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• XI - Promesas •

https://youtu.be/r3Arb5j2ECc

Eloi y yo llegamos mojados y exhaustos a nuestro hogar en las periferias, luego de un trayecto eterno desde la zona «boreal» de la ciudad, donde transcurría el río, hasta la zona poniente, donde se ubicaba nuestra casa.

Al entrar por la puerta, Ashun aguardaba despierto, esperando ansioso las noticias que yo debía traer para ellos. Dibujó una gran sonrisa al verme entrar, pero esta se desvaneció en sus labios apenas notó mi aspecto. Y luego, toda expresión huyó de su rostro en cuanto Eloi entró detrás de mí.

Nuestro hermano mayor palideció como si hubiese visto a un fantasma.

—... Eloi —articuló sin voz.

El modo en que se levantó de la mesa me hizo creer que se caería, pues sus piernas parecieron a punto de doblarse bajo su cuerpo y lo acarrearon a tropiezos cuando se lanzó a estrecharlo en un abrazo.

—¡Creí que no te vería con vida otra vez...! —le dijo junto al oído.

Eloi lo apartó a la brevedad, como era su costumbre, pero percibí esta vez un atisbo de malestar en su rostro al hacerlo; como si alejarlo le resultase doloroso. Aun así, Ashun tenía una gran sonrisa en el rostro al apartarse de él. No obstante, le bastó con advertir la gravedad de su expresión, así como la culpa en la mía, para adivinar que algo muy serio había pasado. Y sus propias facciones decayeron hasta volverse funestas.

—¿Qué... fue lo que...?

Pero Eloi no se detuvo a explicarle nada.

—Después. Tenemos poco tiempo —fue todo lo que le dijo y tiró de mi muñeca rumbo al piso de arriba.

Nuestro hermano mayor nos llamó en gritos mudos desde el pie de las escaleras, procurando no despertar a Laila. No me atreví a voltear...

Eloi me metió aprisa a su habitación. Me sentí ajeno; como un intruso. Aunque ya había estado allí muchas veces, entrar con él se sentía diferente.

—Hay que actuar rápido —murmuró Eloi.

Fue hasta su tocador, en donde recogió algo, y luego abrió sus cajones uno a uno, como si buscase otra cosa. Regresó con una aguja en una mano y una lámpara en la otra, la cual encendió con un cerillo y en cuya llama calentó la punta. Esta se tornó roja y después negra cuando él sopló la flama. El humo dibujó una figura ondulante en el aire antes de desaparecer. No entendí lo que pretendía; y menos aún luego de que me obligase a tenderme sobre los edredones y se apostara sobre mí. La cercanía de su rostro sobre el mío en esa posición tan vulnerable envió un arrebol a mis mejillas y parpadeé, agitado.

—Pero... ¿qué vas a...? —me silenció metiendo una esquina de la colcha de la cama en la boca.

—No hagas preguntas —espetó, sin una gota de paciencia.

Acercó la aguja a mi oreja y solo cuando sentí el pinchazo en el lóbulo fue que lo comprendí. No tuve tiempo ni siquiera de gritar, pues la aguja ya me había atravesado la carne. Eloi la quitó con rapidez y me ensartó otra cosa en la oreja, a cuyo alrededor pulsaron los bordes de la carne perforada. Fuera lo que fuera, me pesaba con un dolor terrible y me llevé la mano a la oreja, en donde toqué los bordes duros y agudos de lo que parecía ser un arete.

Sin darme tiempo a reaccionar, Eloi hizo lo mismo con mi otra oreja. Esta sí que me dio tiempo a gritar, pero el alarido sonó mitigado por la tela de la colcha en mi boca. Y me dolió todavía más en cuanto cambió la aguja de la oreja derecha por el segundo arete; quizás porque lo hizo con más apremio.

En cuanto hubo terminado y se alejó de mí, yo escupí la esquina de la colcha y chillé, llevándome las manos a las orejas adoloridas y palpitantes.

—No te las toques —me reprendió.

Eloi fue una vez más a sus cajones y sacó de ellos algunas prendas que dejó sobre la cama. Después, con la misma prisa y sin aviso, empezó a desvestirme. No reaccioné ni siquiera a cubrirme, pues para cuando me di cuenta ya me había quitado las prendas superiores y me estaba deslizando los brazos por las mangas de un chaleco, y después por una túnica sedosa y ligera. Hizo lo mismo a la hora de cambiarme los sirwales húmedos por unos secos, de un azul a juego con el resto de las vestiduras, y luego me calzó un par de sus zapatos, los cuales me apretaron un poco en los pies.

Fuera de la puerta sentimos la voz de Ashun, pidiendo saber qué ocurría y solicitando entrar, pero Eloi lo ignoró.

Me guio hasta su tocador, recogió el peine de carey y me lo pasó varias veces por el pelo, tirando de él con fuerza y haciéndome gemir, tanto por los tirones como por el roce de los dientes en las orejas adoloridas. Luego, tomó el anillo de su dedo anular y lo deslizó en el mío. También me quedaba apretado, pero no objeté. Por último, me hizo ponerme de pie y se alejó para mirar el resultado. Su mirada apreciativa se ensombreció al cabo de un rato.

No pude evitar echar sobre mí mismo una mirada perpleja. Y pensar que eso era todo lo que alguna vez había deseado. Vestir aquellas ropas finas, usar joyas como las suyas... Todo con tal de tener la vida que pensaba que él tenía.

Y ahora no podía sentir sino náuseas de solo pensar lo que implicaba aquello que había anhelado por tanto tiempo. En cuál era el precio...

Eloi quitó solo entonces el seguro de la puerta y Ashun entró contrariado. Se detuvo sobre la marcha, atónito al verme.

—¿Qué...? —musitó—. ¡¿Quieren explicarme qué demonios está sucediendo?! —demandó saber. Pero no podía darle la respuesta que buscaba. Yo tampoco entendía lo que pretendía Eloi.

—Yuren —me dijo aquel—, ve abajo y arma un talego con tu ropa acostumbrada. Yo he de hablar con Ashun...

—¡No; yo quiero...!

—¡¡Hazlo!! —rugió Eloi.

Ante su mirada fiera me petrifiqué, mordiéndome los labios. Después, no tuve más opción que la de obedecer.

No obstante, una vez fuera de la habitación, no hice lo que me había indicado. En cambio, me quedé fuera del cuarto y pegué el oído a la madera de la puerta en cuanto la cerró. Al hacerlo, las orejas recién perforadas me dolieron de forma excruciante, pero eso no me desalentó de intentar escuchar.

En lo que se oía como si revolviese cosas por su cuarto, Eloi relató de forma escueta a Ashun lo ocurrido. Se limitó a decirle que un alto señor había muerto en casa de Mailard esa noche, producto de un accidente cuyas circunstancias me señalaban a mí como su asesino.

Escuché a Ashun echar un suspiro angustioso, como un animal herido... No podía ver la reacción de mi hermano mayor, pero algo me dijo que, aún si hubiese estado en la habitación, no hubiese podido ni siquiera mirarlo.

Esto no puede estar pasando... —susurró Ashun, al final del relato. Su voz parecía mitigada por la palma de su propia mano—. ¿Qué vamos a hacer?

Lo que tú harás será tomar a Yuren y dirigirte con él al Ribete, a la puerta boreal, la cual lleva directo al muelle.

¿Qué... estás diciendo?

Toma esto. —Escuché un sonido crujiente, como hojas de papel—. Sé que te será de ayuda. Guárdalo bien.

Hubo una pausa; larga y tensa...

¿Qué planeas que haga? —preguntó Ashun, pero ya no sonaba curioso. Tuve la sensación de que solo buscaba corroborar algo que ya sabía.

Hubo otro silencio... al final del cual Eloi determinó con voz mellada:

Debes irte con él, Ashun. Deben escapar los dos de Yrose.

Un vacío excruciante se abrió en mi estómago, haciéndome jadear, a la vez que la sangre se me enfrió en las venas. Eloi no podía estar hablando en serio.

—Pero... ¿qué pasará contigo y con Laila? —Ashun había comenzado a balbucear en susurros quebradizos.

Yo le explicaré todo a Mailard. Él me perdonará. Pero el hombre que ha muerto esta noche era Elim Bin Alikair; de la casa de la Serpiente Plateada. No solo era un alto señor, era el hijo de un miembro del consejo supremo de jeques. No hay forma en que la justicia yrosea perdone a Yuren por lo que hizo; no quedará impune —aseveró Eloi—. No descansarán hasta atraparlo... y morirá si lo atrapan, Ashun, así que no debes permitirlo.

Pero... ¡Eloi...! —Ashun volvió a intentar protestar, sin aval.

Silencio. Y escucha. Cuando estén en la puerta de salida del Ribete, a los guardias de allí dirán que se llama Yadiz, que es mozo de compañía en la casa del Oso Bermejo y les mostrarán el anillo. Dirán que están ahí para recibir a Zohabid Bin Rifat, cuñado del alto señor Zahir Bin Mailard, que llegará en el primer crucero de viaje desde Sidaye a su fiesta de primavera. No lo olvides. Con eso ganarán acceso al muelle.

¿Y... lo creerán?

El hermano de Zobeida, la dama consorte de Mailard, llega hoy; pero lo hará al mediodía. No es ninguna mentira. Estarán enterados.

No; yo me refiero... a nosotros.

Eloi se tomó una pausa.

Yuren tiene la edad adecuada... y además es apuesto. Por si eso no fuera suficiente, bastará con mostrarles el anillo. —En ese punto, la voz de Eloi se agravó—. Pero... me temo que tú tendrás que hacerte pasar por algo más.

Lo que siguió fue un silencio de parte de ambos en el que solo podía oír a alguien revolver un cajón. Y después, un entrechoque metálico.

Obedezco... —musitó nuestro hermano mayor.

Después de eso, no pude escuchar que dijeran nada más por un largo rato. En cambio, oía un sonido extraño, como el de navajazos.

Todo esto... —susurró Ashun—, ya lo tenías planeado, ¿no es así?

Presté atención. Eloi dejó escapar un suspiro tendido y ronco.

Te voy a contar algo que la mayoría de los esclavos yroseos no saben. —La curiosidad me hizo pegar más la oreja a la puerta, pese al dolor del lóbulo perforado—. Hace dos siglos, cuando iniciaron los conflictos en Yrose a raíz de la sobrepoblación, se tomaron medidas extremas para contrarrestar sus efectos. La matanza de niñas neonatas, aborto forzado, castración e incluso el asesinato de los niños y bebés más débiles o enfermizos.

»La voz se corrió y a las naciones aliadas más supersticiosas no les agradó nada esto; de manera que, con el fin de mantener las buenas relaciones y continuar con los tratados de comercio, se tomó una medida que acabó por convertirse en una ley que establecía lo siguiente: Cualquier esclavo, sirviente u obrero yroseo que consiga escapar de la nación por sus propios medios y que obtenga asilo en una nación extranjera, corta de forma inmediata lazos con Yrose y gana su emancipación. Esto se consigue por medio de contraer matrimonio con un extranjero o trabajando un mínimo de un año. Aún si es hallado durante ese plazo, si cuenta con un contrato de trabajo no puede ser aprehendido.

»Esta ley nunca fue abolida, pues fue firmada en conjunto con las tres naciones colindantes de Yrose; pero pocos saben sobre su existencia. Los altos señores se aseguraron de mantener el secreto bien guardado para así mantener sometida a la población. —La mandíbula me cayó abierta al oír aquello—. Si todos los esclavos de Yrose supieran que pueden ser libres... habría caos.

¿Cómo lo supiste tú?

Mailard tiene un libro de códigos y leyes yroseas en su casa. Lo guardaba muy bien; por eso supe que era importante. En principio... íbamos a irnos todos juntos —reveló entonces—. Pero... Yuren se me adelantó.

El estómago me dio un vuelco al oír eso último y dejé de respirar por unos instantes. A causa de lo que había hecho no solo debíamos irnos, sino que había arruinado por completo todos los planes de Eloi para liberarnos a los cinco. Y ahora Ashun también sería un fugitivo...

No obstante... la condición para que la ley sea efectiva es estar limpio de antecedentes criminales —dijo Eloi—. Y Yuren es un criminal ahora, a ojos de Yrose. Pero tú sí puedes trabajar; por eso... es por lo que tú debes ir con él.

Deben venir con nosotros —determinó Ashun—. Nos iremos los cuatro, con Laila. ¡Tal y como lo tenías planeado; esto no cambia nada!

Esa posibilidad me devolvió parte de la fe que creía perdida. ¿De verdad haríamos esto? ¿Aún podíamos huir y ser libres los cuatro? Escuché atento, aguardando por la respuesta de Eloi.

https://youtu.be/-6GceRthLco

Pero este echó en seguida por tierra esa esperanza.

No puedo, Ashun... Hay una buena posibilidad de que la justicia les pierda el rastro en cuanto hayan salido de la nación. Pero Mailard... no los dejará en paz si me voy con ustedes. Yo... aún soy de su propiedad. —Apreté los puños al oír eso—. Y es demasiado peligroso para Laila ir con un fugitivo de asesinato y con propiedad robada. Podría ser acusada y condenada por ambos cargos. No temas... a partir de ahora yo cuidaré bien de ella.

—... Eloi, yo...

Busquen un sitio en el que puedan vivir libres y a salvo, y consigue un trabajo en lo que sea. Pasado un año, envía aquí un mensaje que solo pueda descifrar yo. Me conoces bien, sé que podrás hacerlo. Y en cuanto pueda, yo tomaré a Laila y nos iremos. Y entonces nos reencontraremos allá en donde ustedes estén.

