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❈•≪19. Enfrentamientos y festejos≫•❈

Luego de una hora de viaje, Hongjoong finalmente había arribado a Incheon, acompañado de una caravana de estudiantes más que provenían de Seúl, los cánticos y las exclamaciones extasiadas por una victoria segura, se lo indicaban. Aparte de que no venía solo, Wooyoung, San y Jongho lo acompañaban. Y como el resto, vestía alguna prenda que funcionara como emblema de los Red Falcons, en su caso, en vez de comprar alguna prenda oficial en los puestos designados, llevaba la remera de entrenamiento de Mingi. Aquella que seguía sin devolver. Su nombre grabado en hilos blancos y su esencia suplantada con el perfume que le había regalado hacía semanas.

Una combinación reconfortante que le supo a calidez. En la cual podía refugiarse, tanto ahora, como cuando quisiera. Algo que le fascinaba.

Pero ese no era el punto hoy, quizás en el futuro.

Lo relevante ese día era el juego de los Red Falcons contra los Green Sirens. Y llegar al gimnasio donde se disputaba el encuentro, les tomó quince minutos en taxi y una parte de sus ahorros. Una parte considerable, en realidad. Pero eso no era lo que importaba, porque después de todo, valía la pena la inversión.

Y una vez llegaron al gimnasio universitario de Incheon, se toparon con un estallido de euforia y gritos acalorados. Propios de estudiantes entusiasmados y extasiados por lo que sería un enfrentamiento de grandes bestias. O de una de las más grandes dentro del escenario del hockey.

A la distancia y en el extremo opuesto, las banderas verdes flameaban con fervor. Demostrando la fortaleza de los Green Sirens con alaridos y silbidos distorsionados. En cambio, los Red Falcons mostraban su poder con aplausos al unísonos y cánticos desaforados. Flameando camisetas y banderas al igual que sus adversarios.

Todo un espectáculo propio de jóvenes entusiasmados. No obstante, eso abrumó un poco a Hongjoong, quien no estaba acostumbrado a encontrarse del lado opuesto al hielo. En la posición de mero espectador. Y más aún, cuando todos tuvieron que estirar sus cuellos en busca de asientos disponibles, fue en ese preciso instante que le sonó el celular.

Sorprendiéndose por quién lo contactaba, no dudó en atender.

—Tenemos asientos desocupados con nosotros por si te interesa, la ubicación es buena cuando llegas temprano.

—¿Tenemos? —no pudo evitar preguntar, confundido.

—Yeosang y yo —aclaró con el indicio audible de una sonrisa—. ¿Les interesa hacernos compañía?

—Seguro —dijo por instinto, pasando el mensaje a los demás de que lo siguieran—. ¿Qué tanto tengo que caminar?

—Sólo sigue por esa línea que nos encontraremos pronto.

Asintiendo, el omega se quitó el celular del oído y colgó. Fue así que, tras unos pasos más, unos brazos lo detuvieron por los hombros, al levantar la mirada del suelo, se encontró con Park Seonghwa, sonriéndole. Inmediatamente, su rostro imitó sus acciones y le devolvió el gesto. Sólo que más atenuado y breve.

—Ha pasado un tiempo —comenzó diciendo el alfa, sin embargo, se vio interrumpido por uno de los dos betas. El mayor.

—¿Qué hace él acá?

—Vine para apoyar a nuestra universidad, pero además de eso, para ofrecerles asientos con una buena vista a la pista —respondió con toda la calma del mundo, para acto seguido, realizar una reverencia superficial—. Sé que no actúe muy bien la última vez que nos vimos, pero me disculpo por mi comportamiento inmaduro. Espero sepas perdonar mi falta de juicio y modales.

Entrecerrando los ojos, San lo miró unos segundos antes de asentir—. Todos cometemos errores —declaró con simpatía, una expresión amable en la cara—. Mientras aprendamos de ellas, está todo bien.

—Gracias —susurró el alfa castaño, procediendo a dirigir su atención hacia Jongho—. Sé que tampoco me porté muy bien contigo y dije cosas que no me aludían...

—Sí, sí, sí, actuaste como un imbécil, pero ¿quién no? Ahora vayamos a sentarnos. Vinimos todo el viaje de pie y estoy muerto. Además, quiero comprobar qué tan buena es la vista que elegiste.

—Yeosang la eligió en realidad.

—¿Hyung está aquí? —preguntó el beta más joven, ya un poco más emocionado. Para enseguida de ello fruncir las cejas—. Él no es fanático de los Red Falcons.

—No, pero accedió a venir por mí. Es una cuestión de colegas de equipo. Sólo para mostrar respeto.

—¿Mingi asistió a juegos de ustedes? —preguntó San, totalmente incrédulo.

—En más de una ocasión, incluso si los resultados no fueron los esperados.

—Vaya —susurró Hongjoong, impresionado—. Jamás lo creería capaz de eso en el pasado.

—No importa la actitud, es el código de compañerismo en el hockey lo que está por encima. Aparte de eso, no venía a mostrar su apoyo a mí, sino al equipo. Lo que es distinto. Lo mismo sucede conmigo.

—Estás por los demás —dedujo Jongho.

—No se lo tomen a pecho —pidió con una sonrisa afable que fue imposible de resistir o de no corresponder.

Asintiendo con brevedad, todos concordaron en no replicar y continuar siguiendo al alfa castaño en silencio, hasta que la cabellera caramelo y la silueta esbelta del omega Kang Yeosang, se hizo presente entre tantas personas. Inmediatamente, el chico los recibió con una sonrisa cordial al notarlos. Pasándose a parar y dejar sus palomitas.

—Bienvenidos —les dijo con calidez, señalando los asientos vacíos a su lado—. Sabía que vendrían así que me encargué de mantenerlos así para ustedes.

—¿Cómo lo sabías? —preguntó Jongho, enarcando una ceja y procediendo a sentarse en el costado izquierdo de donde, anteriormente, Yeosang estaba.

—Son sus amigos —señaló con obviedad, apuntándolos, para pasar a detenerse en él—. Y tú eres su novio, lo menos que esperaría de los tres es que asistan de la forma que sea posible y muestren apoyo.

Directo y claro, como Yeosang tendía a ser. Nada que sorprendiera a Hongjoong. Riéndose al no saber qué responder, el patinador más bajo procedió a tomar asiento junto a Jongho. Enseguida de él, San estuvo ocupando un lugar.

—Es una buena ubicación —declaró el de cabellera azul, asintiendo complacido—. No muy lejos del vidrio protector pero tampoco muy cerca como para que la vista se estorbe con otras personas. Me gusta.

—Gracias —dijo Yeosang, sonriendo de esa manera encantadora que tenía. Encandilado, Wooyoung, que tomó asiento junto a San, no pudo evitar ser honesto y decir lo siguiente.

—Eres realmente lindo.

Sonrojándose casi al instante, el omega más alto, realizó una breve reverencia—. Muchas gracias, eres lindo también.

Y con el sonar del silbato y las voces en los altavoces, todos victorearon el nombre de su equipo en una celebración adelantada de quién sería el triunfador. Hongjoong sólo aplaudió con moderación y se llevó su bebida a la boca, nervioso. Sería su segunda vez atestiguando un juego de hockey, por lo que estaba inquieto.

De todas maneras, tenía fe de que las cosas salieran bien.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Hongjoong no sabe si había manifestado todo lo contrario al universo o qué rayos había pasado, pero desde un inicio, el juego había estado balanceado en dirección de los Green Sirens Consiguiendo robar el disco de caucho en cada ocasión, a su vez que, también lograban obtener anotaciones inmediatas. Dejando a los Red Falcons desamparados.

Pero él pronto aprendió, que eso era parte de un juego. Los desequilibrios constantes. Porque a finales de los primeros veinte minutos, los Red Falcons comenzaron a hacerse con el disco, si bien las anotaciones se veían frustradas por los enormes defensas, lograban obtener alas más cerradas y pases más completos. Todo bajo la explicación experta de Seonghwa.

En sus propias palabras, si continuaban manteniendo el ritmo en los siguientes veinte minutos después del descanso debido, podrían sacar ventaja de alguna forma u otra. Sólo tenían que ser constantes y certeros, ya que la diferencia no era de más que de cinco puntos. Una brecha que podía no ser la gran cosa, pero si no conseguían minimizarla pronto, se volvería su sentencia.

Y pese a que su competidor no fuera tan importante, este juego los haría calificar hacia Busan, donde las cosas se ponían más interesantes y sus oponentes eran reales pesos pesados.

Con esa información adquirida, Hongjoong supo que los Red Falcons tenían que aumentar su energía y jugar como siempre lo hacían: sin compasión y aberturas.

Y para cuando comenzó la segunda mitad del juego, la situación se puso tensa, de repente, los defensas de los Green Sirens comenzaron a buscar la manera de pasar a Mingi de su posición, buscando destituirlo. Viendo Hongjoong desde su lugar, como lo apretaban entre dos o lo chocaban con una rudeza que lo hacía retroceder hasta chocar con el cristal protector.

Como si fuera una batalla campal para demostrar quién era el más fuerte.

O una verdadera cacería por el oponente más fuerte en el tablero.

Hongjoong tuvo que cubrirse los ojos en más de una ocasión, conmocionado y sin palabras de la atrocidad que se encontraba viendo, demasiado violento como para que su cerebro lo digiriera con la misma normalidad que los demás o que siquiera pudiera sentir un ápice de entusiasmo cada vez que Mingi lograba escapar de las situaciones de riesgo. Porque lo suyo era más alivio que cualquier otra cosa.

El alfa se veía exhausto, sin embargo, se mantenía de pie, con el bastón en la mano firmemente y la mirada concentrada, bañada en una determinación férrea por conseguir la victoria, pese a encontrarse lejos del objetivo.

Porque al final del día, eso era lo que Mingi siempre había representado, tenacidad y valor, incluso en las adversidades más temibles, había conseguido obtener lo qué sea que deseara. Porque eso simbolizaba ser el chico de oro, porque eso representaba el Muro Escarlata para sus compañeros. Destreza y valentía cruda. Una que no había atestiguado a ningún otro jugador antes.

Y fue gracias a ese despertar de consciencia, que Hongjoong finalmente comprendió cuál era el atractivo de ver a hombres grandes y altos chocando entre sí. No era la violencia o la agresividad per se, tampoco la testosterona que emanaban como si fueran primitivos, era lo que ocultaban en el fondo: la tenacidad y el ahínco para obtener sus méritos. La sed de victoria que emanaban en sus rostros cubiertos y el trabajo que sudaban en sus manos enguantadas.

Esa clase de gloria salvaje.

Fue así que Hongjoong al fin pudo disfrutar del partido y victorear el nombre de Mingi con todas sus fuerzas, flameando orgulloso una de las mini banderas que Wooyoung había traído consigo y tenían impresas a un halcón ardiendo en fuego. El emblema del equipo.

Con cada minuto que pasaba, la tensión aumentaba con mayor potencia, llegando a un punto de no retorno. Los momentos decisivos se acercaban y los Red Falcons iban abajo por tan sólo dos puntos. El reloj seguía corriendo al igual que el disco de caucho continuaba siendo disputado entre los dos bandos.

Mordiéndose la piel del pulgar, Hongjoong ya no tuvo voz con la que pudiera alentar a los Red Falcons o a Mingi en particular, por lo que, con inquietud sus ojos lo vieron avanzar por los metros de hielo en silencio, con las tripas dadas vueltas y la cabeza en blanco, sólo para que en el momento exacto que realizaba el tiro, un sujeto saliera de la nada y lo tacleara. Los gritos eufóricos resonaron alrededor suyo, los aplausos y los silbidos fueron ecos distorsionados, mientras observaba como el juez pedía tiempo fuera y un médico ingresaba al terreno de campo.

No obstante, a su lado, los gritos extasiados no paraban y los cánticos emocionados eran como si estuvieran en repetición, no tenían un aparente final.

Sin embargo para él, en lo único que podía enfocarse, era en el hombre tirado en el suelo que seguía sin siquiera mover una pierna. La anotación que había hecho lo tenía despreocupado, no obstante, el que permaneciera allí inmóvil con varios de sus compañeros rodeándolo, lo tenía con el corazón en la garganta. Los nervios a flor de piel y la respiración atorada en los pulmones.

Aún así, hubo un momento, infantil y casi delirante, donde Mingi por fin dio una señal de que se encontraba bien al levantar el brazo y enseñar el pulgar arriba hacia la tribuna que lo ovacionaba como un campeón.

Fue entonces que el alma de Hongjoong se encontró regresando a su cuerpo y sus chacras se alinearon nuevamente como correspondía. Riéndose de la histeria, se tiró hacia atrás en la grada. Cubriéndose la cara con una de las manos.

Aquello había sido de locos, pero por suerte no había llegado más lejos, como a una lesión grave o algo parecido. Su cabeza ya había conjeturado ese tipo de escenario catastrófico, cuando el doctor se levantó y anunció al juez, aparentemente, que Mingi podía continuar.

Y de qué manera lo hizo.

Porque en el instante que pudo, tomó revancha contra el sujeto que lo había tacleado, chocando sus cuerpos con una fuerza bruta que lo hizo trastabillar y caer de culo al suelo, eso le dio ventaja a Yunho para hacerse con el disco y superar la barrera de los oponentes. Deslizándose entre ellos con agilidad. Y antes de que lo llegaran a derribar, logró realizar un pase a otro compañero. Para ese punto, Hongjoong se encontraba inquieto en su asiento, sujeto al metal con una firmeza que le había dejado marcas,

Pero nada de eso importó cuando sólo quedaban cinco minutos para que el partido concluyera, porque de repente, una de sus manos fue tomada y con una brusquedad no muy agradable, lo levantaron de su asiento de golpe, la tribuna a su alrededor explotó en un serie ininteligibles de alaridos y celebraciones, mientras que los adversarios se sumían en una decepción mutua que hacía eco por todo el recinto.

Sin entender muy bien qué pasaba, Hongjoong se volteó hacia Wooyoung sólo para recibir un abrazo constrictor de éste. Quién no sólo se limitó a eso, sino que lo sacudió de un lado al otro, genuinamente contento, a su vez que, sus feromonas le llegaban a la nariz. Suavizadas en una felicidad incomprendida.

No fue hasta que lo soltaron y vio a su alrededor, que lo comprendió: los Red Falcons habían ganado.

La diferencia había sido mínima pero consiguieron la victoria y el pase directo a Busan.

Sintiendo como la euforia comenzaba a burbujear en él, no se contuvo de abrazar a Jongho o San, mucho menos de compartir un apretón amistoso con Seonghwa. La sonrisa imborrable en su cara. Fue alucinante.

En un principio él no supo qué esperar y ahora que había vivido la experiencia entendía un poco más de ese mundo, de la adrenalina y los nervios. De la pasión que sacudía fibras y se esparcía como una epidemia.

Lo entendía todo y lo hallaba emocionante, francamente aterrador pero increíble.

—Allí viene tu alfa —susurró Yeosang cerca de su oreja, separándose unos centímetros.

Confundido, el rubio miró por encima de su hombro, sólo para encontrarse que, en efecto, Mingi patinaba hacia donde estaban ellos. No llevaba el casco ni los guantes, tampoco sostenía el bastón. Emocionado, la sonrisa en su cara se extendió.

—Deberías ir a felicitarlo —aconsejó el patinador más alto, soltándolo por completo.

—¿Puedo hacer eso? —preguntó en la ingenuidad de su desconocimiento.

—¿No eres su novio? —replicó Yeosang con una sonrisa torcida.

Encontrando la repregunta como un estimulante lo suficientemente viable, Hongjoong no perdió el tiempo en dar explicaciones y se puso de pie, para acto seguido, caminar todo el trayecto hacia la barra de ingreso más próxima y así, poder rodear el cuello de Mingi con sus brazos en el segundo que la distancia se hizo inexistente y la muralla de cuerpos desaparecieron.

Riéndose contra su oído, el alfa se alejó para verlo con propiedad—. Creí que no te gustaba el hockey.

