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❈•≪11. Adrenalina y enfrentamientos≫•❈

Hongjoong se encontraba nervioso, con la sangre bombeando con fuerza a través de su corazón y las terminaciones sacudiéndose dentro de su sistema obsoleto de pensamiento lógicos. Esta mañana, había madrugado más de lo usual a causa de la inquietud y los pensamientos repetitivos que no lo habían dejado descansar. Fue un suplicio intermitente donde se vio sacudido por las dudas y los escenarios hipotéticos.

Y mientras la impaciencia se lo comía por dentro, su cabeza no dejaba de conjeturar sobre cómo debería de comportarse ahora que Mingi y él tenían un trato más ameno, por no decir que amoroso. Sobre todo su preocupación radicaba en cómo debía actuar en público: ¿Debía tratarlo como siempre, con aspereza y hostilidad? ¿Debía seguir esforzándose por ignorar su presencia o no? ¿Debía actuar como realmente quería o restringirse? Poniéndose las manos a los costados de la cabeza, el omega se sintió abrumado por sí mismo, porque, ¿qué tenía que hacer?

Y todas sus cavilaciones se vieron cortadas de forma abrupta, cuando de repente, la puerta del auditorio se vio abierta por una persona, conteniendo la respiración y con las palpitaciones a mil en su pecho, el rubio observó con un pedazo de piel dorada se asomaba por la entrada y un chico de altura imponente, se hacía espacio en el lugar. Song Mingi había llegado. Y como siempre, rodeado de un par de admiradores que le daban charla.

Sin embargo, lo que le llamó la atención, fue el pequeño ramo de flores blancas que cargaba consigo. Rodeados por un papel blanco, casi transparente y un listón brillante. Y a medida que se acercaba, podía notar los detalles sutiles en la construcción, como las otras flores que le acompañaban y eran de un menor tamaño, capullos cerrados y puros, como así también, ramas con diminutas bolitas en las puntas de un color amarillo tenue, casi deslavado. Era precioso.

Y cuando Mingi se halló frente a él, tendiéndoselo, las palabras murieron en el nacimiento de su garganta. Conmocionado porque el defensa derecho de los Red Falcons, le esté haciendo una muestra de cortejo tan amplia en público. Porque aquellas no eran cualquier flores, eran jazmines. Su aroma dulce y fuerte, inconfundibles a la nariz de cualquiera. Y el único omega con esa fragancia en toda la universidad, era él.

Ya que los aromas como las personas, eran irrepetibles.

—¿Para mí? —preguntó tontamente, las manos en sus notas del día y los ojos bien abiertos. Sintiendo como las miradas externas le comenzaban a quemar el rostro.

—Pensé que las apreciarías mejor que nadie —comentó el moreno con afabilidad, esbozando una sonrisa de galán que dejaban al descubierto sus dientes disparejos.

Regalarle a alguien las flores o las características que describían o componían la fragancia de esa persona, era sinónimo de una intensa atracción. Aparte de un interés honesto. Lo que lo dejó aún más conmocionado por encima de todo.

—Gracias —murmuró, tomando el ramo en su poder y observándolo más de cerca. Era hermoso. Inevitablemente, sus labios se curvaron en una sonrisa enorme, deslumbrante. Había pasado un tiempo desde que alguien tuvo ese detalle con él—. Es muy lindo, Mingi, gracias.

—No hay de qué —dijo el aludido con un asentimiento, llevándose las manos a los bolsillos con casualidad—. ¿Ese asiento está ocupado? —preguntó luego de apuntar con su mentón a la silla a su derecha.

—No —susurró con despreocupación, de inmediato, para acto seguido, agregar:—. Aunque no es a mí a quien le tienes que preguntar —y una vez lo dijo, hizo un ademán con su cabeza hacia el beta que se mantenía en un costado, esperando que la bola de estudiantes se disipe para poder tomar el asiento que le corresponde y siempre le era robado—. Es a él.

Asintiendo en comprensión, Mingi dio un par de pasos hacia adelante y chistó en dirección del beta, poco educado de su parte, pero al omega sólo le quedó rodar los ojos y verlo con detenimiento. Observando sus acciones.

—Hey, hombre, ¿puedo tomar tu asiento a partir de ahora? —preguntó con un tono amable y una sonrisa de ganador. Quitándole el aliento a más de uno allí—. Quiero sentarme al lado de mi omega de ahora en adelante, si no te molesta, claro.

—¿Me estás preguntando? —cuestionó el sujeto con evidente incredulidad, una mano en el pecho y una ceja enarcada.

—Sí, sé que últimamente sólo me sentaba sin consultar, pero me pareció mejor hablar contigo el tema. ¿Puedo?

—Así que, ¿me estás pidiendo permiso?

—Lo estoy —confirmó, llevando una mano detrás de su nuca—. Sé que no fui el mejor compañero pero agradecería mucho el cambio de puesto.

Y luego de unos segundos de silencio, el chico asintió—. Seguro, ahora que lo pides no tengo ningún problema. Descuida.

Y con eso dicho, el beta se dirigió al asiento que Mingi solía ocupar junto a la ventana, dejando su mochila con despreocupación y una actitud simplista. Fue increíble ver que cediera tan fácil, pero al mismo tiempo, pudo notar que al defensa le vino bien y lo agradeció, por la manera en la que suspiró.

—¿Tu omega? —preguntó Hongjoong cuando Mingi se sacó la mochila y tomó asiento—. ¿Desde cuando es que lo soy?

—Desde el momento que lo hicimos por primera vez —susurró con una sonrisa de medio lado, ganándose un golpe en las costillas que le robó el aliento, sin embargo, eso no lo detuvo de continuar hablando—. Pero oficialmente, desde hoy. Así como soy tu alfa.

—Mi alfa —repitió por lo bajo, probando las palabras—. No suena tan mal —agregó con una sonrisa.

Riéndose a su lado, el pelinegro con mechas empezó a sacar sus notas mientras sacudía la cabeza a los lados—. Bueno, me alegra saberlo —pronunció con sarcasmo, para enseguida de ello, cambiar a un tono más serio—. Puedes recurrir a mí cada vez que lo sientas necesario, ¿sabes?

—Ahora lo sé —le dijo con una sonrisa más tenue, simpática—. Lo mismo aplica para ti. Cuando necesites hablar con alguien o sólo quieras contención, llámame. Te haré un espacio en mi agenda.

Rodando los ojos, el alfa suspiró con una pesadez falsa—. Muy gracioso —fue lo único que dijo.

Sonriendo en grande, Hongjoong procedió a rodearle el cuello con los brazos. Pegándose a su cuerpo y arrimando sus rostros cerca. Una acción inesperada que tuvo al contrario con los ojos bien abiertos en un asombro genuino. No obstante, y por inercia, le rodeó la cintura con los brazos. Correspondiendo a su gesto.

—Lo decía en serio, tengo una vida ocupada con los entrenamientos y los estudios, deberías saberlo mejor que nadie —comentó en un susurro íntimo—. Tú apenas asistes a ciertas clases por el horario de las prácticas.

—Me prestas más atención de la que creía, eso es interesante.

—¿Eso piensas? —preguntó en una cadencia suave, seductora al oído—. Podrías decir que soy una persona observadora.

Acercándose a su cuello, Mingi presionó su nariz cerca de sus glándulas de olor, fue un toque sutil, apenas perceptible que le hizo cosquillas—. ¿Persona observadora? —murmuró—. En ese caso, qué dirías de mí ahora mismo.

Acurrucándose más cerca, Hongjoong tomó de sus feromonas superficialmente en una respiración discreta—. Que quieres besarme.

—¿Sólo besarte? —cuestionó en un susurro que le erizó la piel.

—Y ponerme encima del escritorio.

Soltando un pequeño gruñido, el alfa estrechó su agarre—. Bingo —dijo antes de apartarse, muy a su pesar—. Ahora deberíamos de controlarnos un poco, ¿no crees? Sería muy inapropiado hacerlo con el salón ocupado.

—¿Qué, planeas hacerlo cuando ya no quede nadie?

—¿Quieres intentarlo?

Carcajeándose, Hongjoong puso una mano en el pecho de Mingi y se apartó—. Deberías disminuir toda esa testosterona en tu cerebro, comienza a afectarte.

—El que me afecta es otro, realmente.

—Qué galán —susurró el omega entre risas, dirigiendo su atención al ramo sobre su escritorio—. Son preciosas, de verdad no las esperaba.

—Te estoy cortejando, si voy a hacerlo, lo voy a hacer bien.

—Bueno, ya nos pasamos un par de etapas. Pienso que será interesante de ésta manera.

—Hacerlo a nuestro modo, siempre será más interesante, después de todo, se trata de ti y de mí. ¿Qué importa el resto?

—Nada.

—Así me gusta —murmuró el moreno—. Ahora sé bueno y dame un beso.

Terminando de cortar la distancia entre ellos, Hongjoong unió sus labios en un beso suave y corto, que apenas les sirvió para probarse. Dejándolos con ganas de una profundidad mayor. Un anhelo que los convirtió en un desastre latente para el otro.

—Buen chico —susurró Mingi cuando se apartaron. Mordiéndose el labio inferior, el omega asintió y se apresuró a robarle un beso—. ¿A qué vino eso?

—Me nació —respondió el rubio con un encogimiento, separándose por completo y tomando mejor postura al lado del más alto—. ¿Sabes? Antes de que llegaras estaba nervioso. Pensando en la manera adecuada de cómo tratar contigo después de estar discutiendo por tonterías y enfrascado en conflictos inútiles.

Tomando una de sus manos, el defensa se la llevó a los labios, besándola con un cuidado de cristal que le supo dulce—. Yo no sabía qué flores elegir —comentó con casualidad, sin embargo, fue evidente en sus orejas enrojecidas, que se encontraba avergonzado—. Creí que sería muy descarado de mi parte ir directamente por unos jazmines, pero al mismo tiempo, quería que vieras que no estaba jugando contigo, ¿sabes?

—¿Qué pensabas regalarme entonces? —cuestionó con curiosidad, ladeando el rostro.

—Doce rosas.

Separando los labios, el omega se mostró en extremo sorprendido. Doce rosas rojas, eran una clara señal de interés y un inicio básico en el mundo del cortejo, significaban iniciativa e importancia hacia la persona receptora. Era un gesto tierno y genérico, aún así, no perdía su valor a la hora de deslumbrar al afectado en cuestión.

—Vaya... —susurró el omega, asombrado—. Hubieran estado bien para empezar —agregó luego de aclararse.

—Pero no habrían sido apropiadas con el valor de mis sentimientos por ti.

—¿Por qué no fuiste así de dulce conmigo al principio? —preguntó de repente, bañado en una intriga que carcomía por dentro—. Sé que tuvimos nuestros roces, pero me disculpé aquella vez, ¿no se supone que todo debió quedar bien entre nosotros? —preguntó con confusión, viendo como el alfa jugueteaba con sus dedos—. ¿Por qué nos volvimos así?

—Jongho dice que tiene que ver conmigo —explicó en un susurro que le tiñó las mejillas de rojo—. Dice que tengo problemas para gestionar mis emociones. Además, en aquel entonces te habías hecho amigo de Seonghwa. Por lo que descarté cualquier intento de acercamiento.

—¿Sólo porque son de equipos rivales? —cuestionó con incredulidad.

—Aparte de eso, nunca nos llevamos bien, por si no lo habías notado. No es sólo en el hielo, es fuera de él también.

—¿Es porque ambos son alfas?

—En parte tiene que ver con eso, otra parte son las constantes comparaciones entre nosotros. Incluso si somos distintos defensas. Eso generó un resentimiento inconsciente, supongo. A todos les gusta la imagen del chico bueno.

—Por si no lo habías notado, no a todos nos gustan, además, ¿no tienes más fanáticos? —preguntó con la cabeza ladeada. Lo que llevó al alfa a quitarle un par de mechones de la frente.

—Todo siempre dependerá de a quién le preguntes. La universidad está bastante dividida por los equipos y los jugadores, lo sabrías mejor si asistieras a los juegos.

—No soy el mayor admirador del hockey por si no te habías percatado.

—Te estoy cortejando, deberías intentar darle una oportunidad.

Riéndose, Hongjoong se acercó al cuello de la camisa azul que llevaba Mingi y le dio una pequeña olfateada—. Comienza por dejar el cigarrillo y luego hablamos, ¿qué tal suena eso?

—Como una injusticia.

—Lo siento, pero por si nadie te lo había dicho antes, es horrible chupártela. Sabes a mierda. Y eso que eres un atleta. Deberías tener una mejor dieta.

—¡Hongjoong! —masculló Mingi, totalmente descolocado—. No puede ser así de malo —susurró ya más avergonzado.

—Prueba tu propio semen un día y verás quién tiene razón.

—Apuesto a qué sabría mejor viniendo de tu boca.

—¿Quieres intentarlo?

Por suerte o desgracia, la respuesta de Mingi se vio interrumpida por la entrada de su profesora del día. Quien abogó por el silencio y los saludó con una frivolidad familiar, enderezándose al unísono, todos realizaron una reverencia de noventa grados y dieron la bienvenida a la primera clase de la jornada con ánimos descompuestos y sonrisas a medio formar que decían suficiente.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Hongjoong no tenía idea de cómo había terminado en esta situación, pero no le disgustaba en lo más mínimo. Se hacía una idea, eso era seguro. Entre tanta tensión y sugerencia de su parte era previsto que terminarían consumiéndose como dos planetas pronto. Y encontrándose en uno de los últimos cubículos del baño masculino, rodeado por el perfume natural del lugar: limpiador puro y cloro potente, una combinación desagradable pero en conjunto con las feromonas intensas del alfa, era todo lo que necesitaba para sentirse cómodo. Pero para ser honesto, en lo único que su mente obnubilada podía concentrarse, era en el miembro que descansaba en su boca hacía dos minutos. Simplemente reposando en su cavidad. Manteniéndolo caliente.

Sus rodillas resentidas por la dureza del piso de dudosa higiene y sus palmas aferradas a los muslos grandes del atleta con una firmeza indescriptible. Mientras que el ruido del exterior potenciaba sus sentidos, las puertas que se abrían y cerraban con frecuencia, las llaves que dejaban el agua correr y las charlas cortas acopladas a risas casuales que se perdían en la dureza de aquellos muros de mármol, era una combinación sobre-estimulante.

Cerrando los ojos con fugacidad, su mirada dejó de ver aquellas paredes grises y sin gracia para enfocarse en Mingi, quien lucía imponente en la grandiosidad de su altura que lo superaba por lejos. Espalda recta, mirada seria, ojos rasgados en una aspereza salvaje y labios regordetes separados en una exclamación silenciosa. Cabellera desecha en una imperfección planificada. Y mientras que una de sus manos grandes descasaba entre sus mechas rubias, la otra lo sostenía por la parte trasera de su nuca, asegurándose de que no se mueva de su lugar y siga haciendo lo que se le fue indicado: mantener su miembro caliente y erecto. Sólo usando su boca.

Un juego de temperatura al que había sido sometido incontables veces por sus parejas más osadas y aventureras, pero en ninguno de esas sesiones habían estado en un lugar público, al borde del peligro y rozando la adrenalina con un descaro de mil libertinos. Pero eso no significaba que se sintiera mal.

En esa universidad nadie era un santo, si no lo hacían en los dormitorios con sus compañeros durmiendo, muchos se aprovechaban de los salones desocupados para hacer sus guarradas. Algunos sólo se salían del patrón y también sacaban ventajas de los baños, como era su caso.

Pero sin dudas, no eran los primeros ni los últimos en cometer un acto de lujuria en semejante espacio. Lo que los hacía poco especiales.

—Qué linda perra, sacando la lengua para mí —susurró Mingi de repente, acariciándole el pelo con una suavidad de seda. Despejando su vista empañada—. Es una lástima que no pueda pasearte con la correa por el campus. ¿Te imaginas eso? ¿Lo mucho que resaltarías con el rojo en tu cuello y el dorado tirando de él? —continuó, una cadencia dulce y agradable al oído, destacando la característica rasposa que la componía—. Serías la criatura más hermosa a la vista de cualquiera. Una zorra de alta clase. ¿No quieres ser eso, una zorra de primer lugar?

Gimiendo, el más bajo cerró los ojos y sintió como el miembro endurecido del alto ingresaba más adentro en su canal bucal. La punta llegando más profundo de lo que había hecho en un principio.

Y sin la necesidad de estar encadenado o teniendo el collar rodeando su cuello, Hongjoong comenzó a sentir como, lentamente, su mente se llenaba de feromonas y era transportada a un lugar lejano. Reconfortante y suave. Abotonado de nubes esponjosas y de colores pasteles. Tan tangible como eso. Fue majestuoso.

—¿Lo estás deseando, no? —masculló el alfa, aferrándose a su cabellera con una dureza absoluta—. Ser pavoneado de esa manera, tan vulgar y descarada. Que omega más patético. ¿Debería joderte la boca y poner algo de sentido en tu cabeza? —ansiando algo de liberación y de acción, principalmente, el omega no vio la hora de asentir. Siendo cuidadoso con la erección que resguardaba—. Por supuesto que lo quieres, con lo necesitado que eres, es imposible que digas que no. Apuesto a que ya estás goteando allí abajo. Como toda una zorra.

Ido, la única cosa que hizo el rubio fue asentir múltiples veces, de acuerdo con lo qué sea que su alfa estuviera diciendo. Porque para ser honestos, a esa altura, no podía distinguir palabras, sólo sonidos y promesas lujuriosas que liquidaban su proceso de razonamiento hasta dejarlo sin funciones adecuadas acordes al lugar en el que estaban.

Porque todavía era el receso y corrían riesgo de ser atrapados si no eran precavidos.

Lo que no sabía si estaban siendo.

Sin embargo, eso no detuvo a Mingi de sujetarlo por las dos mejillas y comenzar a moverse, al principio fue lento, tanteando su capacidad y profundidad, pero luego de comprobar que podía tomarlo, sus embistes se volvieron más constantes y profundos. Dejándolo sin aliento y haciendo que sus uñas se claven en la masa bien construida y cubierta del atleta.

—Un golpe es más suave, dos me detengo, ¿recuerdas eso? —preguntó el moreno un segundo, viéndolo directo a los ojos. Y Hongjoong asintió, sin embargo, eso no contentó a Mingi, quien para su infortunio, sacó el miembro de su boca. La falta de algo pesado le supo mal, la contextura resbaladiza y pegajosa permaneciendo como un recuerdo de que algo hubo allí—. Dilo —ordenó el alfa en un susurro demandante—. Quiero escucharte decir que lo entiendes.

Y él lo comprendía bien al sistema de golpes, como Mingi dijo, constaba de dos fases, la primera era para ir más despacio, mientras que la segunda, era para detener la sesión por completo. Para completa sorpresa del omega, esto no se lo había enseñado él, el alfa lo había investigado por su cuenta y se lo había comentado un día. Haciendo preguntas al respecto. No fueron más allá de si el funcionamiento y el mecanismo era tal cual lo explicaba una página. Lo que confirmó.

Un golpe bajaba la intensidad y dos la detenían por completo. Simple pero efectivo en casos donde la persona se veía limitada de palabras o restringida en su totalidad. Como era el caso del rubio.

—Un golpe para ir más despacio, dos para detenerlo —pronunció con la voz hecha un desastre. Relamiéndose los labios, pudo sentir ese regusto amargo por el tabaco que le hizo contener una mueca de desagrado. En serio sabía mal, pero eso no hacía la experiencia menos placentera.

—¿Cuándo tienes que usarlo?

—Cuando piense que estás siendo demasiado duro —murmuró al escuchar como la puerta se cerraba y alguien abandonaba los baños. Dejándolos sumidos en un silencio frágil—. Por favor, ¿podrías ponerlo de...?

—Buen chico —susurró el moreno con un esbozo de sonrisa, interrumpiéndolo, y volviendo a acercar su rostro—. Es una pena que seas tan desesperado. Debería enseñarte algo de disciplina, ¿no crees?

—Por favor...

—Qué patético, rogando por una polla como si fueras a morir mañana. Me das pena.

Y con eso dicho, introdujo su miembro de regreso a su boca, la pesadez hinchada y rojiza se amoldó a su cavidad con relativa facilidad y lo volvió a llenar de ese almizcle natural que penetró con fuerza sus fosas nasales. Tomando una profunda respiración, el omega se preparó a los embistes del alfa antes de que estos sucedieran. Conociéndolo. Mandíbula tensa y mirada fija en un hambre predadora, se lo dijeron todo. No necesitó de palabras ni señales, sólo de él.

Y cuando las primeras embestidas se dieron, Hongjoong tuvo que cerrar los ojos con fuerza y entregarse a la situación. Ahuecando las mejillas para aumentar el placer contrario y cuidando de no revelar sus dientes por accidente. Fue una actividad que mantuvo su mente ocupada al máxima y dispersa de sí mismo al punto de que se olvidó de su propia erección que goteaba o de su placer que incrementaba con el aumentar de las estocadas a su garganta destruida.

De lo único que fue consciente, era del alfa y de su placer que, indirectamente, afectaba al suyo.

Las endorfinas desatadas y las feromonas ahogando su cerebro en un mar de surrealismo incomprendido. Abstracto y difícil de separar en piezas más sencillas.

Y cuando la intensidad de todo lo empezó a desbordar, llevándolo a un barranco sin salida, a Hongjoong no le quedó de otra más que golpear la parte interna del muslo de Mingi una vez. Su garganta adolorida comenzaba a presentar resentimiento y sus cuerdas vocales aún más, dolían como si hubiera gritado sus pulmones fuera y un sector ardía de una manera indescriptible, pero aún así, se sentía tan bien que quería más de ello.

No obstante, siendo lo atento que Mingi era en la cama, desaceleró en el instante correcto. Empezando a frotarse en el costado de su mejilla con una parsimonia dedicada que le hizo sentir lo excitado que se encontraba. La punta resbaladiza dejando un rastro amargo en la base de su lengua, sin embargo, él ignoró la sensación en su paladar y continuó dejando al moreno hacer lo que estaba. Porque se sentía tan bien palparlo de esa manera. Dejándose usar como un juguete.

La sola idea lo transportó a una galaxia diferente de colores y estrellas, que lo hicieron papilla. Desarmando su interior por completo, pieza por pieza, hasta hacer que su exterior se convierta en una masa sin forma.

—¿Quieres tocarte? —preguntó el defensa de los Red Falcons en un susurro de terciopelo—. Llevas enterrándome las uñas hace rato, apuesto a que estás urgido por tocarte, como la perra necesitada que eres. Porque eso eres, ¿o me equivoco? —sacudiendo la cabeza, Hongjoong observó como las pupilas de Mingi se expandían por el placer, tornándose en una obsidianas fundidas—. Por supuesto que no me equivoco, hueles como una perra necesitada. Adelante, entonces, tócate.

Y con el permiso recibido, Hongjoong no demoró en llevar una mano al interior de sus pantalones, sin embargo, apenas hizo amague de agarrar su erección hinchada, hubo una mano interponiéndose en su camino y sujetándolo de la muñeca. Confundido, parpadeó hacia arriba, encontrándose con aquel mar negro y brillante.

—Tan descuidado como siempre —murmuró el alfa a modo de regaño, deteniendo sus movimientos de pelvis—. Eres una miseria que no puede hacer ni esto bien, qué desafortunado —comentó en un chasquido, dándole una mirada seria que hizo sacudir su erección—. Deberías bajarte los pantalones, a menos de que los quieras manchar. ¿O acaso lo quieres sucio?

—No, Min, no.

Mediante el apodo, ambos supieron que Hongjoong se había reducido a una masa maleable y sin consciencia de lo que sucedía a su alrededor. El tono bajo y desesperado, fueron un indicativo extra de su desconexión.

—Entonces, presta más atención a lo que haces, perra. Sé un buen chico por una vez en la vida, ¿sí? ¿No quieres serlo para mí?

Asintiendo con urgencia, Hongjoong se pasó el dorso de la mano por encima de la boca, eliminando el exceso de saliva y líquido preseminal de allí.

—Sí quiero. Yo sé que puedo, Min. Por favor.

Para esas alturas, el omega se encontraba con los ojos empañados de lágrimas y los labios sumamente hinchados. Enrojecidos en una sugerencia explícita y difícil de pasar por alto.

—Demuéstralo entonces.

Asintiendo con obediencia, el rubio procedió a apartar las manos del alfa y con precaución, bajó la cremallera de su pantalón, a su vez que también se bajó la ropa interior hasta la mitad de los muslos. Fue incómodo y ambos lo notaron, sin embargo, ninguno hizo nada para cambiar la situación. Permitiendo que esa dosis de disconformidad se filtrara en su sangre, llenándolo de otro tipo de dolor.

Y una vez hecho eso, enrolló una de sus manos alrededor de su erección, dándose algo de liberación al crear una pequeña fricción con el sutil movimiento que hizo. Levantando la cabeza, sus ojos fueron directamente hacia aquellos ensombrecidos por el placer. Encontrándolos brillantes como dos grandes soles.

—Buen chico —susurró a su vez que palmeaba su cabeza con suavidad—. Ahora sé bueno y abre esa boca. Todavía no terminamos.

Siguiendo su orden al pie de la letra, Hongjoong se arrimó hacia el miembro de Mingi y separó los labios, sintiendo como la pesadez abrumadora volvía a introducirse en su boca, sólo que esta vez, hasta la mirad. La punta resbaladiza, presionándose contra su mejilla. Volteando los ojos hacia atrás, el omega giró la muñeca al mismo tiempo que el alfa comenzaba a tocar la ternura de su carne donde su erección resaltaba.

La combinación fue simplemente explosiva.

Y mientras se suministraba atenciones personales a sí mismo, el rubio podía sentir como el pelinegro se complacía a través de su mejilla. Presionando la punta de su miembro a través de su piel. Aumentando el ritmo de su mano, Hongjoong se sintió verdaderamente desesperado, cuando la cúspide de su clímax comenzó a construirse con una intensidad abrumadora. Las galaxias expandiéndose y los planetas colisionando entre sí, convirtiéndose en millones de estrellas luminosas y coloridas.

Fue así que supo que su orgasmo estaba llegando y de manera demoledora además.

Cerrando los ojos con fuerza, las lágrimas corrieron libres y su mente abarrotada de estímulos, explotó. Siendo finalmente consumida por esa masa pesada como la brea. Y pese a ello, no detuvo los movimientos de su mano, continuó masajeando su falo y su cabeza con una insistencia dolorosa, extrayendo el contenido hasta quedar seco.

Sumergido en esa masa de placer, el omega cometió un error y descubrió sus dientes por accidente, rozando el glande del moreno, quien siseó una advertencia y lo sujetó por el cuero cabelludo con fuerza, apartándolo por completo. Lloriqueando, el rubio quiso acercarse, pero el jalón fue más feroz, deteniéndolo y haciéndolo llorar con ganas.

—Maldita perra —masculló sin resentimiento real, presionando su miembro en el costado de la cara de Hongjoong—. Sólo tenías un objetivo y ni siquiera eso puedes cumplir. Qué desperdicio de tiempo contigo. Debería dejarte sin nada...

—No, no, no. Lo siento, Min, lo siento tanto.

—Sólo te dejaste ir, lo sé. Ya cállate que aburres.

—Lo siento.

Y de la nada, Mingi lo golpeó con su miembro en la mejilla, haciéndolo callar efectivamente. Conmocionado, el omega parpadeó a través de las pestañas y miró hacia el alfa con ojos grandes. No obstante, éste no se detuvo allí y lo volvió hacer, el ruido de la carne resbaladiza chocando con su mejilla seca, retumbaron por el silencio de los baños. Llenando los cubículos de una vulgaridad explícita.

No mucho después, comenzó a frotarse en su mejilla con una lentitud calculada, como si lo estuviera jodiendo por dentro sólo que en realidad, lo hacía por fuera, el líquido preseminal humedeciendo su piel y manchando su superficie. E inesperadamente, algo explotó, llenándolo de un aroma intenso y de una densidad espesa. La erección perdió forma y se tornó flácida sobre su mejilla. Así supo el omega que el alfa se había corrido.

Gimiendo con fuerza, sus piernas temblaron y su entrada se encontró a punto de emanar lubricante, pero gracias a los bloqueadores que había tomado con antelación por insistencia del pelinegro con mechas, eso nunca pasó y se quedó más en una sensación fantasma. Sus caderas incluso tartamudearon por la osadía del defensa derecho de la universidad.

Y poco después de eso, hubieron unos brazos construidos tomándolo por el medio de la cintura y levantándolo del suelo, llevándolo a un lugar seguro que olía a almizcle y chocolate intenso. Un par de labios gruesos se apoderaron de los suyos y lo hundieron en un beso profano que lo saqueó por completo, dejándolo vacío en su totalidad de cualquier pensamiento o sensaciones. A pesar de ello, hubo una mano que viajó a su espalda y comenzó a acariciarlo. Patrones irregulares y tranquilizadores. Palabras susurradas contra su boca y dulces al oído. Indistinguibles en su neblina de excitación, pero tiernas al final del día por la cadencia afable y rasposa que las pronunciaba con un cuidado de cristal.

Siguiendo las indicaciones de Mingi, Hongjoong comenzó a tomar bocanadas de aires profundas, reteniendo cada una de ellas por siete segundos y soltándolas por cuatro. Repitiendo el proceso cinco veces, hasta que su agitación se reguló y su llanto disminuyó. Reduciéndose a un recuerdo.

—Lo hiciste excelente —susurró Mingi contra sus labios, robándole un beso fugaz—. Eres la criatura más hermosa que he visto hasta ahora. Dios, eres fascinante —murmuró con una profundidad en su voz que no le había escuchado antes, comenzando a frotar sus mejillas con una deliberación evidente—. Aunque hubiera estado mejor si no sacabas los dientes, ¿sabes? No fue muy placentero que digamos.

—En verdad lo siento, no fue mi intención —murmuró de la forma que pudo, todavía aclarándose.

—Lo sé, cariño, lo sé. Pero la siguiente vez el castigo será otro, ¿entendido?

—Entendido —susurró de acuerdo, asintiendo con suavidad. Inmediatamente después de eso, el rubio sintió algo húmedo pasando por su mejilla, lo que con rapidez, supo reconocer como la lengua del alfa. Quien le limpió el semen en la piel—. Podías usar el papel del baño —murmuró de forma tonta. Sonrojado por alguna razón. No quería verse en el espejo y saber la clase de desastre que era.

—¿Sabes? —murmuró el alto, ignorándolo—. Tenías razón, mi semen sabe a mierda.

Riéndose, el omega lo apuntó con el dedo—. ¡Te lo dije! —cantó victorioso—. Tienes que dejar esa mierda de cigarrillo. Es por tu bien.

—Lo sé —susurró al terminar de mezclar sus aromas—. No eres al único que le disgusta —comentó con casualidad, tomando un par de papeles y comenzando a limpiarlos—. Jongho lo encuentra desagradable.

—Hablando de Jongho —empezó diciendo el omega cuando se encontró con las prendas en su lugar—. ¿Cómo ha estado?

—Bien, sigue sin comprender demasiado de la situación pero no está cerrado a aprender. No te preocupes, no te ve menos por eso.

—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó con una ceja enarcada, saliendo del cubículo como si nada. Para suerte de ambos, no se encontraba nadie allí.

—Porque conozco a mis amigos. Sólo está algo descolocado, es más conservador que San, lo entenderá tarde o temprano. Sólo necesita tiempo.

—Confío en ti, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, no te decepcionaré —le dijo el moreno, inclinándose a besarle la frente—. Ahora apurémonos, que llegaremos tarde a nuestra clase de composición.

No importa qué tan rápido se lavaron las manos y refrescaron sus rostros, o cuánto se esmeraron por colocarse bloqueador en crema para camuflar su fechoría, igualmente llegaron tarde a su clase de composición. Lo que llamó la atención a más de uno, pero ninguno tuvo el atrevimiento de comentar porqué. Al final del día, tampoco tenían derecho a hacerlo.

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Nervioso, el rubio dejó sus cosas donde siempre y comenzó a desprenderse el traje de abrigo que traía encima, que no constaba más que de una chaqueta ligera. Dejándola a un lado, miró de soslayo al omega alto de cabellera caramelo. Tan delicado y elegante en sus movimientos. Incomparable en muchos aspectos que lo hacían replantarse muchas cuestiones personales.

—¿Te están cortejando? —preguntó el omega unos centímetros insignificantes más alto.

Parpadeando un par de veces, Hongjoong dirigió su mirada hacia el rama que permanecía junto a su bolso de entrenamiento—. Sí, lo están —murmuró tras pensarlo con brevedad. No viendo el punto de mentir.

—¿Park Seonghwa? —preguntó con curiosidad, ladeando la cabeza a un lado y descubriendo su marca de nacimiento.

Horrorizado de que se hicieran la idea equivocada, el rubio fue rápido para sacudir las manos—. Estás equivocado. No es él.

Riéndose con suavidad, el omega más alto inclinó aún más su cabeza—. ¿Por qué tan espantado? —preguntó—. Pensé que se llevaban bien. ¿No eran amigos?

Tragando en seco, Hongjoong no supo qué responder a Yeosang. El chico era dulce, un tanto curioso, pero agradable en las pocas veces que se habían cruzado. Sin embargo, el tema de Seonghwa era uno delicado que, definitivamente, no quería abordar. No ahora al menos.

—Ya veo —susurró Kang con entendimiento, asintiendo para sí pero mirándolo—. Es un tema sensible.

—Sí, no nos estaríamos llevando bien ahora mismo. Lo siento.

—¿Por qué? —cuestionó—. En todo caso, yo debería disculparme por entrometido. No pretendía incomodarte.

—No eres tú el que me incómoda...

—¿Se trata de él? —preguntó con un ademán hacia las gradas. Evitando voltear por inercia, Hongjoong supo a quién apuntó: Mingi—. Es la primera vez que se queda después de una de sus práctica.

Sorprendido por lo observador que resultó siendo el otro omega, no pudo evitar abrir sus ojos y verlo con detenimiento—. ¿Le prestas atención?

Ladeando una sonrisa, Yeosang se mostró conocedor—. ¿Quién no le presta atención al Muro Escarlata en esta universidad? —preguntó de forma retórica—. Tiene una pésima actitud por lo general, pero es alguien caliente.

Relamiéndose los labios, Hongjoong no supo cómo se sintió con esa declaración y procedió a tomar asiento, listo para ajustarse los patines.

—No es tan malo una vez lo conoces —susurró, lo que creyó, fue para sí.

Riendo con ligereza, casi de forma aireada, el otro omega se mostró asombrado—. Creí que ustedes dos se llevaban fatal. Siempre estando en el cuello del otro.

—Digamos que nuestra relación mejoró.

Tarareando, el sujeto de cabellera caramelo respondió de forma inesperada. Sobresaltándolo—. ¿Será porque él te está cortejando? —levantando la mirada a una velocidad inhumana, Hongjoong se encontró con un Yeosang sonriente—. Los rumores corren, Kim. Nadie está exento de ellos, pero déjame decirte que me sorprende, nunca los hubiera imaginado pasando por esa faceta. Son una combinación interesante.

—¿Es tan malo? —no se contuvo de preguntar.

—¿Te hace feliz? —repreguntó con astucia.

¿Feliz? Era una palabra muy amplia y profunda al mismo tiempo, difícil de tantear con los dedos y de poner en palabras.

—No me desagrada.

—Entonces eso es suficiente. No tienes nada qué probarle a nadie. ¿No siempre has sido así?

—¿No sabía que me conocieras tanto? —preguntó entre risas, enderezándose.

Ya en el hielo, Yeosang le mostró una sonrisa deslumbrante, de esas que se te quedaban grabadas.

—No lo hago —aseguró en una cadencia agradable—. Pero es por lo que se te conoce. Por tu determinación indomable. Es algo que admiro.

—Eso debería decir yo —murmuró mientras se acercaba a la barra de ingreso—. Eres excepcional en el hielo. Nada que hubiera visto antes.

—Deberías tener cuidado, o tu alfa pensaría que estamos coqueteando —le dijo con picardía, guiñándole un ojo.

La risa que estuvo a punto de escapar de los labios, se vio interrumpida por el sonido seco del impacto de algo contra una superficie dura, ruido que no sólo lo sobresaltó a él sino que también al otro omega. Por un momento pensaron que se trató de alguno de los entrenadores haciendo acto de presencia, no obstante, al instante de voltear confirmaron que no se trató de eso.

Eran Mingi y Seonghwa enfrentados a medias gradas de la entrada. Al parecer, por lo que podía deducir de sus posturas, uno había detenido al otro de acercarse al hielo. Y por cómo lucía la cosa, se tiraba a adivinar que había sido Mingi por lo tenso que se encontraban sus hombros cubiertos.

Maldiciendo por lo bajo, el rubio hizo lo imposible para quitarse los patines y subir las gradas a la velocidad de la luz. Interponiéndose entremedio de ambos alfas y llevándose un par de raspones en los pies.

—No trato de tomar decisiones por él, simplemente no considero que sea el momento más adecuado para que quieras conversar con él, es todo. Sólo un consejo —escuchó decir a Mingi.

—¿Y desde cuándo tú eres la voz de la razón en algo relacionado a Hongjoong?

—Basta los dos, no es momento para esto.

—¿Ves? —puntualizó el moreno de manera infantil. Ganándose una mirada seria por parte del rubio—. Lo siento.

—Sólo quiero aclarar mi comportamiento el día del bar, Hongjoong, es todo. Si me dieras algo de tiempo...

—No es momento —repitió con un tono más duro. Odiaba parecer el villano en la historia mal contada de alguien, pero en realidad no era buen tiempo para hablar, su mente tenía que estar enfocada en algo más. Y eso no eran ni Mingi ni Seonghwa—. Tengo práctica, lo sabes. Y esto sólo me distrae.

—Sólo quería explicarme, el día del bar no actúe con la claridad que debería y fui un bruto...

—Sé que no lo entiendes —se adelantó a decir Hongjoong, cortándolo a media oración—. Pero es algo privado que prefiero siga siendo de esa manera, ¿de acuerdo? Entiendo que se podía malinterpretar por cómo lucía, pero Mingi jamás me maltrataría...

—¿Y cómo estás tan seguro de eso? —presionó el castaño. Obstinado y cegado en su propia verdad.

—Porque no lo dejaría, del mismo modo que no se lo permití a mis anteriores parejas —declaró con una convicción capaz de mover montañas. Una resolución imbatible—. Mira, Seonghwa, hay que dejarlo por un rato, ¿sí? Esto no es sano para ninguno de los dos, ¿de acuerdo? Tú no lo entiendes y yo en serio lo siento, pero no puedo cambiar las cosas. Son del modo en el que son.

—¿Me estás cambiando por él?

—¿Ves? —masculló, frustrado—. No te estoy cambiando. Te estoy dando el espacio que necesitas para reflexionar que es distinto, pero aún así no lo logras entender por lo obsesionado que estás conmigo. Hasta aquí llegamos por el momento. Es lo mejor.

Y una vez lo sentenció, le dio un vistazo corto a Mingi y le indicó en silencio que viniera con él, apartándolo del conmocionado castaño. Tragando con fuerza, Hongjoong se preguntó cómo llegó a eso: de tener una buena relación con Seonghwa a ya no tener nada. Era ridículo.

Sacudiendo la cabeza, el omega miró de soslayo cómo el otro omega subía las escaleras con una firmeza inquebrantable y se dirigía al alfa castaño. Suspirando con pesadez, no cuestionó su decisión y se desplomó en el asiento.

—¿Estás bien? —preguntó Mingi, sentándose a su lado. Una mano en la pierna a modo de consuelo.

—Nada que no vaya a superar, no te preocupes. No es como que vaya a ponerme a llorar, ¿sabes? —dijo con una sonrisa agridulce.

—Puedo abrazarte si lo necesitas. Sé que eran cercanos.

—¿Cercanos? —repitió con una sonrisa vaga—. Eramos menos que eso para ser sinceros, pero nos llevábamos bien.

—Eso es ser cercano a alguien, cariño.

Riéndose, el rubio lo golpeó en el hombro—. ¿Viniste a verme practicar o a coquetear conmigo?

—¿Por qué no hacer las dos cosas?

Sacudiendo la cabeza, Hongjoong agradeció el humor de Mingi y su esfuerzo bien disimulado por levantarle el ánimo. Después de todo, necesitaba estar en órbita si al menos planeaba completar su rutina sin fallas de por medio.

—Lo harás bien —susurró el atleta de repente, sacándolo de su nube de pensamientos—. Cuando algo te suele estresar, pones esa cara y te abstraes.

—¿Qué cara? —preguntó con curiosidad.

—Como si estuvieras estreñido.

—Dios, te detesto —dijo con las manos cubriéndole el rostro. Riéndose, a su lado, el moreno golpeó sus hombros con suavidad antes de proceder a recostar su cabeza sobre la suya cabizbaja—. En serio, ya deja de coquetear conmigo.

—De acuerdo, lo qué digas, princesa.

Rodando los ojos, Hongjoong no se molestó en corregir a Mingi, y en cambio, juntó sus manos en un apretón afectuoso. Agradeciendo su presencia.

A veces eso era más que suficiente.

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—Deberías superarlo de una vez —murmuró Yeosang con casualidad. Recostándose contra la pared y mirando su reloj. Todavía estaban a tiempo de que los entrenadores se presentaran, ambos habían llegado más temprano de lo usual—. Lo están cortejando.

Resoplando una risa sin humor, Seonghwa miró hacia el omega por primera vez en un rato, facciones bañadas en conocimiento e incredulidad ácida. Desazón por todos los rincones a los que viera.

—No me digas nada —pidió con amargura—, Song Mingi lo está cortejando.

—¿Los rumores vuelan rápido, no?

—Nah, era obvio desde el principio. Siempre tuvieron una relación ajena a mi entendimiento.

—Entonces, ¿por qué seguiste intentándolo si sabías que era un caso perdido?

—Dicen que el esfuerzo te lleva a grandes recompensas.

—¿Y cuál fue la tuya? —preguntó Yeosang con una franqueza que dolió en el corazón—. Porque déjame decirte, que no te llevó a buen puerto.

—¿Y a ti qué te importa?

«Pregunta válida», pensó Yeosang para sí mismo. Mirando al alfa con una expresión ilegible. Ellos no tenían una relación estrecha ni frecuente, ya que rara vez se saludaban por los pasillos, pero eso no quitaba el hecho de que se sintiera atraído por el castaño. Lo que lo hacía sentir una necesidad especial por consolarlo y querer estar para él.

Un amor no correspondido sembraba espinas en el corazón y congelaba el alma. Era doloroso y una travesía que destruía parte de la personalidad.

Y en consideración del omega, no era una que debía navegarse sola. No pretendía sacar provecho de la situación, eso sí. La vulnerabilidad de alguien podía llevarlo a tomar decisiones de las que después se podía arrepentir, y él no estaba para esa clase de juegos. Demasiado cansado de las tonterías infantiles y de las indecisiones abstractas. Prefería las cosas claras, tangibles y confiables. Incluso si eran difíciles de hallar.

—Por alguna razón lo hace —terminó diciendo, un tono plano y una expresión sencilla. Amistosa en algún punto.

—¿Es por caridad?

Riéndose, el sujeto de cabellera caramelo sacudió la cabeza, incrédulo y eufórico a partes iguales—. ¿Caridad? —repitió—. ¿Qué clase de imbécil haría eso por otra persona?

—Entonces, ¿qué? —preguntó con hartazgo—. ¿Te gusto acaso?

—Un poco —admitió con una sinceridad demoledora. Expandiendo sus ojos, el alfa lo miró conmocionado—. Eres bastante interesante, así que, naturalmente llamaste mi atención. Ahora ya tienes algo más en lo que pensar que no sea Hongjoong o tu auto-compasión.

—¿Qué clase de consuelo es ese?

—Es al estilo de Kang Yeosang. Siéntete especial.

—Eres un poco raro —comentó no mucho después, digiriendo sus palabras—, ¿no te lo habían dicho antes?

—Bastante, aunque no lo creas —contestó con despreocupación—. Pero no es algo que me perturbe. Tranquilo.

—Pese a tener esa apariencia, eres bastante particular.

—Gracias —le dijo cuando las puertas se abrieron y dos hombres ingresaron conversando, acompañados de otros dos alfas de apariencia joven—. Entrenamos los mismos horarios, pero siempre puedes encontrarme más temprano que él. Si quieres alguien con quien descargarte, ven. No muerdo a menos que quieras.

—¿Estás coqueteando conmigo? —inquirió con incredulidad—. Porque lo haces fatal.

—Sólo decía —musitó tras rodar los ojos—. Hablo en serio. No soy el mejor para dar consejos, pero sí para escuchar. O eso dice Jongho.

—¿Eres parte de su pandilla? —cuestionó con una ceja enarcada.

—Lo dices como si todos fueran matones —señaló con los ojos entrecerrados, enderezándose—. Pero no, sólo soy amigo de Jongho y apenas conozco a San o a Mingi. Lo que no me da el derecho de hacer un juicio sobre ninguno de ellos.

—Es lo que más he escuchado con respecto a él últimamente.

—¿No crees que sea por una razón? —le preguntó, comenzando a bajar las escaleras—. Piénsalo, nadie es malo por completo o totalmente bueno. Incluso tú o yo.

Y con esa declaración hecha, el omega descendió con tranquilidad, sin inmutarse. Dejando a Park Seonghwa completamente enajenado y sin palabras.



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