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Capítulo 06: Cuando perdemos una estrella

Dereck Bassley

La observé conversar con Hannah y Gisselle. Observé su cabello castaño pegado al rostro, su piel morena, el traje de surf pegado a su cuerpo como una segunda piel. Observé cómo arrugaba el rostro cuando Hannah decía alguna bobería y como reía junto a Gisselle.

Pánico. Eso era lo que había sentido al ver que no salía del agua luego de montar una buena ola. Nos le habíamos quedado mirando porque la tía era buena e iba muy bien hasta que perdió el equilibrio y cayó al agua. Hunter fue el primero en nadar, luego le seguí yo. Y la encontré muy abajo, sin hacer el más mínimo esfuerzo en salir y respirar. Sin hacer el mínimo esfuerzo para vivir.

Tenía el corazón en la garganta cuando la saqué del agua y no podía dejar de pensar en lo fértil que se veía. Su piel morena brillaba por los rayos del sol y el cabello pegado al rostro no me dejaba ver con claridad las pecas esparcidas por sus pómulos y nariz.

Me pregunté internamente qué hubiese sido de ella si no hubiésemos estado cerca para sacarla del agua, pero mi mente intentaba bloquear todo tipo de suposición. Realmente no quería saberlo.

Por suerte la madre de Hannah la había obligado a tomar ese curso de primeros auxilios junto a Shawn hace un buen tiempo. No pasó mucho tiempo cuando la morena ya se encontraba consciente y tociendo un montón de agua. En ese momento sentí que podía respirar de nuevo.

—Entonces, ¿hace mucho calor en Sídney? —Caden se sentó a un lado de Gisselle, frente a la morena, la cual lo miró con un poco de curiosidad.

—En realidad, si. Hace un montón de calor —confesó—. Con la cara de niño pijo que tienes, estoy segura que te quejarías apenas pongas un pie en la arena caliente.

—Me ofendes, corazón —el rubio se llevó la mano al pecho, fingiendo indignación—. De todas maneras, lo mío es pilotear aviones, no caminar descalzo por la arena de Sídney. No quiero que una serpiente me muerda el culo mientras estoy sentado en el retrete.

—No sabes lo que dices —afirmó.

—He conocido muchos lugares mejores que Australia —dijo mi amigo con aires de superioridad, aunque sabía perfectamente que solo quería molestar a la chica. Ser un pesado era parte de su personalidad—. No me interesa ir por muy lindas que sean sus playas, vengo todos los veranos a Los Ángeles. ¿Qué no ves esta maravilla? —señaló el mar y soltó una carcajada—. No hay medusas box en la orilla.

—Eres un imbécil —soltó Gisselle.

—Un imbécil que te ama, cariño —Caden se levantó de un salto y dejó un beso en lo alto de la cabeza de su hermana. Me di cuenta de cómo Hannah lo miraba antes de apartar la mirada y jugar con la caracola que tenía entre los dedos—. ¿Quieren algo de tomar? —preguntó el muy capullo.

No presté más atención. Me di la vuelta y maldije en voz baja. Caden no tardó mucho en llegar a mi lado; me dió una palmada en el hombro y se postró a mi lado.

—¿Pasa algo? —indagó con curiosidad.

—Creo que tú y Hannah deberían hablar —solté. Noté inmediatamente cómo se tensó.

—¿Hablar? ¿Sobre qué?

—Lo que sea que esté pasando entre ustedes dos. ¿Crees que está bien que sigan así? Tú por tu lado, Hannah por el de ella y...

—¿Qué cojones sabes tú qué es lo que está bien o no para nosotros?

—No quiero que sufra —lo señalé—. No más. No es justo, Caden. Tú no lo entiendes porque no haz visto cómo se queda dormida luego de llorar toda la noche. No la haz escuchado preguntarse una y otra vez que es lo que ha hecho mal para que las cosas sean así ahora.

—Lo que no es justo es que estemos hablando de esto —murmuró pasándose las manos por el pelo en un gesto de desesperación—. Ya habíamos tocado este tema antes, Bassley. No quiero volver a hablar sobre Hannah.

—Eres un cobarde —admití con sinceridad.

No sabía realmente en qué clase de persona se había convertido Caden luego de la muerte de Shawn.

—Y tú un puto imbécil —respondió—. No me hagas esto. No sabes lo jodido que es para mí.

—¿Para ti? No seas cínico, fuiste tú el que decidió irse y dejarla cuando más te necesitaba, sin siquiera darle una maldita explicación.

—No pienso seguir hablando de este tema contigo —sentenció—. No lo entenderías.

Entonces se alejó.

Sabía perfectamente lo difícil que era para él —y para todos—, lo que había ocurrido, pero ya está. Es parte del pasado. Habían pasado dos años desde entonces, lo suficiente como para vivir con el recuerdo. Era jodido, si, pero no queda más que vivir con ello. Habíamos perdido a un amigo, Hannah un hermano y había sido lo suficientemente duro; no había razón para complicarlo más.

Supongo que eso es así cuando perdemos una estrella, es el ciclo en la vida. Es jodido, frustrante y devastador. Solo deseamos salir de ahí, del hueco en el que caemos cuando afrontamos la realidad. Y no es fácil cuando queríamos tanto a esa persona, cuando su muerte fue tan brusca y devastadora, cuando sabíamos que no merecía ese final tan atroz. Entonces nos preguntamos el por qué.

¿Por qué así? ¿Por qué el? ¿Por qué tan pronto?

Me di media vuelta y visualicé a las chicas juguetear con la arena mientras hablaban. Me acerqué mientras le daba un sorbo largo a mi bebida y me senté a un lado de Gisselle.

—Entonces —empecé, llevándome la mano al pelo—, ¿están preparadas para bailar esta noche hasta el amanecer?

—Estuve esperando este momento todo el año —Hannah sonrió—. El verano siempre será mi época del año preferida.

—Espero que este año no seas tan mala copa como el anterior —Gisselle la señaló con el dedo—. No quiero limpiar vomito en mi salón de nuevo.

Hice una mueca de asco de solo pensarlo. Desvíe la vista hasta la morena, la cual solo escuchaba la conversación sin aportar ni una sola palabra. Las chicas me siguieron la mirada.

Era linda. Estaba seguro que podría matar a cualquier tío con tan solo mirarlo con esos ojos marrones. Las pecas por el rostro le daban el toque. No sabía que las chicas de Australia eran tan guapas, sino hubiese tomado el primer avión en cuanto hubiese tenido la oportunidad.

—Tú también puedes venir con nosotros, si quieres. Va a estar genial —Gisselle fue la primera en hablarle e invitarla.

—¡Oh, si! Deberías venir con nosotros. Seguro que los chicos no tendrán ningún problema en que vengas.

—Yo... No sé si...

—¡Vamos, nena! —la animó la pelirroja—. Es tu oportunidad para que conozcas lo que es una fiesta de verdad. Una buena fiesta de verano y te aseguro que no querrás que sea la última.

—Sería bueno que asistas con nosotros —me encongí de hombros. Su mirada se posó en mi con curiosidad—. Solo si tú quieres. En realidad, me da igual si vienes o no.

—No seas pesado, Dereck.

—Solo espero que no tenga que salvarte la vida una vez más —dije, ocultando una sonrisa. Fui consciente que me apuñaló con la mirada.

—Sabía que mi intuición no me había fallado. Eres un idiota disfrazado de héroe —me sonrió fingidamente—. Tranquilo, capullo. Te aseguro que no necesitaré de tu ayuda una vez más.

—¿Entonces eso es un si?

—Es algo que no te incumbe.

—Chica dura, me gusta.

—¿Ahora intentas coquetear conmigo?

—¿Coquetear? ¿Quien demonios está coqueteándote?

—Cállense los dos de una buena vez —Gisselle se paró de sopetón. Solté una carcajada—. Has apuntado nuestros números. Si quieres ir, llámanos. Pasaremos por ti a las ocho o también podemos enviarte la ubicación. Tú solo contáctanos.

—Gracias, chicas.

La morena se puso de pie luego de eso y se despidió de las chicas con cortos abrazos. Gisselle le murmuró algo al oído que no logré escuchar, y en realidad, tampoco me interesaba saber qué era.

—Nos vemos, Summ —me despedí mientras caminaba hacia donde había aparcado el coche.

El teléfono empezó a sonar. Hunter se había ido de la playa hace unas cuantas horas y seguía jodiendo por el maldito teléfono. Cuando iba por la tercera llamada decidí cogerla.

—Joder, Hunter. Estoy manejando ahora.

—Tengo un problema.

Mi cuerpo se tensó de tan solo escuchar eso. Cuando esas palabras salían de la boca de Hunter, es porque algo realmente no iba bien.

—¿Que ha pasado?

—Necesito dinero, Dereck. No tengo el dinero de la droga completo y Riggs lo necesita ahora. Solo son unos cuatro mil. Prometo que te los devolveré el fin de semana, tío.

—No puedo creerlo —apreté el volante a tal punto que los nudillos se me pusieron blancos—. ¿De nuevo estás con esa mierda? Pensé que me habías dicho que...

—Está mal para ti porque no tienes dos hermanos pequeños que mantener solo. Te juro que cuando tienes a dos chiquillos a tu cargo haces lo que sea porque tengan un plato de comida en la mesa todos los días —Hunter soltó un suspiro largo—. Yo tampoco quisiera estar metido en esta mierda, ni tener que meterte a ti también, pero realmente necesito el dinero.

—Cuenta con eso —accedí sin pensarlo—. Estaré en casa en veinte, te espero ahí.

—Vale —pude sentir al alivio en su voz—. Y Dereck...

—¿Qué?

—Gracias, tío.

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