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❈•≪09. Mordazas y malentendidos≫•❈

Hongjoong jamás creyó que despertaría de semejante manera, y mucho menos en la habitación de Song Mingi, el Muro Escarlata de los Red Falcons, nada más ni nada menos. De poder hacerlo, se quejaría fuerte, y claro, por el atrevimiento y la osadía del alfa, sin embargo, las restricciones que lo mantenían tenso como una cuerda de guitarra, se lo prohibían. Y era irónico, porque en lugar de cuerdas en las muñecas, tenía un trozo de tela. Firmemente atado, eso sí.

Pero eso no era lo "peor" de su caso, sino que la mordaza que se encontraba en su boca, lo era. El cuero sujeto con firmeza y la bola entremedio de sus labios separados con amplitud, tensaban su mandíbula de una forma imprecisa que no podía describir, sin embargo, era tan bueno que lo tenían temblando, eso sí era lo más grave.

Y eso que apenas eran las diez de la mañana, según marcaba el reloj en la mesa de noche del moreno. Pero siendo sábado, a él no le podía importar menos el horario, después de todo, clases no tenía.

Y si debía ser franco y decir lo que más le encantaba de la situación actual que se encontraba atravesando, era estar bocabajo, con las manos maniatadas detrás de su espalda, y la cabeza girada a un costado, con la saliva recorriendo su comisura hasta perderse en los relieves de la almohada. Una representación barroca de la sensualidad y la perversión misma.

¿Y cómo es que habían terminado de esa manera, para empezar? Bueno, Mingi se levantó con ánimos de jugar, al parecer.

En un inicio sólo fueron besos lánguidos, de boca abierta y hasta un punto, perezosos. No obstante, se sintieron bien, dulces incluso. Lo que le extrañó, era la primera vez que se besaban con una dedicación casi pura y desacelerada. Fue tan inusual pero su mente no reparó en ello demasiado, por no decir nada. Y luego de un rato en esa burbuja, ensimismados en el cuerpo del otro y sumidos en ese calor corporal compartido, las cosas comenzaron a escalar lentamente.

Pasando ambos a frotarse con parsimonia, restregando sus erecciones a medio formar entre sí, ahogados en un calor abrasador que les carcomía las entrañas por dentro y exportaba el fuego a sus venas en el exterior, poniendo sus vellos en alto y sus pieles sensibles al contacto delicado de sus yemas ansiosas.

De ese modo, prendidos en un ardor eterno, las prendas comenzaron a faltar y la intensidad de sus besos comenzaron a subir, volviéndose más exigentes y demandantes. Sus caricias se volvieron más bruscas y sus dedos dejaron impresiones en las pieles adversas. Como rastros de fuego que no se borrarían fácilmente.

—Dios, eres un sueño de omega —susurró el alfa, distraído por lo qué sea que estuviera viendo, probablemente su culo, dedujo el rubio, sus manos grandes no habían dejado de amasar sus mejillas desde hacía un rato.

Y de palabras dulces, el moreno procedió a enredar una de sus manos alrededor de su pelo, sosteniéndolo por sus mechones con una fuerza de mil hombres que lo hizo encorvar la espalda de una manera inhumana y mirarlo de soslayo, el ardor en su cuero cabelludo, provocando lágrimas en el contorno de sus ojos.

Esa bestialidad activó algo dentro suyo. Un sometimiento instintivo.

—¿Qué debería hacer contigo? —se preguntó el alto en un tono rasposo, pegando la mejilla contra la suya, la respiración caliente y el aliento fresco. El rubio tuvo que cerrar los ojos un momento, intoxicado por las feromonas que comenzaban a emerger del otro—. Siendo la zorra que eres, me imagino que no mucho. Sólo demostrarte cuál es tú lugar en la jerarquía —luego de decirlo, hubo una pausa—.. O mejor dicho, a quién es que perteneces en la jerarquía. ¿Sabes a quién? —preguntó de manera retórica, sonriendo contra su piel—. A mí y a nadie más. ¿No es así, princesa?

Cegado por la lujuria que presionaba sus botones de la forma correcta, Hongjoong asintió de manera vehemente, una y otra vez, encandilado por la necesidad y resguardado en un calor que empezaba a pudrir sus entrañas. Haciéndolas líquido. Inexistentes en ese plano.

—Mírate ahora, asintiendo para mí como si el apodo no te importara, para después hacer un lío por él. Qué perra más malcriada. Debería sólo atarte y dejarte a tu suerte.

Farfullando palabras ininteligibles, el omega se sintió cerca de llorar. La sola idea de que fuera puesto en una situación de riesgo y abandono, lo hizo sentir eufórico y desolado a partes iguales, por lo que no supo qué hacer. Por qué emoción inclinarse más, enredando sus pensamientos y destruyendo su razonamiento.

—No llores, encanto, sólo era broma. Yo no te haría eso, a menos que me lo pidas —le dijo en un tono reconfortante—. ¿Lo quieres? —le preguntó, jugando con una sonrisa en sus labios, conocedora.

Cerrando los ojos por segunda vez, tomó profundas respiraciones, intentando regularse, sin embargo, no le funcionó de nada. La sensaciones eran muy intensas y la mordaza en su boca una obstrucción que no podía quitar, sin importar lo que intentara. Sus dientes, firmemente sujetos a la bola. A pesar de ello, pudo sacudir la cabeza, y en un acto de iluminación, pudo mostrar su índice y dedo corazón al moreno, indicando un 2 con éstos. Lo que inmediatamente derivó al sujeto a frotar sus mejillas entre sí y a reírse con suavidad.

Un tono ronco y reconfortante.

—De acuerdo, eso es un no por ahora. Déjame redimirme, no pretendía hacerte llorar.

Y él quería decir que no tenía nada que lamentar, que eso era lo que disfrutaba, no obstante, todo se fue a blanco para Hongjoong, cuando sintió como algo resbaladizo se introducía en su entrada, al principio le costó identificar la procedencia de la anomalía, por así llamarla, pero instantáneamente después, todo cobró sentido y sus mejillas como su rostro por completo, ardieron en un rubor escarlata que le supo a fuego y vergüenza. Se trataba de la lengua de Mingi y de sus labios. Comiéndolo entero.

Con la cara elevada a una temperatura incalculable, el omega se presionó más contra las sábanas, gimiendo profundo, no sabiendo si en un quejido prolongado o una muestra de satisfacción acalorada.

Lo que le hizo ver estrellas, fue sentir los pulgares toscos del moreno, introducirse en su canal de nervios y expandirlo con una comodidad nunca antes presenciada, al punto de que el ardor familiar se hizo presente y sus pupilas se aguaron nuevamente. El collar en su cuello cortando su respiración de a ratos y dejando fisuras de un trato bajo y rudo.

Como a él le gustaba.

A pesar de ello, cuando una mano descendió por las curvas perladas de su cuerpo y se concentró en su miembro desatendido, las cosas subieron a un siguiente nivel de intensidad, haciéndole ver fuegos artificiales de diferentes tamaños y colores. Fue tan abrumador que por un instante, creyó desmayarse, sin embargo, no fue eso. Sino que la sensación de acogida y confort de su espacio mental expandiéndose y transportando su mente a un lugar más seguro, más reconfortante y afelpado. Rodeado de luz y serenidad.

Fue entonces que su mente flotó en la novena nube, dejándose arrastrar por ese calor habitual y que hace tiempo no lo visitaba pero se sentía igual que la seda alrededor de su cuerpo hirviendo. Un contraste de sensaciones que lo llevaron al límite de lo inimaginable. Manos ásperas que lo tocaban con urgencia y labios hambrientos que succionaban su entrada con una devoción desvergonzada. Dedos que amasaban con brusquedad y se infiltraban con conocimiento, navegando por su interior con una experiencia bien lograda. Hallando su punto débil con una sencillez que no podía creerse.

Pero lo que lo llevó a caer en los brazos ardientes del delirio, fue la estocada inesperada que sintió de repente, esos dedos y esa boca que lo abandonaron para ser suplantados por algo más grueso y grande. Dolió y lo hizo derramar sus lágrimas, sin embargo, no pudo hacer nada más que aguantar el grito que se apresuró a querer salir por su garganta obstruida.

Y con los párpados fuertemente cerrados, Hongjoong no tuvo otra alternativa que soportar los embistes agresivos del alfa, quien se había despertado con una necesidad incontenible. Y estuvo bien así, se sintió como si el fuego de sus venas saliera al exterior y encendiera su cuerpo, iluminándolo de una rojez escarlata. Casi surrealista.

Al principio los embistes fueron duros, castigadores, los cuales lo dejaron sin aliento e hicieron que el cuero del collar creara fricción con el material suave de las sábanas, últimamente en sus encuentros acalorados, Hongjoong no veía la hora de usarlo. De sentirse anclado a una seguridad intangible, ya que para él, era más bien ancestral. De otro plano.

Un pase seguro al confort de su mente ligera de interrogantes y pensamientos profundos.

Y en el resonar de sus nalgadas, la saliva se perdió entre las almohadas. Sus ojos se pusieron en blanco cuando su próstata fue finalmente acariciada y sus músculos se pusieron rígidos cuando su miembro comenzó a ser bombeado con una experiencia calculada. Sintiéndolo todo tan intenso, Hongjoong comenzó a llorar de manera incontenible, olvidándose por completo que los compañeros de Mingi se hallaban en el dormitorio y que las paredes eran finas. Sus lágrimas sólo se deslizaron hacia abajo por sus mejillas y mancharon las sábanas en un rastro frágil.

—¿Qué, acaso no puedes soportar un poco de dolor? —preguntó Mingi con la voz alterada—. Creí que era lo que te gustaba, pero mírate, llorando bajo mis manos como una perra desconsolada. Qué patético. Eres la persona más patética que he conocido, Kim Hongjoong, ¿lo sabías?

Temblando por la intensidad vehemente de sus palabras, el volumen de su llanto incrementó. Volviéndose incontenible. Las caricias continuas a su miembro y los golpes preciosos a su próstata, lo desarmaron por completo. Fue como si se volviera de hule, maleable a cualquier acción u orden.

—Tan hermoso —susurró Mingi contra su oído, tirando de sus mechones rubios con rudeza, presionando un beso arrastrado en la superficie de su mejilla—. Quisiera marcarte por todas partes. ¿Me dejarías hacerlo? —preguntó con una gentileza no prevista—. ¿Por favor?

Y muy para su sorpresa, el alfa desató la mordaza que lo mantenía incapacitado de palabras y le dio la libertad de responder, sin embargo, lo único que escapó de sus labios, fueron murmullos sin estructura que arruinaron el momento según su consideración entorpecida. Pero para el defensa de los Red Falcons, no hubo espectáculo que se le comparara. Tan irreal y fantástico, que lo dejó con el aliento pesado. Atascado en sus pulmones.

—Oh vamos cariño, no seas así, concéntrate para mí, ¿quieres? —pidió con la misma inflexión suave—. No estás en celo y yo tampoco, ¿qué dices? —cuestionó con una dulzura de cristal—. ¿No quieres tenerme cerca?

—Mingi... —susurró a duras penas, la voz entrecortada y agitada—, por favor...

—¿Puedo hacerlo, cariño?

—Sí, sí puedes.

—Tan receptivo y cooperativo, eres un encanto, Hongjoong. Quisiera atarte en mi cama un día entero y no soltarte, ¿qué me dices?

—Sí quiero —susurró con el rostro rojo y las pupilas dilatadas, claramente fuera de sí mismo. Olvidándose de que eso ya había sido sugerido.

—Por supuesto que quieres, ahora mismo harías lo qué sea por mí, incluso dejarte tratar como una perra. ¿Por qué es lo que eres, no?

—Para ti —aseguró, asintiendo—. Sí lo soy.

—Por supuesto que para mí, ¿a quién más obedecerías de ésta manera, a Seonghwa?

Lloriqueando, el rubio sacudió la cabeza a los lados—. No, sólo a ti, por favor, Mingi...

—Qué dulzura es tenerte rogando —admitió para sí, sonriendo con altanería—. Tan precioso que quisiera conservarte.

—Por favor —repitió el omega con la voz gastada, inundada de lagrimas.

Gruñendo por lo bajo, lo único que Hongjoong sintió después de eso, fue como se hundían unos dientes en su hombro, el ardor de la impresión y de los nervios reventándose, lo hicieron jadear al principio, para luego tenerlo gimiendo largo y tendido.

A partir de ese instante, su mundo se vino abajo, las estrellas se convirtieron en supernovas y los fuegos artificiales explotaron como si se trataran de mil galaxias, llenando su vista de distintos colores y tamaños. La sobre-estimulación no tardó en aparecer y de convertir su cuerpo en un desastre de diversos líquidos. Llantos y mocos, semen y auto-lubricación, todo era un caos de fluidos indistinguibles.

Fue encerrado en esa burbuja de placer abrumadora, que Hongjoong sintió la mano pegajosa de Mingi danzar por las curvas de su cuerpo y para su completo asombro, ubicarse por encima de su collar y tras una rápida advertencia y un breve asentimiento ido de su parte, el moreno se encontró apretando su garganta destruida a la vez que todavía penetraba profundo en su interior.

Y lo que descolocó las fibras de su ser, fue sentir la mano tosca del alfa apoderarse de su mejilla y hacerlo voltear, inconscientemente e ido, su primer instinto fue separar los labios a la espera de un beso, pero lo que obtuvo a cambio, lo hizo explotar por completo. El moreno escupió dentro de su boca con una bajeza que lo hizo sentir basura.

—Una perra como tú no merece menos —lo escuchó decir—. Y por tú bien deberías tragarlo como sabes hacerlo. ¿Por qué para eso sirves, no? —preguntó en un arrullo seductor, viendo el movimiento de su garganta al tragar. El líquido espeso se deslizó por sus cuerdas con lentitud—. ¿Para retener mis fluidos y nada más?

Y el éxtasis fue como una bola de fuego que lo consumió todo a su paso, arrollando con cada pequeña molécula y terminación en su sistema, dejándolo completamente obsoleto. Fue a causa de esto, que al omega, sobre-estimulado, no le quedó de otra más que hacer una seña de un signo de paz con los dedos, ansiando que el moreno la vea. No obstante, tuvieron que pasar varios minutos para que el defensa de los Red Falcons la notara, y al hacerlo, se detuvo inmediatamente, dejándolo de tocar por completo y de bombear su exhausto miembro que no tenía más para dar.

Pero en el instante que lo sintió separarse de él, sus ojos se llenaron con nuevas lágrimas y pese a lo adolorida que estuviera su garganta, sus cuerdas vocales no dudaron en pronunciar un chillido estrangulado, semejante a un llanto dañado. Y preso de la incomprensión o de la preocupación, el alfa lo rodeó con los brazos casi de inmediato. Frotándole la espalda en patrones aleatorios y reconfortantes.

—Está bien, Hongjoong, estoy aquí y no voy a ir a ninguna parte. Respira profundo para mí, sé que puedes hacerlo. Eso es —animó con una voz rasposa pero gentil—, inhala, exhala. Despacio —le aconsejó al verlo apresurarse—. Lo estás haciendo excelente, cariño. Como siempre, tan bueno para mí.

—¿Lo soy? —preguntó el más bajo, todavía fuera de sus sentidos.

Observándolo, el moreno se inclinó y le plantó un beso en la frente—. Lo eres, y siempre lo serás.

Casi diez minutos después, Hongjoong volvió a la "normalidad", saliendo de ese pequeño trance en el que había sido sumergido después de un largo tiempo y como era de esperar, estaba hecho un asco. Mejillas hinchadas y enrojecidas, ojos inyectados en sangre y maltratados de tanto restregar sus párpados.

Acurrucándose contra el cuello del moreno, el rubio tomó profundas inhalaciones, absorbiendo las feromonas del pelinegro con naturalidad, buscando confort. Relajándose con ellas. No fue hasta que sintió las extremidades ligeras y los músculos flácidos, que se apartó, conectando su mirada con la del alto.

—Estás mejorando —le dijo con una pequeña sonrisa, labios hinchados y rojos. Tentadores—. Tus cuidados posteriores son cada vez mejor.

—Estuve haciendo algo de tarea, no quiero que mi omega pierda la cordura o se haga daño.

Riéndose entre dientes, Hongjoong arrugó la nariz y presionó su rostro en el pecho desnudo y sudado de Mingi. Lo que fue un poco asqueroso, pero él lo ignoró. Sintiéndose resguardado allí.

—¿Qué sucede contigo que últimamente coqueteas mucho conmigo?

—No lo sé, tal vez no eres tan malo como pensaba.

—¿Eso no lo debería de decir yo? —repreguntó con la sonrisa todavía presente.

—¿Es lo que piensas? —preguntó el atleta con una ceja enarcada de la que sólo él fue testigo, mientras que su tono destacó por la curiosidad.

Presionándose más contra su pecho, el omega se sintió enrojecer. ¿Lo hacía? Es decir, es claro que Mingi no era un mal sujeto, un poco arrogante y claramente inmaduro en sus comportamientos pasados, pero viéndolo desde la perspectiva actual, no le parecía que fuera nada más que un imbécil con demasiada testosterona en la cabeza que se dejó llevar por sus impulsos de simio. No podía apostar a que fuera un santo, pero recientemente, le demostraba que tenía más lados que conocer de él. Y ninguno era dañino como Seonghwa insistía en señalar. Es más, él hasta podía decir que eran gentiles.

—Puede que sea el caso, aún no estoy seguro —admitió con cierta renuencia, temeroso de ser demasiado honesto, a pesar de ello, se llevó una gran sorpresa al recibir un beso en la coronilla del pelo.

—En ese caso, puedo esperar.

¿Esperar qué?, quiso preguntar, sin embargo, se abstuvo de hacerlo y sólo ensanchó su sonrisa inconscientemente.

—¿Por qué me quitas el collar? —preguntó de repente, sintiendo el sonido metálico de la hebilla desprenderse, mientras que él se alejaba rápidamente, curioso.

—No puedes tomar un baño con esto puesto —le contestó como si no fuera obvio, sonriéndole con suavidad—. Además, tu piel no se va a curar nunca si lo seguimos usando, deberíamos darle un descanso. ¿No te parece?

Mordiéndose el labio inferior, el omega asintió después de un rato—. Sí, tienes razón.

Ladeando la cabeza, el alfa dejó el collar a un lado y lo tomó por las mejillas acercando sus rostros a un punto imposible, donde sus narices chocaban y sus respiraciones se enlazaban.

—Es tuyo, Hongjoong, no te lo voy a quitar, ¿de acuerdo?— lento, el susodicho asintió, mirándolo con ojos grandes y oscurecidos—. Tampoco se lo voy a dar a nadie más —le aseguró con una sonrisa—. ¿Estás conmigo o todavía andas perdido por ahí?

—Estoy contigo, estoy contigo —repitió varias veces, más pareciendo que era para convencerse a sí mismo. Enseguida de ello, sacudió la cabeza, alborotando su maraña de pelos—. Lo estoy —dijo con una voz más centrada.

—Así me gustas más —le susurró por lo bajo, acercándose y robándole un beso, impresionando al omega—. ¿Tienes algo qué hacer en la tarde? —preguntó a continuación, desatando la tela que aún mantenía sus muñecas unidas. Con éstas desechas, el omega asintió.

—Quedé con Wooyoung, pasaremos el rato en la pista de hielo e iremos a cenar a un bar tradicional.

—¿Cosas de amigos? —preguntó con la cabeza ladeada.

—Sí, cosas de amigos, no se permiten alfas.

—Qué injusto —dijo con un mohín exagerado, pasando a levantarse de la cama y sacarse el preservativo, anudándolo y tirándolo a la basura.

—¿Quieres venir?

—No voy a interrumpir tu tiempo de calidad con Wooyoung, era broma.

—Puedes unirte a nosotros en el bar —sugirió con un dejo de timidez, desviando la mirada a sus dedos—. Si quieres puedo mandarte la ubicación por mensaje cuando estemos allí, de seguro él invite a San. Es tan probable que no quiero ser la tercera rueda.

—De acuerdo, no suena como un mal plan para un sábado a la noche.

—Genial —exclamó con más entusiasmo del previsto, levantándose de golpe. Lo que no fue una buena idea, porque sus piernas gelatinosas, lo traicionaron, mandándolo de regreso al colchón—. Me hiciste un desastre.

—De nada —murmuró entre risas, acercándose a él con una toalla enorme y rodeándolo con ella—. Creí que era lo que te gustaba —le dijo una vez lo tuvo envuelto por completo, y como si fuera un peluche y su peso una broma, lo levantó de la cama. Sosteniéndolo unos centímetros por encima del suelo.

—Y lo hace, pero, ¿qué hay de ti?

—Es la primera vez que conozco de esto, es un poco impresionante e impactante, principalmente, pero no me disgusta. Por si no lo habías notado, me gusta jugar contigo.

—¿No estás mintiendo, cierto?

Riéndose, el alfa salió con total normalidad de su habitación y caminó por el corto pasillo hasta el baño desocupado.

—No estoy mintiendo para convivir, si es lo que te preocupa.

—De acuerdo, confío en ti.

—Lo sé —le dijo con afabilidad, dejándolo sobre sus pies cuando lo vio más compuesto—. También confío en ti, Hongjoong.

—¿Lo haces? —preguntó, sorprendido.

—Por supuesto, esto no funcionaría si no fuera así, ¿o me equivoco?

Sacudiendo la cabeza, el rubio le dio la razón—. No lo haces. Tienes razón, de nuevo. Comienza a volverse un patrón.

—No me imagino de quién será la culpa.

Golpeándolo en el pecho, Hongjoong arrugó su ceño con brevedad, ya que pronto, se halló a sí mismo sonriendo. Dejándose manipular por el alfa que lo metía bajo la cascada de agua templada con facilidad, insistía, como si no pesara nada.

—Deberías quedarte conmigo más seguido —le dijo el alfa mientras le lavaba la cabellera. NO siendo la primera vez que lo hacía—. Tu aroma me ayuda a dormir mejor.

—Podrías comprar un perfume con una fragancia similar a la mía —sugirió con una sonrisa ladeada, bromista. Aún así, lo que escuchó a continuación, lo dejó estupefacto.

—No sería lo mismo. Tu aroma no tiene comparación.

Que un alfa halague el aroma de un omega o de un beta, era un tema serio, significaba que realmente estaba atraído a éste, pero aún más, era un gesto de reconocimiento que pocas veces se daba. Y la manera en la que Mingi lo había hecho, lo tuvo con el corazón acelerado y las mejillas encendidas.

—Gracias —susurró con un nudo en la garganta, avergonzado.

—Es la verdad —le dijo el otro con un encogimiento de hombros—. Por cierto, espero que la pases bien con Wooyoung, cuéntame si hace el ridículo con San por si llega primero que yo al bar.

—No voy a contarte eso.

Y entre insistencias y bromas que no llevaron a ninguna parte, el par se terminó despidiendo una hora después con un beso demasiado dulce para lo que estaban habituados, no obstante, ninguno de los dos hizo mención de ello. Demasiados ensimismados en su burbuja latente como para notarlo.

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Lo primero que hizo Wooyoung tan pronto Hongjoong se acercó a saludarlo, fue tirarse encima de él y rodearlo con los brazos, comenzando a frotar sus mejillas entre sí en medio del campus. Riéndose de su comportamiento particular, Hongjoong le rodeó la cintura con los brazos mientras que las interrogantes sólo crecieron en su cabeza distraída.

—Últimamente hueles mucho a Mingi que apenas puedo detectar tu olor, es desagradable. Lo odio —aseguró con un mohín en los labios. Falsamente inconforme.

Riéndose entre dientes, el rubio sólo sacudió la cabeza ante el comportamiento infantil de su amigo—. Eso no es cierto —replicó de forma vaga, alejándose.

—Ni siquiera estás usando tu gel de coco hoy, es de fresa, ¿desde cuándo usas gel de fresa?

—Desde que me quedé a dormir en el dormitorio de Mingi.

—¡¿Pasaste la noche con él?! —exclamó con incredulidad, alertando a más de uno a su alrededor. Hongjoong sólo se rió, asintiendo en confirmación—. Dios mío, estás demente, ¿sabes lo qué dicen de los amigos con derecho? —preguntó de manera retórica—. No duermas con ellos, las cosas se arruinan después de hacerlo. Las emociones entran en juego y todo se va a la mierda. Luego andas sufriendo por un corazón roto.

—Okay, okay, vayamos más despacio —pidió el rubio con diversión, desde la mañana, su humor no había hecho más que ir en ascenso, siendo todo sonrisas y positividad—. Primero que nada, te recuerdo que ya hay emociones en juego, él me atrae con locura. En segundo lugar, nadie va a terminar con un corazón roto, no hay porqué irnos a los extremos en todas las situaciones.

—Eso debiste decirle a tú yo de hace un tiempo cuando calificó a Song Mingi como la peor basura que había conocido.

—Eso porque era joven e inmaduro, como él —replicó tras rodar los ojos, poniéndose en marcha—. Pero ahora sabes lo qué opino de Mingi.

—Sí, que te jodió tanto las neuronas que lo crees un santo.

—Claro que no —replicó en un tono agudo, golpeándolo en el hombro con la palma abierta—. Pienso que es una persona decente con más facetas de las que muestra, es todo.

—¿Viste algo, no es así? —preguntó Wooyoung, pupilas extendidas y ávido por información—. San siempre dice lo mismo cada vez que pierden un juego. Bueno, que Mingi pierde uno. ¿Qué tiene que ver eso con la personalidad de un sujeto?

—Muchas cosas que te sorprenderían, pero como prometí mantenerlo en secreto, cambiemos de tema.

—¿Me estás jodiendo? —preguntó con las cejas enarcadas—. Lo más interesante son tú y él. Diría que nunca los imaginé así, pero sería mentira. Su relación tirante siempre fue una pista obvia de cómo terminarían: follando.

—¡Wooyoung! —regañó con las mejillas coloradas.

—¿Qué? —dijo el omega más joven como si no supiera qué había dicho mal—. Es sólo la verdad, Hong, no te lo tomes a pecho.

—No quiero saber tú verdad, gracias.

—Vamos, no es como si no lo estuvieran haciendo. ¿O qué, no tienen sexo acaso?

—Ya basta —pidió, golpeándolo por segunda vez—. Mejor dime qué tal les va a San y a ti.

—No es tan interesante en comparación a Mingi...

—Ya déjalo —le cortó tras rodar los ojos.

—Cómo sea —dijo el otro omega de cabellera violeta—. Nos va bien —admitió en un tono quedo, más cercano a lo tímido—. Tuvimos una cita en el Río Han y fue divertida, el tonto se fue de cara en una de las bajadas del Río, pero no se hizo daño, por suerte.

—Y dices que no es interesante.

Riéndose, el más joven desvió la mirada—. Fue sólo una cosa tonta, ¿de acuerdo? No pasó mucho más.

—Pero pasó algo —declaró él, chocando sus hombros—. San realmente te gusta, ¿eh?

—Es bastante bonito, además de que me trata bien. Su humor es un poco peculiar pero está bien.

—¿Está bien? Suena excelente para mí.

—Ya basta y vayamos a esa pista de hielo de una vez, no queremos que se llene y quedarnos sin patines.

—Tú sólo no quieres hablar de él —aseguró cuando su mano fue tomada y lo comenzaron a jalar en dirección del gimnasio—. Eres un injusto, bastardo.

—Es lo que te tocó, lo siento.

Riendo por lo bajo, Hongjoong sólo sacudió la cabeza con incredulidad, era la primera vez que notaba a Wooyoung tan tímido y reservado con respecto a uno de sus ligues. Pero al mismo tiempo, era refrescante. Algo que valía la pena contemplar.

Y en el hielo, dejaron atrás los temas sobre alfas y betas, simplemente se concentraron en ellos dos y en la situación divertida que ocurría a su alrededor. A diferencia de él, Wooyoung manejaba el patinaje como un principiante con algo de experiencia, por lo que si bien no se caía ni iba con las piernas doblas y la espalda encorvada, tampoco actuaba con la confianza que solía deslumbrar a quienes lo conocían.

Por lo que fue un espectáculo divertido de presenciar.

No obstante, era de sabios reconocer, que cada vez que iban a la pista de hielo a divertirse, el omega más joven adquiría algo de conocimiento nuevo y mejoraba sus técnicas para patinar. Nunca conseguiría un salto o hacer un giro sin marearse, pero de seguro patinaría sin tener miedo a irse de culo, que era lo más divertido, según él.

Y allí estuvieron dos horas enteras, sumidos en el frío gélido de la pista, partiéndose de risa y haciendo payasadas de niños, como competencias de carreras y retos inofensivos que ninguno lograba concluir. Para entonces, cuando sus estómagos rugieron por algo de comida, pasaban de las seis y el cielo se encontraba empañado por colores intensos como el violeta y el rosa.

Fue así, que decidieron dirigirse al primer bar tradicional que hallaron, siendo éste el bar Z, un nombre corto, fácil de recordar e insignificante, sin embargo, los precios económicos y la comida en el menú, los incentivaron a ingresar y darle una oportunidad. Ocupando una de las mesas del fondo.

Como Mingi predijo, tan pronto mandaron las ubicaciones a sus respectivos ligues, el primero en aparecer por el recinto, pese a no tener auto, fue San. Quien lo saludó con un fuerte abrazo y una sonrisa amplia, el brillo conocedor en sus ojos le puso un tinte delicado de rosa en las mejillas. Aún así, éste no dijo nada al respecto de sus feromonas. O de las que cargaba encima, mejor dicho.

Lo que agradeció.

Lo que no sabe si recibió de buena manera, fue la aparición inopinada de Seonghwa.

—Hongjoong —le dijo éste al reconocerlo, había llegado mucho antes que ellos y los reconoció tan pronto la vista de personas de pie se despejó un poco—. Qué alegría verte por aquí.

—Hey, lo mismo digo —aunque en el fondo se encontraba incierto de que fuera así. Probablemente era su omega el que nublaba su juicio, rechazando el acercamiento amistoso de otro alfa, al cargar con el aroma de uno que habituaba con mayor frecuencia.

«De seguro es eso», se convenció a sí mismo. Revisando su móvil momentáneamente para notar la respuesta corta de Mingi, iba en camino.

—No sabía que estarían por aquí —comentó el castaño, mirándolo con deliberación—. ¿Cambiaste de perfume?

Relamiéndose los labios, Hongjoong desvió la mirada—. No uso perfume —murmuró cuando el alfa tomó asiento en la silla vacía a su derecha.

—Oh —susurró el impropio, probablemente en reconocimiento. Tragando en seco, no pudo evitar sentirse mal fugazmente. Seonghwa no era un mal tipo, simplemente rozaba lo intenso, es todo. Nada que no pudiera corregir si quisiera. Pero el problema es que no parecía querer. Y pronto, ésto se vio comprobado—. ¿Sigues saliendo con Mingi?

—No estamos saliendo como tal, sólo nos acostamos de vez en cuando —replicó con las cejas fruncidas—. Cuando el otro lo necesita —aclaró sin necesidad.

—¿Y tú necesitas a alguien como Mingi?

—Oye, hombre, hablas de mi mejor amigo como si fuera la peste —masculló San, claramente descontento. Y estaba en su derecho, después de todo, a quién denigraban allí era a su mejor amigo. Sin embargo, el rubio prefería mantener las cosas pequeñas, que no se salieran de control.

—Hablo de él como la nasura que es, ¿o acaso se te olvida lo mal que lo ha tratado?

—¿Y quién eres tú para decidir eso? —repreguntó el beta, cada vez más enojado. Nervioso, Hongjoong comenzó a frotarse el cuello en un hábito de años, la situación le comenzaba a sentar fatal, se supone que iban a divertirse, no a crear un alboroto por nada. Si él ya había superado los malos tratos del defensa, quien parecía esmerarse por mejorar, ¿por qué Seonghwa no, que era ajeno a ellos?—. Porque hasta dónde sé, no eres nadie más que un entrometido. Si un omega elige a su amante, no deberías meterte en ello a menos que sea necesario.

Y el castaño separó sus labios, dispuesto a decir qué pensaba, pero Hongjoong fue más rápido y llevó una de sus manos al brazo de Seonghwa, deteniéndolo en el acto.

—Ya déjalo, él tiene razón. Si necesito a Mingi o no, ese es mi problema, no el tuyo.

—Hongjoong, tu cuello —musitó Wooyoung, sumamente alarmado. Ojos expandidos y labios entreabiertos.

No era el punto, quiso decir él, no obstante, las acciones rápidas de Seonghwa, quien no dudó en sujetarlo de las mejillas con ambas manos y hacer que se miren, lo descolocaron por completo.

El agarre firme lo asustó.

—¿Te maltrata? —lo escuchó preguntar al castaño—. Sé honesto conmigo, Hongjoong, ¿Mingi te maltrata?

Y para esas alturas, la situación se le había escapado de las manos, no sólo tenía a un alfa malentendiendo todo, sino que a un beta igual de confundido y a un par de personas curiosas mirándolos con interés. Lo peor de todo llegó cuando por el rabillo del ojo, divisó la silueta de Mingi petrificada en un rincón luciendo una expresión abstracta que no podía descifrar. Pero que aún así, dejaba en claro su disconformidad.

—No, claro que no lo hace, Seonghwa ¿qué mierda? —masculló con urgencia, queriéndose soltar pero siéndole imposible. El agarre se había vuelto más firme. Como de piedra—. No es tu asunto —le dijo mirándolo directo a los ojos—, no te metas.

—Hongjoong, no está bien que te dejes tratar de esa manera...

—¡Mingi! —llamó cuando el pelinegro se giró sobre sus talones y comenzó a dar marcha atrás.

—Déjalo ir, Seonghwa —farfulló Wooyoung, inclinándose para tironear uno de sus brazos, sin embargo, tampoco consiguió mucho—. Joder. No lo entenderías. Ya suéltalo —exigió cuando los labios de su amigo se torcieron en una mueca adolorida.

—¿Qué hay que entender de esto? —preguntó con seques, reafirmando su agarre y apuntando a su cuello con rudeza.

Apretando los labios con fuerza, Hongjoong cerró los ojos y sin arrepentimientos de por medio, usó sus dos manos para empujarse a sí mismo fuera del agarre férreo del castaño. Sorprendiéndolo con su brusquedad. Ignorando sus llamados, se levantó de la mesa y salió por el mismo camino que el alfa, sólo para encontrarse con una mano aferrándose a su brazo con una fuerza obstinada.

—Hablemos esto, no puedes seguir con alguien que te maltrata. Sé qué es difícil pero puede escapar de y...

—Joder, Seonghwa, no me maltrata. Córtalo —le pidió entre dientes, tironeando de su brazo sin conseguir nada—. Ya déjame, por favor —pidió en un ruego gastado, rozando lo desesperado.

—Hongjoong...

—Te pidió que lo dejes, hombre —interrumpió San, tomando a Seonghwa por la muñeca y doblándola con facilidad, haciendo que la opresión se pierda—. Deberías escucharlo de vez en cuando.

Aprovechando la distracción del castaño, salió del bar sólo para encontrarse al moreno a punto de entrar a su auto. Tomándolo por un brazo, el omega supo que estaba tenso, sus músculos se flexionaron bajo su tacto y al girarlo, su expresión antes ilegible era una totalmente distinta: relieves en la frente marcados, labios en una línea y ojos oscurecidos en una decepción que era similar a un agujero negro de gusano.

—Aguarda un segundo, Min, no es lo qué crees.

—¿Ah, no? —preguntó él, un tono ácido que nunca antes le había escuchado—. ¿Entonces qué se supone qué hacían tú y Seonghwa? Porque desde mi posición no parecía que hablaran.

—Y no estábamos hablando, idiota —le dijo luego de soltarlo, de repente enojado—. ¿Acaso parecía feliz para ti en esa situación? ¿Lucía cómodo siquiera?

—No es como si te hubieras soltado de inmediato...

—¡Porque no podía, pedazo de imbécil! —replicó en un estallido, llamando la atención de quiénes caminaban por fuera del bar o reposaban en una pared, fumando con tranquilidad—. Es que no tienes un gramo de inteligencia allí guardada, ¿o qué? —masculló con rudeza, golpeándole el pecho sin saber que sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas por la frustración—. Incluso si soy un hombre, sigo siendo un omega, idiota, él es más fuerte que yo. En lugar de intervenir, me echas la culpa cuando no la tuve, ¿qué clase de alfa eres?

—Uno que no te merece —respondió con la voz cortada en una inflexión aguda. Inmediatamente después, rodeó a Hongjoong por el cuello con los brazos y lo apegó a su pecho—. Lo siento tanto, debí darme cuenta de que no estabas cómodo con él, pero actúe como un crío de nuevo y me dejé llevar. Lo lamento muchísimo, Hongjoong. En serio que lo hago. Perdóname.

Forcejeando con el alto, el más bajo se apartó de su agarre, obstinado en su frustración—. Vete al demonio —le dijo entre dientes, palabras ácidas y cargadas de resentimiento puro—. No quiero escuchar esto ahora, sólo déjame como planeabas hacerlo. ¿O qué, realmente creíste que era una perra que coquetea con cualquiera y no tiene un gramo de fidelidad?

—No es eso, sólo me dieron celos...

—Eso no te da el derecho de acusarme de nada. Menos de actuar como un imbécil conmigo. Dijiste que confiabas en mí.

—Y lo hago —aseguró el alfa, desesperado porque le creyeran—. Sólo fue un desliz...

—No me digas, ¿la genética?

—Hongjoong, por favor —rogó el alfa, facciones caídas y palabras estranguladas. Procediendo a tomarlo de las manos, con algo de resistencia por parte del omega—. Lo lamento, en serio...

—Debiste saberlo —dijo entre lágrimas, recordando su impotencia y su frustración—. Me conoces, tú debiste saberlo mejor que nadie.

—Lo sé, lo siento, cariño. Tengo muchas cosas que trabajar en mí, ¿recuerdas?

—Eres un imbécil —afirmó el omega, escuchando pisadas detrás suyo, alejándose para limpiarse las lágrimas—. Se supone que debiste haber llegado temprano y hacer que me divierta, no que termine llorando. ¿Qué sucede contigo?

—No lo sé, para ser sincero —comentó el pelinegro, mirando por encima de su cabeza—. Los chicos vienen en camino —le murmuró, para acto seguido, apuntar a su cuello—. ¿Qué te pasó ahí? ¿No lo habías cubierto?

—Los nervios hicieron que me restregara el cuello, olvidé por completo el maquillaje —susurró luego de calmarse—. Lo siento por gritarte.

—Siento que lo merecía, no debí haber asumido nada —le dijo con una sonrisa tenue—. Lamento hacerte llorar.

—Ambos sabemos que no fue tu culpa, olvídalo.

Acercándolo de nuevo a su pecho, Mingi presionó la nariz encima de su cabellera, abrazándolo con fuerza—. Apesta verte llorar fuera del sexo. Lo detesto.

—Ya somos dos —interrumpió Wooyoung cuando estuvo lo suficientemente cerca—. Y eso que nunca tuvimos sexo.

Girando el rostro, Hongjoong notó que todavía venía acompañado de San, quien no dejaba de mirarlo como un halcón, volteando, presionó su frente contra el alfa—. No era necesaria la aclaración, es claro que no me van los omegas y que a ti te veo como a un hermano —farfulló contra el material de la prenda del moreno.

—Sólo para no causarle confusiones a tu alfa, parece de los que concluyen demasiado rápido.

—Ya se disculpó por eso, no lo castigues innecesariamente —pidió en la seguridad de su refugio secreto, cerrando los ojos un segundo—. ¿Qué hay de Seonghwa?

—Sigue molesto —respondió San—. Y sigue sin entender porqué elegiste eso como estilo de vida.

—¿Elegir qué? —presionó, liberándose de los brazos de Mingi y enfrentando a San con una templanza que no tenía en ese momento y era casi plástica—. ¿El sexo rudo?

—Mira, lo que ustedes dos hagan en la cama, no es mi problema. Mientras sea consensuado y seguro, por mí hasta pueden orinarse encima si quieren, la cosa es que tu cuello en serio luce muy mal.

Relamiéndose los labios, Hongjoong se sorprendió, San daba la impresión de ser más conservador que Wooyoung en lo sexual. Al menos para él, es así cómo lo veía.

—Sé lo qué hago —terminó diciendo, incómodo con el tema—. Pero gracias por saltar en mi defensa.

—No hay de qué —dijo con una sonrisa tenue—. Y me alegro, pero mi amigo de allí dudo que tenga mucha idea del tema, asegúrate de guiarlo bien o te hará daño sin quererlo.

—Gracias por no juzgarme —murmuró en respuesta, el rostro aún hinchado por las lágrimas.

—Nadie debería de hacerlo, Hongjoong —le susurró el beta de regreso, una sonrisa más gentil en los labios y un aroma floral de consuelo. Fue lo más cercano a encantador en la noche.

—¿Quieres irte? —preguntó Mingi detrás suyo—. Puedo llevarlos a todos si es lo que desean.

—La noche ya perdió su gracia, reunámonos otro día —se adelantó a decir Wooyoung, suspirando profundo—. No fue tu culpa —pronunció directo hacia su mejor amigo, tomándolo por las mejillas con delicadeza—. Lo que pasó hoy no es culpa de nadie, ¿de acuerdo?

—Si no me hubiera restregado el maquillaje...

—Son errores que pasan, Hong, olvídalo como siempre dices. Si Seonghwa no quiere entenderlo o no puede hacerlo, es su problema, ¿sí?

—Sí —accedió con facilidad, sonriéndole de manera genuina—. Te amo, Wooyoung.

Abrazándolo, el omega más joven se rió contra su oído—. También te amo, Hong.

Al separarse, lo primero que el rubio hizo, fue meterse al interior del BMW negro del alfa, todavía un poco trastornado por la situación que había vivido. Ver a Seonghwa en ese estado fue de locos y desconcertante, algo que nunca se esperó. Lo dejó completamente desarmado e impotente, lo que fue la peor parte. No le traía buenos recuerdos.

Los alfas que usaban su fuerza superior, eran los peores en consideración de Hongjoong.

Y así fue cómo su mente se cerró en ese pensamiento, divagando en otras vertientes que no lo dejaron en paz hasta que, lentamente, uno a uno, fueron bajando del auto en sus respectivos dormitorios. Y cuando llegó el turno de San, inevitablemente también llegó el de Mingi, pero éste se quedó allí, haciéndole compañía en silencio.

No sabe si fueron minutos o una hora, pero Hongjoong finalmente abrió la boca. Soltando una revelación que de eso, no tuvo mucho ni impresionó a Mingi.

—Creo que generé un lazo emocional con tu alfa —declaró en la quietud de la noche—. Por esa razón me desesperó tanto que te fueras sin escucharme, aparte de que me pareciste un idiota.

—Ya me disculpé por eso —replicó el pelinegro, viéndolo de soslayo—. Aún así, lo siento, de nuevo. Sé que no estuve bien.

Riéndose de manera corta, el rubio se sacó el cinturón de seguridad—. ¿No dirás nada sobre lo otro?

—Por un momento creí que sólo estabas comportándote más cooperativo y amable porque, como yo, querías limar nuestras asperezas del pasado, pero, ¿recuerdas el día de la práctica?

—Sí, casi te vas a las manos con un compañero. Difícil de olvidar.

—Sí, bueno, ese día pensé que quizás estabas cerca de tu celo y por eso la actitud reciente, pero esta mañana cuando desperté primero, lo analicé mejor, y llegué a la misma conclusión.

—¿Desarrollaste un lazo emocional por mí? —preguntó con las pupilas iluminadas.

—No, es más un apego.

Conteniendo la respiración, Hongjoong lo miró como si no diera crédito a lo que escuchaba, después de todo, la diferencia entre un lazo emocional y un apego, era una línea fina entre que en el primero era el lobo interno de la persona quien creaba un vínculo emocional con el lobo interno de la otra persona. Mientras que en el segundo caso, eran tanto la persona como el lobo en sí mismos quienes desarrollaban emociones por quién sea el receptor en cuestión. Por eso se lo denominaba apego por los científicos.

Eran alma y cuerpo destinadas a una persona.

Era mucho que asumir.

—Pensé que siempre me habías odiado.

—¿Por lo del ranking en la clase de teoría musical? —el omega asintió—. Nah, fue un desliz del momento y una tontería de mi parte. Lo sabes mejor que nadie, pero en aquel entonces era más inmaduro, supongo.

—¿Qué hay de ahora?

—Llegué a conocerte mejor —murmuró en un suspiro, escarbando en el interior de su pantalón hasta extraer una cajetilla de cigarrillos, llevándose uno a los labios, lo encendió instantáneamente—. Eres gracioso y tienes personalidad —le dijo a modo de cumplidos, tomando su primera calada—, además, eres un poco lindo y determinado. Me gusta eso de ti.

—¿Vamos a sincerarnos en un auto, frente a tu edificio, a las nueve de la noche?

—¿Por qué no ser un poco originales? —repreguntó el alfa, sonriendo de medio lado, el cigarro entremedio de sus dedos—. No todo tiene que darse a medianoche y bajo la luz de la luna.

—En ese caso, admito que siempre me gustaste.

—¿Disculpa? —cuestionó el pelinegro mientras tosía el aire recién inhalado.

—Siempre te miraba en clases cuando estabas distraído y no me molestabas tanto, te observaba contar las hojas que caían en invierno y coquetear con la presidente de la clase, te veía ocupar los mejores puestos y hacer el tonto en los entrenamientos. Siempre ansiando ser algo más que un incordio para ti.

—¿Por eso nunca pusiste una queja con los directivos? —cuestionó, removiéndose en su asiento.

—En parte, sí y en parte, no. Lo tuyo nunca fue acoso, realmente, y además, era la única atención que recibía de ti, así que inconscientemente me convencí de soportarlo.

—Eso no está bien, Hongjoong.

—Lo sé —admitió en un tono solemne—. Como tú ahora te das cuenta que tu actitud no fue la más correcta ni decente, yo en aquel entonces no era emocionalmente maduro para reconocer ni mi sentimientos ni que mis acciones eran dañinas. Sólo era un crío atraído a otro.

—¿Wooyoung lo sabe?

—No, pero probablemente siempre lo intuyó. No era bueno disimulando que te odiaba al principio. Siempre suspiraba por ti.

—¿Así que nunca llegaste a odiarme?

—No, pero sí te detesté, ¿no es ilógico?

—Dicen que el cerebro funciona de las maneras más locas posibles. Así que no, considero que es bastante lógico teniéndonos en cuenta.

Escuchando su respuesta, Hongjoong sólo pudo reír. Resguardándose en la comodidad del silencio. No obstante, éste no duró demasiado como para ser perceptible por ninguno.

—¿Cuándo te diste cuenta que tenías sentimientos por mí? —preguntó el rubio de repente.

—El día de la práctica malograda —respondió con franqueza el moreno, haciendo que los ojos del omega se abran como platos—. Sí, lo sé, hace nada —murmuró con una sonrisa floja, llevándose el cigarrillo de regreso a lo labios, dando su tercera calada y soltando el aire por la ventana abierta—. Pero según el criterio de mis amigos, llevo loco por ti un tiempo. Desde el día del "incidente".

—¿El día del ranking o mi celo falso?

—El ranking —aclaró con soltura—, ellos no saben que te ayudé con un celo relámpago. O con varios de ellos.

—¿Por qué?

—Bueno, en primer lugar, no es información que me corresponda compartir, y en segundo lugar, sólo no quería que lo supieran. Ni siquiera yo entendía qué había pasado como para tener que dar explicaciones a dos personas más. Hasta el día de hoy me pregunto porqué yo.

—Porque me gustas, ¿no había quedado claro? —contestó entre risas, despreocupado. Pero si se lo miraba de cerca, se notarían las comisuras de sus ojos humedecidas y sus manos que se movían con nerviosismo.

—Sí, lo sé. Te gusto —susurró el alfa, ido, mirando a través de la ventana—. Por eso es que siempre olías a un campo en primavera cuando estaba cerca de ti, ¿lo habías notado? —preguntó con un ápice de curiosidad, girándose a verlo.

—No —dijo con la voz estrangulada. Ahogado en la ansiedad por concretar lo qué sea que fuera a pasar entre ellos ahora.

—Es mi aroma favorito entre todos los florales que conozco, incluso supera al de San.

—Genial.

Riéndose, Mingi estiró la mano y se sacó el cinturón de seguridad, para enseguida de ello, tomar a Hongjoong por la nuca y acercarlo a su pecho, teniendo la complejidad de que la palanca de cambio se interpuso entremedio e hizo de su abrazo uno incómodo.

—Ya deja de actuar tan asustado, este no es el Hongjoong que conozco. La versión que conozco, me tomaría por las prendas y me preguntaría si quiero salir con él o si por el contrario, voy a actuar como un cobarde y no hacerlo.

—¿Eso significa que quieres intentarlo? —preguntó el omega con ojos grandes y pupilas esperanzadas.

—Eso significa que quiero intentar cortejarte. ¿Qué dices, me aceptas?

—Por supuesto que sí —respondió contra sus labios, rozándolos en una necesidad espesa—. ¿Podrías besarme ahora? Estoy tan tenso que siento que voy a vomitar.

—Mientras no sea encima mío, todo bien. Definitivamente, no es una cosa que me prenda.

—Idiota —dijo, golpeándolo en el hombro.

Riendo, el pelinegro se arrimó hasta que sus bocas finalmente se encontraron. El beso fue profundo y lento, labios separados y lánguidos. Una armonía coherente de emociones fundidas en una.

Al separarse, Hongjoong fue el primero en abrir los ojos, encontrándose con un Mingi de facciones suaves y ojos brillantes. Una nueva versión que lo tenía fascinado. Evocando esa sensación de ternura desde lo profundo de su pecho, el rubio se lanzó a rodearle el cuello con los brazos y a besarlo con mayor intensidad.

—De acuerdo, calmémonos un poco —dijo el moreno cuando sus pechos se pegaron y sus respiraciones calientes se enredaron en una danza exótica—. Tenemos todo el tiempo del mundo, ¿por qué apurarnos? Además, mi dormitorio de seguro está ocupado por mis compañeros. No podemos llevarlo más lejos, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, entiendo, hay que ir despacio.

—Exacto, lo que significa, nada de besos por esta noche, ambos sabemos a qué conducirá eso. Pero siempre puedes quedarte a dormir conmigo, o si quieres, puedo llevarte a tu dormitorio. Ya es tarde.

Sacudiendo la cabeza, Hongjoong abrió la puerta del auto, tomando una decisión—. Prefiero quedarme contigo por hoy, estoy cansado y fue una noche de mierda.

—De nuevo siento que debo disculparme por haber actuado como un energúmeno contigo. No lo merecías.

Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong ingresó al elevador y tomó al moreno por sus prendas, acercándolo a su cuerpo hasta que la distancia fue finita. Mingi simplemente se dejó hacer, viéndolo con expectación y pupilas oscurecidas en obsidianas profundas.

—Soy tu omega, pero eso no te da el derecho de tratarme de esa manera, mientras sea la última vez, no hay problema. ¿Prometido?

—Prometido —repitió el alfa de manera solemne.

Riéndose, el omega tomó una de sus manos y la llevó hasta su pecho, haciéndolo realizar una equis en su propio pectoral. Acción que él no tardó en ejecutar de la misma forma.

—Es promesa de explorador —le dijo al notar al alto confundido—. Lo hacemos con Wooyoung bastante seguido, pero no me molesta compartir el secreto contigo.

Llevando las manos hasta sus mejillas, el pelinegro con mechas se las apretó hasta resaltar sus labios en un mohín—. Eres la cosa más encantadora que vi hasta ahora. No veo la hora de cortejarte como se debe. Eso fue tan lindo que quisiera comerte.

—¿Es tu fetiche? —preguntó el más bajo con una ceja enarcada—. Siempre quieres comerme.

—Eres tan lindo que no puedo evitar la urgencia de querer clavarte los dientes.

—A veces eres ridículo, ¿sabías?

—Puede ser —susurró contra su mejilla, sintiendo como sonreía.

—Ya apártate, llegamos y tengo sueño.

Riéndose de las demandas del rubio, el alfa las obedeció paso a paso hasta que ambos estuvieron resguardados en la seguridad de las sábanas y la habitación repleta de feromonas del moreno.

Para sorpresa de Hongjoong, Mingi fue el primero de los dos que cayó rendido en los brazos de Morfeo, reconfortado por su calor y respirando de forma superficial entremedio de sus brazos. Su nariz recta, pegada a sus glándulas de olor. Tomando de su fragancia incluso entre sueños.

Acogido por un calor que no podía comprender, los labios de Hongjoong se estiraron en una sonrisa imborrable y en el medio de esa euforia que quemaba su pecho, se inclinó con delicadeza y besó su frente.

El último recuerdo que tuvo de esa noche, es de unos brazos apretándose entorno a su cintura y de un murmullo como la seda pronunciando su nombre.



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