Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❈•≪01. Tratamiento real≫•❈

Con el peso de las prendas y el equipamiento de lastre, Mingi siguió avanzando, el bastón firmemente asegurado en sus manos y el disco resguardado en la punta, moviéndose con él. El frío glacial que le llegaba hasta la membrana y los gritos de sus compañeros pidiendo un pase, siendo ignorados de forma olímpica, la adrenalina nublando sus sentidos y los gritos del entrenador animándolo a ir por más, encendiendo sus motores y activando su competitividad natural.

Aferrándose a la madera del bastón, siguió deslizándose hacia adelante, esquivando los golpes y el contacto adrede que surgía con tal de hacerlo caer o de robarle el disco, el ruido del metal cortando la superficie llegando a sus oídos y eclipsando la brutalidad de la competencia. Sin embargo, la firmeza de su postura y la composición de su estructura impedían que lo derriben. Manteniéndolo en el juego.

No fue así que, cuando logró eludir al defensa central del equipo contrario, su bastón se encontró preparado para realizar el tiro, no obstante, hubo una colisión, una especie de choque inesperado que sus sentidos no advirtieron y lo hicieron desestabilizarse, viendo como el disco se dirigía directo a las piernas del portero en vez de a la punta ciega que había logrado detectar, observó con frustración como exitosamente lo conseguía retener fuera de las redes.

Resoplando en grande, sacudió los hombros cuando un par de sus compañeros palmearon su espalda a modo de confort, y en lugar de agradecer por el gesto u ofrecer una sonrisa por mera cordialidad, pese a que el casco de protección se lo impidiera, decidió enfocar su atención en quien se hallaba a su derecha. Alzado en una rectitud victoriosa por haberlo hecho fallar: Park Seonghwa. Nada más ni nada menos.

Chasqueando la lengua le dio una última mirada antes de reagruparse donde los demás, sin embargo, sus oídos lograron captar sus palabras despectivas y su tono burlón al marcharse.

—Suerte en la próxima, chico de oro.

Rodando los ojos, llegó donde sus compañeros y como el resto, escuchó las palabras de su entrenador con atención. Sus explicaciones detalladas de qué había estado mal en la defensa y de cuán agresivos debían de ser en la ofensiva en la siguiente ocasión. Todo. Luego de eso, golpearon sus manos entre sí y realizaron su típico cántico de ánimos, el cual no era más que un insustancial ¡ho! que resonó por toda la pista cargado de testosterona. Como un eco que se esparció hasta desintegrarse en la nada.

Sacándose el casco que empezaba a estorbarle la visión, Mingi miró cómo a la distancia Seonghwa todavía le sonreía, disfrutando de haber malogrado su tiro, seguramente, perfecto. Encogiéndose de hombros, el alfa simplemente levantó una de sus manos enguantadas y le mostró el dedo medio, haciéndole saber de la manera más infantil y poco efectiva posible, cuánto le importaban sus burlas. Después de todo, los Gwang Dreams habían perdido contra los Red Falcons, 15 a 11, así que estaba satisfecho.

Él no era de esos que miraban en el vaso medio vacío. Miraban la amplitud de los hechos en su totalidad.

Y en este caso, había sido una victoria indiscutida incluso si sólo era un ensayo. Una práctica sin valor real.

Y mientras descansaba un momento y disfrutaba de la bebida energética con gusto, de soslayo distinguió una figura familiar llegar a la zona de ingreso a unos metros, vestida en prendas simples, ordinarias a más no poder pero que aún así, pese a tratarse de un pantalón oscuro, estrecho eso sí, y una chaqueta de abrigo blanca, todavía hicieron que volteara en su dirección y una sonrisa se formara en sus labios. Torcida y de intenciones maliciosas.

Apartando su atención de lo que era la figura obsoleta de Park, Mingi se encontró bebiendo los últimos residuos del líquido azul y dejando la botella botada en un recipiente para, acto seguido, enderezarse de la banca que ocupaba con otros compañeros y tras soltar un llano y vacío ahora vuelvo, patinó en dirección de aquella persona que aguardaba a que la pista se desocupara. Como habitualmente hacía.

En el momento que la distancia se fue haciendo finita, pudo notar como el reconocimiento trepó por las facciones mestizas del chico y el disgusto delineó su mandíbula y la incomodidad brilló en sus ojos castaños. Regodeándose en los primeros efectos de su sola presencia, Mingi no demoró en acentuar aquel que más le divertía: el enojo. Y con unas simples palabras, hizo que el omega masculino apretara los labios y mirara en su dirección. Crispado y con los dientes apretados.

—Hey princesa, ¿qué trae tu asquerosa presencia por aquí?

Usando el freno de los patines, Mingi se detuvo justo enfrente del popular Kim Hongjoong, alzándose por encima de su altura diminuta y su estructura menuda. Viéndolo desde arriba con diversión y cierto desprecio mal disimulado.

—Primero que nada, agradecería mucho si hoy me dejarás en paz —escupió el rubio como acostumbraba, desviando la mirada y con las manos apretadas sobre la barra de ingreso. Seguramente conteniéndose—. ¿No tienes algo mejor qué hacer? —preguntó a continuación, para acto seguido, agregar:—. Además, por si tu ineptitud no te lo había hecho notar todavía. Te contradices, la palabra realeza y asquerosidad no van de la mano.

Riéndose, el moreno dio un par de aplausos. Aquella lengua viperina siempre tenía un punto en el que dar—. Bueno, no es como que seas la criatura más deseada. Eso aún te hace mantener el título real —defendió de forma vaga, viéndolo de arriba hacia abajo con aires despectivos—. Además —resaltó con ironía—, siempre puedo hacerme un tiempo para ti. Tu sola presencia ordinaria hace que destaque, ¿o no lo habías notado?

Rodando los ojos, el omega no se molestó en mirarlo y colocó una mano en su cintura, mostrándose poco impresionado—. Coqueteas fatal, ¿sabías?

Y por primera vez en un tiempo, Mingi quiso reírse con ganas en su cara y golpearle la espalda en una felicitación honesta, en lugar de algo más violento, ya que no era fácil sacarle una sonrisa. No obstante, su expresión lo traicionó y cayó en una mueca, disgustada.

Él definitivamente no estaba coqueteando con ese omega, estaba metiéndose con él, que era muy diferente. Sin importar del ángulo del cual se lo mire. Pero allí estaba el idiota cabeza hueca ese, pensando lo contrario. Incluso irónicamente y sólo para irritarlo.

Tan absurdo como su propia existencia.

—Es fácil notar que no coqueteas con muchas personas, princesa, sino hace un tiempo habrías notado cómo se siente.

—Cierto —dijo el rubio, viéndolo directo a los ojos, sin dejarse intimidar—. Con la excelente personalidad que tienes, has conquistado más corazones que yo.

—Bueno, es un hecho que me he acostado con más omegas de lo que tú con alfas —aseguró en un encogimiento, apoyándose en el bastón y mirándolo un segundo que, inevitablemente, hicieron a Hongjoong removerse en su sitio con lo que supuso, fue incomodidad. Nunca le gustaba cuando se le quedaba mirando demasiado tiempo, lo había descubierto de casualidad, en uno de sus enfrentamientos verbales y todo por sus feromonas dulces—. Siempre tengo algo que ofrecerles, ¿sabes?

—Me das asco.

Carcajeándose, el alfa estiró un mano y lo tomó por la mandíbula con rudeza—. El sentimiento es mutuo, princesa, que esa cabeza hueca tuya no lo olvide.

—Ya deja de llamarme princesa, Dios —le dijo entre dientes, golpeando su mano enguantada fuera a su vez que echaba la cabeza hacia atrás—. Soy un hombre, por si todavía no lo notas. Pero claro, con lo tonto que estás, debe ser fácil confundirme.

—Es difícil pasarlo por alto cuando luces de esa manera —gesticuló con las manos—. Ya sabes —agregó con un ademán desinteresado—, del modo al cual no tocarías a nadie ni siquiera con un palo.

Respirando hondo, el omega cerró los ojos un segundo antes de volverlos a abrir, sin embargo, cualquier cosa que fuera a decirle como réplica, se vio interrumpida por la aparición galante de Park Seonghwa. Quien patinó hacia ellos con una determinación férrea. A la cual le dio el mérito pero nada más.

