Eijiro Kirishima [El Tiburon 🦈]
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Fuerza En Tu Sonrisa
La luz del sol comenzaba a desvanecerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos. Kirishima, con su usual energía, se encontraba sentado en un banco del parque, observando los colores del atardecer. El viento jugueteaba con su cabello rojo, dándole un aire aún más imponente. Pero, a pesar de su apariencia tan vibrante, había algo sereno en su postura mientras disfrutaba de la paz que le ofrecía ese momento.
Tú te acercaste despacio, un poco nervioso, aunque él no parecía notar la ansiedad en tu expresión. Kirishima siempre fue tan extrovertido y confiado, su energía positiva era casi contagiosa.
—¡Hey! —saludó con una gran sonrisa cuando te vio llegar, levantándose para saludarte con un gesto tan cálido como siempre—. ¡Qué bueno verte!
Sonreíste tímidamente, un poco avergonzado por la forma en que su energía te afectaba. Siempre habías admirado esa confianza suya, esa inquebrantable determinación que parecía emanar de cada palabra y cada gesto. Pero lo que más te atraía no era solo su fuerza física. Era la fuerza de su corazón.
—Hola, Kirishima —respondí, sintiendo una calidez en el pecho al ver su sonrisa.
Se sentó de nuevo en el banco, palmeando el espacio a su lado como invitándote a unirte.
—Pasa, no seas tímido. La vista aquí es increíble.
Te sentaste a su lado, un poco más cerca de lo que te atreviste a hacerlo normalmente. La cercanía no hacía más que aumentar la sensación extraña en tu estómago.
—La verdad es que el atardecer es precioso. —Comentaste, buscando alguna manera de iniciar una conversación.
Kirishima asintió con entusiasmo.
—¡Lo sé! Es como si el sol nos estuviera diciendo "sigue adelante" cada vez que se pone. ¿No lo sientes? Es como si nos diera fuerza para continuar.
Te reíste levemente, apreciando su manera de ver las cosas. Kirishima tenía una forma única de encontrar belleza en las cosas simples.
—Sí, puede ser —respondí, mirando al horizonte con él. El sol se estaba poniendo lentamente, y su luz reflejaba en los ojos de Kirishima, dándoles un resplandor especial—. Es algo que te hace sentir que, pase lo que pase, todo estará bien.
Kirishima te miró, su expresión más suave de lo que esperabas.
—Exactamente. Y en momentos como este, me doy cuenta de lo importante que es tener personas a tu lado, ¿sabes? —su voz se suavizó aún más—. Como tú.
Sentiste el calor subir a tu rostro, pero no pudiste apartar la mirada. Kirishima nunca había sido tan directo antes.
—¿Yo? —preguntaste, sintiendo que tu corazón latía más rápido.
Él asintió, su sonrisa más cercana, como si estuviera compartiendo una verdad que acababa de descubrir.
—Sí. Eres importante para mí. Y no solo porque seas genial o porque seas increíblemente fuerte, sino porque tu presencia me da paz. Cuando estás cerca, siento que todo está bien, sin importar lo que pase.
Tus palabras se quedaron atoradas en tu garganta, pero el simple hecho de escucharlo hizo que toda la ansiedad se desvaneciera. La forma en que Kirishima te veía, como si fueras su apoyo, como si tú fueras su fuerza, hizo que algo dentro de ti se derritiera.
Y antes de que pudieras pensarlo más, sin más palabras, Kirishima se inclinó hacia ti, de manera firme pero gentil. Sus labios encontraron los tuyos en un beso cálido y lleno de sinceridad. Era un beso lleno de todo lo que no se decía, de todo lo que se sentía pero no se expresaba con palabras.
Cuando se separó, ambos quedaron en silencio, con las mejillas sonrojadas. Kirishima soltó una risa nerviosa, rascándose la nuca.
—Oye, si no te molesta… yo... quería hacer eso desde hace un tiempo.
Sonreíste, tomando su mano suavemente.
—No me molesta en absoluto.
Y en ese momento, el sol terminó de ponerse, dejando solo las estrellas en el cielo. Pero para ti, con Kirishima a tu lado, el mundo entero brillaba con una luz especial.
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