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Apuestas y Sentimientos

El bar del Hotel Hazbin estaba en su momento más tranquilo. Apenas unas cuantas almas perdidas bebían en las esquinas, sumergidas en su propia miseria. Husk limpiaba un vaso con desgano, sus orejas felinas girándose al escuchar el sonido de tus pasos acercándose.

—Si vienes por una bebida gratis, olvídalo —gruñó sin siquiera mirarte.

Sonreíste, apoyándote en la barra.

—¿Y si solo quiero tu compañía?

Husk soltó una risa seca, finalmente levantando la mirada para encontrarse con la tuya. Sus ojos dorados brillaban con esa mezcla de fastidio y resignación que siempre parecía llevar consigo.

—Vaya, qué lástima, porque no soy buena compañía.

—Eso lo decidiré yo.

Un silencio se instaló entre los dos. Husk te observó por un momento, sus garras golpeando suavemente la barra, un tic nervioso que parecía no poder evitar cuando estaba incómodo.

—No sé qué ves en mí —murmuró, desviando la mirada—. Solo soy un viejo gato con mala suerte.

Apoyaste la barbilla en una mano, sin dejar de sonreír.

—Quizás me gustan las apuestas arriesgadas.

Husk chasqueó la lengua, pero no pudo evitar que una media sonrisa se asomara en su rostro.

—Tú sí que eres un caso perdido…

A pesar de sus palabras, dejó el vaso y sirvió dos tragos. Luego, sin decir nada, empujó uno hacia ti. Un gesto pequeño, casi imperceptible, pero suficiente para que supieras que, aunque lo negara… Husk también había apostado por ti.