—¿Otra vez te está molestando?

Aplaudiendo un par de veces de forma sarcástica, Mingi los miró a ambos con diversión—. El caballero llegando al rescate, tan típico que es absurdo —masculló con una mueca, falsamente, caída. Pasándose una mano por su cabellera corta y con mechas blancas, el alfa los miró a los dos con irrelevancia—. Rayan lo aburrido.

—No sabíamos que teníamos que entretenerte.

—Ni aunque hicieran el esfuerzo, podrían.

—¿Por qué no sólo te largas? —cuestionó el castaño de Seonghwa, mandíbula tensa y mirada encendida. Comenzaba a enojarse. Sus feromonas alfas flotando ligeramente en el alrededor. Eran frescas pese a la amargura y la acidez de su irritación.

Apoyando la mejilla sobre sus manos en el bastón, Mingi lo miró un segundo entero, percatándose de sus intenciones, leyendo su postura tensa y su mirada recelosa que viajaba de vez en vez hacia el único omega entre ellos. Torciendo una sonrisa, el alfa más alto acomodó la postura y de un simple movimiento, se colocó el bastón en uno de los hombros.

—No sabía que estaba teniendo una conversación contigo —fue su única réplica, una no muy buena, porque le dio pie al rubio quien, como bien sabía, no dudó en quedarse callado.

—Yo tampoco tenía idea de que estuviéramos teniendo una. Mis disculpas.

Resoplando una risa, el jugador de hockey no dudó en volver a tomar al patinador por las mejillas, esta vez, en un agarre más férreo que ni su adversario pudo desarmar sin importar cuanto lo intentara. Sólo faltó que le gruñera por lo bajo, para que en primer lugar, hiciera a uno echarse para atrás, meramente instintivo y al otro, encogerse en su sitio.

—No me gustó ese tono, demasiado sarcástico, deberías probar devuelta.

—Púdrete, ¿te suena mejor? —masculló el omega de la forma que pudo.

—Nos vamos acercando —admitió con desgano, observando como sus nudillos comenzaban a ponerse pálidos de la fuerza que ejercían sobre la barra de ingreso—. Aunque sé que puedes hacerlo mucho mejor, ¿no es así?

Apretando sus labios en una línea fina, el rubio se mostró resistente, negado a ceder, sin embargo, el alfa pudo verlo en sus pupilas, el sometimiento forzado y la perdida de voluntad natural. Un reflejo similar a aquel que tuvo hace tiempo atrás.

—Hongjoong...

—Lo siento —murmuró el aludido, ignorando a Park por completo y rindiéndose sin más—. No pretendía ofenderte, bastardo sádico.

Riéndose, Mingi lo soltó, viéndolo con regocijo—. Por eso siempre serás mi juguete favorito, Kim. Es tan sencillo someterte. Ni siquiera tengo que usar mis feromonas.

—Como si fuera algo por lo que un alfa debería de estar contento.

En efecto, tenía razón, sin embargo, al jugador de hockey no le importó. Los omegas no eran santos y tampoco jugaban limpio, Mingi lo había comprobado en primera persona en más de una ocasión y ya había superado esa etapa de ingenuidad.

—Agradece que no usé mis feromonas en ti —farfulló de réplica, viéndolo un instante antes de pasar a Park—. Te faltó el corsel. Pero fue un buen intento. Lo reconozco. Patético pero humano al final.

Realizando una vaga reverencia hacia Hongjoong, Mingi se giró hacia donde estaban sus compañeros y patinó junto a ellos hacia los vestidores. Al ingresar, agradeció ya no tener los patines puestos, el peso y las ampollas que le tendían a sacar eran insoportables. Tanto como la personalidad de Kim.

Sacudiendo la cabeza, dejó el equipo donde debía y tomó sus prendas de repuesto y se metió a una de las duchas desocupadas. Cerrando la puerta, dejó que la cascada de agua templada, se llevara todas sus frustraciones y lo limpiara de sus malas experiencias. Como un medio terapéutico.

Meterse con Kim resultaba, de alguna manera retorcida, similar a la terapia. Descargaba sus frustraciones con el omega y lo reducía a polvo cuando le apetecía. Y si quería dejar algún tipo de marca, sólo tenía que usar sus feromonas y el impacto sería más duradero. Era como jugar con una muñeca. Con algo de carácter y personalidad, pero una muñeca con titiritero al final del día. Obsoleta de decisiones propias.

Y mientras terminaba de vestirse y acomodaba las cosas en su bolso, no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa. Rememorando la actitud protectora de Park. Digna de despreciar bajo sus segundas intenciones.

No obstante, ese no era asunto suyo.

Y mientras salía por la parte lateral de la pista de hockey, Mingi pudo ver a Hongjoong finalmente ingresar al hielo. La forma en la que se deslizaba era delicada, casi grácil a diferencia de ellos, su entrenador parado en el medio, aguardando porque se acercara seguramente. La chaqueta de abrigo había desaparecido y sólo le quedaba un conjunto similar al que llevaba por debajo. En las piernas. Estrecho y oscuro. Su cabellera rubia ondeando al son de la brisa artificial que mantenía ventilado el lugar.

Parpadeando un segundo, Mingi volvió su vista al frente de lo que tenía, conversando con sus compañeros y riéndose de las tonterías que soltaban.

Había sido un buen entrenamiento.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

—¿Por qué no te quejas con el director de su conducta?

Fue la primera pregunta que le hizo Seonghwa una vez terminó de ensayar, un muy mal momento, teniendo en cuenta que dos giros le habían salido fatal y su entrenador no se había ido con muy buena cara. Lo que era comprensible, porque él se sentía igual de decepcionado. Y justamente, lo que menos le apetecía ahora, era tocar el tema de Song y su comportamiento infantil de hace rato.

Había tenido peores enfrentamientos con el alfa. Eso no era nada.

Él lo podía manejar.

—¿Quejarme de que la estrella de oro del equipo de la universidad es un poco molesto? —preguntó de forma sarcástica—. No gracias. Tengo mejores cosas en las que concetrarme.

—No es molesto, Hongjoong, abusa de su casta contigo. Tú lo oíste, la manera en la que se dirige hacia a ti...

—Sí, estoy bien enterado, no te preocupes demasiado que te saldrán arrugas.

—Hablo en serio.

Y luego de que se quitara lo patines y le diera a sus pies un momento para respirar, sintió dos manos cálidas apoyarse en su mejilla, haciéndolo levantar la mirada del suelo. Tan diferente al contacto brusco y casi agresivo de Mingi, que lo hizo estremecerse con incomodidad.

—Puedes adjuntar una queja y se tomaran acciones disciplinarias con respecto a él, lo sabes.

Y era cierto, lo tenía muy claro. Si un estudiante se sobrepasaba con otro, se podía crear una queja formal de éste y sería entregada a los directivos de la universidad, en base a los fundamentos, las pruebas y los testigos agregados en la carta, se podría decidir desde un castigo leve como tarea extra por ejemplo, a algo más intenso como suspensión por unos días, hasta el abandono forzoso del equipo en el que se estuviera formando parte. La expulsión de la universidad era en casos extremos de abuso.

Existían antecedentes de esto, en más de una ocasión, alfas principalmente, habían sido sancionados de la universidad por conducta inapropiada. Es más, el primer día en esa universidad después de mudarse, Hongjoong tuvo que lidiar con un par de idiotas por su cuenta. Golpeando sus pelotas para que no se le vuelvan a insinuar de forma grotesca.

En parte, entendía que era carnada fresca y joven para los lobos más viejos y acentuados en el lugar, sin embargo, eso no explicaba la falta de materia gris en sus cabezas. Era absurdo el nivel de cosas que podían llegar a cometer o decir, con tal de imponer su naturaleza superior por sobre la de otros.

Song Mingi era un caso aislado que no sabría cómo describir, porque desde el comienzo no congeniaron y por algún motivo, eso los llevó a terminar enredados en una guerra sin fin. A la cual, por cierto, ya se había acostumbrado. El tipo no era de lo peor que podías encontrar dentro de la jauría, pero sin dudas, era un dolor en el culo. Y no uno agradable, pese al atractivo.

Suspirando del cansancio, Hongjoong se echó para atrás, rompiendo el contacto con Seonghwa y dejando al alfa castaño desamparado y confundido con su repentina distancia frívola. Pero la realidad es que no le gustaba el contacto físico. Y menos de un alfa sin emparejar del cual no era amigo, simplemente un agradable conocido.

—Que lo sepa, no significa que esté de humor para hacer algo al respecto. Estoy bien así.

—¿Siendo maltratado? —preguntó el alfa con aparente enojo.

Enarcando una ceja, el omega se mostró escéptico—. Creo que la palabra correcta seria otra, no esa. Además, ¿no es mi problema? —preguntó con cierta acidez. Tenía veintidós años, por todos los cielos. Sabía lo qué hacía en gran medida—. Sé cómo lidiar con ellos.

—¿Dejándote someter por un estúpido arrogante que te trata como una muñeca de trapo?

—Sé defenderme bien, no te preocupes —le dijo mientras recogía su bolso y se lo colgaba al hombro.

—No fue lo que me pareció hace un rato.

Rodando los ojos, el omega comenzó a caminar escaleras arriba, dispuesto a salir del recinto e ir a clases—. Es cuestión de perspectiva, Seonghwa. Apenas si puso un dedo en mí, de lo contrario habría terminado con las bolas moradas por las razones equivocadas.

—¿Qué pasa si usaba su voz de mando?

Song Mingi era un bastardo molesto, eso sin dudas, arrogante y un poco agresivo, pero jamás nunca, usó su voz de mando con él. Lo que le hacía, inconscientemente, descartar la posibilidad de que pudiera llegar a suceder.

Oportunidades había tenido y ninguna de ellas las había aprovechado. Lo que decía suficiente. Tenía algo de integridad, después de todo. El mínimo que se podía, pero lo tenía.

—No iba a pasar, ya te lo dije, sé cómo tratar con tipos como él. Especialmente con él.

—¿Cumpliendo con las tonterías que te pide?

—No hagamos esto ahora, Seonghwa, no fue un buen día, ¿de acuerdo?

Y al salir del reciento helado, supo que su día no sería mejor, en el instante que se percató de la silueta del alfa moreno, junto con sus amigos. Los cuales tuvieron la amabilidad de siempre de sonreírle. Gesto que apenas pudo devolver sin que pareciera plástico.

—Princesa —expresó Song con sorpresa, mirando en su dirección y bajando el cigarrillo que, por lo que parecía, llevaba un tiempo consumiendo—. ¿Cómo te fue hoy? —preguntó con un matiz que no pudo destripar—. ¿Fallaste en los mismos saltos excéntricos de siempre?

—Jódete.

Llevándose el cigarrillo a los labios, de repente, hubo una explosión de feromonas intensas. Chocolate. Involuntariamente, el cuerpo de Hongjoong se estremeció y más aún por la sonrisa torcida de Mingi. Descarada y sugerente. Le dio escalofríos. El conocimiento resguardado detrás de sus ojos no le gustó para nada.

—¿Por qué mejor no me dejas hacértelo? —dijo luego de soltar el humo por un costado—. De seguro tenemos un momento de diversión, sólo hazme recordar de usar guantes. No quiero contagiarme de nada.

Apretando los puños, Hongjoong giró el rostro y comenzó a caminar, seguido por Seonghwa—. Eres un verdadero imbécil —escuchó decir a alguien de sus amigos, no supo quién ni le interesó.

—Te lo dije —murmuró el castaño, haciéndolo sentir peor.

—Nos vemos otro día, Seonghwa.

Con eso dicho, aceleró el paso, no dando el tiempo a recibir una contestación ni un sermón que no quería escuchar. Suficiente hervía su sangre ya, como para que alguien que le agradaba lo justo, echara más leña al fuego.

Y con el apetito perdido, se dirigió directamente a la zona de residencias. La caminata larga le vendría bien para despejar la mente, incluso en la noche, podía hablar con su amigo. Acurrucarse con él y dejar atrás el desastre de día que había sido el de hoy.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro