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Capítulo 21

Adrián Howard

Mi vida se está yendo al carajo cada día que pasa en esta casa.
El día que la madre de Hadley se interpuso para que mi padre se detuviera no salió nada bien.

Mi padre nunca deja las cosas sin completar, ya se imaginaran lo que sucedió. Recibí golpe tras golpe al llegar a casa. Ya no duelen ¿saben? solo los recibo y ya, no es como en el principio. Aquel día Hadley dijo algo que hasta el sol de hoy no he podido sacar de la mente, ¿ella sufrió de violencia?

Es la pregunta que a rondado en mi cabeza todos estos días.

—¡Tío Adri! —exclamó, el pequeño ruloso viniendo a abrazarme mientras su mochila se movia de lado a lado.

—¿He oído la voz de mi sobrino favorito? —fingí buscar con la mirada a alguien más, me puse de cuclillas quedando a su altura. —¡Aquí estas! —exclamé correspondiendo a su abrazo.

—Se lo diré a Kiara —dijo éste, sonriendo cinícamente y fue a alcanzarla, ya que esta aún no llegaba. —Tío Adri dijo que yo era su sobrino favorito —presumió, sacando la lengua.

—Esta mintiendo, yo soy su favorita. —Se defendió la chica— ¿no tío? —me preguntó llegando hacia mí.

Mire a Hanna la cual venia detrás de Kiara en busca de ayuda. Esta río divertidamente mientras se encogía de hombros.

—No estoy mintiendo, dije que el era mi sobrino favorito, pero tu eres mi sobrina favorita. Así que son mis únicos y favoritos sobrinos —trate de explicarles, pero ni yo mismo me entendí.

Milán y Kiara compartieron miradas de confusión y se dirigieron hacia el auto sin decir otra sola palabra.

—Que buen trabalenguas —se burló Hanna.

—Gracias por tu ayuda, querida hermana —ironizé, apoyando me brazo en su hombro.

—¿En que momento te volviste tan alto? Me niego a ser tan pequeña —comentó, fingiendo hacer un berrinche.

—No llores, no eras tan pequeña ya casi cumples los veintinueve —me burlé, ganando un fuerte golpe mis costillas. —Me olvidé de lo pesada que eras —me quejé, sobando el lugar del dolor.

Hanna sonrió con malicia empezó a correr hacia el auto. Traté de alcanzarla pero ya era tarde, ya estaba sentada justo en el asiento del piloto.

—¡No se vale! —reniegó.

—Baja ese tono te voz muchachito, estas hablando con tu hermana mayor, así que sube al auto. Ya —recalcó con una sonrisa en su rostro.

Rodeé los ojos divertido y subí a regañadientes, con la atenta mirada de ella.

—¿Qué sucede? —cuestione una vez estado dentro.

—Nada —respondió volviendo de prisa su vista al volante.

—Se que no es nada, ¿qué sucede? —insistí

—¿Papá te hizo esto? —señaló a un  pequeño moretón en mi mejilla.

Permanecí en silencio, Hanna soltó un suspiro pesado y puso en marcha el coche. —Tú y yo hablaremos después —murmuró.

—Tío Adri —me llamó, Kiara.

—Si, Kiki —le respondí por su apodo.

—¿Puedes convencer a mi mamá para que nos lleve a los juegos? Por favor —preguntó casi suplicando a mi oído.

—Claro, princesa —acepté en un susurro. 

Me volteé hacia Hanna la cual se encontraba con su mirada puesta fijamente al frente de volante. No parecía haber escuchado algo ya que traía la radio encendida, le baje un poco de volumen y entonces hable.

—Oye, ¿no quieres ir a los juegos? —cuestioné.

—¿Porque querría ir allí? —interrogó con simpleza.

—Pues, no se. Hace años que no vamos juntos, podríamos ir hoy —sugerí

—No estaría tan mal, pero la verdad no lo se —aludió no muy segura.

Aquí era donde yo entraba, siempre había podido convencer a Hanna. Desde pequeño lo hacia y siempre funcionaba. 

—Vamos, tu hermanito quiere ir, por favor —formé cara de cachorrito.

—¿Por que haces eso? —pregunto tratando de reprimir una sonrisa —Esta bien —aceptó sin verme.

Solté un grito de emoción junto a los dos pequeños. Hanna observó por el espejo a los niños y entendió que ellos lo habían planeado, pero lo único que hizo fue reír junto a nosotros.

Era algo temprano todavía así que sugerí ir por algo de comer. Me acordé de la cafetería que mencionó Hadley el otro día, pero no sabia donde quedaba exactamente.

Opté por enviarle un mensaje de texto. Se que podemos ir a otro lugar pero, ¡esas donas estaban deliciosas!

Y no estoy exagerando.

Tardo un tiempo para responder pero finalmente lo hizo. Pusimos el GPS para así podernos guiar mejor.

—¡Pero que sorpresa chico guapo! —exclamó, Margaret mientras salía de la cocina limpiando sus manos en su mantel. —No creí verte por aquí.

—Sus deliciosas donas lo hicieron posible —hablé divertido.

—Oye, nada de señora o tratarme de usted, puedes tutearme. Me siento más vieja de lo que ya soy, cuando lo hacen. —Me corrigió

—Entendido —bromeé, sacando mi pecho como si fuese militar. Margaret soltó una pequeña carcajada y aventuró su mirada hacia mi hermana y sus hijos—. Margaret, ella es mi hermana, Hanna; y ellos son mis dos sobrinos, Milan y Kiara —me animé a presentarles.

—La belleza es de familia, al parecer —aludió con una sonrisa, mientras se acercaba a Hanna para darle un abrazo. —Mucho gusto.

—El gusto es mío —formuló, correspondiendo al abrazo.

Los dos pequeños corrieron hacia aquella mujer y la envolvieron en sus pequeños brazos. Ella tuvo que agacharse un poco para poder corresponderles. Milo y Kiki son todo lo opuesto a lo que se dice timidez, mejor dicho creo ni siquiera conocen esa palabra. Siempre son ellos mismos, no hay nada que se los impida.

Extraño eso, cuando no tenia que fingir una personalidad que no es la mía.

—¿Quieren probar mi nuevo postre? —les preguntó, Margaret. Como todo niño que nunca se niega, aceptaron felizmente. —¿Qué ordenaran ustedes? —se dirigió a nosotros.

—Una malteada de fresa con oreo y una dona de chocolate, para mí por favor —pedí.

Lo se, haré una sola revoltura de dulce, pero da igual, de vez en cuanto no hace daño. Ella empezó a anotar en una libreta mientras tanto Hanna se decidía por lo que ordenaría.

—Un café y un rollo de canela —finalmente se se decidió.

—¡Listo! en un momento se los traigo —dicho esto, desapareció por la puerta que daba a la cocina.

—Milan, Kiara —Llamó la castaña clara a sus hijos. —Laven sus manos —les ordenó

Ellos hicieron caso a su mandato y fueron corriendo hacia el baño.

—Ahora si, hermanito —empezó a hablar, mientras posaba sus brazos sobre la mesa.

—Hanna, no quiero hablar de eso —informé, sabiendo a lo se refería.

—Pero lo haremos —decretó—. No puedo permitir que te siga haciendo esto —se refirió a los golpes— ¿Como mamá puede permitirlo?

—No tiene otra opcion, Hanna. Papá la tiene amenazada practicamenta, al igual que todos. 

—Hoy iré a casa —anunció— Esto tiene que parar...

—No lo harás —le interrumpí— Tu ya tienes tu vida hecha, si vuelves eso complicara las cosas y no quiero eso para ti.

—Lo siento, pero mientras tu sigas siendo tratado así por papá, no estaré nunca en paz. Eres mi hermano —llevó su mano a mi mejilla— Tengo que protegerte.

Los niños llegaron marcando el fin de la conversación. Pronto después, Margaret llegó con nuestra orden. El ambiente dejo de algo tenso y se convirtió en uno más tranquilo y cálido, lleno de halagos hacia la comida de aquella señora.

Pedí la cuenta, una vez ya habiendo terminado todos. Siendo sinceros, no duramos ni media hora en terminarnos los postres, hasta Milo que es uno poco renuente para comer, termino su postre primero que todos.

—Los niños van por mi cuenta —anunció mi hermana.

—No, yo pagaré —la corregí

—Nada de eso, ellos me ayudaron provando mi nuevo postre, así que no pagaran —decretó la dueña del local.

—No —negamos apenados y en unísono Hanna y yo.

—¿Como que no? Ya lo he dicho, no pagaran —recalcó Margaret y empezó a la cuenta de la comida de nosotros.

[...]

Luego de haber tenido un debate con Hanna, por quien no pagaba. Nos dirigimos finalmente hacia los juegos, nos adentramos al lugar observando cada detalle. 

Hace más de seis años de no venir a este sitio. Hanna y yo solíamos visitarlo frecuentemente los fines de semana. Teníamos la riña de competir en los carritos chocones, cosas de hermanos.

Mamá nos solía regañar por ello, ya que según ella, éramos muy violentos y pesados cuando lo hacíamos y no tomábamos precauciones con las demás personas.

—Creo que hoy le patearé el trasero a alguien —lanzó la indirecta, bien directa, la chica a mi lado.

—Umm, creo que sera al revés —la desafié.

Ambos nos miramos desafiantes unos a otros. Permitimos que los niños jugaran un momento, para sí después nosotros poder competir tranquilamente.

—Le pondré Snow —anunció, refiriéndose al peluche que recién se había ganado, la pequeña niña ojos almendra.

—Que feo nombre —bromea, para molestar su hermano. Debo admitir que me recuerdan a Hanna y a mi de pequeños. Aunque ella me llevaba doce años de diferencia no se le escapaba molestarme y si no yo lo hacia.

—No más peleas —los reprendió la mamá—. Quédense aquí sentados viendo como derroto a su tío, ¿ok? no se muevan.

—Ja, si como no.

Ironicé.

Nos dirigimos hacia la pista, ya luego de haber comprado los tickets. Nos colocamos los equipos de seguridad y pronto después nos adentramos a nuestros autos. La bocina sonó, dando por empezado el juego.

Hanna como era de costumbre atacó primero. Giré el volante a manera de no chocar con nadie más que no fuera ella, metí el acelerador lo más que pude logrando arrinconarla en una esquina. ¡Punto para mí!

Se preguntarán como definimos el ganador. Bueno pues, el que tenga menor número de acórralos, gana. Y el que tenga el mayor pues, pierde.

Consejo; Nunca se distraigan y celebren hasta que ya hayan ganado del todo. Hanna aprovecho a que yo celebrara mi punto, para así ella poder atacarme desprevenido. Hice toda una maniobra para no chocar con la pared, pero no sirvió de nada, toqué la pared. Esto significa que era punto para ella.

—¡Vamos tío Adri! —me alentaron Milán Y Kiara desde donde se encontraban

—¡Traidores! —se quejó, su madre hacia ellos.

Era mi momento, jugué con la misma carta. Logré tomarla distraída y hice que chocara con la pared. Ella renegó por lo bajo y me miro fulminante.

Ya casi se terminaba el tiempo del juego. Íbamos empatados, cuatro a cuatro. El ambiente se tensó, compartimos miradas desafiantes, pisé el acelerador y choqué contra ella, pero no logre lo que quería.

Esta vez ella fue la que atacó, llevándose ella misma a la derrota ya que yo esquive su auto haciendo que ella se estrellara a la pared, sin poder hacer algo para evitarlo y casi llevándose de encuentro a una señora de la tercera edad, ¿pero que hace alguien de esa edad aquí? La bocina sonó nuevamente, pero esta vez dando por terminado el juego.

Solté un grito, celebrando mi victoria.

—¡Te gané! —le restregué en su cara.

—Ja, ja —fingió reír—Dime otro chiste —se burló.

—Acéptalo, hermanita. Te vencí —recalqué las últimas dos palabras.

Hanna siempre me ganaba, pues claro. Yo estaba más pequeño y no utilizaba tanto el cerebro.

—Ya era tiempo, felicidades —festejó, dando pequeños aplausos.

Llegamos hasta los niños, los cuales ya se encontraban preparados para celebrar junto a mí.

—Ustedes son unos traidores —se victimizó, Hanna—. Apoyaron más a su tío que a mí. —Se llevó la mano al pecho fingiendo ser afectada.

—Mamá, supéralo. —Kiara llevó su mano hacia el hombro de su madre—Él lo hizo mejor, tienes que aceptarlo.

Hanna hizo una mueca, restándole importancia a las últimas palabras y siguió con su camino hacia la salida.

—Ignórala, ella esta un tantito loca —susurró, Milán formando unos cuantos gestos con sus manos.

—¡Te escuche, Milán Tremblay! —grito, desde lo lejos y sin voltearse, la loca esa.

—Ups —cubrió su boca con sus manos y parpadeó repetidamente —. Se enojo —encogió sus hombros, y empezó a caminar.

Solté una fuerte carcajada por la escena, ganando la atención de muchos en el lugar, mirándonos expectantes y otros con cara de, ¿no les da pena?

[...]

Hanna condujo hacia su casa, pues decidió dejar los niños con su esposo, era lo mejor. Nos encontrábamos rumbo a nuestra casa, la castaña clara empacó unas cuantas prendas, ya que pasaría la noche y la mitad del día de mañana con nosotros.

Los guardias de seguridad nos abrieron la enorme puerta para adentrarse al terreno. Mi papá acostumbra a tener guardaespaldas por todos lados, debido a su trabajo y a la gran cantidad de amenazas que le llegan a diario, no todas son ciertas, pero, es mejor prevenir que lamentar. Incluso yo tengo, solo que son encubiertos, como lo es Charly.

El auto quedo estacionado justo enfrente de la casa. La chica a mi lado soltó un suspiro pesado y tomó el volante con fuerza, lleve mi mano a su hombro, como figura de apoyo, ella la tomó y sonrió nostálgica.

—Todo saldrá bien —le aliente.

No estaba de acuerdo totalmente, con que ella haya venido hasta aquí solo por mí. La relación de Hanna con nuestro padre a sido muy complicada desde lo sucedido hace seis a siete años atrás, ya a pasado mucho tiempo desde la ultima vez que ella piso esta casa, y desde entonces ninguno de nuestros dos primogenitores a querido acercarse una vez más a Hanna. A diferencia de mi papá, mi mamá siempre trataba de preguntarme por ella.

Bajamos del auto juntos, pase mi brazo por su hombro mientras nos adentrábamos a la casa.

—Está muy cambiada a cuando yo me fui —comentó, observando cada detalle del lugar.

—¡Señorita Hanna! — exclamó, llena de entusiasmo una de las aseadoras al abrir la puerta.

—¡Lauren! —exclamó de vuelta mi hermana, yendo directamente a abrazarla.

Ella a sido casi nuestra nana, Lauren nos cuidaba desde pequeños cada que mi madre estaba ocupada. Ganando mucho nuestro aprecio.

—¿Por qué tanto ruido...? —mi madre apareció por la sala, su rostro reflejó una combinación de sorpresa, confusión y felicidad, pero sin embargo corrió a abrazar a mi hermana.

Ese abrazo duro unos cuantos minutos, mientras ambas soltaban lagrimas de felicidad. Se separaron luego de unos segundos más y se vieron una a otra.

—No sabes cuanto te extrañe —dijo mientras le acariciaba su mejilla, nuestra madre.

—Yo igual —respondió, la castaña clara, para volverla a abrazar.

Lauren la llevo hasta su antigua habitación, pasa así ella pudiera ponerse cómoda. Mi madre la acompaño, así que yo quede en medio de la nada. Decidí ir a parquear bien mi auto, allí le podía pasar de todo.

—Al fin estas conmigo, mi niño —le hablé a mi coche, una vez ya estando dentro de él.

Mi celular en mi bolsillo, empezó a vibrar, traté de sacarlo como pude y contestar la videollamada. Coloqué mi celular en una parte del tablero mientras conducía.

—¿Dónde estás? —preguntó al ojos grises, al escuchar el fuerte sonido de la música a sus espaldas.

—En la fiesta. —Respondió, obvio.

—¿Qué fiesta? —cuestioné, confuso, a pesar del ruido pude lograr escuchar un resoplo de su parte.

—¿En serio, Adrián? —la música se empezó a escuchar menos ya que se dirigió a una parte del jardín de la casa. Su rostro reflejaba sorpresa—Emma te envió la invitación e igual yo, por si acaso no leías los mensajes de ella. —Explicó.

Revisé los mensajes no leídos una vez estado estacionado, y si, dicho y hecho. Me habían enviado la invitación.

—¿A quién se le ocurre enviar la invitación el mismo día que se realiza la fiesta? —pregunto o mejor dicho comente obvio.

—A Emma —respondió de Inmediato.

—Bueno, igual no podre ir. Hanna esta en casa y no pudo dejarla sola —me escusé.

—¡¿Qué Hanna qué?! —exclamaron  en unísono, Iván y Luka, el cual acababa de llegar.

—Si, se quedara esta noche —expliqué—. Así que diviértanse por mí.

—Te entendemos. —Habló Luka, arrebatándole el celular de las manos al ojos grises. —Ahorita estamos probando los equipos de sonido. Todavía no empieza, Emma nos pidió ayuda con eso y pues aquí estamos.

—¿Oh sí? ¿Cuántas personas invitaron?

—Pues solamente a los del instituto, esta vez no la quiere hacer tan grande —comentó. —Pero sabes lo irónico de esto, es que ella esta en su cuarto con sus "amigas" arreglándose y a nosotros nos tiene aquí como si fuésemos sus sirvientes —rodeó sus ojos, irritado.

Solté una fuerte carcajada, mientras apagaba el auto y salía de él.

—¿Me devuelves el celular? —se quejó, Iván.

—No. —Bromeó el pelirrojo.

Iván lo empezó a perseguir por todo el jardín, tratando de quitarle el celular, hasta que por fin lo hizo.

—Ahora sí —suspiró aliviado, el ojos grises—. Sera para la próxima entonces.

—La próxima la hare yo, así que no te preocupes —afirme.

Mis padres estarán por dos semanas en Ottawa, así que tendré la casa para mí solo. En medio de sus peleas, colgaron la llamada por accidente.

Entré por la puerta principal de la casa casi corriendo al escuchar unos gritos provenientes de la sala. Por mi menta solo paso una pelea entre mi padre y Hanna, pero al entrar mi mandíbula cayó al suelo. Vine corriendo desesperadamente, arriesgándome a quebrar mis dientes, porque no me fije que el piso estaba mojado y casi caigo al suelo. Solo para encontrar a Hanna gritando, pero no porque estuviese peleando, si no porque nuestro padre la perseguía por todos lados, con una cucaracha en manos.

Él le solía hacer eso siempre, ya que ella les tiene fobia a tales insectos, y según él, la mejor forma para hacerla superar su fobia era haciendo esto. Claramente no funciono por lo que miro.

Sonreí nostálgico, cuando todos estos recuerdos pasaron por mi cabeza.

—¡Quita esa monstruosidad de mi vista! —gritó, la castaña clara.

Mi padre se detuvo y calló de rodillas en el suelo, soltando unas fuertes y sonoras carcajadas.

—Extrañaba hacer eso —admitió, poniéndose de pie.

Hanna y yo compartimos miradas de confusión.

—Vengan acá —llamó hacia nosotros, extendiendo sus brazos.

Nos acercamos dudosos a él, éste nos envolvió en un cálido abrazo, pero a la vez inesperado y confuso. Lentamente sentí como su olor a alcohol subía mis fosas nasales. Allí cayó mi ilusión, y por lo que veo la de Hanna también.

La única forma en la que él actúa como lo hacia antes, es cuando esta tomado, una vez sobrio vuelve a ser el cretino que se a convertido.

—Los amo —dijo, separándose de nosotros.

Hace mucho que no escuchaba esa frase salir de su boca. Según he escuchado, que los niños y los borrachos dicen la verdad, tal vez por eso le crea estas palabras.

Hay que disfrutar mientras tanto.

—Yo también —susurre, pero Hanna pareció escuchar. Posó su mano en mi hombro y sonrió con tristeza.

El rubio cenizo, intentó subir las escaleras, pero en el intento casi se cae. Me acerqué a él y lo ayudé a subir, Hanna vino detrás de nosotros por si tropezábamos.

—Tengan —soltó un hipo, una vez estando acostado en su cama—, cuidado —continuó—. Ellos son... peligrosos.

Fruncí el ceño.

—¿Quiénes son ellos? —le cuestioné, al hombre tumbado en la cama.

—Unos con... —habló, adormecido.

—¿Con? —cuestionó, ahora la chica a mi lado.

—Con los que he hecho unos... —Fue lo último que dijo para quedarse profundamente dormido.

Salimos de su habitación uno tras el otro. Mi madre se encontraba en la otra sala, dormida con el televisor encendido. Busqué una sábana entre algunos cajones y la acobijé, apagué el televisor y me dirigí hacia la pérgola situada en medio del jardín. Me tumbé en uno de los sillones boca arriba.

Mi mirada viajo hacia el cielo, hoy se encontraba despejado dejando ver con claridad las estrellas, siendo iluminadas por la Luna. Busqué mi celular en mi bolsillo, para luego tomarle una fotografía.

Entre todos mis contactos, encontré a Hadley, y al instante le envié la foto. Cada que veo un atardecer o un cielo lleno de estrellas me acuerdo de ella y de lo mucho que le gustan, de la alegría que le provoca al ver uno.

"Para ti, loquita de los atardeceres. Y aunque no es uno atardecer, se que te gustara"

Escribí.

—¿De que crees que hablaba papá? —la voz de Hanna me agarra por desapercibido, provocando que diera un ligero salto sobre mi asiento.

—Qué... ¿Qué dices? —pregunté, distraído.

—¿Qué hacías? —cuestionó, encogida de brazos y con su ceja alzada.

—Nada, ¿Por qué la pregun...?

Sin poder evitarlo, Hanna ya tenia mi celular en sus manos.

—Uy, Hadley —dice, con todo burlón mientras leé la pantalla. —¿Quién es ella?

—Una amiga del instituto. La que nos envió la dirección de la cafetería —. Expliqué rápidamente—¿Puedes darme mi celular?

Ésta me extendió el celular, pero cuando creí que lo tenia en mis manos lo vuelve a alejar, soltó una pequeña sonrisa, al ver mi rostro, para luego ya devolverlo del todo

—Estas muy solicitado, hermanito —bromeó, sentándose a en sillón al frente de mí.

—Créelo, no es lo que piensas —aclaró.

—Aja sí, hare como si te creo —ironizó, rodeé los ojos echando la cabeza hacia atrás—. Cambiando de tema—continuó—¿A que crees que papá se refería? 

—No lo se, esta tomado, puede que este inventando cosas —respondí, aunque en el fondo se que hay algo extraño. 

Mi contestación pareció no convencerle, ya que siguió con el tema.

—Tu sabes algo —afirmó—. Vamos dímelo —rogó.

Suspiré, dirigiendo mi mirada hacia ella.

—Nada concreto, hace unos meses lo escuche en una llamada. Un hombre le decía que tenia que pagar algo y lo amenazó. —comenté—Se lo dije a los chicos, ellos quedaron de avisarme en lo mínimo que les pareciera raro con sus padres también. Cuando volví a casa ese día, escuche hablar a mamá con él, diciéndole algo sobre que le diría a nuestro abuelo, y que lo haría solo por mí.

Hanna me observaba atentamente, analizando cada palabra que salía de mi boca. 

—Crees que él este metido con...

—¿Narcotraficantes?  —interrumpí, ella asintió rápidamente—No lo se, Iván ya me lo había dicho, viniendo de él pues...

—Todo es posible. —murmuró, la castaña, con tristeza.

—En todo caso que así fuera ¿qué haríamos? —me atreví a preguntar.

—No tengo idea, Adrián —sinceró—. Primero hay que confirmar si en realidad si están en esto. Trataré de venir más frecuente para ayudarte en eso.

—Sabes que no estoy de acuerdo en que estes aquí, no quiero verte envuelta en problemas, Hanna. Tu ya tienes a dos niños.

—Lo se, pero no puedo dejar esto inconcluso.

Hanna siempre había sido así, siempre había sido mi ejemplo a seguir. Ella siempre a sido tan valiente y audaz, que a veces me sentía inservible a su lado. Hanna siempre sabe como reaccionar en cada situación, mientras que yo no, me bloqueó.

Mi celular vibró entre el descuidado silencio que se había formado en el lugar. Un mensaje de Hadley había llegado. Su respuesta fueron unos emojis  de gatos con ojos de corazones, provocando una sonrisa amortiguada saliera de mis labios.

—Límpiate la baba ¿si? —bromeó aquella chica en al frente de mí.

—Jódete —ladré, sin borrar la sonrisa en mi rostro.

—Esa boquita, hermanito —reprendió, mientras se levantaba de su asiento para irse hacia la casa. —Pero, ¿contigo o sin ti?

Solté un sonora carcajada ante su respuesta.

—Obvio que sin mí —respondí.

—Esta equivocado hermanito, te vas conmigo.

Negó, mientras hacía un sonido similar a las de las ardillas con los dientes. Hanna se dio la vuelta del todo y se dirigió hacia la casa.

—¡Eso hermanita! ¡ Ve a dormir, talvez así creces un poco más! —grité, para molestarla.

Esta, sin darse la vuelta, levantó su mano y sacó el dedo de corazón.

—¡Esos modales! —volví a exclamar, a lo lejos logré escuchar el sonido de su risa.

Extrañaba esto, aunque no estaba del todo de acuerdo. Admito que se siente bien tenerla aquí, y aunque sea por un momento, poder sentirnos como antes, olvidar que ya crecimos y que todo ahora es más difícil.

Nunca habíamos sido una familia normal, ni lo seremos. Porque a decir verdad, no hay una que lo sea, cada una tiene sus propios problemas o cosas que las diferencian y las aleja del ser perfectas.

[...]

Cuando estamos pequeños esperamos con ansias crecer, pero cuando ya lo hacemos queremos retroceder el tiempo y no hacerlo.

En que estaba pensando cuando lo deseé. Ahora tengo que estudiarme doscientas páginas de un libro, y sacar una conclusión de ellas, que al fin y al cabo no me servirán de nada. La lectura no a sido lo mío, eso a sido más cosa de Luka, a decir verdad, el único libro que he leído a sido La Celestina, solo porque fue Hadley la que me lo recomendó y no estuvo mal.

Como amigos de toda la vida que somos Iván, Luka y yo. Tenemos nuestra propia técnica para presentar las tareas. Luka se encarga de todas las que incluyen leer y analizar párrafos, historias o libros. Iván de todas en las que tenemos que buscar cosas en internet, investigar o cosas parecidas. Y finalmente yo, las mías son todas aquellas tareas que tengan que ver con números y cuentas.

Podremos ser fiesteros y todo, pero presentamos tareas.

Pero hoy, Luka se negó a hacer la tarea de nosotros, ya que a cada uno nos toco un libro diferente. No era para más, se comprende, pero no deja de doler.

—Luka, amigo del alma, cambia de opinión, por favor. —Rogó el ojos grises, casi arrodillado ante el pelirrojo. 

Si yo no fui hecho para leer, Iván me dice «Quítate que este es mi puesto» 

—Iván, levántate ¿si? —éste, le hizo el ademan de que se levantase, pero el ojos grises de negó— Ya te dije que no, no es no. N más o. No —recalcó la última, tratando de ser frijole, aunque no se le da muy bien.

Iván fingió limpiar sus lágrimas obviamente falsas. Al parecer una notificación llegó le llegó a su celular, haciendo parar el drama, que de verdad estaba disfrutando. Sonrió coquetamente mientras mirada la pantalla de éste.

—Tengo que irme, ire a ver a chica que conocí en la fiesta de Emma —comunicó, sacudiendo el polvo adquirido en su vaquero.

—No perdiste el tiempo cuando dije que disfrutaran por mí ¿no? —comenté, sarcástico.

El ojos grises me guiño el ojo, en forma de complicidad, sabia lo haría. 

—No te olvides del contrato, que no te vean —recordó el pelirrojo. Pobre, no sabe que lo están engañando.

—Si, si —le restó importancia el otro chico —Luka, ayúdame con la tarea ¿si? —volvió a decir—Gracias, nos vemos luego —sin esperar respuesta alguna este salió por la puerta, cerrando con rapidez aquella.

—Desgraciado —soltó entre dientes, el pelirrojo. —Me engañó —se dirigió hacia mí.

—¿Deberás no te diste cuenta? —Luka negó con la cabeza, con cara de decepción. Solté un fuerte carcajada, ganándome una fuerte mirada de sus parte. —Tranquilo, te ayudaré. 

Y así fue, cuando finalmente cada uno termino de hacer su tarea entre los dos hicimos la del simio ese. Luka leyó el libro, saltándose algunas partes y luego me explicó acerca de que trataba más o menos, porque así yo poder hacer la conclusión.

Nos llegó la hora de la cena, para esa hora ya habíamos terminado, o bueno casi. Lo queda ya lo hara el simio ojos grises. No pienso seguir, duele la mano de escribir, y aun más el cerebro de tanto estar asimilando cada cosa que me dicta el pelirrojo, que se contradice cada dos segundos.

Los órganos dentro de mi estomago, estaban en una guerra entre ellos. Parecía que en cualquier momento se saldrían. Me dirigí hacia el comedor con Luka de mi lado, busque rápidamente con la vista a las chicas, mientras Luka iba por la comida. 

No fue tan difícil ya que los tacones rechinando el suelo me guio hacia ellas. Sin embargo no fui hacia ellas, sino hacia la castaña oscura sentada en uno de los sillones del salón leyendo un libro. Me acerqué a ella a sus espaldas, esta se encontraba tan concentrada en el libro que ni siquiera notaba mi presencia.

Alejé el libro de sus manos, para captar su atención y así fue.

—¡¿Que te pasa, idiota...?! —exclamó a la defensiva, pero se detuvo al ver mi rostro

—¿Le has llamado idiota, al ser más lindo, inteligente y buen ser humano en la faz de la tierra? —pregunté, fingiendo estar herido.

—Umm déjame pensarlo —hizo una pausa—Si, porque lo eres.

—Pero que violenta saliste a ser, loquita de los atardeceres —bromeé, fingiendo reproche.

—Para que veas, Rey Julien —dijo ésta, con una sonrisa ladeada.

—¿Como el de Los pingüinos de Madagascar? —cuestioné, entrecerrando los ojos.

Hadley tenia cada idea.

—Claro, igual de egocéntrico —soltó tratando de ocultar una sonrisa—, solo hace falta la corona, ve a cortar unas plantas de afuera y hazla —agregó—Ah, cierto, y devuélveme mi libro, así hago algo mientras vuelves. —Ésta extendió una de sus manos y otra la colocó en sus cintura. 

Fingí pensarlo un momento para hacerla sufrir. Hadley me observaba expectante, traté de ocultar una sonrisa de lado, mordiendo mi labio inferior.

—Umm no, ya lo pensé y no. Vendrás conmigo —dije, cruzándome de brazos, pero de inmediato la logre sacar casi arrastrada del la cafetería — ¡Liberate mujer! —exclamé, una vez estando afuera.

La cafetería tenia comedores dentro del instituto y en una parte en campus, fue allí hasta donde arrastré a Hadley.

—Umm no, ya lo pensé y no —imitó mi comentario anterior, quiso retroceder e ir de nuevo pero se detuvo unos pasos adelante, soltó un fuerte suspiro mientras tiraba así atrás su cabello y volvía a mi dirección —Devuelve mi el libro, Adrián. ¿Porque no vas a molestar a Emma? Tu novia, por cierto.

Al no obtener respuesta, la castaña oscuro empezó a dar pequeños saltos, tratando de alcanzar su libro, el cual yo lo había elevado en mis brazos. En un rápido movimiento, la tomé por la cintura, acercándola a mí.

—¿Estas celosa? —susurré a su oído.

Hadley elevó su ojos llegando a los míos, entrecerró los ojos y se separo de mí dándome un empujón.

—¿Y tu idiota? —contraatacó—Deja de decir tonterías y devuelme el libro, Conrad y Belly se están viendo desde la última vez, no me hagas sufrir.

Leí el título del libro en mis manos.

—No hay verano si ti —leí en voz alta—Se escucha como para llorar todo el verano, ya paso pero igual.

—Lo es, pero... no 

Me atreví a abrir el libro, me ubique en el aparente capítulo ya que era en la para donde se encontraba el separador. Leí un poco de lo que estaba allí y luego volví mi mirada hacia ella.

—Wow, que gran encuentro —ironicé.

—Cállate —me reprendió, con un golpe en el hombre— ¿Me lo devuelves, ya? 

No sería malo seguir molestándola, pero ya la había hecho sufrir lo suficiente. Extendí mi mano, con el libro en ella, Hadley no dudo en tomarlo lo más rápido posible, como si fuese un vaso de agua en el desierto.

—¡Adrián! —escuché, mi nombre exclamarse unos cuantos metros de nosotros.

Volteé hacia donde provenían los gritos, visualizando a una chica alta y rubia, Emma. Resoplé, y mire a Hadley, la cual ya se encontraba observándome.

—Nos vemos luego, loquita de los atardeceres —me despedí, como si fuese militar. —Y no olvides que tienes que ayudarme a hacerme la corona.

—Ajá si como no —ironizó—Te están esperando —señaló con la barbilla a Emma.

—¿Tanta prisa tienes porque me vaya?

—Yo no, pero ella sí, y te puede regañar si la sigues haciendo esperar.

Ignoré su último comentario y me centre en el primero.

—¿No tienes prisa? —Indagué, entrecerrando los ojos y acercándome un poco a ella.

—No seas bobo ¿si? Respeta a tu novia, que te esta observando.

Eso ya no sonó en broma, ¿se había molestado?

—Ok, ok —levante mis manos en son de rendimiento —Estaba bromeando, lo siento si te lo tomaste a mal.

Emma volvió a gritar mi nombre, a veces podia llegar a ser tan irritante. Me despedí de la castaña con un gesto de mano, ella lo imitó y me dio una media sonrisa, sin llegar a mostrar los dientes, al igual que yo.

Sin duda se había molestado. Podia llegar a ser un imbécil, en muchas ocasiones y esta es una de ellas. Se que tengo que fingir, todos estos años lo he estado haciendo bien, pero desde que Hadley llegó todo a dado vueltas.

—¿Que hacías con ella? —la voz de la rubia a mi lado me sacó de mis pensamientos.

—Simplemente estábamos hablando —hablé, severo.

—Pues no lo sigas haciendo, sino el contrato caerá. —Ordenó.

—¿Disculpa? desde cuando tu das las ordenes. Además, ¿no es eso lo que todos queremos? Que eso ya se acabé, no me vengas con la mentira que tu si quieres que esto siga.

Solté sin pensarlo, la rostro de la rubia mostraba sorpresa. Me observaba con los ojos levemente abiertos de además y con la boca ligeramente abierta.

—Lo siento no... —me cortó, antes que pudiera terminar.

—¿Crees que para mí es fácil? Yo también quiero que esto acabe, pero ambos sabemos que eso no va a ser posible hasta que terminemos el instituto. Lo único que estoy tratando de hacer es cumplir con lo que mis padres firmaron allí, por mí. Lo que tu tienes que estar haciendo también.

—Lo se, pero no tienes que actuar como si fueras una tóxica que no deja a su "novio" hablar tan siquiera con las plantas o el suelo. Eso no estaba en el contrato. —Repliqué.

«Tienes que parar» Me decía mi subconsciente.

—No estuviera actuado así, si tu no convivieras con Hadley. Nunca habíamos tenido problemas con eso, no antes que ella llegara.

—Ahora, es ella el problema. —Ironicé—Aquí el único problema somos nosotros dos que ya estamos cansados de fingir, al menos yo si lo estoy. 

—Los chicos nos esperan en la cafetería —cambió de tema al ver estudiantes del instituto aproximarse a nosotros.

No se como lograba hacerlo, le salía con tan natural que hasta yo me lo creería. Nunca estuve de acuerdo con que mi padre firmara ese contrato, ninguno de nosotros lo estuvo. Cuando somos menores de edad nuestros padres pueden hacer de todo con nosotros, y uno no pude evitarlo.

—Diles que no tengo hambre —mentí, de verdad que me urgía comer algo.

—Como quieras —se encogió de hombros, para luego alegarse de mí.

Fui hacia mi habitación por una toalla y una calzoneta, iría a nadar a la piscina, estaría entretenido en algo y me ayudaría a amortiguar el hambre. Estando allí coloqué mi toalla en una silla para tomar el sol, pronto después, me adentre al agua de un salto. Nadé si parar y sin descansar.

Si creen que la vida de un adolescente en "fácil", pues no lo es. Quítense esa idea, porque para nada que lo es.

Salí del agua un tiempo después, pero no totalmente. Me quede en la orilla de aquella piscina con los pies en el agua, mientras mi cuerpo se secaba con el aire fresco que producían los árboles a mi alrededor. No paso mucho tiempo cuando mi estomago ya empezaba a rugir como león. Decidí esta vez ya salir del agua, sequé mi cabello y las pocas gotas que quedaban en mi abdomen.

Con cuidado de que el inspector no me viera, me abrí paso a mi habitación nuevamente. Luka e Iván ya se encontraban adentro, el pelirrojo estaba tumbado su cama con su celular en mano mientras que el otro se encontraba sentado en su escritorio haciendo seguramente su tarea. No pronuncié palabra alguna al entrar, aun sintiendo su atentas miradas en mí.

Me adentré a la ducha, para limpiar mi cuerpo del agua anterior.  Salí luego de unos minutos, me quede solo en calzoneta para luego salir del baño.  

—Te traje la comida hasta aquí, al ver que no llegaste —anunció el pelirrojo, señalando el plato sobre mi mesa de noche.

—Gracias —sonreí agradecido.

—Oye, ¿qué sucedió entre Emma y tú? —preguntó, el mismo chico—. No traía buena cara después de irte a buscar.

—Discutimos —informé, mientras me sentaba en mi cama—. Cuando tú fuiste por la comida, yo en vez de ir donde la chicas me acerqué a Hadley, le arrebaté el libro bromeando y pues al final la termine arrastrando hasta el campus. Hablamos por un rato, Emma me miro y empezó a gritar como loca mi nombre.

Les comenté lo que sucedió luego de eso, Luka más que nadie me entiende. Iván y Lana viven su propio mundo, al fin y al cabo son casi iguales ninguno le impone nada a otro, y a la hora de actuar no es tan molesta. Excepto la vez que se dio cuenta que Iván había besado a Elena, pero porque nunca se han llevado bien.

—Olvidemos todo eso, tengo una idea. —Sugiere el ojos grises.

—Soy todo oídos —comenté, mientras comía un poco del plato.

Iván empezó a explicar su gran idea, y a explicar las reglas del juego. Y debo de admitir que me gusto, Iván y yo somos como niños que necesitan el cuidado de su padre, en este caso Luka. Porque sino, quemamos el instituto con todos adentro.

—¿Qué les parece? —preguntó una vez termino de explicar todo.

—¿Tu no tenia que terminar el trabajo? —le pregunto de vuelta el pelirrojo.

—Ya lo hice. —Respondí con rapidez, formando una sonrisa genuina.

Nos mostro el cuaderno, no se miraba ningún cambio en absoluto, más que la respuesta de la última pregunta que deje hecha en la conclusión. «Porqué sí» fue esta. Ese era Iván, al fin y al cabo le puso un poco de su esencia.

—La respuesta más profunda que he visto —empezó a burlarse Luka.

El ojos grises pareció no importarle ya que lo ignoro.

—Entonces, ¿lo haremos?

Dijo, entusiasmado.

Su idea era de llenarnos la boca con agua y con almohadas darnos en la cabeza hasta que alguien perdiera, no era tan malo. Pero si quedara un solo relajo.

—De una. —choqué la palma de mi mano con aquel chico, observando expectantes hacia al pelirrojo a nuestro lado.

—Claro.

Aceptó, milagrosamente.

Tomé un trajo de mi vaso con agua, seguido de Iván y Luka. Luka fue el primero en atacar al pelinegro, deje escapar toma mi agua en mi boca de la risa, no íbamos con puntos ni nada parecido. Solo era para divertirnos. Volví a llenar mi boca con agua, un almohadazo se estrecho contra mi rostro, hice un gran esfuerzo para no dejar que el agua saliera de mi boca. Fui hacía mi atacante, Luka, y le di uno de vuelta. Así matamos nuestro estrés y desesperación.

La puerta empezó a ser golpeada por fuertes golpes, seguido de la voz del inspector. Por telepatía nos miramos entre sí, sin saber que hacer. Por lógica empezamos a ordenar todo y a secar el suelo mocado con alguna ropa, Luka fue a hacia a la puerta y trato de distraer un poco a aquel hombre malhumorado mientras terminábamos.

—Dejame entrar. —ordenó, empujando la puerta siendo sortenido con firmeza por el pelirrojo.

—Primeramente buenas noches.

—No te hagas el chistosito, Revenel —habló con su tono arisco de siempre.—Dejame entrar, es la última vez que te lo digo —ladró.

—Esta bien.

Para cuando lo hizo, el area ya estaba un poco más ordenada. Iván hizo como si viniera saliendo de darse una ducha con una toalla envuelta en su cintura, yo me tumbé en la cama con el celular viendo video de bromas para disimular el ruido.

—Cuando yo diga que abran la puerta la abren —decretó, el inspector empezando a ver por todos lados de la habitación. —Ya son casi las once de la noche, es hora de dormir. Tu deja ese celular —me señalo, le obedecí. —Y tu cámbiate —se refirió al ojos grises.

Dicho esto, salió de aquí cerrando la puerta de un golpe.

—Idiota —renegó, el pelirrojo yendo a su cama.

Obedecimos al mandamiento del grinch ese, no porque le lo haya dicho, sino porque ya nos sentíamos cansados.

Al fin y al cabo sirvió la idea de Iván, ayudo a despejar nuestra mente por un momento. Iván y Luka y yo hemos sido amigos desde pequeños, siempre han estado para mí en cada momento. De la amistad de mi padre con el de ellos, a sido el único resultado bueno. Ellos hacen que las cosas sena mejores, si reímos juntos, lloramos juntos también. 

Ellos dos de verdad que valen oro.

* * *

¡Hola, hola querid@s lector@s!

¡Aquí estoy devuelta! 

Lo se, lo se, me pierdo por mucho tiempo. Se me acaban las ideas por un tiempo y hay días en los que estoy menos inspirada que en otros ¡Pero aquí estoy!

Aquí les dejo este capítulo, narrado por nuestro Rey Julien.

 Espero les guste y lo disfruten.

L@s quiero demasiado😘

¡Bye! 


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