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❈•≪16. Citas y confesiones≫•❈

Como Mingi le había advertido la tarde anterior, los síntomas de su celo no se redujeron por completo y en la mañana siguiente, amaneció con la energía de un corsel puro. Tomándolo a eso de las seis de la mañana, luego de despertarlo con besos de mariposa a lo largo de su cuello. Principalmente por encima de su glándula de olor. Haciéndolo estremecer y mantener su sistema en funcionamiento.

Seguir su ritmo, fue imposible en un inicio. Besos demasiado acalorados que entorpecían su boca y caricias apresuradas que lo recorrían con una urgencia que mareaba. Todo al mismo tiempo. Prendas que desparecieron y cuerpos que se pegaron en una fusión complementaria.

Fue maravilloso a pesar del ritmo acelerado.

Y cuando se calmó, eran cerca de las diez. Hongjoong, ingenuamente creyó que tendría un descaso más prolongado. Sin embargo, pese a que el alfa se hubiera portado más cariñoso y le hubiera dado un tiempo de reposo considerable, acurrucados en la cama de sábanas nuevas. Volvió a tomarlo una hora después, tan pronto salió de la ducha y se presentó en la habitación con una toalla rodeándole la cintura. Dejando su piel bronceada al descubierto. Mientras tanto él, no vestía más que unos pantalones cortos y una remera demasiado holgada.

En el momento que Mingi decidió que era hora de un tercer asalto, Hongjoong se hallaba parado frente al escritorio del moreno, contemplando la cantidad incontable de anillos que éste poseía. Algunos simples y de plata mientras que otros eran más toscos, con piedras artificiales y llamativas, uno de color rojo, particularmente, le llamó la atención. Y en instante que se encontró dispuesto a tomarlo, hubieron dos manos palmeando sus nalgas. Sorprendiéndolo. Y al voltear, se topó con la cabellera oscura y de mechas blancas deslavadas del defensa. El rostro oculto en la curvatura de su cuello.

Y antes de que pudiera cuestionar su comportamiento, repentinamente osado, hubieron unos labios presionando un par de besos en esa área sensible de su cuerpo. Haciendo que se distraiga de su tarea inicial y, que de forma inconsciente, ladeé el cuello, dando más acceso al moreno y sus atenciones personales. Incluso sus manos pequeñas se cerraron entorno al borde del escritorio. Intentando contenerse sin darse cuenta.

Apretando los párpados con fuerza, Hongjoong contuvo un gemido cuando los dedos toscos de Mingi comenzaron a acariciar su entrada por encima de su ropa de dormir. Buscando estimular su auto-lubricación a través del material fino. Mordiéndose el labio inferior, el omega no pudo evitar gemir en esta ocasión tan pronto sintió la erección bien formada del alfa presionándose contra su hendidura cubierta. Restregándose entre sus nalgas con una lentitud dolorosa.

—Mingi —susurró en jadeo entrecortado—. No creo que pueda dar más.

Riéndose de forma ronca, el aludido le enterró los dientes con suavidad, dejando una impresión dental que lo sacudió por dentro.

—Ambos sabemos que puedes —animó con un tono de seda, arrastrando sus labios por la base de su cuello, llevándolos a su nuca, presionándose allí con intención—. Eres una zorra, después de todo. ¿Para qué sirven, sino es para otra cosa que gotear como perras desesperadas?

Gimiendo profundo, Hongjoong no pudo contenerse y de forma consciente, empujó su culo hacia atrás. Bordeando el miembro de Mingi con deliberación. Arrancándole un gruñido superficial que le erizó los vellos de todo el cuerpo. Seducido por el sonido áspero y gutural, el rubio comenzó a mover las caderas de forma circular, sintiendo las primeras alertas de que comenzaba a auto-lubricar. La sensación de comezón en los nervios y las terminaciones vibrando sutilmente. Las palpitaciones aceleradas y la respiración pesada.

—¿Ves? —escuchó decir a Mingi no mucho después—. Estás tan desesperado por esto como una perra cualquiera.

Hongjoong quiso decir que eso no era cierto, que simplemente era una reacción natural y física de su cuerpo, que nada tenía que ver con su deseo en sí mismo, sin embargo, ambos sabrían que estaría mintiendo. Por lo que mejor se guardó las palabras. Sepultándolas bajo capas y capas de placer y sensibilidad.

Enfocándose en lo que tenía delante, no es hasta ahora que el omega se dio cuenta de un pequeño detalle, la cortina de la ventana se encontraba corrida, dando vista directo a una zona aglomerada del campus.

—La ventana —susurró con pena, las mejillas enrojecidas y la respiración laboriosa—. Ciérrala, Min.

Riéndose, el moreno lo miró con diversión—. ¿Te molesta que alguien pueda verte parado en una ventana? ¿A metros de distancia? —preguntó, sardónico—. Es casi imposible que alguien pueda distinguir qué estamos haciendo. Mucho menos que te están jodiendo.

—Joder —susurró el más bajo cuando sintió los primeros indicios de auto-lubricación asomarse por su entrada, mojando su ropa interior y pantalón de dormir.

—Santa mierda, eres una verdadera puta —exclamó el alfa con fascinación, amasando sus nalgas con mayor determinación, para acto seguido, proceder a bajarle las prendas de un tirón—. Mira qué tenemos aquí. Un omega listo para ser jodido. Qué encanto.

Y antes de que Hongjoong pudiera responder de alguna manera coherente a lo que se le estaba diciendo, hubo una intromisión que le hizo jadear, un dedo que se infiltró por su canal de nervios apretados con una seguridad demoledora. Fue lento y cuidadoso, haciéndolo sentir cada falange con una dedicación impensada.

Cerrando los ojos, el omega gimió profundo en su garganta cuando distinguió un segundo dedo seguir el camino del primero. Al principio ambos fueron cautelosos en sus acciones, casi que dolía la manera lenta en la que se movían en su interior con la finalidad de estirarlo, sin embargo, en el momento que dieron con su próstata, todas sus quejas quedaron en el olvido.

Pero en el instante que se infiltró un tercero, él vio estrellas expandirse en la parte posterior de sus ojos. Las cuales cobraron magnitud en el segundo que empezaron a frotar su bola de nervios con desesperación, arrancándole gemido tras gemido. Con los ojos empañados y la mente nublada por el placer sobrecogedor, Hongjoong se presionó más cerca de aquella mano tosca que se había enredado en su miembro. Acariciándolo con la misma intensidad que atacaba su próstata.

Pero cuando se halló pronto a pedir por clemencia, las acciones se detuvieron y Mingi dejó de tocarlo, haciendo que su cabeza se llene de una confusión abrumadora. Y absorbido por ésta, volteó hacia atrás, buscando explicaciones a ciegas, no obstante, sorpresa fue la suya al ver como el alfa traía consigo el collar, y no sólo eso, sino que también acompañado de la correa dorada.

Impresionado, Hongjoong se dejó encadenar con facilidad, encantado con la presencia casi olvidada de su preciado collar. El sonido de la hebilla cerrándose, fue como un canto idílico de ángeles para sus oídos.

Y en cuanto estuvo a merced de esa opresión de cuero, Mingi, se quitó la tuya sólo para dejar a la vista que ya traía puesto un preservativo. Asombrado con su preparación de antemano, el rubio no pudo digerir la información de manera apropiada y de repente, de un segundo al otro, se encontró con una pierna siendo sujetada por la parte trasera de su muslo y elevada en el aire, para total desconcierto suyo, ser apoyada en la mesada del escritorio. Algunas partituras y notas que descansaban allí, se arrugaron, al igual que algunos objetos fueron movidos de lugar.

Pero esto no pareció importarle al moreno, quien decidido, entró en él de una sola estocada.

Jadeando profundo, el omega cerró los ojos y sintió más lágrimas acumularse en sus ojos. La sensación fue devastadora que, cuando comenzó a moverse tan lentamente, lo encontró semejante a una tortura romana. Sin embargo, la tirantez de su músculo poco acostumbrado a una posición tan excéntrica como esa, lo halló fascinante. Un dolor acogedor que sólo fue en aumento. Porque en el instante menos previsto, el defensa de los Red Falcons, enredó la cadena de la correa y tiró de ella, haciendo que inevitablemente, su cabeza se vaya hacia atrás y termine apoyada en el hombro del alfa.

Quien con todo el cuidado del mundo, comenzó a esparcir besos aleatorios en la superficie de su mejilla. Incluso llegando a picotear parte despejada de su cuello. Siendo unas mordidas inofensivas que no dejaron rastro alguno de su existencia.

Y de esa manera tan gradual y cuidadosa, Mingi comenzó a construir el placer para ambos.

Delineando los bordes de su cuerpo con la mano que mantenía desocupada, a la vez que lo penetraba profundamente, el más alto, serpenteó por su piel sin decorar hasta llegar a sus nervios más sensibles: sus pezones; y con una destreza de no creer, empezó a juguetear con ellos. Tironeando de uno y masajeando al otro. E intercalando caricias, como apretones ligeros y presiones aleatorias. Todo con tal de llevarlo a un pozo de oscuridad y delirios pecaminosos.

Lo que no le costó construir, por que, con cada tironeo del collar, su mente se iba alejando más y más de su cuerpo. Perdiéndose en la neblina acogedora de la calidez y el confort interior. Como nubes afelpadas o sábanas de lino que lo resguardaban con una protección sin igual.

Fue indescriptible.

Sus sentidos se pusieron en alerta y se magnificaron al doble de lo usual. Sintiendo todo con mayor intensidad. Las estocadas, el aliento caliente que susurraba promesas de amor en su oído y las manos ásperas que recorrías su vientre hasta llegar a los inicios de su vello púbico y descender hasta enredarse en su miembro medio erecto.

Todo fue como una combinación de calores sensuales y juegos mortales que lo tuvieron al margen de caer en picada a una piscina llena de fuego y calor abrasador. Fue tan estimulante que no pudo evitar hacerse hacia adelante, perdiendo fuerza en los brazos y rindiéndose al placer acalorado. Su frente golpeó la superficie de madera pero apenas fue una conmoción que su cerebro registró, más concentrado en la mano dura y castigadora que se plasmaba en una de sus nalgas con saña.

Y reducido a una masa sin forma, Hongjoong sólo pudo gemir como si fuera él quien realmente estuviera en celo. La garganta destrozada y los pezones adoloridos, hinchados de tantas suministraciones implacables.

Aferrándose al escritorio hubo un momento, un pequeño rayo de coherencia en su cabeza, que le hizo creer que de tantas penetraciones y brutalidad neta, se llegaría a caer. Pero todo pasó a segundo plano cuando, por quién sabe qué vez, el atleta tironeó de la cadena. Haciendo que levante la cabeza y arqueé la espalda. Procediendo a sentir una opresión mayor en la parte trasera de su cuerpo, un peso de plomo que lo mantenía en su lugar y apretaba su miembro contra la aspereza de la madera. Esos indicadores le dijeron que se trató de Mingi recostándose encima suyo. Y Hongjoong juró ver una galaxia entera ante la sensación de restricción que eso evocó en él.

Sin embargo, todo se expandió a un universo completo cuando el tan anunciado orgasmo, llegó a él de la nada, arrasando con sus nervios sensibles y quemando sus terminaciones una a una. Sus piernas temblaron y perdieron fuerza, al igual que su erección se sacudió por la avalancha de placer, sus ojos se fueron a la parte posterior de su cabeza y su entrada se estrechó. Eso no detuvo a Mingi de continuar bombeando en su interior hasta estar satisfecho. Quien tan pronto sintió su clímax formarse, se apresuró por salir de su interior y correrse sobre su abertura humedecida, mezclando fluidos de una manera vulgar que sólo excitó más a Hongjoong y lo tuvo gimiendo, largo y tendido.

De no ser por el brazo que le rodeó la cintura velozmente, se habría ido directo al suelo. Ya que al final, su pierna terminó cediendo y cayendo del escritorio junto a la otra, puesto a que su resistencia llegó a un punto culmine y sus rodillas se doblegaron ante el cansancio. No obstante, el defensa se aseguró de que no se hiciera un daño mayor. Atrapándolo en el momento indicado.

Respirando con pesadez, Hongjoong ladeó la cabeza sobre el escritorio y miró hacia Mingi, quien tranquilamente, realizaba patrones relajantes en la superficie de su espalda y le murmuraba palabras ininteligibles. Pero que al oído se escuchaban como un arrullo amoroso.

Reconfortado por esas palabras que no podía distinguir, sus lágrimas se detuvieron como si fueran magia. Su llanto, que no sabe en qué momento empezó, redujo su intensidad. Volviéndose menos escandaloso y más un quejido lastimero y prolongado. Donde no hacía otra cosa que sorber mocos.

—¿Cómo puede ser posible que siempre lo hagas tan bien para mí? —escuchó preguntar al moreno, un tono arrastrado y una voz grave gastada—. Lo hiciste fantástico, cariño. Gracias.

—De nada, Min, ¿te sientes mejor?

—Eso debería de preguntarlo yo, ¿cómo te encuentras?

—Siento que las piernas se me van a caer.

—Exagerado —le dijo con un matiz de cariño, presionando un beso en su nuca—. ¿Quieres tomar una ducha?

—No me vendría mal una —dijo entre bostezos—. Y tomar una siesta luego —agregó, causando la risa del defensa.

—Vayamos a ello entonces.

Apartándolo de la mesada, Mingi lo dio vuelta, sólo para que Hongjoong atestiguara cómo sus ojos se expandían en grande y una de sus manos iba a parar a su mejilla izquierda.

—Tienes la cara marcada, lo siento —dijo con verdadera intención, acariciándolo. Sonriendo, el omega se inclinó a besarlo superficialmente.

—Está bien, me gustó. No hiciste nada fuera de los límites establecidos, así que relájate.

—De acuerdo —murmuró un tanto escéptico, procediendo a quitarle la correa—. Igualmente no sabía que eso pasaría.

—Dije que no te preocuparas —le recordó a modo de regaño, llevando uno de sus dedos a la frente impropia, presionando sus relieves—. Así que deja de fruncir las cejas y llévame a tomar un baño. Estoy cansado.

—¿Pero satisfecho?

Sonriendo de forma leve, el rubio asintió hacia el pelinegro con mechas—. Muy satisfecho, de hecho. Ahora que te subí el ego, vamos a bañarnos. Tu semen comienza a secarse.

Tomándolo entre sus brazos, el alfa lo ayudó a llegar hasta el baño, con sus piernas siendo gelatinas, se le dificultó un poco, pero aún así logró colocarse bajo la cascada de agua sin mayores complejidades. Y de esa manera, disfrutaron de la compañía del otro, sumergidos en un silencio cómodo que se vio interrumpido de a ratos por el alto y su tararear.

El omega no pudo pedir algo mejor, para ser sinceros.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Pero ese mundo idílico donde sólo existieron ellos dos, no duró mucho más, cerca del mediodía, ambos tuvieron que levantarse y alistar sus objetos personales para asistir a clases. Lo que fue un completo desastre, porque al Hongjoong quedar en el dormitorio de Mingi, tuvieron que hacer una pasada por el edificio del omega para que éste pudiera conseguir los materiales necesarios.

Eso, inevitablemente, los llevó a llegar unos minutos tarde. Nada preocupante al ser sólo tres, pero de igual forma, llamaron la atención de un par de curiosos y del profesor del día. Quien sólo les dio una mirada reprobatoria y los mandó a sentarse.

Si alguno de los dos tenía que ser honesto, no prestaron demasiada atención a la clase, ni a la siguiente de esta. Porque la mayoría del tiempo, se la pasaron compartiendo notas secretas y sonrisas cómplices cargadas de un cariño secreto y un anhelo ferviente. Fue como si ambos volvieran a tener dieciséis de nuevo y se encontraran en la secundaria. Transitando ese primer amor.

Hongjoong no pudo contener la emoción que, tan pronto sonó la campana anunciando uno de los últimos descansos, se inclinó en dirección de Mingi y le plantó un beso en la mejilla. Riéndose, el moreno lo miró con ojos brillantes y una mueca dispareja. Y antes de que pudiera decir algo, el más bajo le robó las palabras.

—¿Quieres tener una cita conmigo? —preguntó de golpe, mientras algunos estudiantes abandonaban el salón y otros se enfrascaban en una conversación con sus compañeros.

—¿Ahora? —cuestionó el moreno, totalmente descolocado.

—Saliendo de clases —explicó con una sonrisa permanente—. Podemos ir a comer a algún sitio tradicional o beber algo en un bar. Aunque la última vez eso no salió muy bien, aún así, no lo sé, llevas con esto del cortejo un tiempo que sólo lo pensé, está bien si todavía...

—De acuerdo, detente un segundo —le pidió el defensa, colocando las manos encima de sus hombros. Cortando con su verborragia—. Tengamos una cita, me encantaría llevarte a comer a algún lugar que te guste. No hay problema con eso.

—¿En serio? —el alfa asintió de manera plena, lo que llevó al omega, a rodearle el cuello con los brazos en un golpe de euforia—. Suena asombroso, Min.

Y una vez sus clases terminaron, ambos se encontraron saliendo del salón en el momento preciso que, Wooyoung se asomaba por la esquina del corredor acompañado de los Choi. No fue una coincidencia, Hongjoong lo supo en el instante que su mejor amigo corrió a sus brazos y comenzó a frotar sus mejillas entre sí unos segundos.

—Luces radiante —comentó el omega más joven—. ¿Qué te pasó? ¿Te dieron otra ofrenda?

—No, aunque gracias.

Entrecerrando los ojos, el de cabellera violeta lo miró de arriba hacia abajo, al mismo tiempo que, los Choi saludaban—. Entonces, ¿tuvieron sexo? —conjeturó con una sonrisa lobuna, ganándose inmediatamente un golpe por parte del mayor allí por unos meses.

—¡Wooyoung! —exclamó, totalmente escandalizado.

—¡Sí fue eso! —celebró con una alegría que ninguno comprendía de dónde salía—. Dicen que es la mejor manera de comenzar la mañana. Los felicito. Deberíamos aprender de ellos —le dijo a San, viéndolo de soslayo.

—No lo creo, estoy satisfecho con nuestra vida sexual.

—Tienes razón —murmuró tras pensarlo mejor—. Esa vez del callejón fue fantástico.

—Ya entendimos —declaró Jongho con hartazgo—, todos tienen sexo jodidamente bueno y arriesgado, ¿podemos pasar al tema que nos compete?

Riéndose, Wooyoung le rodeó los hombros con el brazo—. Relájate, sólo jugábamos.

—Sé que lo del callejón es real —intervino el menor del grupo, mirando al omega sin impresión alguna.

—Cómo sea —dijo Wooyoung, despegándose del beta menor—. Veníamos a invitarlos al gimnasio, como suele estar desocupado a esta hora pensamos que sería divertido tener una especie de salida grupal, incluso se nos unirá el ligue de Jongho, ¿cómo se llamaba?

—No es mi ligue —contradijo el aludido, resoplando—. Y se llama Yunho.

—Lo que te deje dormir por las noches —susurró con indiferencia, sacudiendo una mano—. ¿Qué dicen? —preguntó, viéndolos.

Torciendo sus labios, Hongjoong desvió la mirada—. Nosotros estábamos a punto de tener una cita.

—¡Genial! —exclamó su mejor amigo—. Que sea una cita triple en ese caso, ¿no suena mejor?

—Suena pésimo —dijo, esta vez San, sorprendiéndolos—. Es su primera cita, no deberíamos interrumpir su cortejo de esa manera. Es grosero.

—Pero...

—No es tan mala idea —cortó Mingi, en un tono conciliador—. Eso haría que no esté tan nervioso a su alrededor. No veo el inconveniente.

—¿Un omega te pone nervioso? —cuestionó Jongho con una ceja enarcada.

—No, Hongjoong lo hace —corrigió sin inmutarse, pero con las puntas de las orejas rojas. Contradiciéndolo. Acogido por la ternura, Wooyoung le apretó las mejillas al notarlo.

—Qué ternura de alfa —pronunció con cierta diversión, burlándose. Acentuando la rojez contraria. Sin embargo, San llegó al rescate, tomando al omega por la cintura y haciéndolo hacia atrás.

—Ya entendimos —farfulló por lo bajo, aún así, fue audible para el grupo—. Que sea una cita triple, entonces.

Riéndose, Hongjoong sólo asintió, de acuerdo con el cambio de planes, después de todo, no sonaba tan mal ahora que lo pensaba. Era algo lindo, de hecho. Una cita triple es algo que no había experimentado antes, además, conocería al tan mencionado Yunho.

Y una vez todos dejaron sus mochilas en sus respectivos dormitorios, salieron hacia la pista de hockey. Sin cambiarse ni arreglarse demasiado, a excepción de Wooyoung que no dudó en hacerlos esperar unos minutos con tal de cambiarse de camiseta y ponerse algo de delineador en los ojos. Impresionando a más de uno al pasar.

Al llegar al gimnasio, se encontraron con varias personas pasando el rato, pero principalmente con un sujeto altísimo, de cabellera morocha y piel clara, ojos redondos y grandes como los de un cachorro joven. Aroma a loción de bebé. Nada muy fuerte pero sí fresco. Agradable a la nariz.

Fue agradable de primera vista y en una segunda, todo un encanto, porque verlo sonreír fue como si el sol saliera por primera vez en el día. Tan brillante y cegador que el rubio se encontró parpadeando varias veces, obnubilado por semejante cantidad de carisma.

—Hola a todos —pronunció el tal Yunho, señalando con sus manos a unos pares de patines que habían en el suelo—. Wooyoung me dijo los talles de todos, así que no se preocupen, me asegure de conseguirlos.

Asintiendo de forma plena, Hongjoong agradeció el gesto y no demoró en buscar los patines que le correspondían. Eligiendo aquellos de talle medio. Probando cómo se amoldaban a sus pies, él le dio un visto bueno al alfa morocho. Era perfectos, y sin más, empezó a anudar los cordones. Asegurándolos con firmeza. Levantándose algo tambaleante, se dirigió hacia el alto y le extendió la mano.

—Un gusto —le dijo, una sonrisa tímida y las orejas encendidas—. Soy Kim Hongjoong.

—Lo sé —murmuró el contrario con una sonrisa, por de más carismática—. Eres bastante popular alrededor de la universidad. Y también en el hielo. Lo haces magnífico, te admiro.

Sonrojándose, el omega se soltó del agarre ajeno—. Muchas gracias. No puedo decir lo mismo de ti, nunca había visto hockey antes. Lo siento.

—No te preocupes, Yeosang me lo comentó.

—¿Eres su amigo? —preguntó, sorprendido. A lo que el alfa morocho asintió—. Vaya, el mundo es un pañuelo.

—Eso parece —comentó el más alto de todos, sonriente.

—¡Al hielo! —gritó Wooyoung, tomándolo por la cintura y empujándolo hacia la barra de ingreso, sin embargo, Hongjoong fue rápido para sostenerse del brazo de Yunho en un acto inconsciente, ya que todavía tenía las barras de protección puestas—. ¿Qué haces?

—¿Podrías calmarte un poco? —preguntó en un resoplido, sintiendo como una mano se envolvía en su antebrazo, sólo para voltear y encontrarse con Mingi.

—Yo te tengo cubierto —pronunció con suavidad, sonriendo y haciendo referencia a su balance.

—Estás demasiado emocionado —dijo tras asentir, dirigiéndose al omega más joven—. ¿Cuál es la razón? —cuestionó con una mirada analítica, quitándose los protectores de las cuchillas.

—Es nuestra primera cita en conjunto, es todo.

—A veces sí que eres raro —murmuró Jongho, haciéndolo reír.

—Con el tiempo te acostumbras —le replicó una vez estuvo dentro del hielo. El frío familiar y el ruido de las cuchillas cortando capas sólidas de hielo, lo hicieron sentir como en casa—. Nuestra segunda cita corre por tu cuenta —le advirtió Hongjoong a Mingi, tan pronto se encontraron apartados de los demás.

Sosteniéndolo de las manos, el moreno patinó en reversa, impresionándolo—. Puede ser en un bar, uno tranquilo, un poco de carne y cerveza, ¿qué dices?

—Suena a como si ya lo hubieras planeado —replicó con afabilidad, siguiéndole el ritmo. La atmósfera íntima y las palabras susurradas, se quedaron encapsuladas del bullicio externo que los rodeaba.

—En mi cabeza —murmuró, sonriendo—, unos días atrás. ¿No te gusta?

—Es lindo, me gusta. Podemos caminar por el Río Han y ver las estrellas —agregó con ilusión, para rápidamente reírse—. O intentar encontrar alguna.

—Suena como una excelente idea —le dijo una vez entrelazó sus dedos—. Ver la luna y a ti, sería maravilloso.

—También eres mi luna, Mingi —le confesó en un murmullo apenado. Redirigiendo su mirada al pecho del alto.

Riéndose, el defensa se detuvo, lo que por inercia, hizo que el patinador lo hiciera también y levantara la cabeza, confundido.

—No te pongas tímido que me dan ganas de apretarte hasta sacarte el alma.

Golpeándolo en el pecho, el rubio rodó los ojos, aún sonrosado—. Qué bonita manera de poner que quieres abrazarme.

—¿Qué tal si diría que quiero un futuro contigo?

Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong respondió con un hilo de voz—. Diría que estás loco.

—Por ti —le susurró Mingi cerca de su oreja, besando su mejilla no mucho después.

Regodeándose en las muestras de afecto, el omega se dejó apreciar por el alfa sin oponer resistencia. Totalmente fascinado con esa versión nunca antes contemplada.

Y la cita en la pista de hockey fue todo un éxito, para el trío en general. Al principio todos estuvieron por su cuenta, concentrados en sus respectivos cortejos hasta que llegados a un punto, donde la pista comenzó a vaciarse, que se reunieron nuevamente. Jugando carreras y proponiendo retos ridículos. Donde en uno de ellos, Mingi se fue de culo al frío resbaladizo, mojándose el pantalón y causando una explosión de risas desalineadas.

Fue una situación absurda pero que se vio eclipsada por la felicidad juvenil. Donde las risas no faltaron y los besos robados fueron un secreto.


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