Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

• IV - La furia del demonio •

https://youtu.be/ayEnJUtnSg8

Por la mañana, de vuelta en la obra y llevando a cabo nuestras tareas diarias, todavía palpitaba en mi memoria el recuerdo de los horribles moretones que cubrían el brazo de Eloi. A veces los obreros recibíamos castigos, pero la mayor parte del tiempo se debía a ofensas mayores; como robar, encararse con un maestro o reñir al punto de llegar a las manos con otro obrero. El resto de las lesiones eran causadas por las mismas condiciones de trabajo.

Pero esto era diferente. Eloi era diferente... ¿no?

Cuando pensaba en el amo Mailard no podía sino imaginarme a un hombre gordo y viejo; demasiado para molestarse siquiera en abandonar sus almohadones; razón por la que necesitaba de alguien cerca que lo asistiese en todo. Pero si alguien del tamaño de Astor, quien mejor se correspondía con el tamaño de las lesiones de Eloi, no tenía la autoridad para castigarlo, entonces... quería decir que quien le había dejado esas heridas solo podía ser su amo.

Aquello hizo que me replanteara cómo luciría Mailard, «el Oso Bermejo». Su tamaño real, cuanta fuerza poseía y cuán terrible debía ser su carácter como para brutalizar así a un muchachito del tamaño de nuestro hermano.

Pero era imposible... ¿Cómo podría ser capaz de tal violencia el mismo hombre que enviaba carruajes a la puerta de nuestra casa a buscarlo y a traerle de regreso; quien se preocupaba de vestirlo, alimentarlo y educarlo; aquel que le regalaba joyas, ropas hermosas y dulces finos que Eloi podía darse el lujo de desdeñar? Quien se lo había dado todo. El mismo hombre que nos había procurado un techo para vivir aunque no éramos nada para él...

No. Ibn Mailard no podía ser un hombre malvado.

Ashun y Laila estaban equivocados. Y Eloi bien podía detestarlo; por eso jamás hablaba de él; pero aquello no era prueba de nada. Eloi detestaba a todos.

Quizás el incidente que lo había dejado en ese estado no se tratase más que de un caso puntual y desafortunado. Una sublevación como aquellas de las que no solo era muy capaz, sino a las cuales era propenso. Con su horrible temperamento no me costaba imaginar al demonio respondiendo ante su amo con alguna insolencia. Y no era descabellado suponer que había hecho algo para ganarse un buen zarandeo. Encontré que esa era la explicación que tenía más sentido; pues si los altos señores Yroseos podían llegar a ser tan grandes como el esclavo del otro día, tampoco sería de extrañar que le hubiese dejado esas marcas con solo fallar en medir su fuerza.

Hasta donde sabía Eloi no tenía heridas de látigo —las cuales hubiesen sangrado a través de su fina túnica— ni parecía haber sido golpeado con algo contundente. Como fuera... algo debía haber ocurrido en casa del amo Mailard; algo que él no nos contaría.

—Has estado distraído toda la mañana —opinó Ashun durante la repartición de comida—. ¿Qué te sucede?

Nos fue entregada a cada uno una escudilla de sopa aguada de cartílago y huesos de res y un trozo de pan; el que por lo menos no estaba tan duro mojado en ella; y nos sentamos a comer a la escasa sombra.

Consideré si era pertinente decírselo. Si Ashun resultaba no saber nada al respecto, yo no haría otra cosa sino darle más razones para estar afligido; en especial tratándose de Eloi; por lo que moví el rostro y le di un sorbo ruidoso a la sopa.

—No es nada importante...

—Si no lo es, intenta que no te distraiga. Podrías sufrir un accidente si continúas con la cabeza en las nubes. O causarlo.

Refunfuñé algo poco claro con los labios contra la escudilla. Y, de la nada, Ashun me sostuvo la nuca y me empujó la cabeza hacia abajo.

No me dolió, pero hice el melodrama de siempre:

—¡Auu! ¡¿Por qué hiciste eso?!

—Te enseño modales. Lo apropiado es contestar con el oído y la obediencia ante tus mayores y bajar la cabeza. Tendrías a bien aprenderlo antes de que crezcas y te traiga problemas.

—Odio ese dicho. ¿Y si no quiero oír ni obedecer a los malditos caprichos de nadie? Y no pienso bajar la cabeza ante alguien solo porque sea más grande.

Ashun se rió y meneó el rostro.

—Tal para cual... —murmuró.

Y aunque insistí, no quiso decirme a qué se refería.


◦•◦•◦•◦✧✦✧◦•◦•◦•◦

https://youtu.be/xWPQ3gvNjhw

Terminada esa jornada, al volver a casa, Laila nos recibió en la escalinata como si hubiese estado esperándonos. Apresuramos los dos el paso, quizás imaginando lo mismo: que algo había sucedido con Inoe. Pero ella lucía tranquila; tan solo un poco impaciente.

—¿Qué haces aquí afuera? —preguntó Ashun a nuestra hermana.

Esta habló por lo bajo, echando miradas hacia la calle, y yo me empiné entre ellos para poder oír.

—Se trata de lo que decidimos ayer. No podemos esperar más... El doctor estará hoy en su casa y todavía no es muy tarde para entrar en el Ribete; por lo que iré ahora mismo a ver si puedo hablar con él.

—Voy contigo —dictaminó Ashun. No parecía que fuera a aceptar un «no» por respuesta, y Laila accedió con una cabeceada.

—Yo también quiero ir —intervine, ansioso de escuchar lo que el doctor tendría para decir. Pero Laila se negó al instante y me compelió a entrar en la casa con una mano tras la espalda.

—No, Yuren. Necesito que alguien se quede aquí cuidando de Inoe. Eloi está por marcharse.

Se me frunció el ceño. Ya era tarde... ¿Debía salir otra vez? ¿Cuántas fiestas a la semana ofrecía el amo Mailard? Nunca antes había puesto atención a la frecuencia con la que Eloi debía acudir con él por las noches, pero ahora me parecía que era demasiado. ¿Acaso nadie dormía en esa casa?

Pero Laila tenía razón. Inoe no podía quedarse solo.

—Ugh... Bien —mascullé a regañadientes, y Ashun me arrojó una mirada que respondí con desafío.

Entré en la casa y aguardé a que mis hermanos mayores se marcharan para poder cerrar. Laila alcanzó su vieja capa colgada junto a la puerta para ponérsela sobre los hombros y le dio la suya a Ashun.

—Inoe está dormido —me fue diciendo—. Estaba con mucha tos, así que no pude cocinar nada intentando calmarlo, pero he puesto agua a calentar. ¿Podrías hacer algo tú?

Asentí. Cocinar no era mi fuerte, pero tampoco lo hacía mal.

—Nosotros volveremos pronto.

—Cuida de todos —me encomendó Ashun. Y antes de marcharse se agachó junto a mí y me susurró—: No vayan a pelear, ¿prometido?

Recordé sus palabras de esa mañana. Quería dejar de ser un chiquillo irascible... pero no pude mascullar más que un muy reacio:

—Obedezco...

Después de eso los dos salieron de la casa y enfilaron por la calle, y yo les deseé la paz y la buena fortuna y cerré la puerta, rogando en mi fuero interno porque consiguieran hablar con el doctor y que accediera a ayudarnos.

Eché un vistazo en el cuarto de Inoe y lo encontré dormido, de manera que le dejé descansar y puse manos a la obra para cocinar algo, con la esperanza de distraerme y así apaciguar los nervios que estrujaban de forma despiadada mis entrañas. Había huevos, arroz y aún quedaban un par de dientes de ajo. No sería un festín, pero era algo para echarle al estómago, así que reuní todo lo necesario y esperé a que hirviera el agua.

Casi olvidaba que Eloi se encontraba allí, por lo que me sobresaltó escuchar sus pasos en las escaleras. Su mirada fue tan hostil como siempre al interceptar la mía; mas no tuve la inclinación de responder a ella como lo hubiese hecho antes. En parte por la petición de Ashun; pero también... porque continuaba sin poder olvidar lo que había visto esa mañana.

De manera inesperada nos quedamos solos en el momento más oportuno y empecé a considerar preguntarle sobre sus lesiones. No obstante... aquello significaba revelarle cómo era que sabía que las tenía en primer lugar. Y eso bastó para desalentarme.

—¿Y los demás? —inquirió al detenerse en el último escalón.

—Han salido.

Hizo una pausa y yo me puse rígido.

—¿Sabes a dónde han ido?

Me frené justo antes de responderle. ¿Eloi no lo sabía? ¿Ashun y Laila no se lo habían contado? Me pregunté por qué elegirían ocultárselo. ¿Acaso temían que él los delatara? Pero Eloi no sería capaz... ¿o sí?

El demonio empezaba a impacientarse por una respuesta. Podía sentirlo... Conocía bien esa tensión en el ambiente, antes de que algo lo enfureciera; como la estática en el aire justo antes de un relámpago.

—... No —susurré y tragué saliva, nervioso.

Lo escuché exhalar por la nariz, y luego bajar el último peldaño con un rechinido.

—Sé que lo sabes; no hace falta que mientas. Te sale terrible. Lo que te pregunto es si entiendes lo que Laila y Ashun están haciendo.

Volteé apenas para mirarlo. Había cambiado la túnica color jade por una de color azul ribeteada de plata, igual de elegante y hermosa.

—¿Te lo... han dicho? —mascullé con ojos entornados.

—¿Acaso creen que soy estúpido?

No. Desde luego que no lo era. El demonio podía ser muchas cosas, pero un tonto jamás. De hecho, era demasiado astuto para mi tranquilidad... Comencé a respirar rápido sin saber cómo interpretar sus palabras y mis atropelladas deducciones me llevaron a la única conclusión posible:

—¿Vas a... delatarnos? —La voz apenas me salió.

—¿Y si lo hiciera?

La sorna de su tono consiguió lo que sus miradas hostiles y su actitud arrogante no habían logrado hasta ese momento y me picaron en las manos las ganas de golpearlo; algo que no había sentido los últimos días, con la situación de Inoe y del doctor.

Pero me refrené de responder. Solo conseguiría enojarlo y que hiciera justo lo que insinuaba. La impotencia y el miedo se manifestaron en la forma de un nudo en mi garganta y fuertes deseos de llorar.

—Lo que hagan no me concierne en absoluto —dijo al fin el demonio, y se desplazó por la estancia.

Respiré como si hubiese estado con la cabeza bajo el agua. Ashun tenía razón: El demonio solo buscaba hacerme enojar. Y, por una vez, no lo había conseguido. Más tarde se lo contaría a Ashun y él estaría orgulloso de mí.

https://youtu.be/StKlbiCliC0

Eloi vino a pararse frente al hogar y extendió las manos al fuego para calentárselas. Bajo la túnica llevaba una camisa de mangas largas, por lo que no pude ver otra vez sus lesiones.

Se fijó en la caldera con agua sobre el fuego, a punto de hervir, y sus ojos se posaron después en el diente de ajo sobre el mesón. Creí advertir un ligero espasmo alrededor de sus ojos.

—Haré arroz con huevos. Si quieres... te puedo guardar un poco.

—Odio el arroz con ajo —masculló y se apartó del fuego.

Fue entonces, al momento de alejarse, que noté que se desplazaba de un modo extraño... Como si le costase apoyar una de las piernas al caminar. Aquello me hizo pensar en la posibilidad de que ocultase más heridas. Y en tal caso, mi primera teoría se descartaba. De manera que no había sido solo un zarandeo... Eloi debía haber sufrido un castigo severo para terminar así.

Me costaba creer que se hubiera debido a su ausencia del otro día. ¿No tenían los altos señores decenas de esclavos? ¿Qué tan grave era la falta de un solo día para un simple mozo como para ameritar tales consecuencias? A menos... que el responsable no fuera el amo Mailard, sino Astor. Y que por algún motivo Eloi lo estuviese encubriendo. O... que tuviese miedo de hablar.

¿Estaba siendo amenazado por el esclavo? ¿Por eso estaba siempre de un humor incluso peor que el habitual antes de ir a casa de su amo? Como fuera, me invadió el remordimiento por la indiferencia con la que había estado tratándole los últimos días. Había sido duro con mi hermano. Al parecer, incluso Eloi no tenía una vida tan perfecta como le gustaba aparentar...

En cuanto hirvió el agua, aparté una porción en la tetera.

—¿Quieres... una taza de té antes de irte?

Otra cosa en la que Eloi y yo éramos muy distintos era que mientras que yo detestaba el té negro, él era aficionado a beberlo con frecuencia; muy fuerte y sin una pizca de azúcar o miel.

—¿Qué mosca te picó? —dijo él, sentándose a la mesa con cierta dificultad, descansando sobre una de sus piernas cruzadas.

Dado que nunca comía con nosotros, las únicas veces en que ocupaba sitio en la mesa eran para matar el tiempo antes de partir a la casa del amo Mailard.

—¿Huh?... ¿Po-por qué?

—Antes sugeriste guardarme de cenar y ahora me ofreces té. —Su tono fue suspicaz—. ¿De pronto decidiste que ya no me odias?

Apreté los dientes con fuerza para domeñar mi mal humor. ¿Por qué tenía que ser tan difícil portarse amable con ese ingrato? Sin obtener una respuesta de mi parte Eloi se quedó en silencio, y asimismo lo hice yo.

Omitiendo el hecho de no haber recibido confirmación o negativa alguna, preparé el té de todos modos. Puse una medida de hojas de té negro en la fina taza de porcelana de Milwan con platillo a juego que su señor le había regalado —y que desentonaba con toda la casa—, le vertí agua caliente y se lo puse en frente sin esperar que me diera las gracias; solo rogando porque no decidiera tirármelo por las espaldas, pues estaba hirviendo.

Eloi no dijo nada, pero poco después, en lo que recogía una medida de arroz del costal en que se guardaba, sentí el tintineo de la taza sobre el platillo. Me arredré en un reflejo, creyendo que en realidad me lo lanzaría... y en cambio le escuché dar un sorbo. El hecho me trajo una curiosa satisfacción. Al final decidí no ponerle ajo al arroz, y me conformé con añadirle la sal.

Estuvimos algún tiempo en silencio, dedicados cada uno a lo suyo y limitándonos a ignorar la presencia del otro. Y al virarme para alcanzar los huevos del canasto sobre la mesa encontré vacía la taza. Eloi ni siquiera me miró, pero que se hubiese bebido el té sin quejas fue agradecimiento suficiente de su parte. Comencé a pensar en algo que tendría que haber hecho hace ya varios días, y que jamás se me hubiese pasado por la cabeza en otras circunstancias. En lo que reunía valor para ello, tomé cinco huevos del canasto, poniéndolos uno a uno dentro de un cazo, y volví con ellos al mesón de la cocina.

—Eloi... —lo llamé, dudando que fuera a responderme.

—... ¿Qué quieres? —dijo con menos acritud de la que era su costumbre.

—Lo que te dije el otro día... —Supe al momento de empezar a hablar que sería más difícil de lo que había imaginado. Hizo falta tragarme todo mi maldito orgullo—. No lo dije en serio. Solo estaba molesto.

—Sé claro —me espetó, empezando a perder la paciencia. Otra cosa que Eloi odiaba con toda el alma era que le hicieran adivinar.

Estimé que no era correcto decir lo que tenía para decirle dándole la espalda, así que me di la vuelta para mirarlo. Y sus ojos de turquesa fijos en mí casi consiguieron echarme para atrás. Pero ya había empezado a hablar, y no había forma en que pudiese callármelo ahora, o el demonio me lo sacaría sin importar cómo.

—Cuando deseé que fueras tú quien estuviese enfermo y muriendo en lugar de Inoe... No quise decir eso. —Inhale hondo—. Perdóname.

Eloi me observó unos instantes, con la más pura confusión torciéndole las hermosas facciones, y exhaló un leve respiro:

—¿Era eso? —Dio un chasquido con la boca y viró el rostro, quitándome la mirada—. No digas estupideces...

Pese a sus palabras desdeñosas no parecía haber la hostilidad de siempre en su tono. Incluso me pareció que sonaba conciliador. Desde luego que no esperaba disculpas en retorno, pero tampoco que aceptase las mías de buena manera; por lo que haber conseguido aunque fuera lo segundo —o... algo así— ya era un gran logro.

Conforme con eso volví a mi tarea. Dejé los huevos a un lado y eché un poco de sal en el agua antes de verter el arroz.

Estuvimos otro largo rato en silencio; no obstante, sentía que habíamos establecido una especie de tregua. Quizás preguntarle sobre lo que le había ocurrido no resultase tan difícil ahora.

—Uh... Oye... —inicié.

—¿Ahora qué quieres?

—Es solo... —Tragué saliva antes de continuar—. Me pareció que cojeabas hace un momento. ¿Te... sucedió algo?

Noté que vacilaba antes de responder. Y cuando lo hizo, su voz se oyó tensa y mellada; casi en el fondo de su garganta.

—... Me caí en el jardín de la casa de Mailard.

Mentía. Desde luego que mentía... ¿Por qué? A todos nos habían castigado alguna vez; él no tenía por qué ser la excepción. ¿De qué se avergonzaba? ¿Pensaba que me burlaría de él si me decía la verdad?

—Debió ser un buen golpe... —Suspiré exhausto al resolver que no me lo diría.

—¿Qué más te da? Deja de fastidiarme...

Me atrapé a mí mismo revolviendo cosas por el mesón de la cocina sin saber qué más hacer para no tener que darme la vuelta y mirarlo. Determiné que no tendría otra oportunidad de averiguarlo sin nuestros hermanos en casa, lo cual podría causar un embrollo más grande. Así que, contra mi buen juicio y a riesgo de enfadarlo, decidí preguntárselo sin más rodeos:

—Eloi... las heridas en tu brazo... ¿quién te las provocó?

El súbito y estridente rechinido de la silla al arrastrarse sobre la madera del suelo me hizo pegar un salto y causó que el alma se me fuera a los pies.

Al darme la vuelta con dificultad —dada la repentina rigidez de mi cuello y hombros— Eloi estaba de pie, inclinado y apoyado con ambas manos sobre la mesa. Sus ojos, abiertos al límite, estaban fijos en mí y respiraba agitado a través de los labios retraídos sobre sus dientes:

—... ¿Qué... has dicho? —jadeó con el rostro pálido y tembloroso.

Retrocedí hasta que mi espalda baja chocó con el mesón de la cocina, conforme empezaba a comprender lo que había desatado. Ya no había vuelta atrás; no tenía a donde correr.

—Yo solo... B-bueno... V-vi tu brazo y... C-creí ver...

—... Cuándo... —Fue casi un aliento.

—Ha-hace un m-momento —mentí. Eloi tenía razón; lo hacía terrible, y mi patético tartamudeo no ayudaba en nada ahora.

Su delgada mano se crispó sobre la madera de la mesa.

—No te atrevas a intentar engañarme... Apenas me has mirado en toda la noche. Dime cuándo —repitió arrastrando cada sílaba.

—Eloi —susurré con deferencia, casi en un ruego—, calma...

—¡¡CUÁNDO!! —vociferó enardecido y arremetió tal golpe sobre la mesa con el costado del puño que me encogí por reflejo en un repullo.

—Esta mañana —admití, en un gimoteo lloroso, apenas logrando que la voz saliera de mi garganta—. C-cuando dormías... Lo siento... Llegaste t-tan silencioso que... que yo creí que era un...

Su expresión se desencajó como si lo hubiesen abofeteado.

https://youtu.be/OTteqnjJkm4


—... ¿Entraste en mi cuarto? —dijo en un aliento.

Se hizo un silencio. Breve, pero insoportablemente denso. Y allí estaba: la calma antes del relámpago. Y luego... el restallido.

El manotazo que Eloi propinó a la taza sobre la mesa me hizo pegar otro brinco, y luego estremecerme en cuanto la delicada porcelana golpeó la pared y se hizo añicos, salpicando hojas hervidas y té, y disparando una lluvia de fragmentos diminutos y cortantes.

—¿Qué hacías en mi cuarto?... —jadeó sin voz, y después gritó encolerizado— ¡¿Quién carajos te dijo que podías entrar?!

—... N-no era m-mi intención, yo... yo p-pensé q-que... Y c-cuando tú... —En ese punto, todo lo que salía de mi boca eran farfulleos trémulos y atropellados.

El demonio se pasó varias veces con fuerza los dedos por el pelo, a ras del cuero cabelludo. Las manos le temblaban sin control, tenía la mirada fija en el vacío y respiraba alto a través de sus dientes apretados. Lo había visto furioso muchas veces... pero jamás así. El modo en que el aire aserraba su garganta se oía en extremo doloroso, y parecía a punto de colapsar sobre sus piernas débiles.

Preocupado, di un paso al frente con las manos extendidas en el reflejo de auxiliarlo. Y entonces, reculé en cuanto el canasto lleno de huevos voló de la mesa con un segundo manotazo, haciendo que todos se quebrasen contra el piso entre crujidos. Me dolió por Laila y por lo mucho que le tendrían que haber costado; pues aunque eran baratos eran muchos.

Maldije mi bocaza una y otra vez. Había despertado al demonio.

—Maldito entrometido miserable... —articuló. Una de las sillas voló a una esquina de la estancia con un golpe seco cuando Eloi la apartó de su camino para venir hacia mí—. ¿Cuántas veces les he dicho que no pueden entrar a mi cuarto?...

Y de estar encogido de miedo contra el mesón, en un parpadeo pasé a balancearme sobre la punta de los pies cuando Eloi me agarró por las orillas del cuello de la ropa y me elevó a su altura:

—¿Cuántas veces han de repetirte algo simple para que lo entiendas? —siseó tan cerca de mi rostro que sentí el calor de su aliento y este me envió una corriente fría por la espalda.

Apenas podía pensar; estaba aterrado... Pero eso no impidió que, al momento de mirar a sus ojos de turquesas, me diera cuenta de que, muy oculto por la rabia, había miedo en ellos. Un miedo terrible.

—¿Qué más viste? —demandó saber con la voz mellada por la ira y su respiración arrebatada.

Tragué saliva, asimilando con lentitud sus palabras. Había más significado en ellas de lo que el demonio pretendía.

—Eloi... ¿qué más escondes?

La bofetada con el dorso de su mano contra mi quijada fue tan dura que provocó que mis pies abandonasen el piso. Barrí el mesón con el brazo intentando asirme de algo, con lo cual me llevé conmigo al suelo el costal de arroz y algunas escudillas, y golpeé el piso, azotándome la cabeza. Antes de que pudiera reaccionar para huir el demonio ya me tenía otra vez por el cuello de la ropa, y lo que vino después fue un puñetazo contra la comisura.

—¡BASTA! —chilló una voz fina y ambos nos paralizamos. Inoe se había despertado y temblaba bajo el quicio de su puerta con los dedos crispados en torno a la cortina— ¡No peleen!

—Inoe... —murmuré contra la palma de mi mano.

—¡No interfieras, mico impertinente! —le gritó Eloi, y nuestro hermanito se encogió de miedo— ¡Ve adentro o verás cómo te coso a varillazos!

Si hasta ese momento me hallaba demasiado asustado para defenderme, el terror de nuestro hermano pequeño fue lo que me hizo reaccionar. Que hiciera sufrir a Inoe era algo que no iba a tolerar ni siquiera viniendo de él.

Contuve el impulso de darle un puñetazo, pues no quería asustar más a nuestro hermanito, de manera que me limité a hundirle el pie contra el estómago y empujarlo lejos de mí. Y, distraído por Inoe, Eloi se me soltó y se desplomó en el piso sobre las espaldas con un sonido ahogado.

https://youtu.be/vWBzdReqg1s

Libre del demonio tuve algunos segundos para recuperar mi equilibro y me erguí apoyado en el mesón, sujetándome la quijada adolorida. Y entonces, a la luz del fuego, allí donde a causa de la pelea se le había desanudado la camisa, pude ver otro parche de piel amoratada justo a la altura de sus costillas. No alcancé a ver qué forma tenía, pues en el momento en que Eloi se dio cuenta de que lo miraba, se cubrió con rapidez y se abrazó a sí mismo encogiendo las rodillas, convertido en un ovillo en el suelo.

De pronto, todo había quedado en silencio y todo el sonido que nos acompañó fue el crépito del fuego en la hoguera, el burbujeo del agua dentro de la marmita y los sollozos de nuestro hermano pequeño, quien todavía temblaba asustado.

—Eloi... —jadeé incrédulo. El cabello agolpado en su rostro no me permitió ver qué expresión tenía.

La puerta de la casa se abrió de golpe haciéndonos levantar la vista al unísono. Laila y Ashun se detuvieron allí en completo estupor.

Inoe corrió a las faldas de nuestra hermana, largándose a llorar en su regazo, y esta lo abrazó para consolarlo sin entender nada. Fue solo entonces que reparó en el reguero de los huevos rotos y el arroz derramado; en los fragmentos húmedos de la taza destrozada y las hojas por todas partes; la silla y los platos quebrados...

—¡Pero... ¿qué...?! —articuló Laila.

Ashun se precipitó dentro y se puso entre Eloi y yo, anticipando que nos lanzaríamos de nuevo contra el otro en cualquier momento. Pero, de alguna manera, las cosas parecían haber llegado a su término.

—¡¿Qué creen que están haciendo?! —rugió.

Se oyó de súbito el relinchido de un caballo afuera de la casa, anunciando la llegada del carruaje. Eloi se levantó de manera premiosa acomodándose la túnica y trastabilló hacia la salida.

Laila intentó detenerlo, y él le propinó un empujón para apartarla de su camino, casi haciéndola caer con Inoe todavía en los brazos. Ni siquiera se molestó en cerrar la puerta al lanzarse afuera:

—¡Eloi! —lo llamó Ashun, saliendo detrás de él— ¡Eloi, espera!

Pero sin hacerle caso, el demonio se metió dentro del carruaje y este partió a la brevedad, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

En lo que Laila calmaba a Inoe, Ashun me observó en estado de shock. Yo todavía no había abandonado mi sitio junto a la hoguera con la mano contra la quijada. Y en cuanto dejé de sujetármela me di cuenta de que tenía en la boca un gusto dulzón y metálico.


◦•◦•◦•◦✧✦✧◦•◦•◦•◦


Tras haber conseguido calmar a Inoe, Laila se retiró con él a la habitación para intentar que se durmiera de nuevo. Entre tanto, Ashun y yo recogimos el desastre sin decirnos palabra alguna. La taza se había estrellado con tanta fuerza que recoger cada uno de los fragmentos nos tomó un tiempo exagerado; más todavía reunir uno a uno cada grano de arroz; y el piso todavía estaba resbaloso con la clara de huevo aunque había pasado el paño cientos de veces por la madera.

Habiendo terminado de recoger todo, y en lo que yo terminaba de limpiar, Ashun se sentó a una de las sillas de la mesa y exhaló un ronco respiro, agotado... Esperé a que empezara con el sermón, mas no parecía encontrar las palabras adecuadas.

—Yuren... —susurró por fin, pero Laila salió del cuarto antes de que pudiera decirme nada.

Gracias a su forma de mirar supe que estaba furiosa; por lo que me sorprendió la calma con la que consiguió formular su pregunta:

—¿Podrías explicarme qué fue lo que sucedió?

—Nada... —mascullé, volviendo la vista al piso sin levantarla otra vez, en lo que continuaba pasando el paño por la clara de huevo.

—¿«Nada»? —repitió ella con ironía— ¿Destrozar los platos, tirar las sillas, quebrar un canasto lleno de huevos, derramar todo nuestro arroz, acabar con uno en el suelo, el otro con un labio partido y el más pequeño llorando aterrorizado te parece que es «nada»?

—Él empezó...

—¡Y un cuerno! —bramó Laila. Ashun se levantó y le puso las manos sobre los hombros para calmarla.

—Tranquila, vas a despertar a Inoe. Ya ha tenido bastante.

—¡No! ¡Estoy harta de esto, Ashun! —replicó ella, moderando apenas el volumen de su voz—. ¡Nos desaparecemos por una hora y han destrozado la casa! ¡¿No les da vergüenza?! ¡Se comportan como si fuesen unos salvajes! —Encogí los hombros, amedrentado—. Esto no puede seguir así... ¡Ya tenemos bastante de qué preocuparnos con Inoe como para no poder dejarlos solos por miedo a que vayan a matarse un día de estos!

—¡Por la mierda! —grité, perdiendo la paciencia.

¿Por qué tenía que tragarme yo solo la reprimenda por algo que habíamos hecho los dos y que el demonio había provocado?

Arrojé el trapo al suelo de un golpe, salpicando huevo a todos lados, y fui hacia la puerta de la casa para salir corriendo, dejando atrás el desastre y a mis hermanos mayores discutiendo sobre algo que no alcancé a oír.


◦•◦•◦•◦✧✦✧◦•◦•◦•◦


https://youtu.be/FuZJtWflfMk

Me encontré una vez más acuclillado en la ribera del canal, abrazado a mis piernas y con la cabeza metida entre los brazos. No supe lo alterado que me encontraba hasta que sentí las rodillas húmedas y me percaté de que había empezado a llorar. Enrabiado, me sequé los ojos sintiendo unos deseos asfixiantes de regresar atrás en el tiempo y golpear a Eloi de vuelta sin que me importara nada, ni siquiera Inoe.

—Yuren.

La voz de Ashun me sobresaltó. Después de lo ocurrido no esperaba que viniera a buscarme.

—¡Déjame solo! —le grité, sin ánimos de ver a nadie y mucho menos de que me vieran llorar otra vez por culpa del demonio.

—No seas un chiquillo. ¿Podemos hablar tranquilamente?

—¡No quiero!

—Solo quisiera que me explicases lo que...

—¡No hay nada que explicar! Intenté ser amable, Eloi se portó como un imbécil, para variar, y todo acabó en esto.

—Sé muy bien que eso no fue todo —masculló Ashun sentándose a mi lado sobre la hierba.

Le quité el rostro para no dejarle ver mis ojos llorosos e hinchados, y mucho menos el aspecto que debía tener mi labio ahora. Me palpitaba como si tuviese pulso propio y sentía entumecida toda la quijada.

—Está bien. No me hables si no quieres, pero no me puedes prohibir sentarme aquí.

Guardé silencio para comprobar si en realidad planeaba respetarlo. Transcurrió al menos un cuarto de hora a partir de entonces, y Ashun no insistió. Por mi parte, no paraba de pensar en lo ocurrido.

Después de ver las marcas que Eloi ocultaba en las costillas, ahora tenía total certeza de que la situación era más grave de lo que me había imaginado.

Pero ¿por qué había actuado así al enterarse de que yo estaba al tanto de ello? ¿Acaso se le caía con eso el teatro? ¿Quería que siguiéramos pensando que estaba a la altura de la realeza y que era intocable? No podía entenderlo...

Aunque sus arrebatos de ira eran frecuentes, nunca había llegado a agredirme de ese modo. Solía agarrarme por el cuello de la ropa, darme un zarandeo o un golpe que, por lo general, no dolía demasiado; y otras veces me lanzaba algo... Pero, en retrospectiva, parecía que nunca había sido su intención hacerme daño de verdad; nunca... hasta ahora. Y habían bastado solo dos golpes en serio para darme cuenta de que todas las veces anteriores se estuvo conteniendo. Y ahora conocía los alcances de la furia del demonio.

Me pregunté si habría parado de no haber aparecido Inoe... o si hubiese sido en realidad capaz de golpearme hasta que llegasen Laila y Ashun, y le detuvieran por la fuerza. Lo quisiera o no, me hacía falta hablar con mi hermano mayor. Necesitaba otra perspectiva.

—¿Alguna vez... Eloi lastimó gravemente a alguien?

Ashun meditó su respuesta por algunos instantes:

—No lo creo. Siempre ha sido un poco impulsivo, pero por lo general sabe cuándo detenerse.

—Esta vez no —me quejé—. Creí que me mataría.

—No exageres —se rió él.

—¡Tú no lo viste! ¡Estaba como un loco; por completo fuera de sí!

Ashun me observó con una mueca, entornando los ojos.

—No me crees —concluí.

—No es eso...

—Entonces crees que tuve la culpa. Que tuve que hacer algo bastante gordo como para ofenderlo y ganarme tal paliza.

—Yuren...

—¡No lo hice, ¿bien?! Al menos... no creo que lo haya hecho... —Arrastré un gruñido por mi garganta— ¡Maldición, es que... es tan complicado!

—Estoy seguro de que si me lo explicas, lo entenderé.

Incluso después de todo, no pensé que fuera lo correcto contarle a Ashun lo que había visto. Ahora ya no solo por el miedo a preocuparlo, sino porque había otro motivo que por fin ya estaba claro en mi cabeza. No había forma de que Eloi hubiese reaccionado de un modo tan violento solo porque alguien hubiera estado en su cuarto. Se trataba de sus lesiones... Se había puesto así al enterarse de que yo las había visto. Era algo que no quería que supiésemos, y no sabía si aquello incluía a Ashun. Por mucho que se tratara de él, no era mi lugar decírselo a nuestro hermano mayor.

Y en cuanto volteé para mirarlo, con el mentón tembloroso como el crío llorón que era, Ashun resolvió con solo mirarme a los ojos algo que para ese momento ni siquiera yo mismo hubiese sabido cómo expresar con palabras.

—A menos... que en verdad se trate de algo que prefieres que se quede entre ustedes dos.

Suspiré, a partes iguales frustrado y sorprendido con su facilidad para adivinarlo, y asentí dándole la razón. Esperaba que se molestase o que insistiera en saberlo. Pero Ashun solo dio una cabeceada y puso la vista en las tiendas del otro lado del canal.

https://youtu.be/-6GceRthLco

—... Entiendo.

—¿No estás molesto?

—Desde luego que no. Somos una familia, y trabajamos unidos para resolver los conflictos, pero...

—No intentes que hable haciéndome sentir culpable. Ya me siento lo bastante mal. —Me acomodé sobre mis brazos cruzados.

—No es eso; déjame terminar —pidió él—. Confío en Eloi y confío en ti. Aunque se comporten como niños pequeños, no lo son. Por eso, sea lo que sea que esté pasando, si consideras que es mejor que lo resuelvan entre ambos, sé que pueden hacerlo. —Dicho esto llevó su mano a mi cabeza y me acarició el pelo—. En cualquier caso, Laila y yo estamos aquí para ustedes. Así que pueden confiar en nosotros cuando lo estimen correcto.

Las palabras de Ashun me humedecieron otra vez los ojos. Estaba seguro de que él sabría mucho mejor que yo cómo manejar esta situación. Deseaba ser un día como Ashun y como Laila; capaz de afrontar los problemas y darles remedio... Pero aunque estaba muy lejos de eso, podía empezar por aprender a llevar mis propias cargas. Así que decidí hacer caso a su consejo.

Primero necesitaba asegurarme, tal y como lo había creído esa mañana, de que lo que sea que le hubiese ocurrido no fuera más que un caso aislado. Bien podría tratarse de un castigo de su amo por su soberbia, o quizá se habría enzarzado a golpes con alguien más en la casa. Incluso era posible que hubiese hecho algo para enojar al esclavo, Astor. Con su horrible genio no podía descartar ninguna opción.

Sin embargo, aún quedaba otra posibilidad... Aquella en la que no quería pensar: Que se tratase de algo habitual. Que Eloi en realidad la estuviese pasando mal en casa del amo Mailard... Que corriese peligro.

—¿Puedo pedirte un favor? —Ashun me dijo que sí con un asentimiento—. No hables de esto con Eloi, ¿de acuerdo? Me encargaré de resolverlo con él. Y si Laila o tú interfieren... va a ser mucho más difícil hacerlo. Creerá que les he puesto en su contra.

—No te preocupes por mí. Mucho menos por Laila; sabes que no le interesa meterse en las trifulcas de nadie. Menos aún en las de ustedes.

Me encogí al recordar su rostro furibundo. Era muy raro ver así a nuestra dulce y apacible hermana.

—¿Está muy enojada?

—Solo estaba preocupada.

—Por Inoe —deduje.

—Y por ustedes. No le importan unos huevos y un par de platos rotos. Se asustó mucho, y debes entenderla. Yo también me asusté.

—Somos tres... —admití—. A propósito... ya lo sabe.

—¿Quién? ¿Qué cosa?

—Eloi —suspiré—. Ya lo sabe todo. Sabe lo del doctor; o al menos me dio a entender que lo hace. No creo que nos delate, pero...

—¿Qué dices? —Ashun se tornó ceñudo—. ¿Por qué creíste que nos delataría?

—¿Y por qué no?

—Yuren... —Meneó la cabeza—. Tienes una idea tan mala de él...

Señalé mi labio inferior partido y lo miré acusador:

—Sí, mira qué mala idea tengo de él. Pobre e inofensivo Eloi, juzgado tan injustamente por todos...

Ashun se echó a reír. Y el sonido de su risa hizo que me sintiera más en calma y acabara por dejar salir un soplido nasal.

—¡Ah! —exclamé al recordar un asunto más importante—. ¿Hubo suerte con lo de ustedes? ¿Encontraron al doctor?

La risa de Ashun se diluyó. Temí que fuera a darme malas noticias, pero solo parecía meditabundo.

—Accedió a revisar a Inoe.

—¡¿De verdad?! —Salté de mi sitio y gateé hasta Ashun para oírle mejor—. ¿Y qué dijo? ¿Cuándo? ¿Lo llevarán, o él vendrá?

—Tenemos que llevarlo, pero debe ser por la noche y debemos ser discretos. Él enviará por nosotros cuando estime que no hay riesgos. Entre tanto, nos dio un posible diagnóstico.

En aquel punto, la expresión de Ashun pasó de estar reflexiva a volverse preocupada. Mi estómago se estrujó con un calambre.

—Dímelo, por favor. Si se trata de algo serio...

—«Fiebre de las minas».

La sangre se drenó de mi rostro. En nuestra posición, manejábamos muy poca información con respecto a enfermedades, a excepción de las más sonadas. Pero aquella en particular nos era familiar. Mas no tenía sentido...

—¡Pero hace tres años que Inoe ya no trabaja en las minas!

—Eso es lo que le dijimos, pero nos dijo que no hace falta trabajar allí para contraerla, que lleva ese nombre porque es más probable que los mineros la contraigan. Es el polvo en realidad. La exposición prolongada causa lesiones en las vías respiratorias que son propensas a infectarse. —Pareció como si recitase de memoria la última parte—... O algo así fue lo que dijo. Cuando eso ocurre hay flema, fiebre, y la inflamación provoca dificultad para respirar.

—¿Y por qué nosotros no la padecemos? Tú trabajaste en las minas por más tiempo que ninguno.

Ashun miró al frente con los labios apretados y abrazó sus rodillas:

—Me dijo que puede ser la razón de que no respire bien por las noches y ronque. Laila fue quien le dijo que lo hago.

El estómago se me hundió. ¿O sea que Ashun también podía llegar a enfermarse de lo mismo? Incluso Laila o yo... Incluso Eloi.

—Al parecer, es cosa de suerte. Es más probable que las personas con una salud más débil la desarrollen. En especial... los niños.

—O sea que todos estamos jodidos —exhalé con frustración—. ¿Por qué hay niños trabajando en las minas entonces?...

Ashun me acompañó con un resuello y se tomó una pausa:

—He sabido... que no es lo normal que niños tan jóvenes sean enviados a las minas. Es más probable que enfermen, y son más propensos a los accidentes. Pero que si cualquier área de Yrose está falta de obreros, se envían a los que estén disponibles; no importa la edad que tengan. Incluso, en ocasiones, el distrito militar envía a niños por debajo de la edad requerida.

—¡Eso es ridículo! ¡¿O sea que nos envían a morir?! —bramé. Ashun no respondió. Pero la respuesta era obvia. No supe en qué momento me puse de pie—. ¡¿Y cómo pueden faltar obreros si Yrose está tan poblada?! ¡¿Por qué no les quitan un par de esclavos a los nobles y los envían?!

—Yuren.

—¡O mejor! ¡Que vayan ellos mismos y....!

—¡Yuren! —La mano de Ashun se enroscó en mi muñeca y tiró de mí para devolverme a mi posición sentada. Después me puso una mano sobre la boca y la presión de su palma reavivó el dolor de mi labio roto. Quise librarme de él y protestar, pero el temor en sus ojos me paralizó—. ¡¿Estás demente?! —dijo en gritos mudos—. ¡¿Pretendes que alguien te oiga decir eso?! ¡¿Quieres que te azoten o te envíen lejos?!

No; no quería eso... Pero empezaba a cansarme de vivir con el miedo a esa posibilidad. Hube de tragarme todo mi enojo. Todavía quería oír el resto. Di una cabeceada para indicar a Ashun que estaba dispuesto a callarme y me soltó.

—... ¿Qué mas les dijo el médico? —quise disgregar para distraerme.

https://youtu.be/_IS5zYv8Zgo

—Le contamos al doctor sobre la lesión que sufrió Inoe —continuó Ashun, aunque no cesaba de mirar por los alrededores—. El doctor piensa que la infección causó una caída en sus defensas, y que eso a su vez desencadenó la de sus pulmones. —Yo permanecí con la vista en el río. Eran demasiadas cosas que asimilar—. Pero nos dio un buen pronóstico al menos —dijo entonces, y levanté la mirada, esperanzado—. Nos aseguró que, de ser eso lo que tiene, ha tratado casos en el pasado con resultados favorables.

»Dijo que con cuidados constantes y medicina apropiada, es posible que veamos resultados. Laila y yo le contamos que hay días en que se encuentra con energía suficiente para levantarse y que su apetito no es del todo malo, y nos dijo que es posible que su estado no sea aún demasiado serio. Como sea, lo importante es que tenemos un punto de partida.

Sonreí, alentado con esa idea e impaciente porque lo viera el doctor con sus propios ojos, albergando la esperanza de que supiera darnos un pronóstico más concreto... y ojalá mejor. Pero estaba también la otra posibilidad.

—¿Y... si no fuera eso? —se me borró de a poco la sonrisa. Ashun se quedó callado. Y supe gracias a ello que debía haber otra posibilidad; que el doctor se las habría dicho. Y él sabía perfectamente a qué me refería—. Dímelo, por favor... Quiero saberlo. Quiero saber... qué esperar.

Mi hermano respiró hondo.

—... «Tos escarlata».

Mis entrañas sufrieron un calambre y cerré los ojos con fuerza. Menos común que la fiebre de las minas, la tos escarlata empezaba de la misma manera: Tos, flema, fiebre. Pero desembocaba en un destino mucho menos piadoso...

La mano de Ashun no tardó en hallar mi hombro.

—No pensemos en eso. Vamos a concentrarnos en esto por ahora, ¿de acuerdo? Incluso... podría no ser otra cosa que un simple resfriado. Él doctor tiene que verlo primero, y él nos dirá.

No pude contagiarme del positivismo de Ashun, pero me esforcé en creer en él con todas mis fuerzas.

Sin embargo, sin importar cuánto intenté mantener aplacada mi imaginación, a veces demasiado vívida, no hubo forma en que pudiera evitar que, con la mención de la tos escarlata, mi cabeza empezara a trabajar por sí sola y me mostrara una imagen vívida del más pequeño de nosotros, nuestro hermanito Inoe, tosiendo igual que la otra noche... pero vomitando coágulos sangrientos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro