Noche "2"
Llegó la mañana fresca y resplandeciente, pero de tal manera, que dejó abrumados mis ojos por semejante semblante. Aquel mundo era uno que yo jamás había visto en toda mi miserable existencia, y eso se debía a las profundidades en las cuales habito normalmente. No he podido acostumbrarme a los rayos de este objeto resplandeciente, el cual ilumina los cielos al llegar a su punto más próximo. Me tomó instantes saber el nombre de aquel objeto, y mi forma de averiguarlo fue por medio de unos susurros que soltaba una flor, que a su vez, ésta era arrastrada por el viento incandescente.
—¿El sol? —pregunté al aire, sin embargo, no esperaba a que Ángela, quien ya estaba despierta, me escuchara.
—¡Claro! —cerró sus ojos animadamente y elevó su mentón—. El sol, es un planeta de luz que ilumina durante el día la pequeña tierra. La luna es todo lo contrario a él, es otro astro pero que ilumina con muy poca intensidad —explicó ella, y volvió a mirar hacia delante con esa dulce sonrisa. Los cabellos de la joven se los llevaba el viento desértico, y se meneaban suavemente, como si alguien estuviera jugando con sus dos mechones sujetos por aquella cinta.
—Que interesante —musité para mí mismo con un tono de poco interés, realmente no me apasionaba como a ella esos temas astrológicos. Sabía bien cuál era la diferencia entre la oscuridad y la luz, pero no comprendía del todo porque la luna brillaba aun de noche, siendo que debería de hacer lo contrario al sol. Y a pesar de que mi rancio comportamiento, ella siguió aportando charla al viaje.
—¡Oye!, ¿qué tal si vamos a visitar a una amiga mía? Tiene un hotel, y ahí podremos hospedarnos los días que queramos, además, queda en el siguiente pueblo, justo a donde nos dirigimos si seguimos derecho —me aconsejó.
Me quedé mirándola un momento inspeccionando su expresión de alegría. No parecía traer cosas planeadas ante esa propuesta, entonces, le acepté su sugerencia, después de todo, aún faltaba camino por recorrer, además, no tenía la fuerza como para matarla, así que no me quedaban más opciones.
Para llegar a nuestro primer punto de descanso, tardamos alrededor de una tarde, lo que significaba que aparecimos a la noche en el primer pueblo. Ingresamos a la villa con una aparente calma, pero también, sin ninguna gota de sudor, a continuación, me dejé llevar por ella, quien luego me indicó el camino al dichoso hotel.
En los alrededores del edificio, se encontraba una persona regando unas flores. Al principio, no la discerní muy bien, pues sólo veía una silueta, pero en cuanto nos acercamos más, pude notar que era una muchacha joven con un atuendo que pocas veces, o más bien, nunca antes había visto: ella tenía el cabello tan largo como Ángela, aunque de un tono anaranjado, también poseía una especie de camisa cerrada tejida con lana de color verde, y una prenda que le permitía mostrar sus piernas, es decir, una falda, pero era más corta, ni que decir de lo que usaba en los pies, nunca había visto tela envolver las piernas de una mujer, pero ésta contenía el mismo color que la de su torso, aunque lo que usaba de calzado no podría describirlo, parecía muy novedoso.
—¡Alicia! —la llamó ella, e inmediatamente obtuvo respuesta de la otra muchacha, quien se levantó de sus labores para venir a saludarla.
—¡Mi querida amiga, Ángela! ¿Qué te trae por aquí?
—Justamente estábamos de paso, y creí que era buena idea visitarte, aunque también esperaba que pudiéramos descansar un poco en tu hotel —le comentó. La verdad es que yo no entendía porque ella sabía que estábamos de paso, ni siquiera estaba informada de a donde me dirigía, es por eso que entre cerré los ojos con sospecha, después de todo, esa mujer no me estaba inspirando confianza. Primero no podía matarla, segundo, me había provocado sentimientos extraordinarios, y tercero, su aparente interés como descolocada alegría, me ponía de los nervios.
—¡Entiendo! —esa mujer parecía compartir la misma alegría que Ángela, lo cual me molestaba—. Son libres de quedarse el tiempo que gusten, pero antes, quisiera que me presentaras a tu amigo —me señaló con su mano, sin dudas eso era una falta grave de respeto para mí, pero como sabía que estaba en el mundo humano, tuve que contener mi enojo.
—Bueno... no sabría que decirte, ya que en realidad no me ha querido decir su nombre —le informó con cierta vergüenza.
—Eso sí que es raro —mencionó ella levantando una ceja—. ¿Entonces apenas se conocen?
—Bueno, algo así —¿cómo que algo así?, era obvio que no nos conocíamos de nada, pero ahora estaba seguro de que ella algo sabía sobre mí.
—Bueno, es un problema, pero nada que no se resuelva con el tiempo —aseguró la del pelo anaranjado—. Ahora bien, sería mejor que pasen. La noche en el desierto suele ser muy fría, y no quiero que enfermen, además, el clima ha empezado a tornarse un poco extraño últimamente —después de que ella dijera esto, empezó inesperadamente a nevar de a poco.
El extraño comportamiento climático me tenía sin cuidado, después de todo, sabía perfectamente que se debía a mi presencia, ya que ésta misma, desequilibraba todo estado natural del planeta. Por otra parte, las chicas estaban impresionadas por lo que caía del cielo, e incluso observé como Ángela tomaba entre sus manos los copos, y dejaba que se derritiera en su palma, lo cual provocó la creación de pequeñas gotas de agua. Ante ese comportamiento debidamente infantil, mi interés se disparó, e inevitablemente fije mi mirada en ella. No entendía bien porque provocaba esta sensación en mí, pero me hacía desear la luz, su luz. Bien que podía sentir que Ángela era casta y pura, y eso a todo demonio le atrae de sobremanera, pero también, tenía algo especial que no sabría explicar. Su alma me fascinaba a tal grado, que dejar la idea de matarla para otro momento, era tentador, y como tenía la costumbre de poner mis deseos por delante de mis responsabilidades, quizás esa noche llevaría a cabo ese capricho.
Mis ojos brillaban intensamente ante la posibilidad de tener exitosos resultados, quizás para muchos otros era morboso ese pensamiento, pero para mí, era completamente natural. Mis expectativas eran altas con esa mujer, ya que era una criatura que despedía inocencia y puridad por sus poros. Sin embargo, tuve que detenerme en mis indecentes pensamientos, ya que ella notó mi mirada, así que desvié la mía. No entendía porque lo había hecho, pero sentía un musculo en mi pecho que bombeaba intensamente, lo cual me inquietaba. Tras esa pequeña e incómoda escena, Alicia volvió a insistir que entráramos, pero también nos ofreció no solo su hospitalidad, sino también un cambio de ropas, ya que las nuestras estaban evidentemente humedecidas.
Entramos detrás de Alicia, quien luego nos entregó el cambio de ropa. Para mí, me alcanzó algo a lo que ella llamaba como, una camisa blanca, y un jean, mientras que Ángela recibió un sweeter color verde, y una falda roja con unas medias claras. A pesar de que no me agradaba la ropa humana, tuve que ponérmelas de todas maneras. Ambos nos tomamos el tiempo necesario para poder cambiarnos las vestiduras adecuadamente, y los dos repartimos diferentes impresiones. Como yo lo hice primero, las chicas quedaron boquiabiertas, diciendo que mi apariencia era más que deslumbrante, y que la coleta que me había hecho, me quedaba perfecta. Desde mi punto de vista, no era la gran cosa, ya que tenía claro mi valor como el heredero oscuro.
Después de mí, Ángela se cambió, y quedé impresionado, pues las vestiduras (aunque no eran de mi gusto), le quedaban claramente a la perfección. Casi podía verla brillar, como si tuviera un aura realmente enceguecedora, de ahí que tuve que mirar a otra parte; no podía seguir dejando que ella me cautivara. ¿Pero qué estoy diciendo?, ¿cautivar?, ¿a mí?, ¡ella no es digna de mí!
Luego de aquel espectáculo, en donde Ángela recibió más halagos de parte de su amiga, y un cero por mi cuenta, llegó la hora de ir a tomar la llave de la habitación.
—Aquí tienen amigos, esta es su habitación, la número cuarentainueve —la llave fue a parar a las manos de Ángela.
—¡Qué bien! Ya tenemos las llaves, ¿no te da gusto? —me preguntó ella, quien sonreía estúpida y alegremente.
—En absoluto —me sinceré, y ambas se miraron por mi frialdad, la cual no era nada nueva para ellas.
—Bueno, chicos, tengo que comentarles respecto a esa habitación —nos dijo la dueña.
—¿Qué pasa Alicia? —preguntó algo preocupada Ángela.
—Pues verán... no hay camas separadas, así que tendrán que dormir juntos —nos informó, y claramente, a mí me daba igual, bueno, hasta cierto punto, puesto que en lo profundo de mi ser algo me inquietaba.
—¡Qué! —exclamó ella preocupada—. ¿Estás segura que no se puede hacer algo por eso? —la miró casi rogándole, y ella evidentemente negó con su cabeza. No había otra cosa más por hacer, más que resignarnos, y trasladarnos a nuestra habitación.
—Querida amiga, no puedo hacer nada, lo lamento muchísimo —bajó entonces su cabeza disculpándose con nosotros, pero en compensación, según ella, nos prepararía un gran desayuno al día siguiente.
—Entiendo, en ese caso buscaré otra manera de arreglárnosla —le dijo.
—Por mí puedes dormir en la cama, yo tengo cosas que pensar durante la noche —le mencioné. No es como si estuviera siendo considerado, el simple hecho de que durmiera, me daba la oportunidad de aprovecharme.
—¿Qué?, pero también necesitas descansar. ¿Qué tal si tomamos turnos? —me sugirió. Era un plan coherente, y eso no afectaba del todo a mi idea.
—Está bien —dije al fin, y ella pareció emocionarse por mi aprobación.
—Me alegra que hayan llegado a un acuerdo. Ahora los llevaré a su habitación, es por aquí —la amiga de la castaña, nos llevó al cuarto correspondiente, y una vez allí, ella se despidió de nosotros, dejándonos obviamente solos.
La castaña se despidió de ella, y a continuación, entramos en la habitación, la cual era: evidentemente ordenada, algo lujosa, y no muy amplia, a lo sumo podíamos discernir, una cama, una silla, los veladores con sus respectivas mesas, y una ventana que estaba justo al lado de la silla.
—Duerme tú primero, yo lo haré después —le mencioné, y acto seguido, me senté en la silla junto a la ventana.
—¿Estás seguro? —me preguntó.
—Sí —asentí y me crucé de brazos.
—Bueno, entonces iré a cambiarme de ropa —después de decir aquello, se fue a cambiar en el baño, y por lo mismo no tardó mucho, ya que luego la vi salir con un sensual camisón de tirantes, pero que además poseía un color rosado. Dejando a un lado el detalle de sus vestimentas, noté que aún tenía puesta su gargantilla, y que ahora tenía recogido el cabello.
—Te queda bastante bien —le mencioné después de darle una mirada.
—Gracias —dijo con aparente nerviosismo, y se sentó sobre la cama para luego recostarse allí—. Buenas noches —me saludó, y yo le regresé el saludo queriendo aparentar normalidad.
Dejé pasar un rato, puesto que podía sentir que aún estaba despierta, lo que no esperé, fue que ella se sentará sobre la cama, y se dirigiera a mí.
—No puedo dormir sabiendo que estás mirándome desde esa silla —alegó.
—¿Acaso tengo otra opción? —le pregunté en lo que entre cerraba mis ojos, y a la vez, soltaba un suspiro.
—¿Podrías dormir en mi lugar? La realidad es que me sienta mal que tengas que estar despierto —se escuchó decir con un tono de preocupación. Por mi parte, cerré los ojos en lo que me cruzaba de piernas, y solté una sutil risa.
—¿Eres tonta acaso?
—¿Eh? —se le veía claramente confundida.
—Sólo duerme —le ordené entre cerrando mis ojos.
—Pero... —sus tontas excusas empezaron a hacer que mi corta paciencia explotara, y es por eso que me levanté de donde me encontraba, y me dirigí hacia ella.
—¿No me escuchaste? —mi voz se tornó un poco más severa. Mientras tanto ella me veía ahora con algo de temor.
—No es eso —ella empezó a tartamudear—. Sólo que no quiero que te desveles.
—Entonces te lo diré de otra manera —me acerqué a la cama, me acentué justo a su lado, y luego me incliné sobre ella acorralándola, lo cual a ella la tomó por sorpresa.
—¿Qué haces? —exclamó alarmada.
—Yo dormiré si tú duermes conmigo. ¿Qué te parece la idea? —me acerqué más a ella, quedando con mi rostro a una corta distancia del suyo.
—¡Estás muy cerca! —dijo más nerviosa, y ahora con sus mejillas sonrojadas. Al poco tiempo la vi removerse un poco debajo de mí, era como si buscara envolverse en el colchón y con él crearse una coraza, pero era obvio que no lo lograría.
—No lo estoy.
—¡Sí lo estás!
—Sólo estoy planteándote las cosas de una forma más clara, de todas maneras, no me has respondido a lo que dije.
—Estás llegando demasiado lejos —murmuró, y removió sus labios tratando de decir algo, pero se cayó al darse cuenta de que no encontraba la palabra que buscaba, y en su lugar, dijo otra cosa—. Antes de responder eso... ¿puedo hacerte una pregunta? —sus ojos azules no se habían apartado de mí en ningún momento.
—Dime —con esa distancia, podía sentir su aroma, el cual me relajaba un poco.
—¿Podrías decirme tu nombre? —a lo que yo respondí lo siguiente.
—No.
—¡Por qué no!
—Te lo diré si me das un beso.
—¿Qué? —su voz tembló al igual que su cuerpo, y noté, a pesar de la oscuridad, que el rostro de ella se decoraba con un mayor rubor.
—De no ser así, no hay trato —le mencioné.
—Bueno... ¿Sólo es un beso? —preguntó girando su cabeza hacia un lado, esta vez rehuía a mi mirada. El hecho de que ella aceptará indirectamente, me ponía feliz, pero al mismo tiempo, me desanimaba, así que me quedé meditando un momento con los ojos cerrados.
—Mejor no —expresé, y me terminé por recostar a su lado. Quizás era un tonto por no haber aprovechado la oportunidad, pero... realmente... no sé qué es lo que me pasa—. El trato será el siguiente, cuando yo decida besarte, sea el momento que sea, entonces te diré mi nombre. ¿Trato? —giré mi cabeza hacia ella.
—Está bien, ¡entonces es un trato! —la vi sonreír de una forma muy dulce, cosa que me hizo acelerar el corazón. Mi extraña forma de comportarme, ya no me dejaba pensar claramente, ¿acaso... me estaba volviendo loco?
—Esto será interesante —le mencioné, y aunque ella no había captado mis palabras, lo que le siguió fue un extraño pero a la vez armonioso silencio, el cual nos guió a un inevitable sueño. Y lo que yo no sabía, es que a partir de ese instante, mi destino ya estaba sellado.
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