentos.
Camino arrastrando los pies hacia mi apartamento.
Allí, me dejó vencer derrotado y malhumorado cayendo al suelo.
Estiro mis piernas en el suelo pensando en toda esta situación maldiciendo por todo, culpándome, arañándome hasta el pecho por tener que fingir y no poder decirle de una vez por todas a Patricia la verdad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro