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Capítulo 35

22/05/2018

—Jules, duele —gimió Erin.

—Lo sé, perdóname. Hazlo con cuidado.

Él la ayudó a recostarse con cuidado en la cama, la cubrió con las mantas y se sentó a su lado. Se miraron un instante para luego sonreír y tomarse la mano, habían vivido una pesadilla real esos últimos días. Jules preparó la cena, acababa de darle una mano para ducharse y hasta le había secado el cabello con el secador. Le desesperaba hacer todo por ella. Derek estaba detenido con la posibilidad de pasar su vida en prisión y ella tenía dos heridas que le dejarían cicatrices que hablarían de que había sobrevivido, afortunadamente ninguna fue mortal. Sí graves. Pero no letales.

—Ven aquí, cariño. Ven y abrázame —dijo estirando su brazo sano.

Jules apretó los labios y arrugó el mentón mientras fracasaba en reprimir las lágrimas que contenían su dolor. Durante el tiempo que estuvieron en el hospital, él se había hecho el fuerte y mantenido firme para ser su soporte en ese difícil momento, pero la pelirroja lo conocía muy bien como para creer aquella fachada. El hombre se inclinó sobre su cuerpo para abrazarla con cuidado, lo incitó a acostarse cómodamente a su lado y lo animó a usar su pecho como almohada. El aroma de su shampoo le transmitió tranquilidad, olía a vainilla y le gustaba.

—No quería llorar frente a todos —admitió Jules.

—Lo sé.

—Lamento haberte dejado sola en el hospital.

Le pellizcó la mejilla como castigo haciéndolo quejarse.

—Ya basta, tenías que ir al trabajo y yo estaba bien.

—Pero estuviste sola.

—Fiona estaba conmigo.

—Yo quería estar contigo, casi te pierdo —dijo abrazándola más fuerte—. Diablos, yo debería de consolarte a ti.

—Shhh... ya no hay de qué preocuparse. Yo también tuve miedo, pero te juro que ni por un minuto pensé en rendirme y arriesgarme a perder lo que amo —anunció con determinación—. Además, ya he llorado suficiente esta semana y tú has estado ahí para mí, si quieres descargarte hazlo.

Y lo hizo. Jules lloró un largo rato cobijado bajo su caricia, cuando se calmó prosiguió a darle una ardua sesión de besos para compensar los que no le había dado esas semanas. Ella cogió su mano para llevarla sobre su corazón, sintió la tensión del cuerpo masculino derretirse mientras su malvada boca y su ansiosa lengua trabajaban bajo el ataque de las suyas. Usó su brazo sano e introdujo su mano bajo su camiseta para ponerlo nervioso con el roce de sus uñas en su piel. Él jadeó cuando le chupó la lengua y notó como arrugaba las sábanas por las ganas de tocarla.

Lástima que no pudiese envolver sus piernas alrededor de su cintura, eso ponía a mil al papá de su bebé. Aunque una parte de Erin quería extenderse y deleitarse en la intensidad de ese hombre hambriento tras una experiencia tan dura.

Adoraba jugar con él, tentarlo hasta volverlo loco y esperaba el momento en que se diera cuenta de...

—Mierda —exclamó el pobre hombre dejando sus labios.

Victoria, D'amico cayó en picado y Erin se carcajeó por el sonrojo del hombre provocado por la excitación frustrada.

—¿Qué pasa, cariño? —preguntó con malicia.

Jules frunció el ceño.

—¿Qué demonios estamos haciendo? Estas recuperándote de una herida. —Levantó un dedo para darle más contundencia—. Ningún frenesí permitido.

—Yo solo te di un beso, no soy quien está pensando en cosas sucias.

—Yo no pienso en nada —mintió.

—Ah, ¿entonces ya no me deseas? —indagó fingiendo pesar—. Ya no soy atractiva para ti.

Él ocultó el rostro en su cuello y bufó:

—No hagas eso, eres perversa.

Erin rió por ridiculizarlo y Jules la acompañó poco después.

—¿Mejor?

—Mejor —respondió calmado.

—¿Me leerás antes de dormir?

—Es la última página, lo sabes ¿Verdad?

—Sí.

Esperó nerviosa mientras él se marchaba y buscaba el libro de su padre en la sala, no lo leía desde que ingresó al hospital porque ya había llegado la última hoja que Dalan escribió. Su corazón se negaba a dejar ir este pequeño pedazo del hombre que le enseñó lo que era amar y ser amada, el que la hizo creer en los sueños y las hadas. Jules regresó con el libro de memorias, se sentó lo más cerca que pudo y le enseñó la página amarilla donde un par se letras torcidas en cursiva narraban el último aliento de una bella persona.

—¿Lista?

—Sí.

Entonces él comenzó a leer con sumo respeto:

Dalan Mckenna, 39 años.

Un momento

Discutí con mi Hada de tormenta y ella se ha enfadado conmigo,
pero no puedo darle otro cuento

Siento que en cualquier momento cerraré los ojos y no los abriré,
le pregunté aquello que me tortura hace años

Pregunté y pregunté si Lissy era mi hija,
ella aceptó no saberlo

Una alegría inmensa llenó mi pecho,
un sentimiento nace en mi corazón y lo sé, simplemente sé que lo es

Dios, te agradezco las dos niñas que me diste

Me hubiera gustado darle a Lissy el padre que merecía,
que hubiéramos vivido juntos más que veranos efímeros,
que hubiéramos cortado más flores
y cantado más

Mis hadas
me temo que me voy y me duele

Lissy, sé que no me tuviste el tiempo que necesitabas
que no te cargué lo que merecías
que no te enseñé lo que hubiera dado como tu padre
quiero que sepas que esperaba cada verano para verte sonreír
y que siempre te he amado como mi hija,
recuerdo las veces que me preguntaste si podías llamarme papá

Claro que sí, nena, llámame en todo momento porque estoy esperándote

Sigue siendo la radiante gota de luz que eres,
serás una mujer tan hermosa como tu madre
y tendrás su corazón de eso no hay duda

Erin, mi princesa de las hadas
Lamento dejarte, me voy y te prometo que no es para siempre
un día me encontrarás y yo te regalaré una rosa
Sigue siendo irrefrenable, desafiante y bella
No dejes que borren tus sueños, sueña hija mía, se feliz y no desperdicies el tiempo

Ama, llora y ríe
Papá está contigo eternamente, día a día mírate al espejo y di:
Soy una Mckenna y sueño más allá de todo

Oh, Moira.

¿Qué decirte?

Te amo desde hace tanto que este amor es mi sustento

No cambiaría nada de haberte conocido
desde que te vi en el río, acepté mi destino y te amé

Te amé con la mayor sinceridad de mi corazón,

Dios tendrá que hacerme espacio frente a la puerta de los cielos,
pues no pienso entrar hasta que llegues a mi

Cada segundo que respires,
cada latido que dé tu corazón y
cada lágrima que derrames

Estaré ahí sintiéndote

Te espero, mi chica de tormenta
Te espero y te amo como un hombre ama a la vida

Adiós, mis hadas

Han hecho de mi historia la más mágica de todas

Jules acabó de leer y se aclaró la garganta con los ojos rojos, ella no pudo decir nada y sonrió feliz, dolida, completa con esta ilusión que le daban. Tendría que contarle a Ivelisse, cuanto antes y decirle que cabía la posibilidad de que fuera su hermana. Hijas del mismo padre. Hermanas reales. No podía parar de reír y llorar por las palabras de Dalan.

—Oh, Hada —exclamó Jules limpiándole las lágrimas.

—Somos hermanas, lo sé —dijo con las mejillas doloridas.

—Es increíble.

—Jules...

—¿Sí?

—Soy feliz. Estoy tan feliz con todo. Tengo una hermana, tengo una prima nueva, me tengo a mí y a ti —anunció tirando de él para estrecharle con amor—. Tengo a nuestra familia y soy feliz por ello. Quiero soñar el mundo contigo ¿Tú soñarías conmigo?

—Oh, si ya estoy soñando, Hada mía.

La besó y se sumergió en un pequeño frenesí, una caricia que duró incluso después del roce.

Un amor que vibró en el desafiante rojo de su alma de tormenta.

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