Capítulo 9
23/06/2017
—Yo voto por la camisa negra —opinó Tino sosteniéndose el mentón con dos perchas con sacos negros de un traje azul y otro marrón.
—Es una fiesta de quince, no un funeral —replicó Erin con las manos en las caderas observando a Jules modelar unos pantalones de vestir azul oscuro y una camisa formal de color blanco—. Me gusta más el traje negro y la corbata celeste, realza más con tu mirada.
Hacía aproximadamente dos horas que estaban en la tienda de ropa eligiendo un atuendo para la fiesta de cumpleaños de la sobrina de ambos hombres que sería dentro de algunas semanas, el menor de los hermanos le había pedido ayuda para elegir los atuendos y se la ponían muy difícil. Florentino tenía un gusto pecaminoso por tonos que ni siquiera un payaso de circo usaría y Jules se cargaba una actitud cómica que la distraía cuando debía concentrarse.
—Que bien que realce tu mirada, hermano. Es el único atributo que tienes —comentó el muchacho sonriente.
El mayor lo miró cómplice del fraternal humor que compartían y la irlandesa se apretó el puente de la nariz frente a la escena que se vendría por novena ocasión ese día.
—Por lo menos no me veo como un camarero de Las Vegas —atacó el hijo de en medio mostrando su reluciente dentadura mientras apuntaba el traje rojo chillón con un moño de brillos en el cuello del chico.
—¡Oh! ¿Quieres empezar? Pues hablemos de esa barriga de elefante. Te amo, pero has dieta... te ves como esos actores retirados, solo que tú no tienes dinero, no eres famoso, tienes canas y eres 10 % bello... por dentro.
—¿Escuchas eso, Tino? Es la voz de tu interior diciéndote que al menos mis kilos extra tienen arreglo, pero tu cara no.
—¿Sabes que existe el cirujano plástico? —se carcajeó el mellizo de Fiorella.
—¿Tienes dinero para pagarlo?
—Tengo hermanos muy buenos y un riñón para vender.
—Tienes cuatro hermanos que te patearan el trasero si te tocas el riñón.
—Son cinco ¿No te cuentas a ti mismo?
—Yo no te golpearé, pero alentare a los demás. No me gusta ensuciarme las manos.
—Eres diabólico.
—Y tú un idiota.
—¡Ay, niñas las dos son bonitas! ¿Podemos seguir? —intervino Erin con simpatía.
Los dos cerraron la boca, pero diez minutos después estaban jugando de nuevo como si fueran infantes. Ella decidió recorrer la tienda en busca de algún otro traje que agradara a su meticuloso estilo, le resultaba entretenido ver a Jules interactuar con su hermano menor de esa forma y como adoptaba una personalidad diferente con él. Desconocía si se comportaría así con sus otros familiares, podía sospechar por su manera de referirse a ellos cuando platicaban, pero sería distinto presenciarlo. Desde hacía casi dos meses que se conocían, su relación seguía sin títulos aún y estaba bien con ello. Se llamaban a cualquier hora, hablaban antes de dormir, a veces un leve coqueteo se les escapaba y allí quedaba. Los besos, las caricias y el deseo no daban señales de aparecer. Creció emocionalmente, no era indiferente exactamente al placer, pero se volvió individual, impasible antes los hombres y los exagerados coqueteos que recibía en el trabajo.
A pesar de que ella había considerado que el sexo era fundamental en el pasado, notó que ya no quería nada de eso. Se había hastiado de postres y ahora se apartaba de la mesa de tentaciones porque prefería una conversación profunda con alguien que la oyera.
Avanzó entre los maniquíes de plásticos rostros negros y se dirigió al sector de ropa femenina, se componía de una tienda grande, funcional y elegante completamente amueblada por Effe Arredamenti con el suministro completo de muebles y estanterías modulares modernas, pero también de muebles a medida para la exhibición completa de ropa para mujeres, hombres y niños. Todo en expositores circulares e inclinados, también en las góndolas de exhibición. La rodeaba el acero pulido, maderas lacadas, iluminación LED, sofás de cuero negro, placas de yeso en el techo y perfume ambiental con olor a lavanda.
Frenó delante de una blusa de mangas largas y espalda descubierta que le fascinó, observó el conjunto que llevaba. Unos pantalones holgados con aberturas laterales en tono blanco y una ajustada camiseta vino de tirantes que levantaba su busto. Razonó un instante, los hermanos seguirían bromeando un rato y esa blusa se vería increíble con su falda favorita.
—Si me la pruebo y me queda bien, sería un crimen no comprarla —se dijo a sí misma cogiendo la prenda.
Avistó los probadores a unos pasos de distancia y se apresuró hacia ellos. Sin embargo, no esperó que alguien la empujara a la fuerza dentro de uno, la aplastaron contra el espejo en la pared y le cubrieron la boca para que no gritara; ni siquiera podía ver de quien se trataba por estar pegada al vidrio. Alcanzaba a divisar una silueta masculina con una sudadera negra con capucha, el tipo estaba frotándose contra ella y podía sentir su respiración sobre su cuello. El infeliz jadeaba. A Erin se le llenó el corazón de horror y coraje, pateó hacia atrás como una lunática e intentó llevar las manos hacía atrás para arañarle la cara; se retorcía de la manera que lo haría una víbora, pero él tenía más fuerza.
Una mano subió por su estómago y su torso, apretó uno de sus senos tan violentamente que le provocó dolor. Este era el maldito de Derek, no le sobraban dudas.
Cerró los ojos asqueada, primero que nada necesitaba calmarse y pensar. Inhaló hondo y dejó de pelear, escuchó la risa masculina como si fuera una aprobación. Aflojó el cuerpo mirando alrededor, el espacio no era muy grande así que si lograba empujarlo lo suficiente podría sacarlos y huir.
Le flaquearon las rodillas cuando una fétida lengua lamió la parte posterior de su cuello, ya no podía esperar. Plantó su pie en la pared a su derecha y la usó para impulsarlos a los dos unos pocos centímetros hacía aún lado, su atacante quiso volver a dominarla y la tomó de la cintura, pero ella ya había aprovechado su agarre y levantó ambas piernas para que él cargara con su peso, fijo sus pies sobre el espejo e impelo hacia atrás. Derek trastabilló incapaz de equilibrarse y cayeron de espaldas fuera del probador, él la soltó instantáneamente para salir corriendo.
Erin no esperó e hizo lo mismo, escapó y pidió ayuda a la primera empleada que se encontró en la sección de ropa para niños. No lloró, se hallaba tan asustada que no conseguía derramar una lágrima. La amable empleada la llevó con el encargado para llamar a la policía, se mantuvo sentada en un sofá de cuero con las manos sobre el regazo como si fuera una muñeca. Cuando entraba en pánico no podía moverse, ni articular muchas palabras, se quedaba abstraída en un mundo sordo. Por los menos hasta que el rostro de Jules apareció delante de sus ojos, de rodillas frente a ella con un ataque de ansiedad dibujado en su rostro y con sus enormes manos acunándole la cara.
—Hada... —susurró él soltándola.
Erin negó abrumada y rompió en llanto para deshacerse del miedo que sentía, le rodeó el cuello con los brazos refugiándose en su calor. La voz de Tino se oía lejana y no le interesaba, solo deseaba quedarse allí con él hasta que su mente borrara la repulsión de aquel momento. Decir que no estuvo en sus cabales el resto del día sería preciso, hablar con la policía y esperar a que revisaran las cámaras de seguridad, consumirse en furia cuando vio que el desgraciado de Derek se había cubierto tan bien la maldita cara que no se veía en el video. Se comió el odio para no gritarles a todos y tuvo que conformarse con que dijeran que irían a corroborar la ubicación del sospechoso a la hora del ataque.
Regresó al apartamento de Jules en autobús porque D'amico no subía ni a autos ni a taxis, por más que quisieron convencerla decidió ir con él en transporte público; le pidió a Tino que llevara el auto. Ya en el edificio se dio un baño, usó un conjunto de ropa masculina que ellos le prestaron porque lo que llevaba puesto antes la sofocaba y luego bebieron café hasta que la policía llamó para decirle que Derek tenía una coartada: había estado trabajando esa tarde y su jefe lo corroboró. Erin no gritó, sabía que los testigos mentían... todos mentían cuando les ofrecían la suma necesaria y la familia de su acosador tenía dinero que ofrecer. Así había salido de la cárcel la primera vez. En algún momento de la noche los hermanos le preguntaron si quería quedarse y accedió indiferente.
Aunque se vio obligada a marcarle a su madre para notificarle.
Contestó al segundo intento.
—Mamá, me pasó algo hoy —balbuceó seria.
—¿Ahora qué? Siempre estás metiéndote en escándalos ¿Es mucho trabajo comportarte?
—Me... —Lo pensó y prefirió mentir a lidiar con Nessa—. No volveré esta noche, trabajé hasta tarde y me quedaré en casa de una amiga.
—Está bien, vuelve mañana temprano. Ya no hay leche en el refrigerador.
Sí, la leche era muy importante.
—Okey, adiós.
No hubo respuesta y colgó.
A las nueve comieron pasta recalentada y después discutieron por quien dormiría en el sofá, el humor de la irlandesa no estaba para ser cuestionado ese día así que los hermanos se fueron a dormir juntos a la recamara y ella se quedó en el sofá envuelta en mantas. En medio de la madrugada volvió a llorar sola.
Jules no concilió el sueño en ningún sentido, se mantenía despierto apretando los dientes colérico por lo que había pasado y con naturalidad se declaraba culpable por no haber protegido a Erin como debía, ella fue por petición de Tino y por estar siendo un idiota con su hermano... un enfermo la había tocado en un probador. La oscuridad empeoraba su delirante mente, los ronquidos del menor de los D'amico lo mantuvieron atentó a los sonidos del exterior y las sirenas en la calle le trajeron recuerdos plasmados con fuego en su cabeza.
No había protegido a Erin.
Él podría haber evitado que pasara si se hubiera quedado a su lado.
Una afirmación flotaba sobre este trágico asunto, ella conocía a su acosador y lo hacía preguntarse ¿Cuántas veces se había visto víctima de esto? ¿Una? ¿Dos? ¿Cinco?
La inquietud lo venció, se puso de pie tratando de no despertar a su compañero de habitación y salió rumbo a la sala para husmear si la mujer se hallaba bien. Su apartamento no era precisamente grande, así que en cuando abrió la puerta de su cuarto la primera imagen que vio fue la de la pelirroja vestida con una de sus enormes camisetas de básquet y los pantalones cortos que usaba para correr, estaba sentada en el suelo con los hombros recostados contra el sofá, la hinchazón en sus ojos se distinguía entre la negrura y las lágrimas en sus mejillas adquirían una tenue luz por la luminiscencia que entraba por la ventana abierta.
El hada lo miraba fijamente con sus iris apagados, de repente levantó sus manos hacia él como si le rogara que la tomara entre sus brazos y obedientemente cumplió exactamente lo que pedía; avanzó a zancadas en su dirección para dejarse caer de rodillas tal como había hecho esa tarde en la tienda de ropa y con mucho cuidado se enroscó alrededor de su tenso cuerpecito y pasó un brazo alrededor de ella. Sintió cuando comenzó a respirar de nuevo. Sonaba entrecortada e irregular. Jules apoyó la cabeza sobre su hombro y la abrazó contra él.
Erin se recostó sobre él, y sintió que era la cosa más correcta que había experimentado jamás, acoplarse a su figura mientras la mujer se sentaba en su regazo, de frente con las piernas abiertas a cada lado de su cadera para encajar mejor. Se limitó a acariciar su espalda con suavidad y a peinar su enredado cabello rizado luego del baño.
—Tienes preguntas ¿Verdad? —inquirió ella en voz baja.
Sí, tenía demasiadas.
—Las tengo, pero podemos guardarlas para cuando te sientas lista. Por ahora podemos quedarnos así como estamos.
—No le tengo miedo, Jules. Pensar en él no me va a impedir hablar.
Negó rendido, era testaruda hasta el fin de los días.
—Escucharé lo que sea que digas, pero debes saber que no hay presiones.
—Lo sé, créeme que lo sé. —Con su pecho pegado al suyo la sintió tomar aire—. Derek era un amigo que tenía cuando vivía en Tucson, lo conocí en una sesión de fotos y supe que si me relacionaba con él podría tener contactos en el campo del modelaje. Era el típico mujeriego con un papá forrado en oro y solía coquetear con todas las chicas que se le pasaban por delante, pero parecía más idiota que mala persona. En ocasiones podía ser muy agradable. Le encantaba salir conmigo y no pensé que estuviera mal. —Suspiró—. En aquel tiempo aún no estaba casada, mi ex esposo, Asher era muy amigo de mi prima... Ivelisse. —Fue obvio que le costó pronunciar el nombre de la mujer—. Ellos de verdad eran grandes amigos y casi siempre estaban juntos.
—Oh... no... —se calló de golpe. Fue imposible no decir algo por lo que aparentaba la situación.
Erin bufó molesta, parecía enfadada de que los juzgara y él no entendió esa reacción.
—En ese aspecto yo fui la que los juntó, había querido que mi prima se hiciera amiga de la hermana de él para que yo no tuviera que lidiar con ella, pero al final terminé haciéndolos más cercanos. Bueno, no es una sorpresa que no me gustó y pensé que si ella empezaba a salir con alguien... se distanciarían un poco. Derek estaba dispuesto y accedió. Llegó el día de su cita y él... mi prima terminó golpeada y abandonada en un callejón lleno de basura... el infeliz le causó una lesión cerebral. Ella está bien por... no lo sé, milagro. ¿Sabes cuál fue la peor parte?
No le gustaba como iba el relato, ese hombre era muy peligroso como para seguir en las calles.
—¿Qué?
—Yo nunca pensé en ella. Tres horas sin que apareciera y no me preocupé... mi mente me decía: simplemente están tonteando, están teniendo sexo, se escaparon para ver una película y tener una cena. —Sorbió por la nariz—. En ninguna momento me preocupé por ella... si no fuera porque Asher fue a buscarla... habría estado desorientada y vulnerable toda la noche porque su prima no pensó ni un maldito segundo. Lo que hice fue enojarme con mi ex esposo por alterarse. Después de eso no podía mirarla, la culpa me daba arcadas y tampoco me sentía capaz de pedirle perdón. No merecía ese perdón. Me pasaba las noches pensando y diciéndome "No es mi culpa", "No, si lo es", "Sí, soy la culpable". Me distancié de Ivelisse porque no soportaba saber que la había metido en ese infierno, incluso cuando me buscó yo me negué a hablar... sabía que ella me perdonaría y no podía aceptarlo. Derek fue encerrado después de eso y su familia lo sacó un año después, me ha estado jodiendo desde entonces, pero luego de divorciarme se volvió desesperante.
Dios, empeoraba con cada palabra que decía.
—¿Tu ex esposo sabía de esto?
—No, era mi problema. Además, cuando estaba casada no... no era peligroso.
La curiosidad seguía crepitando en su lengua, desconocía si estaba bien continuar con este sinfín de relatos o se trataba de un abuso de su parte, pero si ella se disponía a confesarse él quería oírla.
—¿Qué pasó con tu prima?
Erin hundió el rostro en su hombro y su voz sonó amortiguada:
—Ella está con mi ex esposo ahora, vive con él desde que mi madre la echó de la casa a patadas mientras yo estaba acobardada viendo. Salió tan lastimada y aun así no la ayudé. No sé si ambos son algo más en este momento, pero sinceramente espero que sí.
Nuevamente un dato incomprensible.
—¿Eso esperas?
—Ellos se amaban, Jules. Lo supe siempre y aun así me casé, se amaban de verdad... aunque fueron tan estúpidos que decidieron olvidarse porque yo era más importante para ambos. Nunca hubo nada entre los dos. Solo un amor sin confesarse. Ivelisse escribe diarios y los leí una vez, lo que escribía del amor que sentía no se comparaba al mío. Asher por su lado, la pasó terrible mientras estuvimos casados. Fui una perra con él. Lo manipulé, lo obligué a cambiar todo de sí mismo para que fuera como los maridos de mis amigas ¿Por qué? Porque yo quería encajar y estaba desesperada por aceptación. En una noche pasada de copas llegué a engañarlo, lo miserable que me sentí y lo idiota que fui para aceptar la responsabilidad terminó por romper lo que siempre estuvo roto. Hoy nada de eso me importa, ni la aceptación o la fama... al cambiarlo borré lo que amaba de él y lo lastimé muchísimo. Nunca volveré a ser tan estúpida, nunca olvidaré que fue mi culpa como acabaron las cosas. Por eso me alegra... por eso deseo que estén juntos.
Guardó silencio procesando la conversación, en el exterior las sirenas prevalecían como un canto de pesadillas y el goteo del grifo hacía eco sordo en la cocina, el cuerpo de Erin se enfriaba a la par del suyo. Él odiaba la infidelidad, le parecía de cobardes y no iba a defenderla por esa decisión, pero entendía que las personas cometían errores.
Incluso si había sido la bruja más cruel de este lado del planeta nadie merecía ser estigmatizado durante toda su vida. No justificaba que sufriera por ello hasta que le sangrara el corazón. Jules conocía el peso de la culpa y lo sádica que podía ser en una mente saturada, le era tan familiar como su reflejo en el espejo.
—A veces pienso que eliges cuidadosamente las palabras para tratar de hacer que te odie —opinó tranquilamente juntando su sien con la de ella.
—Sería mejor que me odiaras. Tú eres una buena persona, yo no.
—¿Soy una buena persona?
—Sí.
Cuando le contara lo que callaba su alma ya no pensaría aquello. La cogió de la cintura y la empujó lentamente hacia atrás para verla a la cara, no llevaba maquillaje e incluso así le resultaba hermosa. Salvo por los rastros de agua salada que le cubrían las mejillas enrojecidas por la congoja, sus pestañas estaban pegadas por los residuos de las gotas de su dolor.
—Mi novia se llamaba Cyliane e iba a pedirle matrimonio... su muerte fue mi culpa.
Erin palideció, entreabrió los labios para decirle algo y no salió ningún sonido, solo un jadeo ahogado.
—¿Eh?
Asintió incapaz de mirarla.
—Mi familia es de Virginia, mi madre sigue allí y tiene una casa cerca de un lago. Vamos ahí en las vísperas de su cumpleaños para pasarla juntos. Hace unos años vivía en Tucson con Cyliane, nos conocimos de adolescentes y... quería proponerle matrimonio con toda la familia presente, pero las cosas fueron terribles la semana que estuvimos allá y cuando volvíamos en coche... no parábamos de gritarnos. Yo estaba tan enojado con ella que la insulté todo el maldito viaje... no podía parar... no miraba la maldita carretera... no lo hacía... —Cerró los ojos porque le picaban, su garganta se contraía y sufrió un mareo—. Era de noche y llovía... el conductor de un camión se quedó dormido al volante y nos embistió, mi primera reacción fue intentar girar a la izquierda, no logré hacer nada más que empeorarlo... al hacer eso el impacto se enfocó en el lado del acompañante. Cyliane no tuvo ni una maldita oportunidad porque decidí girar a la jodida izquierda —escupió con auto desprecio—. Yo tuve lesiones leves, un golpe en la cabeza y a todo el condenado mundo diciéndome que no era mi culpa. Su familia... ni siquiera ellos me culparon... pero yo sabía lo que hice. Fui el responsable por elegir la izquierda, por concentrarme en gritarle y no en la carretera... ¿Eso me hace buena persona, señorita Mckenna? Yo creo que no.
Ella frunció el ceño contrariada, en lenta sucesión le tomó el rostro y lo acercó a su pecho para volver a abrazarlo. Jules se encorvó sobre el cuerpo femenino, la posición en la que estaban era incómoda y dolorosa para su espalda, pero le restó importancia. El latido de del corazón del hada lo adormecía lo suficiente como para querer quedarse así.
—Sé que no quieres mi compasión, pero quiero que sepas que no te culpo y que me honra que fueras abierto conmigo —declaró la pelirroja.
—Podría decirte lo mismo.
—Sí... no es bueno lo que hacemos.
—¿Confiar en el otro?
—No, confiar está bien... pero no podemos buscar la salvación en el otro. —Bufó cansada—. Mierda, necesito terapia.
—Es buena, te la recomiendo... es difícil, pero a mí me ayudó mucho.
—¿Quieres seguir con esto?
—Sí.
—¿Estas cansado?
—Un poco.
—Quédate conmigo un minuto más y te dejaré ir, necesito un segundo más... me haces sentir segura.
Con la mejilla en su pecho se dejó soltar una lágrima. El sonido de las sirenas se había desvanecido, sus manos jugaron con su cabello rojo, suave y sedoso oliendo a champú y mujer. Erin le subió el rostro a la altura del suyo y le dio un beso en el delicado contorno de su sien.
Él se lo permitió. Su vulnerabilidad estaba herida, era un flagelo que rasguñaba por debajo de su piel, marcándolo profundo por dentro en algunos lugares que ni siquiera sabía que existían. Apretó el agarre de su brazo alrededor de su cintura.
Tenía que decirle, por lo menos una vez.
—Empiezas a gustarme —susurró. Arrugó el entrecejo—. Pero no quiero que me gustes. No quiero que nadie despierte esto de nuevo. No quiero una relación con nadie. No quiero enamorarme de nadie. Me estás enloqueciendo.
—Tú también empiezas a enloquecerme, pero no buscaré nada de ti más que compartir un poco de tiempo. Después de lo que pasó hoy, te necesito un instante... por favor.
El aliento dejó sus pulmones como si le hubiera dado un puñetazo. La acercó. Ella puso su cabeza sobre su hombro y lloró en silencio mientras la mecía. Se sentía tan bien apoyarse en ella, respirar su olor, dejarla acariciarle el pelo o acariciar sus mejillas y arrullarlo. Casi le hizo creer en cosas buenas. Estaba demasiado cansado para luchar contra esto.
—Esto nunca va a suceder otra vez —le dijo—. Lo juro. Ojalá hubiera estado allí para evitar que sucediera hoy. Apesta que no estuviera. Pero te lo estoy diciendo ahora, Hada, nunca va a suceder de nuevo.
Hablaba con toda la fuerza de un voto mientras ahuecaba la parte de atrás de su cabeza y ella escondía la cara en su cuello.
—Dame un segundo más... quédate conmigo un segundo más, por favor —pidió angustiada.
Él juró sobre todo lo que tenía.
No volvería a girar a la izquierda, se mantendría recto sin importar lo que viniera contra su persona.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro