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Capítulo 18

Ha sido tan bonito, tan hermoso el haber hecho el amor con Alexis que aún creo estar flotando sobre una nube.
En verdad lo amo con tanta intensidad que creo que mi corazón explota si él me llegase a rechazar.
Sonrío clavando mis ojos en él mientras veo como se levanta para quitarse el preservativo al mismo tiempo que desaparece para darse una ducha.
De pronto siento un dardo clavarse en mi corazón.
No entiendo porqué se levanta y se marcha a lavar su cuerpo como si fuera otra más en su cama.
Definitivamente me ha dolido su gesto tan desagradable conmigo.
Puedo estar enamorada de él pero tampoco voy a permitir que me trate como una conquista más.

Pego un salto de la cama para comenzar a recoger mis cosas y vestirme muy rápido, quiero salir de esta maldita habitación cuanto antes. Contra más tiempo permanezca aquí más aguda será la herida y más dolor me va causar aceptar la verdad.

Conduzco hasta la casa de invitados pensando en Alexis procesando todo lo que acaba de ocurrir entre nosotros.
Estaba deseando de que me tocara, sus labios saben tan dulces, y esa manera tan delicada y tierna de tratarme... Incluso me da la sensación de que ya he vivido este momento antes.

Al llegar a casa me encuentro con Anne sentada en una tumbona del jardín con nuestras maletas.
Comienzo a ponerme nerviosa e inmediatamente me preocupo por ella. Salgo corriendo hacia dónde está mi amiga donde ella al verme se levanta para abrazarme entre sollozos.

— Anne dime qué está ocurriendo, ¿Porque estás así?
Cuéntame hija de mi vida que estoy que no quepo en mi pellejo.

— Paty, de verdad ha sido horrible. La prensa ha estado todo el día en la puerta, los hombres de seguridad han intentado bloquear el paso a los periodistas y ahora hace un momento Donna vino a la habitación para culparnos de lo sucedido. Y...como ves nos ha echado a la calle.

— Lo siento mucho. Pero...¿Porqué no me llamaste? Hubiera venido inmediatamente.

— Lo he hecho. Pero tú teléfono estaba apagado todo el rato. — Saco el teléfono del bolso, y efectivamente no tengo batería. Abrazo Anne sintiéndome culpable por no haber estado a su lado para enfrentar a la maldita de Donna.

— ¿Qué vamos hacer Paty? — Anna habla entre sollozos mientras yo saco mi fortaleza proponiéndole ir a un hotel.

Llamamos a un taxi. Nada más montarnos en el taxi le pedimos al taxista que nos lleve a una pensión barata. El taxista nos recomienda una y nos lleva hasta la pensión.
Pagamos el taxi agradeciendo al taxista su ayuda y al entrar a la pensión nos registramos y subimos a la habitación indicada.

Ya instaladas, propongo a Anne de comer algo y darnos una ducha.
Anne asiente con su cabeza, me duele verla lo mal que se encuentra, ¿Qué le habrá dicho la sinvergüenza de Donna para que mi amiga esté temblando?
Ahora, si se piensa esa pulgosa que se va salir con las suyas lo lleva claro.

Mientras Anne toma un baño, yo bajo siguiendo las indicaciones del recepcionista hacia una tienda abierta de 24 horas.
Camino durante unos minutos hasta llegar. Compro algo de comida y bebida y vuelvo a la pensión para comer los bocadillos que he comprado y poder hablar con Anne.

Al llegar a la habitación quito los plásticos a los bocadillos, saco las bebidas y nos sentamos en el suelo, mientras Anne me cuenta con más detalle lo sucedido nos comemos la comida.

— Siento mucho de que hayas pasado este mal trago tú sola. Yo me entretenido demasiado en casa de Alexis hablando con su madre. — Miento, porque creo que no es el momento adecuado para confesarle a mi amiga lo sucedido entre Alexis y yo.

Poco a poco nos va venciendo el sueño. Anne se queda dormida inmediatamente mientras yo decido darme una ducha.
Debajo del agua no dejo de pensar en Alexis.
Se suponía que yo soy alérgica a los italianos por lo vivido anteriormente con Sabino. Lo quise mucho, y él a través de sus mentiras envueltas en palabras bonitas supo lastimarme.
Y ahora mismo, aquí me encuentro, intentando ponerme de acuerdo entre lo que me dice mi cordura y lo que me  explica mi corazón.

Alexis. Alexis. Repito su nombre apoyando mis manos en los azulejos razonando conmigo misma.
Esta noche le expresado a través de mi cuerpo, con las claras señales del fuego de piel  le trasmitido cuanto lo amo, lo que mi boca no es capaz de decirlo, y sin embargo le entregado no sólo mi cuerpo, también hasta mi alma.
¿Y ahora como voy a poder mirarlo a los ojos, cuando él me ha tratado como otra más?
Señor, dime qué puedo hacer para quitarme esta daga clavada en mi pecho y la cual me desangra por haber puesto mis cinco sentidos en un hombre que ama a otra mujer, porque así me lo declaró él.
Pero que tonta he sido, y a quién culpo de mis errores.
¿A Frankenstein?
  Mejor salgo de la ducha y descanso un poco mañana será otro día.

Nada más levantarnos, propongo Anne de ir a desayunar y después llamar a Corina.
En mitad del desayuno nos llama Corina necesita vernos.
Le damos la dirección de la pensión para quedar en vernos.

Una hora después, Corina llega al parque situado a pocos metros de la pensión disfrazada.
Nada más vernos su llanto comienza impidiendo que hable con claridad.
Le damos agua para que se tranquilice.
Ya más calmada, nos cuenta la discursión que ha mantenido con sus padres. Al parecer, tanto su padre como su madre le exigen el deber de casarse con Angelo aún habiéndole confesado a sus padres de amar a otra persona.

— Anne, llévate a Corina a la habitación y esperarme allí, no salgan para nada. Ahora mismo me voy hablar con el único que puede parar está maldita boda.

— Paty, ¿Qué vas hacer? — Anne pregunta preocupada.

— Fácil, ir hablar con Angelo. Corina me ha dado la dirección de su oficina, iré para hacerle entrar en razón a ese gilipollas de que se está equivocando, o juro que le golpeo, a ver si así reacciona.

— Ten mucho cuidado amiga.

Dejo atrás a Anne y Corina, espero que mi plan salga bien.

Me monto en un taxi y le doy la dirección donde está la sede del partido y tiene su oficina Angelo.
Sí o sí este cabeza de melón me ha escuchar. Vaya que si me va escuchar como que me llamo Patricia Zabat.

Al llegar a la calle donde se encuentra la sede del partido, el taxista me deja a unos cuantos metros de la puerta. Salgo del taxi y camino hasta la puerta donde hay varios hombres de seguridad plantados en la puerta.
Espero en la calle durante un buen rato hasta que me dejan entrar.
Los hombres de seguridad registran mi bolso y a mí y tras hacerle entregada de una tarjeta que me ha dado Corina, éstos me dejan entrar.
Camino unos metros hasta llegar al ascensor.
Dentro pulso la planta donde me bajo y al salir busco la oficina del tarado éste.

Una mujer de mi edad más o menos me saluda preguntando que deseo.
Le respondo inventándome una excusa, al parecer cuela y la mujer hace una llamada, a los cinco minutos me comunica que puedo entrar para hablar con Angelo.

Al entrar en su oficina, tomo asiento en la primera silla que veo delante de él. Angelo habla por teléfono sin apartar sus ojos de mi y el ordenador.
A la media hora, al fin ha terminado de hablar.

— ¿Qué haces tú aquí? — Vaya manera de recibir visitas que tiene éste.

— Gracias, me apetece un café con leche y un par de cucharadas de azúcar estaría bien. — Lo vacilo mientras él con su semblante serio llama a su secretaria para que nos traigan unos cafés.

— ¿Te ha mandado Corina?, Lo digo porque son tan amigas. — Con más asco no puede hablar aquí el tarado éste.

— Te equivocas. He venido yo sola para hablar contigo sobre la boda que supuestamente se ha cancelado, pero que según los padres de Corina quieren que se lleve a cabo.

— ¿Y tú qué pintas en todo este asunto?

— Solo quiero decirte cómo amiga de Corina, que eres un gilipollas. Un tío que solo se quiere a sí mismo y estar arriba de todo como un emperador a costa de otras personas.
O si no, dime. ¿Amas a Corina?

— Claro que si.

— ¡Ay, por favor!
De verdad tienes madera para ser político, porque mientes de maravilla. Tengo pruebas de que demuestran como le pones los cuernos querido Angelo. Si en verdad amas a Corina, no buscas en otras mujeres lo que te puede dar tú pareja.
Pero no la amas, solo miras por tus putos intereses y te importa una mierda el daño que puedas causar a otras personas.
Razona Angelo, qué clase de vida vas a llevar si te casas con Corina.
Tú serás el presidente, en tu casa te va esperar una mujer amargada, que se va acostar contigo por obligación, te dará hijos, y qué clase de educación le darán a vuestros hijos si entre vosotros mismos no existen sentimientos. Piénsalo Angelo, ahora estás a tiempo, de hecho Corina te ha dicho que no te ama.
¿Hasta dónde va llegar tu orgullo? — Angelo se levanta de su sillón de cuero dándome la espalda para meditar mirando por una gran ventana.

— Angelo, creo que si has llegado hasta donde estás ahora mismo, habrá sido por tu sacrificio y esfuerzo. No tengas que deberle nunca nada a nadie. Si algún día llegas a ser presidente, siéntete orgulloso de ti mismo, de que la gente que te haya colocado en este lugar para que los representes es porque ven en tí todo un líder.
¿Porqué tienes que crear una imagen de tí que no es cierta?

— Llevas razón Patricia. Jamás nadie ha sido tan directo conmigo como lo acabas de ser tú.
Tienes agallas para venir y defender a una mujer que solo conoces desde hace unos meses.
Y sí, todo lo que me has dicho es lógico. Desde que me metí en el partido mi gran sueño es poder ser presidente. He debido de sufrir mucho y hacer la pelota algunos viejos políticos para conseguir su apoyo y poder ser lo que quiero ser.
Pero casarme con Corina solo fue un paso más para llegar cuanto antes a la cima.

— Ahora estás a tiempo. Rectificar es de sabios.

— No me arrepiento de nada de lo que debido hacer hasta verme sentado en este sillón. Pero una cosa es lo que yo haga y otra es ser un infeliz. Definitivamente no me casaré con Corina. Si ella ama a otro hombre, le deseo que sea feliz.

— Has tomado una correcta decisión. Me alegro mucho por Corina y te deseo que tú encuentres también esa mujer que te sepa amar como te mereces.

— Gracias Patricia por abrirme los ojos. Si me permites me gustaría invitarte a comer.  — Al parecer las cosas se han aclarado y Angelo  no va casarse con  Corina.

Una vez que estamos en el restaurante comiendo, Angelo se porta más cortes conmigo, incluso me cuenta cosas referente a su vida y yo le cuento algunos detalles de mi vida.
Al fin de cuentas Angelo no es tan imbécil como yo pensaba. Hasta me cae bien y todo.
En ese momento escucho una voz varonil y muy conocida, tanto como sentir abejas en mi estómago detrás mío.

— Buenas tardes señorita Zabat. — Alexis...me levanto como si fuera a romperme estrechando su mano.
Qué cabrón, ¿Porqué actúa así?

— Mucho gusto en verlo señor Montinelli. ¿Cómo se encuentra y su madre como sigue? — Si él se pone tonto yo más.

— Está bien, muchas gracias por preguntar. Yo quería tratar algunas cosas con usted. Si no le importa puede pasarse por mí oficina la estaré esperando.

— Por supuesto. — Qué cordial somos. Aunque me sabe mal tener delante Alexis y actuar de una manera formal.

Alexis se va hacia otra mesa con un grupo de personas más.
Yo vuelvo a sentarme actuando con normalidad el tiempo que dura la comida.

Cuarenta minutos después me despido de Angelo quedando de que él hablará personalmente con los padres de Corina para cancelar la boda.
Angelo se marcha y yo me voy en busca de un taxi sintiéndome como un colador por las miradas tan poco amables que me ha lanzado Alexis en el restaurante de vez en cuando.

Minutos después aparezco en la oficina de Alexis. El cual me recibe con una cara de querer lanzarme por la ventana.

— Hola señor Montinelli, ¿Quería verme? — Habrá que seguir con las formalidades.

— Déjate de tonterías y dime porqué te fuiste de esa forma de mi casa anoche. — Yo lo flipo con este ser.
Primero me trata con cortesía y ahora como unos colegas de barrio.

— Me fui porque no quería quedarme a dormir en tu casa. Ya echemos la pólvora. O es que había un segundo tiempo y no me enteré. De haberlo hecho, me espero hasta los penaltis.

— ¿Esa es tú explicación?

— Más o menos. — Me encojo de hombros.

— Después de lo que pasó anoche entre tú y yo, vas y me das está pésima excusa. Responde Patricia, ¿Qué te llevó para que te fueras de ese modo de mi casa? No te hice nada malo.

— ¿Tú crees? Para mí sí. Terminamos de hacer el amor, y al niño no se le ocurre otra cosa que levantarse e irse a darse una ducha como si quisiera quitarse mi olor, como si te diera asco. Chico me dio la sensación que me diste el mismo trato como a una más de tus conquistas.

— Creo que mejor me hubiera creído la primera respuesta. Porque ésta me ha lastimado un poco.
Antes de sacar tus conclusiones, haberme preguntando. Siento decirte que cuando sudo, sea en la cama con otra mujer, o haciendo deporte debo lavarme inmediatamente debido a que me salen rojeces en mi piel. Por eso tuve que irme a la ducha, y si según tú te hubiera tratado como otra más, estate segura que no lo hubiéramos hecho en mi cama, en la casa donde vive mi madre. Te hubiera llevado a otro lugar.
Me has decepcionado Patricia, no creí que llegases a pensar eso de mí.

— Yo...— Yo, que debo decir ahora. Me siento muy avergonzada.
Solo puedo disculparme bajando mi cabeza de la misma vergüenza que siento.
Trato de reparar mi error, pero ahora es Alexis quién me pide que me vaya puesto que tiene mucho trabajo.

No digo nada, salvo voltear me y salir de su oficina arrastrando mi moralidad por el piso. He actuado muy mal con Alexis, mi mente junto con mi dolor me hacen de actuar de este modo. No he debido hablar y mucho tiempo precipitarme ante los acontecimientos.
Ahora solo me queda esperar que se le pase el cabreo para el tratar de hablar nuevamente y al menos poder aclarar las cosas entre nosotros.

Casi anochecido llego a la pensión donde vuelvo a reunirme con mis amigas.
Ellas impacientes esperan que les cuente lo sucedido con Angelo.
Le cuento todo con pelos y señales, y en ese momento Corina recibe una llamada de su madre.
Necesita verla porque al parecer Angelo está esperándola en su casa.
Feliz pero aún con dudas, Corina nos pide que le acompañemos.
Yo encantada, así me libro de pagar la cena.

Nada más ponemos un pie en la mansión del presidente. El personal nos conduce hasta el gran salón.
Allí Donna nos mira con desdén.
A leguas se nota que no somos santo de su devoción.
Corina pide que nos unamos a la conversación, incluso Angelo nos pide que nos quedemos.
Los seis, incluido el presidente que parece que no, pero se encuentra allí sentado en un sillón de cuero escuchando todo lo que dice Angelo y los motivos por los cuales no quiere casarse con Corina.
Donna insiste en que se celebre la boda, tanto Angelo como Corina no quieren hacerlo y prefieren quedar como amigos.
El presidente, al fin abre su boca para ponerse a favor de su hija.
!Aleluya! Al fin le ha llegado el razonamiento a este hombre.

A pesar de las protestas de su esposa, el presidente abraza a su hija y Angelo estrechando su mano con afecto quedan en que nada cambiará entre ellos. Incluso le propone a Corina de que le presente a Dante.
Corina asiente feliz por lo que le dice su padre.
Acto seguido, nos sentamos todos en la mesa en una ambiente más relajado y feliz.
Después de todo, vinimos para organizar una boda importante  y eso va ser lo que vamos hacer.
Incluso se me ocurre una idea para esquivar a la presa y no molesten con este tema.
Tras escucharme, todos están a favor de llevar mi plan hasta el final.

Bueno al fin y al cabo todo a salido mejor de que nos hubiéramos imaginado.
Aquella noche volvimos de nuevo a dormir en la casa de los invitados hasta terminar la boda.

Nada más caer en la cama, pienso en Alexis y en lo sucedido entre nosotros. Quizás le haya pillado un poco cabreado, lo mejor que puedo hacer es hablar con él cuando esté de buen humor.
No puedo dejar las cosas así, me duele mucho saber que la he cagado con Alexis y que por una estupidez mía todo acabe mal entre nosotros.

A decir verdad ya habían pasado algunos días y la comunicación entre yo y Alexis era la justa. Con quién más trataba era con Anne y eso me hacía sentirme peor conmigo misma.

No hay nada mejor  para levantarse el ánimo que ver  varios strippers bailar mientras una se toma una cerveza con su mejor amiga después de haber tenido una semana agobiante de trabajo.
Nos encontramos en una fiesta que organiza el local.
Hay muchas mujeres todo hay que decirlo gritando y bailando con la música y con estos guapos hombres.
Anne y yo estamos sentadas tranquilamente pasando un rato entretenido.

— Chica te miro y veo que te sienta bien el pelo pelirrojo. — Bromeo con Anne la cual ha decido usar mi peluca roja y mi máscara por venganza de haberle provocado que le bloquearan su tarjeta.

— Tú tampoco estás nada mal de rubia. Deberías teñirte el pelo. — Brindamos y nos reímos de nuestro aspecto hasta que un joven camarero llega a nuestra mesa. Nos deja unas cervezas y dirigiéndose a Anne le dice que el señor la está esperando.

Ambas nos miramos sin entender que está pasando. Aún así, por curiosas, Anne se levanta siguiendo al camarero.
Mientras tanto yo me quedo bebiendo de mi cerveza viendo el espectáculo hasta que de pronto uno de los strippers llama mi atención. Incluso me levanto para mirarlo de cerca.
No puede ser, el pánico va apoderándose de mí. El hombre que estoy viendo bailando en el escenario es el hombre enmascarado.
No entiendo realmente que está pasando, pero en lo primero que pienso  es que algo malo le pueda ocurrir a mi amiga.

Sin pararme a pensarlo dos veces comienzo a buscarla incluso le pregunto al camarero de antes dándole un pequeño soborno por su silencio.
Inmediatamente me dirijo hacia la habitación que me dicho el camero.
Ha decir verdad, siento todo mi cuerpo temblar.
Con mis manos temblorosas abro la puerta, menuda seguridad tienen.
Al abrir la puerta veo a mi amiga cómo su madre la trajo al mundo subida en una especie de columpio con las piernas más abiertas que la puerta de Alcalá.

— No lo hagas. — Grito acercándome hasta donde se encuentra mi amiga.
Pero es ese hombre con una máscara negra que le cubre casi todo el rostro  quién me impide salirme con la mía.

Sigo gritándole a mi amiga intentando deshacerme de ese hombre.
En mitad de ese forcejeo, éste me hecha fuera de la habitación cerrando la puerta tras él.
Como una gata rabiosa sigo atacando fuera de mí, acabando por quitarle la máscara a ese hombre.

Como un bloque de hormigón me quedo mirándole mientras él intenta de nuevo tapar su rostro.
Trago saliva una y otra vez notando como lentamente mis piernas empiezan a fallarme.
No podía creer lo que estaba viendo, tanto es mi impresión que no puedo articular palabra, solo puedo escuchar lo que me dice al mismo tiempo que pienso en lo que va suceder ahora en adelante entre nosotros.

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