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Noche "5"

Nada bien a terminado de todo lo que ocurrió ayer, y con Aini no llegamos a alguna posible solución. Para colmo, terminamos durmiendo yo y Ángela en habitaciones separadas, pero esa decisión no fue tomada por mí, sino por ese maldito duque infernal, después de todo, era obvio que no me permitiría copular con ese ángel tan fácilmente. Por ahí dicen, que la misma oportunidad no se da dos veces, pero nadie dijo que no se puede manifestar de maneras diferentes, por lo que me levanté de la cama con la idea de crear crearla. Ese mismo día tendría que hablar con Aini sobre algunas cosas, pero eso podría esperar, por ahora mi prioridad era poseer a ese ángel.

Era una lástima que esta vez las cosas no se dieran como en el hotel, pero no me hacía demasiado problema, así que, prontamente me acerqué a la puerta con el alma alborotada, y así, la abrí. Desgraciadamente me encontré del otro lado a ese pelinegro, y antes de cerrársela en la cara, me tomó de mi ropa para luego llevarme a rastras hacia la sala.

—Tenemos que hablar —dijo seriamente.

—¡Eso puede esperar! —exclamé, pero no me hizo el más mínimo caso.

—¡Y una mierda! —me lanzó con fuerza sobre uno de los sofás, y entonces empezó a hablarme a los gritos—. ¡Eres idiota! ¿Cómo se te ocurre tratar de relacionarte con esa chica? —yo sabía lo que hacía, y lo que quería, por lo tanto, no iba a someterme a sus reproches.

—¡No te metas en lo que no te importa Aini! —escupí molesto. Ya me tenía: cansado, agotado, fatigado con todas y cada una de las diferentes maneras en que pueda describirse mi enojo.

—¡Sí que me importa! ¡Es un ángel!, se supone que los demonios y los ángeles son enemigos mortales, es por eso que por ninguna razón, ni por error, deben relacionarse —explicó. Yo me le quedé mirándolo un momento, con una expresión de que me importaba un comino esa regla.

—Eso no será un problema una vez que yo logre mi cometido, entonces la matare, y así lograré derribar dos pájaros de un solo tiro —le respondí muy confiando.

—Lo que dices me parece muy estúpido y altanero. Es una manera muy tonta en verdad de pensar para ser tú... su hijo —ante tal provocación, lo observé cruzarse de brazos con evidente frialdad, y yo me puse de pie al instante, pero antes de si quiera rebanarle un brazo, escuchamos como algún objeto de cristal se rompía del otro lado de la puerta. Por unos segundos nos miramos entre los dos, pero la ira a mí aún me poseía, y sin siquiera preguntar fui a abrir de par en par la puerta. Detrás de la dichosa me encontré a Ángela, quien estaba juntando los trozos de un florero roto, y por lo que llegaba a entender, lo había derribado al chocarse con aquella mesa, quizás, en un posible escape.

—Tú... —mi cuerpo se estremecía de rabia, y mis ojos se encendieron en un fuego intenso. Mi aura tampoco se hizo esperar, por lo que prontamente mis alas se extendieron aún con la tiara en mi frente, y más allá de eso, desquité mi furia con aquella mujer utilizando de arma unos prominentes gritos—. ¡Qué haces detrás de la maldita puerta, acaso no sabes hacer otra cosa más que espiar a la gente! ¡Estúpido ángel inservible! —después de haber liberado tal carga de negatividad sobre ella, sentí que nuevamente podría regresar a mi inusual calma. Sin embargo, aquel ángel me miró confundida y sus expresiones se fueron llenando de angustia, para más tarde, empezar a liberar gotas de dolor. Yo me vi acorralado, y un escalofrío me recorrió mi espalda al notar su estado. De pronto, la voz de Aini a través de la telepatía, me dijo lo siguiente: "Bien hecho señor Syrkei.", y ante esas palabras irónicas, apreté los labios para terminar de calmarme y me dirigí a ese tarado—. ¡Cállate imbécil! —le grité. Luego, me volteé hacia ella y me incliné a su altura—. Bien, ya no importa. ¡Pero si te sorprendo otra vez, te aseguró que no saldrás sana y salva de mis garras! ¿Comprendes? —le recalqué esto último, y ella finalmente dejó de llorar, pero me miraba aún en su estado de confusión, quizás, no sabía exactamente a que me refería, aunque Aini sí que entendía mi alusión.

—¿Piensas castigarla con perversiones? —y enseguida salté a responderle.

—¡Te dije claramente que te callaras, estúpido! —comenzamos a discutir de nuevo.

Existía la posibilidad que el ángel se sintiera incomoda frente a nuestros insistentes enfrentamientos, es por eso que ella hizo un intento por detenernos, pero en lugar de apaciguar las aguas, ella recibió parte del bochornoso momento, lo cual implica unos buenos gritos que nuevamente la importunaban.

—Yo... ¡no comprendo porqué pelean! —exclamó entre sollozos, y salió de la escena hacia quien sabe dónde. Otra vez me veía implicado en una situación incómoda, pero más que incomoda, se estaba tornando insoportable, más que nada por las sensaciones asqueantes que me provocaban las lágrimas de aquella mujer. La inquietud me invadió, y otra vez un incierto nivel de pánico me abrazó. Olvidé por unos instantes que me encontraba en presencia de Sean, y quizás debido a eso, se dirigió a mí con estas palabras.

—Ve a buscarla, pero no hagas nada que te comprometa con ella —me advirtió.

—¿Qué? —salí de mi evidente shock y lo observé.

—Tus ojos reflejan algo que nunca antes había visto, por eso es que te doy esta oportunidad para acercarte a ella —afirmó—. ¡Vete antes de que me arrepienta! —yo por mi parte no dije nada, y me fui a buscarla. No era ese tipo de demonio que desaprovecha una oportunidad cuando se la daban, y si Aini no iba a entrometerse, entonces necesitaba actuar rápido, pues quien sabe cuánto me duraría el gusto.

Me trasladé por la casa, pero no llegué a ubicarla tan eficientemente, no hasta que usé mi poder para detectar su esencia, la cual me permitió encontrarla en su habitación. Cuando entré por la puerta, observé como el cuerpo de aquella muchacha tiritaba, pero además, como los sollozos de ella rebotaban en las paredes con tristeza.

—Ángela —la llamé, y ella se giró para verme.

—Syrkei, ¿por qué viniste? —volvió a darme la espalda, y empezó a limpiarse con sus manos las cálidas lágrimas. Ahora que ella misma me lo preguntaba, no sabía exactamente que decirle, ¿debería disculparme?... quizás era lo más adecuado.

—Lamento haberte gritado —tenía la mirada fija en el piso cuando se lo expresé—, sé que no debería haberlo hecho, pero estaba muy molesto —me expliqué. ¿En verdad estaba disculpándome con ella?, ¿con un ángel?, esto era de no creer. ¿Qué era lo que me motivaba a caer tan bajo?, la verdad, no lo sabía, pero sentía que de algún modo había perdido mi lucha contra ese ser tan despreciable, ¿pero qué clase de lucha? Otra vez, me vi invadido por las incógnitas, tanto así, que no me di cuenta del silencio sepulcral que ella me entregaba, hasta que dictó la siguiente frase.

—Está bien, pero por favor, ¿podrías dejarme un momento a solas? —volvió a girar su rostro hacia mí, y me dedicó una sonrisa forzada. Yo, que ya la miraba directamente, sentí que mi pecho se encogía, y como algo inexistente me cerraba la garganta. Por algún motivo, me sentía agobiado, no lo llegaba a entender del todo, pero sabía que no quería retirarme, ya que era como si sintiera que todo terminaría en ese momento.

—¿Por qué tengo que irme? —dije entre cortado, ya que la presión en mi garganta me impedía hablar correctamente.

—Sólo... quiero estar un momento sola, deseo pensar —replicó sin ningún ánimo.

Vi como ella dirigió ahora su atención a la ventana adjunta a la cama, de ahí noté que la noche había caído una vez más sobre nosotros, y teñido con sus sombras el decadente paisaje. Debido a la negativa de ella, mi cuerpo reaccionó por mí, y recorrí la habitación como una serpiente hasta llegar a abrazar a Ángela por detrás. Un pequeño quejido de sorpresa por su parte rompió el silencio entre nosotros, y volteó su rostro hacia el mío, pero yo apoyé mi faz contra su hombro ocultando así éste. De algún modo, podía percibir el miedo en ella, pero yo en mi terquedad, ajusté aún más el abrazo, y ella entendió que no podría escapar, es por eso que se quedó quieta para luego tomar con una de sus finas manos uno de mis brazos.

—Y si yo... ¿no quiero dejarte sola, qué harías? —le murmuré. Quizás mi tono de voz se percibía derrotado, pero no lograba evitarlo. Definitivamente, un ángel común no puede hacerle sentir estas cosas a alguien como yo.

—No entiendo lo que dices —o probablemente no quería hacerlo, por más tonta e inocente que pareciera, sabía que podía llegar a ser ingeniosa, o al menos eso aspiraba de ella. En ese momento, otro acontecimiento invadió mis sentidos, y esos fueron mis instintos salvajes.

—¿Qué es lo que digo dices?, pues... que me atraes. Eres el pecado que ha despertado el verdadero infierno en mí —le mencioné ahora posando mis labios contra su cuello, y ella, evidentemente, se alertó tanto, que empezó a luchar por separarse de mi persona, y a duras penas lo había logrado. Después de ese evidente rechazo, me sentí indignado, ¿cómo podía atreverse a hacerme esto?

—¡No tienes vergüenza! ¡Nuestras especies no se pueden relacionar bajo ningún concepto!, ¿acaso sabes lo que estás haciendo? —me gritó, y yo simplemente reí ante ello.

—¿Crees que eso me importa? —mi rostro se elevó y se mostró tan inexpresivo como altivo, es por eso que volví a sentir como su energía volvía a despedir miedo—. Un trato es un trato, y más allá de lo que pienses, ¡debes pagarme! —me acerqué peligrosamente a ella, más mi contraria retrocedió a la vez.

—¡No puedo, me das mucho miedo! —contestó, y buscó correr, pero yo se lo prohibí, y la tomé de su brazo para luego atraerla hacia mí. En cuanto nuestros cuerpos se rosaron, la sujeté con mi mano libre de la cintura para no brindar alternativas.

—No escaparas —le gruñí. Y entonces solté su brazo para sujetar su rostro con brusquedad, luego la besé con pasión, sin miramientos, pero además, procedí a ocupar lugar en su boca con mi lengua, la cual exploró con gran gratitud. A medida que el contacto entre nuestras comisuras se iba a intensificando, sentía que la sed que me embargaba por sus labios iba en disminución pero algo, al mismo tiempo, me hacía desear por más. Ante ese evidente deseo contradictorio, me vi envuelto en un torrente de desesperación, y el mismo, me hizo empujarla lejos de mí, dando por sentado que el contacto al fin había termina. Cuando me di cuenta de lo que hice, me lamenté con todo mí ser, pues la tenía completamente servida. En cuanto a ella, parecía estar tan impactada, que sólo atinó a llevarse un par de dedos sobre sus labios, mientras que su cuerpo mostraba claros signos de enrojecimiento, agitación, y de temblores algo intensos.

—¿Por qué... por qué me besaste? —su voz se escuchaba entre cortada, y sus ojos azul cielo, aún tenían rastros de esa agua salada. Por mi parte, aún estaba enfadado, no sólo conmigo, sino también con ella, por el simple hecho de que gracias a su expresión, logré recordar su amargo rechazo.

—¡Porque eso era lo que me debías!, y ahora que ya lo tengo, ya no te necesito más —le informé con crueldad. ¿Por qué le decía esto?, estaba claro que mis deseos no estaban del todo satisfechos, que mis labios aún deseaban más de los suyos, y que mi piel ansiaba frotarse con decisión sobre la de ella. ¡No podía comprender lo que hacía, y quizás esto se debía a mis confusos sentimientos! Sin embargo, de algo estaba seguro, si ella se quedaba conmigo, debería matarla, y ese no era mi deseo ahora, así que le estaba dando la oportunidad de salvar su insignificante vida. Ahora que lo meditaba un poco mejor, probablemente ese tacto, hizo que mi cabeza saliera disparada de su lugar, pues, no había claros motivos del porque mi pecho dolía cuando pensaba que estaba obligado a matarla, y que ella escapara con la excusa de que aún no la poseía, le daba una oportunidad. Aun a pesar que no deseaba eso, también me sentía intranquilo, ya que tampoco quería distanciarme.

De un momento a otro, ella pareció calmarse un poco, y tomar algo más de confianza conmigo, es por eso, que ella se reincorporó de la cama para luego acercarse a mi lado tomando con suavidad mi brazo.

—Aún no puedo irme de tu lado —mencionó con suavidad, y dejando entre ver las pequeñas convulsiones que causa el llanto cuando éste se ausenta—. Tengo que permanecer contigo, ya que mi padre así me lo ha pedido, así que por favor, sigamos viajando juntos —ella cerró los ojos con algo de inquietud, y agregó finalmente—. Es verdad que tengo mis dudas sobre ti Syrkei, pero aunque me des miedo, aunque parezcas tan terrible, sé que debajo de esa silueta prepotente hay un hombre valeroso. ¡Es por eso que acepté esta misión, aún con lo que me has hecho, no voy a dejar de creer en ti!

Sus palabras eran inesperadas, impresionantes, y de alguna forma, casi me convencieron. Por un instante me arrebato el aliento, dejando entre abierta las comisuras de mis labios, hasta que finalmente los cerré, pues, por más sincera que había sido al decir aquello, ella no dejaba de ser un ángel, uno que me cautivaba.

—No puedo, y más sabiendo ahora tus razones —le dije y la miré—. ¡Sólo estás conmigo por tu misión, no porque lo desees! —me levanté de la cama de repente, alejándome con violencia de ella—. ¡Vete de una vez! —le exigí apretando los puños. A pesar de que mi expresión era dura, mi interior se desquebrajaba con cada palabra que liberaba. Todo lo que le expresaba era contrario a lo que realmente deseaba, pero no debía ceder, eso significaría su muerte. Me lamenté la situación, y por ello cerré los ojos, de ahí me di cuenta que mis deseos habían quedado en un segundo plano por esta mujer.

—Syrkei, no es sólo por mi misión, como ya te dije, creo en ti, que eres más que pura maldad, ¡es por eso que estoy aquí! —me aseguró—. Y no me iré hasta que vea esa maravillosa luz que ocultas, aún si es una luz gris —sus palabras me hicieron ilusionar, además, me reconfortaron, de ahí que decidí aceptar su obstinada perseverancia.

—Está bien, pero será con una condición —no es como si fuera a permitirle que me vigilara gratuitamente, así que pondría un requisito.

—¿De qué se trata? —me miró con intriga.

—Cómo eres una chica muy obstinada, la condición que te pido es la siguiente: deberás seguir todas mis órdenes y deseos sin miramientos, sin quejas, ni nada que se le parezca, mi deseo es absoluto, así que no podrás dar marcha atrás —sentencié. Y sí, era una condición muy egoísta, pero así mi naturaleza se manifestaba. Por el lado de ella, me miró un poco cohibida—. No necesariamente tienes que traicionar a tu padre, así que no tendrás que preocuparte por ello —sabía lo que pensaba, después de todo, ella era muy expresiva.

—Bien, entonces acepto —me sonrió con evidente alegría, y yo le devolví el gesto aún más agrandado, pues no podía negar que me encontraba feliz, y a causa de ello, busqué festejar de la siguiente manera: me acerqué a ella, acaricié sus cabellos con mi mano, y me incliné con la única pretensión de saborear nuevamente sus labios. Sin embargo, una presencia sobre acogedora hizo que me apartara de ella, y entonces observé como por debajo de la brecha del portal una sombra se comenzó a asomar, de ahí que me puse a su frente, utilizando así mi cuerpo para protegerla de lo que se avecinaba. De pronto, una voz que no era ni masculina, ni femenina se dirigió a mí por el seudónimo que me daban en mis tierras, el inframundo.

—Alto ahí Dark Knight, estás quebrando las normas y mi deber es detenerte —la difuminada sombra de pronto tomó una forma femenina: tenía el cabello rosa entre mezclado con rojo, sus ojos eran de un color purpura pero mucho más oscuros que los de la misma Alicia, sus uñas eran negras, y poseía una falda purpura con un corsé blanco. Esa mujer, o más bien, esa cosa que aparentaba serlo, no dudo en acercárseme y atacarme, pero al instante, reaccioné con extrema eficacia para moverme junto a Ángel esquivando su golpe. Lo que ese estúpido ser no se esperó, fue que durante el proceso en que la evadía, una de mis manos se transformó en garras, y atravesaron su estómago de lado a lado. La sangre brotaba a borbotones, decorando así el piso en carmín, mientras tanto, yo retiré mi puño y la vi retroceder con dificultad. Su respiración se tornaba inestable, en cuanto Ángela, miraba con horror la escena, pero por mi parte, completamente neutral, agité mi mano embarrada en su repulsivo líquido vital manchando aún más la alfombra.

—Belfegor, lo pensaras ahora dos veces antes de oponerte a mí —sí, sabía qué clase de horrendo ser era. Belfegor es un ser demoniaco al igual que yo, pero no posee tanto poder, su única habilidad es la de brindarle riquezas a los mortales, y mandar a un lacayo tan inútil a enfrentarme, sí que había sido un grave error.

—Maldito príncipe de las tinieblas... ¡No creas que este va a ser nuestro último encuentro! —el cuerpo de aquel ser inferior empezó a arder en llamas oscuras, y se desvaneció en un parpadeo. Una vez las aguas se calmaron, volvió a golpearme la voz de aquella bella castaña.

—¿Qué fue lo que pasó? —murmuró apenas, y me observó con gran temor. Instintivamente, me acerqué a ella y por algún motivo, la abracé contra mí ser. Esa acción hizo que me sintiera más relajado, y me inspiró a decirle lo siguiente.

—Si te dejo sola, estarás en peligro, por lo tanto, he decidido que me quedaré a tu lado cuésteme lo que me cueste —contrario a todo pronóstico, ella respondió mi acción, y me abrazó con inigualable ternura, por lo que ese gesto, hizo nuevamente palpitar mi helado corazón. 

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