Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 25

Nuevamente he mantenido una pelea con Alexis.
Siempre repetimos lo mismo, a él le sigue costando abrirse conmigo sobre los problemas que está teniendo en la empresa y para colmo de males su amiga Pía no deja de hablarme cada vez que coincidimos  de Clarisa y todo lo que hacía Alexis con ella.
Aunque él me ha jurado y per jurado que me ama a mí, tengo mis dudas.
Hay cosas que hacía con Clarisa que conmigo no hace, y a decir verdad muchas veces me siento sola e incomprendida. Como si ese cariño que se ha ido formando al principio se estuviera lentamente desgastando.
Por lo que he tomado la decisión de separarme de él el tiempo que tenga que estar en Turín trabajando para así poder poner distancia entre nosotros y pensar en lo que en verdad significa este matrimonio para nosotros.

Había hecho la maleta aprovechando que Alexis se encuentra en una fiesta importante para irme a casa de Anne y salir mañana hacia Turín.
El viaje se me hace eterno, y para rematar pierdo mi monedero donde tengo toda la documentación.
Y por si fuera poco, el merluzo este del chófer no deja de meternos prisa.
Agobiada, propongo a Anne que se marche ella primero para que pueda conocer a la clienta y después nos reunimos en el hotel para que me ponga al corriente de todo.

Afortunadamente he podido encontrar mi monedero y tras revisarlo no falta nada.
Salgo a la calle para coger un taxi.
Al subirme al taxi le doy la dirección del hotel al taxista que me mira algo raro. De pronto siento como una especie de presentimiento.
Miro por la ventanilla pensando en Alexis.
En ese instt el taxista pega un frenazo.
No sé porque pero siento miedo.

— Señor por favor puede ir más despacio. Mire que no llevo prisa.

— Disculpe señora pero no puedo ir más despacio, tengo un aviso y tengo que estar en diez minutos.

El taxista no termina la frase cuándo una motocicleta sale de la nada haciendo que el conductor no pueda controlar el vehículo y acabemos derrapando de un lado a otro de la carretera para terminar chocando contra algo.

Abro los ojos aturdida, desorientada sin saber dónde estoy y qué hago con una botella de suero y varios cables puestos.
Una enfermera me saluda e inmediatamente toca un botón donde aparece de la nada dos médicos.
Uno de los médicos comienza a hablarme y examinar con una luz pequeña mis ojos, me hace de abrir la boca y me hace varias preguntas que no sé responder.
Solo le digo que me duele la cabeza.

— Es normal señora que le duela la cabeza, usted ha tenido un accidente, por suerte no se ha roto nada, solo tiene algunas heridas leve. Pero debe dar gracias de que el feto no ha sufrido daños graves. Y según las pruebas realizadas no tiene nada grave en su cabeza. Pero debe permanecer un día más en observación, seguiremos haciéndole más pruebas.

— ¿Me bebé? ¿Acaso estoy embarazada? — Pregunto despacio sin entender que está ocurriendo exactamente.
Otro médico me pregunta si recuerdo algo. Comienzo a pensar y no sé ni mi nombre. A lo que no tardo en ponerme nerviosa y empezar a llorar.
¿Qué me está sucediendo?

— Soy el doctor Sabino Arana, usted es mi paciente y los días que esté en el hospital yo mismo me encargué de tí.

— ¿Porqué tanta molestia? Yo tendré familia, amigos...

— Ahora debes de descansar y confiar en mí Patricia. Porque yo soy tú amigo. Tú no recuerdas nada pero nos conocimos hace años. No sabes cuánto me alegro de verte de nuevo.

Me quedo observando a ese señor que dice ser mi amigo.
En estos momentos estoy sola, embarazada y sin poder recordar nada.
¿Me puede pasar algo peor?
Y sin quedarme de otra, debo de confiar en Sabino.

Permanezco unos días más en el hospital hasta que me dan el alta.
Sabino se ha portado muy bien conmigo.
Ha estado al pendiente de mí en todos estos días, aunque no lo recuerdo no sé ve mala gente.
De hecho, cuando me dan el alta me lleva hasta un pequeño apartamento que tiene.

Con amabilidad, Sabino me abre las puertas de su casa dejando una bolsa de comida encima de la encimera de la cocina.
Sin apartar sus ojos marrones de mí, y con una sonrisa de oreja a oreja comienza a cocinar.

Mientras tanto,  yo sigo sentada en el sofá sintiéndome cada vez peor. Solo puedo llorar, por ello me tapo mi rostro con las manos dejando que mi sufrimiento se revele.

— Sabino, por favor ayúdame. Necesito saber quién es mi familia. Yo he debido de tener una vida, y... ¿Quién es el padre de mi hijo? ¿Estoy casada, soltera, divorciada, viuda? ¿Quién soy?

— Patricia, no puedo contarte todo de golpe, ya has oído a mis compañeros. Tú tienes amnesia temporal. En cualquier momento volverás a recordar. Pero si te facilito toda la información de golpe, podrías sufrir un shock y quedarte así siempre sin memoria o incluso estarías poniendo en peligro la vida de tu bebé.
Yo quiero ayudarte, y cuando te encuentres mejor te llevaré a la policía para que te pongas en contacto con tu familia.

— De acuerdo. — Sabino era un hombre muy bueno conmigo.

Los días que estaba encerrada en su casa, él pasaba algo de tiempo conmigo, me traía todo lo que me hacía falta como ropa, comida y siempre se preocupa de mí y de estado de salud.

Aunque él se comporta bien, yo siento la necesidad de poder recordar todo y saber quién soy y sobre todo, si alguien me estará buscando o no. Si estoy embarazada es porque hay un hombre en mi vida.
Comienzo a desesperarme, camino por el pequeño piso sintiendo que me falta el aire.
A punto de tener un ataque de ansiedad, decido salir a la calle y caminar en un pequeño parque que hay sitiado cerca del edificio donde vivo.

Durante un buen rato camino por el parque hasta que comienzo ha sentirme cansada. Tomo asiento en un banco viendo a las personas como pasean con sus mascotas, madres con sus hijos y parejas agarrados de la mano.
De pronto siento nostalgia, mis ojos me pican y un nudo amargo ha comenzado a formarse en mi garganta.
Dejo caer mis gotas saladas mirando al cielo para que alguien me ayude.

— Disculpe señora, ¿Le puedo ayudar en algo? — Un hombre algo mayor que yo con unos hermosos ojos claros y un bello rostro me extiende un pañuelo.
Dudo si aceptarlo o no mientras me seco mi rostro con la palma de mi mano.

— Gracias, estoy bien. — Intento levantarme del banco siento un pequeño mareo. El señor posa sus manos ligeramente en mis brazos evitando caerme.

— ¿Necesita que la lleve al hospital?

— Es un pequeño mareo ya se me ha pasado. Es que estoy algo nerviosa y alterada. — El hombre se sienta a mi lado diciendo que no se irá hasta asegurarse de que estoy bien.
En cierto modo no me gusta que me tenga tanta estima. Yo no lo conozco y no sé sus intenciones.

— Muy amable señor por todo. Ahora debo de marcharme. Gracias por todo.

Emprendo mi camino hasta el apartamento donde vuelvo a encerrarme entre las cuatros paredes esperando que llegue Sabino.

Por la noche, Sabino llega como siempre con varios paquetes de comida.
Mientras me pregunta cómo me siento, voy colocando la comida en los platos.
Diríamos que me siento bien porque sé que voy a ser madre y a la misma vez estoy desesperada e inquieta por no poder recordar nada.
Vivo tranquila cuando estoy con Sabino, pero cuando él se va el miedo comienza a formarse dentro de mí.

Al día siguiente salgo de nuevo para caminar en el parque.
Mientras espero el ascensor una voz masculina me saluda.

— Buenas tardes señorita. ¿Cómo está? ¿Ya se encuentra mejor?

— Oh. — Abro mis ojos al máximo observando al hombre que está parado al lado mío.
Es realmente bello y amable ahora que tengo una mejor visión.

— Sí, ya me encuentro mejor. Le agradezco mucho lo que hizo por mí.
¿Eres mi vecino? — Mierda, no debí hablar y si ya nos hemos visto antes. ¿Qué pensará de mí? De nuevo comienzo a ponerme nerviosa.

— Sí soy nuevo me acabo de mudar. Por cierto me llamo Alexis Montenelli mucho gusto.

— Yo soy Patricia. Mucho gusto en conocerte. — Al estrechar su mano noto un rayo transparente recorrer mi espina dorsal golpeando ligeramente en mi vientre dando vida a unas pequeñas mariposas.

Comienzo a ponerme algo histérica por su cercanía y más en el ascensor. Un cubículo tan pequeño que puedo oler su fragancia.

— Patricia, ¿Vas al parque? Porque yo voy a correr un rato. ¿Vienes conmigo? — Me pierdo en sus ojos claros como corales. Sus labios carnosos se ven que son apetecibles y ese cuerpo tan atlético y bien marcado se me hace la boca agua y la mente sucia de estar pensando en cochinadas en este momento.

Juntos, vamos hacia el parque donde Alexis comienza hacer sus ejercicios mientras yo paseo abrazada así misma.
Cansada de torturarme intentando recordar algo tomo asiento en el césped mirando hacia una fuente donde juegan los niños.

— Quién fuera niño para poder jugar con el agua. — A pesar de estar sudado, Alexis está tremendamente  sexy. Si no fuera porque soy tan vergonzosa le estaría tirando los trastos ahora mismo.

— Sí, es cierto. Pero los adultos tenemos tantos problemas en la mente.

— Cuéntame, tú también estás atravesando por un mal momento. — Alexis se estira en el césped apoyándose sobre sus codos cruzando sus  largas y fornidas piernas.
La madre que lo parió, pero este men de donde ha salido.

— ¿Quién no tiene problemas? El caso es saber encontrar la solución y adivinar que es eso que nos atormenta tanto.

— A mí por ejemplo, he cometido un gran error en dejar ir a mi esposa. Fui un estúpido al no tener más tiempo para ella y expresarle cuanto la amo mientras hacemos el amor. Pero sobre todo, debí haber confiado en ella, ya que ella no solo es mi esposa. También es mi amiga.

Mierda está casado y yo pensando  en querer tener algo con él.
¡Ay señor bendito! ¿Qué hago yo pensando en sexo en estos momentos? ¿Será por las hormonas? ¿O será porque aquí el niño está como para subirse al potro y galopar durante un buen rato?

— ¿Estás casado? — Pregunto mientras sigo observándole como su mirada se vuelve más cristalina y su semblante más apagado.

— Estoy casado. Pero por mí torpeza mi mujer se quiere separar de mí. — Escucho con atención Alexis cómo se expresa de ese amor que siente hacia su esposa. La manera tan frágil y delicada de hablar sobre el amor y como rompe a llorar aunque quiera hacerse el fuerte por no haber hecho las cosas correctamente y  haberla defraudado para ella haber querido dar el paso de querer separarse.
Alexis me cuenta que es un empresario y rico.
Pero en estos momentos su empresa está pasando por un problema financiero.
Lo escucho con atención dándole ideas sobre cómo podría tener algo más de éxito en su empresa.

— Estoy segura que si bajas los precios y esa ropa que vendes para cuatro mujeres que se lo pueden permitir, lo hicieras para mil mujeres que tienen el salario justo para salir adelante a fin de mes, estoy segura que haría más ventas. Y tú negocio se extendería por más lugares.

Alexis se queda pensativo durante unos minutos. Después me mira mostrándome una sonrisa tan pícara que acaba derritiéndome.

— Sabes, has tenido muy buena idea. Hablaré con mis asesores financieros para proponerles tú idea. Gracias Patricia. — Me sonrojo humedeciendo me los labios.

Después de pasar un buen rato hablando, Alexis quiere invitarme a cenar. Como tengo un hambre atroz, acepto encantada de ir hasta un pequeño puesto de comida para comprarnos unos kebab.
Los cuales me están deliciosos, creo que ya comienzo con los antojos.

Me encuentro sola tumbada en mi habitación pensando en Alexis.
Se ve que es un hombre enamorado de su esposa.
Qué suerte tiene la condenada.

Suspiro fuerte cerrando mis ojos poniendo mi mano en mi vientre, de pronto la imagen de Alexis vuelve aparecer en mi mente.
Sin darme cuenta pronuncio su nombre abriendo mis ojos me incorporo rápidamente en la cama.
Siento un dolor de cabeza, me levanto de la cama y sin saber que hacer llamo a Sabino, pero éste tiene el teléfono apagado.
Desesperada y con un fuerte dolor de cabeza toco la puerta de Alexis.

Avergonzada le pregunto si puede llevarme al hospital porque me duele mucho la cabeza.
Le comento que tuve un accidente y por recomendación de los médicos cuando sienta dolor de cabeza debo de ir inmediatamente al hospital.
Alexis me dice que si me ayudará.

Cuarenta minutos después me encuentro en el hospital más cercano.
Me revisan, les cuento lo sucedido explicándole sobre mí accidente y embarazo.
Me hacen pruebas y me tienen en observación toda la noche.

Al día siguiente me dan el alta, todo está bien. Según me informa una doctora, esos dolores de cabeza serán frecuentes debido a que comenzaré a recordar.

Una enfermera me comunica que alguien me está esperando en la sala de espera. Anoche le pedí a los médicos de no responder a nadie sobre mí, puesto que Alexis es solo mi vecino y no lo conozco como para tener que darle explicaciones referente a mi vida.

Para agradecerle el detalle de haberme acompañado toda la noche lo invito a desayunar, pero cuando toca  pagar me percato que no cogí dinero.
Alexis saca su tarjeta y paga el desayuno sin dejar de sonreír quitándole importancia al asunto.

— Lo siento mucho. — Me disculpo echándome un trozo de donut a la boca.

— Tranquila suele pasar. Lo importante es que estés bien.

— Sí, me han hecho pruebas y estoy bien. No sé cómo agradecerte lo que has hecho por mí.

— No tienes nada de que agradecerme. Lo importante es que estés bien. — Vale, aquí me está pasando algo que no es normal.

Este men tan bello, me lanza unas miradas que me vuelven crazy.
Su mano puesta encima de la mía hace que sienta que me estorba la ropa y tengo unas ganas terribles de comérmelo con patatas.

De pronto siento que me duele la cabeza.
Aparento normalidad mientras desayunamos para no preocupar Alexis el cual me fascina cada vez más.
Pena que solo seamos amigos, porque hasta envidia le tengo a su esposa de estar casada con un hombre tan amable y encantador  como lo es Alexis.

Nada más llegar a casa me tumbo en la cama intentando aliviar el dolor de cabeza.
Sé que esto va ser frecuente y no puedo tomar medicamentos por mi embarazo.
Pero es que no sé qué me está sucediendo, necesito sexo.
Mi cuerpo está como una fogata.

Sin pensarlo me voy hacia la casa de Alexis después de haberme dado una ducha fría, pero ni con esas se ha bajado las fiebre.
Y si es otro antojo de que quiera tener sexo con Alexis. Mira que me sale el baby con una mancha y para qué quiero más.
Ah no. Yo toco la puerta, espero a que salga y cuando abre la puerta me quedo petrificada.
Acabo de ver al David de Miguel Ángel en carne y hueso pero con una toalla tapándole lo que más quiero ver.
Observo su pelo mojado como le caen unos lechones de pelo en la frente, algunas gotas se resbalan aún por su figura logrando alocar a mis pobres hormonas.
Perfecto.
Y ahora que estoy aquí parada como una idiota comiéndomelo con los ojos porque con la boca no puedo.
¿Qué le digo, que si me puede dar sal?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro