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❈•≪02. Noche tortuosa≫•❈

Suspirando con pesadez, Hongjoong tomó el picaporte en su mano y abrió la puerta con lentitud, temiendo lo peor, sólo para escuchar una voz familiar y desagradable, pronunciarse. Un tono rasposo y una tesitura grave.

—Hasta que llegas.

Al levantar la cabeza con el peso del mundo en los hombros, Hongjoong se topó con el escenario de Song Mingi recostado en uno de los ventanales del salón, piernas sobre el escritorio de una manera inapropiada pero cómoda, mientras que una de sus manos sostenía un cigarrillo recién empezado, la otra en cambio, descansaba sobre su muslo grueso de atleta Los dedos tapados de anillos grandes y metálicos.

—¿Disfrutando la vista? —preguntó el alfa de cabellera corta y en dos tonos.

—En lo absoluto —respondió con un hastío bien construido, sacándose la mochila del hombro—. Te recuerdo que por ti es que estamos aquí en primer lugar.

Enarcando una ceja, el moreno se mostró desinteresado—. ¿Es así? —preguntó casi con diversión—. ¿O por ti que no soportas nada?

¿Que no soportaba nada? El omega estuvo a punto de volverse a lanzar y borrar esa sonrisa de autosuficiencia de la cara del alfa, sin embargo, hizo lo que solía en sus entrenamientos: respiró profundo. Hasta que sus pulmones se sintieron llenos y sus costillas se expandieron. Para luego exhalar con fuerza, de manera que se escuchara como si fuera un globo desinflándose.

El día de Hongjoong no había empezado de la mejor manera, porque desde el inicio, se saltó sus primeras dos alarmas como si no tuviera un día ocupado por delante. Lo que significó que, desde ya, se despertó malhumorado, en segundo lugar, tuvo que bañarse y vestirse a las prisas. Lo que no fue muy agradable.

Nunca lo era.

No obstante, llegó a elegir un lindo atuendo que su único amigo había avalado con dos pulgares hacia arriba y una sonrisa brillante. Y constó de algo simple pero cómodo desde la perspectiva que no tendría a un lobo acechándolo. Y esto fue una remera blanca, básica y simplona con un estampado de letras en inglés, bastante común, sí, pero lo acompañó con unos pantalones estrechos con líneas cuadriculadas rojas y azules en el material de algodón, los cuales a su vez, llevaban unos sujetadores elásticos negros. Nada muy excéntrico, pero como ya bien dijo, lindo.

Jung Wooyoung contaba con la característica de ser ruidoso a más no poder y alegre como una flor en primavera. Decorado por sonrisas como pétalos y lleno de energía como néctar. Era incomparable e inigualable de una forma arrolladora que, algunas veces, era como estar corriendo detrás de alguien en una constancia interminable. Como un especie de limbo, básicamente. Sin embargo, éste tenía la peculiaridad de ser entretenido y sociable. Atrayendo personas a sus redes como polillas a la luz. Siendo él una de ellas, pero el punto era que, el sujeto era franco como nadie. Y si a él el atuendo le parecía encantador, es porque lo era. No había código de amigos entre ellos que justificaran las mentiras, incluso si eran blancas e inofensivas.

En pocas palabras, esa fue su única alegría en el día. Su amigo y toparse con él en los recibidores de su edificio. Ya que resulta que lo había ido acompañar, después de todo, el edificio de artes quedaba por el mismo camino que el teatro. Y era costumbre para ellos dos irse juntos. Lo que estuvo bien, en ese lapso de casi veinte minutos conversaron de distintos temas, entre ellos una salida nocturna. Nada especial para Hongjoong pero sí para Wooyoung. Ya que sería su primer cita después de un tiempo de soltero.

La cosa es que sería con Choi San, y si por alguien conocía a esa persona, es porque era amiga de Song Mingi. Lo que le llevó a dudar de si asistir o no al karaoke grupal al cual, supuestamente se le dijo, el alfa pelinegro no asistiría. Y todo por su sola presencia. Lo que de verdad lo mantenía escéptico.

Porque el tipo era en realidad sádico, no la peor basura que uno pudiera toparse, pero sádico al final. Y un desastre andante, y él no quería tener que lidiar con su comportamiento absurdo y rayado.

Simplemente no ahora.

Ese fue el pie para su mal día, pensar de antemano en su estúpido enemigo. Fue casi como una manifestación al universo para que cosas malas pasaran. Porque tan pronto dividió caminos con Wooyoung y llegó al edificio de artes, al cuarto piso para ser más específicos y al salón donde se repartían clases de música, supo que las cosas se joderían con sólo ver al alfa antes mencionado ocupando un asiento que no le correspondía, rodeado de algunos fanáticos aparentemente y conversando de quién sabe qué. Probablemente le estaban subiendo el ego. O algo parecido.

A él en verdad no le importó y se dirigió, lastimosamente, a su asiento. Enfrente de Song.

Los primeros minutos, las cosas estuvieron silenciosas, en calma se podría decir, hasta que de la nada y sin previo aviso, sintió un tirón que le robó un quejido lastimero y provocó la risa de un par de chicas. Sobándose el pelo, que con tanto trabajo había hecho, se giró sólo para encontrarse con el alfa pelinegro de brazos cruzados y divertido. Los labios torcidos en una sonrisa que decía mil cosas y cada una de ellas significaba algo peor que la anterior. A pesar de ello, no dijo nada, sólo se le quedó mirando. Lo que con mucho recelo de su parte, le hizo regresar la atención hacia adelante, momento justo en el que la profesora ingresaba y todos terminaban de reorganizar sus asientos.

Luego de realizar una reverencia superficial hacia la docente, Hongjoong volvió a sentarse y en lo que sacaba sus cuadernos y sus notas de la clase anterior, sintió un segundo jalón, esta vez más doloroso que el anterior. Lo que le hizo girar medio cuerpo y enfrentar al alfa.

Lo que, definitivamente, no fue una buena idea ni la más razonable que ha tenido hasta ahora.

—Hey, princesa —le susurró el alfa, con esa sonrisa altiva que, con le tiempo, habían llegado a irritarle—, ¿qué son esas pintas que traes hoy?

—¿Quieres no molestarme por un día y moverte de asiento, por favor? —preguntó en lugar de responder. Porque, ¿qué carajos le importaba a él lo que decidía usar o no?

—¿Molestarte? —cuestionó el alfa en un susurro ofendido mientras pasaban asistencia—. Ni siquiera te he tocado un pelo —y al cabo de decirlo, le tiró de un mechón por tercera vez. En esta ocasión del flequillo, arruinándolo un poco—. Me preguntaba si no era peluca, es todo.

—Vete al carajo —masculló en un resoplido, levantando la mano cuando lo nombraron. Sus feromonas comenzaban a manifestarse y él ni siquiera se daba cuenta.

—¿Por qué querría meterme al drenaje de dónde saliste con esos trapos sucios?

—¿Cuál es tu estúpido problema conmigo? —farfulló de repente, una voz elevada y viéndolo con las cejas fruncidas—. ¿Puedes superar lo de aquel examen de una jodida vez?

—¿Quién dijo que no lo he superado? —cuestionó el alfa con una ceja en alto, desafiante.

—Tu actitud infantil, imbécil.

—¿A quién le dices imbécil, pedazo de idiota?

Y de ahí en adelante, la situación se les fue de las manos, literalmente, porque Hongjoong no dudó en tomar a Mingi por la chaqueta negra que llevaba luciendo ese día y tironear de ella. Un poco bajo de su parte, pero sus detonadores habían sido activados y no pudo hacer mucho para detenerse. Lo que por consecuencia, activó la actitud alfa del moreno y lo tuvo gruñendo en media clase, llamando la atención de los más alejados a ellos y de la profesora, que no dudó en reprimirlos al segundo.

Al segundo siguiente de ese, Hongjoong se encontraba con las orejas rojas y la cara encendida. Mientras que Mingi, actuaba como si todo le diera igual y las infracciones de los docentes no perjudicaran su estadía en el grupo oficial de hockey de la universidad. Después de todo, tenían tolerancia cero con los de mala conducta, y eso los llevó a terminar en detención.

Lo que los hacía volver al punto cero de inicio y a su entrada poco deseada.

No quería estar allí. Ni un segundo, mucho menos dos horas en lo que limpiaban todo el salón de los instrumentos.

Soltando aire por cuarta vez, Hongjoong arremangó su remera y, pese a no quererlo, miró hacia el pelinegro que todavía mantenía la misma posición despreocupada mientras le daba caladas a su cigarrillo. La ventana al menos estaba abierta, agradecía eso. Aún así, se encargaría personalmente de echar aromatizante en el ambiente. No quería dejar registros de nada que los pudiera llevar a una segunda sanción.

—¿Trajiste las herramientas de limpieza? —preguntó muy a su pesar.

—Si te refieres a los suministros y los trapos, están en el cuarto allí atrás de la tarima —murmuró con desánimo, apuntando con su mentón a una puerta amarilla a unos metros de su posición—. Estás más cerca, deberías traerlos tú.

—¿Piensas hacer algo? —preguntó con exasperación mientras se encaminaba hacia la puerta en cuestión. Pasos pesados y actitud reticente. No quería hacer aquello tampoco. Odiaba limpiar.

—Verte mover el culo de aquí para allá.

Estremeciéndose en su lugar, el omega miró por encima de su hombro y le disparó dagas al atleta de alto rendimiento. Juzgándolo por su comentario inapropiado. Sin embargo, el jugador de hockey, le sonrió luego de apartar el cigarrillo de sus labios y exhalar una densa capa de humo.

—No es en el sentido que estás pensando, me refiero a la forma figurada, ya sabes, verte hacer todo el trabajo. No sabía que fueras un sucio malpensado.

—Si escogieras mejor tus ridículas palabras, no estaríamos aquí para empezar.

—Llámalo tiempo de calidad, princesa.

Y ahí estaba de nuevo, ese tono despectivo y ese apodo que buscaba ridiculizar lo que él hacía. Tachándolo de fenómeno sin mucho esfuerzo.

—¿Tienes algún problema con el patinaje? —cuestionó con los brazos cruzados, lanzando los trapos sobre la mesa de la profesora.

—Por el contrario, creo que es un arte, es una pena que tú estés metido. Con lo mal que se te da.

¿Mal? A Hongjoong no se le daba mal el patinaje artístico sobre hielo, no era excelente ni el más perfecto dentro de su área, pero por todos los cielos, cualquiera con un par de buenos ojos podía notar que era bueno en lo que hacía.  Que no sólo tenía técnica, sino que también corazón en ello.

Pero no, allí tenía que estar Song Mingi, el defensa derecho y estrella juvenil de los Red Falcons diciéndole que apestaba en lo que hacía. Una vez más, desmereciendo su esfuerzo y su sudor. Que no tenía porqué reconocerlos, pero maldición, tampoco tenía porqué restregarle en la cara que era mejor que los demás.

Que era mejor que él en el hielo.

Respirando hondo por quién sabe qué vez, el omega rubio no respondió al comentario agresivo y se calló. Sellando sus palabras bajo muro de obstinación bruta y rechazo ciego.

De forma brusca, tomó uno de los trapos y luego de colocar una cantidad considerable de pulidor, comenzó a limpiar la mesa. Siendo consciente de la mirada que pesaba sobre su cuerpo como una tonelada y de los pensamientos intrusivos que le decían que él era el problema en el hielo, no su falta de práctica. Sino su persona.

No mucho después de que se hubiera enfrascado en ese tipo de pensamientos, hubo un acercamiento, un contacto que no debió de existir que lo trajo de regreso a la realidad y todo por mediante de su sujetador, que fue tomado entre unas manos y jalado. El ardor que le causó la acción le hizo arrugar la expresión y mirar al culpable.

—¿Qué coño haces?

—Parecía que fueras a ponerte a llorar pronto, así que me dio curiosidad verlo de cerca.

—Eres un completo idiota —masculló entre dientes, alejándose hacia la mesa de los estudiantes. Mientras más distancia mejor. No obstante, el alfa en la habitación no pareció pensar igual, porque lo siguió de cerca—. ¿Podrías dejar de seguirme, por favor?

—Me gusta cuando ruegas, haces que me quiera meter más contigo, si sabes a lo que me refiero y no lo estás malinterpretando de nuevo.

—Púdrete.

—No eres muy elocuente, princesa, siempre diciendo lo mismo. Es una pena.

Girándose de repente, Hongjoong se llevó el susto de su vida cuando se dio cuenta que no estaban tan lejos de cómo había pensado inicialmente, lo que le sobresaltó. Contrario a Mingi, que pareció causarle gracia.

—Mira, energúmeno descerebrado, limpiemos esto de una vez para que podamos irnos, ¿sí? Es un trato de paz, sólo por hoy, ¿de acuerdo?

—¿Un acuerdo de paz? —preguntó con el cigarrillo a un costado, mirándolo con una ceja enarcada—. ¿Sólo por hoy? —quiso confirmar, por alguna razón, Hongjoong se sintió cayendo en una trampa. Justo en las fauces del lobo feroz.

—Sólo por hoy —confirmó mientras se relamía los labios, nervioso. ¿Que demonios tramaba el sujeto?

—De acuerdo —accedió con una sonrisa plana, extendiendo su mano—. Sellemos el trato —y acto seguido, pasó a retirar la mano—. ¿O prefieres algo menos convencional?

—Hagamos esto rápido.

—Cómo quieras, princesa... —sorprendetemente, el alfa se detuvo de abrupto y sonrió más grande, para acto seguido agregar—.  Oh, cierto, cómo prefieras, Hongjoong.

Estremeciéndose, el omega rubio no supo identificar a causa de qué fue, sólo supo reconocer que era la primera vez que le llamaba por su nombre desde que sus roces habían dado inicio. Y como si hubiera pactado con el mismísimo Diablo, su palma terminó en contacto con la de Mingi en un apretón sentido que le magulló la expresión en una mueca dolorosa. Lo que supo, había sido con deliberación.

Y una vez la unión se rompió, Hongjoong percibió un aroma sutil, casi imperceptible de feromonas que se esparció en el aire y desapareció al instante siguiente. Sin poder averiguar su procedencia, entrecerrando los ojos, miró al alfa con recelo antes de voltearse y seguir haciendo lo que estaba. De soslayo lo vio caminar hasta la ventana y apagar su cigarrillo, dando su última calada con una pena que no comprendía. Rodando los ojos, lo dejó ser y se concentró en la tarea que tenía enfrente.

El resto de la tarde, continuó en silencio, cada uno por su lado haciendo su mayor esfuerzo por limpiar el estúpido salón donde se almacenaban los instrumentos de música.

Fue un día tedioso y lo primero que hizo Hongjoong al llegar a su dormitorio, fue echarse a dormir. Agotado en su totalidad.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Retorciéndose en la comodidad de sus sábanas, Hongjoong tuvo dificultades para remover lo qué sea que tuviera encima y pesara tanto como para despertarlo de su preciso sueño donde todos los astros se alineaban en su vida y lo tenía todo más sencillo, sin embargo, no era así y ahora mismo podía comprobarlo.

—Wooyoung —masculló cuando notó los matices frescos de su aroma, lavanda—. ¿Qué rayos haces arriba mío?

—Despertándote —respondió como si no fuera obvio—. Llevo llamándote un rato y no respondías, así que tome cartas en el asunto.

—¿Y se puede saber con qué motivo me estás despertando? Estoy exhausto, estuve en detención hoy y...

—Lo sé, leí tus mensajes —respondió el de cabellera violeta, sonriéndole con compasión. Una mueca tan ligera y sutil que le acarició el alma—. Lo siento. Sé que no te gusta cuando pasa.

¿A quién sí podía gustarle estar en detención con la persona que menos te agradaba? Si existía alguien así, que fuera el primero o la primera en levantar la mano. Porque no era su caso.

En una pasado, tal vez.

—Tenemos lo del karaoke, ¿recuerdas? —preguntó con la cabeza a un lado y el flequillo corrido. Luciendo encantador.

Y si había algo que le gustaba de Wooyoung particularmente era que, innegablemente era un chico sociable, que aparte de tener una personalidad despampanante, también era un omega. Y podía comprender las dificultades de adaptarse a un nuevo grupo de personas ya construido. Además, repitiendo lo anterior el chico era sociable, toda una mariposa, lo que le facilitaba conocer gente por consecuencia.

Lo que hacía su trabajo de integración más fácil.

—¿Tenemos? —preguntó con una ceja enarcada lo mejor posible—. La cita con San es tuya, no mía.

—¿Pero no vas a venir? —preguntó de regreso, en un mohín exagerado—. Necesito apoyo moral, ¿sabes? Y eres mi mejor amigo, es un tema obligatorio.

—Ya lo sé, no me lo recuerdes —dijo de forma arrastrada—. Y ya quítate de encima. Pesas.

Festejando, el de cabellera violeta, se levantó de golpe y soltó un alarido que podía confundirse con un chillido de tortura que le sorprendió y le hizo llevarse una mano al corazón.

—¿Puedo elegirte el atuendo de hoy? —preguntó con ojos grandes y brillantes.

Riéndose, Hongjoong asintió con facilidad, imposible resistirse a su mejor amigo—. Seguro, mientras no sea nada muy revelador. Es un karaoke, por si se te olvida. No un club.

—Lo sé, lo sé, no te preocupes.

Y Hongjoong debió de hacerlo en el momento que ingresó al baño y tuvo que cambiarse, porque Wooyoung había elegido una remera negra cut-out, que dejaba expuesto sus hombros y parte de su abdomen. Los pantalones estrechos y negros, lo dejaron con los ojos bien abiertos. Si bien no era revelador, era sumamente insinuante y deliberado por parte del omega más joven.

Lo que le hizo arrugar las cejas y regresar a su habitación con una expresión que lo decía todo. Instantáneamente, el chico con cabellera violeta, saltó a defenderse antes de que él pudiera decir algo.

—No es revelador —murmuró en un mohín, apelando a su ternura para que lo deje pasar.

—Sí, pero tampoco muy discreto en comparación de lo que llevas.

Wooyoung iba vestido con una camiseta azul, desprendida dos botones y unos pantalones de mezclilla ajustados que le hacían ver deslumbrante. Encantador y sensual a partes iguales. Era impresionante. Mientras que él parecía dispuesto a ir a un club a restregarse en alguien, lo que no le molestaría si fuera el caso.

Lo necesitaba para liberar algo de estrés reprimido.

—¿Quiénes van?

Frunciendo las cejas, Wooyoung lo miró con la cabeza ladeada—. Los chicos, ya sabes, San y Jongho...

—A mí no me quieras mentir, ¿a quién más invitaste?

—Seonghwa —murmuró con cierto arrepentimiento, desviando la mirada—. Lo encontré por los pasillos y no me pareció mala idea, ustedes son amigos, ¿no?

—No precisamente.

—Pero se llevaban bien, es lo que importa. Ve el vaso medio lleno, no medio vacío.

—Oh, mejor cállate —farfulló al rodar los ojos, tomando una de sus carteras y guardando sus pertenencias—. ¿Estás seguro de que no se aparecerá por allá, cierto?

—Deja de preocuparte tanto, comenzaré a creer que se traen algo entre medio aparte de esa tensión estúpida.

—¿Disculpa?

—Ya sabes, ese coqueteo extraño que tienen —dijo con indiferencia, sacudiendo la mano con desinterés—. SU rito de apareamiento donde se provocan mutuamente.

Nervioso, el más bajo sacudió las manos, apurando al otro—. No coqueteamos y ya mejor apurémonos en irnos. Sólo dices tonterías.

—No te preocupes, un amigo de San se ofreció a llevarnos en su auto.

Hongjoong respiró hondo y no hizo nada más que asentir, su corazón latiendo con fuerza en su pecho y resonando como tambores en sus oídos. Sólo había uno de esos amigos que manejaba en el grupo. Lo que auguraba una pésima noche, desde ya podía presentirlo. No obstante, se lo guardó. Como muchas otras cosas.

La que no era su mejor cualidad, había que destacar.

Espabilando, se dijo que no era el momento de pensar en esas cosas o en las otras. Sólo había sido un error y de ellos se aprendía, no se los seguía perpetuando. O al menos, eso quería creer en la pureza de su ingenuidad.

Y al llegar al exterior del edificio, lo primero que Hongjoong notó fue un vehículo negro, amplio y deportivo. De seis rines probablemente y un acabado brillante. El rugido del motor fue como un trueno y al acercarse a la ventanilla del pasajero, su peor temor se hizo realidad, porque él lo sabía, había estado en ese auto antes por una equivocación que quería sepultar.

—Hola, Hongjoong, ¿linda noche? —preguntó Mingi al otro lado, el codo apoyado en el marco de la ventana mientras que la otra se deslizaba por su cabellera corta y con mechas blancas—. Con esas prendas luces como un omega en celo. Dispuesto a que lo devoren.

—¿No puedes tener un poco más de decencia?

Riéndose por la intervención inesperada, el alfa pelinegro miró por encima del hombro del omega y sacudió la cabeza—. Park, no sabía que estabas invitado también. Vaya sorpresa.

—Generosidad de parte de Wooyoung, agradécele a él.

—Eso sin dudas, harán mi noche más interesante —respondió el defensa derecho, sonriendo en grande—. Los asientos ya fueron designados —advirtió con un tono que no daba lugar a réplica—. La princesa tiene sus privilegios así que va delante, el resto atrás. Moviéndose, que no tengo todo el día y no me gusta esperar tampoco.

Observándolo con deliberación, el rubio notó las cualidades rígidas de un jugador de hockey que todavía se creía que estaba en el campo de juego dictando órdenes a diestra y siniestra. Una voz seria y un declive grave que no dieron espacio al debate, peculiaridades que le revolvieron el estómago de una manera familiar.

—¿No vas a consultarlo conmigo? —preguntó Hongjoong con una mano en la cadera. Espabilando.

Inclinando la cabeza, el alfa sólo le mostró una sonrisa de intenciones deliberadas que le hizo estremecerse. Secretos ocultos y acuerdos silenciosos que se habían mantenido bajo llave hasta ahora, cosas que no podía quebrantar tan fácilmente por el nombre de su orgullo. Y como un ciervo atrapado bajo las luces de un cazador, sus hombros cayeron con pesar y fue directo a tomar la puerta del copiloto para ingresar. No obstante, al que pudo reconocer como Seonghwa, lo tomó por la muñeca con suavidad.

—No tienes que hacerle caso. Sólo mándalo a la mierda, es un idiota después de todo.

Un idiota egocéntrico que le había tendido la mano una vez, metafórica y literalmente hablando. Tenía que reconocer lo que tenía que reconocer. Incluso si no le gustaba lo que había sucedido y se lamentaba hasta el día de hoy.

«Sólo fueron pocas ocasiones, una en realidad, no tienes porqué enloquecer. Mientras nadie lo sepa, estás seguro», pensó para sus adentros, más inquieto que sereno.

—Realmente me gusta sentarme adelante —defendió de manera pobre, haciendo que inclusive Wooyoung le diera una mirada de lado. Bueno, joder, al final qué preferían, ¿que armara un escándalo o fuera cooperativo?

Y sabía que su mejor amigo había planeado una especie de cita doble con Seonghwa a sus espaldas, pero no tenía el derecho, además, ni siquiera le había preguntado si estaba interesado. Apenas se conocían con el alfa castaño y la química no pasaba más allá de algo vagamente platónico.

Masajeándose el puente de la nariz, Hongjoong se podía imaginar el escenario perfecto donde perdía la cordura y arrasaba con lo que tenía a su paso, pese a ello, buscó la manera de mantener la calma y eso fue mediante respirar hondo. Y tal vez lo hizo demasiado profundo, porque las notas oscuras del alfa moreno, llegaron a él en pequeñas oleadas. Chocolate fundido en una suavidad que no había percibido hace mucho tiempo. Era casi dulce. Lo que era imposible teniendo en cuenta la naturaleza espesa de su color y la sustancia de sus feromonas.

—Oh vamos, eso no te lo crees ni tú...

—Ojo con lo que digas a continuación o podrías irte al karaoke caminando.

—No seas un imbécil —le dijo al pelinegro de mechas blancas—, y ya todos entren de una vez, comienzo a congelarme.

—Si te hubieras puesto algo menos revelador, no tendrías ese problema.

Enarcando las cejas, Hongjoong miró a Mingi con inquisición, preguntándole en silencio quién rayos era él para decidir lo que tenía que vestir, sin embargo, lo único que obtuvo de regreso, fue una mirada cargada e intensa. Obsidianas que no podía descifrar y resultaban demoledoras.

«Sólo no pienses en ello, olvídalo. Tú puedes».

—Realmente deberías aprender a cerrar la boca algunas veces.

Remitiéndose al silencio, el alfa alzó las manos antes de colocar la llave en donde debía y encender el ruido del motor innecesariamente, sólo para apurar a los demás que todavía se mantenían fuera conversando de quién sabe qué. Posiblemente de ellos y su extraña actitud.

—Ya relájate, nadie sospecha nada —murmuró el alfa, cuando todavía estuvieron en silencio y solos. Los cristales subidos para mayor privacidad.

—No estaba pensando en mi pérdida de juicio, si es a lo que te refieres.

—Di lo qué quieras, princesa, pero para mí lucías bastante coherente aquella vez.

—Súperalo —le dijo entre dientes—. No se volverá a repetir.

—Oh, no te preocupes, no como la misma mierda dos veces.

Desviando la vista hacia la ventana, Hongjoong no se molestó en responder, harto de los comentarios hirientes de Mingi. Siempre era igual de brusco. Siempre diciendo las mismas cosas sinsentido con tal de afectarlo. Era agotador.

Respirando hondo, dejó que sus pulmones se llenaran de la fragancia que flotaba en el aire y se encontraba encapsulada en el auto. Muy para su disgusto personal, era lo único que lo calmaba.

Y para cuando finalmente llegaron al karaoke, Hongjoong podía asegurar que no se la estaba pasando para nada bien. Incluso con la compañía dulce de Seonghwa a su lado.

—Ese bastardo en serio sabe cómo joderte el ánimo, ¿eh?

«Y no sólo eso», pensó mientras lo veía en la cola para comprar unas bebidas coqueteando con la cajera. Típico de alfas sin emparejar y jóvenes. Yendo por la carne más fresca que pudieran encontrar.

Era desagradable por alguna razón.

—Sólo tienes que ignorarlo —murmuró sin prestar atención real. Siguiendo al resto hacia la sala que les fue asignada, para su suerte era lo suficientemente grande.

Y muy para su pesar, la noche realmente estaba siendo un desperdicio. Seonghwa hacía el intento de levantarle el ánimo pero no había manera de que eso funcionara, ni con las dos cervezas que ya traía en el sistema. Había participado con el grupo y cantado un par de canciones, en su mayoría en inglés, pero su batería social era corta y comenzaba a cansarse de ver al alfa en un rincón, con las piernas despatarradas y conversando con una chica que ni siquiera era parte del grupo y no tenía idea de en qué momento se les había unido.

Sintiendo un toque suave en las manos, volteó la cabeza sólo para concentrarse en Seonghwa y su sonrisa gentil—. ¿Quieres contarme qué te molesta tanto de él? —preguntó con curiosidad, ladeando la cabeza—. Sé que fue un idiota hace un rato, pero como tú me dijiste, deberías ignorarlo.

Allí estaba el problema con el chico de oro, nadie lo podía pasar por alto y fingir como si fuera un don nadie. Era absurdo el efecto de Cándido que tenía sobre las personas.

Era ridículo lo que él había hecho con ese bastardo. Y mientras más lo pensaba, menos sentido le encontraba.

O prefería no encontrarlo por el bien de su sanidad mental.

—Luces precioso hoy, Hongjoong.

Sonriendo de manera forzada, el omega se echó para atrás, rompiendo la unión de sus manos—. Gracias, tampoco te ves mal.

Y no lo hacía, esa camiseta negra y esos pantalones de mezclilla que había decidido usar, acentuaban sus facciones exóticas y el color castaño de su cabellera. Era un alfa con muchos potenciales atractivos. Es cómo lo veía, pero nada más.

—Oye, princesa —dijo Mingi desde el otro lado de la habitación, llamando la atención de casi todos, por no decir que todos los pares de ojos estuvieron sobre ellos un fugaz instante—. ¿Porque no me alcanzas una cerveza y te sientas un rato conmigo?

—Estamos hablando —intervino Seonghwa, las cejas fruncidas y los labios en una línea disgustada.

Volteándose a verlo, dispuesto a dar su réplica más infantil hasta ahora, notó que la chica ya no estaba. Lo que lo confundió, hasta hace un momento se hallaba allí sentada.

—No seas egocéntrico —continuó el alfa pelinegro y más alto—. Sólo quiero aclarar mi actitud de hoy, es todo.

Suspirando con pesadez, Hongjoong cogió la primera cerveza a su disposición, aún así, hubo una mano interponiéndose en su camino y deteniéndolo en el acto. Seonghwa.

—¿Vas a hacerle caso? —cuestionó con incredulidad.

—Sólo quiero limar asperezas, es todo. Ahora vuelvo. Lo prometo.

—¿Te gusta que te traten como basura? —preguntó de repente, sacándolo de sus casillas y sorprendiéndolo por completo por el agarre duro en su muñeca—. Porque de otra manera...

—Me estás lastimando, Seonghwa.

Cegado en su terquedad, el aludido hizo caso omiso a su queja—. Si es así, dímelo, pero no vayas con él...

—Creo que ya entendió que no te agrado, amigo —expresó Mingi de la nada, discreto y parado frente a ellos mientras se inclinaba para deshacer el agarre que dejó marcas en su muñecas con una facilidad que encontró irreal, mientras que los demás intentaban cantar una canción en inglés sin equivocarse—. Ahora deberías calmarte un poco y darte cuenta de lo qué haces.

—¿Y quién rayos eres tú para darme clases de moral cuando lo tratas como la mierda?

—Bueno, al menos yo tuve la oportunidad de probarlo, ¿qué hay de ti? —preguntó producto de un exabrupto—. ¿Todavía con las ganas de hacerlo?

Expandiendo sus ojos a más no poder, Hongjoong miró a Mingi con incredulidad, para acto seguido, dirigir la misma mirada hacia Seonghwa, quien parecía conmocionado. Tratando de digerir la información vaga pero clara que se le había aportado sin necesidad.

—¿Tú y él se acost...?

Llevando las manos a la boca abultada del alfa castaño, el omega hizo lo imposible para sepultar sus palabras y que la alegría de sus amigos no se cortara por un desliz producto de la impresión.

—Eso no es cierto, nosotros no hicimos nada de lo que imaginas.

—De hecho fue más vainilla.

—Joder, ¿podrías callarte?

Levantando las manos, el alfa pelinegro y con mechas blancas, no dijo nada y se mantuvo en silencio, con las comisuras de sus labios inclinadas hacia arriba en una sonrisa maliciosa. Deliberada y satisfactoria.

—Te lo puedo explicar luego, pero no ahora, lo siento.

—Ni siquiera te molestes —masculló el alfa castaño, poniéndose de pie—. Esto es increíble, tú y él... Encima cuando dices no soportarlo. Maravilloso —murmuró mientras aplaudía—. Sencillamente increíble.

—Estás actuando como él ahora mismo —replicó el rubio.

—Bueno, si es lo que parece gustarte, ¿puedes culparme?

—Hablemos luego, por favor, puedo explicarlo.

—Seguro que sí.

Y sin más, Hongjoong vio a Seonghwa salir de la habitación sumida en un escándalo de voces que se opacaban entre sí sin ningún tipo de armonía. Cubriéndose el rostro con las manos, el rubio se deslizó en el asiento y se pasó una mano por la cabellera. Viendo al pelinegro con resentimiento.

—¿Estás contento? —preguntó en un murmullo, procurando que nadie más los escuche por encima del sonido de la música—. Hiciste que creyera que tuvimos sexo.

—¿Y no estuviste a punto de rogarme porque lo hiciéramos?

—¿Sabes que está mal usar la naturaleza de alguien en su contra, no? —preguntó con una honestidad, que al parecer, el propio alfa allí no se vio venir—.  Sólo cuidaste de mi celo, eso no te da el derecho...

—A tu omega pareció gustarle demasiado que lo hiciera, ¿cuál es el problema?

—Como decía, no tienes el derecho de aprovecharte de eso. Es un tema sensible, deberías saberlo bien. Los instruyen para esto. No para ser unos auténticos idiotas.

—Eres carne fresca, no es mi culpa.

—De verdad que no tienes códigos.

Y tras dicho eso, el omega se levantó del asiento que estaba ocupando y se dirigió donde el resto cantaba a los gritos. Su cara de poco amigos fue un indicativo de qué iba mal junto con sus feromonas, sin embargo, se aseguró de no arruinar el ánimo general del resto. Sumándose a sus payasadas como podía e ignorando de forma olímpica a Mingi.

Lo que resultó mejor de lo esperado. Un punto a ganar luego de tantas derrotas emocionales. O es como prefería verlo él.



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