Estimado lector:

Si bien todos deberíamos estar por los jardines de Hogwarts, paseando y disfrutando de un merecido fin de semana tras la semana de exámenes (en mi caso TIMOs), nos encontrábamos dando un minuto de silencio tras la terrible noticia. Harry Potter estaba muerto, tras vencer al Señor Tenebroso tres veces y librarse recientemente de Sirius Black, había fallecido por una simple intoxicación. Según los pocos datos que Dumbledore nos había contado, esa mañana el Niño que Sobrevivió no respiraba. Era un golpe duro para la esperanza del mundo mágico, sin duda, pero eso no impidió que Ron Weasley se atiborrase a comida. La mayoría pensaba que había sido culpa del asesino en masas anteriormente mencionado, pero yo creo que el culpable se encuentra entre nosotros. ¿Ravenclaw? ¿Slytherin? ¿Hufflepuff? ¿Gryffindor? Cualquiera podría ser, hasta yo misma... Pero, claro, eso no lo desvelaré hasta el final de esta historia.

Al estar dos cursos por encima de Harry, apenas podía seguir sus pasos más allá de sus amigos. Hermione Granger, la inteligente del grupo, parecía demasiado afectada (apostaría mil galeones a que ellos dos estaban juntos). Ronald, sin embargo, seguía igual que siempre. Ginny Weasley, completamente enamorada del héroe fallecido, no daba señales de vida por el Gran Comedor. También parecía faltar el profesor Lupin, decían que mantenía un favoritismo especial con dicho alumno, pero tampoco era de extrañar tras correrse el rumor de que era un hombre lobo. En cambio, sus compañeros de cuarto, el equipo de Quidditch, Malfoy y su pandilla... todos eran sospechosos. Potter tenía demasiados contactos, quizás había sido un acuerdo común su asesinato. Hasta el día siguiente no podría empezar con mi inminente investigación...

S. R.