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Eintauch

La Navidad ya estaba presente aquí, las calles nevadas, las personas con gorros y bufandas, las chimeneas de las casas encendidas, y las tiendas atestadas de personas comprando regalos de última hora. Un día perfecto, en mi opinión, para quedarme en casa lejos de la sociedad, frente al fuego de la chimenea, cubierta con mi manta dorada, con un chocolate caliente entre las manos, y lo mejor, un buen libro. Hacía mucho que quería releerme mis libros de la infancia, no estaría mal empezar ahora. Tranquilamente, comencé a pasar página a página, sorbo a sorbo de mi chocolate, me adentré en lo más profundo de las aventuras del Tigre de Malasia.

"En otros tiempos, Sandokán, aun cuando se viera casi desarmado frente a un enemigo cincuenta veces más poderoso, no habría dudado ni un instante en arrojarse sobre las puntas de las bayonetas para abrirse paso. Pero ahora que amaba, que sabía que era correspondido, y que quizás lo seguía ella con la vista y llena de ansiedad, no quiso cometer una locura que pudiera costarle la piel a él, y a ella, sabe Dios cuántas lágrimas.

Sin embargo, era preciso abrirse paso para llegar al bosque y luego al mar, su único asilo seguro.
Se volvió al notar tan vil emboscada sin que los soldados lo vieran; pero, entonces, los hombres empezaron a unirse formando uno solo, las bayonetas se convirtieron en dos sables como colmillos afilados, los ojos se volvieron completamente negros, y la masa de cuerpos se fue alargando; una cola larga y felina salió de allí, le salieron cuatro garras afiladas y un torso se formó ante él, un pelaje recubría tal criatura formando un tigre de Malasia descomunal. El famoso Tigre de Malasia, anonadado ante tal bestia, volvió a subir la escalera sin que lo hubiera visto y entró de nuevo al saloncito con el kris en la mano. Todavía estaba allí el lord; la joven había desaparecido.

—Señor dijo Sandokán acercándose, si yo le hubiera dado hospitalidad, si le hubiera llamado mi amigo y hubiera descubierto después que era un enemigo, le habría indicado la puerta, pero no le hubiera tendido una cobarde emboscada. Ahí abajo, en el camino que debo recorrer, había cincuenta o cien hombres dispuestos a fusilarme, pero ahora solo hay un tigre espeluznante. Haga que su magia negra se retire y que me deje el paso libre.

¿Es decir que el invencible Tigre tiene miedo? preguntó el lord con fría ironía, ignorando su último comentario sobre la bestia.
¡Miedo yo! Por supuesto que no milord. Pero aquí no se trata de combatir, sino de asesinar a un hombre a base de magia negra.
¡No me importa! ¡Salga de mi casa, o si no...!
Milord, no me amenace, porque el Tigre sería capaz de morder la mano que lo curó.
¡Entonces nos veremos los dos, Tigre de la Malasia! gritó el lord y desenvainó el sable.
¡Ya sabía que intentaba asesinarme a traición! ¡Vamos, milord, ábrame paso o me arrojo sobre usted!
En vez de obedecer, lord James tomó una trompeta de caza y lanzó una aguda nota.
¡Ya es tiempo, asesino, que caigas en nuestras manos! dijo. ¡Dentro de pocos minutos estarán aquí los soldados y a las veinticuatro horas te ahorcarán!
Sandokán lanzó un sordo rugido. De un salto se apoderó de una silla y se subió a la mesa, con las facciones contraídas y una feroz sonrisa en los labios. En ese instante resonó fuera otro rugido largo y profundo, y en el corredor la voz de Mariana gritaba desesperada:
¡Sandokán, huy...! pero no pudo terminar la frase, ya que un grito de terror resonó en el castillo. Después, silencio.
El pirata intentó correr hacia donde provenía el grito de su amada, pero lor James se lo impidió, por lo que levantó la silla y la arrojó con toda su fuerza contra el lord, que cayó al suelo. Rápido como el rayo, Sandokán se le fue encima con el kris en alto.
¡Mátame asesino! gritó el inglés.
El pirata le ató fuertemente brazos y piernas con su propia faja. En seguida le quitó el sable y se lanzó al corredor, preocupado por su querida Mariana. Al llegar cerca de los aposentos, un rastro de sangre lo llevó hasta el cuerpo desgarrado de la joven. Un rugido lleno de dolor y de rabia salió del Tigre, y sin pensar las consecuencias se lanzó hacia la bestia que lo observaba meticulosamente en la esquina. Con un zarpazo, lanzó al pirata por todo el cuarto; y sin ánimos de seguir luchando, se llevó el cuerpo inerte de la muchacha a donde Dios quiere que fuera su lugar de descanso, dejando al Tigre de la Malasia tendido en el suelo con heridas de muerte, y desolado ante el recuerdo de Mariana".

Miré al frente asombrada, Sandokán acababa de morir... ¡De morir! ¡En apenas la mitad de lo que era el anterior libro! ¿Cómo era eso posible? Aunque... El libro todavía tiene páginas después de esto, ¿qué ocurrirá después? ¿Describirán como el Tigre recupera fuerzas y salva a su amada? Pero, al hojear las páginas siguientes, ni una letra apareció ante mis ojos. Solo vacío, las hojas blancas, ¡no había nada! Estaba segura, la historia no era así hace una década, sin ninguna duda que la historia había cambiado. ¿Qué estaba pasando?

Al día siguiente, un lunes común, todavía me carcomía la cabeza con aquella historia. Incluso, para asegurarme, revisé que las páginas en blanco seguían igual que el día anterior. Respiré profundamente y me dije: "Vamos, no te vuelvas loca solo por una historia, es hora de trabajar". Haciendo caso a mi vocecita mental llamada conciencia, me fui a las oficinas de MerkOtic donde trabajaba. Allí, entre ordenadores y papeles con informes, olvidé la extraña historia del Tigre.


Q ESTO ES DE HACE MÁS DE DOS AÑOS, QUÉ DICEEEEEES ASAJSJASJAJSAS. Primera historia original con ideas decentes que escribí, wey, osea wtf AJSJASJAS

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