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❈•≪04. Secretos desvelados≫•❈

—¡¿Tuviste sexo con Song Mingi, el chico que te hace la vida un infierno?!

Cubriéndose las orejas con las manos, Hongjoong hizo una mueca adolorida mientras miraba a Wooyoung perder la razón frente a él. Y no lo culpaba, en su lugar estaría igual, y un poco enojado quizás por no habérselo contado antes.

Sin embargo, y a pesar del pacto de no divulgaciones, allí estaba él, contándole las cosas a su mejor amigo. Como creía que debía de ser. Porque para ser sincero, la realidad de lo que había hecho comenzaba a pesarle en los hombros como un planeta.

—¡¿Acaso te volviste loco?! ¡¿Usó sus feromonas en ti para provocarte un celo falso?! ¡¿Él acaso...?!

—Okay, okay, aguarda un segundo —le dijo de repente, levantándose de la cama y tomando al de cabellera violeta por los hombros—. Estás tergiversando los hechos demasiado, deberías calmarte y escucharme primero, ¿no crees?

—Pues habla entonces, porque ahora mismo estoy dispuesto a ir a golpearlo si me dices que tengo que hacerlo.

Riéndose, Hongjoong no pudo evitar darle un abrazo inesperado a Wooyoung, confundiéndolo—. Gracias —susurró contra su mejilla, besándola superficialmente—. Pero no, no tienes que pelear con él, ambos sabemos cómo terminarían las cosas.

—San me enseñó un par de llaves, puedo enfrentarlo.

—Mejor no corramos el riesgo, ¿de acuerdo?

—Cómo sea —farfulló el omega más joven, desplomándose en su colchón con naturalidad, viéndolo con expectación—. ¿Entonces, qué pasó entre ustedes para que terminaras bajo sus fauces?

—La primera vez fue accidental...

—¿Hubo una segunda? —cuestionó, totalmente sorprendido.

—Sí, no interrumpas —pidió con amabilidad, sentándose en la silla de su escritorio—. Fue después de terminar mi entrenamiento de la semana, un viernes, de la nada comencé a sentir los síntomas de un celo relámpago y en ese estado no podía abandonar la pista de hockey, atraería mucha atención aparte de que a duras penas podía moverme, así que me escondí detrás de las gradas. Creí que allí estaría bien hasta que los síntomas disminuyeran por su cuenta.

—Pero no lo hicieron, ¿cierto?

—Sólo empeoraron, comencé a sudar y el vientre me dolía con locura, era un infierno que sólo me tiré en el suelo. Deseando lo peor.

—Debiste llamarme.

—Lo sé, pero apenas pude mover un dedo, y de repente, cuando comencé a llorar y a entrar en pánico por la situación, Mingi apareció de la nada, oliendo a gel de baño y feromonas intensas, que mi cuerpo se relajó de forma automática. O una parte lo hizo. Fue tan extraño que no pude evitarlo. Yo le rogué por ayuda pese a que se burló de mi estado, ¿de acuerdo? No me obligó a nada ni se forzó en mí, por el contrario, fue bastante cooperativo al principio. Aunque no parecía tener mucha idea de qué hacer.

—¿Me estás diciendo que un alfa no sabía como lidiar con un omega en celo?

—No, él no sabía cómo tratar conmigo —expresó con una mano en el pecho—. Te recuerdo que nos llevamos fatal.

—Y a pesar de ello, tienen un ritual de apareamiento increíblemente estúpido —destacó el omega más joven con asco.

—Eso no es cierto, la tensión es producto de los roces que se deben al rechazo mutuo.

—Lo que te deje dormir por las noches, Hong. Ahora dime, ¿qué más pasó?

Estrechando la mirada, el omega mayor, no dijo nada de su comportamiento indiferente y continuó relatando los acontecimientos que lo llevaron a como estaba ese día, desquiciado.

—Él me ayudó —confesó en un hilo de voz, avergonzado—. Me abrazó y me consoló liberando sus feromonas, fue tan extraño viniendo de él que sólo sabe decir mierda con esa boca suya, pero me sirvió. Mis nervios se relajaron y los síntomas se redujeron. No esperaba ese tipo de compatibilidad.

—Pero hay más —dijo con certeza y una mirada aguda—, estabas en la etapa dos, es imposible que con sólo caricias y arrullos desaparezcan por completo.

—Y no lo hicieron —admitió con un asentimiento pobre—. Sólo perdieron intensidad, pero el calor todavía estaba allí. Y la necesidad por contacto por lo que... —cortándose de repente, las mejillas del rubio se encendieron de un cálido rosa—. Por lo que tuvo que hacerme una mamada.

—¡¿Detrás de las gradas del gimnasio?! —cuestionó en una inflexión aguda—. Qué romántico —murmuró con sarcasmo, resoplando incluso.

—¿Qué esperabas? —replicó—. ¿Que me llevara a un hotel con estudiantes rondando cerca?

—Bueno, no, ¿pero no tenía medicina consigo?

—Alfa, Wooyoung, es un alfa. ¿Por qué llevaría medicina de omegas con él? —cuestionó—. Además, tú lo has hecho detrás de un club. No me juzgues.

—Lo siento. Simplemente era una pregunta —musitó el de cabellera violeta con las manos en alto—. Así que, te la chupó detrás de las gradas y se acostaron de nuevo hace unos días, ¿cierto? —detalló con franqueza, apuntándolo con el índice.

Humedeciéndose los labios, el más bajo asintió—. Fue luego de una práctica, Jongho y Seonghwa estaban allí de casualidad.

—Okay, ¿qué sucede contigo y los entrenamientos?

—Es común, lo sabes, los celos relámpagos suceden cada dos o tres semanas. No tiene que ver con las prácticas en sí. Y a mí se me olvida llevar el registro de cuándo, posiblemente, podría ocurrir otro.

—Cierto —murmuró Wooyoung, zumbando descontento—. Deberías ser más aplicado, ¿sabes? —le reprimió con sutileza, no obstante, apenas tocó el tema—. Así que, ¿ellos lo saben también?

—El imbécil de Mingi se lo dio a entender a Seonghwa en el karaoke así que, sí, supongo que lo sospecha.

—No te veo muy triste por la noticia.

—Bueno, el sueño húmedo de cualquier omega en este campus me jodió dos veces, discúlpame por no estar tan triste al respecto.

—¿Del campus en general o tuyo en particular? —inquirió con determinación. Dispuesto a obtener una respuesta.

—¿De qué estás hablando? —preguntó con una falsa mueca de incomprensión. Algo nervioso.

—Alto —dijo con el pulgar levantado, para enseguida de ello alzar el índice y el dedo medio, para agregar:—, moreno y atlético —destacó—. Ese es tú sueño húmedo —resaltó con deliberación—. Los chicos con los que sueles enrollarte son así. Siempre. Desde que te conozco.

—Es sólo mi tipo, ¿de acuerdo? Pero su personalidad es una mierda.

—No veo que eso te detenga de volverte a meter a una cama con él.

Relamiéndose los labios, el más bajo desvió la mirada—. Sabes que me gusta que me traten mal.

—En la cama —resaltó por segunda vez, viéndolo con seriedad—. Él lo hace incluso fuera de ella. Lo que creo que rompe un límite que no debería. Y eso que no sé mucho del tema.

—Es un idiota, ¿qué podrías esperar de alguien cómo él?

—Yo absolutamente nada, ¿pero qué hay de ti? —preguntó con ojos determinados—. Pareces considerar volver a meterte con él.

Tapándose el rostro con las manos, Hongjoong giró hacia la ventana, dándole la espalda a su mejor amigo—. Me ofreció un trato —murmuró entre dientes—. Pasar nuestros celos juntos cada vez que lo necesitemos.

—¿Y estás pensando aceptar? —cuestionó con las cejas curvadas, incluso si no lo estaban mirando.

—No me agrada, que eso quede claro, pero la oferta es tentadora. Dicen que el sexo con la persona que odias es intenso, y créeme cuando te lo digo, lo es.

—¿Siquiera cuidó de ti después de hacerlo?

—Ese no es el punto, Woo.

—No, el punto es que perdiste la razón. He salido con imbéciles, pero si uno me trata del modo que Mingi lo hace y tiene el descaro de luego sugerirme ser su amante, le cortaría las pelotas inmediatamente.

Girándose, Hongjoong descubrió su rostro—. Es que si supieras lo bueno que es, me entenderías.

—Hongjoong, hablamos de Mingi. Da igual qué tan bien te jodió, te detesta por alguna estúpida razón.

—Del mismo modo en el que me desea —replicó con rapidez. Buscando dar vuelta la mesa.

Arrugando las cejas, Jung se mostró escéptico—. ¿Cómo estás tan seguro?

—Sus feromonas —murmuró al instante, sin dudarlo, sabiendo que tenía un buen punto allí—, tienen esta característica de volverse dulces cuando está conmigo. Y cuando tuvimos sexo simplemente se magnificaron. Fue alucinante.

Guardando silencio por un tiempo considerable, el omega más joven no dijo nada, hasta que de repente lo hizo:

—Pienso que es una pésima idea, pero si estás seguro en lo que te estás metiendo, adelante, yo te apoyo.

—¿En serio? —preguntó con un brillo de esperanza que conmovió a Wooyoung hasta hacerlo sonreír. Porque así de estrecha era su relación.

—¿Somos mejores amigos, no?

—Por supuesto.

—Entonces no lo dudes, siempre tendrás mi apoyo, incluso si quieres saltar de un acantilado.

—No soy tan irreflexivo.

—Seguro que no, teniendo sexo con el enemigo no te hace muy confiable, ¿sabes?

—¿Pensé que a ti te caía bien?

—Algunas veces, cuando actúa como un ser humano civilizado mayormente.

—Bueno, yo no creo que sea tan malo.

—Oh por Dios, sólo tuvieron sexo dos veces y ya estás defendiéndolo. Es increíble.

—Sólo olvídalo —farfulló con desinterés—. No estoy diciendo que sea un monje, sino que puede tener una faceta que no conozcamos y sea decente.

—Eso lo sabrás tú más que yo —dijo el omega con un encogimiento.

Hongjoong suspiró, y se deslizó en la silla que ocupaba unos centímetros, repentinamente cansado, hablar de Mingi tenía ese efecto en él y eso que todavía ni siquiera se veían en sus horarios regulares. De lo que no tenía muchas expectativas porque pase a lo confiado que podría mostrarse con respecto a unas cuestiones, no lo estaba tanto en realidad. Es más, se sentía intimidado con la idea de cómo podría ser o de qué podría pasar cuando se volvieran a ver.

Sin embargo, no se podía saltar sus clases y ya iba siendo tiempo de que se cambiara y aprontara su bolso de práctica. Aparte de eso, la idea de hablar con Seonghwa tampoco le entusiasmaba demasiado. Explicarle las cosas sin entrar en detalles sería complicado y él odiaba las cosas complejas, pero allí estaba, considerando meterse en una relación de beneficios con un sujeto que no lo veía como nada más allá de un becado.

Pero la compatibilidad era buena y sus feromonas realmente tenían un efecto tranquilizador en su persona, por lo que era algo digno de considerar. No era sencillo encontrar un compañero con esas características, que si bien podían lucir muy simples, en verdad costaban un mundo entero ser halladas. Asimismo, era masoquista, eso tendía a espantar a la mayoría de las potenciales parejas que tenía y había tenido a lo largo de su corta vida. Las cuales no fueron muchas por la misma razón.

Si la oportunidad estaba allí servida y dispuesta a ser tomada, ¿por qué no hacerlo?

El daño más grande que podría sufrir sería en el orgullo, quería creer. Pero sabría cómo salir adelante. Siempre lo había solucionado y no sería distinto en esta ocasión.

La única advertencia que se llevaba consigo, era la de ser precavido y no actuar de manera tan impulsiva. Si tenía que cometer algún error, bienvenido sea, aprendería de éste como lo había hecho en el pasado.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Definitivamente Wooyoung tenía razón, Mingi era un desperdicio de persona. Tan pronto se encontraron por los pasillos de su piso de camino al salón de clases, el alfa no tuvo mejor idea que detenerse y dejarlo pasar, lo que le pareció un gesto de caballerosidad extraño, hasta que comprendió a qué se debió. El energúmeno del alfa, le colocó el pie sin que se diera cuenta, haciéndolo trastabillar hacia el interior del salón.

Agarrándose a su bolso con fuerza, le dirigió una mala mirada y se enderezó con la mayor dignidad que pudo. Ignorando la risa de una beta que lo acompañaba. Alzando el mentón con terquedad, se encaminó directamente a su asiento sin dirigirle la palabra. Ubicando sus cosas de la manera más ordenada posible, sacó sus materiales de estudio y su ensayo de la noche anterior, en el que apenas pudo trabajar por estarle dando vuelta a la sugerencia del moreno.

No obstante, hubo un ruido a su lado, el sonido chirriante del metal siendo arrastrado por el suelo y cuando quiso voltear a ver el origen del sonido, se encontró con la figura imponente de Mingi desplomándose a su derecha. Los brazos apoyados sobre el respaldo de la silla, y las piernas abiertas en una sugerencia innecesaria. Muslos grandes que evocaban a una invitación ineludible.

Mordiéndose el interior de la mejilla, lo miró con intriga unos segundos antes de pasar a ignorarlo, tomando su lápiz se dispuso a terminar de rellanar un cuestionario, teniendo en mente pasar por alto la presencia formidable que se hallaba a su costado. A pesar de sus más grandes intentos, su lápiz nunca se movió y algunas preguntas continuaron sin ser llenadas, absorbidas por la intensidad de una mirada arrebatadora que perforaba su perfil con deliberación.

