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• III - Mundo perfecto •

https://youtu.be/r3Arb5j2ECc

Esa noche, en lo que Laila preparaba la cena con ayuda de Inoe, echando mano de lo poco que había podido comprar, Ashun y yo nos sentamos a la escalinata de la entrada con la puerta abierta y mirábamos hacia el vecindario desierto. Era agradable cuando ya no quedaban casi sirvientes merodeando las calles.

Estos no nos tenían en muy buena estima... Era difícil para ellos concebir que un grupo de chiquillos mugrientos tuviesen sus mismas regalías, las cuales habían obtenido de adultos y solo después de años de ardua labor e inquebrantable lealtad a sus amos. Murmuraban cosas hirientes cuando nos topaban por las calles y nos miraban por encima del hombro con desdén, mascullando cosas entre ellos. Como si fuera nuestra culpa... O como si atrevernos a vivir resguardados del frío y protegidos por un techo fuera una ofensa imperdonable.

Ashun zurcía su chaleco a la luz de la lámpara de aceite junto a sus piernas, mientras que yo me hallaba perdido en mis imaginaciones acostumbradas.

—¿Qué crees que estén cenando en la casa del amo Mailard? —me pregunté, descansando el mentón entre las palmas de las manos—. Seguro que ponen tanta comida en la mesa que no son capaces de comérsela toda. Imagina todo lo que han de tirar a diario...

—Los altos señores no necesitan cuidar la comida —dijo Ashun.

—Han de comer «dolmas», arroz con nueces, pato asado... «Halvas» y «baklava» —fantaseé—. ¿Crees que coman «fatayer» de cangrejo?

—Quién sabe. —Él se rió—: En todo caso han de llevar más carne que trozos de caparazón, como los que venden en el zoco de aquí...

—Si pudiéramos salir de las murallas y cazar un par de cangrejos, a Laila de seguro le quedarían deliciosos.

Distraído por mis palabras, Ashun se picó el pulgar con la aguja:

—No podemos, Yuren —me reconvino, borrando la sonrisa, y se lamió la sangre del dedo—. No vuelvas a decir esas cosas. Es riesgoso.

—No es como si lo fuera a hacer... —murmuré, mirando por encima de las casas hacia la distancia, a las murallas que rodeaban Kajhun. A menudo intentaba imaginar cómo se vería el mundo del otro lado...

Todas las ciudadelas de Yrose estaban divididas en tres secciones protegidas por murallas. La primera sección, la más externa, albergaba a los obreros y a los sirvientes. Después, en la zona media, denominada Ribete, residía la burguesía; personas acaudaladas que ostentaban títulos y posiciones respetables; como médicos, comerciantes, cadíes, el walí y el emir. Por último, al interior de la muralla central, se hallaba bien resguardada la zona más rica de la ciudad: los Jardines Señoriales. Allí vivían los altos señores.

Los obreros teníamos prohibido el acceso allí, por lo que las puertas permanecían cerradas y solo se abrían para conceder el paso a ciertas personas y por motivos puntuales. Mientras que el acceso al Ribete era libre solo durante las horas del día; y eso, siempre y cuando un obrero tuviese allí su lugar de trabajo o un propósito que cumplir; los mozos de cordel, como Laila; o como Ashun y yo, quienes trabajábamos en la construcción de un hamán —uno que jamás visitaríamos; pues eran otra cosa que estaba prohibida para los obreros—, y después del toque de queda, a la medianoche, ningún obrero podía entrar. Las calles eran custodiadas por serenos vigilantes y uno podía enfrentar un serio castigo de ser sorprendido deambulando por allí.

Solía preguntarme para qué servían las murallas exteriores; de qué nos protegían a nosotros, los obreros. Y un día Laila me lo explicó: Estas no eran para protegernos; sino para que no escapásemos. Y eso tenía mucho más sentido... Contaban con salidas, desde luego; por allí entraban las caravanas que introducían a nuevos obreros a la ciudad, pero eran custodiadas día y noche. En cuanto a los altos señores y la burguesía, ellos tenían salidas propias a través del Ribete, por medio de puentes que se elevaban sobre los cantos y las periferias, de manera que la clase alta no se mezclase nunca con la pobreza.

Me llegó el delicioso aroma de la sopa de frijoles de Laila desde el interior de la casa y rogué que estuviera lista pronto.

—¿Qué crees que cenen sus esclavos? ¿Se comerán las sobras o tendrán platillos preparados especialmente para ellos?

Ashun me ignoró... Sabía que lo hacía para no alentar mis fantasías.

Aparté la mirada de las murallas y miré hacia las casas de nuestro vecindario. A veces era demasiado silencioso... Muy diferente de los campamentos obreros, donde había música, juegos y risas. La última de mis memorias allí era vaga; yo era muy joven todavía... Pero creía recordar a un corro de chicos alrededor de una fogata, riendo, danzando y cantando canciones con el sonido dulce de un duduk.

Eso fue antes de venir a vivir a las periferias.

Allí, nosotros éramos los únicos chicos. No había niños de ninguna edad... pues a los sirvientes y esclavos les estaba prohibido tener hijos.

Debido a los problemas de sobrepoblación que habían asolado a Yrose hace alrededor de dos siglos; los que desataron hambruna, plaga y muerte, y que estuvieron a punto de sumir a la nación en una pobreza absoluta; hoy en día, solo a los altos señores y burgueses se les tenía permitido engendrar hijos al interior de las ciudades, e incluso ellos tenían un límite permitido de vástagos. Si lo sobrepasaban, debían pagar penalizaciones. En cambio, si una sirvienta o esclava era sorprendida embarazada o con un bebé, enfrentaba duros castigos, mientras que el bebé en cuestión le era arrebatado y llevado al «distrito militar», hasta cumplir la edad necesaria para ejercer un oficio. Casi todos los niños que eran transportados a las ciudades en calidad de obreros habían nacido allí.

Ese era nuestro origen... y también nuestro destino.

El distrito militar era una suerte de ciudad independiente, muy diferente de las nueve ciudadelas principales de Yrose o sus pueblos. Esta era sustentada por el oro que las naciones aliadas pagaban para asegurarse soldados apenas finalizar su entrenamiento. Laila decía que los soldados Yroseos eran comprados desde todas partes del mundo por ser grandes, robustos, fuertes y resistentes; fieros en batalla y extremadamente leales.

Al cumplir la edad adulta, todos los obreros eran transportados al distrito militar, en donde comenzaban su entrenamiento para convertirse en soldados los hombres y en esclavos aquellos que no daban la talla para serlo y todas las mujeres. Estas últimas debían producir al menos un vástago antes de ser vendidas, y los bebés resultantes eran separados de su madre al destete y luego criados en las guarderías, hasta cumplir suficiente edad como para ser enviados a cualquiera de las nueve ciudadelas de Yrose en calidad de obreros, según donde fueran requeridos. Y desde el momento de ser separados de su madre, era probable que jamás la volvieran a ver.

—¿Alguna vez piensas en tus padres? —pregunté a Ashun.

Este levantó la cabeza de su tarea y me observó con escrutinio.

—¿Mis padres?

—En quienes son o fueron. Si viven o no... Y en dónde están ahora. ¿Serán esclavos aquí en Yrose o en alguna otra nación? ¿Habrán engendrado más hijos? —Conforme hablaba, noté que mi compañero me contemplaba con más atención—. A veces me pregunto si tengo hermanos de sangre en algún lugar...

https://youtu.be/-6GceRthLco

Ashun suspiró y dejó a un lado la prenda a medio zurcir. Se había quedado tan cavilante como yo. Después pareció triste.

—¿Por qué piensas esas cosas? ¿No soy yo acaso tu hermano?

Le devolví un gesto afligido. No quería que lo interpretara de ese modo.

—No; no es eso lo que yo... A lo que me refiero con...

Él me silenció revolviéndome el pelo con su mano.

—Sé a lo que te refieres. —Ashun se tornó un poco más serio—. Me lo he preguntado a veces —reconoció—. Pero luego miro alrededor... y pienso que no necesito tener hermanos de sangre. Aún si los tuviera, y los conociera hoy mismo, no podrían compararse con ustedes. Aunque no llevemos la misma sangre son mi familia. La única que podría desear. —Me sonrió con calidez y yo le devolví el gesto—. Cuando Inoe mejore y tengamos más dinero para gastar, te compraré un fatayer de cangrejo y queso —prometió, y yo lo observé con la boca abierta, salivando con la sola idea.

—¡Hecho!

Aquello me devolvió todas las energías perdidas de esa semana. Sin duda agradecía que Ashun fuera mi hermano, y decidí que no necesitaba a otro.

En realidad, para los obreros en Yrose, no existían los hermanos de sangre. Todo lo que conocíamos, lo más parecido para nosotros a una familia, eran los chicos junto a quienes compartíamos un campamento —o una casa— y las mismas desafortunadas circunstancias.

Laila y Eloi habían llegado a la ciudad en el mismo carro a la edad de seis años y desde entonces habían estado juntos. Conocieron a Ashun un poco después, en las minas de carbón de Kajhun, en donde los tres trabajaron por primera vez. Dos años más tarde, yo fui enviado a la misma excavación y me uní a ellos. Y años después hallamos a Inoe en un túnel, en severo estado de desnutrición, y cuidamos de él hasta devolverle la salud. Así era cómo habíamos acabado por formar nuestro pequeño grupo de cinco. Nuestra familia...

Pero ninguno entre nosotros sabía cómo funcionaba en realidad una familia; excepto Eloi. Nuestro hermano lo veía de cerca cada día: al amo Mailard o a los demás altos señores con sus damas consortes y sus hijos. Los hermanos jugaban juntos y cuando reñían o se lastimaban sus padres les reconvenían, mientras que ellos, llorosos, buscaban consuelo en las faldas de sus madres, quienes les reconfortaban con caricias y palabras cariñosas.

—Bébete todo el té de eucalipto —dijo Laila a Inoe.

—¡Pero está amargo!

Ashun levantó la vista de su chaleco y echó una mirada por encima de su hombro hacia el interior de la casa.

—Haz caso a Laila, Inoe —le riñó, y aquel obedeció de mala gana, empinando su taza.

Contemplé a nuestra hermana. Ella sumergió el cucharón en la comida y la probó, y después dio de probar a Inoe. Al fijarse en cómo la miraba me devolvió una sonrisa dulce con ojos como dos lunas crecientes. Laila era lo más parecido que teníamos a una madre, aun cuando tenía la misma edad de Eloi. Y Ashun actuaba como un padre cuando los menores no le hacíamos caso.

Respiré satisfecho. Ashun tenía razón... No necesitábamos nada más.

—La comida está lista —anunció Laila.

Y mi humor se elevó casi al instante. Estuve en pie antes de que Ashun empezara a levantarse y tiré de su brazo para apresurarlo.


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https://youtu.be/c5-kwn11YPI

Esa noche, Ashun se quedó hasta muy tarde apoyado en el quicio de la puerta abierta, esperando de seguro ver aparecer el carruaje que debía traer a Eloi. Me quejé del viento que se colaba, alegando que el frío podía meterse en el cuarto de Inoe y perjudicar su salud, así que mi hermano cerró la puerta y vino a acostarse.

—¿Qué es lo que te aflige? No es la primera vez que pasa la noche fuera. Ha de haber una fiesta. ¿No duran días los festines de los altos señores? ¿No duró casi una semana su última fiesta de primavera?

Ashun se tendió sobre su estera con un respiro ronco.

—Es la primera vez en estas circunstancias...

—¿Te refieres al esclavo que vino por él? Ya te dijo que no te preocuparas; que nadie puede tocarle un pelo a su majestad —ironicé.

Ashun frunció el entrecejo, sin mirarme.

—Tú solo escuchas lo que te da la gana...

—¿Huh? —le arrojé un vistazo malhumorado— ¿Qué quieres decir?

Guardó un silencio largo. Pareció debatirse por un momento en decir algo más... pero al final meneó la cabeza y suspiró.

—Nada —dijo, volteándose de cara al hogar—. Duérmete ya...

Pero esa noche no dormí. Nadie lo hizo.

Cuando apenas había conseguido conciliar el sueño nos despertó la tos de Inoe viniendo desde el otro cuarto. Fue leve al comienzo, pero se agravó en cosa de segundos. Laila nos llamó de modo apremiante y cuando Ashun y yo acudimos encontramos a Inoe sentado al borde de la cama, inclinado al frente, y a Laila sosteniéndole un balde cerca del rostro. Le frotaba con vigor la espalda para ayudarlo a esputar la flema que parecía obstruir su garganta. Nuestro hermanito tosía como si se estuviese ahogando y su menudo cuerpo se estremecía de modo terrorífico, a la vez que la falta de aire le hacía boquear como un pez. Creí que se asfixiaría...

En lo que Ashun y Laila intentaban hacerlo expectorar, yo fui a la cocina en busca de agua y regresé corriendo. Apenas podía ver en la oscuridad a través de la niebla acuosa de mis ojos llorosos y dejé un reguero por todo el camino, obra de la prisa y el temblor de manos. Pero justo en el momento en que entré de vuelta en la habitación, el rostro de Inoe desapareció dentro del balde y, con un terrible espasmo, arrastró algo desde lo más profundo de su pecho, que borboteó en su garganta un momento antes de que consiguiera vomitarlo. A partir de allí, la tos se cohibió poco a poco. Sonaba seca y ardua, pero al menos se oía clara. Nuestro pequeño hermano había vuelto a respirar. Y nosotros también.

Fue como si el alma me hubiese regresado al cuerpo. Retuve las lágrimas en mis ojos, pero las de Laila llovieron por su rostro aliviado.

Inoe bebió débilmente en cuanto le acerqué la taza de agua a los labios, mientras que Ashun le frotaba la espalda y Laila revisaba el fondo del balde con expresión preocupada.

—Ese sí que fue un gargajo —bromeó Ashun, en un intento de apaciguar los ánimos, y consiguió arrancarnos a los menores una sonrisa—. Me parece que incluso tenía patas, ¿verdad, Yuren?

—¡Iugh! —Inoe se rió, y yo me admiré de lo valiente que era.

Nos quedamos en el cuarto con él por otro rato. Ashun fue a buscar su almohada y se la puso en la espalda para que pudiese respirar con más facilidad, y Laila se dedicó a sobarle el pecho todo el tiempo, intentando aliviar en algo su respiración dificultosa. En cuanto a mí, no dejaba inquietarme su mueca apesadumbrada al observar el contenido del balde y me pregunté qué aspecto debía tener lo que fuera que Inoe había expulsado.

Cuando se durmió y estuvimos seguros de que el susto había pasado, Laila se puso de pie y nos indicó en silencio seguirla fuera del cuarto. Ashun y yo nos miramos afligidos el uno al otro, pero obedecimos. Y una vez afuera, nuestra hermana nos mostró el fondo del recipiente. El esputo tenía un aspecto espumoso y denso; pero lo más preocupante eran los grumos verdosos que flotaban en la superficie como islas.

Contuve una arcada; aun incapaz de apartar la vista.

—Es la infección —dijo Laila. Vertió agua en el balde y lo movió para enjuagarlo antes de abrir la puerta y arrojarlo afuera—. No debería tener este aspecto. Debería haber mejorado ya...

—¿Qué podemos hacer? —pregunté.

Pero mis hermanos mayores parecían tan perdidos como yo al momento de dedicarse entre ellos una mirada intranquila.

—¿Laila? —La voz de Inoe sonó débil desde el otro cuarto.

Esta atendió a la brevedad, llevándose con ella el balde limpio. Antes de entrar, sin embargo, se detuvo en la puerta.

—Por ahora vamos a dormir. Y mañana... haré averiguaciones para conseguirle un médico.

Ashun y yo nos observamos alarmados. Lo que Laila sugería era impensable... pues estaba prohibido.

Con el fin de producir a los soldados y esclavos más sanos y recios, el que los obreros frágiles y enfermizos muriesen era algo deseable; pues además de eliminar a los eslabones débiles, esto ayudaba a mantener controlada la población, como si de una plaga se tratase. Por esta razón, los doctores licenciados estaban prohibidos para la clase obrera y debíamos conformarnos con curanderos y componedores de huesos entre los sirvientes, cuyo único conocimiento en medicina era aquel transmitido de boca en boca.

El que una obrera se presentase frente a un médico licenciado pidiendo atención para un chiquillo enfermo no solo era algo inaudito, sino también ilegal. Laila podría meterse en problemas graves. Podría ser arrestada y azotada. O llevada lejos. Me estremecí de solo pensarlo...

—No harás tal cosa —zanjó Ashun—. Compraremos mejores medicinas. Pero si alguien te sorprende...

—No sirven de nada las medicinas hasta no saber qué tiene y darle las apropiadas. Hay doctores que atienden obreros de forma clandestina. Lo he oído de una de las chicas en la oficina de correos —nos reveló—. Uno de los chicos de su asentamiento estaba muy enfermo y entre todos reunieron dinero para pagarle la consulta a un doctor; de manera que mañana se lo preguntaré cuando tenga la ocasión. No será barato... Podría costarnos la comida de todo el mes, pero Inoe no puede seguir empeorando.

Laila —llamó otra vez nuestro hermano pequeño, con voz afligida, sin permitirnos seguir deliberando.

—Ya voy —dijo nuestra hermana y se metió bajo la cortina, arrojándonos por sobre el hombro una mirada pesarosa antes de entrar.

Ashun y yo volvimos a acostarnos, pero ninguno pudo dormirse otra vez. La tos de Inoe, aunque mucho menos severa que el ataque de hace unos minutos, nos mantuvo despiertos y alertas por si hacía falta intervenir de nuevo.

Su condición iba en picada y un doctor parecía ser la última alternativa. Pero aún si Laila conseguía uno, ¿cómo lo pagaríamos con nuestro sueldo en dinares de cobre? Tanto el de Laila como mensajera y el mío como asistente, eran insignificantes. Y Eloi ni siquiera podía aportar con dinero, pues un mozo de compañía no tenía un salario, dado que era su señor quien proveía para él todo cuanto necesitase; alimentos, atención médica y vestiduras. De entre todos, quien tenía el mejor salario era Ashun; pero mi hermano ya se hacía polvo los huesos cada día por él.

—Es tan injusto... Todo esto —farfullé contra mi almohada.

Ashun todavía parecía meditar en las palabras de nuestra hermana.

—Si Laila dice que existen doctores dispuestos a tratar con la clase obrera entonces... tenemos una esperanza.

Me erguí en mi estera, alarmado, y repliqué con gritos mudos:

—¡¿Dejarás que busque a uno?! ¡¿Y si se mete en problemas?!

—Si consigue averiguar algo, haré que me lo diga y yo seré quien hable con quienquiera que haya que hablar.

Exhalé, apesadumbrado. Entre Laila y Ashun, no estaba dispuesto a arriesgar a ninguno de los dos.

—Ashun... ¿y si yo lo hago? —sugerí.

—No digas tonterías —replicó al acto.

—¡Piénsalo! Con mi edad, si digo algo incorrecto es más probable que me lo dejen pasar, que si lo hacen tú o Laila, que son mayores. Solo sería un chiquillo estúpido diciendo tonterías. Si me llevo un castigo, no será nada demasiado severo.

—Eso no lo sabes... —negó, exasperado.

—¡Ni tú tampoco! —Levanté la voz sin pretenderlo—. ¡Quiero ayudar, Ashun! Estoy cansado de sentarme sin hacer nada y observar cómo ustedes lo resuelven todo. ¡Quiero ser útil por una...!

—¡Te he dicho que no, Yuren!

Las ocasiones en que Ashun se enfadaba y alzaba la voz eran rarísimas. Lo miré con los ojos muy abiertos, herido por la aspereza de su tono. Después bajé la mirada y me quedé en silencio.

Ashun suspiró. Y tras unos instantes sentí su mano tibia sobre mi cabeza. Al mirarlo lucía arrepentido por su exabrupto.

—No tienes que ponerte en peligro para ser de ayuda para nosotros. Solo necesitas estar aquí, apoyándonos. Y ya lo haces. Vendrá tu turno, cuando seas mayor, de hacer lo que nosotros hacemos. El turno de Inoe también llegará un día. Entre tanto, todo lo que necesitamos es que se mantengan fuertes y que confíen en nosotros.

La calidez de su palma sobre mi frente y la de sus palabras me reconfortó. Nunca podía durar demasiado tiempo enojado con él. Aun así, después de que Ashun se quedase dormido, yo permanecí despierto, pensando. Si el caso se daba en que tuviéramos que pagar un doctor para Inoe, había que sacar dinero de algún lado. Y ahora sabía dónde guardaba Eloi sus joyas. Él podía no tener la autoridad de venderlas, pero yo no tenía ninguna responsabilidad para con los bienes del amo Mailard. Si alguien le robaba, no sería culpa de Eloi. Y por Inoe... no me importaba sufrir las consecuencias.

Decidí que guardaría esa alternativa como un plan de respaldo. Y, un poco más tranquilo, pude dormir las pocas horas que restaban antes de que amaneciera.


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Eloi tampoco regresó esa mañana; pero todos estábamos demasiado consternados por Inoe para pensar en él.

Nuestro hermano más pequeño habría de quedarse en cama mientras que Laila, Ashun y yo debíamos irnos a trabajar.

Nos costó mucho dejarlo después del ataque de tos de la noche anterior. ¿Y si se repetía sin nadie alrededor para ayudarlo? ¿Y si Inoe se moría, completamente solo? Consideré faltar al trabajo; pero cada día, antes de cada jornada, había un control estricto de asistencia. Si alguien planeaba ausentarse por el día debía presentarse de todos modos y dar sus razones a su maestro; el sirviente a cargo de los obreros y quien supervisaba las tareas, vigilaba, e impartía los castigos. Era este el que determinaba si los motivos estaban justificados y quien concedía el permiso de acuerdo a su criterio. Y por supuesto que el día no trabajado se descontaba del ya de por sí escaso salario.

Uno podía alegar estar enfermo, pero incluso en ese caso necesitaba aparentarlo. Y aquello no siempre le eximía. Una diarrea no era excusa suficiente, pues alguien con los pantalones llenos de mierda podía seguir cumpliendo sus funciones. Empecé a considerar fracturarme un par de dedos... Bastaría cerrarme la puerta en la mano con la fuerza suficiente. Perdería mi salario por el tiempo que me tomara recuperarme; pero, por otro lado, contaría con un par de días para cuidar de Inoe mientras Laila y Ashun no estuvieran.

No obstante, estaba el asunto del doctor que Laila prometió que buscaría... Si lo conseguía íbamos a necesitar cada dinar para poder costearlo. Todas las puertas que encontraba se me cerraban en la nariz...

Inoe estaba tranquilo cuando nos despedimos de él, aún después de saber que se quedaría solo. Me sorprendía la facilidad con la que un niño de su edad aceptaba sus circunstancias; a veces con mayor conformidad que los mayores.

—Se hace tarde —dijo Ashun.

Sentí la delgada mano de Laila sobre el hombro:

—Descuida. Yo puedo escaparme para venir a verlo cuando me toque algún encargo. Lo haré en cuanto tenga la oportunidad.

Con su trabajo, repartiendo cartas y mensajes, Laila era la única que gozaba de la libertad de ir por la ciudad sin demasiada supervisión. Bastaba con desviarse en la entrega de algún encargo. Aquello me dejó más tranquilo. Así que, sin otra cosa que pudiésemos hacer, le dimos un beso cada uno y salimos de la casa los tres para encaminarnos a nuestro respectivo trabajo.

https://youtu.be/MFbMoaCWBCA

El día estuvo más ocupado que nunca. Todavía no finalizaba la primera jornada antes del descanso para comer y ya sentía que los brazos se me caerían. Me desplomé exhausto contra uno de los pilares de la construcción para descansar un momento la espalda contra la piedra. Me sentía pegajoso y maloliente, y como si mi cuerpo fuera de plomo.

—Animo, Yuren. Ya casi terminamos la primera jornada —me dijo Ashun, acuclillándose junto a mí, y me retiró el pelo húmedo del rostro.

—No puedo más... —jadeé—. No dormimos nada anoche. Siento que me voy a caer muerto en cualquier momento.

—Si te caes muerto tendré que hacer todas tus tareas para lo que quede del día. Espera a que terminemos —bromeó, logrando con ello hacerme reír un poco—. He pensado en algo, pero no sé si te parezca bien.

—Dímelo, ¿qué es? —pedí, impaciente.

Ashun volvió los labios en una línea antes de hablar:

—Me pareció que era una buena idea antes, pero viéndote en este estado... creo que tal vez no sea conveniente.

—¡Habla de una vez o me estallará el hígado, Ashun! —me exasperé.

Mi hermano dio una cabeceada.

—Si acabamos todo a tiempo podemos pedir permiso al maestro Sinon para ausentarnos durante nuestra hora de descanso. Así podemos ir a ver a Inoe; aunque no tenemos mucho tiempo. Sería cosa de ir y volver.

—¡Hagámoslo! —supliqué, tirando de un extremo de su camisa.

—Espera un poco, Yuren. Implica perdernos la repartición de comida.

Me quedé mudo. Estaba exhausto y muy hambriento. No sabía si sería capaz de acabar mis tareas, ir y volver de una carrera a nuestra casa y luego terminar la segunda jornada del día, todo sin haber comido ni descansado. Eché la cabeza hacia atrás y la apoyé en la piedra con un resuello.

—Tienes hasta la campanada para pensarlo —dijo Ashun, al ponerse en pie—. Si no te encuentras con fuerzas, yo puedo ir solo.

—No —dije a mi hermano, sacando fuerzas de flaqueza para levantarme con él. No estaba dispuesto a permitir otra vez que cargara él solo con la responsabilidad—. Iré contigo.

Habiendo sonado la campanada, Ashun y yo nos presentamos ante el maestro Sinon, el encargado de la obra. Tuvimos la fortuna de encontrarlo de buen humor, pues no puso problemas a la hora de acceder a nuestra petición y tan solo nos advirtió que debíamos volver antes de la segunda jornada; recordándonos que si faltábamos a nuestra promesa no solo nos meteríamos en problemas, sino que perderíamos el salario del día y además no podría volver a confiar en nosotros. Nos pareció justo. Así que, tras hablar con él, nos encaminamos de inmediato fuera del recinto y a partir de allí corrimos sin detenernos bajo el sol ardiente hasta que estuvimos frente a la puerta de nuestra casa.

Me encontré rogando por algo que nunca antes había deseado y fue que Eloi estuviera allí. Aún si se trataba de él, la presencia de alguien más en la casa me hubiese dado algo de paz. Pero al llegar, en cuanto Ashun subió a su cuarto para mirar dentro, supe que esperaba demasiado, pues mi hermano me indicó con una negativa que el demonio no había regresado todavía.

Yo me metí sin demora al cuarto de Inoe y lo encontré despierto, orinando de pie en el balde que Laila le había dejado junto a la cama:

—Yuren —musitó al verme y se bajó la camisa de dormir al terminar para venir enseguida en mi encuentro.

https://youtu.be/_IS5zYv8Zgo

Lo elevé del piso en los brazos y lo sostuve con fuerza contra mí; feliz y aliviado de ver que estaba bien. Después me desplacé con él hasta la cama y me senté allí, depositándolo sobre mis rodillas:

—¿Cómo te sientes?

—Mejor. —La debilidad de su voz contradijo sus palabras—. Laila vino hace un momento. Se fue poco antes de que llegaras. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué te saliste del trabajo?

—No pasó nada. —Le besé la frente—. Solo queríamos verte.

En ese instante Ashun entró en la habitación y la sonrisa de Inoe se alargó hacia sus mejillas cuando vino a arrodillarse frente a nosotros.

—Vinimos a hacerte una visita. Pero tenemos que irnos pronto.

—Laila estuvo aquí —le repetí a Ashun, apoyando el mentón sobre la cabeza rubia de Inoe, donde pude oler su pelo. Con ocho años conservaba aquel aroma infantil tan dulce.

—¿Qué te dijo? —preguntó Ashun a nuestro hermanito.

—Dijo que hoy volvería más temprano. Una de las chicas va a cubrir por ella sus últimas horas. —Ashun y yo nos miramos aliviados—. También preguntó por Eloi.

—¿Él no ha venido? —preguntó nuestro hermano mayor, acomodándole el cabello a Inoe detrás de la oreja y tocando su frente en busca de fiebre.

Él negó con la cabeza y nos quedamos en silencio por algunos momentos en lo que Ashun lo consideraba. Volvía a lucir angustiado... y empezaba a contagiármelo.

Al final se inclinó hacia nosotros para besar la frente de Inoe y después le revolvió el pelo en una caricia:

—Tenemos que irnos ahora o nos van a regañar —declaró y yo suspiré apesadumbrado. Estreché a Inoe más fuerte, sin querer dejarlo ir—. ¿Estarás bien hasta que Laila esté de vuelta?

—Eso creo... ¿Puedo tomar un poco de agua antes de que se vayan?

Alcancé la jarra que Laila le había dejado en la mesita junto a la cama para acercársela a los labios, inclinándola para permitirle beber. Inoe tomó un par de tragos cortos de forma pausada.

Después de eso, hubimos de despedirnos de nuevo. Lo dejamos arropado de regreso en la cama y nos marchamos a la obra. Ver a Inoe me había llenado de nuevas fuerzas, y saber que Laila volvería temprano para estar con él nos permitió continuar tranquilos el resto del día. Aunque eso no impidió que fuera uno de los más duros y agotadores que pudiera recordar.

Ashun y yo llegamos a casa jadeando, por completo exhaustos. Laila ya estaba allí y salió a recibirnos. Nos indicó guardar silencio con una seña, pero por su expresión tranquila adivinamos que las cosas estaban en calma.

Apenas puse un pie dentro de la casa me dejé caer de espaldas en el piso para descansar allí un momento.

—¿Cómo ha estado Inoe? —preguntó Ashun.

Laila se acuclilló junto a mí y me acarició la mejilla con sus manos suaves.

—Mi pobrecito Yuren... —se rió, apenada—. Ha estado bien. La tos no ha empeorado, al menos. Ya hemos comido y ahora duerme.

—¿Quedó algo de comer para el pueblo? —El vacío en mis tripas comenzaba a provocarme nauseas.

—Hice sopa de arroz y huevos. Les tengo buenas noticias. —Laila se puso de pie sonriente y el corazón se me agitó, lleno de esperanza—. Hablaremos después; primero coman algo. Y luego báñense —añadió con un respingo antes de desaparecer bajo la cortina.

Ashun y yo devoramos nuestra cena. Estuvo modesta, pero apetitosa. Laila podía darle buen sabor incluso a una sopa de guijarros.

Como siempre, mi hermano se preocupó de guardar una ración para Eloi.

Me irritaba mucho que lo hiciera. Otra boca que alimentar no era nada, pues el demonio rara vez comía de lo que hacía Laila; y ese era justo mi problema. No solo despreciaba lo que con esfuerzo y cariño cocinaba nuestra hermana, aún exhausta luego de correr todo el día, sino que Ashun insistía en desperdiciar un plato de comida; pues la mayor parte del tiempo debíamos tirarlo, cuando le salía moho o se llenaba de gusanos. Él con toda certeza cenaba festines en casa de su amo y por eso jamás tenía apetito.

Luego de cenar, Ashun y yo nos aseamos juntos a un costado de la casa, restregándonos el cuerpo el uno al otro con un paño para librarnos de la suciedad y el sudor, y luego nos vertimos cada uno encima una cuba de agua fría, maldiciendo y temblando, riendo como niños.

Cuando Laila vino a buscarnos, nos encontró a los dos desnudos y mojados, secándonos al aire sentados sobre una esterilla. Se sentó en la escalinata de la casa, mirando hacia la calle:

—Conseguí hoy un nombre y una dirección —empezó—. Se trata de un doctor licenciado que presta atención a la clase obrera en secreto.

—¡Eso es estupendo! —exclamé, admirado de Laila.

En el transcurso del día había cumplido sus tareas, venido a casa a ver a Inoe, cocinado y encima de todo había conseguido la información que había prometido la noche anterior. Me encontré preguntándome qué haríamos sin ella. Ashun parecía igual de aliviado, pero no tan feliz como yo con la noticia.

—¿Y el precio? —preguntó, exterminando parte de mi alegría.

https://youtu.be/xWPQ3gvNjhw

En ese punto, Laila suspiró agobiada.

—Como creímos, no saldrá nada barato; esa es la mala noticia —contestó. Sus palabras terminaron de desalentarme, pero aguardé por el resto—. La buena, es que parece ser alguien discreto y además muy hábil en lo que hace. Este próximo día del sol iré a hablar con él.

—No —dijo Ashun, colocándose la camisa y pantalones limpios antes de ir a sentarse junto a Laila y rodearle los hombros—. Ya has hecho suficiente. Deja que yo me ocupe del resto.

—Puedo hacerlo yo, no te preocupes. En cuanto a Yuren y a ti... cuento con ustedes para procurarnos el dinero, ya que mi paga no es mucha. Y además, seguro que le recetará medicinas más costosas...

Ashun le frotó los brazos y le besó la sien:

—Oímos y obedecemos. ¿Sabes en dónde conseguirlas?

—En las boticas del Ribete se puede comprar toda clase de medicamentos y hierbas. Incluso algunas importadas.

—Pero... ¿no es riesgoso? Podrían sospechar si las compras.

—Eso no es inconveniente para un mozo de cordel. Si preguntan, puedo decir que me han enviado a por ellas. El problema será el precio... Aún no sabemos cuánto habremos de pagar por el doctor.

De pronto, tuve una idea. Fue como un chispazo de luz en la penumbra.

—¡Oigan! ¿Qué hay del amo Mailard? —pregunté a mis hermanos.

Estos giraron la cabeza en mi dirección al mismo tiempo.

—¿Mailard? —preguntó Laila con una ceja en alto.

—¿Y si le pidiéramos ayuda? —aventuré—. Tú sabes escribir muy bien. Podríamos hacerle una carta y Eloi podría llevársela. No sería nada para alguien tan rico como él. Estoy seguro de que no se negaría.

Mis hermanos se miraron el uno al otro. Laila se mordía los labios.

—No creo que se pueda, Yuren —dijo Ashun, poco convencido.

—¡Claro que se puede! —repliqué. Terminé de vestirme y fui a pararme frente a ellos—. Si le explicamos la situación estoy seguro de que incluso él mismo le conseguiría al mejor médico y las mejores medicinas. Después de todo, nos dio esta casa para vivir sin pedirnos nada a cambio. ¡Es muy bueno y generoso! Además, Inoe vive aquí con Eloi. El amo Mailard no querría arriesgarse a que su mozo se contagie, ¿o sí?

Laila bajó el rostro, mientras que Ashun soltó lentamente el aire por la nariz. Los observé de uno en uno.

No comprendía cuál era el problema. Sonaba tan razonable que no sabía cómo no se nos había ocurrido antes y sentí rabia contra Eloi por no haberlo sugerido hasta ahora. No había forma en que no se le hubiese ocurrido a él; pero era demasiado egoísta para ofrecernos esa opción...

Ashun parecía reacio a hablar, así que Laila lo hizo por ambos:

—Puede ser, Yuren... Pero hay otra posibilidad. Una a la que no podemos arriesgarnos.

—¡¿Y cuál es?!

https://youtu.be/FuZJtWflfMk

Los dos volvieron a quedarse en silencio y yo me tensé, nervioso.

—... Podrían quitarnos a Inoe —sentenció Laila al final. Sus palabras fueron como un golpe al estómago.

—... ¿Qué? —musité con la voz rota, sin querer creer lo que oía— ¿A qué te refieres con eso?

—Yuren, siéntate y hablemos —dijo Ashun.

—¡No! —Evadí su mano cuando intentó asir mi brazo—. ¡Dímelo, Laila!

Mi hermana tomó un aliento antes de responder:

—Cualquiera que esté en contacto, aunque sea indirecto, con los altos señores y que enferme gravemente debe ser puesto en cuarentena —me reveló—. No sabemos lo que tiene Inoe. Y si Mailard se enterara... podría hacer que se lo lleven a un sitio en donde no podremos cuidarlo y donde si sobrevive o no dependerá solo de qué tanta suerte tenga.

Sentí como si el piso se desvaneciera bajo mis pies.

—No... —jadeé—. Él no lo haría...

—No podemos saberlo, Yuren. No lo conocemos —dijo Laila.

Me llevé las manos a la cabeza intentando asimilar la idea. ¿De manera que esa era la razón? El motivo por el que, hasta ahora, Eloi no se había involucrado con Inoe ni buscado ayuda con su señor... Quizás era también la razón de que en ese momento, cuando apareció Astor, le dijera a Inoe que se metiera en su cuarto. Lo que pretendía era ocultarlo. ¿Para proteger a Inoe, o para protegerse a sí mismo? ¿El amo Mailard lo desecharía a él también si llegaba a saber que había estado en contacto con un niño enfermo?

Más importante, el solo pensar en que alguien más se enterara de la situación y arrebatasen a Inoe de nuestro lado, hizo que empezara a temblar. Mis hermanos se levantaron y vinieron hacia mí. Ashun me rodeó los hombros, mientras que Laila sostuvo mi rostro entre sus manos:

—Nosotros podemos encargarnos. —Me besó la frente—. No necesitamos a nadie más.

—Todo va a estar bien —secundó Ashun.

Y luego de acordar que Laila iría a hablar con el doctor, y de que Ashun y yo decidiéramos que empezaríamos a trabajar también los días del sol, turnándonos para pasar la noche en la obra como vigilantes, un poco más optimistas nos fuimos los tres a descansar.

Ashun se durmió al instante, pero el insomnio se había convertido para mí en un compañero persistente. Ya era casi una semana de noches intranquilas y aquello empezaba a pasarme la cuenta. La cabeza me dolía todo el tiempo y me costaba trabajo concentrarme en mis tareas.

Por otro lado, no podía dejar de pensar en Inoe y en la posibilidad de que fuera enviado a morir lejos de nosotros. Mi cabeza trabajaba por sí sola, forzándome a imaginar al más joven de nosotros, tan pequeño y frágil, hacinado con otros cien enfermos y muriendo lentamente a causa de su espantosa tos; preguntándose por qué no íbamos a buscarlo. Por qué habíamos permitido que se lo llevasen. Por qué sus hermanos lo habían abandonado...

En algún punto de mis terribles imaginaciones el sueño me venció... y me quedé dormido sobre la tela áspera de mi almohada empapada de lágrimas.


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A mitad de la noche, creí oír la puerta de la casa. Estaba tan cansado que lo ignoré y lo atribuí al viento. Pero entonces vinieron las imágenes.

El esclavo llamado Astor entraba en la casa, iba directo al cuarto junto a las escaleras y arrancaba a Inoe de los brazos de Laila. Ashun no estaba por ninguna parte y yo solo podía ver la escena desde algún lugar que no era allí, sin el poder de intervenir. Después, Inoe era arrastrado fuera y llevado lejos. No podía seguirlo; solo podía oír sus gritos por ayuda y los de Laila clamando por nosotros.

Desperté de un sobresalto con el corazón acelerado. Ashun dormía a mi lado y por una rendija de la cortina pude ver a Laila y a Inoe tendidos en la cama del otro cuarto. A pesar de ello, miré alrededor en busca de Astor, intentando convencerme de que solo había sido una pesadilla, pues había sido tan real... Sin embargo, supe que el sonido de antes no había sido ningún sueño; pues al mirar a la planta de arriba alcancé a ver la puerta del cuarto de Eloi cerrándose detrás de su fina silueta en la oscuridad.

Respiré aliviado y volví a recostarme. A Ashun le alegraría saber que nuestro hermano había regresado sano y salvo.

Pero no pude seguir durmiendo. La pesadilla me había espantado el sueño y supe, por los suaves matices acerados que se filtraban por la rendija bajo la puerta y alrededor de los postigos de la ventana, que estaba por amanecer. Era otra noche pésima y el comienzo de otro día agotador...

Fastidiado, giré de espaldas y estuve algunos minutos mirando al techo. Y de pronto, vino a mí la realización de un detalle insignificante, pero que me puso terriblemente inquieto. Estaba tan acostumbrado a los portazos que Eloi pegaba sin reparo por nadie y a su forma agresiva de meter el pestillo que, si el haber tenido la amabilidad de cerrar la puerta con cuidado esta vez ya era extraño, eché además en falta el chasquido metálico del seguro.

¿Había sido mi imaginación verlo entrar? ¿O quizá un sueño? Y entonces, pensé en otra alternativa: ¿Y si no se trataba de Eloi?

Las extrañas circunstancias me llevaron a creer por último que podría tratarse de un ladrón y me erguí, alarmado. ¿Por qué entraría un ladrón a robar la casa de un sirviente? Sobre todo a una ocupada por obreros. A menos... que supieran quién residía allí... Y todo tuvo sentido. La silueta que había visto entrar al cuarto de arriba era en definitiva la de un muchacho. Y ahora, gracias a Musav, el chico de la construcción, quien se lo había revelado a su compañero, todo el campamento debía saber que el mozo de un alto señor vivía con nosotros. Y no sería raro suponer que guardaba allí algunas de sus pertenencias. Como sus joyas... Maldije a Musav, por ser un maldito soplón, y también a Eloi, por guardar sus mierdas caras en la casa.

https://youtu.be/aXSW5AXFcyA

Me levanté, agarré el cucharón de hierro del mesón de la cocina y subí lento las escaleras, cuidando de no hacer ruido. Por el camino presté atención, mas no podía escuchar sonidos arriba. Si era un ladrón, debía ser uno condenadamente silencioso. Me detuve frente a la puerta un momento, temblando como una gallina, para hacer acopio de todo mi valor. Y, estrujando el mango del cucharón, puse una mano sudorosa sobre la perilla y abrí con cuidado.

Dentro estaba un poco más claro que en el resto de la casa gracias a que los postigos estaban abiertos; por lo que no me costó mucho averiguar por fin quién se hallaba allí. Respiré hondo y aflojé el agarre en torno al mango del cucharón, el cual sostenía tan duro que empezaba a clavarme las uñas en la palma.

Eloi dormía tendido sobre su estómago encima de la cama.

Se colaba el frío por la ventana y me pregunté por qué no la habría cerrado; pero entonces reparé en que, además de eso, se había acostado con la túnica que llevaba puesta el día anterior al salir. Aquello hizo que me cuestionara cuán exhausto debía estar para caer sobre su cama en esa posición, dejando la puerta y las ventanas abiertas, para después dormirse vestido y sin echarse las mantas encima a pesar del frío. ¿Estaba ebrio otra vez?

Me aproximé con cuidado y, dejando el cucharón a un lado, me acuclillé junto a su cama para ver si podía percibir aroma a licor viniendo de él. En efecto, sentí el mismo olor intenso y dulce de la otra mañana. ¿Qué tan malo podía ser algo que olía tan bien?

Sin darme cuenta me quedé observándolo, por completo cautivado. Sentí envidia al recorrer los rasgos perfectos de su rostro; su nariz fina y bien perfilada; el arco pronunciado de su boca; sus largas pestañas oscuras y el pequeño lunar bajo su ceja izquierda, que apenas era visible debido a que fruncía el ceño todo el tiempo. El demonio era dolorosamente bello, incluso dormido... Y entonces entendí por qué me resultaba tan intrigante ahora. Lucía muy distinto así. Parecía inofensivo.

Aun cuando sonreía a las personas importantes de ese modo encantador, nosotros, quienes le conocíamos bien, podíamos ver con claridad a través de ese velo brillante cuánta hostilidad ocultaba en realidad. Pero dormido como lo estaba ahora... incluso el terrible Eloi parecía vulnerable.

Se movió para acomodarse y yo me encogí aterrado, creyendo que despertaría. Me preparé para levantarme en cuanto abriera los ojos y correr como alma que persigue el «cheitan». Mas no lo hizo.

Sin embargo, alguna clase de malestar había empezado a torcer sus facciones y el demonio emitió un quejido, como si algo le doliera. Quizás soñaba... O quizás en realidad estaba así de cansado. Observé las formas ondulantes en las que su larga y fina túnica se disponía sobre la cama y me pregunté qué tan agotador podía resultar su trabajo; llevarle a su señor la comida en una bandeja, atar sus sandalias, ponerle perfumes, tañer instrumentos, y quizás cantar o danzar un poco como mucho.

Toqué con cuidado un extremo de su manga y esta se deslizó un poco por su brazo. La suavidad de la tela parecía deshacerse entre los dedos. Fantaseé con lo cómoda que debía ser y cuán fresco debía resultar llevarla en un día caluroso; en vez de las tiesas y ásperas ropas de arpillera que Ashun y yo debíamos llevar diariamente. Era tan injusto...

Volví a su rostro, del cual aún no se había borrado la mueca y que, pese a ella, continuaba siendo igual de hermoso. ¿Ese era el precio? ¿Un rostro como el suyo era lo que se necesitaba para vivir en su mundo perfecto? Lejos de la enfermedad y el dolor; del frío y del hambre... En aquel lugar no debía tener una sola preocupación. Nada que ensombreciera sus días.

Pero entonces... ¿qué era lo que hacía a Eloi tan infeliz?

En ese instante, una visión por la esquina de mi ojo me llevó a apartar la vista de su rostro para trasladarla a la porción de su brazo que la túnica había dejado al descubierto. Pensé que la escasa iluminación me jugaba una mala pasada, o que el letargo del sueño me estaba haciendo imaginar cosas; pero al fijarme bien, pude ver que lo que veía no era producto de mi mente o de las sombras.

https://youtu.be/vWBzdReqg1s

La tersa piel melada de Eloi, que asomaba por la orilla de la manga de la túnica, estaba teñida de una extraña mancha de color malva.

Creí que era tinta o pintura; quizá «henna»... No obstante, al inclinarme para mirar más de cerca, comprobé que se trataba de un moretón. A simple vista parecía de poca importancia; Ashun y yo sufríamos golpes, raspaduras y caídas todo el tiempo llevando a cabo nuestras labores; pero, considerando el privilegiado trabajo que tenía Eloi, a salvo de todo peligro, ¿qué ocasión tenía de sufrir un accidente?

La curiosidad me llevó a pellizcar la orilla de la túnica y deslizarla solo un poco más sobre su muñeca. Y la visión que apareció frente a mis ojos me heló la sangre en las venas.

Todo su delgado brazo estaba cubierto de terribles marcas amoratadas; algunas de las cuales lucían en extremo dolorosas. Las examiné más de cerca, sin dar crédito a mis ojos... y al inspeccionarlas con detenimiento me pareció que tenían la forma de los dedos de una enorme mano.

Permanecí absorto, en lo que intentaba determinar cuánta fuerza tendrían que haber utilizado al asir su brazo para dejarle marcas como esas. Pero no tenía sentido... Eloi había dicho que nadie en casa de su amo podía tocarlo.

Y fue allí que, con una inmensa pesadez de pecho, recordé las palabras de Ashun: «Tú solo escuchas lo que te da la gana». Desde luego... había una excepción a esa regla. Aquel quien la había establecido en primer lugar y, por lo tanto, el único con la autoridad de desafiarla:

Su señor, el amo Mailard.


Glosario

Dolma: hojas de parra u otra clase de hoja amplia y comestible, cocida, que se rellena normalmente de una preparación de arroz, carne y vegetales, y se enrolla en una forma cilíndrica.

Halva: Especie de bloque dulce elaborado con harina, mantequilla, y pasta de sésamo, semolina o girasol, saborizada con miel, cacao, azahar o agua de rosa, y decorada con pistacho u otro tipo de nueces.

Baklava: dulce hecho con capas de masa de hoja, rellenos con nueces y endulzados con miel o almibar.

Fatayer: Empanadillas horneadas rellenas de carne, queso de cabra o vegetales. En Kajhun un relleno popular es el cangrejo.

Henna: tinte vegetal generalmente usado para el dibujo de tatuajes temporales sobre la piel.

Cheitán: espíritu maligno y peligroso, de aspecto grotesco y atemorizante. Es el equivalente a lo que se conoce como satanás.


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