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Capítulo 25

09/05/2017

Asher se golpeó la frente mirando al cachorro sentado sobre un par de periódicos en un rincón de la sala, el diminuto animalito era una bola de pelos manchada en blanco y negro con un aspecto similar al de un agresivo pitbull... miniatura claramente. Carraspeó y el perro lo miró con sus ojos café apuntando en direcciones opuestas, se lo había encontrado llorando dentro de un contenedor aprisionado en el interior de una bolsa plástica; si hubiera tardado unos minutos más en sacarlo se habría asfixiado. Planeaba llevarlo a un refugio a la mañana siguiente.

Sentado en el sofá, se tronó los dedos impaciente, esperaba hace media hora que el cachorro comiera el trozo de pollo asado sobrante de la cena de la noche anterior, pero esa criatura no hacía nada y permanencia congelada, limitándose a continuar existiendo sentada sobre su trasero mientras lo miraba sin mirarlo.

Ni siquiera había ladrado desde que lo recogió.

¿Tendría algún problema?

Escuchó la puerta abriéndose y se giró para ver a Ivelisse entrando a la casa, las horas extra siempre se reflejaban en su rostro decaído.

-Hola, profesor ¿Por qué la cara larga? -indagó ella aproximándose hasta él.

-Hola, Ivy. Pues tengo un problema... -Hizo un gesto en dirección al animal-. Tenemos un invitado tem...

No pudo terminar de hablar porque le sangraron los tímpanos, el chillido de la mujer se tornó cada vez más agudo hasta que se convirtió en un sonido de rango ultrasónico que ningún ser humano podría oír. El cachorro dio su primera señal de vida y se espantó cuando O'Neal se agachó para recostarse sobre el suelo, la mujer prosiguió a administrarle una sesión de caricias y apelativos cariñosos exagerados para cualquier ser viviente.

-¡¿Quiiiién es este terroncito de azúcar tan bonito?! -exclamó enamorada rascando bajo el hocico del animalito y dando leves toques en su naricita de botón-¡Eres un bebé bueno! ¿Quién es un bebé maravilloso? ¡Tú! ¡Sí, tú lo eres!

Él permaneció congelado viéndola revivir al cachorro que comenzó a ladrar molesto de que le tocaran la nariz, fue como si hubiese picado el botón de encendido en el minúsculo cuerpo perruno y activado la impasible energía salvaje del canino que empezó a jugar con ella, tratando de morder su cabello o saltándole encima para gruñirle.

-Rayos ¿Qué le hiciste? Hace cinco minutos era una papa que respiraba sentada sobre su trasero con mirada malvada.

-Magia, profesor -dijo distraída-. Es como una vaquita del tamaño de un zapato ¿De dónde lo sacaste?

Ivelisse cargó al animal con emoción y giró sobre su espalda para recostarse boca arriba en el suelo, lo colocó al can sobre su estómago haciendo que le ladrara empedernido mientras la tomaba como una compañera de juegos. Asher apoyó el mentón en su puño -sosteniéndose del apoyabrazos del sofá-, observando como actuaba como una niña envuelta en la demencial alegría de estar recibiendo su primer mascota.

-De un bolsa plástica -respondió apenado.

Ella se enderezó con la boca abierta por la consternación y la indignación, el cachorro ahora se acurrucaba en el confort del regazo femenino.

-¿Cómo puede haber gente tan despreciable? -preguntó furiosa.

-Porque necesitamos dar una definición a despreciables y existiendo ellos, podemos hacerlo muy bien. -Se levantó con cansancio, avanzó hasta ambos para acuclillarse y poder tomar la patita del canino, que en consecuencia quiso morder su dedo-. Mañana lo llevaré a un refugio y podrá tener la oportunidad de tener una familia que lo cuide.

El rostro de la mujer entristeció, él se mordió la lengua por accidente y apretó la mandíbula. No iba a ceder a conservar a esa pequeña bomba de malicia destroza pantuflas.

Sin embargo, de un instante al otro, Ivelisse ladeó la cabeza con una sonrisa demasiado dulce en sus delgados labios y unos ojos acaramelados de largas pestañas que le produjeron una sobrecarga en el sistema nervioso, no necesitaba una tomografía computada para saber que esa mujer le había fundido el cerebro.

Frunció el ceño para resistir la tentación de entregarse a cualquier cosa que pidiera.

-Él es lindo -dijo ella recostando al animalito contra su mejilla.

-No -contestó serio.

-Es tierno.

-No.

-Se parece a ti también.

Alzó las cejas escéptico.

-¿Qué? ¿Cómo?

-Es como una papa que respira sentada sobre su trasero con mirada malvada cuando esta aburrido. Pero se convierte en un gran chico cuando lo haces reír, justo como tú.

Asher se pellizcó el puente de la nariz completamente frustrado por ser manipulado por esos iris cafés llenos de estrellas.

-Es un cachorro -aclaró él con deseos de hacerse el difícil.

-Y me agrada.

-¿Sí?

-Igual que tú -murmuró la mujer con tono cariñoso besado al cachorro.

-¿Te agrado?

El corazón le latía fuerte, ella era un maravilloso desastre inquebrantable con una mirada llena de caos que él estaba dispuesto a cruzar. Sonrió inconsciente al verla levemente sonrosada por la intensidad de la conexión entre los dos que palmo a palmo se hacía más incontrolable.

-Sí, profesor. En cuanto vi a este pequeñín me enamoré de él... o ella, no lo sé exactamente -contestó Ivelisse.

¿Había sido eso una indirecta? ¿Estaría mal de su parte asumirlo? Preguntar estaba prohibido, de lo contrario rompería el hechizo que los cubría.

-A mí también me agradas mucho -reveló ansioso.

-Entonces...

-¿Entonces qué?

Ella le enseñó al cachorro y éste le ladró en la cara.

-¿Podemos quedarnos con él? Vas a amarlo.

Suspiró realmente rendido. La confabulación era tan palpable que le erizaba la piel, si no se alejaba de O' Neal ahora... no sabía si resistiría el impulso de tocar su rostro y recorrer con los dedos sus labios mientras lo atacaba con aquella potente personalidad suya.

-No puedo creerlo -se quejó.

-¿Qué?

-Tú ganas... de nuevo -manifestó el hombre irguiéndose con las manos en las caderas.

La despampanante dentadura de la mujer se hizo presente, ya que sonreía de oreja a oreja, soltó al cachorro y esté salió corriendo como una minúscula bala de un lado a otro de la casa mientras ladraba a las ventanas y cortinas en movimiento.

-Lo sé -aceptó ella orgullosa.

Él se cruzó de brazos con una picara expresión de cansancio.

-Tú siempre ganas y no sé cómo lo haces -acusó.

-Lo sé.

De repente, vieron como el cachorro lloraba a una planta junto al televisor y con una inocencia perruna orinó la maseta. Asher miró de reojo a su compañera de casa que estaba completamente avergonzada por el accidente.

-¿Cómo quieres que se llame? -cuestionó él viendo al perro rascar su oreja con la pata trasera.

-No lo sé -admitió Ivelisse con sinceridad-¿Alguna idea?

-Malvavisco. -Rió ante la confusión de la mujer y adelantándose a su pregunta contestó-: También me recuerda a ti, es malvado y visco.

Ella lo encaró ofendida y divertida por el comentario, huyó a la cocina cuando lo golpeó en el hombro.

Tendrían que preparar una cena para tres.

Ivelisse se sentó en el retrete con el Sr. Malvavisco envuelto en una toalla entre sus brazos, empezó a secarlo lo mejor que pudo y cuando lo consiguió lo cubrió con una manta suya para calentarlo; de no haber estado tan sucio lo habría dejado pasar porque era demasiado pequeño para bañarse.

Depositó al cachorro cobijado en el suelo un minuto para limpiar el baño, ambos se habían dado una ducha y creado un pequeño desorden. Una desgracia porque ese cuarto era un diamante en bruto, compensando el ancho con el largo y compitiendo con la sensación claustrofóbica utilizando un celeste pálido en las paredes y pisos de madera clara; al final de la habitación estaba la ducha con mampara y una ventana alta que en las mañanas permitía entrar muchísima luz; le seguía el retrete y luego el lavamanos -debajo de un espejo circular-, con un estilo similar al de una cómoda en donde guardó sus artículos personales en el último cajón.

Una vez secó el suelo mojado, salió del baño con una toalla envolviendo su cabello, su pijama de "pena ajena" se constituía por una camiseta gigante amarilla con un hot dog con cara de mujer caricaturesca sobremaquillada que le llegaba a las rodillas y unos pantalones anaranjados.

El Sr. Malvavisco se había dormido y tenía la cabeza hacia atrás con la lengua colgando; daba tanto gracia como ternura.

Bajó de la planta de arriba y se dirigió directamente al estudio deseosa de desplomarse en el sofá-cama que había preparado antes del baño. Sin embargo, se detuvo cuando se encontró a Asher sentado en el colchón mientras hablaba por teléfono. Podía adivinar lo nervioso que estaba por la forma en que se tiraba del cabello y se encorvaba hacia adelante.

Pudo oír la conversación por accidente:

-Dile a mamá que se tranquilice y tú también mantente en calma, si vuelven a verlo voy a viajar yo mismo hacia allá para encargarme... no, Skye... sí ya lo sé, pero no pueden encerrarlo por eso. Escucha, mañana seguimos con esto. Tú respira y cuida a mamá... sí, gracias por llamarme... Te amo, adiós.

Él colgó y vio como levantaba el brazo para arrojar el móvil, pero se arrepentía y se cogía la cabeza con las manos. O'Neal se inquietó enseguida así que entró en la estancia para dejar al cachorro durmiente seguro sobre una almohada, rodeó la cama y se sentó a su izquierda.

Asher se sobresaltó al advertir que el colchón se hundía, ella notó que tragaba saliva alterado al ver como su nuez de Adán subía y bajaba.

-Lo siento, no te vi -se disculpó él mientras se levantaba-. Te dejaré dormir. Buenas noches.

Ivelisse lo tomó de la mano para que le prestara atención, sus miradas hablaron por ellos y el hombre volvió a sentarse a su lado.

-¿Quieres contarme que pasa, profesor? -preguntó con sutileza.

Él suspiró apesadumbrado.

-¿Te acuerdas de que te dije que mi padre es un hijo de puta que se mete en nuestra vida de vez en cuando para arruinarla?

Se estremeció por lo mal que se oía eso, de repente se imaginó un montón de escenarios aterradores que la espantaron y lo compadeció.

-Oh, no -balbuceó.

-Sí, el imbécil volvió a aparecer y parece que sabe sobre la boda de mi madre. Pinchó los neumáticos del auto de Charles y dejó una carta de "amor" en la puerta de la casa de mi madre. Pidieron una orden de restricción en su contra hoy, pero Skye está muy asustada.

-Mierda, es un infeliz malnacido... sin ofender -aclaró.

-Descuida, lo es. -Se pasó las manos por la cara-. No podía pasar más de un mes sin problemas... maldita sea.

Hubo un silencio influenciado por la angustia, el ambiente se tornó pesado y ella no estaba dispuesta a permitir que Asher se aislara del resto del mundo para cerrarse en un suplicio privado. Deseaba transmitirle comprensión y cariño como él había hecho en su peor momento. Empática, puso una mano en su hombro para que la mirara a los ojos. La perturbación en sus iris azules la entristeció.

-¿Me permites abrazarte? -cuestionó insegura.

Asher se tensó y asintió rígido.

Como si fuera un gesto que habían realizado mil veces antes, la mujer pasó una mano por su espalda y la colocó en su hombro derecho; con la otra acarició su antebrazo izquierdo para tranquilizarlo. Conforme pasaban los minutos se relajaba.

-No me alejaré, me importas mucho y estaré para ti -juró decidida.

Él rió, apoyó su cabeza contra la suya y a Ivelisse le latió el corazón en los dedos de los pies.

-No voy a llorar -dijo necio.

-Yo lloraría. Está bien llorar.

-Deberías estar durmiendo, trabajas mañana y necesitas pegar un ojo.

-No podría dormir sabiendo que tú no puedes hacerlo porque estarás pensando en esto.

-¿Entonces que vas a hacer? Porque yo desgraciadamente seguiré pensando en esto -contestó retándola.

-Si es así compartiremos el insomnio ¿Te parece bien?

-Claro que no -farfulló testarudo-. Tú debes dormir y descansar. Es mi estrés no el tuyo.

Ella alzó la cara para confrontarlo, sus rostros quedaron tan próximos como para que sus respiraciones se mezclaran y a su cuerpo se le alteraran cada uno de sus sistemas principales: el bombardeo de adrenalina y la tensión muscular que acompaña el estrés. Su aparato digestivo o su "segundo cerebro" capaz de percibir las emociones, le produjo pinchazos en la barriga. Su cerebro activó el sistema respiratorio y sintió que le faltaba el aire. Tenerlo de esta forma la inducia en una ansiedad que le provocaba un mareo de tipo psicógeno haciendo que percibiera la cabeza como embotada o vacía.

Se tragó los nervios y dijo con su mejor personificación de documentalista:

-¿Sabías que en concreto, el estrés está detrás del 85% de los casos de insomnio ocasional y que las mujeres entre 40 y 49 años son las más afectadas?

Asher alzó una ceja.

-¿Y eso qué tiene que ver?

-Tú me has contagiado tu estrés. -Lo apuntó con el dedo-. Además, aunque logre conciliar el sueño, el estrés impide que este sea reparador ya que no se concluyen las fases de sueño profundo y REM. Así que tampoco dormiré esta noche ¿Quieres jugar al UNO? Lo tengo en el bolso.

-¿Por qué tienes un juego de cartas en el bolso?

-Alguien las olvidó en una mesa en el trabajo ¿Qué debía hacer? ¿Tirarlas a la basura?

El hombre estalló en carcajadas con su incongruente conversación, Ivelisse sonrió orgullosa de haber conseguido su cometido y logrado alegrarlo. Aunque arriesgaría sus horas de sueño a cambio.

-¿No hay forma de que cambies de opinión? -cuestionó él frotándose los ojos hinchados.

-Ni la más mínima.

-Pues me rindo y sí, quiero jugar al UNO... pero antes debo escribir algo.

Una chispa de curiosidad la picó en la espalda baja y subió por su médula hasta su cerebro como una proposición.

-¿Tu diario? -interrogó sonriendo y el profesor de física asintió-. Tráelo y escribe aquí, yo haré lo mismo.

-¿Para qué quieres hacer eso?

-No lo sé. -Y era cierto, no tenía idea de porqué lo proponía-. Estoy divagando, si no quieres no hay problema. Perdón si es incómodo, no quería pasarme de la raya.

Él se levantó asustándola, automáticamente se recriminó por ser tan idiota y haberlo ahuyentado. Sin embargo, Davies le sonrió de una manera petulante con pizcas de arrogancia.

-Ya vuelo y no te alarmes, es interesante, quiero saber si con verte a los ojos bastaría para saber si escribes mi nombre en tu diario -avisó con una expresión indescifrable inclinándose hacia su rostro.

Despies de eso, Asher se marchó e Ivelisse permaneció en shock hasta que el Sr. Malvavisco empezó a mordisquear la almohada.

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