De marcha sin maracas
La casa estaba prácticamente abandonada, el antes color blanquecino de su fachada ahora tiraba a un gris oscurecido por la tenue luz de la luna. Una reja desconchada, que en su momento tuvo que ser azul, cubría las ventanas tapiadas por apenas unas tablas de madera mal clavadas. Tras pasar la enmohecida puerta me encontré con un pasillo recto, sin ninguna salida posible salvo la que se encontraba tras de mí. Al final se veía una luz más bien antinatural. Varios crujidos después alcancé la sala presidida por una mesa llena de seres humanos bastante peculiares. Desde manchas verdes por todos lados hasta trozos de madera clavados en la cabeza.
—Ey, Chuck, ¿qué tal? —me dijo uno de ellos. Si no recuerdo mal se llamaba Pit.
—Bien, bien... —Observé el tablero lleno de objetos, con suerte estaría ahí—. Bueno, no, ¿alguno ha visto a Turti? —pregunté finalmente a los cuatro o cinco que me miraban con sonrisas enormes.
—Na', pero dile a Carla, que ella lo sabe to' —respondió esta vez uno al que una barra de metal le atravesaba el estómago.
—Gracias por resaltar lo obvio —mascullé sulfurado, estaba harto de buscar por todos lados.
Sin siquiera despedirme de esos juergueros que montaban tertulias en cualquier lado me dirigí al fondo de la habitación. Cogí lo único que sobresalía de la pared, una especie de zapato de tacón rojo, y lo arrastré hacia arriba para dejar a la vista el ascensor que me llevaría hasta la maravillosa mujer que todos conocen. Después de que la puerta fuera cerrada de nuevo, comencé a bajar lentamente. Comparado con el resto de la casa, este aparato era muchísimo más moderno, pero cómo no, si Carla se ocupaba de él. Una pantalla que estaba más o menos a la altura de mis ojos se encendió, mostrando a un unicornio sonriente con frases motivadoras.
—¡Alegra esa cara, estamos a viernes! ¡Vive la vida sin frenos y disfruta de nuestros servicios! ¡Qué gran alegría de vivir, o seguir vivo pero muerto! ¡No olvides que una buena fiesta puede celebrarse en cualquier parte!
De verdad, me ponía enfermo tanto optimismo cuando Turti podría estar por cualquier parte. Por fin llegué a mi destino. Toqué en la pared falsa que hacía de puerta y una mujer color ceniza y sin cabello vino a recibirme. Tenía grapas en sus muñecas, incluso le faltaba uno de sus ojos completamente blancos. La mejor estilista estaba frente a mí. Ese trabajo no era el más solicitado, pues muy pocos conocían el secreto de cómo agujerear y decorar la piel sin que esta se regenerara.
Ni siquiera pensé en bajarme del ascensor, tenía prisa.
—¿Has visto a Turti? —De nuevo me concedieron una sonrisa, me frustraba que a todo el mundo le hiciera tanta gracia.
—Cariño, ¿acaso miraste tu mano? —No me lo podía creer, ¿en serio?
Al bajar la vista comprobé que mi preciosa maraca color rojiza estaba incrustada en mi mano izquierda. La saqué con todo el cuidado posible y dejé que el agujero que había dejado atrás se curase solo, total, soy un zombi, ¿qué más da?
—Además de ciego estás sordo, ya sabía yo que no debí quitarte la oreja —soltó entre risas.
En fin, ¿cómo enfadarse con ella? Tenía toda la razón. Carla la Embellecedora de nuevo salvaba al mundo de un apocalipsis causado por el idiota que no encontraba su instrumento favorito.
ALAAA, LO HICEEEEEE, ME VOLVÍ A PRESENTAR A UN CONCURSO MIERDOSO QUE NUNCA GANARÉ :D).
Unas 568 palabras muy random para el último desafío del perfil wattpadhistoriascortases uwu.
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