Zenitsu Agatsuma [El Lloron]
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Bajo la Tormenta
La lluvia golpeaba el techo de la cabaña con un ritmo constante, creando una sinfonía de sonidos que llenaban la noche. Afuera, el bosque estaba oscuro y húmedo, pero dentro del pequeño refugio, el calor del fuego iluminaba suavemente el espacio.
Zenitsu estaba sentado a tu lado, su yukata levemente desordenado y su cabello aún húmedo por la tormenta. Sus ojos dorados brillaban con una mezcla de alivio y algo más que no alcanzabas a descifrar.
—Pensé que íbamos a morir allá afuera… —murmuró, dejando escapar un suspiro dramático—. ¡No puedo creer que una simple tormenta casi nos mate! ¡Y tú tan tranquilo como si no fuera gran cosa!
Rodaste los ojos con una sonrisa.
—Exageras. Solo era lluvia.
Zenitsu hizo un puchero y cruzó los brazos.
—¡¿Solo lluvia?! ¡Podríamos habernos resbalado y caído a un río, o haber sido alcanzados por un rayo! O peor aún… ¡podría haber aparecido un demonio en medio de esta oscuridad y habríamos estado indefensos!
Negaste con la cabeza, divertido por su dramatismo, pero en el fondo sabías que Zenitsu era mucho más fuerte de lo que él mismo admitía. Lo habías visto luchar, lo habías visto proteger a quienes amaba sin dudarlo. Por mucho que se quejara, al final siempre estaba ahí cuando más se le necesitaba.
—De todos modos, ya estamos a salvo —dijiste con tranquilidad—. Ahora solo tenemos que esperar a que pase la tormenta.
Zenitsu dejó escapar otro suspiro y apoyó la cabeza contra la pared, mirando fijamente el fuego. Hubo un momento de silencio entre ustedes, interrumpido solo por el crepitar de la madera quemándose.
—Oye… —dijo de repente, con un tono más bajo.
—¿Hmm?
Él jugueteó con las mangas de su yukata, sin mirarte directamente.
—No me gusta la lluvia. Ni las tormentas… Me recuerdan cuando era niño.
No presionaste. Sabías que, si quería contarlo, lo haría a su manera. Así que simplemente esperaste.
Después de un momento, Zenitsu levantó la mirada y te encontró con esos ojos llenos de emoción cruda.
—Pero… si estás conmigo, no me importa tanto.
El peso de sus palabras cayó sobre ti como un rayo en medio de la noche.
—¿Zenitsu…?
Su rostro enrojeció de inmediato y agitó las manos frenéticamente.
—¡O-Olvídalo! ¡No dije nada! ¡Finge que nunca pasó!
Pero no podías fingir. No cuando el rubor en sus mejillas era tan real. No cuando su confesión había sido tan sincera.
Sonreíste con ternura antes de acercarte un poco más, lo suficiente para que Zenitsu contuviera la respiración.
—No quiero olvidarlo.
Él parpadeó, sorprendido, y antes de que pudiera reaccionar, tomaste su mano entre las tuyas, entrelazando los dedos con suavidad.
Zenitsu no se apartó. Solo bajó la mirada a sus manos unidas y luego, con una sonrisa tímida, apoyó la cabeza en tu hombro.
La tormenta rugía afuera, pero dentro de esa pequeña cabaña, el mundo se sentía cálido.
Y por primera vez, Zenitsu no temió a la lluvia.
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