Harto de esa tensión que comenzaba a hervir sus nervios, soltó el lápiz y se giró a verlo con brusquedad, sólo para encontrarse con que Mingi estaba con los brazos enroscados en el respaldo de la silla y el mentón apoyado sobre ellos. Viéndolo con una atención depredadora. Sin poder evitarlo, su cuerpo entero se estremeció.

Recordando experiencias pasadas.

—¿Lo pensaste? —preguntó el contrario de manera directa, tomándolo por sorpresa.

—Apenas pasaron unos días —murmuró de forma evasiva, jugueteando con sus dedos. ¿Ya esperaba que tuviera una respuesta?

—Entonces no lo hiciste —conjeturó de forma errónea.

Deslizándose en el asiento que ocupaba, el omega se pasó una mano por la cabellera rubia—. Sí lo hice, simplemente dije que pasaron apenas unos días como para que tome una decisión.

—¿Qué es tan difícil de digerir?

Estrechando la mirada, Hongjoong lo observó con incredulidad, ¿qué era tan complejo de todo esto? Muchas cosas lo eran, las variantes y lo qué podría salir mal, le hacían difícil tomar una decisión rápida. Al final del día, se terminaría acostando con Song Mingi. Un completo idiota. Era todo un prospecto para pensar al respecto, y más cuando pasaría sus celos con él. Incluso si existía cierta compatibilidad sexual entre ellos a pesar de las asperezas que tenían, no es algo que podía decidir como si no fuera nada.

No era un idiota impulsivo.

Al menos eso quería creer, pese a que en el fondo supiera otra cosa.

—Que se trata de ti —respondió con una honestidad fuerte. Mirándolo directo a los ojos.

—¿Qué hay de malo conmigo? —preguntó con una ceja enarcada, apoyándose en una de sus manos y devolviendo su mirada con una intensidad absorbente—. Soy el chico de oro, ¿recuerdas? Te lo estarías perdiendo estúpidamente.

—Dios, qué arrogante eres a veces.

—¿Es acaso una mentira? —preguntó, sin inmutarse—. Tú mismo lo comprobaste. Soy bueno.

Y no lo negaba ni lo estaba poniendo en duda, pero esos no eran motivos suficientes para que él se lanzara en caída libre en la incertidumbre de una propuesta nacida de un único encuentro acalorado. Desde su perspectiva requería que lo analizara con mayor profundidad. Inclusive si ya se encontrara tentado.

—Sólo necesito más tiempo.

Estirando una mano, increíblemente, Mingi le sostuvo las mejillas, pero no mucho después, apretó sus dedos sobre la piel tierna de su mandíbula, obligándolo a abultar los labios y a torcer su expresión en una mueca confundida.

—Pienso que te estás haciendo desear.

—Pues te estás equivocando —masculló de la forma que pudo, un tono forzado a ser claro y palabras arrastradas—. Sólo estoy indeciso, ¿es acaso ilegal sentirse así?

—No, estás en todo tu derecho. Pero para que sepas, no soy muy paciente.

Tomándolo por la muñeca, Hongjoong echó la cabeza hacia atrás y lo fulminó con la mirada—. Ese es muy tu problema. No voy a decir que sí sólo para complacerte.

Sonriendo de lado, el alfa se acercó hasta que sus rostros estuvieron peligrosamente cerca—. La otra vez parecías muy dispuesto a complacerme.

Virando a los lados, Hongjoong estiró una mano y tomó al pelinegro por sus prendas, acercando sus rostros en un secretismo bruto—. Por si no lo sabías, lo que suceda en la cama o del modo en el que me comporte en ella, se queda allí —le dijo entre dientes, reprimiéndolo.

Mirándolo de arriba hacia abajo, la mueca festiva del alfa se ensanchó—. Realmente eres algo —dijo con cierto gozo, felicitándolo indirectamente—. De acuerdo, admito mi error por asumir cosas. No estuvo bien de mi parte. Ya puedes soltarme.

Obedeciendo a la petición, el omega lo dejó ir. No sin antes darle una mirada de advertencia que, por alguna razón retorcida, divirtió aún más al alfa con su cabellera en dos tonos. Pero cualquier respuesta que fuera a darle, se vio interrumpida por la aparición de la profesora. Y como si ya fuera una especie de costumbre entre ellos, esta vez, el defensa derecho, ocupó el puesto a su izquierda con naturalidad, importándole poco si pertenecía a otra persona. O si ésta misma se encontraba viéndolo con reclamo e impotencia.

Ya que así de intocable se creía Song Mingi. Un muro grueso de arrogancia y autosuficiencia que no dejaba derrumbar por nadie.

Era detestable a un punto exagerado.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Saliendo de su última clase, Hongjoong se llevó la sorpresa de encontrarse con Seonghwa recostado en la pared enfrente de su salón. Postura relajada y brazos cruzados en una templanza sin igual. Mordiéndose el labio inferior, se acomodó la mochila en el hombro y se aferró a su bolso antes de dar un paso en su dirección, sin embargo, Mingi que salió no mucho después que él, tuvo el atrevimiento de chocar sus hombros adrede y hacerlo tropezar hacia el otro jugador de hockey. Quien tuvo los reflejos, lo suficientemente rápidos como para sujetarlo por los hombros y detener su posible caída.

—Nos vemos por ahí, princesa.

Apretando la mordida, no se molestó en contestar, simplemente agradeció a Seonghwa por la ayuda y se enderezó, mirándolo un instante antes de evadir sus ojos cafés. Eran abrumadores de una manera incómoda. La cantidad de interrogantes que almacenaban y las críticas silenciosas, eran como puñales que no quería recibir ahora mismo.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, no fue nada en realidad —murmuró con un encogimiento—. ¿Por qué estás aquí?

—Sólo quería saber si estabas bien, la última vez que supe de ti, un idiota te estaba llevando a rastras.

Suspirando profundo, el rubio desvió la atención al bolso que también cargaba el jugador de los Gwang Dreams—. ¿Tienes entrenamiento?

—Sí, me estaba dirigiendo al gimnasio así que viene de pasada. ¿Quieres que te acompañe también?

Hongjoong nunca iba al gimnasio a inicios de la práctica de los Red Falcons o de los Gwang Dreams, simplemente porque no le interesaba y a uno quería evitarlo lo mayor posible, como si se tratara de la peste. Pero teniendo en cuenta que le había prometido algunas explicaciones al castaño, accedió sin más. Asintiendo de manera perezosa.

—Seguro —dijo con un tono plano—. ¿Es contra los Red Falcons? —preguntó con curiosidad.

—Sí, se viene un juego importante esta semana y queremos estar preparados.

—De seguro lo hacen bien.

—Lo ideal sería hacerlo excelente, ¿sabes?

Hongjoong se rió, asintiendo por segunda vez con mayor lentitud. Ambos eran los equipos oficiales de la universidad y constantemente se estaban enfrentando entre sí en distintos torneos de los que no tenía mucha idea, pero sabía que los ayudaba a calificar para otras competiciones universitarias. De las cuales, los Red Falcons eran consagrados como los mejores en su liga. De lo que, de nuevo, no sabía demasiado ya que uno de sus integrantes le había quitado todo el interés por aprender.

—Entonces, espero que puedan conseguirlo. Son buenos, no dudes de ello.

—Nunca has visto un entrenamiento, ¿cómo lo sabes?

Levantando la cabeza, Hongjoong sólo sonrió cuando dejaron el edificio de artes atrás—. Sólo lo sé.

—Gracias —susurró Seonghwa, con una cadencia gentil que lo caracterizaba—. Entonces, con respecto a Mingi la otra vez, ¿es cierto que ustedes están en algo?

La situación era un poco más compleja de detallar que la ambigüedad de esa pregunta, porque para empezar, desde un ángulo podía decir que sí, él estaba en un constante tira y afloja con Mingi, y no sería mentira. Mientras que desde otro ángulo totalmente distinto, podía asegurar que no tenían más que una extraña enemistad. Y de nuevo, no sería falso.

Sin embargo, era fácil deducir que esas no eran las respuestas que Seonghwa buscaba, y aún así él no sabía qué decirle. Debido a que se encontraba considerando la propuesta de aceptar pasar sus celos con Mingi seriamente, lo que podía ser un movimiento muy estúpido de su parte, pero había una realidad que nadie consideraba nunca.

Ser omega apestaba.

Tenía que tomar un sin fin de pastillas diferentes para distintos objetivos: bloquear su olor, suprimir su celo si no tenía compañero, lo que no le evitaba sentir los dolores naturales de uno, tomar pastillas constantes para los celos relámpagos, y tener que aguantar sus efectos secundarios. Como migraña, dolores musculares, temblores y mareos ocasionales.

De tener un compañero para sus celos o un compañero regular en sí mismo, le ahorraba todos esos inconvenientes. Dándole mayor libertad y autonomía. Lo que necesitaba como patinador artístico y atleta.

Pero nadie pensaba en eso, todos se enfocaban de que se trataba de Mingi y nada más. Y entendía porqué, el sujeto era un imbécil y dudaba que tuviera algo de decencia en las venas, pero era una elección perfecta a sus ojos. Ignorando que fuera su tipo y otros motivos, el alfa realmente no lo había juzgado cuando le confesó indirectamente ser un masoquista y aparte de eso, se había metido en el rol de sádico en la cama, lo que demostraba que tenía cierto grado de integridad y compromiso.

Asimismo, encontrar a un compañero que le dé justo lo que necesita, repetía, no es fácil. La mayoría si no terminaban espantados, actuaban como si él fuera un lunático, otros abusaban de esa posición para directamente maltratarlo, y el menor de los porcentajes, sólo no sabían qué hacer o qué actitud tomar frente a la situación.

Por lo que lo dejaban varado en una nada insustancial. Y si bien también le gustaba el sexo vainilla y podía soportar una dosis de éste, no era lo que le complacía realmente. Y ante todo, estaba el placer. ¿Qué gracia tenía entonces, tener sexo y fingir que se lo estaba pasando bien cuando no era así? Ninguna.

Él no era de esas personas que les gustaba simular algo que no era, no vivía en lo convencional y lo tenía aceptado. Tampoco le gustaba reprimirse. Admitir que era masoquista no era tarea fácil, pero tampoco iba por ahí fingiendo que le gustaba dulce. Porque no era así.

—Me ayudó en dos de mis celos —admitió después de pensarlo un rato, qué era mejor decir o qué palabras serían más apropiadas. Al final, se decantó por la verdad. Es lo que había sido y lo que había pasado, nada más ni nada menos.

—¿Le diste el privilegio de que lo hiciera? —cuestionó el alfa castaño casi a modo de reproche. El tono tenso y el rostro bañado por la incredulidad.

Para algunos alfas, el celo era tan importante como la virginidad, casi como si fuera oro pasarlos con la persona indicada. Para Hongjoong, no eran más que concepciones culturales de las que estaba agotado. Si quería pasar un celo suyo con un vagabundo, era su problema. No significaba más que quemar energía y drenar estrés. Aparte de aliviar dolores.

No gozaba de una mente cerrada ni conservadora, gracias al cielo.

—No tuve otra alternativa la primera vez, y contra todo pronóstico, realmente me ayudó.

—Así que, ¿sólo dejaste que un estúpido soberbio que te trata mal, se encargue de algo tan importante como tus celos?

—Mira, Seonghwa, sé que puede ser cuestionable. Pero en ese entonces, fue el único al que pude recurrir.

—Hongjoong, se trata de confianza y compatibilidad, no pudo ser sólo eso... —y de repente, el castaño guardó silencio, viéndolo con una comprensión avasalladora que lo paralizó a mitad de camino al gimnasio—. Lo deseas —dijo en un susurro, sin aliento y abatido.

Desviando la mirada, el omega se sintió expuesto. Atrapado en redes que quemaban hasta los nervios y cortaban los sentidos.

—No es algo que pueda controlar —murmuró con desgano, rendido ante la realidad de sus hechos. Deseaba a Mingi. Era cierto y apestaba.

—¿Desde cuándo? —preguntó el alfa a su lado.

—¿Cómo saberlo? —preguntó él de regreso, mirándolo desamparado. Fingiendo desconocimiento—. Supongo que desde hace no mucho —agregó a tientas, recordando que tuvo el descaro de mentirle a Wooyoung y decir que su tensión era producto del rechazo.

—Eres increíble, fijándote en las peores personas.

—Lo siento —susurró con pena real.

—¿Por qué? —preguntó Seonghwa con sarcasmo—. No es como si haya sido correspondido desde el principio —musitó cuando ingresaron al gimnasio y se encontraron en la cima de las gradas—. Simplemente fui terco, supongo.

Y antes de que pudiera decir algo, lo qué sea con tal de consolar al alfa, éste se encontró bajando las gradas a las prisas, completamente desconsolado y enojado. Su aroma fresco y comúnmente juvenil a sándalo, aplastado por una acidez desagradable.

Pasándose las manos por la cara, Hongjoong se dejó caer en una de las bancas y respiró con fuerza. No pretendía herir a Seonghwa con sus palabras, pero tampoco podía obligarse a tener sentimientos por éste. Era la realidad, incluso si dolía.

El mundo funcionaba así, y a veces lastimaba.

Y en lo que nadaba en su poso de auto-compasión, sintió una voz familiar llamarlo de una manera peculiar que tanto le crispaba los nervios. Y al quitarse las manos del rostro, se encontró con Mingi en su traje blanco y rojo con la silueta de un halcón en llamas, a unos metros de distancia. Sujetado a la barra de ingreso. El bastón en su mano y el casco de protección colgando bajo su brazo, haciéndolo ver más grande.

Respirando hondo, el omega se tranquilizó antes de ofrecer una respuesta—. ¿Qué quieres?

—Saber qué te trae por aquí —replicó el alfa con mechas blancas, ladeando una sonrisa—. ¿Vienes a visitarme?

—En tus sueños —murmuró en rechazo, cruzándose de brazos.

Riéndose, el alto dejó a la vista sus dientes disparejos—. Tú no quieres saber qué haces en ellos.

—Pervertido.

—Te propongo un trato —pronunció luego de un minuto de silencio—. Si ganamos hoy, el viernes asistes a la fiesta de cumpleaños de San.

Mordiéndose el interior de la mejilla, el más bajo lo miró con recelo—. ¿Qué sucede si pierden?

—Te dejo en paz. No más burlas ni molestias de mi parte, ¿te parece justo?

—¿Por qué el repentino interés en el que asista?

—Nada en especial, pienso que sería divertido.

—De acuerdo —accedió con facilidad, con lo enojado que estaba Seonghwa, eso lo haría poner todo su potencial en querer acabar a Mingi, por lo que dudaba que esta vez salieran triunfadores—. Me parece justo.

Sonriendo en grande, el alfa se mostró satisfecho—. Genial. Nos vemos ahí.

Hongjoong quiso decirle que no lo diera por sentado, pero en cambio, le sacudió la mano a modo de despedida e ignoró su intento de guiño. Comenzando a pensar en las palabras de Wooyoung más en serio.

Sin embargo, el silbato del entrenador lo distrajo y le hizo prestar atención al hielo, donde los veintiún jugadores se reunían en sus diferentes posiciones. Hongjoong se enfocó en Mingi en el ala derecha del hielo, notándolo con su casco puesto y enfrentando a un tipo un poco más alto que él. En cuanto el silbato volvió a sonar, la estampida de cuerpos en colisión, inició. Y todo con tal de robar el disco de las manos de los Gwang Dreams.

Siendo un trabajo inefectivo, tanto de la defensa como del portero, ya que el equipo vestido de azul, consiguió anotar su primer punto. Inconscientemente, el omega lo celebró aplaudiendo con entusiasmo. Notando como el eco de sus palmas en contacto, atraían la atención de otros asistentes al entrenamiento y parecían apoyar a los rojos. No obstante, le dio igual.

Y de esa manera, el juego continuó con un ir y venir del disco siendo pasado y robado por los distintos bastones en una confusión indistinguible.

Volviendo sus ojos a Mingi, Hongjoong notó una apariencia en él que nunca había apreciado antes a detalle, ojos feroces y determinación neta, consagradas en unos ciento ochenta centímetros de grandiosidad. Fue deslumbrante verlo moverse por el hielo e intentar bloquear la mayoría de jugadores con su cuerpo. Ya sea con impactos de medio cuerpo o de hombros. Algo que nunca había presenciado antes y le robó el aliento. Era impresionante.

Nunca había apreciado el hockey desde esa perspectiva.

Aún así, cuando los Red Falcons iban abajo por dos puntos, pasó lo inesperado, Mingi que había logrado hacerse con el disco de caucho y avanzar gran parte del terreno, de repente se vio derrumbado por un jugador inesperado: Seonghwa, el defensa izquierdo del equipo contrario, apareció de la nada y tras meterle un fuerte codazo directo en la cara, lo mandó al suelo. Manchando la pista de un rojo intenso.

Incrédulo y conmocionado, Hongjoong se llevó las manos a la cara y soltó un jadeo bajo.

No mucho después, el silbato se hizo sonar de parte de ambos entrenadores y un estallido de quejas enfurecidas, llenaron el eco de la pista. Mientras que uno de los asistentes médicos, que no tenía idea de adónde había salido, se acercó a comprobar el estado de Mingi. Evitando mover su cabeza y quitarle el casco.

—Carajo —susurró él, al observar como el hombre daba su visto bueno, de que al parecer, el alfa con mechas en el pelo se encontraba bien, sólo le habían partido la nariz.

Llevándose una mano al pecho, Hongjoong miró con atención cómo sacaban a Mingi del campo y lo sentaban en la parte posterior de la pista, en la banca de descanso donde se hallaban otros de sus compañeros, los cuales inmediatamente se colocaron adelante y bloquearon su vista.

Apretando los labios, sus ojos se desviaron hacia Seonghwa, quien se deslizaba hacia la banca contraria por órdenes de su entrenador. Su movimiento había sido uno ilegal por lo que fue sancionado. Y en lugar de sentir pena por él, se encontró sintiendo decepción. Eso había sido un golpe bajo de su parte.

Cerrando los ojos, el omega permitió que el juego continuara sin su presencia en él. Simplemente tomó su bolso y salió al corredor. Esperando escuchar los silbatos y los alaridos de quiénes hayan sido los vencedores.

Casi dos horas después de estar navegando por su celular, los gritos estallaron en el interior helado de la pista de hockey, los Red Falcons se coronaron como los triunfantes de ese encuentro por la mínima diferencia de un punto. Suspirando con fuerza, Hongjoong guardó su celular y realizó una reverencia cuando divisó a su entrenador acercarse.

—Llegas temprano hoy —comentó el hombre con calma, un beta de mediana edad.

—Quise ver porqué tanto fanatismo alrededor del hockey, es todo.

—¿Qué tal? —preguntó el beta de canas—. ¿Lo comprendiste?

—No lo creo —murmuró con vacilación, siguiéndolo de cerca—. Sólo vi cómo se golpeaban y sacaban las muelas.

—Es como los romanos con sus gladiadores, Hongjoong. A la gente le gusta ver sangre —le informó con una cadencia relajante, procediendo a darle una sonrisa rápida—. Prepárate que en cinco minutos tendré la música lista.

—Sí, señor.

Dejando su bolso en una de las bancas, Hongjoong extrajo sus patines de ella y su botella de agua personal. Se puso unos guantes en la mano y se quitó su chaqueta de abrigo, quedándose únicamente con el uniforme negro que solía usar. De los cuales sólo tenía tres y los atesoraba con locura. Eran costosos, pese a lo simplones que pudieran lucir.

Terminándose de aprontar, sintió, o más bien escuchó el ruido de unos patines deslizándose por el hielo. Mirando por sobre su hombro, se encontró con que se trataba de Mingi. Quien tenía el rostro hinchado y la nariz enrojecida, tapada con dos algodones en cada canal. Siseando entre dientes, el omega hizo una mueca compasiva sin darse cuenta. Porque eso tenía que ser doloroso.

—¿Tuviste una fea caída? —preguntó a modo de broma, sentándose en la banca y comenzando a anudar los hilos de los patines.

—Algo parecido —dijo el alfa con casualidad, inclinándose hacia adelante y apoyándose en la barra de ingreso, donde no había cristal que los separara—. Te vi en las gradas.

—Quería comprender mejor el fanatismo de medio campus por el hockey, pero sólo me terminó espantando —confesó con honestidad, apuntándolo con su mentón—. Eso debió doler.

—Luego de un tiempo te acostumbras —admitió con una tranquilidad que le supo extraña—. ¿Al menos te enteraste que ganamos, no?

—Los oí gritar su nombre tres veces, sí. ¿Por qué?

—Por lo del viernes —comentó como si no fuera obvio, pero la verdad es que estaba fingiendo haberlo olvidado—. Quedamos en que si sucedía, asistirías a la fiesta de San. Cumple veintidós años, por cierto.

—Creí que ya los tenía, como nosotros —murmuró, genuinamente sorprendido.

—No, es del mismo año que Wooyoung, sólo que unos meses mayor.

—Vaya —susurró para sí. Relamiéndose los labios, le dio una mirada del soslayo al más alto—. ¿Sabes qué puedo llevarle?

—¿La princesa pidiéndome consejos?

—No comiences a ser un imbécil, por favor. Hablamos de tu amigo.

Considerándolo mejor, el alfa asintió de forma apacible—. Le gusta coleccionar peluches —reveló con calma—. Podrías llevarle alguno. Quizás uno de Chopper, últimamente está obsesionado con él.

—¿El personaje de One Piece, no?

El moreno asintió por segunda vez—. Ese mismo, bueno que lo sepas. ¿Algo más, princesa?

Mordiéndose el labio inferior, se abstuvo de negar la cabeza y en cambio, liberó ese pensamiento repetitivo que no lo dejaba tranquilo—. ¿Por qué me llamas así?

—Haces patinaje artístico —respondió—. Saca tus propias conclusiones. Nos vemos el viernes.

Y así, sin más, dejándolo atorado con mil preguntas Mingi se deslizó lejos suyo. Acostumbrado a la sensación, no se molestó en analizar las posibles respuestas de porqué el apodo y en su lugar, continuó preparándose, le esperaba un día largo por delante.

Sin mencionar que había accedido a un capricho del alfa sin todavía ofrecerle una respuesta a su propuesta. Era de locos.



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