❈•≪12. Acercamientos e incomodidades≫•❈
—Viniste —dijo Yeosang en una cadencia simpática pero cero impresionada.
Terminando de bajar los escalones de las gradas, Seonghwa lo observó beber de su botella de agua con una elegancia bien portada. Pierna derecha cruzada por sobre la izquierda y espalda recta, cabellera esponjada por la humedad del exterior pero que dejaba a la vista sus facciones de cristal. Especialmente revelaban su marca de nacimiento.
—No te hagas ilusiones, no es por ti.
Asintiendo de manera lente, el omega continuó dando pequeños sorbos a su bebida antes de dirigirse a él por completo.
—Entonces, ¿por quién? ¿Hongjoong-hyung? —preguntó con un tinte de sarcasmo que no pasó desapercibido por ninguno—. Te recuerdo que lo están cortejando, aparte de eso, no le interesas.
Seonghwa todavía no podía creer que a Hongjoong lo estuviera cortejando Mingi, ese energúmeno de dudosa inteligencia y capacidad de razonamiento, no obstante, ese era el caso. Estaba pasando. Y como bien era sabido por todos, una vez se iniciaba el cortejo a alguien, no se podían interponer terceros si tenían las mismas intenciones, principalmente, porque el omega, beta o alfa en raras ocasiones, ya habían aceptado a alguien en especial. Lo que significaba evidentemente, que estaban cerrados a otras propuestas. Asimismo, el tercero involucrado quedaría mal parado.
Lo que nadie quería cuando se trataba del cortejo. Era un rito que aún se mantenía con el pasar de las generaciones y la evolución misma, simbolizaba el respeto y el amor de una forma ancestral que no podía ser comparada con ninguna otra cosa.
—¿No estás siendo más rudo de lo que pareces? —preguntó algo ofendido, viéndolo parpadear en su dirección.
—¿Me conoces acaso? —repreguntó con un astucia que lo dejó paralizado y la lengua entumecida—. Eso pensé —murmuró en un resoplido—. Mira, dije que podías acudir a mí si querías, pero eso no significa que vaya a soportar ver a un tipo auto-compadeciéndose por algo que nunca tuvo.
—En ese caso, era cierto lo que dijiste la otra vez hace cuatro días, eres pésimo para dar consejos. Dudo entonces, de tu capacidad para escuchar con mayores razones.
—Sólo tienes que ponerme a prueba —dijo con un indicio de sonrisa. Ladeada y de intenciones indescifrables.
—No lo entiendo, ¿de acuerdo? —murmuró frustrado, desplomándose en uno de los asientos. Las manos a los lado de la cabeza y los codos apoyados en sus muslos—. ¿Por qué preferir a un chico que te trató pésimo casi desde inicios del semestre pasado?
—Porque así funciona el corazón, Seonghwa. No se trata de lógica o de motivos, sino de entendimientos que escapan de nuestras manos.
Y él quería decirle que no era cierto, que en realidad, había una razón y tenía que ver con las inclinaciones de Hongjoong por el dolor, no obstante, supo callar esa verdad todavía impactante. Una que seguía sin comprender en lo más mínimo.
Seonghwa no se veía causándole dolor a alguien ni tampoco se veía obteniendo placer por ésta misma razón. Por el contrario, le generaba escalofríos y repelús. No había una sensación de adrenalina ni de expectativa. No había nada. Sólo incomprensión. Plana y simple como podía serlo.
—Además —continuó diciendo el omega de apariencia delicada—. Si te gusta que te denigren, tu primera opción nunca sería el chico blando y temeroso. Sería alguien dominante.
Arrugando las cejas, Seonghwa lo miró con pura crítica—. No soy blando.
—En el hockey, por supuesto que no. Eres determinado y un gran defensa, una máquina imparable, pero fuera del hielo, no tienes instintos de alfa, aparte de los de protección. De ahí en adelante, eres tan intrépido como el beta más genérico. No te gusta la aventura ni las nuevas experiencias, los únicos momentos de adrenalina y éxtasis para ti, son dentro del campo de juego.
—¿Y cómo es que estás tan seguro de eso? —cuestionó.
—Mi pasatiempo es observar, un poco peculiar y hasta inquietante, pero aún así, lo encuentro interesante. Aprendes mucho de las personas con sólo observarlas detenidamente.
—¿Por eso supones que soy alguien soso en la cama?
—Yo nunca dije eso —se aventuró a replicar el omega, voz serena y facciones relajadas—. Simplemente señalé, que no serías capaz de cumplir con las expectativas de Hongjoong en ella. Lo que es muy distinto. No son compatibles sexualmente y eso se nota a leguas. Nunca hubo tensión entre ustedes ni atracción, sólo una unión platónica y sentimientos unilaterales.
Tragando con fuerza, el alfa lo miró desde abajo con seriedad—. ¿Te crees un sabelotodo, no?
—En lo absoluto, me gusta mirar, como ya dije. Y viendo, se aprenden muchas cosas —afirmó por segunda vez, dejando su botella de agua a un costado. Tomando una apariencia más seria—. Claro está también, que no puedo darme el lujo de interpretar a una persona a la perfección, puedo equivocarme y hacer conclusiones precipitadas. Eso es un hecho. Pero también es seguro, que eres conservador y que Mingi y Hongjoong siempre tuvieron una relación tirante. Un tipo de tensión bruta que no se podía ocultar ni negar.
—Dios mío —dijo en un resoplido incrédulo.
—No culpes al mensajero —le advirtió con firmeza—. Las cosas son del modo en el que son. No las puedes cambiar, o te estancas en ellas o sigues adelante y lo superas. Porque siendo honesto, son un buen dúo.
—Sin química —replicó con desazón.
—Sé honesto, Seonghwa, ¿tú realmente eras capaz de llenar las expectativas de Hongjoong, siendo él un masoquista?
Levantando la cabeza de golpe, el susodicho lo miró con las cejas arrugadas y las facciones contraídas en un asombro inesperado. Él no anticipaba esa pregunta y mucho menos esa verdad escapando de los labios finos de Yeosang.
—¿Y tú por qué rayos supones que es uno?
—Lo he observado desde que ingresó a esta universidad, por rivalidad y curiosidad mayormente, y en cada pequeña ocasión, noté marcas en sus muñecas que no se podían explicar y maquillaje corrido en el cuello que dejaban a la vista moretones impactantes.
—Señales de maltrato.
—Algo que pensé notificar con los directivos la primera vez que me percaté de ello —murmuró de acuerdo, un asentimiento sutil y grácil—. Sin embargo, nadie emanaría tantas feromonas de reclamo y excitación por ese motivo, a menos, claro, que lo disfrutes. Y nadie disfruta siendo maltratado. Y déjame decirte algo, él nunca se mostró descontento o agobiado, como si alguien lo estuviera acosando. Es más, en cada circunstancia que nos topábamos y notaba esas irregularidades, lucía radiante como una flor. Lo que me llevó a investigar y dar con el mundo del masoquismo. Así supe que, aquello que lo mantenía tan satisfecho, era el dolor.
—¿Cómo podrías saber tanto con sólo mirar a una persona?
—Porque no sólo las miro, Seonghwa, yo las analizo. Sus comportamientos, sus actitudes y qué dicen. Veo el panorama completo y armo las piezas sobrantes. Puedes pensar lo qué quieras de ello, pero es cómo funciono.
—Es un poco retorcido, ¿sabes?
—Depende de qué perspectiva lo veas —declaró sin inmutarse, encogiéndose de hombros con simpleza.
—Dios, eres un tipo raro.
—Gracias —dijo riéndose, muy para su sorpresa—. No eres el primero que lo piensa —le confesó sin dolor alguno—. Pero volviendo al punto, no respondiste mi pregunta. ¿Serías capaz de sacrificar tu moralidad para complacerlo o no?
—No —declaró con una pesadez de mil toneladas en la voz. Él no sería capaz de hacer a un lado su moral y dañar a alguien. No era un sádico ni mucho menos dominante, no quería encasillarse en algo pero si tenía que hacerlo, diría que era un alfa simple, bastante anticuado y regular en sus gustos—. No sería capaz —repitió. Cayendo en la realidad.
—Entonces, déjalo ir.
—Es que la idea de maltratar a alguien y saber que Hongjoong está siendo...
—No te confundas, Seonghwa —se adelantó a interrumpirlo Yeosang, una voz firme y una cadencia baja, rozando la crítica—. Mingi no está maltratando a Hongjoong. Esto es algo consensuado...
—¿Cómo podrías saberlo? —inquirió—. Tú no estás metido en la relación.
—Evidentemente, esas cosas no me van, por el contrario, me gustan los cumplidos —confesó con otro esbozo de sonrisa, sólo que más torcida que la anterior—. Aún así —dijo—, por lo que escuché de Jongho, Mingi realmente es serio con respecto a él y se tomó el trabajo de investigar, además, tiene de guía a Hongjoong mismo. ¿Qué mejor que eso?
—Eso no quita el hecho de que pueda...
—De que tú estés confundiendo el masoquismo, que es una práctica, con el maltrato que es abuso —cortó Yeosang por segunda vez, tajante—. Puedes buscarlo por tu cuenta, llámalo desviación si quieres o fijación, pero hay personas realmente metidas en esto y lo disfrutan. Porque a través del dolor, la humillación, la degradación o las ataduras, consiguen placer. Uno más allá del que, claramente, tú puedas comprender.
—¿Y eso lo aprendiste por un blog en Internet? —cuestionó en un resoplido sin humor.
—No todo, sólo una parte. Y fueron varios —aclaró con casualidad, viéndose las uñas un instante—. Como ya dije, tengo un fetiche por los cumplidos. Me gustan que me alaben en la cama, lo que es una rama suave, si quieres llamarlo así, del BDSM. Por lo que ya tenía una noción del concepto. ¿Sabes lo qué es o tengo que explicarlo?
—Sé de qué consiste, parcialmente —admitió para su pesar—. Pero lo sé, no te molestes.
—De acuerdo —dijo con sencillez, guardando silencio un segundo—. ¿Sabes que Hongjoong no es menos que tú por las cosas que práctica, cierto?
—No soy un imbécil obtuso, sigue siendo digno de respeto y un trato par. Después de todo, no deja de ser una persona al igual que yo.
—Es bueno que lo entiendas —animó el omega, acercándose y palmeando su espalda con suavidad—. Cualquier otra persona sólo lo rechazaría y lo juzgaría.
—Para ser sincero, pienso que sí lo estoy juzgando un poco. Es sólo que nunca había conocido a alguien así.
—¿Alguien masoquista o a una persona que te gustara y lo fuera?
—Es un tema complejo de digerir, ¿de acuerdo? Mis padres me educaron con ciertos valores que llevo en la sangre, es todo. Dime estrecho de mente o cerrado, pero es cómo soy.
—De la misma forma que Hongjoong lo es —le dijo con una suavidad más amena, apartando la mano. El aroma a cerezas flotando sutilmente en su dirección. Tomando una bocanada profunda, Seonghwa lo encontró relajante.
—No eres tan malo para dar consejos —susurró después de un tiempo, rascándose la base del cuello—. O al menos para explicar las cosas. Eso sí, continuo dudando de tus capacidades como oyente. Interrumpes demasiado.
—Porque te haces a las ideas equivocadas —le replicó, agachándose y comenzando a sacarse las zapatillas—. En esos casos, es más preferible aclararlo directamente a dejar que te vayas de riel.
—Gracias, supongo. No esperaba venir a ti realmente.
—Me alegro haber ayudado —dijo con una sonrisa más amplia, una vez se puso sus patines blancos. El plástico todavía cubriendo el filo.
—¿Y coqueteado conmigo un poco? —preguntó con una ceja en alto.
Riéndose, el omega se dirigió hacia la entrada del hielo—. Yunho dice que no soy bueno para medir los tiempos, así que lo siento, ¿te incomodé?
—No realmente.
—Eso es bueno —murmuró, aferrándose a la barra y empezando a sacar los plásticos de los patines—. No quiero espantarte —agregó con deliberación, lanzando los protectores cerca de su bolso, para acto seguido, deslizarse en el hielo—. Después de todo, todavía no te pruebo.
—¿Probarme? —preguntó en un jadeo, sin aire.
Ladeando una sonrisa, Yeosang patinó en reversa, dirigiéndose hacia el centro de la pista por inercia—. Piénsalo, sé que lo harías bien para mí.
Boqueando como un pez fuera del agua, Seonghwa no se encontró en el estado adecuado para responder, motivo por el cual se remitió al silencio. Nunca se imaginó que alguien con la apariencia de cristal de Yeosang, manejaría semejante vocabulario y tendría tal personalidad. Era desconcertante.
«Qué tipo más extraño», pensó para sí, pasándose una mano por el rostro.
—No enloquezcas, Park —lo escuchó decir desde el otro extremo—. Es sólo una forma de expresar, además, soy tu admirador.
—¿Y tienes un amigo que juega en los Red Falcons? —cuestionó, sin creerlo. Conjeturando que ese tal Yunho era quién él creía que era: Jeong Yunho, el lateral izquierdo del equipo rival y compañero cercano de Mingi. El cachorro del equipo, según había oído.
—No es algo que pueda decidir, ¿o sí? —replicó con una ceja enarcada—. Si lleva en la sangre al rojo y al blanco, sólo me toca aceptarlo. Como él acepta mi fascinación por ti, aunque no la entienda. No te cree tan especial.
—¿Por qué no soy el chico de oro?
—Porque no te conoce —corrigió con ligereza. Sonriendo. Labios curvados con suavidad y livianos. Fue etéreo.
Y tan abstraído se encontró en su conversación con Yeosang, que Seonghwa no se percató de la llegada de Hongjoong, acompañado de un aroma intenso que sólo correspondía a una persona en el campus: Mingi.
Y lo que le impresionó, fue notar lo desorientado que ese detalle le hizo sentir. Él siempre era el primero en darse cuenta cuando el rubio hacía acto de presencia en algún lugar, pero por alguna razón, ensimismarse con Yeosang, lo llevó a dejarlo en un segundo plano que lo hacía sentir algo incómodo.
Desconociendo la razón de porqué era así.
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—Esa sí que es una combinación interesante —pronunció Mingi, bajando las escaleras a su lado, viendo en dirección de Yeosang y Seonghwa.
—Si lo piensas bien, no lo es para nada. Yeosang es un gran admirador de los Gwang Dreams, por lo que tienen algo en común. Además, son más coherentes que nosotros dos.
—¿No lo sabías? —murmuró el pelinegro, chocando sus hombros para atraer su atención—. Dicen que el amor y el odio se encuentran en áreas adyacentes en el cerebro. Por lo que no es difícil odiar a alguien con la misma intensidad en la que puedes amarlo o desearlo. Es como bajar una llave o dar vuelta un tortilla.
—Grandiosas analogías —dijo él, sarcástico—. Pero sí, me sabía ese dato. Gracias de todos modos.
—Siempre es bueno estar bien informado —comentó el alfa sin inmutarse, dejando su bolso en el primer asiento que encontró tan pronto bajaron las gradas por completo. En el extremo opuesto al de Seonghwa. Lo que se sintió raro, era más común estar con él que con el moreno—. Por cierto, ¿quieres que me quede o me vaya?
Su último ensayo de la rutina había sido un fracaso absoluto, más por su culpa que por la del defensa, para ser francos. Quien tenía demasiadas cosas rondando la mente y obstruyendo su concentración era él, no el otro. Por lo que no debía ni se atrevía a echarle la culpa de su lamentable repaso.
No obstante, hoy se encontraba más en órbita que en los días anteriores. Menos incómodo en su propia piel y más seguro de lo que hacía. Por lo que quería que el alfa lo viera. Quería demostrarle que era bueno y no un intento de patinador frustrado.
—Quédate —le dijo con una convicción real—. Hoy haremos la pasada completa. Será interesante, lo prometo.
—De acuerdo —susurró el atleta, inclinándose unos centímetros para depositar un beso en su frente, hábito que había adoptado recientemente—. Suerte en ese caso. Te estaré esperando aquí.
—Gracias —dijo con una sonrisa, enderezándose para besarlo con fugacidad—. Demoraré un rato.
Y con eso dicho, el omega se dirigió hacia la entrada, no sin antes, saludar al alfa con la mano. Algo absurdo pero que lo tuvo a las risas. Su entrenador que aguardaba en un costado con el reproductor de música, lo miró con una ceja enarcada.
—Pareces de mejor ánimos que ayer —comentó el hombre con casualidad, ayudándolo a ingresar.
—Saqué buena nota en un examen.
—¿En serio? —dijo el hombre, escéptico—. Pensé que tenía que ver con aquel alfa de allí.
—Es algo de motivación extra —confesó con una sonrisa ladeada.
Rodando los ojos, el hombre apuntó hacia un rincón—. Prepárate, haremos algo de calentamiento. Ya sabes, brazos primeros, piernas después. No te olvides del cuello.
—Sí, señor.
Y con esa indicación recibida, Hongjoong miró en dirección de Yeosang y lo saludó con un asentimiento, el cual fue replicado con una afabilidad familiar. Sonriendo, miró hacia Mingi por última vez antes de comenzar a calentar los músculos.
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Ver calentar a Hongjoong no fue emocionante de ninguna manera posible, los ejercicios eran casi los mismos que los suyos. Sólo que en la disciplina del omega, se involucraron algunos saltos que lo dejaron asombrado por más pequeños que fueron.
Y cuando la música tradicional comenzó a sonar, Mingi se quedó sin aliento. Hongjoong empezó en una posición de piso, abrazado a sus piernas con gracia, a diferencia de Yeosang que se encontraba de pie, uno atravesando al otro. Brazos a los lados del cuerpo. Pero en el instante que los tambores comenzaron a sonar en el reproductor del rubio, él ya no pudo apartar los ojos de su omega.
Tragando en seco, lo vio levantarse de una forma grácil, como un cisne abriendo sus alas, el material restante de su traje de competición, simulándolas a la perfección. Y con una mirada bañada en una determinación férrea, dio sus primeros pasos en reversa, brazos a los lados y mentón bien alzado, el flequillo obstruyendo su vista de manera parcial. Era un retrato casi onírico.
Una belleza que no había tenido la oportunidad de apreciar antes.
Y como si no fuera lo suficientemente impresionante ya, lo vio frenar de repente y elevarse en el aire, girando cuatro veces hasta caer con la pierna contraria a la que había usado para impulsarse. Conmocionado, por un instante creyó que se derrumbaría, sin embargo, su omega supo mantener el balance y continuar con la rutina. Realizando una serie de movimientos con los brazos que no comprendió pero se vieron delicados.
Tan abstraído se encontró en Hongjoong, que ignoró las otras dos presencias que se colocaron a su lado en las gradas.
Conteniendo el aliento y apretando los puños, vio a Hongjoong realizar dos saltos seguidos, uno tras otro. De pequeña magnitud y elevación, pero de asombroso impacto. Y en el momento que la música llegó a su cúspide, a su crescendo, observó con magnificencia como giraba en su eje repetidas veces hasta que lentamente, comenzaba a bajar de altura, encogiéndose en su posición. Una pierna de fuera.
Fue tan increíble que no se dio cuenta de que estaba aplaudiendo, hasta sintió todos los pares de ojos posibles sobre su persona. Pero no lo podían culpar, eso había sido fantástico. Una interpretación de otro nivel y que se había grabado a fuego en su memoria.
Orgulloso, su pecho se infló como si fuera un pavo real y sus labios se estiraron en una sonrisa que pasó desapercibida para el rubio, quien se encontraba deslizándose hacia su entrenador. Conversando con él de algunas correcciones, tal vez. Quizás de algunas felicitaciones.
No lo tenía claro, evidentemente.
—¿Orgulloso de tu novio? —preguntó Jongho, codeándolo.
—No es mi novio —replicó casi de inmediato, girándose a verlo con una ceja enarcada—. Sólo lo estoy cortejando, ¿recuerdas?
—Para ser su novio —insistió el beta menor, haciendo reír al mayor a su izquierda.
—Tiene un punto ahí —defendió San.
Rodando los ojos, Mingi se enfocó en Jongho—. ¿Cómo lo vas llevando? —preguntó sin demoras.
—Mejor que la última vez que nos vimos —respondió con honestidad—. Pero todavía sigo intentando aclarar mi mente. No es un tema fácil de digerir.
—No es un mundo que conocieras antes, es normal. Todos tienen su tiempo, te comprendemos —acotó San con tranquilidad, una postura relajada y una sonrisa simpática en los labios. Jongho asintió, sin decir más—. Así que, ¿Hongjoong realmente cortó lazos con Seonghwa? —procedió a preguntar, sediento por información. Típico de él.
—Podría decirse —contestó el moreno, un tanto incierto, para enseguida de ello, agregar:—. Es más como darle su espacio, ¿sabes? Para que reflexione sobre sus acciones. Nada realmente malo si lo ponemos en perspectiva.
—Contigo debió haber hecho lo mismo, eras un imbécil a su lado.
—Sí, y ya concluimos porqué, ahora déjame en paz. Estoy esforzándome por redimir mis acciones, ¿de acuerdo?
—Lo sé, lo sé, simplemente no me pareció mal que lo recordaras. Además, no entiendo porqué sólo te toleró y te siguió el juego. Yo te hubiera metido una patada en el culo.
—Sólo cierra la boca, es algo personal —le pidió en un mascullo, notando como a la distancia Hongjoong se encaminaba hacia ellos—. Y no digan ninguna estupidez, por favor.
—Vamos, es obvio porqué —dijo Jongho, ignorándolo—. Deduciendo en base a su comportamiento y constante tensión, yo digo o que ya le gustabas, o mínimo te encontraba atractivo que te lo dejaba pasar.
—¿Jugando a las adivinanzas? —preguntó con las cejas curvadas.
—Me tiro por la segunda opción —dijo el de cabellera azul, sonriente—. Es más viable a que haya tenido sentimientos de antemano. Fue atracción, sin dudas.
—Deberían darles un premio.
—¿Acertamos? —preguntó el beta mayor, entusiasmado—. Vaya que tienes suerte. El apodo te sienta, chico de oro.
—No me llames así por favor —murmuró avergonzado, cubriéndose el rostro con las dos manos y deslizándose hacia abajo en el asiento.
—Sí, señor —gesticuló San, llevándose una mano a la frente, estilo militar y causando la risa de Jongho. A quien se le inflaron las mejillas.
—Hola chicos —pronunció Hongjoong una vez llegó, haciendo que se enderece de golpe y lo vea colocarse frente a él—. No los esperaba.
—Vinimos a ver la práctica de Gi —aclaró San, notando de soslayo a Jongho removerse en su sitio—. Pero lo tuyo fue espectacular, Wooyoung tenía razón. Eres excelente como patinador.
—Muchas gracias —murmuró el omega con las mejillas sonrosadas, realizando una reverencia—. Me alegro que les haya gustado —y al decirlo, su mirada se trasladó a él por unos segundos. Brillando en una expectativa viva que le derritió los bordes de alma. Sonriendo en grande, el moreno abrió los brazos.
—Lo hiciste fantástico, realmente me dejaste impresionado. Esos giros excéntricos tuyos me robaron el aliento.
Riéndose, las mejillas del rubio cobraron intensidad—. Habla bien, idiota —farfulló entre dientes, avergonzado—. Pero gracias, ¿ya subí de categoría?
Comprendiendo el mensaje detrás de sus palabras, el alfa suspiró con pesadez. En serio había sido un bastardo con el chico. Totalmente inmaduro.
—Siempre fuiste de primer nivel en el patinaje, Hongjoong, sólo decía aquellas cosas para dañarte el ego. No eran ciertas, de verdad. Nunca debía decirlas.
—De acuerdo —murmuró el omega, zanjando el tema con rapidez y procediendo a hurgar en su bolso hasta sacar una barra envuelta y tendérsela—. Para ti, se me había olvidado —comentó con las mejillas encendidas en un rojo escarlata.
—¿Qué es? —preguntó, desconcertado.
—Un regalo —susurró con la voz queda—. Ábrelo.
Y apenas acercó la barra plástica lo suficiente, su nariz pudo tomar algo de su fragancia, distinguiendo inmediatamente el aroma puro del chocolate. Casi al instante, levantó su cabeza de golpe.
No era inusual que en el cortejo, ambas parejas se hicieran regalos o tuvieran pequeños detalles con el otro. Era bastante frecuente, sin embargo, lo era aún más, que el alfa tuviera la iniciativa de todo, por lo que para Mingi, fue refrescante que Hongjoong le regalara algo también.
Y que pese a ello, el gesto fuera significante y no uno vacío.
—No tenías porqué hacerlo, cariño, gracias.
Carraspeando, el omega desvió la mirada—. No hay de qué.
Encontrando adorable su comportamiento, el alfa se levantó de su asiento y le rodeó el cuello con los brazos, presionándolo contra su pecho.
—Eres un encanto —le dijo en un murmullo íntimo, que esperaba, sus amigos no hubieran escuchado—. Aprecio mucho el gesto, gracias.
—De nada.
Besando su mejilla de manera sonora, el más alto se apartó del bajo y le mostró una sonrisa deslumbrante. Obteniendo una tímida de regreso. Una imagen que supo dulce en su recuerdo.
—¿Te quedas a verme entrenar? —preguntó con la sonrisa todavía presente—. Si ganamos te regalo la camiseta.
—Suerte entonces.
Confiado de su rendimiento, el alfa sólo le intentó guiñar el ojo antes de recoger su propio bolso y guardar en él la barra de chocolate. Recordando el comerla después. Dirigiéndose a la parte trasera de la pista, notó a algunos de sus compañeros ingresar a los vestuarios, saludando a un par de ellos, no tardó en entablar una conversación con el lateral izquierdo de su equipo. Yunho.
—¿Coqueteando con el aspirante al equipo nacional de la universidad? —preguntó con curiosidad.
—Lo estoy cortejando. Es normal que coquetee con él.
—Y creer que antes no se podían ni ver —murmuró en un suspiro exagerado, palmeando su espalda—. ¿Cómo van las cosas?
—Bien, de momento, me regaló una barra de chocolate.
Abriendo grandes los ojos, el alfa más alto se mantuvo en silencio un segundo antes de pronunciarse—. En ese caso yo diría que van viento en pompa.
—¿Quién usa esa expresión hoy en día? —preguntó a las risas, golpeándole el hombro—. ¿Quién eres, mi hermano mayor?
—Como si fueras mejor, cállate, ¿quieres?
—Al menos no me expreso como una abuela.
—Es bueno ver que mis muchachos tienen ánimos hoy —interrumpió el entrenador de la nada, haciendo brincar del susto a los dos alfas más jóvenes—. Espero que esa misma energía se traslade al campo del juego.
—¡Sí, señor! —dijeron al unísono, compartiendo miradas cómplices y sonrisas pícaras.
Asintiendo, el hombre colocó las manos detrás de la espalda y terminó de ingresar al vestidor, corrigiendo la postura de uno de sus centrales con palabras duras. Riéndose, el par enderezó la postura y procedió a tomar asiento en las bancas metálicas, dejando sus bolsos debajo casi al mismo tiempo en una sincronía irreal.
—¿Qué hay de ti, cómo te está yendo con esa omega?
—Pésimo, no tenemos conexión alguna. Deberías presentarme a alguien, sabes que estoy abierto a cualquier cosa.
—¿Qué tal Seonghwa?
Resoplando, el alfa más alto lo empujó por los hombros—. Tú ni siquiera tienes relación con él, para empezar. Y en segundo lugar, no es el chico más lindo que haya visto.
—Mis amigos están emparejados... Bueno, excepto Jongho, pero él es sólo un cachorro.
—¿Jongho? —preguntó—. ¿El beta más joven, el reservado?
—Sí, ¿no te lo había presentado antes?
—Una vez —dijo—. Apenas intercambiamos nombres. ¿Está soltero?
—Por lo que sé —afirmó con un asentimiento, procediendo a enarcar las cejas—. ¿Por qué? ¿Te interesaría conocerlo?
—No veo porqué no, es lindo —aseguró con un esbozo de sonrisa, acomodándose las rodilleras—. ¿Crees que le interese conocerme?
Ajustando su cuellera lo mejor posible, el moreno lo evaluó un rato—. No estoy seguro —contestó con honestidad—. Ni siquiera sé si eres su tipo —admitió, ajustándose las hombreras—. Pero sabiendo que eres un buen sujeto, no me opongo a la idea de que lo intentes.
—¿Me apruebas? —preguntó con cierto humor, acomodando sus coderas—. ¿Quién te aprobó a ti?
—Wooyoung —respondió con firmeza, enderezándose para acomodarse la zona de la entrepierna—. Indirectamente, pero lo hizo de una manera dudosa.
—¿Dudosa?
—Sí, dijo cosas sobre ser un buen prospecto de alfa y que no era tan malo, ¿sabes? —murmuró luego de tomar su camiseta y colocársela—. Ese tipo de cosas ambiguas.
—Deberías pedir por su aprobación entonces, ya que estás cortejando a su mejor amigo.
—Lo sé —susurró, tomando el bastón alargado entre sus dedos enguantados. Pedir permiso haría el cortejo oficial, y Mingi estaba aterrorizado de que Wooyoung lo despreciara, con justificaciones válidas, sin embargo, quería su aprobación tanto como hacer las cosas bien para Hongjoong—. Sólo tengo que toparme con él y hablarle.
—Donde está Hongjoong, está Wooyoung. No es muy difícil de ubicar. A menos que lo estés aplazando.
Sabía lo importante que era la petición de permiso para el cortejo, no se hacía el idiota con ese tema, tampoco era su primera vez intentándolo. No obstante, Wooyoung lo intimidaba un poco. Tenía que reconocerlo, el omega de cabellera violeta era algo a lo que enfrentarse.
—Sólo voy a mi tiempo —justificó de la forma que pudo, colocándose el casco.
—Lo qué tú digas —canturreó el más alto y de cabellera café. Dándole una mirada conocedora antes de imitar su acción.
Rodando los ojos con falsa exasperación, el defensa le dio un empujón antes de apartarse de él y unirse al resto del equipo que ya estaba con el uniforme puesto. Allí, su entrenador, un alfa de mediana edad, les dio un par de palabras de aliento bañadas en una determinación inamovible que siempre lo acompañaba junto con su expresión ilegible. Un hombre duro de la vieja escuela.
Una vez llegaron a la otra barra de ingreso, notaron que los Gwang Dreams ya se encontraban en el hielo, realizando su sesión de estiramiento y calentamiento previo al enfrentamiento amistoso de hoy. Mirando hacia las gradas, pudo contar unos quince alumnos que los verían enfrentarse. Una cantidad apropiada para ser el cuarto receso de la tarde.
Ingresando al hielo, Mingi se desentendió de su alrededor y como los demás, empezó a estirar sus miembros. Asegurándose de hacerlo bien para no tener lesiones indeseadas. Poniendo su atención en cada parte de su cuerpo, incluso en sus dedos resguardados.
Quince minutos después, todos se encontraron posicionados en un triángulo perfecto, enfrentando al azul y blanco que conmemoraba al equipo adverso. No mucho después de eso, una milésima de segundo incluso luego, el silbato de uno de los entrenadores resonó por el frío gélido del gimnasio y el ruido de los bastones chocando, rebotaron como consecuencia. El disco de caucho saliendo disparado a uno de los laterales de los Gwang Dreams.
Deslizándose por la superficie fría del gimnasio, Mingi intentó de bloquear al jugador que se encontraba enfrente de él, sin embargo, el beta fue más astuto que él y logró sobrepasarlo, a pesar de ello, los reflejos de su portero estuvieron a punto, porque logró bloquear el tiro con facilidad.
Respirando hondo, patinó en su dirección y chocaron los cinco, celebrando un detalle que parecía diminuto pero en realidad era la gran cosa.
Relamiéndose los labios, no hubo tiempo para mayores felicitaciones, y casi de inmediato, el juego estuvo retomándose. Esta vez, el disco pasó de bastón en bastón, no consiguiendo ninguno de los dos equipos avanzar a una línea de ataque perfecta, no obstante, Mingi notó una apertura que, se supone, Seonghwa debería de estar cubriendo con mayor amplitud pero se encontraba lo suficientemente abierta como para realizar un tiro. Y silbando el nombre de Yunho, le hizo un gesto con la cabeza sutil, que inmediatamente, el alfa morocho comprendió. Y una vez se hizo con el disco, pasó de largo la posición del castaño, atinando entre las piernas del portero.
Consiguiendo así su primer punto.
Y sumidos en una tensión palpable, el juego continuó de esa manera, con el disco de caucho yendo en diferentes direcciones y con los porteros estirándose de formas particulares para atraparlo.
Y lo que pareció un juego obsoleto, pronto se convirtió en una batalla desesperada por aumentar el marcador, pese a que se trataba de una competición amistosa. Y desmedidos en sudor y empapados en furor cegador, los equipos se destruyeron dentro del campo. La rivalidad saliendo a flote como oleadas en una marea tormentosa. El fuego en sus ojos y la adrenalina en sus venas, los hicieron chocar cuerpos y robar alientos.
Una confrontación de bestias absoluta donde la victoria se tiñó de rojo.
Nada inesperado o sorprendente, excepto el margen de puntos entre equipos: 24 a 13. Una masacre que dejó a los Gwang Dreams desanimados y a su entrenador a cargo, decepcionado. Expresiones caídas y aromas ácidos, que se vieron abrumados por las celebraciones eufóricas de los Red Falcons.
Y como prometió, Mingi se deslizó hacia la barra de ingresó y se quitó su camiseta, quedando con el equipo de protección y entregándosela a Hongjoong que aguardaba por él con una sonrisa plasmada en la cara.
—Felicidades, lo hiciste increíble.
Parándose más recto, el alfa sonrió, con el casco bajo el brazo—. ¿No merezco una recompensa?
—Aprovechado —le dijo el omega tras rodar los ojos, sin embargo, estiró la mano y lo tomó por su pechera de seguridad y tironeó de él hasta que sus alientos bailaron el mismo compás—. Deberías aceptar las palabras y agradecerlas. No pedir más.
—Pero tú vas a ser un buen chico y vas a darme lo que pido, ¿no es así, cariño? —cuestionó con la cabeza ladeada. Por encima del más bajo.
Mordiéndose el labio inferior, el rubio lo miró unos segundos de deliberación antes de ponerse de puntillas y abrir la boca en una invitación explícita que dejó al moreno con el corazón galopando con fuerza. Terminando de acercarse, el defensa tomó la boca del patinador artístico como si fuera una cosa que le perteneciera. Con propiedad y demanda. Fundiendo su lengua con la suya y enlazando sus labios con un ahínco vulgar que le robó un jadeo al omega.
Complacido con su atrevimiento personal, el alfa se apartó con lentitud, viendo los ojos brillantes del más bajo y la tentación grabada en su rostro como una escultura.
—Deberías tener esa motivación en los juegos recientes, te vendría bien.
Entrecerrando los ojos, Mingi le dirigió una mirada de muerte a San por arruinar su momento, sin embargo, éste se encogió de hombros y le ladeó una sonrisa traviesa. Denotando su intención.
—Sólo perdimos uno, no es la gran cosa.
—Lo que te deje dormir por las noches —le contestó Jongho, para sorpresa de ninguno del grupo de amigos. Pero sí para Hongjoong, quien tenía, más o menos una imagen construida del más joven. Notando esto, pronto agregó:—. ¿Qué? No soy un cachorro ingenuo, me gusta meterme con ellos.
—Lo qué sea —masculló Mingi—. Hablando de cachorros —continuó—, hay un chico en mi equipo, el alto y morocho, quiere conocerte. ¿Te interesaría hacerlo?
—Ya lo conozco —respondió el beta—. Se llama Yunho.
Rondando los ojos, el pelinegro con mechas se masajeó el puente de la nariz—. Personalmente, me refiero.
—Por eso debes armar mejor tus oraciones, se pueden malinterpretar —le regañó el pelinegro con burla, haciendo reír al beta mayor—. Déjame pensarlo y luego te aviso. No estoy seguro de que tengamos mucho en común.
—Sólo tómate tu tiempo y avísame. Sin presiones.
—Genial —fue toda respuesta que obtuvo.
Riéndose cortamente, sacudió la cabeza y dirigió la atención al omega, que se había puesto la camiseta del equipo a pesar de que estuviera sudada, conmovido por su gesto, se inclinó a besarle la mejilla. Tironeando de ella sutilmente con los dientes, haciéndolo reír y apartarse.
—Iré a ducharme, luego de eso puedo llevarte a tu dormitorio, ¿de acuerdo?
—Me parece bien —susurró Hongjoong con un esbozo permanente de sonrisa—. No quiero ir con un perro sudoroso.
—Lo dice quien lleva mi camiseta.
—Fue un obsequio, puedo soportarlo.
—Te estás volviendo pegajoso —señaló con detenimiento—. No te excuses, es lindo.
En las primeras semanas del cortejo, era usual que las parejas se volvieran más afectivas, ya que las hormonas se desequilibraban con la muestra de atención excesiva y las constantes señales de interés, con el correr del tiempo, se volvían acordes a su comportamiento de siempre.
—No soy el único —murmuró con las mejillas encendidas de un tierno rosa.
—No es como si lo hubiera negado en un principio.
Colocándole una mano en el pecho, el omega lo empujó—. Ya vete a bañar de una vez y déjame en paz. Pesado.
—Nos vemos luego, princesa.
Lo último que escuchó mientras atravesaba el hielo, fue a Hongjoong exclamar una maldición y un pedido para que la cortara con ese apodo ridículo, cosa que Mingi hizo oídos sordos. El entrenamiento había sido bueno y había recibido un obsequio de cortejo por parte de su omega, estaba a rebosar de felicidad.
No tenía idea de qué le depararía el día de mañana, pero de momento en lo único que se concentraba era en el presente. Y tal cual estaba, le gustaba. Era cálido como una brisa de primavera. Acogedor incluso.
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