❈•≪03. Tentaciones consumadas≫•❈
Respirando hondo, Mingi se colgó el bolso al hombro mientras que los patines lo llevaba en la otra mano, caminando por detrás de la pista de hockey, el alfa se sintió cansado. Había sido un entrenamiento duro el de hoy, únicamente con los miembros de los Red Falcons, y aún así, había tenido un par de malos tiros. Lo que no lo tenía muy contento.
Y mientras hurgaba en los bolsillos de su pantalón holgado, se percató de la presencia del omega ya en la pista, increíblemente, esta vez no llevaba su ropa de entrenamiento amortiguada, sino que su prenda de competencia. O una de ellas que tanto había visto en televisión en otros competidores olímpicos. Cosa que el rubio no era de momento pero tenía sabido que aspiraba a serlo.
Soñaba en grande le daba el reconocimiento a eso.
Y deteniéndose a medio camino, lo observó hablar con su entrenador, un beta de mediana estatura con una cara de terror y arrugas pronunciadas, cabellera rubia gastada y con algunas canas marcadas. Barba desordenada y apariencia severa. En algunos aspectos le recordaba a su propio entrenador, sólo que éste era un alfa alto y estricto.
Y volviendo la mirada al omega rubio de complexión menuda, Mingi se quedó contemplándolo más de lo previsto. El traje que vestía constaba de unos pantalones negros ajustados y de unos patines que iban a juego, a su vez, de una especie de remera amoldada a su figura, la tela era de color azul oscuro combinado con un tono claro de celeste que iban ambos en un degrado hacia el blanco en las mangas y en la parte inferior. Lo que más le llamó la atención, sin embargo, fue notar la cantidad de piedras a lo largo del traje que lo hacían brillar.
Era asombroso lo bien diseñado que estaba para alguien becado.
—¿Por qué lo tratas tan mal si en realidad te agrada?
Sobresaltándose, Mingi no pudo evitar soltar un chillido agudo que no correspondía a la tonalidad de su voz, cuando Jongho se le acercó de repente y de manera discreta. Manteniendo el sigilo, como siempre hacía.
Con el corazón latiendo con fuerza contra su esternón, el alfa miró a su joven amigo con las cejas fruncidas y la boca entreabierta en una exclamación a medio formar. A él no le agradaba Hongjoong. Simplemente le había sorprendido verlo en su traje de competición, es todo. Y se lo hizo saber.
—Sólo me asombra que tenga el dinero para algo tan bien armado, nada más.
Cruzándose de brazos, el beta no se lo tragó y lo supo por su postura escéptica—. Llevas más de veinte minutos mirándolo.
—Ya te dije porqué —masculló entre dientes, retomando su caminata. Escuchando el sonido de la puerta metálica y añejada abrirse, levantó la mirada sólo para ver la silueta de Seonghwa descender por las escaleras y ocupar un asiento en las gradas, cercano a la barra de ingreso. Donde el omega había dejado los plásticos de seguridad de los patines y su bolso personal.
Le sorprendía verlo allí después de la manera en la que había abandonado el karaoke aquella vez hacía tres días. Se fue tan enojado y decepcionado que Mingi pensó haberse desecho de su presencia molesta, pero parecía que no era el caso. El tipo aparentaba ser más determinado de lo que él estimaba.
Arrugando los labios inconscientemente, el alfa se colocó detrás de las gradas y sacó finalmente su cajetilla de cigarrillos de los bolsillos, sacando uno de ellos y buscando su encendedor en el bolsillo contrario. Al hallarlo, no demoró en encender la punta y tomar una calada profunda, recostándose contra el metal de los peldaños mientras miraba cómo Jongho lucía una expresión frustrada. No le gustaba que fumara. Menos en áreas restringidas.
Pero eso era lo que él necesitaba justo ahora y después de haber tenido un rendimiento regular en el entrenamiento.
—Tranquilo, nadie nos atrapara aquí —consoló de manera vaga, dando su segunda calada.
—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó con una ceja curvada.
Llegando un recuerdo a su mente, Mingi fue rápido para hacerlo desaparecer bajo capaz de ignorancia y desconocimiento puro. No precisaba ese tipo de estimulación visual ahora mismo.
—Simplemente lo sé —le dijo con un ademán despreocupado, pasando a mirar sus patines blancos un segundo antes de alzar la vista y dirigirla hacia el hielo. Al parecer el omega y su entrenador habían terminado de conversar—. Me sorprende que un becado tenga tantas ventajas.
—¿Sabes que eso es bastante prejuicioso de tu parte, no? —cuestionó con cierta irritación—. Entiendo que todavía no superes lo de inicios del semestre pero ya pasó tiempo, deberías seguir adelante. En verdad te comportas como un crío.
Riéndose de la ingenuidad de su pequeño beta, Mingi estiró una mano y despeinó su cabellera negra con entusiasmo. Recibiendo un manotazo en respuesta.
El asunto de inicios de semestre era, básicamente, cuando las notas fueron entregadas y puestas en la pizarra de calificaciones. Allí cada grupo y alumno podía ver qué puesto ocupaba en el ranking del mes. Y Mingi que estaba acostumbrado a ser el número uno en su salón, se vio sorprendido cuando en mayo, su nombre fue colocado en segunda posición, mientras que el de un tal Kim Hongjoong un escalón por encima del suyo. Por lo que inevitablemente, no pudo evitar maldecir un simple, y lo que creyó inofensivo: ¿quién coño es el omega de Kim Hongjoong? ¡Ah! Porque no había que olvidar señalar que su universidad, con tal de incentivar la competitividad justa, colocaba la designaciones de sus compañeros al lado de los nombres. Fue de ese modo que supo la casta del más bajo. Y fue del mismo modo, que supo que no tenía el mejor de los temperamentos posibles. Porque en respuesta obtuvo una mirada de muerte de un chico rubio y bajo y un simple: yo, ¿tienes algún estúpido problema con eso, Song?
En ese momento, no supo porqué, pero todos sus nervios vibraron y se enojó, sin razones aparentes sólo se enojó contra el chico que nunca antes había topado y lo empujó con ambas manos haciéndolo trastabillar.
—¿A quién coño le dices estúpido? —había sido su contestación en aquel entonces.
—Por si no escuchaste bien, jamás te insulté a ti, idiota agresivo. Sólo hice una maldita pregunta.
Y ese momento fue uno de determinante, porque a partir de ese día en adelante, cada vez que se topaban, ambos se instalaban en un pequeño cruce de discusiones rápidas o pullas fugaces que, claramente buscaban hacer reaccionar al otro. Era absurdo y una perdida de tiempo, pero aún así lo seguían haciendo. Arraigados a una rutina insana de toxicidad y agresiones mutuas.
Pero desde hace tiempo que había dejado de tener que ver con ese estúpido ranking.
«Además, este mes volví a ser el número uno», se regodeó para sus adentros, expulsando el aire en la dirección contraria a la de Jongho.
—Ya lo superé, aunque sea imposible de creer. Lo prometo.
Jongho resopló—. Entonces deja de ser un imbécil con él.
—Yo puedo intentarlo, ¿pero le has preguntado a él si quiere?
—¿De qué estás hablando? —cuestionó el beta pelinegro sin entender. El aroma a manzana siendo sutil en su desconcierto ácido.
Sonriendo para sus adentros, Mingi se colocó el cigarrillo en los labios en el momento que la música dejó de sonar y comenzó a caminar en dirección hacia la barra de ingreso, sintiendo como Jongho lo seguía de cerca todavía desentendido de la situación. Hongjoong continuaba en el hielo, conversando con su entrenador y respirando de forma agitada. Su pecho subiendo y bajando con fuerza, se lo indicó. Desviando la mirada, se concentró en su objetivo y apenas estuvo a un metro o tal vez dos, Seonghwa fue rápido para levantarse.
—¿Por qué estás aquí? —cuestionó el alfa castaño, totalmente disgustado.
—Sólo iba de salida, amigo, tranquilo.
—De paso podrías intentar no acercarte más a Hongjoong, no me parece que seas una buena influencia para él.
Dándole una calada al cigarrillo, Mingi aspiró el humo con naturalidad, sin inmutarse—. ¿Quién eres tú para decirme qué hacer? —preguntó del mismo modo, sin inflexiones o declives que delataran ninguna emoción de por medio—. Hasta dónde sé, Hongjoong tiene voz propia.
—Sé que lo tienes amenazado con algo, por eso cede a tus mierdas infantiles pero te lo advierto, si me entero que...
—Hey, hey, hey —exclamó Hongjoong de repente, patinando en dirección de ellos y con las cejas fruncidas—. ¿Qué sucede aquí?
—Como dije, yo sólo iba de salida, es tu amigo que comenzó a lanzar amenazas como un loco.
—¿Seonghwa?
—Tienes que denunciarlo —pronunció con una claridad que consternó al más joven allí metido—. Con lo que sea que te tenga amenazado, ve con los directivos y pon una denuncia. Ya no tendrías que soportarlo.
—¿Él o tú? —cuestionó Mingi con diversión.
—Hongjoong... —advirtió Seonghwa.
—Joder, se pueden callar los dos —exclamó de repente el omega, exasperado—. Mira Seonghwa, dije que te explicaría lo qué pasó y mantengo mi palabra, pero ahora necesito que entiendas una cosa, tengo que hablar con Mingi a solas, ¿de acuerdo?
—¿En serio lo estás eligiendo a él?
—¡Esto no se trata de elegir a nadie, joder!
Fumando su cigarrillo con tranquilidad, Mingi observó a Hongjoong con detenimiento. Su práctica había terminado antes de tiempo, para empezar, lo que era llamativo. En segundo lugar, se encontraba sudando en demasía, gotas gruesas y espesas. Otra anomalía que nadie parecía notar. Asimismo, sus manos, por más que lo intentara ocultar, se encontraban temblando. Sus pupilas se hallaban nerviosas, moviéndose en diferentes direcciones. Sin mirar de manera directa como acostumbraba.
Señales que encendieron alarmas en su cabeza de algo evidente que el resto parecían ignorar por la terquedad de su conducta.
—Sólo necesito conversar con él, es algo de clases que no tiene que ver contigo y...
—Mientes fatal, Hongjoong —destacó Seonghwa con un brillo de decepción en los ojos—. Tu mirada se desvía cuando lo haces.
Exhalando con fuerza, Mingi se acomodó el bolso y los patines en el hombro y tras susurrarle a Jongho que lo vería más tarde, se adelantó hacia Hongjoong y lo tomó por la muñeca, haciéndolo salir de la pista y pisar el suelo afelpado, para enseguida de ello, apoyarlo contra una de las bancas.
—Cámbiate —ordenó con simpleza, sacándose el cigarrillo de los labios—. Y que sea rápido.
—No lo trates así, bastardo —musitó Seonghwa, colocándose enfrente de Hongjoong. Interceptando su siguiente acción.
—¿Lo ves quejándose? —preguntó con una ceja en alto. Observando como el omega hacía lo imposible para deshacerse de sus patines, la prisa grabada en su frente como un sello permanente.
—Púdrete —le dijo Seonghwa y para sorpresa de todos, le lanzó un puñetazo a la cara, rompiéndole la comisura derecha y haciéndole botar el cigarrillo al suelo. Rápidamente, Jongho lo pisó—. Eso es por abusar de tu casta.
—Joder, ¿estás loco? —preguntó Jongho, totalmente confundido y una vez se encargó del cigarrillo. La acidez de sus feromonas emergiendo en oleadas.
—Tú ni siquiera deberías de ser su amigo, para empezar. Eres joven, deberías juntarte con mejores personas, chico.
Antes de que Jongho pudiera responder, Hongjoong se encontró metiéndose en el medio, con el único adulto fuera de la vista de ellos, aquello era un caos incontenible. Y la acción del omega fue empujar a Seonghwa en el momento que levantaba la mano por segunda vez, dispuesto a pegarle de nuevo.
—¿Podrías calmarte? —pidió el rubio con las manos en el pecho del castaño, manteniendo la distancia de ambos alfas lejos. La testosterona de ambos comenzando a subir de nivel—. No tengo tiempo para estas tonterías de alfas, ¿de acuerdo? Sólo déjalo y después hablamos.
—Hongjoong, tu aroma...
—Que lo dejes, hombre. Tú, apúrate y vayámonos. Es urgente por si no lo habías notado.
Disculpándose con Jongho por segunda vez, Mingi tomó a Hongjoong por el antebrazo, y luego de que éste recogiera sus cosas, se lo llevó a rastras fuera de su edificio, podía escuchar los pasos de alguien más siguiéndolos, por lo que no dudó en desactivar la alarma de su BMW y lanzar al omega al interior del asiento del copiloto, mientras que él se dirigía con determinación al asiento del conductor. Una vez dentro y con las ventanas subidas, bloqueó las puertas con los botones de las llaves.
—¿Por qué no estás tomando pastillas? —preguntó el alfa mientras encendía el motor—. Tu aroma se está volviendo insoportable.
—Entonces no lo respires, mierda.
Deteniéndose un segundo, Mingi se masajeó la frente con una mano antes de respirar hondo, la comisura le ardía y había perdido su cigarrillo a medio terminar, no estaba de humor para aguantar un omega hormonal, sin embargo, se recordó que justamente eso era lo que tenía que hacer. En el mejor de sus juicios, ya había estado allí una vez.
—Te hice una pregunta, Hongjoong —murmuró mientras arrancaba el auto y lo sacaba del apartado que siempre usaba, observando por el retrovisor como Seonghwa salía a buscarlos. Ojos estrechos y labios apretados en un rictus amargo—. Deberías decirle a tu novio la verdad. Me tiene con los huevos por el piso con su actitud de macho alfa.
—¿Tú no eres igual?
—Yo soy uno —le recordó entre dientes, deteniéndose en un semáforo para estirar su mano y tomarlo por las mejillas con rudeza—. Las pastillas, ¿por qué no las estás tomando?
—Me generan efectos secundarios.
—¿Entonces qué tomas para evitar los celos? —preguntó al soltarlo.
—No estoy por tener uno, sólo me siento acalorado y un poco confundido. Necesitaba hablar contigo porque la última vez...
—Te traté tan bien que quedaste con ganas de más, pero cierto, finjamos que nunca pasó —respondió con ironía, ácida y punzante. Buscando dañar—. ¿No es así, princesa?
—Ya deja de llamarme así, idiota, esto es serio.
—¿Por qué recurrir a mí y no a tu amigo en dado caso? —preguntó con las cejas fruncidas—. Es un omega, sabría cómo cuidarte.
La misma pregunta le había hecho Mingi la primera vez que se encontró a Hongjoong detrás de las gradas, arrollado del dolor y con la frente bañada en sudor. Fue un espectáculo miserable y digno de retratar para futuras deliberaciones, no obstante, el omega en aquel entonces hace dos semanas, casi tres, realmente estaba mal. Teniendo un celo relámpago. No eran inusuales en ninguna casta, Mingi había sufrido varios incluso antes de los juegos, aún así, siempre había tenido medicina con él y a un doctor profesional encargado de menguar los síntomas. Hongjoong no.
Hace casi tres semanas, lo único que tuvo fue a un alfa burlándose de su situación y ridiculizándolo. Nada muy agradable, puesto en perspectiva. Hasta que el omega mismo le rogó por ayuda. Pero ¿qué le podía ofrecer él? La medicina de los alfas era el doble de fuerte y estaba prohibido ser suministradas a otras castas por las mismas razones, por lo que era obsoleto en esa situación y sabiendo la tirria que se tenían, el rubio se negaría a que lo tocara. Incluso si era con un palo.
Pero muy para su sorpresa, justo lo que necesitaba el omega, era de un alfa. O de sus feromonas mejor dicho. Ese tipo de anomalías se trataban con relativa facilidad si su estado no se encontraba avanzado a un pre-celo. Lo que parecía ser el caso de ahora, los signos se veían débiles pero perceptibles. Nada más grave que eso. Como una gripe donde sólo se tenías tos.
—Necesito tus feromonas. Son más efectivas.
«Tal como pensé».
—Creí que no querías que las cosas se volvieran a repetir, ¿recuerdas? —murmuró—. Fue un accidente, dijiste.
—¿Vas a hacerme rogar?
Mingi era rencoroso, si quisiera hacerlo rogar, lo haría. Después de todo, lo había tratado como un muñeco desechable y eso le había roto el ego. Tenía razones en su mente retorcida.
—Podrías haber recurrido a Seonghwa —dijo con un encogimiento, avanzando por las calles lejanas de la universidad.
Encogiéndose en el asiento, el omega comenzó a tomar profundas respiraciones—. Él está fuera del juego. Pienso que quiere cortejarme.
—¿Y a ti no te gustan los chicos dulces, cierto?
Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong desvió la mirada a su propio regazo—. Por favor.
Reteniendo la sonrisa que quería surcar sus labios y hacer arder su herida abierta, Mingi miró a Hongjoong desde arriba, desde un ángulo de grandiosidad y rectitud, que lo hicieron parecer diminuto al pobre omega. Las notas tiernas del jazmín llenando los rincones estrechos de su auto en una seducción implícita, Mingi lo deseaba tanto pero al mismo tiempo se negaba a aceptarlo.
Lo suyo había sido un error, como el de Eva al caer en la tentación del fruto prohibido. Seducida por las artimañas de una serpiente maliciosa.
Sin embargo, nada era más dulce que lo prohibido, lo que no se podía tener sin importar cuánto esfuerzo pusieras en eso. Era adictivo y generaba una sensación de quemazón que no tenía un igual en el mundo.
Y una vez se detuvo en un estacionamiento de un motel, apagó el motor y se quitó el cinturón de seguridad. Girando medio cuerpo hacia el omega doblado en sí mismo y con las manos alrededor del vientre.
—¿Qué tan grave es?
—No creo que pueda moverme fuera del auto.
—¿Estás mojando? —preguntó con una ceja enarcada y relamiéndose los labios.
—No cerdo pervertido, ya te lo dije, sólo necesito tus feromonas.
—Así que, ¿es sólo por una urgencia?
—¿No lo dije ya? —preguntó al levantar la mirada, el flequillo pegado a la frente y las pupilas dilatadas en una obsidiana de mil soles. Era como si lo tragaran.
—Que gato malcriado —le dijo entre risas, arrepintiéndose no mucho después de sentir como la herida comenzaba a escocer—. Pero hay algo que no entiendo, ¿por qué yo?
—Eres lo más cercano a una pareja compatible alrededor, es todo.
—¿Y quieres que te joda, no es cierto? —cuestionó luego de quitarle el cinturón de seguridad, reduciendo la distancia entre ellos y enlazando sus miradas con intención—. Vamos, seamos honestos. Te gustan los idiotas.
Riéndose, Hongjoong se arrimó más cerca, hasta que sus labios se rozaron en una deliberación intencionada—. No eres un idiota, contra todo pronóstico. Uno de verdad, me habría metido una patada en el culo.
—Entonces, ¿qué es?
—Eres caliente y atractivo...
—No me digas, ¿soy tu tipo? —preguntó con cierta incredulidad.
—Un poco bruto y agresivo, pero sí, se nota que me joderías bien.
Sacudiendo la cabeza, él jamás se creyó que escucharía algo cómo eso viniendo de alguien como ese omega. Siempre tan reservado y serio. Estaba impresionado y sumamente fascinado. Le gustaba ese tipo de franqueza. Pero más aún, saber que era la debilidad de alguien. No sólo por cuestiones de ego, sino de decisiones inteligentes. A futuro podría usarlo a su favor de quererlo.
—Entonces, ¿puedo tocarte? —preguntó con la voz rasposa.
—Sí —dijo el rubio en un suspiro. Harto.
Sonriendo lo menor posible, el alfa se acercó y rodeó la cintura del omega con los brazos, después de un tiempo, y de una petición silenciosa, llevó su rostro al cuello ajeno, presionando la punta de su nariz en las glándulas de olor. El aroma allí era demoledor. Tan intenso y fragante, que Mingi quería hundirse en esa piscina de sensaciones, no obstante, se controló lo mejor que pudo y comenzó a frotar su nariz en el área con lentitud, escuchando a Hongjoong soltar un gemido. Sus brazos pequeños, rodeando su cuello. Apretándolo cerca.
—Tu novio tiene un buen gancho —dijo después de unos minutos, manteniendo la posición y bombeando sus feromonas al rubio.
Resoplando, Hongjoong rodó los ojos—. No es mi novio.
—En su cabeza está muy convencido de que lo será.
—No me interesa —repitió por tercera vez, exasperado. Por algún motivo, le recordaba a aquella primera vez que cuidó de él y no se le ocurrió ningún tema del cual conversar, más que meterse con el alfa castaño. Pero teniendo en cuenta que no le caía bien, era lógico. Al menos en su mundo—. Si estás tan obsesionado con él, puedes tenerlo. Es agradable pero parece un poco sobre protector.
—¿Y a ti no te gustan así?
—No, a menos que estemos en la cama.
—Tienes a un alfa encima tuyo, deberías ser cuidadoso con los temas que tocas.
—¿Por qué? —cuestionó con cierto reproche—. Tu siempre buscas la manera de sacar a relucir que atendiste uno de mis estúpidos celos. ¿Por qué no provocarte un poco?
—Para que puedas dormir en la noche, mis amigos no lo saben.
—¿Cómo estás tan seguro de que Jongho no lo sospecha ahora? —preguntó de manera justa—. Actuaste como un mono posesivo, por si no lo habías notado.
—Bueno, alguien no parecía saber lidiar con una simple situación. No es mi culpa.
—Sí, sí, es de tu naturaleza.
—Nos vamos entendiendo, Hongjoong.
Después de que treinta minutos hubieran pasado, el tiempo exacto para reducir las consecuencias de un celo relámpago, el alfa de cabellera en dos tonos, se apartó unos centímetros considerables. Observando al omega rubio con atención. Notando que se veía mucho mejor después de haber absorbido sus feromonas. Lo que sólo era cuestión de biología, en el orden natural de las cosas, o de la vida misma, las feromonas tenían ese efecto de sedante en los omegas. Siempre y cuando no estuvieran en su pre-celo, en ese estado y con los nervios sensibles, las medidas a tomar eran o medicación o sexo directamente.
—Del uno al diez, ¿qué tal te sientes?
—Un siete, todavía me duele la cabeza.
—Sólo toma una aspirina y estarás mejor. ¿Por eso tu práctica terminó antes hoy?
—¿Me estuviste viendo? —preguntó con una ceja enarcada. Todavía rodeándole el cuello.
—Fumo detrás de las gradas, el tiempo de la música fue más corto hoy que ayer. Sólo lo noté.
—Así que, ¿eres observador? —preguntó con la cabeza inclinada, las pupilas aún dilatadas. Sus manos pequeñas jugaban con el pelo que descansaba en su nuca.
—¿No lo parezco? —repreguntó, un tono bajo y seductor.
—En serio coqueteas fatal —dijo el omega entre risas, pestañeando un par de veces—. Pero eres ridículamente atractivo, supongo que eso lo compensa.
—¿Quieres tenerme coqueteando para ti? —preguntó contra su mejilla, besándola superficialmente—. Porque yo quiero tenerte presentándote para mí. ¿No sería eso agradable?
Meciendo las caderas, el omega respiró hondo, tomando más de aquellas feromonas intensas—. ¿Quién dijo que quiero presentarme para ti?
—Puedo mostrarte cómo hacerlo.
—¿Ah sí?
—¿Quieres descubrirlo?
Y Hongjoong se sumergió de lleno a las tentaciones de la lujuria disfrazada de calidez, acalorado y un poco necesitado, ingresó al motel con Mingi. Ambos tenían veintidós años, la edad suficiente como para pagar una habitación, así que no fueron cuestionados por nadie de recepción.
Y cuando llegaron al interior de la habitación 303, Mingi realmente le mostró a Hongjoong cómo inclinarse para él, luego de quitarle su traje de competición con delicadeza y dedos gentiles, hubo un cambio, como si un interruptor se hubiera bajado y el alfa lo empujó sobre la cama. Y con una destreza incomprendida, lo colocó sobre sus rodillas y palmas, para acto seguido, con una mano en la base de su nuca, hacerlo agacharse hasta que su rostro estuvo hundiéndose en las almohadas y su culo quedó levantado. A merced del alfa.
La demostración de dominación, hicieron jadear a Hongjoong. Sorprendido consigo mismo de que eso le hubiera gustado y hecho que su entrada se humedeciera, lo que, evidentemente, no pasó desapercibido.
—Joder, ¿ya estás mojado? —preguntó el alfa con incredulidad, colocándose detrás de él y masajeando la entrada ajena—. Qué absurdo pensar que te gusta sucio.
Gimiendo por lo bajo, el omega sacudió la cabeza—. No es así.
—¿No lo es? —cuestionó el alfa con burla, insertando un dedo con facilidad. Abriendo los ojos de la impresión, se sintió sin respirar—. Pero si estás abierto y receptivo para mí, sólo porque te zarandeé un poco. Eres una completa perra.
—Mierda —exclamó el omega, sintiendo como su miembro se retorcía. Jadeando profundo, enterró su rostro en la suavidad de las almohadas. Avergonzado consigo mismo. No se supone que mostrara esa faceta con un tipo como Song. No de ese modo.
—Jodida mierda —dijo al borde de la incredulidad el moreno, viéndolo humedecerse—. Realmente te gusta un poco rudo, ¿no es así?
—Sólo cállate —masculló el rubio en un tono ahogado, no sabía si por la vergüenza o por el placer.
—Así que, ¿tengo permitido degradarte? —preguntó mientras le acariciaba con la mano libre la espalda, repentinamente fascinado.
Observándolo con expectación, Mingi notó como Hongjoong presionaba la frente contra la suavidad del material y se contenía a sí mismo, por lo que comenzó a mover su dedo con lentitud, acariciando sus paredes con suavidad. Sintiéndolas contraerse bajo su tacto cariñoso.
Lo que fue una verdadera sorpresa.
—¿O prefieres los cumplidos? —preguntó con afabilidad, apelando a un lado más afectivo. Emocionado por las posibles respuestas que podría obtener si continuaba por esos mares—. ¿No vas a hablar, Hongjoong? ¿Sólo me vas a dejar jugar con tu cuerpo a mi antojo? ¿Me dejarías marcarte incluso?
—Me gusta rudo —farfulló entre dientes, claramente avergonzado y harto—. Y la degradación también.
—Santo cielos —exclamó fascinado—, ¿hablas en serio?
—¿No crees que es retorcido? —preguntó luego de girar el rostro como pudo, viéndolo con las mejillas encendidas en un carmesí brillante y las pupilas temblorosas.
Bueno, si tenía que ser franco y verlo desde un punto de vista más objetivo, vivían en una sociedad conservadora y convencional. Así que, sí, era retorcido en esos términos. Pero desde un punto más abierto y realista, no era nada fuera de lo común. Aunque era su primera vez conociendo a alguien que le gustara el sadismo.
O lo qué sea que significara rudo para el omega.
—¿Estás de broma? —cuestionó con las pupilas extendidas—. Es la primera vez que alguien me confiesa algo como esto, es asombroso.
—Con lo arrogante que eres, creí que eras un sádico en la cama.
—Oh, Hongjoong, yo puedo ser muchas cosas en la cama. Sólo tienes que probarme. Pero admito que nunca había intentado nada muy agresivo, pese a lo que quieras creer.
Relamiéndose los labios, el omega lo miró directo a los ojos y por primera vez, lo vio como algo más allá del bastardo becado que le había robado su puesto número uno hace más de un semestre entero.
—¿Quieres intentarlo? —preguntó con una voz ahogada, no sabiendo identificar porqué—. La degradación se te da bien, así que no deberías preocuparte demasiado por eso. Además, eres un alfa, naturalmente eres controlador.
—Hay un chico en mi equipo que es como un cachorro, no tiene nada de controlador y es un alfa —murmuró de inmediato, deslizando su mano por la amplitud de la espalda ajena hasta llegar a su brazo izquierdo, tomándolo y doblándolo sobre la superficie tersa, hundiendo más al rubio en la cama—. Dudo que sepa tratar a una perra necesitada como tú.
Cerrando los ojos, el omega gimió por lo bajo y empujó las caderas hacia atrás, delineando la erección del alfa con su culo descubierto.
—Joder, eres fascinante. Es como si estuvieras en celo, lo que es patético. Apuesto a que podría entrar sin prepararte. Ni siquiera necesitaría usar lubricante, así de desesperado te encuentras.
—Mingi...
—¿Ahora soy "Mingi" y no "Song"? —preguntó con diversión, frotándose en la hendidura del rubio. Cerrando los ojos momentáneamente por el placer, mientras que su cuerpo entero se estremecía—. ¿Qué seré después? —murmuró—. Me intriga saber lo que una zorra es capaz de hacer por una buena follada.
—Mierda, tenía razón, eres bueno para la degradación.
—Sólo digo lo que veo.
—¿No será lo que piensas?
—Oh princesa, si quieres que te trate como una perra en la cama, puedo hacerlo. Fuera de ella, seguirás siendo el mismo tipo insoportable de siempre. No voy a pensar menos de ti por lo que te gusta.
—Qué caballero, teniendo en cuenta que quieres joderme.
—Una cosa no quita a la otra, Hongjoong. El deseo no es más que eso —le dijo con afabilidad, pese a que retuviera uno de sus brazos con fuerza y lo estuviera obligando a encorvar la espalda—. Entonces, ¿quieres seguir conversando o al fin vas a dejarme joderte?
—Me gusta el juego previo.
—Y a mi la idea de hacerte un desastre.
—Entonces, ¿qué estás esperando?
Soltando su brazo, Mingi lo escuchó suspirar de alivio antes de que su mano fuera a parar a su nuca y él se inclinara por encima de su cuerpo menudo, conectando sus labios en un beso acalorado, agresivo y desordenado.
Jadeando a medio encuentro, el omega intentó seguir el ritmo, pero lo tuvo difícil, por el agarre y la posición a la que estaba siendo sometido, aún así, no se quejó. Y por el contrario, la aparición de sus feromonas le dijeron que lo estaba disfrutando, el aroma fragante del jazmín dulcificado en un matiz irresistible. Era abrumador.
Todavía besándolo, Mingi hizo que sus manos recorrieran las curvas de Hongjoong hasta que se detuvieron en la parte delantera de su cuerpo y con una confianza arrebatadora, no dudó en ponerse a jugar con sus pezones. Robándole el aliento al rubio, que jadeó entremedio del beso cuando sus dedos retorcieron uno de sus nervios y lo hicieron mecer sus caderas inconscientemente. Disfrutando del contacto, apretó el izquierdo y masajeó el derecho con una determinación férrea, sujetándolo entre sus dedos pulgar e índice, mientras que su boca se deslizaba fuera de la contraria y dejaba un rastro húmedo por su mejilla y cuello. Pasando a mordisquear su nuca.
La cantidad de feromonas que soltó con esa simple acción de su parte, lo enloquecieron. Y estando en esa nube de placer, lo llevó a dejar un par de impresiones desiguales en el hombro y nuca del omega, las cuales no eran más que superficiales y no durarían un par de días allí.
—Dios, sabes tan bien. Quisiera marcarte por todos lados.
—Joder —murmuró Hongjoong, aparentemente ido, en el momento que una de sus manos viajó descendente y se enredó en su miembro.
—Mierda, estás goteando como si en verdad estuvieras en celo. Semejante perra.
Retorciéndose, el omega meneó las caderas, siguiendo el ritmo de la mano que lo acariciaba con vehemencia. Desde la base de sus bolas hasta la cabeza de su erección, jugueteando con la punta y acariciando las venas que más saltaban. Deslizándolo en un placer irresistible de intenciones abrasadoras.
Pero lo que lo hizo ascender a un siguiente nivel de satisfacción, fue sentir al moreno ingresar lentamente por su canal resbaladizo. Ambos lo supieron por la manera en las que sus manos se cerraron en las sábanas y su espalda se encorvó de una forma casi imposible. Realzando las curvas de su culo. Disfrutando de la vista un segundo, Mingi llevó sus manos por los costados de los muslos de Hongjoong y apretó sus nalgas con rudeza, dejando sus palmas impresas en una declaración de posesión y reclamo.
Moviéndose en el interior del omega, hubo un momento que Mingi temió que el preservativo se deslizara fuera de los húmedo que estaba Hongjoong, sin embargo, la sensación abrasadora de calor, lo estrecho que estaba y lo resbaladizo de su entrada, lo volvieron despreocupado. Sumido en una locura de raíces calientes y de hilos que quemaban desde adentro. Destruyendo los nervios y poniendo sus terminaciones sensibles.
Fue algo más allá de lo concebido. Un fuego que ardió con una eternidad sublime.
Y cuando encontró la próstata de Hongjoong, los embistes de Mingi se volvieron más fervientes, cargados de una intensidad demoledora que tuvieron al rubio suplicando por piedad, una que no se le fue concedida y en su lugar, hubo una mano dictadora aplastando su cuello en una opresión desgarradora.
—Sólo tómalo como sabes hacerlo y cállate.
Gimiendo largo y profundo, el omega le obedeció a pesar de no haber usado su voz de mando, lo que puso una sonrisa torcida en su cara y deformó sus facciones en un placer indescriptible.
—Perra —masculló entre dientes, la mandíbula tensa y los nervios a reventar.
—Sí —susurró el omega entremedio de su saliva, asintiendo de manera costosa—. Joder, sí.
Y en medio de esa burbuja de éxtasis donde los colores se difuminaron en blanco y la sensaciones se potenciaron al máximo, ambos se encontraron subiendo a la cima del clímax y cayendo en una piscina de sensaciones incontrolables que los abrazaron con una calidez reconfortante.
Saliendo del interior del omega, el alfa se echó a su costado y se cubrió el rostro con un brazo. Pese a que hubiera percibido la tensión punzante entre ellos antes, jamás nunca se imaginó que terminarían de esa manera, incluso si había fantaseado con ello en alguna que otra ocasión.
Porque si tenía algo que confesar, es que lo había hecho, sin pena alguna se imaginó al omega en diferentes posiciones y bajo sus manos inquietas, sin embargo, nunca creyó que sería de esa forma tan bruta. De la cual no se quejaba, ya que lo había dejado maravillado.
—No te atrevas a contarlo con tus amigos —escuchó pronunciar al omega, la garganta seca y las palabras quebradas por la vergüenza.
—¿Sobre que te gusta que te llamen perra en la cama y te tironeen un poco?
—Sí, sobre eso —masculló con lo que supuso, fue malhumor.
Riéndose, Mingi giró sobre sí mismo y rodeó la cintura de Hongjoong con los brazos, acercándolo a su cuerpo sudoroso, y de forma consciente empezó a soltar feromonas tranquilizadoras. Reduciendo la intensidad de su aroma. Recordando, tarde, que el omega todavía se encontraba en una faceta sensible y debía de ser algo comprensible.
—Tranquilo, para empezar, no me creerían —le dijo a modo de consuelo, afable—. Piensan que eres una especie de flor.
—¿Sólo porque realizo patinaje artístico? —preguntó.
—Eres como una gacela de grácil en el hielo, no los culpes.
Enarcando una ceja, el rubio lo miró directo a los ojos—. ¿Tus palabras o las de ellos?
—Sabes lo qué pienso de ti —eludió con astucia.
—Que soy una mierda pervertida y un becado sin gracia —dijo sin ánimos.
—Suficientemente cerca —le confesó luego de besarle la cien.
Empujándolo por el pecho, el omega se mostró ceñudo—. ¿Por qué tuve sexo contigo? —se cuestionó en un quejido, luchando en vano. Él era dos veces más grande que el rubio—. Dios, yo sólo quería tus feromonas. Ahora vas a echármelo en cara como la vez anterior sólo que peor.
—Prometo no hacerlo, ¿qué tal suena eso?
Enarcando ambas cejas, Hongjoong echó la cabeza hacia atrás—. ¿Nada de insinuaciones de que lo hicimos delante de los otros?
—Cero.
—¿Pero seguirás actuando como un imbécil, cierto?
—Probablemente —musitó en un susurro, asintiendo de forma vaga. Pensativo, ya que podía hacer el mínimo esfuerzo—. Hagamos un trato, viendo nuestra posible compatibilidad sexual y ya que me encuentras atractivo...
—Nunca debí admitir eso —susurró arrepentido.
—Yo me encargo de ayudarte con tu celos si no tienes pareja y tú te comprometes de estar para mí en los míos si no tengo con quien acostarme.
Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong lo miró directo a los ojos, analizándolo—. ¿Qué sacas de esto?
—Buen sexo y liberación sexual.
—¿Y qué hay de mí, qué gano yo?
Colocándole un mechón detrás de la oreja, el moreno sonrió—. Alguien que sepa tratarte como quieres sin juzgarte.
—¿Y cómo sé que no lo estás haciendo?
—Me provocaste una erección, creo que esa es una prueba bastante honesta de mi parte.
Humedeciéndose los labios hinchados, el omega se mostró reticente—. Así que, ¿sin divulgaciones y críticas a mi espalda?
—Totalmente.
—¿Lo juras?
Sonriendo, el alfa estiró su meñique en dirección del más bajo—. Lo juro —le prometió con suavidad, luego de que fuera aceptado.
—¿Puedo pensarlo?
Pese a la sorpresa, el atleta no se negó y en cambio, asintió—. Seguro. Es sólo una propuesta. Tómate tu tiempo y házmelo saber.
—De acuerdo —murmuró de forma incómoda, apartándose—. Voy a tomar una ducha —avisó tras señalar hacia el pequeño cuarto de baño—. Gracias por no juzgar.
—No hay problema.
Asintiendo, el omega se deslizó fuera de la cama y se encaminó totalmente desnudo hacia el baño, cerrando la puerta detrás de sí. Exhalando con fuerza, el alfa se restregó el rostro con ambas manos. Incrédulo y un tanto confundido de cómo habían terminado de esa manera. No es que le molestara, pero le sorprendía. Era tan surrealista como absurdo.
Cubriéndose la boca con las manos, retuvo una carcajada apenas la sintió cosquillear en el inicio de su garganta:—. Tuve sexo con Kim Hongjoong, santo cielos, esto es de locos.
Sacudiendo la cabeza, repleta de imágenes sugerentes, se levantó de la cama y buscó con qué limpiarse superficialmente en lo que el otro ocupaba la ducha, al terminar, no lo pensó dos veces al vestirse nuevamente. Total, se dijo que en su dormitorio podría tomar un baño con tranquilidad.
Y ni media hora después, ambos estuvieron de regreso dentro del BMW negro, conduciendo de regreso a la universidad. Sepultados en un silencio que no tenía escapatoria. Denso y pesado como rocas. Incómodo a más no poder. Al despedirse, ambos fueron igual de insustanciales en sus palabras monosilábicas.
El último recuerdo que Mingi tuvo de Hongjoong ese día, constó de una expresión blanca y vacía, y una sonrisa de comisuras forzadas. Una imagen viva de la vacilación y el arrepentimiento.
❃
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro