Noche "10"
El destino por fin se había trazado, y con él, me había traído hasta a mí a ese sujeto. Tan terrible se manifestaba la noche como la misma silueta de ese hombre, o más bien, de ese temible acechador. Sus ojos destellaban en un carmín sanguinario, y su sonrisa se tornaba retorcida. Sus cabellos resplandecían debajo de aquel planeta albino, que volvían aún más pálida su cabellera, la cual se encontraba recogida de lado por una coleta. Su capa encarnada, ondeaba con el viento que había por la altura, en sus orejas se meneaban a su vez unos aretes con cruces invertidas, que daban a entender el desprecio que le tenía al supremo de luz. Sus vestimentas se veían realmente impresionantes, ya que poseía un umbrío tan profundo que se podría fundir con la maldad de cualquier hombre, si no fuera por el Dragón dorado de su pecho, casi no se podría decir donde empezaba y terminaba la prenda.
—Hace mucho tiempo que no nos vemos... hijo —elevó su rostro en señal de superioridad, y yo entre cerré los ojos.
—Padre —musité un poco inquieto, pero no dejé que me invadiera el miedo, y permanecí firme ante el rey de las tinieblas.
—¿Qué sucede? ¿No tienes pensado agachar la cabeza para salvar tu miserable vida? —él extendió uno de sus brazos haciendo ondear su capa de lado—. En ese caso, y para que veas que soy piadoso, retiraré mis tropas y seré yo el que únicamente se enfrente a ti —tal y como dijo, retiró sus legiones, y mis demás aliados quedaron incrédulos frente a los pesaba, pero expectantes frente al acontecimiento.
—¿Quién dijo que debería temerte? ¡A mí es a quien deberían temerle! ¡Tú y todos tus lacayos! —exclamé, y Ángela, en su preocupación, me tomó del hombro, y por lo que sentí, ella estaba tiritando. Se podría decir que en cuanto la miré, su rostro estaba tan blanco, que parecía un cadáver; ¿acaso había sentido la energía de mi padre?
—¡No pelees contra él, Syrkei, es demasiado poderoso! —me rogó, pero yo inmediatamente giré, la tomé de una de sus alas, y desgarré con mis garras ésta, por lo que ella no tardó en soltar un alarido lastimero, e inmediatamente la solté. Ángela, no tardo en caer en picada, pero para su fortuna, Kamui la atrapó evitando que su caída la dañara. En cambio, yo, me quedé justo donde debería, en frente de mi padre.
—Vaya, sí que eres un verdadero demonio como para tratar así a alguien que te ama —se burló él.
—¡Cállate! —le dije y me giré hacia su persona—. Ahora nadie podrá intervenir en nuestro enfrentamiento —alegué. Y su expresión de burla pasó a una de desprecio.
—Así que es verdad... ¡es verdad que esa muchacha, no, esa pedazo de escoria te ha hecho dudar! ¡Es la causa por la cual arriesgas tu vida! —yo estaba demasiado concentrado en ese momento en los ojos de aquel ser tan espantoso, por eso no me di cuenta cuando él que se me abalanzo, y de repente, como Abigor se atravesó en la embestida para recibir el golpe por mí, dando como resultado que una gran cantidad de sangre saliera de su pecho. El corte fue tan limpio, que en el aire se veían bien gracias a la sangre el recorrido de la herida, la cual daba a entender que tres garras habían atravesado su carne profundamente.
—¡Abigor! —grité el nombre de mi lacayo, quien al parecer, cayó inconsciente por la mortal herida, pero fue atrapado por Alouqua mientras estaba suspendido.
—Pero que duque infernal más inútil —mencionó él elevando un poco su mano ensangrentada, la cual agitó para deshacerse de los restos que se le habían pegado. En ese momento, una mueca de preocupación y odio se plantó en mí, por lo que inmediatamente observé a ese desgraciado.
—¡Maldito! —él había derribado de un solo golpe a uno de mis aliados más poderosos, y en su cara parecía verse una expresión de gozo por semejante logro, es por eso, que llamé a mi espada y lo apunté con ésta—. ¡No te permitiré hacer lo que te venga en gana, porque tu oponente soy yo! —elevé mi arma convocando una gran cantidad de rayos oscuros, con los cuales luego ataqué a mi pariente. Sin embargo, por más poderosa que resultaba mi estrategia, el maldito lo esquivó corriendo a una gran velocidad en el aire, era como si estuviera pisando sobre tierra firme por la forma en que se trasladaba, pero a pesar de que no me detenía, él respondió aun rehuyendo de mí, mandando un sin número de bolas de fuego, las cuales no iba a poder esquivar sin ayuda.
—¡Diablos! —me quejé ante la posibilidad de ser quemado vivo, pero Aini apareció de repente creando un escudo que nos protegió a duras penas a ambos—. ¿Qué haces idiota? ¡Esta es mi pelea! —le exclamé.
—¡No podrás luchar tú solo, Syrkei, así que no seas idiota! —exclamó él, no obstante, mi padre apareció delante de nosotros como si de un espectro se tratase.
—Que lamentable porque... ¡Tendrá que seguir luchando solo! —el rey de oscuridad juntó ambas manos y golpeó detrás de su cabeza a Aini, quien luego cayó a una inhumana velocidad hasta estamparse contra el suelo, dejando así un enorme hueco.
—¡Maldita sea, Aini! —fui en su ayuda aunque no debería haberle dado la espalda al enemigo. Pero por más que pensaba que me atacaría apenas lo hiciera, por algún motivo, él se quedó observando nuestro patético encuentro, pues tomé de los hombros a mi compañero caído sacándolo de entre los escombros mientras los demás se arrimaban—. Imbécil, ¿qué se supone que era lo que planeabas hacer?
—Syrkei —el tosió luego de decir mi nombre, y por su condición, podría decir que sus huesos estaban rotos por el impacto, además, parecía estar al borde de quedar inconsciente—. No puedes perder, tienes... que ganarle, solo tú podrás cumplir... lo que deseamos, incluso... estar con ella —sus ojos luchaban por mantenerse abiertos, pero al final sucumbieron ante su decadencia física, y quedó inconsciente.
Las palabras de Aini no hicieron más que simplemente motivarme, así que lo dejé en el suelo, en ese momento, la herida Ángela vino hacia nosotros.
—Syrkei, entiendo que es lo que pasa, pero sigue siendo una locura —el ángel se inclinó a mi lado.
—Cállate, mujer, no es el momento de andar dudando de las cosas —le mencioné.
—Pero... —entonces le grité.
—¡Qué te calles! —la miré con molestia, y ella lo hizo pero con angustia. Quizás entendía que la había herido con el motivo de que no se metiera en la batalla, después de todo, no era algo significativo lo que le había hecho, con los cuidados suficientes ella superaría su actual condición enseguida.
—Lo siento... por no entender —nos quedamos unos segundos en silencio, y en lo que mi padre hablaba detrás de nosotros, ella empezó a curar a mi camarada recientemente caído.
—Por lo visto, ahora tus ayudantes no podrán apoyarte de ninguna manera, y al juzgar por sus rostros, están aterrados de correr con la misma suerte —dijo en lo que le dedicaba una mirada a Kamui, y a Addu, quienes eran mis únicos aliados que quedaban enteros—. Es hora de darle fin a esta inútil revuelta.
Como si de una tormenta se tratase, él estiró su mano hacia los cielos, y en aquel momento, miles de sombras empezaron a caer sobre él comenzando a fusionarse de una manera mórbida con su cuerpo, haciendo además, sonidos muy desagradables. Su tamaño se multiplicó tanto, que el paisaje que existió alguna vez desapareció por completo, dejando entre ver ahora solo una masa asquerosamente con forma demoniaca. Al poco tiempo, no tardó en manifestarse unos inmensos ojos que parecían provenir del firmamento, aunque no era así, sino que pertenecían a aquella terrible criatura donde cuyos orígenes descendían de las más temibles pesadillas.
Esa cosa que supuestamente era mi padre, soltó un rugido que hizo temblar la tierra debajo nuestro al finalizar su mutación.
—¡Tenemos que huir, se ha convertido en la bestia! ¡No podremos derrotarlo! —anunció Addu, es por eso, que tomó de la mano a Kamui y Ángela con la intensión de llevarlos lejos de ahí.
—¡Espera, no podemos dejar a Syrkei solo, y el señor Aini aún no está del todo recuperado! —le advirtió aquel ángel tratando de oponerse a él.
—¡Eso ahora no importa, Ángela, vete con Addu y Kamui!, yo me quedaré, alguien debe detenerlo —mientras yo decía esto, Alouqua se encargó de llevarse a Abigor, mientras Aini a duras penas se ponía de pie. Pero a pesar de mi decisión, aun así aquel ángel se revelaba a Addu.
—¡No quiero! —se veía como ella forcejeaba y gritaba.
De un momento a otro, mi atención fue atrapada nuevamente por mi padre, quien dejó escapar otro enorme rugido amenazando así con empezar la batalla, lo cual significaba que debía irme ya.
—¡La dejo en tus manos Addu! —no tenía de otra, debía ponerle fin a esto, es por eso que salí volando, y mientras esto pasaba, me di cuenta de que volvía a sentir una nueva energía mezclada en el campo de batalla, aunque no tan nueva, ya que se me hacía familiar. La dichosa esencia pertenecía a un ser celestial, así que cuando miré sobre mi hombro, me di cuenta de que Addu estaba peleando contra el Ángel Miguel, lo cual me había desconcertado. ¿Qué hacía ese idiota aquí? De todas formas no podía preocuparme por el castaño que había aparecido, aun con todo necesitaba encargarme de un problema más grande, así que confié en que ese demonio podría manejarlo.
—Ha llegado tu fin —gruñó la bestia, y una gran cantidad de esencia maligna se extendió por el lugar, dando como resultado que el ambiente se volviera imposible casi respirar o moverse. Contrariamente a lo que ese idiota esperaba que hiciera, también esparcí mi energía, la cual me permitió obrar con mayor eficiencia, y entonces procedí con mi ataque. Ágilmente fui con mi espada tratando de cortar su inmundo ser, pero en su defensa salieron miles de tentáculos de su cuerpo, los cuales tuve que a la vez sacar de mi camino velozmente. Ese bastardo me estaba esquivando por completo, y no dejaba ningún punto ciego. Inesperadamente, un golpe certero cayó en mí, y aunque pude cubrirme, eso no evitó que fuera lanzado a una gran velocidad hacia la tierra.
Mi cuerpo, el cual estaba envuelto de una cortina de oscuridad absorbió el impacto, más luego, salió de entre el polvo y los escombros para así enderezarse. Por suerte no me había hecho ningún rasguño, por otro lado, era necesario tomar otra medida.
—Con esos tentáculos rodeándolo, no podré atacarlo desde ningún ángulo, entonces... —salí volando hacia él y luego de retomar mi lugar en cielo, junté mis manos formando una esfera roja en medio de éstas—. ¡Voy a atacarte desde todas las direcciones!—anuncié, a continuación una gran cantidad de ojos grises se abrieron a mis alrededores y rodearon enseguida a mi padre—. ¡Invoco a las bombas Mefistofélicas! —entonces aplasté entre mis manos la dichosa esfera y los ojos explotaron en secuencia, liberando así una gran estela de luces que hicieron gritar a ese iracundo ser—. ¿Lo hice? —me pregunté en lo que veía el paisaje nublado, pero entre las cenizas que volaban, unas palabras aterradoras llegaron a mis oídos en forma de eco: "Yo que tú, no estaría tan alegre." Definitivamente, esto empezaba a salírseme de las manos.
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