¿Anormal?
Era un enorme salón, con cuatro mesas abarrotadas de alumnos y, al fondo, otra llena de profesores. Las velas flotantes alumbraban la estancia, además de que permitían admirar el techo, el cuál era una réplica exacta del cielo exterior. Una hilera de alumnos de primero enfiló el pasillo central hasta colocarse frente a sus próximos docentes. Una mujer con moño vestida con una túnica esmeralda, colocó un sombrero viejo y raído frente a la fila de nerviosos principiantes. Entre todos estos, una muchacha de pelo azul resaltaba notoriamente. Una sonrisa confiada adornaba en su rostro, pero sus manos se removían nerviosas. Además, otro dato curioso es que la chiquilla, desde que había entrado al lugar, iba saltando a la pata coja. Tras una breve explicación de cómo sería su selección y unos cuantos nombres, la joven comenzó a dar vueltas hasta acabar tumbándose en el suelo. Varios estudiantes sentados en las mesas reían a su causa, excepto un chico de pelo azabache y ojos avellana, el cuál tenía una mirada llena de nerviosismo y una sonrisa leve en su boca.
—¡Potter, Lyssa! —gritó la señora del moño con cara de desaprobación.
La "dama" se levantó lentamente y se puso a dar vueltas mientras intentaba llegar así hasta el ajado sombrero. Cuando por fin se sentó con este sobre su cabeza, todo Hogwarts se reía a carcajadas, y varios felicitaban al Potter mayor sentado entre los leones, indicando que su hermana sería tan problemática como él.
—Claramente perteneces a... —murmuró una voz ronca en el oído de la primeriza.
—¡Espere, señor sombrero! No debe colocarme ni en Gryffindor ni en Slytherin, eso sería demasiado común —gritó ella exaltada.
—Bien... —masculló pensando— ¡Hufflepuff!
—Muchas gracias, sombrerito —agradeció con una sonrisa antes de irse rodando (se tiró al suelo y se puso a hacer la croqueta) hacia la mesa de las águilas.
—Señorita Potter, según creo la acaban de seleccionar a otra casa, justamente la que está aplaudiendo —dijo la profesora McGonagall levemente confundida.
—¿Por qué iría con unos compañeros que veré cada noche cuando puedo sentarme con otros? ¡Es una buena forma de conocer a la gente! Además, sentarme en mi mesa es demasiado común, ¡yo me quedo aquí aunque un rayo caiga sobre Ravenclaw!
Todo el Gran Comedor murmuraba asombrado, pocos eran los que rechistaban a Minerva, y justamente uno de esos pocos era su hermano, James Potter. La pobre subdirectora, sintiendo cómo un dolor dolor de cabeza se hacía paso hasta ella, decidió ignorar a los Potter aunque fuese por una noche.
—¡Hola! Yo soy Mildred Sainz, encantada —dijo otra primeriza que estaba sentada a su derecha, tenía el pelo castaño y unos ojos color chocolate bastante lindos.
—Yo soy Lyssa Potter —respondió nuestra protagonista con la boca llena de puré.
—¿Y por qué no quisiste que te pusieran en Gryffindor o en Slytherin? —Cuestionó con curiosidad tras limpiarse la cara llena de comida, a estas águilas nada les impide saciar su curiosidad.
—Porque eso sería demasiado común, y yo soy completamente anormal.
—Eso suele ser...
—Un insulto muggle, sí, pero para mí es todo un orgullo.
—Oh, vaya... —Y antes de que pudiera seguir hablando, la peliazul se levantó corriendo y se tiró sobre la mesa de los Slytherin, acabando perdida de comida.
Sin preocuparle la mirada de consternación que tenían varios alumnos y el tic nervioso de la señora del moño, cogió un puddin de chocolate que acababa de aparecer frente a ella. Eso sí, en lo que restaba de cena nadie consiguió sacarla de encima de la mesa.
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