Pero acabas de decir que Mailard no te dejaría ir.

No aún. Pero no me queda demasiado tiempo —dijo Eloi—. No pasará mucho antes de que Mailard se aburra de mí y se busque a otro mozo. Y entonces... al fin seré libre. Esperaba por ese momento para poder irnos tranquilamente; por eso nunca les dije nada al respecto. No quería ilusionarlos en vano... Y luego ocurrió esto.

Sufrí un nuevo acceso de náuseas. Lo había echado todo a perder...

¿Y cuánto tiempo pasará antes de que Mailard te deje ir?

Dos años. Tres, como mucho. Confía en mí; hubo otros chicos antes que yo y ninguno duró más de seis años a su servicio. Yo ya llevo cuatro.

El pecho se me apretó. Me di la vuelta en mi lugar y busqué el descanso de la puerta con mi espalda exhausta y tensa. Tres años eran un tiempo demasiado largo... Y yo no podía imaginar permitir a mi hermano permanecer entre las garras de aquel monstruo ni siquiera otro día más.

No... No puedo. —La voz de Ashun sonó llorosa y débil—. Aun si me dices eso, no puedo dejarte, Eloi. Por favor, ¡no me pidas que lo haga...!

Ashun...

Debí ser yo... Debí haber ido yo a buscarte; no Yuren... ¡Debí hacerlo hace mucho tiempo! —Un respiro áspero y congestionado huyó de la garganta de Ashun—. No puedo abandonarte...

Es la única forma —sentenció Eloi, con igual dificultad—. Yuren tiene que desaparecer o lo matarán. Y no sobrevivirá por sí solo allá afuera. Esto es algo que solo tú puedes hacer por él. Debes protegerlo.

—Eloi...

—Prométemelo, Ashun.

La urgencia en la petición de Eloi me estremeció de pies a cabeza. ¿Por qué quería tanto salvarme? A mí, que había sido un monstruo con él... Al idiota que lo había arruinado todo.

Ashun suspiró. Le tomó un tiempo largo componerse. Entretanto, yo permanecí sentado junto a la puerta, con la espalda contra la madera.

Tienen que partir antes del alba. Cuando el caos pase y den con el nombre del responsable, aquí buscarán primero.

¿No crees que ya estén buscándolo en el puerto?

No; el puerto de embarque será el último sitio donde busquen. Dos obreros no hubiesen encontrado la manera de salir de la ciudadela con tanta facilidad. Han de estar buscándolo en los Jardines todavía. Nadie sabrá lo que hicimos sino hasta después de que se hayan ido. Yo me encargaré de eso.

Pero el amo Mailard lo sabrá... Sabrá que tú nos ayudaste.

Mailard no me entregaría. Yo todavía... soy de su agrado.

Las imágenes llegaron a mí todas de golpe; aunque había intentado evitarlas hasta ahora. Pude ver otra vez a ese cerdo maldito de Alikair sobre mi hermano, tocándolo de ese modo repugnante... Después solo hizo falta imaginar a Mailard en su lugar para saber a qué se refería Eloi con eso último.

—No... —Me levanté de un salto para entrar en la habitación—. ¡¡No!!

Fue allí, al abrir la puerta, que comprendí qué era el extraño sonido de navajas que creí oír antes: Ashun había perdido toda su abundante melena ceniza, la cual yacía ahora regada por el piso. Su cabeza estaba rapada.

Me costó reconocerlo... pues ahora lucía como un esclavo.

—Yuren —masculló aquel.

Pasada la sorpresa, solo restaron la rabia y la impotencia.

—¡No pueden hacer esto! Ashun no tiene por qué ser un fugitivo y no permitiré que tú pagues por mis actos, Eloi. ¡¿Y si te condenan en mi lugar?!

—No lo harán. Mailard... no lo permitiría. Además, no pueden probar que los ayudé. Puedo decir que robaste mis pertenencias para escaparte.

Sacudí la cabeza. Mas, sin permitirme continuar, Eloi saco la caja que guardaba debajo de su cama y la abrió ante nosotros. Jamás hubiese imaginado su contenido. Se trataba de una daga alargada y elegante, que le dio a Ashun.

—Sé que sabrás usarla, si el momento llega.

Después, fue hasta su caja de joyas y sacó un collar de oro del que pendían diez pequeños rubíes engarzados. Me rodeó el cuello con él y dejó pender las gemas sobre mi pecho.

—Una vez los hayan dejado cruzar las puertas hacia el muelle, escabúllanse a algún sitio donde nadie los vea. Allí quítate la túnica y el anillo, Yuren, y lánzalos al mar. Y luego cámbiate por tus ropas. Arranca los rubíes del collar y las piedras de los aretes; quédate con ellas y lanza el resto al mar. Si te sorprenden con una joya, podrías meterte en serios problemas.

—No... Eloi... —negué, en un respiro afligido, pero él prosiguió sin hacerme ningún caso.

—Después, diríjanse a los camarotes de los pajes, junto al almacén de aprovisionamiento. Entre los designados de ese día encuentren a dos próximos a su edad y ofrezcan un rubí a cada uno a cambio de su identificación. Eso les servirá para subir a cualquier barco. Y por la mañana zarpan al menos cinco. Ashun, busca un sitio en dónde sea seguro desembarcar y bajen como sea. Tendrán que trabajar durante el viaje, pero tarde o temprano serán libres.

—No quiero —continué protestando—. ¡No lo haré! ¡No me iré sin...!

En ese momento, la puerta volvió a abrirse.

Laila entro en la habitación, alertada por el ruido, llevando una lámpara de aceite. Lo primero que notó fue a Eloi, a salvo y de regreso en casa, y sus facciones palidecidas y mortecinas se iluminaron como no lo habían hecho en un largo tiempo. Una sonrisa llena de alegría y alivio se distendió hacia sus mejillas. Era la primera vez que sonreía en meses... y me partió el corazón el solo pensar en que esa felicidad sería muy fugaz.

—¡¡Eloi!! —exclamó, precipitándose en la habitación—. ¡¿Cómo es posible?! —Se colgó de su cuello en un abrazo—. ¡Estás bien! ¡Estás en casa!

Por encima de sus hombros, sacudidos por los espasmos de sus sollozos de alegría, nos miramos los tres, perplejos, sin saber cómo le explicaríamos a nuestra hermana la situación.

En cuanto Laila se separó de Eloi y viró el rostro para mirarnos, buscando compartir con nosotros su dicha, no estoy seguro de qué fue lo que puso en sus rasgos aquella expresión perpleja: si el verme vestido del modo en que lo estaba... o a Ashun con la cabeza por completo rapada.

—¿Qué... está pasando? —susurró, observándonos de uno en uno en busca de una explicación—... ¿Qué sucedió?

El rostro de Eloi continuaba tan imperturbable como siempre cuando se dirigió a mis otros dos hermanos mayores:

—Ashun te lo explicará todo. —Sus ojos de turquesas se fijaron en los míos—. Por ahora... necesito que nos den a Yuren y a mí un momento a solas.

La cabeza me dolió como si me fuera a estallar y experimenté un vacío vertiginoso en el pecho, al entender las implicancias de su petición. Y más todavía... al ver la resolución inexorable en su rostro.

Comprendí en ese momento que no importaba cuánto me negase; no importaba mi opinión al respecto; no importaba cuan duro iba a ser... no había forma de evitar lo que ahora venía.

Había llegado la hora de despedirnos.


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https://youtu.be/rRYcBPsvSLo

En el momento en que Ashun y Laila abandonaron la habitación, mis piernas débiles me llevaron casi por voluntad propia al borde de la cama de Eloi, donde me senté encorvado y con el rostro gacho. Así permanecí por un largo rato, en lo que intentaba asimilar la situación.

—... No obligues a Ashun a venir conmigo —susurré luego de un rato, mirando mis nudillos amoratados; único vestigio que me quedaba de lo sucedido y que me servía como recordatorio de aquello que ya no se podía deshacer—. No tiene la culpa de esto. Debe estar aquí, con Laila... y contigo.

—No sobrevivirás por tu cuenta allí afuera. —La sequedad de sus palabras me dolió... porque eran ciertas.

Eloi fue hacia la ventana y cerró los postigos, bloqueando la luz de la luna y dejándonos solo con el resplandor ambarino de la lámpara sobre la mesa. La llama inquieta se calmó cuando el viento dejó de colarse dentro.

—Si es Laila quien te preocupa, puedes quedarte tranquilo —dijo, todavía de espaldas—. Sé que no he sido el mejor hermano hasta ahora... pero no permitiré que ella pase por más penurias. No la dejaré sola esta vez —me aseguró al momento de darse la vuelta—. La mantendré a salvo. A costa de mi vida, si es necesario.

Pero oír aquello no hizo sino socavar más mis ánimos. Algo me decía que podía estar seguro de que Eloi cumpliría su palabra; sin embargo, no era Laila por quien estaba más preocupado, pese a lo mucho que me dolía la idea de dejarla atrás.

—Sé que ella estará bien...

—¿Qué es lo que te aflige, entonces?

Me encogí en mi sitio. ¿Cómo podría seguir mostrándome orgulloso con él? Después de que me había mostrado su lado más vulnerable sentí que no podía hablarle con otra cosa que no fuera la verdad:

—Tú —admití al fin, luego de meses—. Lo que nos trajo a este punto... Aquello de lo que quería salvarte... Llegué demasiado tarde sin saberlo. Y ahora sé que nunca hubo nada que hubiese podido hacer para ayudarte.

Su expresión se crispó con tormento y sacudió el rostro.

—Suficiente, Yuren... No hace falta que hablemos más de eso.

—¡Necesito hacerlo! ¡O podría ya nunca más tener la oportunidad! —Llevé el rostro a las manos para contener el llanto que luchaba con fiereza por salir de mi pecho—. No sabía lo que vivías cada día. Y yo... yo he sido un monstruo contigo todo este tiempo, Eloi... ¡Yo fui...! ¡Fui un gran estúpido y ahora lo he arruinado todo! ¡Y ahora Ashun y tú...! ¡Y Laila...!

Eloi permaneció en silencio mientras me observaba. Mantenía su frialdad acostumbrada, pero sus ojos no la reflejaban igual que siempre. Estos estaban frágiles y tristes. No soportaba verlo así de dócil... Quería que volviera a ser el de antes; que me gritase, me abofetease o me insultase por mi estupidez. Quería que recuperase aquella fuerza indómita que le caracterizaba. Pero lucía tan cansado y resignado... Tan vencido.

—La culpa es mía... —dijo al final de un suspiro—. Si lo hubieses sabido antes... nada de esto hubiese ocurrido.

Crispé los dedos en torno a las colchas de la cama, presa de la rabia, y levanté el rostro para mirarle agraviado por lo que sugería, sin importarme que viera mis ojos llorosos:

—¡¿«Si lo hubiese sabido antes»?! —grité, encolerizado—. ¡Aún si lo hubiera sabido, jamás hubiese permitido que ese cerdo asqueroso te tocase!

https://youtu.be/G4eC-6hyn1A

Y pude convencerme en ese momento de que no sentía el menor remordimiento por lo que había hecho; en cuanto experimenté unos deseos desesperantes de volver en el tiempo y asesinar a Alikair otra vez; pero ahora, antes de darle tiempo a ponerle las manos encima a Eloi.

Aquel me observó perplejo y con los ojos muy abiertos. Después de confesarle aquello, ya no pude frenarme:

—¡No hay forma de que puedas estar acostumbrado a esto! ¡Te resistías en ese momento; no querías que pasara! Puedes intentar mentirme, pero yo lo vi con mis propios ojos y luego lo escuché de tu propia boca. ¡Odias esta vida! ¡La odias con toda tu alma! ¡Por eso actuabas de ese modo; por eso siempre lucías desdichado! ¡Siempre creí que eras un demonio, pero nunca lo fuiste en verdad! —Se me escapo un sollozo tan sonoro y repentino que sentí como si me hubiese desgarrado la garganta—... El demonio era yo.

Esperé que reaccionara del mismo modo en que solía hacerlo cuando alguien rascaba demasiado hondo en los recovecos de su mente; los cuales ahora sabía que eran profundas heridas... pero Eloi estaba en calma. Me observó como el hermano mayor sabio y lleno de paciencia que nunca hubiese creído que podía llegar a ser. Como alguien mucho mayor a su edad.

Después de algunos segundos, exhaló un pesado suspiro.

—Ya es tiempo de que se marchen. Tú también... debes cuidar de Ashun.

Negué, con los labios sellados en una línea temblorosa. Eloi me fulminó con una mirada; una de aquellas que tanto conseguían intimidarme. Esta surtió el efecto acostumbrado y me encogí de temor.

—Yuren, compréndelo... ¡no voy a permitir que te condenen! —En ese momento, toda su calma se quebró—. Si te quedas aquí, juro que asumiré toda la culpa por lo que hiciste y tomaré tu lugar. ¡Moriría antes de ver que asesinen a otro hermano! ¡No puedo perderte también!

Me quedé frío. Más allá de que sabía que era capaz de hacerlo, la desesperación en su voz me desarmó por completo.

Tuvo que respirar hondo un par de veces para recobrar la calma.

—... Es hora —decretó al final de su pausa.

—No... No, Eloi... —supliqué, con voz constreñida.

—Andando. Tienen que darse prisa —dijo, empujándome a la puerta.

—¡No...! —Caí de rodillas frente a las suyas. Las lágrimas se desbordaron al fin de mis ojos y trazaron caminos ardientes por mi cara. Rodeé sus piernas, hundiendo el rostro en su regazo. No sabía cómo iba a ser capaz de soltarlo ahora; no quería hacerlo. No quería despedirme de ese modo y dejar las cosas así—. Por favor... Por favor, ven con nosotros...

Tras un largo silencio de su parte sentí de pronto sus finos dedos acariciar con cuidado mi frente y mi cabeza, hundiéndose en mi pelo. Y provocó con ello que me desmoronase por completo.

Lloré como un niño pequeño. De rabia, de impotencia, de remordimiento... Los sollozos aserraban mi garganta de forma descontrolada y mi pecho se estremecía con tanta violencia que dolía. Dolía demasiado...

—No quiero dejarte... Ven con nosotros —le supliqué—. Ven conmigo, Eloi, ¡te lo ruego...!

Mi hermano sujetó con firmeza mis hombros y me levantó del suelo. Supe entonces que ya se nos había agotado el tiempo. Que no había otro desenlace, más que aquel...

No hubo abrazos, palabras dulces de despedida, deseos de buena fortuna ni bendiciones; pero el beso que Eloi presionó contra mi frente antes de dejarme ir hizo que algo en mi interior se rompiese en pedazos. Algo que supe, en el preciso instante en que sus labios me abandonaron, que jamás podría ser reparado.


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https://youtu.be/lk84_VSidRU

Antes de que rompiera el alba, cobijados por la oscuridad de la noche, Ashun y yo partíamos en la dirección señalada. La despedida fue demasiado corta. Todavía tenía el hombro empapado con las lágrimas de Laila y me dolían las impresiones de sus brazos alrededor del cuerpo. Pero más doloroso era todavía recordarla con el rostro en las palmas de las manos, presa de terribles sollozos en la puerta de la casa que ya nunca más volvería a ser nuestra. La imaginaba de regreso en aquella cama, como cuando habíamos perdido a Inoe; con la diferencia de que ahora estaría en completa soledad en ese lugar, ya no solo con la muerte de Inoe y la ausencia de Eloi, sino que con nuestra abrupta partida también; viviendo solo con el fantasma del recuerdo de todos nosotros alguna vez juntos; una imagen que nunca se volvería a repetir.

Nuestra pequeña familia al fin se había roto por completo.

Siguiendo las indicaciones de Eloi, nos dirigimos a la puerta en la muralla boreal del Ribete y llegamos cuando el cielo ya esclarecía. Allí se apostaban dos guardias yroseos armados. El corazón me latía tan fuerte que era todo lo que podía oír y apenas pude escuchar lo que dijeron al detenernos. Ashun habló por mí y no hizo falta que yo hiciera más que enseñar el anillo de Eloi en mi dedo anular. Cuando lo hice, procuré sonreír del mismo modo en que él solía hacerlo y la salida hacia el puente se nos fue otorgada sin más obstáculos. Ashun había jugado su papel de modo convincente y desde luego que los ricos pendientes y el atuendo habían ayudado. Me negaba a creer que mi copia hortera de la sonrisa arrebatadora de Eloi hubiese ayudado y me pregunté por qué había decidido hacer el ridículo de ese modo.

El camino por el puente sobre la zona obrera fue mortalmente silencioso. A pesar de nuestro éxito, nuestros ánimos se hallaban devastados. Ashun caminaba como un muerto en vida, con una mirada ausente en el horizonte, y yo solo podía mirar al piso. Sentía las mejillas calientes producto del llanto que me atacaba de forma intermitente, haciéndome sollozar en silencio.

Mantuve la vista gacha hasta que llegamos al muelle y un intenso resplandor azul al frente me hizo levantar la cabeza.

Fue entonces que vi el mar por primera vez. La visión de este me paralizó de asombro. Era tal cual en mi sueño... Hermoso; pero espantosamente grande. De pronto, aquel recuerdo que iba y venía, sin que pudiese asirlo nunca, palpitó con claridad en mi memoria. Me di cuenta de que esa visión me era conocida; que el mar me era conocido. Pero era imposible...

Ashun llamó mi atención, tirando de mis hombros hacia un costado del muelle. Tendría tiempo de sobra para mirarlo, pues si todo salía según lo planeado, nos adentraríamos en él muy pronto. Habríamos de dejar atrás esta tierra que albergaba para nosotros tantos recuerdos gratos como amargos, pero que había significado, pese a todo, un hogar para los cinco.

Bajamos a la playa por las escaleras laterales del muelle y Ashun me guio debajo de las columnas que sostenían los embarcaderos sobre nuestras cabezas. Allí, hice lo que me había indicado Eloi y cambié sus ropas por las mías para deshacerme de las primeras. Arrojé su túnica y sus ropas al mar. Me lastimé al arrancarme el anillo del dedo anular con el emblema de Mailard y se me escapó un bramido en cuanto lo arrojé con furia entre las olas.

Después me quité los aretes, apretando los dientes para soportar el dolor que me causé al zafarlos de mis orejas recién perforadas, pero en cuanto los tuve en mi mano y pude verlos, no tuve corazón de arrancarles las gemas, pues me di cuenta de que eran los pendientes de esmeraldas que Eloi solía usar más a menudo. Sus favoritos...

https://youtu.be/c5-kwn11YPI

Ashun continuaba ausente. Estaba distraído en el mar a lo lejos, por lo que no vio el momento en que me los guardé en el bolsillo, jurando que algún día se los devolvería a Eloi.

Una vez de vuelta a mi estado normal, vestido de mis harapos acostumbrados, regresé al lado de Ashun y miré con él al frente. El sol ya comenzaba a brillar, arrancando destellos al azul imposible del océano, como si fuera un tapiz constelado de zafiros.

—Es muy hermoso... ¿verdad? —comentó mi hermano.

Lo era...

... y entonces, otra cosa vino a mis pensamientos. Ahora que, gracias a un extraño y distante sueño, podía recordar con claridad su rostro en aquel entonces, pude visualizarlo a la perfección: Un hermoso muchachito de ojos color turquesa, sentado en la arena con la vista perdida entre las olas, imaginando las alegrías de una vida plena. Y a un demonio —uno verdadero— acechándole desde la distancia cual fuera un morboso depredador.

Por eso Eloi odiaba el mar... Allí había comenzado todo.

Sufrí unas nauseas intensas. Todo a mi alrededor se tornó borroso conforme mis ojos volvían a colmarse de lágrimas. Y al fin, sin poder contener más emociones dentro de mí, vacié el escaso contenido de mi estómago sobre la arena. No pude vomitar más que saliva y di arcadas secas, estremeciéndome con sollozos entre cada una, sin nada más como consuelo que la mano tibia de Ashun, que me acariciaba el pelo y los hombros.

—Está bien... Todo va a estar bien —me repitió una y otra vez.

—Laila... —Empecé a gimotear otra vez, de cuclillas y con el rostro entre las palmas de las manos—. Eloi...


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https://youtu.be/StKlbiCliC0

El agua posee una particularidad extraña. Extraña y maravillosa...

No importa cuánto cambie, fluya, corra, se agite o se calme. No importa si es tan clara y cristalina que devuelva reflejos nítidos cual fuera un espejo, o si se torna sucia y oscura; negra como un vacío. No importa si es dulce o salada... o si es amarga y venenosa. No importa si viaja grandes distancias o si se encuentra estancada en un solo sitio toda la vida. No importa si dibuja suaves ondulaciones con el viento o si en cambio se mueve en masas gigantescas en la forma de olas embravecidas. No importa que caiga del cielo, o que fluya desde la tierra... El agua siempre, siempre se adapta.

El mar era hermoso visto desde la lejanía; desde la seguridad de la tierra firme. Pero estar perdido a la deriva, a su completa merced, resultaba abrumador. Bastaba con mirar la facilidad con la que las olas mecían las toneladas y toneladas de madera y hierro que conformaban un navío, llevándolo de un lado a otro como un barquito de papel, solo para empezar a concebir su poder y la facilidad con la que podría aplastarte; lo diminuto e insignificante que eras en comparación. Y yo pasé muy rápido de anhelar verlo un día a detestarlo con todo mi ser.

El océano y la costa, como lo eran todas las cosas grandes, coloridas y hermosas, estaban reservadas para los altos señores. Había una sola forma en que un chiquillo de clase obrera podía gozar de la dicha de verlo. Y esta era trabajar en el puerto de embarcaciones como paje de asistencia; ya fuera de cruceros de viaje, cargueros, o navíos mercantes.

No nos costó demasiado localizar los camarotes de los que Eloi nos había hablado. Y encontrar a dos chicos dispuestos a cambiarnos sus pases por un par de rubíes, los que arrancamos del collar, tampoco fue una tarea difícil. El camarote albergaba a docenas de ellos, todos esperando por su turno para ser llamados, de manera que solo hizo falta buscar a dos lo bastante próximos en edad a Ashun y a mí. Y pronto tuvimos dos rubíes menos y cada uno una identificación como obrero paje de marina, con la que pudimos subir a trabajar al primer barco que arribó esa mañana; un carbonero.

Así fue como nuestro viaje cruzó el punto sin retorno. Y también fue así como mi pesadilla dio comienzo.

—Lastre es lo que me han enviado. ¿Creen que con todo el trabajo que hay que hacer por aquí nos podemos dar el lujo de prescindir de dos manos?

—Le aseguro que veré que mejore para mañana, maestro.

—Más te vale, o su flaco trasero volará por la borda. Y mejor que no te vuelva a encontrar aquí merodeándolo como un maldito buitre. Termina tus tareas y, si para esta noche el mocoso sigue vivo, ya podrás ocuparte de él.

Las voces en mis oídos sonaban mitigadas y poco claras; pero advertí que era Ashun quien intercedía por mí ante un sirviente de voz gruesa y severa. No pude verlo, pues cada vez que abría los ojos todo me daba vueltas y volvía a vomitar como había estado haciéndolo durante toda la tarde, incluso cuando todo lo que podía expulsar mi estómago vacío era bilis.

Sentí un par de pesados pasos alejarse y después la mano tibia de Ashun en mi cabeza:

—Intenta componerte, por favor —dijo cerca de mi oído—. Yo vendré por la noche, en cuanto acabe la jornada, a ver como sigues. Mañana tienes que estar bien. —No era ninguna sugerencia.

Mi hermano me levantó la cabeza y me puso debajo su camisa enrollada. Me abandonó entonces y yo permanecí quieto en la misma posición en la que caí pocas horas después de que el barco zarpase, presa de una terrible destemplanza que me dejó hecho un ovillo sobre el piso, contra la pared de una de las cubiertas inferiores del barco, al lado de un par de costales y una jaula con gallinas. El olor de las aves me ponía enfermo cada vez que sentía que las náuseas estaban cediendo, pero estaba demasiado débil y mareado para moverme de lugar. Supuse, a juzgar por el hecho de que Ashun se encontraba en perfecto estado, que los síntomas suscitados por el movimiento del barco no podían ser tan intensos y que a mí me habían afectado más a causa del malestar que ya sentía antes de embarcarnos.

https://youtu.be/ayEnJUtnSg8

Hace tan solo unas horas que todo había ocurrido; que había cruzado corriendo toda la ciudad, escapando luego de haber cometido un asesinato, y ahora todo parecía tan lejano... Y, sin embargo, haber dejado atrás a mis hermanos todavía me dolía de un modo espantoso. Pensé en Laila, en su expresión rota de amargura al despedirse y en la visión de su cuerpo demasiado delgado, estremeciéndose en los brazos de Eloi. Pensé en qué pasaría con ella y en cómo afrontaría todo lo que venía ahora en total soledad; sin sus hermanos, sin trabajo y sin su pequeño Inoe, quien era el fuego de su corazón...

Y después pensé en mi otro hermano.

Un intenso calambre me hizo retorcerme con un gemido largo y exhausto. Mis ojos se humedecían cada vez que los recordaba. Por momentos, no podía concebir que hubiese sido capaz de dejarlos y me atacaba una urgencia casi incontenible de levantarme, correr hasta la popa del barco y lanzarme al agua para volver nadando a Kajhun. Quizás aún no fuera muy tarde; quizá todavía podía regresar... Quizás esto todavía podía arreglarse.

Pero después me golpeaba la realidad. ¿Qué podían hacer unos chicos como nosotros? ¿Existía alguna manera en que hubiésemos podido ayudar a Eloi y escapar todos con Laila? De haberla, no la encontraríamos a millas de distancia...

No cesaba de cuestionarme cómo hubiesen sido las cosas si me hubiese percatado antes de lo que ocurría. Seguía sintiendo que abandonar a nuestro hermano en sus circunstancias había sido la más cruel de las decisiones y que, aún si yo no la había tomado, tenía toda la culpa de ella. El rostro se me contrajo y otro calambre en el estómago me hizo retorcerme y jadear. El remordimiento me estaba comiendo vivo desde dentro.

La noche llegó, poniendo fin al día más largo de toda mi existencia. La oscuridad y el silencio ayudaron a mejorar en algo el dolor de cabeza y los mareos. Y para cuando Ashun volvió, trayéndome un cuenco de sopa, ya había reunido las fuerzas suficiente para poder sentarme, aunque aún con la espalda contra la pared.

El aroma de la comida amenazó con provocarme arcadas otra vez y viré el rostro para no mirar el cuenco.

—No tengo hambre...

—No has comido desde ayer. Tienes que reponer fuerzas.

Volví la cara en dirección de Ashun. Era muy extraño verle con la cabeza rapada; como si fuera una persona diferente. La falta del cabello alrededor de su rostro cuadrado acentuaba sus rasgos y lucía mayor. Incluso parecía más alto con el cuello despejado.

—Empiezo a acostumbrarme —dijo al advertir mi mirada y se pasó la mano por la cabeza—. Quizás lo lleve así desde hoy. Es más fresco.

—No eres un esclavo —le dije, tomando el cuenco de su mano.

Le di algunos sorbos cortos. La sopa sabía bien y despertó de a poco mi apetito. Antes de darme cuenta estaba tragando buches con voracidad.

—A bordo pensaron que lo era. Y que quizás estaba escapando. Me defendí diciendo que me lo había cortado porque pesqué piojos.

Guardé silencio con los labios apretados y paré de comer.

—Lo siento tanto... —le dije, sin atreverme a mirarlo—. Ninguno de ustedes tenía por qué pagar el precio. Ni tú. Ni Laila. Ni Eloi...

—Venir contigo no es pagar ningún precio, Yuren.

—Tú no querías marcharte; no querías dejarlos...

Ashun dejó salir un largo respiro. No pudo negarlo.

—Desde luego que no. Pero no había otra manera en que pudiésemos salvarte de una condena segura. Y no me arrepiento de hacer esto.

Estábamos solos en esa parte de las bodegas; por lo que imaginé que el resto de los chicos ya se habrían marchado a los camarotes destinados a los pajes, a hacer lo que era más inteligente y aprovechar todas las horas de sueño posibles antes de la difícil faena del día siguiente. Ashun y yo deberíamos haber estado haciendo lo mismo; pero esa era nuestra primera oportunidad para hablar con tranquilidad desde que abandonamos la casa.

Sentí la mano de mi hermano sobre el hombro:

—Deja de culparte, Yuren. Cometiste un error; pero eso no es...

—No —lo acallé. No estaba dispuesto a permitir que ni siquiera Ashun se atreviese a sugerirlo—. No fue ningún error. Yo.... hice algo terrible. —Miré a mi alrededor para asegurarme de que estábamos solos—. Asesiné a una persona. —Decirlo en voz alta fue más fácil de lo que pensaba—. Pero no me arrepiento de lo que hice —acepté—. Al menos... no del por qué lo hice.

Ashun se quedó en silencio por largo rato. Todo el sonido a nuestro alrededor fue el crujido de la madera del barco. El movimiento seguía provocándome malestar, pero a cada hora que pasaba se hacía más soportable.

—Yuren... ¿qué fue lo que pasó en verdad? —preguntó Ashun, tras su pausa.

https://youtu.be/5Gl4UhXHjfc

Intenté poner mis pensamientos en orden. Me tomé en ello un largo rato y aun así, al momento de hablar, sentí que me sería en extremo difícil hacerlo. Si para mí había sido duro conocer la verdad, lo que Eloi había pasado tanto tiempo ocultándonos, no imaginaba cuan duro resultaría para Ashun, quien siempre lo había dado todo por protegernos de cualquier cosa.

Llegué a pensar que era mejor que no lo supiera... pero era una carga que no me vi capaz de seguir llevando solo. Además, necesitaba saber que podíamos hacer algo al respecto. Y confiaba ciegamente en que Ashun encontraría la manera.

Le narré la historia completa lo mejor que pude. Inicie con la noche en que descubrí sus heridas, proseguí a contarle todas las cosas que había visto en casa de Mailard y finalicé con la terrible confesión de Eloi durante esa madrugada, en el almacén abandonado. Ashun permaneció en silencio durante todo el relato. Escuchó la historia de lo sucedido de principio a fin sin hacer inferencia y sin batir un parpadeo. Después, nos quedamos los dos en silencio. Le di todo el tiempo que necesitó para asimilarlo.

—¿Recuerdas... mi pelea con Eloi? —pregunté tras la larga pausa—. Cuando Inoe se asustó tanto y yo corrí a la ribera.

Ashun dio una cabeceada lenta, con la vista clavada en el piso.

—Enfureció porque le pregunté sobre sus heridas. No lo entendí entonces... pero ahora sí. Él no quería que lo supiésemos.

Para cuando acabé, Ashun tenía la vista perdida en algún punto que no pude determinar. No dijo nada. No lo hizo por largo rato.

—Ya veo... —suspiró al fin.

Lo miré extrañado; pues me había esperado otra reacción muy diferente de su parte. Si bien era cierto que la mía no había sido muy distinta, la de Ashun tenía algo diferente. Algo que no supe descifrar al comienzo.

—No te quedes callado —rogué, sintiéndome más y más inquieto con su silencio—. Dime que podemos hacer algo; que hay una forma de rescatarlo de ese infierno. Por favor, Ashun... ¡Necesito oírlo de ti!

Me incliné hacia él, en busca de esa llama cálida que siempre había en su mirada y que lograba reavivar mis esperanzas; pero ahora no estaba allí. Su mirada era fría como el hielo y me transmitió un escalofrío.

—... ¿Ashun? —no pude escuchar el sonido de mi propia voz.

https://youtu.be/nMLRqiRIONo

Cuando mi hermano levantó por fin sus ojos hacia los míos, lo que hallé en ellos me dejó atónito. No había en ellos otra cosa que una culpa desgarradora. No lo comprendí al principio... No lo hice hasta que vino a mí el vago recuerdo del rostro de Ashun, perfilado por el fuego del hogar, durante una noche helada de ese mismo otoño, hacía tres meses.

—«Tú solo escuchas lo que te da la gana» —recordé—. Eso me dijiste...

Sus ojos volvieron a evadirme y el corazón se me estrujó en el pecho. Conforme recapitulaba las pistas que habían estado ahí desde el principio, y las cuales había obviado, Ashun permaneció en silencio.

—Esos muchachos, Tonur y Musav, cuando hablaron de él me alejaste de ellos. Y te quedaste callado cuando te pregunté por qué Eloi se volvió del modo en que era. —Las palabras empezaban a saberme más amargas que hiel en la boca conforme lo entendía—. Después, la noche en que lo planeamos todo... me dijiste que no debía quedarme solo con ninguno de esos hombres.

Ashun se estremeció. La culpa en su mirada se había transformado en miedo. Recordé por último las palabras de Eloi, tan solo la noche anterior en la sala de trofeos de Mailard; y el modo en que me había mirado.

«¿Lo que Ashun te ha contado?»

Llegué con ello a mi última conclusión. Aquella que al fin logró dar sentido a todo.

—... Tú lo sabías.

Ashun no dijo nada. Estaba petrificado. Y yo no estaba seguro de que quisiera oír su respuesta. Me aterraba... No obstante, esta llegó al final, al volumen de un susurro afligido:

—Perdóname...

Meneé la cabeza en negativa, sin querer convencerme, y me revolví el pelo con tanta fuerza que algunos cabellos se me quedaron enredados entre los dedos. Sin pretenderlo, me hice un ovillo en mi lugar.

Sentí la mano de Ashun sobre el hombro; aquella mano tibia que toda la vida había aplacado mis miedos, que me había reconfortado y consolado, y que ahora se hallaba fría como un témpano.

Me libré de ella de una sacudida.

—No me toques...

—Yuren... Yo nunca quise que...

—¡¡Déjame!! —grité.

Ashun me observó con párpados temblorosos y la mano todavía en alto.

Mi hermano favorito, mi ídolo, mi héroe, nuestro protector... El que siempre había velado por nosotros, el que nos cuidaba... había estado todo este tiempo encubriendo el sufrimiento de uno de nosotros.

Arrojé el plato sin acabar a un lado, me puse de pie de forma tambaleante y después escapé de allí sin mirar atrás.

Afuera, el frío nocturno subía desde las mareas gélidas en forma de una bruma helada que me atacó desde todas las direcciones, hincándoseme en la piel como agujas. El vello de todo el cuerpo se me erizó, pero no le di importancia y seguí adelante, sirviéndome de la baranda del barco para no tropezar con mis propios pasos tambaleantes. La madera de las barandas estaba fría y húmeda, y comenzaba a sentir la mano entumecida; pero quería aferrarme de cada cosa que ayudara a enfriar mi cabeza a ver si lograba comprender cómo había podido ser tan estúpido.

Por un lado, había fallado en ver las señales de lo que estaba ocurriendo con Eloi al dejarme cegar por el odio que creía que sentía por él. Pero, paralelamente, también había fallado en ver aquellas que me indicaban que Ashun nos estaba ocultando algo gracias a la idolatría que le profesaba...

Y todo para terminar dándome cuenta de que había estado equivocado respecto a los dos.

—Yuren.

La voz de Ashun palió el frío, pues la ira volvió a bullir en mis venas:

—¿Laila también lo sabía?

Temí oír la respuesta. Sin nadie más en quien creer me sentí tan perdido y solo... No estaba seguro de si podría manejar el hecho de que incluso Laila me hubiera estado engañando todo el tiempo. Tuve deseos de saltar por la borda.

—No. Solo yo. Yo también... le mentí a ella. Le oculté muchas cosas con respecto a Eloi. Ella sospechó muchas veces, pero yo...

No pudo continuar con lo que estaba diciendo.

Respiré un tanto más aliviado; pero aquello no duró mucho antes de empezar a enfurecer otra vez, pues incluso había mentido a Laila a la cara.

—O sea que no solo nos lo ocultaste, también nos despistabas cada vez que alguno de los dos se acercaba demasiado a la verdad. —Aspiré con la sensación de que no había en el mundo suficiente aire como para disipar mi sofoco.

Cuando volteé para mirarlo me pareció que ya no estaba viendo al Ashun de siempre; a mi Ashun. Lucía ajeno y desconocido. Su expresión estaba llena de remordimiento; pero eso no sirvió para aplacar la rabia que sentía contra él en aquel momento. El suave murmullo del viento se adueñó del lugar.

—... ¿Cómo pudiste? —susurré, luego de unos instantes, con la voz atrapada en la garganta. Las yemas de los dedos me dolieron con la fuerza que ejercí al sujetarme de la baranda.

—¿Piensas que para mí fue fácil hacerlo?

Azoté la madera húmeda de un manotazo tan fuerte que la palma me ardió:

—¡Eso no importa, maldita sea! ¡Porque no eras tú quien vivía ese calvario! ¡Ni Laila o yo! ¡Era Eloi y lo soportó solo! Siempre estuvo solo... Ninguno de nosotros pudo hacer algo por salvarlo porque no sabíamos por lo que estaba pasando; pero tú sí. Y no hiciste nada.

Aquello pareció herir a Ashun a un nivel diferente, pues retrocedió un paso con los ojos muy abiertos, empujado por algo invisible, y luego avanzó dos zancadas con una expresión en el rostro como la que nunca le había visto antes para dirigirse a mí. Estaba furioso, pero también dolido.

—¡¿Qué podía hacer yo?! ¡¿Cómo iba a saberlo en ese entonces, Yuren?! —Poco a poco, su voz empezaba a romperse—. ¡Cuando todo esto comenzó yo era un niño, igual que él! ¡Para el momento en que lo supe...! —Se calló y me pareció que contenía un sollozo—. Para cuando lo supe ya era tarde.

—¡Quizá todos podríamos haber hecho algo si nos lo hubieses contado!

Ashun guardó silencio.

La noche se iba poniendo más helada. Tenía los brazos entumecidos debido al viento gélido, pero necesitaba sentir el frío. Necesitaba su consuelo para mermar el calor sofocante de mi sangre hirviendo y el arrullo del viento para silenciar mis pensamientos que sonaban demasiado altos.

Un tiempo largo transcurrió sin que ninguno dijera otra palabra. Entonces, Ashun se movió de su lugar. Me preparé para apartarlo, negándome a recibir cualquier tipo de intento de consuelo que viniera de él; cualquier intento de excusa... pero todo lo que hizo fue dar la media vuelta y empezar a caminar de regreso a la cubierta inferior del barco.

No hice nada por detenerlo. No obstante, fue él quien se frenó en las escotillas hacia los camarotes para echar un vistazo en mi dirección antes de dirigirme por última vez la palabra:

—Si no quieres hablarme más o siquiera mirarme otra vez a la cara, lo respetaré. Solo te ruego que tengas una cosa en cuenta. —Imaginé que tenía al menos el derecho de decir algo en su defensa; así que lo escuché—. Si hubiese estado en mis manos ayudarlo, hubiese hecho cualquier cosa; del mismo modo en que lo dejé todo atrás para venir contigo.

Bajé la vista al suelo. Por muy traicionado y decepcionado que me sintiera con respecto a Ashun, en eso tenía razón... Había dejado su vida como la conocía, su seguridad, su hogar, a nuestra familia... todo. Por cuidar de mí.

Sin embargo, todavía me era difícil concebir que la persona en la que más confiaba en el mundo hubiese sido capaz de mirarme a la cara por tanto tiempo mientras ocultaba de mí una verdad tan cruda; cuando en el pasado no hubiera habido forma de que yo pudiera ser deshonesto con él mientras le miraba a los ojos. Sentí que, si debía escuchar sus explicaciones, merecía al menos conocer la verdad detrás de sus motivos.

—¿Por qué lo ocultaste?

El silencio y la brisa volvieron a apoderarse del sitio, abriéndose camino en la distancia entre nosotros.

Ashun suspiró hondo:

—... Porque Eloi me pidió que lo hiciera.


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