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Susurros En La Noche

La noche caía sobre la mansión Sakamaki como un manto oscuro, cubriendo cada rincón de sombras y secretos. En el silencio que envolvía el lugar, solo se escuchaban los ecos de los pasos en los largos pasillos. Subaru Sakamaki, el hijo rebelde de la familia, caminaba con la mirada perdida, como si su mente estuviera atrapada en un laberinto del que no podía escapar.

Tú habías llegado a la mansión como parte de un contrato, una promesa de compañía para el vampiro que vivía allí. Desde el primer momento en que te miró, supiste que había algo en él que iba más allá de su apariencia feroz. Era un alma atormentada, atrapada entre la oscuridad y el deseo.

Esa noche, decidiste aventurarte al jardín, el lugar donde siempre sentías la brisa nocturna acariciar tu piel y las estrellas brillaban con una intensidad especial. Pero no esperabas encontrar a Subaru allí, sentado en un borde de la fuente, sus ojos oscuros reflejando el brillo de la luna.

—No deberías estar aquí —dijo sin girarse, su voz grave como la noche misma.

Te acercaste, sintiendo la tensión en el aire.

—¿Y tú? —replicaste, cruzando los brazos, intentando no mostrarte vulnerable.

Finalmente, Subaru giró la cabeza para mirarte. Sus ojos estaban llenos de una melancolía que te hizo temblar. Había algo profundo en su mirada, algo que te atraía como un imán, pero también te llenaba de una inexplicable inquietud.

—Este lugar es más seguro que la mansión —respondió, su tono más suave de lo que esperabas.

Te sentaste a su lado, permitiéndote observarlo. La manera en que las sombras caían sobre su rostro solo acentuaba su belleza oscura. Había un aire de peligro en él, una energía que te hacía sentir viva, aunque también asustada.

—¿Por qué te sientes así? —preguntaste, rompiendo el silencio. No sabías si era lo correcto, pero la curiosidad era más fuerte que el miedo.

Subaru te miró con sorpresa, como si nunca hubiera esperado que le hicieras esa pregunta.

—No es de tu incumbencia —dijo, pero su tono no era el de antes. Había un ligero temblor en su voz, una vulnerabilidad que apenas se atrevía a mostrar.

—Te importa lo que piensen los demás —observaste, tratando de ser lo más directo posible—. Pero no todos aquí te juzgan.

Él soltó una risa amarga, casi despectiva.

—¿De verdad crees que puedes entenderme? No sabes nada de mí.

Te atreviste a acercarte un poco más, sintiendo la energía oscura que emanaba de él.

—Puedo intentar —respondí, dejando que el silencio llenara el espacio entre ustedes. El viento susurraba a través de los árboles, como si también estuviera escuchando.

Subaru se quedó en silencio, observando cómo la luz de la luna iluminaba tu rostro. Había un magnetismo entre ambos, una tensión palpable que crecía con cada segundo.

—A veces… —empezó, su voz apenas un susurro—. A veces desearía poder ser diferente, poder dejar atrás esta oscuridad que me envuelve.

Las palabras se arrastraron hacia ti, llevándote a un lugar donde la empatía y el deseo se entrelazaban. Te acercaste un poco más, sintiendo la urgencia de su necesidad, una necesidad que parecía gritar en silencio.

—No tienes que cambiar para ser aceptado, Subaru. —Dijiste, con una sinceridad que sorprendió incluso a ti mismo.

De repente, Subaru se giró hacia ti, su rostro a solo unos centímetros del tuyo. La oscuridad de sus ojos se convirtió en un abismo, un lugar donde las almas se entrelazaban en una danza peligrosa.

—¿Y si te dijera que lo que quiero no es ser aceptado? —preguntó, su voz baja y seductora, llenando el aire de una tensión palpable.

El corazón te latía con fuerza, y la distancia entre ustedes desapareció en un instante. Subaru se inclinó hacia ti, sus labios apenas rozando los tuyos en un beso que era oscuro, intenso y lleno de necesidad.

Era un beso de fuego y sombra, un beso que encendía algo dentro de ti, mientras el mundo se desvanecía a tu alrededor. Te sentías atrapado entre el deseo y el peligro, entre la luz y la oscuridad, pero no podías negarlo: te gustaba.

Cuando finalmente se separó, la mirada de Subaru era feroz, pero había algo más: una chispa de vulnerabilidad que nunca había mostrado antes.

—Esto es peligroso —dijo, su voz temblorosa, como si fuera consciente del abismo que había abierto entre ambos.

—Lo sé —respondí, sintiendo el calor de su presencia, la atracción que te mantenía cautivado—. Pero a veces, la oscuridad puede ser más hermosa que la luz.

Subaru sonrió, una sonrisa oscura pero encantadora. Y en ese momento, supiste que, a pesar de los riesgos, habías elegido el camino más peligroso, un camino que los llevaría a ambos a un destino incierto pero emocionante.

Porque en la oscuridad de la noche, donde los secretos se revelaban y las almas se entrelazaban, encontraste la conexión que siempre habías anhelado.