Capítulo 28
31/05/2017
-¡AAAHH, ACABO DE PERDER EL PARAGUAS! -chilló Ivelisse agitada.
-¿Cómo que lo perdiste? -cuestionó Asher sin mirarla mientras buscaba las llaves de la casa en los bolsillos de su traje.
-Eh... ¿Alguna vez viste "Lo que el viento se llevó"? Bueno, olvida la película y tómatelo muy literal. Diablos, creo que terminó en el tejado del vecino.
Un trueno rompió el silencio en la lejanía, la tormenta rugía con una furia inusitada que calaba hasta los huesos. La enormes ráfagas de viento tenían tanta fuerza como para inclinar los árboles y el cielo se iluminaba por instantes fugaces como si por acto de magia se hiciera de día, las nubes negras se desplazaban con rapidez cubriendo cualquier vacío estrellado de la bóveda azul y los rayos se crispaban como ramas torcidas que te erizaban el vello del cuerpo; podías oír la agitación de océano cuando las olas impactaban con potencia en la costa.
Acababan de regresar de la boda de su madre, daban casi las 5:30 A. M. Pronto amanecería. De opinar algo sobre la ceremonia sería que fue muy animada y romántica, llena de discursos emotivos sobre los novios, niños robando flores de las decoraciones, familiares borrachos haciendo chistes patéticos y bastante llanto. Fue hermosa. A pesar de la violencia del día anterior y del mal clima que precedía la fiesta, con sinceridad admitía que había sido perfecta. Su madre y Charles habían desaparecido en algún punto de la velada para ir a su luna de miel, una semana en un rancho en el Valle de Santa Ynez donde les darían un hospedaje con un paquete romántico llamado "Vino y Rosas". Allí terminaba lo que conocía y quería conocer de la velada de ambos novios.
Él e Ivelisse habían regresado en el escarabajo amarillo de ella, pero no se salvaron del torrencial que les cayó encima.
Se apresuró a sacar las llaves para abrir la puerta y cuando lo consiguió entraron a tropezones empando el suelo de la entrada. Rieron al ver que habían terminado desastrosamente mojados y desarreglados. Por su lado, su traje negro goteaba a mares y agradeció no llevar corbata porque se habría asfixiado; sus zapatos estaban tan húmedos que con cada paso generaba charcos. En cuanto a O'Neal, ella vestía un largo vestido más mostaza que amarillo, holgado con mangas largas y un escote que era igual al de una camisa en V que permitía entrever como las gotas se deslizaban desde la clavícula al interior de su ropa, un cinturón dorado marcaba su cintura y en su cabello enredado florecían varias flores de colores que los niños le habían puesto. Más el maquillaje corrido daba la imagen de ser la princesa de la Bella y la Bestia, pero luego de pasar por un huracán.
-Te ves horrible -dijo ella con la manos en las caderas-. Pareces un abogado deprimido a quien despidieron, le robaron el coche y caminó en plena lluvia con Everybody Hurts sonando de fondo.
-Tú pareces un hada madrina de cuarenta a quien le falló la varita y terminó en el lago de los cisnes, pero no en el bonito -recrimino él inclinándose hacia adelante.
-Rayos, el tuyo fue mejor -aceptó de malas-. No fue gracioso, pero sí más creativo.
-Va... -se quedó callado un segundo, creía percibir el golpeteo de las ventanas siendo azotadas por el viento. Estaban abiertas. Frunció el ceño, seguro que todo iba a estar lleno de agua-. Diablos, olvidamos cerrar las ventanas. ¿Me ayudas a hacerlo antes de que se inunde más la casa?
-Pues claro -respondió Ivelisse en lo que salía corriendo-¡Apresúrate, el que termine primero se salva se limpiar todo! ¡Ni pienses que usaré un trapeador!
-No voy a correr por toda la casa cuando esta mojada.
Ella se detuvo a mitad de pasillo, varias flores en su cabello dejaron escapar algunos pétalos que descendieron lentamente hacia el suelo, y lo miró fijamente con una picara sonrisa.
-Cierto, sería cruel de mi parte presionar a un anciano ¿Quieres que te traiga tu bastón?
Asher se pasó la lengua por los dientes frontales ofendido por esa provocación.
-No va a funcionar -contestó altanero.
-Yo no estoy intentando nada, tú fuiste el que se sintió atacado -se excusó la mujer tranquilamente. Entonces empezó a aparentar un ataque de tos-. Anciano.
-No voy a seguir tu juego.
-Cobarde -tosió Ivelisse.
-No.
-Gallina -tosió nuevamente.
Apretó los dientes con su frágil ego siendo bombardeado por la mujer icónicamente amarilla, se la quedó viendo unos minutos con escepticismo.
-¿El que acabe primero tiene que limpiar todo? ¿Solo eso? -preguntó con susceptibilidad.
O' Neal juntó las manos tras su espalda con una expresión impasible que destacaba por el enrojecimiento de sus mejillas, le impresionó la seriedad en sus bellos ojos café.
-Te daré algo si me ganas -susurró ella con suavidad.
A él se le secó la garganta de golpe.
-¿Qué me darás? -indagó cediendo a aquella atracción que aparecía cuando estaban solos.
-Para saber tienes que ganarme -respondió Ivelisse y luego salió corriendo.
Asher se mordió el interior de la mejilla mientras sus pies se movían impulsados por la curiosidad y la expectación de qué cosa podría recibir si obtenía la victoria, la risa brotó de él antes de darse cuenta y se embelesó en la carcajada femenina que se oía en otro sitio de la casa.
Por la emoción se resbaló por el agua de lluvia en el suelo de la cocina, cayó sobre su trasero y se levantó de un salto con la adrenalina efervescente en su sangre anestesiando el dolor. Cerró las tres ventanas de la cocina en un parpadeo, salió volando hacia el comedor y vio que ella ya las había cerrado, en la sala fue la misma historia así que se adelantó al estudio donde bloqueó la única ventana. La planta baja estaba lista, le quedaba la superior y si no se apresuraba Ivelisse ganaría. Se encaminó a las escaleras a toda prisa, subió los escalones de dos en dos y descubrió felizmente que las ventanas de las habitaciones de su madre y una de invitados -que en el pasado pertenecía a Skye, pero había sido remodelada una vez se fue de la casa-, estaban abiertas y se encargó de ellas.
Por cantidad, él tenía todas las de ganar y con unas gigantes intenciones de alardear, buscó a su compañera en la última habitación.
Ese cuarto había sido suyo en el pasado, pero tuvo el mismo destino que el de su hermana.
Entró en silencio a la habitación y sufrió un congelamiento cerebral. La negrura ocultaba todo excepto a aquella aparición, sus retinas no alcanzaban a admirar tal imagen, Ivelisse estaba de pie delante de una de las dos ventanas de la estancia y su vestido se arremolinaba salvajemente junto a las transparentes cortinas blanquecinas, frente a ella se dibujaba la cerrilidad del océano en un auge de tormenta y grietas eléctricas que fracturaban el cielo anubarrado como rayos. Ella observaba el exterior como si se hallara en un trance por la sublimidad de esa vista singular y magnífica de la naturaleza.
Él se aproximó a la segunda ventana para mirar el paisaje de la playa de arena pálida y los árboles acoplándose con las olas en una errática danza violenta. Algunas gotas de lluvia le salpicaban el rostro, fue una probada de agua dulce que se mezcló con el olor a sal. Colocó una mano en el alfeizar y respiró profundamente antes de intentar cerrarla, no obstante solo había puesto una de las puertillas en su lugar para cuando la voz melodiosa de una sirena le habló:
-¿No es una de las cosas más hermosas que has visto?
Clavó sus ojos en Ivelisse, las cortinas cubrían su figura por lapsos donde heladas ráfagas ingresaban como fisgones en el cuarto.
-Sí, es hermoso -contestó sin apartar la mirada de su persona.
-Debió ser bello vivir aquí.
-Tengo muy buenos recuerdos en esa playa, en esta casa y en este cuarto. Fueron tiempos... dotados de hermosura por decirlo así.
Un trueno se extendió y dio la impresión de que el cielo fuera a caerse, los cristales de las ventanas vibraron por el contundente estruendo. Ivelisse se giró hacia él mientras sostenía su cabello con una mano en un inútil intento de que este no ocultara su rostro por el viento.
-Ganaste -murmuró la mujer suavemente.
-Gané -concordó nervioso.
-Entonces tengo algo que darte como premio, pero antes debes cerrar esa ventana -pidió sonriendo. Asher cumplió el pedido-. No dormí nada el día del ataque, me develé pensado en lo que pasó y lloré reviviendo lo asustada que estaba, por eso quise concentrarme en todo lo que dijiste en la cocina... en todo lo que sentí oyéndote hacerme promesas de amarme para siempre incluso cuando ninguno de los dos es eterno, como entre tus brazos las cosas parecen menos dolorosas y sobre todos los impedimentos que no me dejan aceptarte. Mi familia primordialmente... bueno, Erin es la única que me importaba. Tenía esperanzas de poder reconciliarme con ella alguna vez, pero esa esperanza murió cuando bloqueó mi número y se mudó con Nessa a Nueva York. Lo que me quedaban eran miedos e inseguridades sobre ti. Creo que fue a eso de las tres de la mañana que comprendí el peligro real que corrí al enfrentar a tu padre y de como si hubiera muerto... me pesa decir que me hubiera ido sin haber vivido realmente, centrándome en hacer bien a los demás y renunciando a todo lo que yo quería. -Arrugó la nariz molesta-. Por eso ahora quiero disfrutar y ser feliz, ya no me importa ser egoísta. A la mierda el Complejo de Caperucita.
Dolía oír sus palabras. Eran unas sangrantes palabras pronunciadas en privado. Lo que fuera a decirle a continuación se lo tragaría y lo guardaría en su pecho para tenerlo presente cada vez que la recordara.
-Ivelisse...
-Ahora... -dijo con los ojos cerrados-. Ven, por favor.
Asher soltó un suspiro, ignoró la punzada de emoción que lo apuñalaba al costado del corazón y avanzó hacia la mujer de la que estaba desesperadamente enamorado. Paró a centímetros de distancia y O' Neal depositó ambas manos en sus hombros. La brisa fría erizaba su piel y le daba escalofríos.
-Necesito hacerte tres preguntas importantes antes de arriesgarme a amarte, Asher. ¿De acuerdo?
-Depende ¿Vas a preguntar sobre mi cuenta bancaria? -bromeó.
Ella se rió y desvió la mirada.
-Idiota.
-Lo siento, quería hacerte reír.
-¿Tú te casarías de nuevo algún día? -cuestionó con angustia a la velocidad de un Ferrari.
No lo pensó, ya sabía la respuesta. Temía volver a cometer errores, pero le temía más a permanecer en un pasado que no definía su futuro.
-Sí -contestó.
-Bien... eh... ¿Aun te gustaría ser padre?
Su estómago se revolvió por la palabra y apartó el mal pensamiento con una determinación endemoniada. Toda su vida se había convencido de que no sería como Elliot, hoy sabía que por mucho que compartiera su sangre con ese hombre... sus acciones no eran las suyas. Aún podía añorar una familia propia sin creer que acabaría convirtiéndose en una copia de su progenitor.
-Sí, quiero serlo alguna vez.
-¿Me amas?
-Te amo con todo lo que tengo, Ivelisse.
-Si un día te despiertas y te das cuenta de que no sientes lo mismo, de que la chispa se fue... y conoces a alguien más que te haga feliz ¿Me lo dirás? ¿Serás sincero y me dirás que ya no me amas?
Eran más de tres preguntas, aunque respondería un millón si era ella quien las hacía.
-Si te reconforta diré que sí, pero tienes que saber que no hay posibilidad de que eso ocurra. Esto que siento por ti es demasiado para ser una casualidad o una sensación pasajera, te amaré hasta el final de mi vida y eso es un juramento. -Juntó su frente y cogió su rostro entre sus manos-. Eres la variable en un mundo de leyes universales y el amor que impulsa la fuerza con la que se mueve mi mundo.
Ivelisse sonrió con los ojos cerrados y lo atrajo para pegar su mejilla a la suya sin tener que pararse de puntillas, él la abrazó por la cintura refugiando a los dos en el calor del otro y resguardarse de las brisas heladas de la costa. El aroma de las flores se confundía con el de la humedad y la sal en el aire.
-A veces no tengo idea de qué merengues estas diciendo, pero haces que estar enamorado suene como una proeza científica -opinó divertida, pero entonces bajó su tono de voz y susurró en su oído-: Te amo, Asher y quiero estar contigo.
Asher inspiró profundamente cuando le dijo que lo amaba y a Ivelisse le pareció el hombre más hermoso del maldito planeta tierra. El brillo en su mirada era el mismo que había visto en Jules cuando hablaba de su amor perdido, salvo que por primera vez este amor y deseo se concentraban en ella. Ansiosa, tocó la boca masculina, bordeó con los dedos sus labios, dibujándolo como si saliera de su mano y lo vio sonreír bajo su tacto.
Él empezó a acortar el espacio que los separaba y que resultaba un infierno infinito.
-¿Puedo? -preguntó Asher con el deseo sobrevolando en sus palabras.
-No puedes. Debes -respondió sabiendo que le suplicaba y no le importó.
Se encontraron en un beso y lucharon tibiamente, mordiéndose los labios, su lengua se apoderó ávidamente de ella provocando que múltiples gemidos escaparan; sus respiraciones se hicieron pesadas, iban y venían entre bocanadas cortas. Él hundió las manos en su pelo, acariciando lentamente la profundidad de su cabello mientras la besaba como si tuviera la boca llena de vino y dulce, de movimientos vivos y fragancia a flores con sal. Le costaba trabajo quedarse quieta porque literalmente se moría esperando que la tocara, su cuerpo estaba frío y la ropa mojada la hacía temblar; deseaba sacarse el vestido... quería que él le diera un poco de su calor.
-Estas temblando -murmuró el hombre en sus labios.
-Sí, me estoy congelando -contestó sin apartar sus pupilas de su intensa mirada azul.
-Yo también -concordó con voz ronca.
-Quítate el traje entonces -susurró nerviosamente.
Ella notó una perturbación en la postura de su... amante al acabar esa frase, algo oscuro y mucho más picante se adueñó del ambiente. Asher la acorraló contra la pared junto a la ventana mientras le hacía el amor con la boca, recorriendo al mismo tiempo su cuerpo con las manos y buscando el mínimo contacto de su piel. O' Neal podía sentir su desenfrenado anhelo de poseerla en ese contacto primitivo, en el tenso envaramiento de sus músculos, en el atronador latido de su corazón y en la urgencia de su beso.
Ni en sus fantasías había imaginado que sería la protagonista de una situación como ésta, con un hombre que la amaba y la abrazaba como si se estuviera muriendo de hambre por ella. Asher la tocaba de verdad, era una sensación tan aterradora como excitante que hacía que le flanquearan las piernas.
-Me encantan las flores en tu pelo, te hacen ver hermosa.
-Gracias -dijo ruborizada.
Sus iris azules se agasajaron en los suyos, arideciendo en la intensidad y la sinceridad de una promesa. Como si ella fuera lo único importante en esa habitación. De más estaba decir que nadie la había mirado nunca así.
-Hablo en serio.
-Y yo te vuelvo a dar las gracias. A mí me pone a mil tu sonrisa, quizás vaya a besarte sin tu permiso de ahora en adelante por simple antojo -avisó ella con picardía.
Él sonrió e Ivelisse se estremeció cuando empezó a besar su cuello.
-Hazlo cuando quieras, yo comparto tus antojos -recalcó quitándose el saco del traje.
A ella le cosquillearon los dedos y empezó a desabotonarle la camisa a tirones, la excitación murmuró en su sangre cuando escuchó el ferviente jadeo masculino que a él le salió de la garganta y volvió a consumirlo en un beso robado mientras le arrancaba la prenda blanca. Un duro, pero pálido abdomen saltó a la vista. Su cerebro entró en corto un minuto, lo había visto desnudo una vez y hasta dónde recordaba Asher era un hombre medianamente escuálido o eso había sido porque viendo esos abdominales... Mierda, sabía que iba al gimnasio y tampoco era musculatura exagerada, pero esto sí que era una sorpresa.
-Madre mía -soltó antes de darse cuenta. Se avergonzó inmediatamente, aunque Asher se carcajeó como un niño.
-¿Ve algo que le guste, Señorita O' Neal?
-Eh... no sé, estoy tratando de asimilar que ahora tienes músculos en los músculos de tus músculos. Diablos, dije mucho la palabra músculo.
Impactándola aún más, él la cargó y la besó con una pasión que podría derretir ambos polos helados de la tierra. Ivelisse le rodeó el cuello con los brazos y el torso con las piernas, rebotó en el mullido colchón cuando la tumbó en la cama; indignada lo alcanzó con las manos para obligarlo a descender sobre ella con la suavidad con la que una gota de lluvia se desliza contra un cristal. Como la coreografía de un baile lento, terminaron los pasos perfectamente dispuestos sobre el otro. El muslo de Asher quedó aprisionado entre sus rodillas y por su expresión parecía el prisionero más feliz del universo. Ahogándose en caricias y besos, acabó con la falda del húmedo vestido subida hasta los muslos mientras él se movía con brusquedad entre sus piernas. Demasiado hipnotizado por el deseo. Estaba por morir y ni siquiera habían comenzado.
Las sensaciones eran adictivas, la presencia de las manos masculinas se hacían camino desde sus muslos hasta sus senos y desencadenaban en besos en su cuello. Sus sentidos, aquellos ocultos en los años, despertaron por la magia de provocaba su respiración y sus jadeos. Se sintió indefensa ante el poder que la abrumaba y la empujaba más allá. El placer se hacía paso por su cuerpo y respondía a ellos inmediatamente hundiendo sus uñas en la espalda de Asher. Atrapados en un escenario de romance y deseo, susurrando palabras de amor cuando percibía los labios de él acariciándola y la disputa agresiva de su lengua en su boca. Notando como sus huesos se deshacían mientras su piel se quemaba. Solo podía elaborar un pensamiento coherente y no rehuyó a decirlo en voz alta:
-Te amo. Te amo. Te amo.
-Yo te amo aún más, Ivy -susurró jadeando sin aliento-. No sé como lo haces, pero desnudas mi alma y la besas. Te metes dentro sin tapujos como si tuvieras todo malditamente calculado, logras que acabe jodidamente enamorado de ti minuto a minuto... sin vuelta atrás.
-Soy una genio del mal.
-Y yo soy tu víctima... tu más leal y enamorada víctima.
La besó con una ferocidad insuperable. No pudieron aguantar más, se deseaban desde hace muchísimo tiempo. Había sido un tira y afloja desde que se conocieron. Aplastandola contra el colchón, le mordió el cuello y besó todos sus miedos uno a uno. Él la abrazó tan fuerte que le sacó una sonrisa ansiosa. No escuchaba otra cosa que su propio corazón golpeando su caja torácica. Asher le subió las manos por encima de la cabeza y la devoró allí en la cama, luego descendió con sus labios hasta su pecho; se le estaba quemando la piel. Hacía mucho calor. Gemía víctima de su toque, se aferraba a sus hombros anchos y ni siquiera de dio cuenta de cuando terminaron desnudos ante el otro, se mostraron sus imperfecciones y sus cicatrices; las que tuvieron años atrás o las que se habían hecho los últimos meses. E incluso así, él la amó y ella repitió una tras otra vez su nombre con todo el amor que le había ocultado.
-Un poco más... solo un poco más... -rogó necesitada de sus manos.
Mordiendo sus labios, originando un dolor dulce y asfixiándose un breve absorber de alimento, acariciándose hasta que les dolieron las manos, besándose sedientos, abrazándose en una infernal muerte bella que provocó que sus corazones se fundieran como un reflejo en el agua. Encontrando la poesía en la danza de sus caderas por toda la cama, en el sudor navegando por su espalda, en la sensualidad de sus pupilas debocadas al mirarse, en los gemidos que se escaparon cuando la luz del amanecer entró por la ventana y en la existencia de ambos haciendo el amor.
Atravesando el caos y descubriendo el brillante amarillo en el ojo de la tormenta.
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