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Valentino [La polilla homosexual 🏳️‍🌈]

✨Au:Normal
〰️ palabras: 926
🎀Pedido:xx
👾Puede que no esté del todo la personalidad canon del personaje, pero hago un intento ♡

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"Humo y Mentiras"

El club estaba lleno de demonios de todo tipo: borrachos, mafiosos, traficantes de almas y bailarinas de ojos vacíos que se movían al ritmo de la música. El aire estaba cargado de humo y perfume barato, y en el centro de todo estaba él.

Valentino.

Sentado en su lujoso sofá, piernas cruzadas y un cigarro entre los dedos, observaba a la multitud como si fuera el rey de un imperio decadente. Su abrigo de plumas rosadas caía sobre sus hombros con elegancia, y sus gafas de sol ocultaban cualquier emoción real detrás de su sonrisa encantadora y venenosa.

A su lado, encadenado por un contrato que pesaba más que cualquier atadura física, estabas .

Un demonio nuevo, joven y con el fuego del Infierno aún fresco en la piel. Habías llegado a este mundo con la arrogancia de pensar que podrías sobrevivir sin inclinarte ante nadie. Pero la realidad te había golpeado rápido y sin piedad.

Y ahora estabas aquí, atrapado en las garras de Valentino.

—Relájate, cariño. No me gusta ver a mis inversiones tensas —susurró el demonio con su voz rasposa y melosa, exhalando una bocanada de humo en tu dirección.

Te estremeciste, pero no te apartaste. Sabías que no podías.

—No soy tu inversión.

Valentino soltó una carcajada profunda, divertida, antes de inclinarse más cerca.

—Ah, claro que lo eres, cielo. Firmaste el trato, ¿recuerdas? Yo te di lo que querías… y ahora eres mío.

Sus palabras eran un recordatorio cruel de la noche en la que, cegado por la desesperación, habías aceptado su oferta sin pensar en las consecuencias. Lo que fuera para sobrevivir, te habías dicho. Lo que fuera para no ser solo otro cadáver olvidado en una de las calles infestadas del Infierno.

Pero ahora, mirando esos labios curvados en una sonrisa perezosa, sabías que habías cometido un error.

—No me gusta que me miren con miedo —murmuró Valentino, deslizando un dedo enguantado por tu mandíbula. Su toque era suave, casi tierno, pero su agarre tenía la amenaza oculta de un depredador que no soltaba a su presa.

—¿Entonces qué quieres? —lograste preguntar, con la voz más firme de lo que te sentías.

Los labios de Valentino se separaron en una sonrisa más ancha, mostrando la sombra de sus colmillos.

—Quiero que me diviertas, amor. Y quiero que recuerdes que en este lugar… no hay escapatoria.

El peso de sus palabras cayó sobre ti como una losa.

No había escapatoria.

Y, por alguna razón que te aterraba admitir, una parte de ti empezaba a preguntarse si realmente querías huir.

La música cambió a un ritmo más lento, sensual, como si el mismo club sintiera la tensión entre ustedes. Valentino dio una calada a su cigarro y dejó que el humo se enredara en el aire entre ambos, creando una neblina pesada que parecía más una jaula invisible.

—No me mires así, cariño. Sabías en lo que te metías cuando viniste a mí —dijo con fingida dulzura, moviendo una mano perezosamente para llamar la atención de uno de sus sirvientes.

Un demonio bajo y con cara de rata se acercó de inmediato, sosteniendo una bandeja con dos copas. Valentino tomó una y la agitó con elegancia antes de ofrecértela.

—Bebe conmigo.

No era una petición.

Sabías mejor que nadie que rechazar a Valentino nunca traía buenas consecuencias, así que tomaste la copa y la sostuviste con cuidado.

—¿Qué es esto?

—Diversión —respondió él, sonriendo de lado—. Confía en mí, cielo, no voy a envenenarte. No todavía.

No fue precisamente alentador, pero te llevaste la copa a los labios. El licor era fuerte, quemaba al bajar por tu garganta, pero tenía un regusto dulce, como si intentara engañarte antes de hacer efecto.

Valentino te observó con una expresión satisfecha antes de beber de su propia copa.

—Así me gusta. Un chico obediente.

Frunciste el ceño, pero él solo rió y se inclinó más cerca, dejando la copa a un lado.

—Dime, amor, ¿sigues creyendo que puedes desafiarme? —preguntó, deslizando una de sus garras por el borde de tu chaqueta—. Sigues teniendo ese fuego en los ojos… Me encanta.

Tu cuerpo estaba tenso, cada fibra de tu ser gritaba que corrieras, que escaparas antes de que fuera demasiado tarde. Pero al mismo tiempo, había algo en él, en la forma en que su presencia llenaba la habitación, en la manera en que cada palabra suya parecía una melodía venenosa, que hacía que tus pies se quedaran firmes en su sitio.

Peligroso.

Ese era Valentino. Un demonio que devoraba a los que caían en su red, que jugaba con ellos hasta que no quedaba nada.

Pero entonces, ¿por qué sentías que estabas al borde de algo más?

—No soy uno de tus juguetes —murmuraste.

Él sonrió, ladeando la cabeza.

—¿No? —preguntó con una burla evidente, antes de rodearte con un brazo y acercarse lo suficiente para que su aliento con olor a nicotina acariciara tu mejilla—. Entonces dime, amor… ¿qué eres?

Tu corazón se aceleró, no por miedo esta vez, sino por la adrenalina de la situación.

—Averígualo.

El silencio que siguió fue tenso, cargado.

Luego, Valentino soltó una carcajada baja, grave, llena de diversión e interés.

—Ah… ahora sí que me gustas.

Y supiste en ese momento que acababas de entrar en un juego aún más peligroso.

Un juego donde las reglas las ponía él.

Y donde tú solo podías decidir cuánto tiempo durarías antes de ser consumido.

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