Cuando finalizó el retiro, yo estaba completamente segura de que no lo volvería a ver. Al fin y al cabo, había sido tan sólo una casualidad el habernos encontrado. 

Sin embargo, un día (uno de aquellos en los que te pones a divagar en internet) lo encontré por Facebook. Así tal cual. Decidí entonces que tan simple decisión como haberle mandado solicitud de amistad no cambiaría nada y todo seguiría igual. 

Es aquí donde me doy cuenta que aquel fue mi primer error, pues él me cambiaría la vida por completo. 

Simplemente llegó un día en el que comenzamos a platicar por chat. No recuerdo si él fue el que me habló primero o yo a él. Simplemente fue así como comenzamos a conocernos el uno al otro y a saber cada vez más detalles de la vida de cada uno. Comenzó a crecer la amistad y la confianza hasta un punto en el que él me preguntó si alguien me gustaba. 

No tenía motivos para mentirle, así que le respondí que no. Esa era la simple y pura verdad y hasta la fecha sé que no se lo esperaba para nada. Sin embargo, poco a poco, las cosas comenzaron a cambiar y día tras día me provocaba una gran sonrisa tan solo imaginando y pensando en todo lo lindo que él me solía decir.

Aún recuerdo aquellos días en los que llegaba corriendo a la escuela con una cara de felicidad extrema a contarles a mis mejores amigas todo lo que él me había dicho. Ellas reaccionaban casi casi como si ellas fueran las suertudas. Me comprendían completamente y me sentía feliz por comenzar algo nuevo y por tener a alguien a quien contarle todo.

Simplemente no había existido nadie que me dijera cosas tan bonitas y en quien pudiera confiar tanto de la noche a la mañana. 

Después de todo esto, y de días hablando con él;  admito que no estaba muy segura de lo que sentía ni de lo que quería. Me sentía totalmente confundida y mis sentimientos se encontraban mezclados. Sentía (aunque no estaba segura del todo) que lo empezaba a querer.

  Simplemente empecé a sentir algo por él.