—Puede que ahora lo haga un poco más —murmuró con una sonrisa cómplice—. ¡Felicidades! —agregó con mayor énfasis en la voz, una cadencia dulce y palabras honestas—. Ese es mi alfa. Yo sabía que podrías, ¿o acaso no te lo dije?

—¿Tu alfa, eh? —murmuró con una sonrisa de lado, lobuna.

—Sí —replicó con timidez, desviando la mirada unos segundos—. Seonghwa me dijo que su siguiente juego es en Busan. Sé que lo harán excelente.

—¿Cambiando de tema? —preguntó a centímetros de su rostro, con un dejo coqueto en la voz—-. Eres mi amuleto de la buena suerte, mientras asistas, seguro que lo haré bien.

—¿Bien? —cuestionó con una ceja en alto—. Jugaste de maravillas, Min. En serio me impresionaste. Me asustaste cerca del final, no voy a mentir, pero verte jugar fue realmente emocionante.

—¿Fue así? —preguntó con coquetería, acercándose hasta que sus pechos se encontraron. Nervioso, Hongjoong echó la cabeza hacia atrás en el instante que Mingi avanzó más. Las personas todavía continuaban a su alrededor, viéndolos con curiosidad—. ¿Qué sucede? —preguntó—. ¿Estás poniéndote tímido de repente?

—Actúe sin pensar —murmuró con un encogimiento de hombros. Sin embargo, no se apartó.

Riendo, el moreno se pegó más cerca de su mejilla, comenzando a frotarla con suavidad. Pero el gesto no duró demasiado, sólo unos segundos, los suficientes como para reconfortarlo. Complacido con la acción, el alfa se hizo para atrás. Brindándole espacio. Aquel que necesitaba.

Agradecido con ello, el omega le dio un beso fugaz en la nariz antes de que la distancia se volviera extensa y sus cuerpos se despejaran del otro por completo.

—Con el equipo tendremos una barbacoa, dile a los chicos del lugar y encontrémonos allí. ¿De acuerdo?

—De acuerdo, ¿incluso...?

—Sí, diles a Yeosang y a Seonghwa que están invitados también.

Sonriendo en grande, el omega no perdió tiempo y se despidió del pelinegro con mechas desgastadas, con la mano. Sacudiéndola de forma eufórica.

Había sido una buena jornada.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Llegar al restaurante no les tomó más que veinte minutos a pie, era un lugar grande y de llamativos colores rojos. Candelabros en el techo con forma de espiral y plantas artificiales en los rincones que le daban una apariencia más tradicional, pese a lo moderno de las instalaciones y la decoración. Era agradable a simple vista.

Hallar a Mingi en ese mar de gente y festejos acalorados, fue un poco complejo, pero tan prono lo notó, el primer instinto de Hongjoong fue levantar el brazo y sacudirlo en el aire. Acción que pasó desapercibida al defensa estar conversando con Yunho y otro jugador más bajo que ellos. Frustrado, sus labios se fruncieron en un mohín que, inmediatamente, tuvo rodando los ojos de su mejor amigo. Y así de fácil y con una confianza que aplastaba otras, Wooyoung lo tomó por la muñeca y lo arrastró en dirección de aquella mesa a medio ocupar.

Casi al instante, sus palpitaciones ensordecieron sus oídos y lo llenaron de nerviosismo, no obstante, la sujeción firme en su muñeca fue como un resguardo de sus inquietudes latentes y sinsentido.

—¡Hola! —pronunció Wooyoung con alegría, sonriéndole a los presentes con esa dulzura y carisma que portaba de maravillas—. ¿Podemos sentarnos con ustedes?

Riéndose de su teatralidad, Yunho asintió, haciendo un ademán con la mano a los espacios vacíos—. Por supuesto —dijo con una sonrisa encantadora—. Tomen el lugar que más les guste.

Asintiendo lentamente, todos comenzaron a ocupar los lugares disponibles, quedando Hongjoong al frente de Mingi, quien se notaba un poco decepcionado. Sin embargo, en el instante que sus miradas se cruzaron, el alfa le sonrió de manera genuina. Cubriéndose los labios con una mano, el omega intentó ocultar su felicidad, pese a ello, fue notoria para todos allí. No sólo por su actitud burbujeante, sino que también por sus feromonas. Las cuales habían consumido el perfume por completo.

Y de esa manera se la pasaron en el restaurante, entre risas y ánimos elevados. Bebidas que corrieron por parte del entrenador y cánticos que resonaron de vez en cuando. Llevando la celebración a un nivel distinto de éxtasis puro.

Cerca de medianoche, la mitad del equipo ya había perdido su energía y se encontraban gravitando somnolientos en las mesas, mientras que la otra mitad, seguía disfrutando de las sobras. Como si fuera la última cena de los grandes campeones.

Hongjoong por su lado, se hallaba algo achispado, recargado en el hombro de Yeosang sin darse cuenta, somnoliento y fatigado. Había sido un viaje largo y duro, mayormente porque lo transitaron en pie. Y en ese estado, él era un poco más abierto, incluso con personas con las que apenas tenía una relación lo suficientemente cercana como era el caso de ellos dos. Porque llevarse bien, se llevaban.

—No me tomes fotos —se quejó el omega rubio cuando su mejor amigo sacó el celular y lo apuntó en su dirección.

—Oh vamos, será un recuerdo divertido de nuestros años universitarios. ¿Qué le mostrarás a tus cachorros si no es por mí, que te filmo o te tomo fotos?

—No podemos tener cachorros, Wooyoung, somos hombres.

—Siempre se puede adoptar —intervino Mingi con casualidad, llevándose un trozo de carne a la boca. Su acotación sumió a todos en un silencio momentáneo. La indirecta grabada a fuego en sus palabras monótonas y en su mirada desviada.

Con el corazón en la garganta, Hongjoong no pudo decir nada. Demasiado intoxicado por el alcohol como para argumentar algo coherente sin herir los sentimientos del alfa. De su alfa. Porque, ¿qué mierda, quería tener cachorros con él? Más importante que eso, ¿quería esa clase de futuro con él?

La sola idea lo tuvo inyectado en un golpe de adrenalina. No obstante, Wooyoung fue lo bastante rápido como para que el silencio no se tornara denso.

—A eso es a lo qué me refería —declaró el omega de cabellera violeta, jugueteando con sus palillos—. De una forma u otra seguirían siendo tus cachorros, Hongjoong. Tienen que atestiguar de algún modo tus tonterías de la universidad.

—Ya me quedó claro, quieres avergonzarme en el futuro. Ahora cállate.

Y de esa manera las risas continuaron con normalidad, una hora después o dos, nadie en esa mesa estaba seguro, comenzaron a recoger sus cosas a tropezones. Y de forma totalmente intencionada, Hongjoong terminó chocando con Mingi que estaba concentrado respondiendo un mensaje. Levantando la vista, el moreno le sonrió en grande. Pasando a dejar su móvil a un lado para rodearle los hombros con uno de los brazos, el derecho. Pegándolo así, más cerca de su cuerpo.

—¿Quién es esta lindura de aquí, eh?

Riendo, el rubio quiso alejarlo, fallando torpemente—. En serio coqueteas fatal, Min.

Acercándose a su oreja, el alfa tironeó de ella con sus dientes, para no mucho después, susurrarle palabras indecorosas al oído, haciéndolo temblar—. Aún así te tengo presentándote para mí las veces que yo quiera.

—Ya te lo dije —murmuró como si no se hubiera visto afectado en lo más mínimo—, tu atractivo lo compensa.

—Eso y que te gusto mucho.

—Tampoco te la creas tanto sólo porque somos novios.

—Deberían dejar su rito de apareamiento para otro día y empezar a tomar distancia un segundo, estamos organizando cómo volver a Seúl por aquí, por si no se habían enterado todavía.

Avergonzado y con las mejillas coloradas, Hongjoong puso las dos manos en el pecho de Mingi y tomó distancia de él, fue finita, pero aún así contó como algo. Lo ideal como para darle una mirada crítica a Jongho, de quien menos esperaría un comentario como ese, pero al final éste había sido el ejecutor.

—Sólo tomemos un tren —sentenció el omega con despreocupación, apoyando la cabeza en el alfa.

—¿Quieres que nos asalten? —cuestionó Wooyoung con las cejas enarcadas. Cerrando los ojos, Hongjoong suspiró del gusto ante las feromonas de Mingi.

—Iremos acompañados de tres alfas y dos betas, además, uno de ellos sabe artes marciales. ¿Qué te preocupa?

—Mi integridad física, por supuesto.

—No seas exagerado, todavía es temprano para que algo como eso nos pase.

—¿Te han asaltado antes? —preguntó Mingi con asombro.

—No todos tenemos un auto de lujo en el que movernos, cariño.

—Podrías sólo haber dicho que sí.

Encogiéndose de hombros, el omega sonrió—. Tengo mis modos. Acostúmbrate.

Y tras tener una charla rápida con su entrenador, Mingi le explicó la situación en la que estaban varados, recibiendo así, el consenso del hombre de regresarse en tren por su cuenta. Lo que costó un poco de esfuerzo, en realidad.

Después de todo, aunque quisieran, no cabrían en el autobús del equipo. Por lo que esa opción fue descartada desde un principio.

Fue así que alrededor de las dos de la madrugada, o un poco más cerca de las tres, que el grupo de ocho universitarios acabaron sentados a la espera de que el tren rumbo a Seúl pasara de una vez.

En un inicio se les hizo fácil, bañados en esa energía juvenil y en esa riqueza de vencedores, el tiempo les pareció correr con la misma urgencia que la euforia aún transitaba sus venas. Pero a medida que su energía disminuía como el sol ascendía por el horizonte, cubriéndolo de una claridad parcial, se dieron cuenta que las agujas se movían con una normalidad casi absurda.

De esa manera, los cantos aleatorios se detuvieron, las voces a coro fueron un eco en el subterráneo y las risas se perdieron en la solidez de la paredes gruesas. En ese punto de monotonía absoluta, el tren finalmente se presentó como la mujer en la ventanilla les dijo. Seis en punto.

Fatigados y con el cuerpo pesado, no perdieron el tiempo a la hora de ocupar una fila de asientos, dejándose caer con un cansancio notorio. Abstraídos en el mismo, no le dieron importancia a nada más. Sólo llegar a su destinos de una vez y derrumbarse en la suavidad de sus camas.

Y el viaje no terminó en el tren, una vez arribaron a la estación principal de Seúl, tuvieron que tomar dos taxis hacia la universidad. Ninguno tenía las fuerzas suficientes como para realizar un recorrido de casi cuatro horas, por lo que desistieron de inmediato y sólo acordaron gastar sus últimas monedas en un transporte rápido y efectivo.

Para cuando llegaron al campus, el cielo se encontraba despejado, las nubes apenas eran un rastro brumoso de su esencia original y su alrededor empezaba a despertar lentamente, con algunos estudiantes arrastrando sus presencias por el recinto con ojos pesados y miradas cargadas de una extenuación que cruzaba límites de comprensión. Tan similares a ellos que repelía. Y mientras más se adentraban en ese mundo, más comenzaban a separarse sus caminos.

Y Hongjoong que iba cargado en la espalda de Mingi, puesto a que se cansó de caminar y sus miembros terminaron cediendo, adoloridos, se halló realizando la siguiente pregunta:

—¿Puedo quedarme contigo?

Mirando por encima de su hombro, el alfa asintió antes de volver la vista al frente—. Seguro. No tengo problemas.

—Gracias —murmuró antes de cerrar los ojos de nuevo.

—Tiene su encanto cuando lo miras de cerca —oyó comentar a San, hacía tiempo habían dejado a Jongho en su edificio, al igual que Yeosang y Seonghwa habían dividido caminos.

—En ese caso, no lo mires demasiado —bromeó Mingi, haciendo a ambos reír—. No queremos que Wooyoung se convierta en tu sombra.

—Tampoco queremos alterar tus nervios —empujó el beta mayor con diversión, un ápice de burla en sus palabras distorsionadas por el sueño.

—No soy esa clase de alfa.

Lo último que escuchó Hongjoong antes de volver a abrir los ojos un rato después, fue la risa de San, escandalosa y burlesca como raras veces era, pero con el escenario que se encontró por delante, era ya la habitación del moreno. Sus brazos ya no le rodeaban el cuello y sus muslos ya no eran sostenidos con firmeza, ahora se hallaba en la suavidad de una cama, sentado y a medio irse para delante mientras que unas manos lo retenían por los hombros.

Confundido, parpadeó un par de veces antes de entender qué pasaba: se había dormido a mitad de la conversación; y ahora estaba en el cuarto de Mingi. Restregándose los ojos con el dorso de la mano, Hongjoong espabiló superficialmente. Lo necesario como para que su sistema se pusiera a funcionar con coherencia.

—¿Por qué todavía no estamos durmiendo? —preguntó con un tono arrastrado, viendo al moreno separarse y proceder a hurgar en el interior de una bolsa.

—Yo pretendía ponerte bajo las sábanas, pero despertaste.

Procesando sus palabras, el omega ladeó la cabeza—. ¿Qué hay de ti?

—Iba a retocar mis mechas. No tengo sueño, aún sigo con la adrenalina del juego.

Asintiendo en comprensión, lo miró unos segundos—. ¿Siempre es así?

—Incluso cuando pierdo, sí. Tiendo a quedarme despierto unas horas sobre pensando las cosas y digiriendo la situación, sea una victoria o una derrota.

—Deberías empezar a cambiar de hábitos.

—¿Uno a uno, no crees?

Sonriendo con afabilidad, Hongjoong estiró los brazos en una petición silenciosa por un abrazo, y cuando Mingi lo complació, le besó la mejilla de forma sonora.

—Estoy contento de que hayas dejado de fumar. Iba siendo hora.

—Tú y Jongho tienen mucho en común —murmuró el contrario, riendo de forma breve—. ¿Quieres ayudarme o estás demasiado cansado?

—Sería un trabajo más prolijo si te doy una mano —comentó de forma lógica, poniéndose de pie con ayuda—. Así que tratemos el problema juntos.

Con esas palabras dichas, los dos terminaron encerrados en el baño del moreno. Instrumentos en mano y químicos preparados, se pusieron en marcha. Teniendo experiencia con su propio pelo, Hongjoong no necesitó de que Mingi lo guiara, a su vez que, éste se mantuvo en silencio la mayoría del proceso. De vez en cuando tarareaba una melodía rasposa que hacía resaltar la cualidad de barítono de su voz. Lo que era agradable al oído.

Para cuando terminó de aplicar el matizador en el pelo ajeno y de secarlo, una vez se lo enjuagó, ambos estuvieron de regreso en la habitación. Muy para su sorpresa, Mingi lo tomó de la cintura y lo empujó hacia la cama, subiéndose encima unos segundos después.

—Gracias por ayudarme —le dijo con una sonrisa de lado, viendo como su cabellera húmeda goteaba sobre su rostro.

—De nada, ahora hazme el favor de apartarte. Me estás mojando.

—¿No siempre hago que estés mojado para mí?

Riéndose, el rubio le colocó una mano en el rostro al pelinegro y lo apartó unos centímetros—. Eso fue ridículo. No estarías logrando seducirme.

—¿Quién dijo que quiero seducirte? —preguntó el defensa con diversión, inclinándose hacia su cuello—. Sólo estaba diciendo un hecho. Es todo.

—Ya sécate ese pelo y vamos a dormir, mañana podemos tener una sesión si todavía estás de ánimos.

Tirando una toalla sobre su cara, el moreno se alejó de su rostro y le sonrió victorioso—. Hazme el favor de secarme el pelo tú, gracias.

Rodando los ojos, Hongjoong obedeció, sólo porque realmente tenía sueño y quería irse a dormir de una vez, y para cuando terminó, recibió un beso en la nariz que le supo dulce. Riéndose de forma tonta, abrazó a Mingi por el cuello y lo arrastró hacia arriba hasta que los brazos de éste le rodearon la cintura.

De esa manera es que terminaron durmiéndose. Enredados en los brazos del otro y refugiados en la calidez de sus cuerpos.



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