Amaba los tulipanes, deseaba con fuerza que alguien lo supiese y tuviese ese hermoso detalle para con él, pero vamos, era un hombre de más de 35 años, con un pésimo carácter y sobre todo era hombre. Nadie creería que al lobo nacido, de porte serio y tosco, le atrajeran esas cursilerías, jamás pensarían que le gustaba algo tan "femenino". 

 Se sentía avergonzado cuando pasaba por aquella hermosa floristería y más cuando era 14 de febrero y las hermosas flores se mostraban imponentes, desprendiendo ese olor tan tranquilizante, se avergonzaba de desear, de desear flores. Deseaba con fuerza poder entrar y comprar las pequeñas macetas con tulipanes, había tantos colores, pero no era lo mismo, él deseaba que alguien más se los diese, deseaba sentir esa sensación de nervios al tomar los tulipanes. 

A veces deseaba tener la inocencia de Stiles, al cual, aún se le escapaban esas pequeñas sonrisas infantiles cuando leía las perversas historias de sus héroes favoritos. Muchas veces se encontró deseando saber cómo sería si nada de esas tragedias hubiese pasado en su vida, pero eso ya no importaba, ahora era feliz, junto a su torpe hijo y a su torpe pareja.

Fue feliz hasta ese día. El día en que tuvo que despedirse de su hijo con una mirada y con un pequeño "te amo" en su mente para su hermoso pecoso.

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Stiles salió rápidamente del aeropuerto, para comprar un hermoso ramo de tulipanes para su pareja, ya que había observado la mirada llena de anhelo cada vez que pasaban por la floristería y especialmente la mirada que solía darle a los tulipanes. Iba a cruzar la calle cuando observó a Elí con un precioso traje negro, intentó bromear, pero cuando el adolescente lo abrazó con fuerza, ahogando un pequeño sollozo, supo que nada estaba bien. ........................................................

Con la mandíbula fuertemente apretaba y sus ojos a desbordar, bajó el enorme ramo de Tulipanes en la lápida de su pareja. Tomó la mano de su hijo, marchándose en el viejo Jeep.