❈•≪18. Encuentros y arreglos≫•❈
Como Mingi prometió, aprovechó los frascos con esencia a jazmín a la perfección, ya que, si no colocaba un poco de la fragancia en sus almohadas, las echaba en el interior de su auto. Cambiando el aromatizante a pino que utilizaba con anterioridad. Detalle que no pasó desapercibido por sus amigos.
—¿Hongjoong estuvo en tu auto recientemente? —preguntó Jongho un día a finales de primavera. Su pequeña nariz moviéndose con curiosidad.
—No —respondió él, sin entender el motivo de la intriga ajena.
—Huele como si lo hubiera estado —aclaro San, un poco más directo. Recostado en el asiento trasero con el celular en las manos y la cabeza gacha, tecleando sin parar. Literalmente, desde que se había subido, no dejó el móvil.
—¡Oh! —exclamó con comprensión, deteniéndose enfrente del gimnasio—. Son esencias de ambiente, me regaló una caja entera con ocho unidades. Desde entonces las he estado utilizando con frecuencia cuando no nos vemos.
—Pero, ¿no comparten clases? —comentó el distraído del beta más joven.
—Fuera de ellas, me refiero, Jongho. No nos vemos todos los días.
—Ah, entiendo.
San rió, levantando la mirada—. Es porque todavía no conecta con Yunho que no comprende bien de qué hablas.
—No soy estúpido, simplemente quería que fuera específico, es todo.
—Seguro —susurró el mayor y de cabellera azul, aún riéndose.
—Hablando de Yunho, ¿qué tal te parece hasta ahora? —preguntó Mingi con curiosidad, sacándose el cinturón de seguridad—. Sé que han tenido más citas. Déjame decirte que es de lo único que habla en los entrenamientos.
—No son citas, son salidas —corrigió el menor con las orejas enrojecidas—. Además, es un poco más callado de lo que parece en grupo, pero no es mal sujeto. Tiene bastante carisma. Un humor forzado pero nada grave.
—Salidas, citas, encuentros —murmuró San con un ademán despreocupado—. Son las misma cosa, por si no sabías. No te quieras hacer el tonto.
—No me hago el tonto, es la verdad. Hasta ahora sólo hemos ido varias veces al cine y a comer... Cállate —le advirtió el pelinegro en cuanto lo vio separar los labios, dispuesto a contradecirlo—. Ya entendí el punto.
Riéndose, Mingi sólo levantó las manos y pasó a recoger su mochila—. Tranquilo, no pensaba decir nada —replicó, aunque todos allí supieran que era mentira—. Por cierto, ¿cómo vas llevando el tema?
—Internet es un mundo curioso —comentó una vez salieron del auto—. Tiene bastante información y blogs a los que acceder, por lo que nunca te quedas corto de nada. Pero hay tanto contenido relacionado al masoquismo, que mi cabeza se siente un poco mareada, digiriendo el concepto, ¿sabes?
—¿Todavía no lo superas? —cuestionó San a la derecha de Jongho.
—No se trata de superarlo, es más sobre la intriga y el desconocimiento, ¿sabes? —murmuró con la cabeza ladeada, pensativo—. Sólo tengo que llegar a una definición concreta, es todo.
—Puedes recurrir a Hongjoong sobre las dudas que tengas —aconsejó el beta mayor—. Después de todo, él fue bastante coherente aquella vez en el dormitorio de Mingi. Desde entonces, no tengo preguntas rondando mi cabeza. Además, me quedó claro que es un tema privado.
—No lo estoy juzgando, sólo es curiosidad, ¿entiendes? No es como si me deba una explicación de algo.
—¿Qué, estás interesado en probarlo? —preguntó el moreno, divertido. Sin embargo, la expresión plana de Jongho le dijo bastante más de lo que esperaba—. ¿Quieres probarlo?
—No, por supuesto que no —respondió el más joven, sacudiendo las manos e ingresando al edificio—. He visto vídeos y me dio escalofríos, al contrario de provocarme una erección. Es como querer desenredar una bola de hilos, es todo. Ya déjense de tonterías.
—Nadie te juzgaría —canturreó San, sólo para recibir un amago de golpe.
—Me gusta vainilla, ya no molesten —declaró de forma tajante, zanjando el tema de su curiosidad distorsionada por el mundo del masoquismo. Porque su pequeño amigo era así, tendía a fijarse en demasía en algunos asuntos hasta que finalmente los soltaba o quedaba conforme—. ¿Qué hay de ti? —preguntó hacia el defensa, haciéndolo espabilar—. ¿Cómo van las cosas entre tú y Hongjoong?
—Bien —empezó diciendo—, podría pedirle ser mi novio en cualquier momento, ¿saben? —murmuró evaluativo—. Llevamos un rato cortejando al otro y se siente correcto. No lo sé. Es sólo una idea que viene a mi cabeza de vez en cuando.
—Realmente estás enamorado —destacó San con una sonrisa amistosa—. Es agradable verte así, y más aún que dejaras esa actitud de niño malcriado. Eras un lastre a veces.
—No te olvides de necio —agregó Jongho, levantando un dedo en alto. Haciéndole rodar los ojos.
—¿Podemos olvidar que esa etapa de mi vida existió? —preguntó luego de pasarse una mano por el rostro—. Sé que fui un imbécil, pero Dios, déjenme respirar. Todavía intento de hacer las pases con esa faceta de mi pasado no tan viejo. Lo que es peor. Sólo aumenta la culpa.
—No tienes que olvidarlo —le indicó Jongho una vez abrieron las grandes puertas que daban a la pista de hockey—. Sólo tienes que aprender de él y no cometer los mismos errores. Ahora sería buen momento, por ejemplo.
Mingi se encontró dispuesto a preguntar a qué se refería con eso último, hasta que un aroma fresco le llegó a la nariz y supo inmediatamente de quién se trató: Park Seonghwa. Buscándolo con la mirada, lo encontró a unos metros, sentado en la banca opuesta donde Hongjoong había dejado sus cosas. Se hallaba al lado de un bolso gris con rayas rojas. Que de inmediato, Jongho supo reconocer.
—Es de Yeosang —murmuró más para sí, igualmente fue audible para ellos—. Ya saben, el chico de la marca de nacimiento en la cara.
Asintiendo en comprensión, Mingi volvió su mirada al alfa—. Así que volvió a su horario original de práctica. Según me contó Hongjoong, lo había cambiado hacía unas semanas.
—Eso significa que lo qué sea que lo incomodaba, fue solucionado. No sabía que se tratara con Park —comentó San, intrigado.
—Ahora lo sabes —comentó él, para luego suspirar con profundidad—. Ahora vuelvo —avisó, para antes de avanzar, detenerse y girarse a verlos. Apuntándolos con un dedo—. No molesten a Hongjoong en su calentamiento. Incluso si todavía no llega su entrenador, no lo distraigan con sus payasadas.
—Eres más distracción tú que nosotros, no digas tonterías —exclamó San, apartándolo con las manos—. Vete de una vez. Ya, fuera, fuera.
Rodando los ojos, Mingi finalmente marchó en dirección del castaño, quien no tardó en notarlo. Sus feromonas intensas, llegando antes que él. Y al mirarlo, la expresión de Seonghwa se tornó confusa, defensiva incluso, como si él fuera en una postura de pelea.
Suspirando con fuerza, se contuvo de maldecir y voltearse, dando esos últimos pasos finales con una determinación endeble pero perceptible.
—¿Tienes tiempo? —fue la primera cosa que le preguntó cuando acabó su camino y se detuvo a diez pasos del otro alfa, lo suficientemente cerca para que lo escuchara y a su vez, no fuera invasivo—. Me gustaría hablar contigo de algunas cosas.
—No sé de qué cosas tenemos que hablar tú y yo. A este punto nada nos conecta.
—No seas así, por favor —pidió con un tono lo más cercano a afable posible—. Creo que nos vendría bien limar algunas asperezas.
—¿Sabes? —murmuró el castaño, levantándose—. Nunca creí que serías el primero en acercarse al otro de los dos. Siempre te pensé menos maduro que esto.
—Bueno, alguno de los dos tenía que dar el primer paso, supongo —replicó con un encogimiento, viéndolo directo a los ojos—. Además, ¿no crees que ya es tiempo?
—Pienso que eres el indicado para decidir eso, así que dime, ¿es tiempo? —preguntó con la cabeza ladeada, la curiosidad saliendo a flote en sus feromonas de sándalo.
—Lo siento, ¿de acuerdo? —susurró con una mano en el cuello, evitando la mirada cerrada del mayor—. Sé que fui un idiota contigo y que muchas de las cosas que dije, fueron una verdadera estupidez, pero sólo estaba celoso. No es una excusa, antes de que lo malentiendas, sólo mi realidad. Sé que en un principio nunca debí actuar de esa manera, ni contigo ni con Hongjoong sobre todo.
—¿Estuviste reflexionando un poco estas semanas?
Mingi asintió—. Me apeteció ver la vida desde otra perspectiva, supongo. Y eso te incluye, sé que te hice daño de alguna forma o de otra.
—Es digno que lo reconozcas —señaló Seonghwa con un tono serio que no dejaba mucho a las conjeturas—. Pero eso no significa que nos volveremos mejores amigos, ¿sabes?
—Y no es lo que pretendo —confirmó él, levantando la cabeza y enfrentándolo—. Mis mejores amigos son dos, incluso tres te diría en este punto de mi vida e incluyendo a Yunho, pero no tengo intenciones de mantener una relación más allá de lo cordial contigo. Si un día eso cambia, bueno, que así sea. Pero si no sucede nunca, está bien para mí. Después de todo, una vez terminemos la universidad, es probable que no nos volvamos a ver.
—Sólo quedaríamos como un recuerdo en la vida del otro —destacó el alfa mayor con afabilidad—. No suena como un mal final para nosotros, teniendo en cuenta nuestros años de rivalidad.
—Entonces, ¿aceptas conciliarte conmigo?
Encogiéndose de hombros, Seonghwa le mostró un asomo de sonrisa—. ¿Por qué no? —murmuró—. Es lo mejor, ambos somos adultos, jóvenes, pero adultos al final del día. Es la decisión más sensata a tomar.
—Pero que quede claro que no voy a dejar de intentar hacerte polvo en el hielo.
Riéndose de forma breve, el alfa asintió—. No esperaría menos del Muro Escarlata —dijo con certeza, procediendo a estirar la mano—. Sólo para consolidar nuestras palabras. Nos como que vaya a hacernos daños estrechar las manos por una vez.
—Lo dudo mucho —concordó, aceptando el apretón con facilidad—. Suerte con Yeosang.
—Suerte en tu juego del viernes. Los muchachos de Incheon no serán los más destacados en la categoría, pero tienen un espíritu guerrero impresionante.
—Lo sé —replicó al soltarse, sonriendo con fugacidad—. Gracias.
Y una vez dicho eso, compartieron un asentimiento al unísono y dividieron caminos. Al girarse, Mingi se pudo dar cuenta que Hongjoong se encontraba con sus amigos cerca de la barra de ingreso, por la forma en la que mordía la piel de su pulgar, podía decir que se hallaba nervioso por algo. A su vez que, la mirada de San era un enorme te lo dije, que le supo amargo en la boca.
No le gustaba cuando sus amigos tenían razón en algo, le sentaba fatal, pero eso sólo tenía que ver con su terquedad absurda. Algo en lo que, lentamente, comenzaba a trabajar.
—Hey, Min, ¿pasó algo con Seonghwa?
Y fue gracias a esa pregunta, que el moreno comprendió la razón de su inquietud. Temía que hubieran discutido de nuevo por alguna tonta razón. Sonriendo con afecto, él se acerco hasta el más bajo y lo tomó por las mejillas, plantando un beso en su frente.
—Absolutamente nada.
—¿Pero yo los vi..., hablando? —murmuró desconcertado—. Ustedes estaban hablando —repitió, sólo que esta vez con incredulidad, procediendo a taparse la boca con una mano—. Santo cielos, hablaste con él. No puedo creerlo.
—Yo tampoco, para ser honesto —replicó entre risas, soltándolo—. Pero pienso que estuvo bien, se merecía algún tipo de disculpa, aún si no fue la mejor. Fui un imbécil con él.
—Es bueno que sepas reconocer tus errores, estoy orgulloso de ti.
Y Mingi jamás se creyó que la aprobación de Hongjoong le pesaría tanto, pero lo hizo, significó una galaxia entera para su corazón y eso lo tuvo sonriendo. Satisfecho con lo que había conseguido.
—Gracias —susurró con una sinceridad genuina—. ¿Por qué estás calentando por tu cuenta?
—El entrenador se atrasó en el tráfico.
Comprendiendo, el alfa asintió cortamente—. Entonces, ¿por qué no te luces un poco y haces uno de esos saltos excéntricos para nosotros?
—¿Cómo cual? —preguntó con una ceja enarcada y una sonrisa ladeada, burlona, a sabiendas de su escaso conocimiento en los nombres de los trucos. Pero las siguientes dos palabras que salieron de su boca borraron la sonrisa del omega.
—Cuádruple Axel.
—¿Quieres que me lesione antes del campeonato universitario? —preguntó con las cejas fruncidas—. No voy a...
—Sé que puedes hacerlo —interrumpió de inmediato, tomándolo de las manos—. Sé que es un truco complejo, pero ya lo conseguiste una vez. Te vi hacerlo.
—¿Cómo sabes que es difícil? Aún más, ¿cómo conoces el truco?
—Naver —respondió con sencillez, para acto seguido reírse—. Salgo con un patinador, debo informarme sobre las cosas maravillosas que hace en el hielo. Aparte de eso, siempre discutes con tu entrenador por esa técnica en particular. Diciendo que no es necesario incluirla en tu pieza musical, pero aún así está en ella.
—¿Qué clase de oídos tienes para saber eso? —masculló en un resoplido, falsamente molesto—. Para que sepas, si me lesiono y no participo del campeonato universitario, es tu culpa. La única vez que lo logré fue casualidad, para que te enteres.
—Técnicamente...
Colocando una mano sobre la boca de San, Mingi sonrió en grande—. Yo sé que puedes. Quizás no a la primera pero tal vez a la segunda. Sólo prueba. Recuerda siempre caer sobre tu trasero.
—Lo qué sea.
Y con una sacudida de manos desinteresada, Hongjoong se deslizó hacia atrás en sus patines a modo de calentamiento. Parado allí, lo vio dar tres vueltas a la pista, evitando la figura de Yeosang y su entrenador con agilidad. Para la cuarta vuelta, lo observó detenerse en un intento vago de salto, quedándose únicamente como un simple loop a medias.
Soltando el aire que había estado conteniendo, lo miró volver a intentarlo. Sin embargo, en la segunda ocasión, si bien tuvo la elevación correcta, apenas llegó a conseguir dos vueltas y media. Eso no lo detuvo de un tercer intento, lo supo por la determinación en su mirada. Ya no era algo que quería demostrar, sino que era un mérito que quería lograr para sí mismo.
Y en el momento determinante que su pie perdió contacto con el hielo y se elevó por encima de éste, la respiración de Mingi quedó atrapada en sus pulmones. El tiempo se suspendió en un silencio mutuo y todos se congelaron en la expectativa, observando con una atención detallada como el cuerpo de Hongjoong giraba una, dos tres veces y media y cuando pareció perder impulso, fue como si se tratara de una ilusión óptica, porque aterrizó en el hielo con el pie contrario al que se había impulsado luego de haber dado cuatro vueltas y media. Los brazos a los lados para un mejor balance y los cabellos pegados parcialmente a su frente.
Impresionado nuevamente, el defensa de los Red Falcons le aplaudió con entusiasmo al igual que lo hicieron sus amigos, pero la magia no se contuvo allí, sino que traspasó a quienes estaban en la punta opuesta y con toda la educación del mundo, mostraron su respeto aplaudiendo también. Realizando unas breves reverencias, lo qué sea que fuera a decir Hongjoong, se vio interrumpido por su entrenador, que aplaudió de forma pausada. Haciendo acto de presencia.
—La caída no fue perfecta y te podrían descontar puntos por eso, pero lo hiciste excelente a mí parecer, buen trabajo, Hongjoong.
Colocando las manos a los lados de su piernas, el aludido realizó una amplia reverencia—. Muchas gracias, entrenador.
—Veamos si lo puedes sumar a la rutina ahora que tienes la motivación correcta, ¿de acuerdo?
—Sí, señor.
Girándose a mirarlo un momento, Hongjoong le guiñó un ojo antes de perseguir a su entrenador hacia su puesto de siempre, escuchándolos hablar sobre qué ejercicios había realizado ya. Sonriendo en grande, dejó su mochila a un costado y tomó asiento en la grada.
Eso había sido espectacular.
—Tu novio realmente es impresionante —comentó San, sentándose a su lado y palmeando su espalda con suavidad.
Mingi se encontró a punto de corregirlo, sin embargo, cruzó miradas con Jongho y tras pensarlo bien, sólo asintió, el pecho inflado en un orgullo tan grande como una montaña. Porque Hongjoong era de otra clase.
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—¿Cómo te sientes para el enfrentamiento de esta semana?
Luego de haber dejado a sus amigos en sus destinos correspondientes, Mingi se encontró llevando a Hongjoong a su dormitorio. Todo con la idea de tener un poco de tiempo de calidad extra. Ya que en estos días, fuera de clases, no se habían podido ver mucho. A diferencia de en primavera, ahora que se hallaban en otoño, sus horarios de prácticas no coincidían con la misma frecuencia. Por no decir que rara vez lo hacían.
Era una verdadera lástima, porque a él de en serio le gustaba ver a Hongjoong ensayar su pieza musical, pero su entrenador había decidido modificar toda la plantilla del equipo, incluyendo el horario, por lo que ya no concordaban como antes.
—Bueno, para ser completamente sincero y no sonar arrogante, bastante confiado. El equipo de Incheon no es conocido por ser uno de los mejores dentro de la liga universitaria, así que no es algo por lo qué preocuparse.
—¿Pero? —cuestionó el omega a su derecha, curioso.
—Pero tampoco hay que negar que los Green Sirens no tengan unos buenos defensas, la mayorías son altos y grandes, carecen de técnica o reflejos, pero esa sigue siendo una ventaja a su favor.
—Pero tú eres alto —murmuró el rubio, por el rabillo del ojo, lo vio ladear la cabeza tan pronto se subieron al ascensor.
—Sí, junto con Yunho, pero eso no quita el hecho que el resto no pasa de los ciento setenta centímetros. La medida justa para ser más altos que tú pero no que ellos.
—¡Oye! —exclamó su pareja, golpeándolo en el hombro—. No todo se trata sobre la altura.
—En eso tienes razón —dijo con una sonrisa lobuna—. Es reflejos y técnica, aparte de perspicacia e inteligencia. Pero algo tenía que usar para meterme contigo.
—Tú no cambias más —replicó Hongjoong al rodar los ojos, apartándose de su intento de abrazo.
Riéndose a carcajadas, Mingi aún así logró enjaularlo en sus brazos por detrás, dificultando el andar de ambos y llamando la atención de más de un estudiante que se encontraba por el pasillo por lo ruidosos que eran.
—No digas eso, cariño, que me lastimas.
—Como si fuera cierto —murmuró en un resoplido, ingresando el código en la puerta—. Apártate, no me dejas caminar bien.
Volviéndose a reír, el alfa apoyó su nariz en el cuello del omega, respirando profundo, notando las notas intensas de jazmín suavizadas y como sus vellos se erizaban—. No es como si te disguste, ¿o sí, cariño?
—¿Siempre haces trampa? —preguntó una vez ingresaron a la sala común y se dirigieron directo al pasillo de las habitaciones, sin notar a ninguno de los otros chicos que convivían allí.
—¿Trampa? —replicó con diversión—. Esto es bastante justo en mi opinión, no es mi culpa que no puedas controlarte cuando estás conmigo.
Girándose una vez entraron a la habitación de Hongjoong, éste le rodeó el cuello con los brazos—. No eres el más indicado para hablar, ¿sabes?
—Al menos yo no lo niego.
—¿Quién dijo que yo lo hago? —cuestionó el omega con las cejas enarcadas, dejándose estampar contra la pared más cercana a la puerta. Lentamente, subió su pierna izquierda, y entendiendo el mensaje, el alfa la tomó entre su mano, pegando sus caderas.
—Nadie, pero tampoco dejas salir tus sentimientos con mucha frecuencia —replicó por lo bajo, pegando sus labios a la mejilla ajena. Sintiéndolo estremecerse.
—Así que, ¿según tú, no muestro mis sentimientos demasiado? —preguntó con una voz de seda, un encantamiento similar al de una sirena.
—Podrías ser un poco más expresivo —recomendó con un asentimiento de cabeza. Presionando sus caderas, lo que les hizo contener el aliento.
—Entonces, ¿por qué no me muestras cómo serlo? —preguntó con sus respiraciones enlazadas.
Cayendo en la tentación personificada que era Hongjoong en ese momento, Mingi terminó de acortar la distancia mínima que los separaba y unió sus labios en un beso acalorado desde el principio. Bocas abiertas y lenguas conectadas en un enlace resbaladizo que les hizo sentir pesadas sus entrañas. Fue magnífico.
Todo lo que necesitaron, en realidad.
Y con una mano rodeando la cintura estrecha del omega y la otra apoyada en la parte posterior de su muslo izquierdo, el alfa no dudó en comenzar a frotar sus entrepiernas en un ritmo tentativo. Haciéndolos suspirar del gusto. En un inicio lo mantuvo lento, pero a medida que la intensidad de su nuevo beso aumentaba, igualmente lo hacían sus caderas. Moliéndose de forma circular y sintiendo la corriente eléctrica viajar a través de su columna dorsal.
Una sensación que no se pudo comparar a nada en este mundo.
Y una vez sus pulmones aclamaron por un descanso, el defensa procedió a besarlo en el cuello, dejando un sendero de marcas rojas que se perderían en el nacimiento de su pelo. Oyéndolo jadear, fue como si la sinfonía oculta de mil músicos, se destapara y comenzara con su propuesta. Tocando sus instrumentos de aire y cuerdas dulcemente.
Soltando su pierna, deslizó ambas manos por los laterales de su cuerpo, danzo al ritmo de los violines imaginarios y tanteando la superficie cubierta hasta meter sus palmas por debajo de la remera que el rubio llevaba. La piel caliente de su abdomen, se hundió al contacto de sus manos. Y por sus finos labios, escapó un jadeo sin aliento, apenas audible y que endureció sus nervios.
Acalorado por ese tipo de estimulación, Mingi permitió que sus dedos recorrieran aquella piel sin descanso hasta llegar a sus objetivos: los pezones de Hongjoong; y al instante de tocarlos, el omega meció sus caderas con insistencia, queriendo provocarlo. Lo que consiguió con éxito, porque sus dientes se imprimieron en la concha de su oreja con ligereza y tironearon de ella.
Seducido por la imagen sin aliento que representaba el rubio, el pelinegro de mechas blancas deslavadas, procedió a quitarle la remera y a lanzarla sobre el suelo de la habitación, para acto seguido, agacharse y hacer que enrede sus piernas a los lados de su cadera, levantando sus pies del piso y llevándolo hasta la superficie suave de la cama. Donde lo posicionó con sumo cuidado, como si fuera una figura de cristal que podría dañarse en cualquier instante.
Gimiendo de forma prolongada, Hongjoong apretó sus párpados con fuerza cuando sus dientes tironearon de uno de sus pezones y lo presionaron hacia abajo con su lengua. Haciéndolo resaltar, mientras que al otro, se encargaba de darla la misma atención, sólo que con sus dedos. Ya sea frotándolos o apretándolos ligeramente. Hasta sentir como las protuberancias comenzaban a hincharse bajo su atenciones personales.
Al mismo tiempo que se enfocaba en esos puntos de interés, Mingi intentaba mecer sus caderas y frotar su erección medio formada en el culo cubierto de Hongjoong, quien para facilitar el encuentro, se hallaba un poco doblado en sí mismo, demostrando la flexibilidad de la que era capaz y a la que su cuerpo había sido sometido por años.
Respirando hondo, la habitación, paulatinamente, empezó a llenarse con sus feromonas. Entremezclando el chocolate intenso con la suavidad seductora del jazmín. Fue una fragancia creada por lo mismo dioses con el objetivo de atraerse mutuamente. Fue tan fascinante respirarla, que sus encías dolieron con la idea flotando de forma vaga por su cabeza. No obstante, reprimió el impulso. Llenándose únicamente con la imagen de su omega semi desnudo delante de él. Un suceso incomparable a muchos otros.
Y con una delicadeza de papel, el alfa comenzó a quitarle las prendas restantes, para enseguida de ello, deshacerse de las suyas que empezaban a ser un estorbo. Y cuando por fin sintió la liberación de las prendas estrechas que lo camuflaban, su primera reacción fue suspirar con profundidad, antes de volverse a sumergir en el mar de emociones y sensaciones que era su amante. El cual no vio la hora de recibirlo con los brazos abiertos.
En ese océano de calor humano y caricias ardientes, ambos comenzaron a besarse por quién sabe qué vez. Entregados al otro de una manera que nunca antes había pasado, tan sensual pero al mismo tiempo tan amorosa, que era de otra galaxia.
Y en ese clímax de intenciones deliberadas y acciones incandescentes, el moreno se introdujo lentamente en el canal de nervio del más bajo luego de haberlo preparado con una dedicación nunca antes concebida. Hongjoong gimió y se aferró a su espalda con una fuerza de mil hombres, arañando la superficie dorada de su piel con cada centímetro nuevo que era introducido, sin embargo, su cara estaba empañada por el placer y nada más que el placer.
En ese estado de ensoñación y ardor perpetuo, sus cuerpos comenzaron a moverse al unísono, conectados por una familiaridad imborrable e incomparable. Fue como conectar a un nivel superior. Sus respiraciones se volvieron trabajosas y sus pieles se tornaron perladas por el sudor. Pero la sensación aún así fue gratificante. Boca con boca, en una conexión lánguida y desacelerada, rozando lo amorosa.
Y fue en medio de esa burbuja de placeres carnales, que sus mentes emborrachadas de feromonas, ascendieron a un nirvana de mil colores distintos. Fueron abrazados por una calidez sin igual y reconfortados por un sentimiento más allá del comprendido por la mente.
Fue entonces, que de esa forma tan plena y acompasada, que ambos alcanzaron el orgasmo de una manera descomunal. Construyéndolo lentamente pero con una intensidad de dos soles gravitando alrededor del otro, a punto de engullirse y convertirse en supernovas.
De esa manera, los sentimientos se desbordaron y escaparon de forma susurrada. Confesiones cálidas que se vieron correspondidas y selladas bajo un beso lento pero profundo.
—Me gustas —fueron las palabras de Mingi al separarse, labios rozándose y ojos encendidos en un brillo estelar. Fue como si un centenar de estrellas iluminaran sus pupilas. Lo que impactó a Hongjoong. Quien en un exabrupto similar al de moreno, se confesó.
—También me gustas.
Empapados en sudor y líquidos ajenos, ambos no pudieron evitar estallar en carcajeadas. Y como si no hubieran tenido suficiente del otro, unieron sus labios en un beso perezoso que no duró demasiado. Fue más el cierre de una promesa indirecta.
Y envalentonado en ese ambiente romántico y risueño, las siguientes palabras del omega, conmocionaron al alfa hasta dejarlo sin palabras, con un nudo en la garganta y un peso dulce en las entrañas.
—¿Quieres ser mi novio? —preguntó con un tono bajo, cercano a lo tímido. Ojos bien abiertos con anticipación y comisuras curvadas con suavidad.
Enternecido por la imagen que proyectaba, el moreno no demoró en rodearlo con los brazos y llenar su rostro con besos fugaces. Haciendo reír al rubio con alegría.
—¿Eso es un sí? —lo escuchó preguntar.
—Definitivamente —confirmó el defensa, alejándose unos centímetros para que sus rostros puedan verse—. Me encantaría ser tu novio.
Sonriendo en grande, el más bajo lo rodeó por los hombros—. Es bueno oírlo, porque de verdad me gustas mucho.
—El sentimiento es mutuo, cariño, no te preocupes demasiado. ¿Eres mi luna, recuerdas?
—Y tú la mía —susurró antes de plantar un beso fugaz en sus labios—. Ahora paremos un rato, tanto romanticismo va a pudrirme los dientes.
—Siempre podemos ir por otros caminos, si sabes a qué me refiero —replicó el pelinegro de mechas, antes de inclinarse hacia adelante e intentar morder su hombro. Riéndose, el patinador lo esquivó y con una certeza impensada, le dejó una impresión dental en las clavículas.
—Eres lento —sentenció con burla, atrapando su mejilla entre sus dientes pero sin apretar la mordida.
—O simplemente estoy dejándote ganar.
—Eso no te lo crees ni tú —murmuró el rubio, soltándolo y llevando sus manos al pecho bien construido del moreno. Sintiendo la firmeza bajo sus palmas—. No siempre tienes que ser el número uno en todo, ¿sabes?
Sonriendo, el defensa inclinó la cabeza a la izquierda—. ¿Qué, vamos a ponernos sentimentales? —preguntó.
—No, pero era sólo para que lo sepas. Está bien perder de vez en cuando.
—¿Estás preparándome para el enfrentamiento del sábado? —cuestionó esta vez, curioso.
—Podría ser —confesó con tardanza, pasándole una mano por el pelo—. Sólo por si los resultados no son los que esperabas.
—En ese caso, ¿siempre voy a contar con tu hombro, no?
—Siempre que lo necesites, allí estará.
—Gracias —susurró en su cadencia grave, inclinándose a besarlo. Fue apenas un pico. Una sensación que no duró demasiado como para percibirla en el tiempo—. Ahora, ¿qué tal si tomamos una ducha?
—Pienso que nos vendría bien, las cosas comienzan a ponerse sucias allí abajo.
Mostrando una sonrisa lobuna, Mingi se acercó hasta que sus labios estuvieron lo suficientemente cerca de los de Hongjoong—. ¿Y no es cómo te gusta? —preguntó—. ¿Sucio y duro?
—Sí, pero también lo prefiero vainilla, por si no lo habías notado.
—Como un omega al que le gusta que le endulcen el oído, me había hecho a la idea.
—Qué perceptivo —halagó con una sonrisa más burlesca que genuina, sin embargo, el moreno se mostró orgulloso. Riéndose, el bajo frotó sus mejillas entre sí—. Eres demasiado lindo a veces.
—¿Qué pasa con el resto del tiempo?
—Eres un idiota sin remedio.
—Bueno, pero ahora soy tú idiota.
—Eso no lo hace mejor —replicó con una ceja enarcada, haciéndose a un lado, no obstante, sus brazos fueron más rápido y lo rodearon por atrás. Inmediatamente los vellos del omega se erizaron cuando sintieron sus dientes rozarle la nuca y apoyarse en ella con sutileza—. ¿Qué tramas? —lo escuchó preguntar, un tono que tartamudeó y flaqueó en algún punto.
Disfrutando de la sensación de grandeza, Mingi tomó un poco de aquella piel entre sus dientes y le robó un jadeo a Hongjoong, quien se estremeció inmediatamente después, al sentir la humedad de su lengua presionándose en la superficie. En un instante, tuvo las manos del rubio yendo a parar a las suyas, como si se aferrara a él. Más por instinto que por consciencia.
—Qué receptivo —burló el alfa, respirando sobre la nuca del omega. Notando su pecho subir y bajar con agitación.
—No vamos a hacerlo de nuevo, realmente quiero ducharme.
—Cómo prefieras.
Y con eso dicho, liberó al más bajo de su encarcelamiento sin más, apartándose para ir al armario y sacar prendas para éste y buscar algunas que le sirvan a él, ya que tenía pensado pasar la noche en su habitación. Sin embargo, una sonrisa no tardó en apoderarse de su rostro mientras iba camino al baño, con el patinador artístico siguiéndolo por detrás, sus feromonas a inconformidad y deseo entremezcladas en un aroma a descomposición. Tierra mal sembrada y hojas gastadas.
Fue tan notorio saber porqué.
Y una vez estuvieron bajo la calidez del agua, Mingi tomó una esponja y con cuidado comenzó a lavar de Hongjoong, quien se dejó hacer sin mucha resistencia, la cabellera rubia caída, cubriendo parcialmente sus ojos y su piel llena de marcas, lo llamaron poderosamente, por lo que de forma gradual, pasó de estarlo limpiando a jugueteando con él. Concentrándose en frotar aquellos puntos sensibles con discreción.
Porque al momento en el que llegó a su pecho, la esponja inmediatamente se dirigió a realizar un repaso general de la superficie, hasta que con paciencia y lentitud, comenzaron a enfocarse en los pezones. Alternando de uno a otro con masajes superficiales al principio, pero más dedicados al final. Creando una fricción que lo llevó a recibir una interrogante por parte del receptor. La cual se proyectó en un gemido roto.
Complacido con lo escuchado, Mingi jugó la carta de hacerse el tonto, fingiendo que no entendía a qué se refería Hongjoong y pasando a atender otras áreas de su cuerpo para una mayor credibilidad. Descendiendo a su abdomen por unos segundos Donde se encargó de limpiar bien el semen seco. Aún así, su mano traviesa no perdió la oportunidad de bajar a su vello púbico y caer aún más, frotando superficialmente el miembro semi-erecto de su novio. Quien reaccionó con una velocidad impresionante, llevando una de sus manos a su muñeca, sosteniéndola con fuerza.
—Sé lo qué estás haciendo —murmuró, viéndolo por debajo de la cascada.
Sonriendo en grande, Mingi avanzó hasta acorralar a Hongjoong contra la pared de cerámica. El agua ahora vertiéndose sobre su persona y empañando su vista un poco. Dificultando el poder observarlo a detalle. Pese a ello, no se detuvo de inclinarse y llevar su nariz al cuello del más bajo, presionando la punta sobre sus glándulas de olor.
—¿Y qué? —masculló—. ¿Quieres que me detenga acaso? —agregó con diversión a sabiendas de la respuesta—. Si es así, sólo tienes que decir una palabra, cariño. Detente —pronunció con burla, mordisqueando la piel ya maltratada del cuello ajeno. Robándole un quejido—. Vamos —incentivó—. No es tan difícil.
—Te odio —fue lo único que susurró el omega antes de jadear, su erección cobrando magnitud.
Riéndose, Mingi no dudó en sellar sus labios con un beso demoledor que los dejó rápidamente sin aliento y removió las fibras de sus entrañas de una manera indescriptible. No mucho después de apartarse, él terminó de rodillas para Hongjoong, sosteniéndolo por la cadera y con su erección ya formada en la boca. Unos dedos enredados en sus pelos con firmeza y gemidos que llenaban el eco del cuarto vaporizado.
Y con una lentitud tortuosa, empezó a bombear su cabeza con la boca. Rodeándola con la lengua al mismo tiempo. A su vez, se encontraba usando una mano para cubrir el escroto ajeno, masajeando sus bolas con plenitud. Sin apuros o exabruptos. Asegurándose de que lo disfrutara.
Y lo supo por la manera en la que su cabeza se echó hacia atrás y sus labios quedaron suspendidos en una exclamación silenciosa. Sacándolo de su interior, procedió a delinear las curvas de sus venas hinchadas, descendiendo por su falo con parsimonia. Sintiendo con esa acción, como los dedos en su cabellera se cerraban con mayor fuerza. Sonriendo fugazmente, volvió a introducirlo a su boca, esta vez llevándolo más profundo en su garganta. Ahuecando las mejillas y sorbiendo con devoción, haciéndolo gemir tendido y menear las caderas, queriendo hundirse más en él. Sin embargo, sus manos lo mantuvieron en su lugar con el mínimo esfuerzo.
Pasado un tiempo, empezó a trabajar con mayor rapidez en el miembro de Hongjoong, usando ambas manos para un mejor rendimiento y cuando el momento llegó, las piernas del rubio se abrieron y por entre sus muslos se deslizó su auto-lubricación, en base a esto y sus feromonas que lo acaparaban todo, supo que se halló cerca del orgasmo. Y con el temblor de sus piernas, lo confirmó. El clímax lo abrazó con fuerza y lo hizo correrse en el interior de su garganta sin pleno aviso.
Lo que no le molestó, y con total tranquilidad, tragó el semen del omega. La textura le supo dulce en la boca, como si fuera un manjar. Relamiéndose los labios, se puso de pie y tomándolo por la nuca a Hongjoong, Mingi le estampó un beso que supo a él mismo. El efecto que consiguió en el rubio, fue el de un quejido a medio formar que se le quedó atorado en la garganta.
Complacido con eso, tomó distancia, encontrándolo con los párpados a medio cerrar y los labios enrojecidos como dos rosas rojas. Una representación explícita de la tentación.
—Realmente quiero dar el siguiente paso contigo pronto —declaró Mingi en un exabrupto de honestidad, sorprendiendo a Hongjoong. Quien no dudó de ponerle una mano en el pecho.
—Tranquilo, vaquero, que todavía queda mucho ruedo para llegar a ese punto.
Riéndose, el alfa se llevo una mano a la nuca—. Lo sé, es sólo que... Tú sabes.
—¿Realmente te gusto mucho como para querer enlazarte conmigo, es eso? —preguntó el omega con un esbozo de sonrisa arrogante.
—No te burles.
Suavizando su expresión, el rubio no tardó en rodear la cintura del moreno con sus brazos—. De verdad que eres lindo, ¿eh?
Rodando los ojos, Mingi lo dejó ser, total, ¿qué daño hacía? Ninguno, más que poner contento a Hongjoong. ¿Y qué era más importante para él? Eso mismo.
Al final del día, demoraron más de lo necesario en la ducha, entre juegos y coqueteos, la tarde se les hizo larga. Para cuando acabaron, eran cerca de las ocho. Las nubes gravitaban en un naranja-rojizo y el sol descendía en un patrón marcado, directo al horizonte. Perdiéndose con una naturalidad incuestionable.
En lo que resto de la noche, ambos se la pasaron viendo películas y comentándolas entre sí, sólo para notar que en algunos puntos, sus personalidades divergían hacia caminos diferentes y sus gustos chocaban ligeramente, creando un ambiente de debate interesante que los tuvo con las energías encendidas y el humor despierto.
Fue así que entre caricias robadas y besos fugaces, compartieron un grandioso día de calidad. Culminando con ellos en la cama, envueltos en brazos y piernas, compartiendo el mismo calor.
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