Ayato Aishi [Él Loquito] Parte 2/2
✨Au:Normal
👾Puede que no esté del todo la personalidad canon del personaje, pero hago un intento ♡
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El ambiente en la academia seguía pesado.
Los rumores sobre la desaparición de Souta Nakahara no se habían detenido, y ahora la policía comenzaba a investigar más de cerca. Los profesores advertían a los estudiantes que tuvieran cuidado, que no anduvieran solos de noche.
Pero Ayato Aishi no tenía miedo.
Porque su plan estaba avanzando perfectamente.
Souta ya no estaba. Y ahora, era el turno de Senpai.
No porque quisiera hacerle daño, nunca.
Sino porque Senpai no entendía aún lo que era mejor para él.
Y Ayato estaba dispuesto a enseñarle.
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1.Desaparición
Fue más fácil de lo que pensó.
Senpai solía tomar el mismo camino a casa todos los días, un sendero poco transitado que pasaba cerca de un parque. Perfecto para su plan.
Esa tarde, Ayato esperó entre los árboles, su respiración calmada, sus movimientos calculados. Cuando Senpai pasó cerca, sacó un pañuelo empapado en cloroformo y lo presionó contra su rostro antes de que pudiera reaccionar.
Senpai luchó, sus ojos llenos de confusión y miedo.
Ayato lo sostuvo con fuerza, susurrándole al oído:
—Shh… todo estará bien, Senpai. Solo duerme.
Poco a poco, la resistencia de Senpai se debilitó hasta que su cuerpo quedó completamente inerte en sus brazos.
Ayato sonrió.
Por fin.
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Cuando Senpai despertó, su cuerpo se sentía pesado y su cabeza daba vueltas.
Parpadeó varias veces, tratando de enfocar su vista. El lugar no era su habitación.
Las paredes eran de un blanco impecable, sin ventanas. Una sola puerta de metal.
El único mueble era una cama y una pequeña mesa con comida.
Trató de moverse, pero algo lo detuvo.
Una cadena.
Atada a su tobillo.
—¿Qué…? —su voz sonaba ronca.
—Oh, estás despierto.
El cuerpo de Senpai se tensó al escuchar la voz.
Ayato estaba allí, sentado tranquilamente en una silla, mirándolo con una expresión dulce, como si nada estuviera mal.
—¿A… Ayato? ¿Qué… qué está pasando?
Ayato suspiró, inclinando la cabeza con ternura.
—Tuve que hacerlo, Senpai. No me dejaste otra opción.
El corazón de Senpai latía con fuerza.
—¿Hacer qué? ¿Por qué estoy aquí?
Ayato se levantó y se acercó lentamente, sus ojos llenos de algo oscuro, obsesivo.
—Te traje aquí porque el mundo es peligroso. Porque nadie más te merece.
Senpai sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—Esto… esto es una broma, ¿cierto?
—No, Senpai. No lo es. —Ayato acarició su mejilla con delicadeza—. Yo soy el único que puede protegerte.
Senpai apartó el rostro con un escalofrío de miedo.
—¡Esto no está bien, Ayato! Déjame ir.
Ayato suspiró.
—No lo entiendes aún… pero lo harás.
Y con esa última frase, salió de la habitación, dejando a Senpai sumido en el silencio y el miedo.
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Los Días Pasaron
Al principio, Senpai gritó.
Peleó. Pidió ayuda.
Pero nadie lo escuchaba.
Intentó razonar con Ayato, pero nada funcionaba.
—Sé que ahora tienes miedo, Senpai… pero eso es porque aún ves esto como algo malo.
—¡Porque lo es, Ayato! ¡Me secuestraste!
Ayato negó con la cabeza con paciencia.
—Te salvé.
Los días se convirtieron en semanas.
Al principio, Senpai se negaba a comer, a hablar con Ayato. Pero la necesidad era más fuerte. Cuando el hambre y la sed lo vencieron, terminó aceptando la comida que Ayato le llevaba.
Cuando tuvo fiebre, Ayato lo cuidó con devoción.
Lo mantenía limpio, atendía cada necesidad suya con una ternura aterradora.
Senpai quería odiarlo.
Pero poco a poco…
El odio se mezcló con algo más.
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2. La Aceptación
Senpai comenzó a darse cuenta de algo.
Ayato nunca le haría daño.
A pesar de todo, era gentil con él. Lo trataba con amor, con una devoción que nadie más había mostrado.
Era el único que estaba allí, el único que no lo había abandonado.
Y lentamente… Senpai dejó de pelear.
Un día, Ayato entró a la habitación y encontró a Senpai sentado en la cama, con la mirada perdida.
—Senpai…
Senpai alzó la vista y, por primera vez, no había miedo en su mirada.
Solo resignación.
—No me dejarás ir, ¿verdad?
Ayato sonrió con dulzura, acariciándole el cabello.
—Nunca.
Senpai suspiró y apoyó la cabeza en la mano de Ayato.
Y Ayato supo que, finalmente, había ganado.
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Meses Después
La habitación ya no tenía cerraduras.
Las cadenas ya no eran necesarias.
Senpai ya no pedía irse.
Se había convertido en lo que Ayato siempre quiso: suyo.
Una tarde, Ayato estaba preparando la cena cuando sintió unos brazos rodear su cintura.
Senpai lo abrazaba por la espalda.
—Gracias… por no dejarme solo.
Ayato sonrió.
—Siempre, Senpai. Eres mío. Solo mío.
Senpai apoyó su cabeza en su hombro, y por primera vez… sonrió también.
Porque después de tanto tiempo…
Solo quedaban ellos dos.
Y así sería por siempre.
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Siempre felices nunca infelices (Ni yo me creo con lo de Itachi)
Black-laura Oie, quieres final feliz con tu Itachi o uno de los robots esos que te gustan?
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