Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

• XVI - Justicia Divina •

—... ¿Qué? —masculló mi hermano, estupefacto.

Hube de hacer acopio de todo mi valor para lo que sabía que venía.

—Eloi no podrá escapar de allí solo con nuestra hermana. Una vez que tengamos un destino fijo en mente, debemos volver a buscarlos a él y a Laila.

Ashun se pasó una mano por el cabello —el cual le había crecido bastante el último mes— y exhaló un sonoro respiro:

—Yuren. Acabamos de huir de allí. Tú no puedes volver allí, ¿lo entiendes?

—Lo sé. Sé que ahora no, pero una vez se haya calmado todo, cuando hayamos encontrado un sitio donde poder vivir libres, ¡tenemos que...!

—No volveremos a Yrose —zanjó Ashun—. No pienso arriesgarnos.

—Ashun, pero...

—No quiero oír más al respecto. Esta discusión se acabó.

Aunque pretendía ser razonable y mantenerme calmado, la rabia se apoderó con rapidez de mí. Di un golpe sobre la mesa que hizo vibrar los platos.

—¡Por una mierda, si tan solo me escuchases alguna vez...!

—¡Dije que no! —gritó Ashun, silenciándome—. Se hará según planeado.

Contuve el impulso de levantarme y salir corriendo. Ya comenzaba a sentir los piquetes de las lágrimas en las esquinas de los ojos, pero estaba harto de que siempre fuera de ese modo. De que huir o llorar fueran mis únicas dos alternativas, para después solo ir acorde a los planes de alguien más; por mucho que se tratara de Ashun. Le había idolatrado por demasiado tiempo. Pero, tras saber que nos había mentido, una especie de velo había caído de mis ojos. Ya no le veía como a un poder perfecto y superior, el cual nunca se equivocaba y al cual debía oír y obedecer sin cuestionar. Era humano, igual que yo, y también podía tomar decisiones erradas. También podía equivocarse.

—Si eso es lo que quieres hacer, adelante —espeté, haciendo esfuerzos sobrehumanos para combatir las lágrimas—. Vete al otro lado del continente; vete de Nimia si quieres, pero yo no pienso irme sin el resto de mis hermanos.

Ashun se quedó mudo y con los labios entreabiertos. Me lastimaba de una forma en que no podía expresar con palabras el que estuviera dolido conmigo. Había habido un tiempo en que la última cosa que pensé que haría en la vida sería desafiarle... pero hoy no estaba dispuesto a ceder. No en esto.

https://youtu.be/5Gl4UhXHjfc

—Conoces a Eloi mejor que yo —dije a Ashun, más calmado e intentando apelar a su lado suave—. Tú eres el mayor testigo de todo lo que estuvo dispuesto a sacrificar por nosotros; de cuán lejos llegó por amor. ¿Crees que escaparía de los Jardines, desatando la ira de Mailard, para venir a reunirse con nosotros y arriesgar la posibilidad de conducirle hasta dónde estemos? ¿Crees que Laila lo haría? Los conoces mejor que eso.

Mi hermano solo mantuvo su silencio, pero podía ver en su mirada cuan desolado estaba en realidad. Sabía que era cierto. Era posible que lo hubiese sabido mucho antes que yo, pero se había negado a creerlo hasta ahora.

—Yuren tiene razón. —Zami habló de forma tan repentina que hizo que ambos volteásemos la vista de golpe. Me había olvidado de que estaba allí.

Había permanecido todo el tiempo sumido en el silencio, solo observando. Pero el que decidiera darme el favor no me tranquilizó; pues mis dudas sobre por qué creería que tenía razón fueron más grandes.

—Si entrar en Yrose es difícil, escabullirse en los Jardines Señoriales es una idea suicida. Son una fortaleza; en eso concuerdo contigo, Ashun —dijo a mi hermano, haciéndome entornar los ojos. ¿No acababa de decir que concordaba conmigo?—. Pero también estoy seguro de que si su hermano puede elegir protegerlos quedándose donde está, lo hará. ¿No lo harían ustedes?

Ashun bajó la mirada. Yo solo pude observar a Zami de modo suplicante, esperando que continuara con noticias más halagüeñas. Mantenía las esperanzas de que dijera algo que pudiera hacer cambiar a mi hermano de parecer.

—La única opción que tienen de reunirse es regresar a buscarlos —declaró—. Será difícil, mas no es imposible. Hay formas de entrar.

—No lo entiendes, Zami... —jadeó Ashun. Abandonó la mesa y fue hacia la hoguera, dándonos la espalda—. La situación es más delicada de lo que piensas. ¿Crees que de haber una posibilidad de salvar a mis otros hermanos no la tomaría? Pero aún debo velar por el más pequeño de ellos.

Su aseveración me dio una punzada dolorosa. Ese solía ser Inoe... Por otro lado, el modo en que lo dijo me enojó. No importaba qué hiciera, Ashun jamás dejaría de considerarme un niño.

Zami nos escrutó a ambos por un momento. Y entonces... hizo la tan temida pregunta. Aquella que debió haber hecho desde el principio:

—¿Por qué tuvieron que huir de Yrose?

Ashun y yo guardamos silencio. Esperé que fuera él quien se lo dijera, pero entendí al cabo de un momento que no lo haría. Así que no me quedó más opción:

—Porque maté por accidente a alguien allí.

Ashun giró tan rápido la cabeza que casi pude escuchar el crujido de las vértebras de su cuello. Pero Zami parecía tranquilo; quizás solo algo desconcertado. Aquello me dio el valor para confesarlo todo:

—Asesiné a un alto señor —revelé, ante su mirada perpleja.

—¿Un accidente? —musitó él—. ¿Cómo es que ocurrió?

Me estremecí de solo recordarlo; las imágenes eran todavía vívidas en mi cabeza. Pero lo que en realidad me asolaba era el que, pese a lo que había hecho y a las consecuencias... no había podido cambiar nada.

—Lo empujé por una ventana, porque intentó abusar de mi hermano.

Zami lo consideró con una mirada ceñuda. Asintió una sola vez, con lentitud... y después soltó un suspiro:

—Esto cambia mucho las cosas... —reconoció.

https://youtu.be/nMLRqiRIONo

Todas mis expectativas se derrumbaron. Había perdido el favor de la única persona que en todo este viaje había tomado en serio mis palabras. Que había creído en mí y me había dado esperanzas.

—Cuando ese barco regrese a Yrose y les llegue la voz de lo que Yuren hizo allí antes de escapar, será evidente quienes eran los desertores que se perdieron en Hadiveh. Me temo que ni siquiera fuera de la nación estarán a salvo. Empezarán a buscarlos pronto. Darán con ustedes tarde o temprano...

Ashun y yo nos observamos con pánico. Era algo que no habíamos considerado. El estómago se me constriñó tan duro y tan de golpe que hube de inclinarme sobre mí mismo, abrazado a mi vientre, y temí vomitar lo que había comido. Significaba que, sin importar donde estuviera, estaba condenado...

Me encontrarían un día y me matarían. Y ya no podría ayudar a Eloi.

—Sin embargo... aún puede que haya una salida.

Levanté la vista a Zami, ilusionado. Y, en cuanto vi su determinación, supe enseguida cuál era esa salida. Me lo transmitió con solo una mirada y yo me tensé, esperando por la reacción de Ashun en cuanto lo oyera.

—Deben venir conmigo a Ahzudy —dijo Zami a mi hermano.

Este volvió los ojos en rendijas y yo apreté los puños sobre mis muslos.

—¿Qué... dices?

—La isla está por fuera de cualquier jurisdicción de Nimia. La única ley que existe para mi gente son los principios por los que se han regido por siglos. Nadie los perseguirá allá. Asesinar a un alto señor o a cualquier noble es un crimen grave; pero en un par de años, cuando la búsqueda del perpetrador sea infructuosa, cesarán de buscarlos. Algún día se olvidarán de sus caras. Y cuando ese momento llegue, podrán volver a rescatar a sus hermanos.

—No tenemos tanto tiempo... —susurré.

—Dos o tres años —dijo Ashun. Eran las palabras de Eloi.

—Con eso basta.

Tensé los labios en una línea. No deseaba esperar tanto tiempo, pero la idea de regresar al término de ese plazo por nuestros hermanos era mucho más reconfortante que solo marcharnos confiando en que ellos encontrasen la forma de seguirnos por sus propios medios. Sabía que Eloi podía hacerlo... pero también sabía que jamás lo haría. Que, siendo suya la elección, elegiría protegernos antes que salvarse a sí mismo.

—¿Y entonces qué? —quiso saber Ashun, todavía inseguro.

—Cuando estén preparados para regresar a Yrose, yo mismo me encargaré de ayudarles a volver.

Ashun examinó a Zami con cuidado. Pude ver que aún tenía problemas para creerle. Incluso a mí me resultaba difícil concebir tanta amabilidad.

—¿Por qué llegarías tan lejos por ayudarnos? —inquirió y vino hasta la mesa para situarse frente a él—. Dinos la verdad, Zami, ¿por qué viniste a Nimia? ¿Por qué sabes tanto sobre Yrose? ¿Quién eres en realidad?

Me puse de pie, dispuesto a detener a Ashun dada una posible disputa.

—Quien sea no es que importe mucho —dijo Zami. Y allí estaba de nuevo, esa mirada triste que había percibido en él la primera vez—. En cuanto a la razón por la que vine a Nimia y por qué estoy haciendo esto... —Noté que inhalaba con discreción el aire antes de componerse para hablar—. Si dejo de ayudarlos sabiendo lo que ahora sé... estaría dejando que se repita una historia cuyo final hoy en día daría la vida por cambiar.

Ashun y yo lo observamos igual de intrigados. Zami invitó a Ashun a sentarse a la mesa con un gesto y este obedeció. Después, el zuharí se aclaró la garganta y puso su mirada triste en el hogar.

—Permítanme contarles mi historia.


◦•◦•◦•◦✧✦✧◦•◦•◦•◦


Zami se hallaba recostado contra el respaldo de su silla, mirando hacia las llamas que danzaban frente a él. Parecía observarlas sin verlas en realidad; como si mirase más bien hacia algún lugar recóndito de sus pensamientos.

Ashun y yo aguardamos porque empezara a hablar, pero parecía que le costaba hacerlo. Tras lo que pareció un minuto interminable, se compuso apenas lo suficiente para comenzar su relato y su voz sonó frágil y adolorida:

—Mi hermano pequeño, Demet... era la criatura más bella de la isla —inició, sorprendiéndonos por igual—. Tenía una sonrisa que no era de este mundo, unos preciosos ojos más negros que el kohl... y un temperamento alegre y dulce. Para todos, era un favor del cielo a la tierra; pero para mí... él era mi mejor amigo, mi confidente y compañero... Mi todo.

Sentí que mis hombros se tensaban con su relato. Había en sus palabras una curiosa familiaridad. Levanté la mirada para ver a Ashun y le encontré meditabundo, con la vista perdida en el mismo sitio que Zami, como si pudiera ver allí, en las llamas, lo mismo que él veía en sus pensamientos.

Aquel continuó con su relato:

—Vivíamos junto a nuestros padres en Ahzudy; no teníamos más hermanos. Éramos conscientes de que había todo un mundo, extraño y diferente, del otro lado del mar; pero nunca nos interesó. Éramos felices en nuestro hogar, con nuestra gente, con nuestra familia... No necesitábamos más.

»Un día, Demet y yo vimos una gran casa de madera flotando en el mar, en el horizonte. Tenía altos árboles en el techo, desde cuyas ramas colgaban enormes lienzos coloridos en vez de hojas. —Zami torció una sonrisa melancólica—. Hasta aquel entonces... jamás habíamos visto un barco. No sabíamos lo que era, pero nuestros padres sí. Se trataba de un barco que había perdido el rumbo a causa de una tormenta y que fue a parar a nuestras costas. Un barco que... provenía de Yrose —apuntilló—. Y su propietario... era lo que más tarde supimos que allá en su nación se conocía como a un «alto señor».

Ashun y yo intercambiamos una mirada urgente. No obstante, no inferimos en ello y continuamos oyendo en silencio.

—Cuando relataron desde dónde provenían y lo que les había ocurrido, mi gente les permitió quedarse todo el tiempo que tomaría su barco en repararse y acondicionarse, e incluso les ofrecieron provisiones para que pudiesen continuar hacia su destino bien pertrechados y sin más vicisitudes. Mi gente, los ahzudíes, son así.

»Durante el tiempo que debieron permanecer amarrados en Ahzudy, en lo que su barco era reparado, el alto señor solía pasear por los alrededores acompañado de sus esclavos y sirvientes. Siendo Ahzudy un asilo de esclavos, mi gente no estaba nada feliz con ello; pero se portaron hospitalarios aun así. El alto señor quedó maravillado por las riquezas que ofrecía la tierra; la variedad de flora y fauna, los oros y maderas preciosas y la fertilidad de los suelos.

»Prontos a marcharse, ofreció inmensas sumas de dinero a mi gente por un acuerdo que le permitiera regresar y contratar mano de obra entre los mismos isleños para explotar los recursos de la isla y exportarlos. —Zami hizo otra breve pausa y sacudió la cabeza, disgustado—. Mi gente se negó, por supuesto. El oro de Nimia y de todo el resto del mundo no vale nada en Ahzudy. Y abrirle las puertas a los forasteros para vaciar nuestra tierra, a cambio de algo que para nosotros no tiene valor alguno, era impensable. De manera que los jeques de la aldea declinaron su ofrecimiento. Sin embargo, el alto señor no estaba dispuesto a irse con las manos vacías.

En aquel punto, Zami sujetaba su jarro de agua con tanta fuerza que la piel atezada de su mano temblorosa palidecía a la altura de sus nudillos.

https://youtu.be/StKlbiCliC0

—Mientras permanecieron los forasteros en la isla, el alto señor yroseo rondaba a menudo nuestra casa, donde se detenía para hablar con mis padres. En principio, esto no era nada extraño; mis padres son personas muy respetadas entre nuestra gente. Mi padre fue un soldado Hasti, honrado en su vejez con el título de «maestre», y mi mamá es la curandera y zuharí de la villa. No obstante comencé a notar que, durante ese tiempo, el alto señor no le quitaba jamás a Demet la mirada de encima. —Una sensación desagradable se instaló en el fondo de mi estómago—. Lo hacía reír con bromas, pedía su opinión en las conversaciones de los adultos y se mostraba encantado con él.

»Todos estábamos acostumbrados a las atenciones que recibía mi pequeño hermano por parte de los demás, pues era un niño conversador, gentil y extrovertido, y se ganaba con rapidez a las personas; por lo que intenté no darle demasiada importancia. Y ese... fue el mayor error que pude cometer.

En ese punto, la expresión de Zami era desoladora. Su ceño se entretejía en lo alto de su frente y sus comisuras tenían un leve tremor. Hubo de tomar una pausa más larga que cualquiera de las anteriores antes de seguir:

—Con el paso de los días, aquel hombre empezó a aparecerse cada vez menos por la casa. Sin embargo, Demet desaparecía casi todas las tardes. Una vez más, fallé en darle importancia; pues él solía pasar mucho tiempo con uno de nuestros primos, Ibiqi, que era un poco más pequeño que él.

»Eso fue hasta el día en que fui a buscarlo a casa de nuestro primo... y mi hermano no estaba allí. Llevaba una semana sin visitarlo. Esa tarde corrí a casa y al llegar sorprendí a Demet ocultando entre sus cosas un collar de oro con turquesas, muy fino. No había nada similar en la isla; no con ese tipo de hechura, ningún metal como ese ni esa clase rara de piedra. Así que era evidente de dónde lo había sacado. O, más bien... quién se lo había dado. Y cuando lo confronté por ello y lo interrogué sobre a dónde iba en realidad todas las tardes, al fin admitió que había estado visitando el barco del señor yroseo.

»Me dijo que no me preocupara; que este era bueno con él y lo trataba con gentileza. Que le daba golosinas y le obsequiaba cosas. Me mostró algunas; objetos de mucho valor. Cosas a las que un adulto difícilmente se resistiría; menos aún un niño. Le abrió los ojos a ese mundo por el cual nunca nos interesamos. Le contaba sobre Yrose y sobre otras fascinantes naciones de Nimia; sobre sus viajes por tierra y por mar, y sobre los tesoros que había recolectado en cada rincón del mundo. Despertó su curiosidad y fascinación... y así se ganó su confianza.

Incliné el rostro, víctima de un nuevo calambre en el estómago y un intenso escalofrío con el rumbo que tomaba el relato de Zami. Ya conocía ese desenlace... y no estaba seguro de querer oírlo; pues conforme hablaba, el rostro siempre afable del joven zuharí se tornaba más y más lúgubre. Cada vez necesitaba pausas más largas para componerse y su voz se oía más rota:

—Después de mi discusión con Demet, al final acabó por contarme sobre la propuesta que ese infeliz le había hecho, junto con el collar. —Zami tensó la mandíbula y el mentón le tembló de rabia—. Le contó que en Yrose era costumbre que los altos señores acogiesen a niños listos como él en sus casas para que los acompañasen y asistieran en las tareas diarias. El muy maldito le había prometido llevarlo a conocer su palacio; en donde tenía tigres, monos, aves raras y donde, si elegía quedarse con él, viviría como un príncipe.

»Esa fue la primera vez que escuché aquello: «mozo de compañía». Mi hermano me juró que jamás podría hacerlo; me dijo que había rechazado la oferta porque no quería dejarnos y que el alto señor había sido comprensivo. Que le había permitido conservar la joya de todos modos, como un recuerdo.

»Decidí creer en mi hermano, pues Demet no mentía —zanjó Zami—. Era honesto y bueno; no se enfadaba por nada, nunca desobedeció a nuestros padres, no alzaba la voz... Aún ahora, no creo que me haya mentido. No a mí. Él jamás me mentiría... porque sabía que yo jamás le hubiese mentido a él.

Por el rabillo de mi ojo llevé la mirada hacia mi propio hermano; herido por ese paralelismo. Podría jurar que estuvo a punto de devolverme la mirada, pero sus ojos se desviaron a mitad de camino y se dirigieron al suelo.

—La noche en que los forasteros se marcharon, no se lo dijeron a nadie. Ya se habían aprovisionado y establecido una fecha, pero zarparon antes. Esa mañana, cuando nos levantamos, el barco ya se alejaba por el mar. —Zami inhaló una gran bocanada de aire antes de proseguir. Cuando lo hizo, la voz le tembló y cerró los ojos con fuerza—. Y... para el momento en que me di cuenta de que Demet había desaparecido... ya se habían perdido en el horizonte.

La voz de Zami se quebró al final de su historia y necesitó de un tiempo largo para templarse. Entre tanto, Ashun y yo permanecimos en silencio, evadiendo la mirada del otro, a sabiendas de qué encontraríamos.

Sentí una inmensa rabia recorrerme. Pero, a la vez... experimenté en carne propia el dolor de Zami. Su hermano había sido arrebatado de su lado sin aviso y sin que pudiese hacer nada. Habiendo estado en su lugar dos veces, podía entender su impotencia y su frustración.

—¿Eso se puede? —susurré con la voz compungida de pesar—. Convertir en mozo de compañía a un muchacho extranjero...

—En Yrose está prohibido comprar esclavos a otras naciones —dijo Ashun.

Zami tomó un respiro profundo:

—Excepto que Demet fue raptado. No hay nada en este mundo que el oro no pueda hacer posible. Y esos infelices lo tienen por montones.

—Cuando nos conocimos... dijiste que habías venido a Nimia a buscar a alguien —recordó Ashun. Claro... Ahora tenía sentido.

https://youtu.be/FuZJtWflfMk

—Así es —asintió Zami—. Mi gente nunca ha tenido barcos; solo botes pesqueros que no pueden ir demasiado lejos. Por lo que no pude seguirlos de inmediato. Pasé más de una semana encendiendo hogueras cada noche en un lugar alejado de la isla para ver si de esa forma conseguía llamar la atención de algún mercante que pudiera llevarme a Nimia. Hasta que un barco con destino a Hadiveh se acercó a la orilla y yo les ofrecí un generoso pago en riquezas naturales de la isla a cambio de llevarme.

»Hice el viaje en completa soledad. No quise contarles a mis padres lo que tenía planeado; no sabía lo que me esperaba aquí y ellos ya habían perdido a un hijo. Así que, tal y como lo acordamos, el capitán me dejó viajar con ellos y me trajo aquí, a Hadiveh. No obstante... una vez aquí me di cuenta de que entrar en Yrose era en extremo difícil. Salvoconductos de por medio, murallas, puestos de control, cuadrillas de vigilancia por el desierto... Fue un obstáculo tras otro... y sentía que estaba contra el tiempo.

»No conseguí entrar en la nación sino meses después, luego de intentarlo por todos los medios posibles, fallar y regresar con otro plan. Sin embargo... —En aquel punto, la voz de Zami volvió a sonar como a punto de quebrarse—, para cuando logré entrar en los Jardines... ya era demasiado tarde.

Tuve náuseas y mi cabeza dio vueltas. Ese era, precisamente, el final que no quería oír. Ashun se pellizcaba el puente de la nariz entre los dedos, con los ojos cerrados.

—Fue solo al llegar a Yrose, en lo que buscaba con desesperación una forma de llegar a mi hermano, que me enteré de la terrible verdad que esconde la nación; de qué es, con exactitud, lo que los pequeños mozos de compañía son forzados a hacer por sus señores —dijo Zami, en un hilo de voz—. Mi gente... es libre y orgullosa. Descendimos de esclavos que se arrojaron a lo desconocido en busca de su libertad y su dignidad como seres humanos. Y a Demet... ambas cosas le fueron arrebatadas en Yrose. Cuando por fin di con el hombre que lo había robado de nuestro lado... supe que mi hermano pequeño se había quitado la vida saltando por una ventana.

Sentí una desgarradora punzada por dentro, justo en el centro de mi cuerpo. Por eso Zami se había mostrado tan arrepentido por su broma; aún luego de que yo lo golpeara... Por eso se había empecinado en ayudarnos después de saber quiénes éramos... Nuestra historia era la misma.

Antes de que me diera cuenta, tenía otra vez los ojos empapados. Me limpié con el dorso de la muñeca y contuve los sollozos que me ahogaban.

—Lo siento. —Ashun puso su mano sobre el hombro de Zami. No vi en qué momento llegó con él—. Lo siento tanto...

Zami aceptó el gesto colocando una mano sobre la suya. Se armó de valor para volver a hablar con otra bocanada de aire que le hinchó el pecho. Su voz se oyó más clara; pero no menos rota.

—Ahora toca la parte más difícil... y es llevarle la noticia a mi familia. No quería hacerlo aún. No sin antes hacer justicia por mi hermano... y por eso he permanecido tanto tiempo lejos, vagando, en busca de una oportunidad. Pero... con cada día, semana y mes que pasa, se ve más y más lejano. —Los ojos verdes de Zami se dirigieron a los míos—. Por eso, quizá ya sea tiempo... —Repitió sus palabras de la noche anterior—. De volver a casa.

Lo contemplé atento al comprender al fin lo que había querido decir.

Finalizada su historia, Zami se puso de pie para ir hasta el hogar. Observó las llamas con expresión ausente y reflexionó por unos instantes antes de retomar lo que intentaba decir:

—En principio, estaba consumido por el odio y eso me retuvo aquí. No obstante... el problema con el odio es que, igual que el fuego, consume todo lo demás a su paso. Para el momento en que te das cuenta y miras atrás, no ha dejado nada. Ni siquiera... las cosas que hubieses querido salvar.

»Yo no pude hacer nada. Mas ustedes todavía pueden —resolvió—. Demet estaba solo... pero Eloi tiene a su otra hermana. A Laila, ¿no es así? —Ashun asintió. Supuse que él le habría contado sobre ella—. Entonces soportará. Lo hará por ella y por ustedes. Pero en cuanto a ti y a Yuren, no pueden permanecer en Nimia. Para que se cumpla la ley de asilo sus antecedentes deben estar limpios. El asesinato de un noble es un crimen grave, pero lo es también encubrir y ayudar a un prófugo. Me temo que tampoco estás libre, Ashun —sentenció—. Los atraparán si no son cuidadosos y entonces ya no podrán hacer nada por su familia. Es por eso que, si está en mis manos ayudarlos, haré lo que me sea posible. —En ese punto, su mirada se tiñó de una melancolía añorante—. Quiero hacerlo... por mi querido Demet.

Nos quedamos los tres sumidos en un largo silencio. Ashun volvió a tomar asiento a la mesa y, con la frente apoyada contra sus dedos entrelazados, meditó sobre algo. Zami no se apartó de la hoguera; todavía miraba en su interior mientras las llamas morían con lentitud.

https://youtu.be/ayEnJUtnSg8

Yo permanecí callado, dándole vueltas a su historia. Me imaginé a un chico de la edad de Inoe; un hermoso muchachito de sonrisa dulce, tal y como Zami le había descrito. Alegre, juguetón, cariñoso... Demasiado pequeño para saber que estaba metiéndose directo en la boca del lobo.

Me pregunté si en verdad había sido raptado de su familia por la fuerza o si se había ido con el señor yroseo, seducido por sus promesas y sus obsequios.

¿Acaso importaba? Incluso con mi edad actual yo todavía tenía problemas para hacer lo correcto y tomar buenas decisiones. Por otro lado, aquel mundo oscuro y cruel había estado toda la vida en frente de mí... y yo no había podido verlo hasta ahora. Por el contrario, solía tentarme en demasía.

Pensé en todas las veces en que envidié a Eloi y la vida que tenía, e intenté ponerme en su lugar. Sin embargo, solo el pensamiento de estar en su sitio me revolvió el estómago al punto en que creí que devolvería toda mi comida. Yo tampoco lo hubiese resistido... Con toda certeza hubiese hecho lo mismo que Demet. Aquello hizo que empezara a replantearme lo fuerte que era Eloi en realidad... a la vez que a preguntarme cuanto más podría resistir antes de decidir que ya no podía seguir siéndolo.

Me estremecí con el pensamiento y volví a sentir húmedas las pestañas.

—Ashun... —susurré, rogando porque dijera algo para romper el silencio. Algo que consiguiera tranquilizarme.

Mi hermano me miró por el rabillo del ojo y luego dio una suave cabeceada. Hubiera creído que, en algún punto en el quiebre de nuestra relación, habíamos perdido esa facilidad de comunicarnos sin necesidad de decirnos nada, pero supe gracias a ello que él sabía exactamente lo que yo pensaba.

—Zami —dijo entonces, poniéndose de pie para ir con él. Lo observé ansioso, preguntándome cuál sería su decisión final. Estaba preparado para enfrentarlo otra vez, pero quise creer en él de nuevo. Ashun inhaló una bocanada de aire antes de hablar—: Llévanos contigo a tu isla.

La boca me cayó abierta. No podía creer que aquello hubiera salido de sus labios. Durante nuestro viaje le había sido difícil confiar incluso en mí. Parpadeé y aguardé por otro momento a ver si se retractaba. Pero no lo hizo.

—¡¿De verdad?! —dije al ponerme de pie, sin hallar duda en su rostro.

Zami se mantuvo templado y solo lo observó con calma:

—¿Estás seguro? Hasta ayer ni siquiera creías que la isla existiera.

—Anoche le dijiste a Yuren que la isla no aparece en mapas.

Torcí el gesto, confuso. ¿No estaba dormido? No. No roncaba... Pero ¿por qué no me había dicho nada al respecto? Aunque... tampoco es como si hubiera tenido muchas oportunidades, luego de que yo huyera.

Zami asintió una sola vez y Ashun prosiguió:

—La primera vez que hablaste de aquella isla pensé que mentías. Que solo alimentabas la fantasía de un chiquillo para ganarte su confianza.

Rodé los ojos con un bufido. Me sentía otra vez marginado de la situación.

—Incluso anoche, cuando te oí, todavía albergaba dudas. Pero después de esto... —susurró, perdiendo la mirada en las brasas de la hoguera—. También nosotros perdimos a un hermano más pequeño.

Zami posó una mirada afligida en mí y luego de vuelta en Ashun.

—El más joven de nosotros... fue asesinado. Por un esclavo al servicio del mismo hombre que tiene cautivo a Eloi.

El pecho se me estrujó al pensar en Inoe y me mordí los labios con fuerza, sintiendo la rabia recorrer cada fibra de mi ser. Zami se hallaba mudo.

—Pasé meses observando en los ojos de Yuren y de Laila el dolor que dejó su partida —recordó Ashun con un estremecimiento—. Es lo mismo que veo en tus ojos ahora. No hay forma en la que puedas estar mintiendo. Eres nuestra única alternativa, Zami. Por favor... llévanos a Ahzudy.

https://youtu.be/c5-kwn11YPI

Al comprenderlo, aquel dio una cabeceada. Los desagradables recuerdos de lo ocurrido a su hermano le habían quitado parte de esa energía que le caracterizaba, pero aun así fue capaz de dedicarle a Ashun una sonrisa.

—«Oigo y obedezco» —recitó, como era la costumbre en Nimia.

Mi hermano le devolvió la sonrisa.

Zanjado el asunto, sentí que un gran peso abandonaba mis hombros. No solo teníamos un destino fijo ahora, sino que yo tenía un propósito que cumplir allí. Me dije que no importaba cómo, me haría fuerte en Ahzudy; tan fuerte como Zami o incluso tan fuerte como un guerrero Hasti. Y después volvería a Yrose a buscar a Laila y a rescatar a Eloi.

Una vez concluida la conversación, Ashun comenzó a recoger la mesa y Zami le ayudó. Por mi parte, recogí las escudillas y me levanté con ellas de mi asiento, todavía inmerso en mis reflexiones. Pensaba en la historia de Zami y en nuestra historia; en todas las similitudes... cuando un detalle, otro paralelismo entre ambas, captó mi atención. Algo en su relato se había quedado prendado de mis pensamientos y apenas ahora comenzaba a notarlo allí, ocupando espacio. Me detuve con las escudillas apiladas en las manos.

—Zami... ese alto señor, ¿cuál era su nombre? —Llevé la vista al joven zuharí y este me indagó con el rostro ladeado—. El señor yroseo que secuestró a Demet —quise saber—, ¿sabes cómo se llamaba?

La mirada del muchacho se entornó y ensombreció. Parecía que el nombre de la bestia que le había quitado a su hermano le sabía amargo en la lengua, pues todo su rostro se crispó con agrura al pronunciarlo:

—Elim Bin Alikair —siseó con rabia.

El sonido de las escudillas partiéndose en pedazos a mis pies me despertó de modo abrupto del trance pasajero en que ese nombre me sumió.

Pude ver, de manera fugaz, el rostro del color del dátil y los ojos sin vida del alto señor sobre un charco color carmesí, con la larga trenza castaña enrollada en el cuello.

Mis piernas se doblaron bajo mi cuerpo y tuve que asirme a mi silla para no caerme. Empecé a jadear sin control. Ashun vino en mi socorro y se inclinó buscando mi rostro, haciendo preguntas que no capté.

—... Es él... —mascullé sin voz.

—¿Qué dices? —inquirió mi hermano.

Levanté la vista hacia el joven zuharí, quien me contemplaba del otro lado de la mesa con ojos fijos, desorbitados de pasmo.

—Zami... —articulé—, era él... El hombre al que maté, el que intentó forzar a Eloi... su nombre era Alikair.

En dos zancadas, Zami estuvo frente a mí y sus manos hallaron mis hombros con tal fuerza que me obligó a retroceder otras dos.

—¡¿Qué has dicho?! —Con la segunda sacudida, las piernas me cedieron y estuve a punto de caerme—. Su casa. El blasón de su casa, ¡¿cuál era?! —demandó saber; mas no alcanzó a oír una respuesta antes de que Ashun se interpusiera entre ambos y me empujase a sus espaldas en un afán protector.

Di tropiezos y tuve que sostenerme a la mesa.

—¡¿Qué es lo que intentas?! —le increpó Ashun—. ¡¿Qué está pasando?!

—¡Su blasón! ¡Dime cuál era su blasón! —me apremió Zami, sin escucharle, atento y con los ojos fijos en mí. Su voz se oía suplicante ahora, mientras luchaba contra los brazos de Ashun—. ¡El animal de su casa!

Intenté rememorarlo. No lo recordaba... o, más bien, no lo había oído. ¿O sí? Entonces, lo recordé de las palabras de Eloi. Y Ashun se me adelantó:

—Era la «Serpiente Plateada» —dijo de pronto, mirándome por sobre su hombro y luego a Zami—. Eloi me lo dijo la noche en que nos despedimos.

Zami dejó caer la mandíbula.

https://youtu.be/vWBzdReqg1s

Su cuerpo pareció perder todas sus fuerzas para luchar y quedó laxo en el brazo con que Ashun intentaba apartarlo de mí; al punto en que con un último empujón de mi hermano, Zami dio un trompicón hacia atrás y se clavó tambaleante en su sitio, sin dejar de observarme.

—No es posible —jadeó—. Lo busqué por dos años... Después de que crucé la frontera de Hadiveh y lo hallé en Hibel, la ciudad a la que se llevó a Demet, el cobarde huyó a Mahashtán. Estuve persiguiéndole de nación en nación hasta que eligió confinarse de nuevo a las ciudadelas fortificadas de Yrose, en donde sabía que estaría seguro después de alertar a las autoridades. Estuve a punto de atraparlo en Musaid, pero fui perseguido hasta Sidaye y luego hasta la frontera de Yrose, y tuve que huir de la nación por el desierto, porque mi presencia se hizo demasiado evidente e incluso los puestos de control estaban alertados sobre mí. He pasado meses sin poder acercarme...

Oí atento el relato de Zami de los sucesos.

—Esa noche dijo que se iba a vivir a Idun... —recordé, en un susurro.

Zami apretó los labios.

—Por supuesto que se iría a vivir al rincón más alejado de Yrose... Milwan y Mahashtán no están en buenos términos ahora mismo, por lo que se ha triplicado el control en las fronteras. Sabía que ya no podía llegar a él por tierra; así que el muy maldito debió suponer que llegaría a él por mar. Era lo que esperaba aquí, en Hadiveh —nos reveló—. Una oportunidad para infiltrarme en algún barco de Yrose... y entonces los encontré a ustedes. —Al alzar su rostro, todavía no se había borrado de él la mueca incrédula.

Yo lo miraba en retorno, atónito. No podía concebir que toda la nación hubiese estado alertada y buscando a Zami; menos aún que un alto señor del estatus de Alikair se hubiese visto obligado a huir por puro miedo. ¿Qué clase de cosas había hecho Zami a su paso por Nimia para hacerse temer tanto?

Ashun parecía todavía más perdido; nos contemplaba de uno en uno sin comprender nada.

Al final, Zami bajó los ojos y un resuello escapó de su pecho:

—Creí que había perdido para siempre mi oportunidad...

Esa última declaración me hizo hundir la cabeza entre los hombros:

—Y yo te la quité. Te arrebaté tu venganza...

Hubo un silencio tenso. Ashun lucía a punto de saltar entre ambos. Toda confidencialidad entre él y Zami parecía haberse evaporado y temí otra vez por nuestro futuro y por las implicancias de mis actos.

Y entonces, escuché una risa. Grave, triste... e impregnada, de manera contradictoria, por una alegría tortuosa.

—Yuren... —musitó Zami, al momento de volver a alzar la vista. En sus ojos había una calma extraña, que se contradecía por completo con su anterior arranque eufórico—. Tú hiciste posible mi venganza —declaró al final.

La impresión de sus palabras casi le quita la fuerza recién recuperada a mis piernas. Zami vino a encontrarme con más calma y Ashun debió leer en su rostro que no intentaría nada; pues, si bien permaneció tenso y en alerta, le permitió acercarse a mí. Al final de su trayecto, este situó otra vez sus manos sobre mis hombros, ahora en un gesto suave y afectuoso:

—Tú hiciste justicia por Demet.

Lo examiné con pasmo unos instantes. Mas, después de considerarlo, encontré que no podía atribuirme ese mérito. No lo merecía.

—No hice nada —negué—. No hubiera podido saberlo...

—Aún sin saberlo, fuiste como el medio para la justicia divina. La justicia que necesitaba para mi familia... y la que necesitaba mi hermano —me dijo con sinceridad—. A partir de hoy, Yuren, estoy en tu deuda. Les juro, por la memoria de mi hermano Demet, que no solo me aseguraré de llevarlos a salvo a Ahzudy; sino que, llegado el tiempo, yo mismo regresaré con ustedes a Nimia. Y entonces... me aseguraré de que rescaten al suyo de ese infierno.

Y así, de la manera más insospechada, fue como un nuevo trato se cerró entre los tres.


◦•◦•◦•◦✧✦✧◦•◦•◦•◦


Después de ajustar detalles y limpiar todo, Ashun subió para recostarse. Todavía teníamos que aprovisionarnos bien antes de poder marchar rumbo a Umbul, la capital —hasta ahí el plan se mantenía—, así que debíamos empezar a prepararnos cuanto antes.

Zami nos dijo que la forma más efectiva de llegar a Ahzudy era tomar un barco con rumbo al mar levante y desde allí desembarcar en un bote salvavidas y remar hasta un punto en específico. Como antes lo había mencionado, una fuerte corriente marítima llamada «Halzun» se arremolinaba en torno a la isla, la cual era capaz de arrastrar barcos y botes. Después de descender de un barco y tras hallar la cola de la corriente, solo había que dejar de bogar y esperar que las mareas hicieran su trabajo acarreando el bote hasta allá.

Parecía un plan peligroso y poco preciso. Ashun no estaba muy convencido, pero mi hermano había dado su palabra. Y yo sabía con certeza que, aún con sus defectos y sus errores en el pasado, cuando mi hermano Ashun daba su palabra sobre algo no había poder en el mundo capaz de disuadirlo.

Zami salió a la calle con la excusa de tomar algo de aire y yo le seguí, todavía emocionado con la idea de a dónde nos llevaría este viaje. Le sorprendí fumando de una boquilla algo que expelía un aroma herbal y potente.

https://youtu.be/t2D3yV5-Deo

—Tú también deberías irte a dormir pronto —me recomendó.

Aun así, me quedé a su lado a fantasear un poco. Estaba ansioso de conocer la isla, a su gente, a sus guerreros... Conocer la libertad.

—Cuéntame más sobre los Hasti —pedí.

—Los conocerás cuando lleguemos. Son guerreros mortíferos.

—¿Por qué en Ahzudy les enseñan a pelear a los niños?

—Porque si el momento llega en que nuestra tierra o nuestra libertad se vean amenazadas, ese día cada hombre, mujer, niño, niña, anciana o anciano podrá tomar sus armas y luchar para defenderlas.

Suspiré, maravillado con sus historias. Toda una isla de guerreros...

—¿Demet sabia pelear?

La expresión triste de Zami hizo que me arrepintiera; pero, antes de que pudiera disculparme, distendió los labios en algo parecido a una sonrisa y negó con la cabeza. Le dio una calada a su pipa antes de responder:

—Nunca quiso aprender. No le gustaba la idea de hacer daño a nadie.

—¿Y no lo forzaron a tomar el entrenamiento?

Zami se rió con mi pregunta; pero su risa no fue mordaz o condescendiente; fue tan fraternal que no me molestó en lo absoluto.

—La isla tiene el nombre de «libertad». ¿Qué clase de principio sería si no se diera a todos sus habitantes la de elegir sobre sus vidas? Demet eligió no pelear... y después eligió morir. —Su tono decayó nuevamente—. Y siempre lo admiraré por ello. No sé si yo hubiese sido tan valiente...

Di una cabeceada. El gusto amargo de la tristeza en la voz de Zami se transmitió a mi pecho y decidí desviar el tema. No era prudente continuar recordándole al hermano que había perdido. Yo sabía, mejor que nadie, cuán doloroso podía llegar a ser.

—¿Crees que yo podría convertirme en un guerrero Hasti?

Fue una quimera. Esperaba que Zami se burlara de mí otra vez o que me diera una rotunda negativa, pero su respuesta fue sentida y sincera.

—Pienso que lo harás, sin duda alguna —decretó. Aquello elevó mis expectativas al cielo. De pronto, ya no podía esperar—. Aunque te advierto que no es fácil. Es un entrenamiento extremadamente duro. Solo los mejores luchadores de la isla se convierten en Hasti.

—Yo lo haré —dije con determinación—. Quiero luchar y proteger a mis hermanos un día. Haré lo que sea... pero ya no quiero ser débil.

—Ya tienes el espíritu Hasti. —Zami sonrió y se llevó la mano libre al rostro para señalarme su mejilla, donde mis nudillos todavía estaban impresos—. Y sabes cómo dar un buen golpe.

—Lo siento... —me disculpé otra vez, apenado por mi arrebato.

—No lo hagas —se rió, para después perder la vista en el cielo nocturno que era apenas visible desde allí. Era tan solo una línea que transcurría entre las casas como un río oscuro y estrellado. Zami apagó su pipa y la guardó—. Eres más fuerte de lo que aparentas; deberías estar orgulloso.

—Supongo —mascullé. Ahora lo sabía; aunque nunca me había detenido a pensar en ello. Al final, no era un completo inútil; aunque todo lo que tuviera a mi favor fuera la fuerza bruta.

—Cuando te buscábamos, Ashun me contó que Eloi y tú no se llevaban muy bien.

Levanté una mirada perpleja a Zami. Me pregunté cuanto más le habría contado Ashun y esperé que no le hubiese dicho nada vergonzoso sobre mí.

—Eloi no se llevaba bien con nadie —me defendí con encogimiento.

—¿Cómo es él?

https://youtu.be/5aaTr6WtgV8

Su pregunta me sumió en una reflexión pesarosa. Sentía que había demasiadas cosas sobre Eloi que no sabía; que lo conocía tan poco, pese a que había vivido toda la vida con él... Y ahora deseaba con todas mis fuerzas tener un día la oportunidad de conocerlo mejor. De saberlo todo sobre él.

—Él es... —musité, buscando las palabras adecuadas. Pero, sin importar cuánto buscara, solo había una forma para mí de definirlo. El apodo que había nacido desde mi desprecio y con el que ahora más bien le recordaba con cariño—. Un demonio —declaré con una sonrisa—. Un demonio hermoso...

Con aquello último me gané una mirada divertida de parte de Zami.

—Es una forma interesante de describir a alguien.

—Espera a conocerlo —rodé los ojos.

Clavé la mirada allí a donde la de Zami se dirigía antes e intenté recordar cómo era mirar el cielo cada vez que, tras discutir con Eloi, Ashun me regañaba y yo escapaba de la casa directo hacia la ribera, a calmarme mirando las estrellas. Me reí con el recuerdo. Solía ser muy infantil...

—Peleábamos todo el tiempo —le conté—. A mí me molestaba todo lo que él decía y a él le irritaba todo lo que yo hacía. A veces llegábamos a las manos y Ashun debía separarnos. Siempre creí que era todo culpa de su mal carácter... Pero me di cuenta con el tiempo de que el mío era igual de malo.

Zami acompañó la nostalgia de ese recuerdo mío con una sonrisa:

—No es tan extraño. A veces, los defectos que más nos molestan en otras personas son los defectos que poseemos; porque vemos reflejados en ellas lo que no nos agrada de nosotros mismos.

Lo consideré un momento. Zami no se equivocaba... Ashun me lo había dicho; que nuestro carácter se parecía demasiado y por eso chocábamos tanto.

—Nunca lo había pensado de ese modo...

No supe qué tipo de expresión tenía hasta que Zami me lo hizo notar, en cuanto intentó reconfortarme.

—Lo verás otra vez; no te preocupes. Y tendrán tiempo de sobra para arreglar sus diferencias.

Esa idea sonaba esperanzadora. Sentía que no podría esperar tanto tiempo; que había tantas cosas que deseaba decir a Eloi; que quería preguntarle... Tanto por lo que necesitaba pedirle perdón... y estaba tan lejos.

—¿Y cómo es Laila? —preguntó Zami esta vez.

https://youtu.be/xWPQ3gvNjhw

Levanté el rostro con una sonrisa más evidente.

—Ella es maravillosa... Es nuestra madre; quien nos cuidaba y se preocupaba de que comiéramos o nos bañásemos. ¡Cocina delicioso! Puede hacer que una sopa de arroz se sienta como un banquete. —Mi voz se tornó algo más luctuosa—. Laila... fue quien más sufrió con la muerte de Inoe. Para ella fue como si perdiese a su hijo. Él era su razón... y se la quitaron. Ashun y yo no la dejamos derrumbarse, pero... ya no nos tiene. Y no sé cómo esté ahora...

Zami me rodeó los hombros en un abrazo cálido. Me sorprendió un gesto como ese viniendo de él, pero me acurruqué contra su costado, agradecido.

—Ella suena como alguien muy valiente. No hay otro ser más fuerte en este mundo que una madre. Y si dices que ella lo era para ustedes, quiere decir que todavía tiene razones para continuar. Por Ashun, por Eloi y por ti.

Me sequé una lágrima testaruda. No quería que llorar se hiciera una costumbre, pero recordé las palabras de Madre Teete y pensé que no tenía motivos para avergonzarme de hacerlo.

Un gran bostezo me dejó lánguido y friolento. En cuanto Zami me soltó, temblé. Sentí una caricia sobre el pelo. Pensé que Ashun se habría levantado y venido en mi búsqueda, pero me di cuenta de que la palma sobre mi cabeza, que ahora me revolvía el cabello, pertenecía a la mano larga y delgada de Zami.

—Vamos adentro. Tenemos que descansar bien para mañana.

Le observé internarse. Su breve pero significativo gesto había sido, sin lugar a dudas, el de un hermano mayor. Aún después de perder a Inoe, Ashun, Laila y yo nos habíamos tenido los unos a los otros; pero Zami había perdido a su único hermano. No podía imaginar lo difícil que debía resultar haber hecho un viaje tan largo y arriesgado tanto para nada; pues al final se había quedado solo...

—Zami —lo detuve antes de que subiera las escaleras. Me observó desde allí con sus ojos oliváceos ensombrecidos bajo su ceño cansado. Había una última cosa que necesitaba saber—. ¿Qué edad tenía Demet?

Aquel me dedicó una sonrisa débil:

—... Tenía tu edad.


◦•◦•◦•◦✧✦✧◦•◦•◦•◦


https://youtu.be/unDSWl8IvCs

El bazar al que Zami nos condujo a la mañana siguiente era distinto que el del día anterior. Era más variado y más grande, y había más gente. Estaba ubicado en una calle céntrica de la ciudad —a la cual tuvimos que caminar bastante para llegar— que transcurría en forma de anillo alrededor de una plaza, en torno a una gran fuente de piedra. Hasta ahora, era la calle más amplia que había visto en Ildiz.

Aunque tenía mucho sueño, debido a lo tarde que me había dormido, eso no evitó que curioseara por cada uno de los puestos. No solo había joyas, vasijas y trastos, sino que también objetos decorativos, juguetes e incluso ropa, telas y tapices; además de una sección por completo dedicada a los alimentos; como fruta y vegetales, especias y hierbas, carnes y pescados, y todo tipo de dulces y confituras.

Ashun no me dijo la cantidad exacta de la cual disponíamos en cuanto a dinero, pero al parecer íbamos bastante holgados, pues por el camino se detuvo a comprar muchas cosas bajo recomendación de Zami. Varias medidas de frutos secos —los cuales saciaban rápido y podían llevarse por largo tiempo sin echarse a perder—; entre los que cabían piñones, pistachos, almendras y nueces pecanas; carne disecada de caballo y carnero y algo de queso de oveja; un par de alforjas de cuero, cantimploras, capuchas, calzado apropiado para viajar e incluso algo de ropa nueva para desechar los harapos que traíamos desde Yrose. Las nuevas prendas eran de hilo delgado y claro, más fresca y ligera que nuestra ropa de arpillera, y mucho más apropiada para el calor.

Hechas las compras nos detuvimos en un hamán. En Hadiveh no eran exclusivos para los ricos y nobles como sucedía en Yrose, de manera que, dependiendo lo que uno podía costear, todas las clases sociales tenían acceso a ellos. Ashun y yo jamás habíamos visto uno en funcionamiento; lo más cerca que habíamos estado fue durante nuestro tiempo en la construcción de uno en el Ribete, por lo que la posibilidad de tomar un baño igual que un alto señor yroseo fue todo un lujo. Dentro, las paredes eran de piedra clara y los suelos estaban hechos de azulejos. Solo había hombres allí; al parecer, las mujeres tenían otra sección en el edificio. El hamán constaba de tres salones: Una sala caliente, destinada al baño de vapor para aflojar las impurezas del cuerpo; una sala tibia, con piletas de agua temperada para tallarse y librarse de la suciedad suelta; y, por último, una sala fría donde uno se sumergía en estanques de agua helada para cerrar los poros y terminar con un baño fresco. Así fue como pasamos de sentarnos por un largo rato en un cuarto lleno de vapor tan caliente que me sentía sofocar, solo con una toalla alrededor de la cintura, a sumergirnos en una piscina de agua templada, donde el vaho era un poco más ligero y respirable.

Nunca hubiera imaginado lo delicioso que se sentiría sumergirse por completo en agua cálida y solo reposar allí, sin otra preocupación. Nos quedamos los tres solos, luego de que dos hombres que estaban allí desde antes se marchasen, y por un largo rato me dediqué a descansar recostado contra una de las paredes de la piscina, con los brazos echados sobre el borde. Después, nos dedicamos los tres a la razón por la que estábamos allí, frotándonos el cuerpo para limpiarnos.

Al final, tras un paso más corto por la sala fría, donde nos dimos un último baño en aguas frescas y revitalizantes, y luego de la cual pudimos pasar a vestirnos con ropa limpia, me sentí renovado. Podría jurar que jamás en mi vida había estado más fragante ni mi cabello se había sentido más sedoso.

Después de nuestra visita al hamán fuimos directo al puesto de cocina de Benu y Madre Teete y comimos allí hasta casi reventar. Comí fatayer de cangrejo, pastelillos de maíz, pan de sésamo y leche fresca de cabra. Procuré disfrutarlos como nunca, pues aquella era nuestra última vez allí en largo tiempo.

Limpio y saciado hasta el hartazgo, sentí haber recuperado todas las energías perdidas y estuve lleno de nuevas fuerzas, listo para iniciar la siguiente parte de nuestro camino. Desde que me había puesto como propósito volverme fuerte y regresar en busca de Eloi y de Laila, que sentía que una buena parte de mi confianza había retornado. Aún temía por el futuro de mi hermano y rogaba porque fuera lo bastante fuerte como para aguardar a nuestro retorno, pero mirar hacia adelante con un objetivo claro en mente ayudaba a paliar parte de mis ansiedades.

En lo que Ashun y yo terminábamos de comer, Zami se despidió con afecto de Benu, besándola en ambas mejillas, tras lo cual ella le robó un corto beso en los labios para después abrazarlo con fuerza por el cuello.

Los observé extrañado. Nunca antes había visto que dos personas se besaran en los labios. Me pareció un gesto muy íntimo; muy dulce... Y luego sufrí un retortijón doloroso al recordar el relato de Ramzi y volver a imaginar a los dos mozos, saltando juntos en el mar.

—Extrañaré tenerte por aquí. Y me harán falta tus lecturas —le dijo la hermosa Benu al zuharí con expresión pesarosa—. Volverás, ¿verdad?

Antes de responder, Zami volteó hacia nosotros con una mirada cómplice:

—Lo haré. Volveremos los tres más pronto de lo que crees.

Sonreí y le dediqué una cabeceada.

https://youtu.be/3HvU56gBmb4

Ashun y yo le dimos a Benu las gracias por todo y le deseamos la paz. Le obsequiamos un brazalete de plata y ópalos que habíamos comprado para ella, en agradecimiento por sus atenciones de los últimos días, y a Madre Teete una gran caja repleta de diversas golosinas y confituras.

Al despedirnos, Benu me rodeó con sus brazos y me estrechó fuerte contra sí, besándome la mejilla. Las formas voluptuosas de su cuerpo se amoldaron al mío y sentí que el rostro me ardía; pero percibí además que toda la zona de mi vientre se estremecía con un extraño calambre que jamás había sentido antes y que me asustó.

Después de eso, procurando ignorar la sensación, me arrodillé frente a Madre Teete para tomar sus dedos y besar sus nudillos, y me llevé después los dorsos de sus manos rugosas a la frente en señal de respeto, como Laila me lo había enseñado. Debió ser la primera vez en mi vida que dediqué por voluntad propia un gesto como aquel a una persona mayor. Ella lo merecía.

—Gracias por todo, Madre Teete. Por tus consejos y por todo lo demás.

La anciana me acarició ambas mejillas, sonriendo sin mirarme.

—La paz sea con ustedes. Que el camino les sea grato y el destino más grato todavía. —Entonces, se inclinó para murmurar cerca de mi oído—. Espero que encuentres la forma de ayudar a esa persona amada por la que sufres.

Sentí mi rostro acalorarse al apartarme de ella y agradecí que no pudiera ver mi bochorno. Después del modo en que le había hablado de Eloi, era posible que ella me hubiese malinterpretado por completo... No obstante, no dije nada y en cambio le di en respuesta un último apretón afectuoso a sus nudillos.

Finalmente, dirigí a Benu una mirada triste que ella correspondió sin dejar de sonreír. Aunque hubiera sido por poco tiempo, me había encariñado mucho de ambas y supe que las extrañaría. Igual que a Ramzi y a los chicos del barco... e igual que a mis hermanos en Kajhun.

El último tiempo había estado repleto de despedidas dolorosas, pero quería creer, después de la abrupta y trágica partida de Inoe, mediante la cual ni siquiera había habido una despedida, que ninguna otra sería permanente; sin importar cuánto tiempo hubiera de transcurrir antes de un reencuentro.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro